Querida Magdalena

Magdalena decide marcharse.

El viejo se subio los pantalones satisfecho. La mierda del himen, los jugos vaginales, el semen fresco quedaba encima de la perra inaugurada. Un hilo de semen caia del ano herido y abierto de Magdalena. El ardor la tenia obnubilada. Con el rostro encima de su propia sangre, revolcada en su miseria, aun le provocaba estertores de placer.

Le latía el ano, su vagina, su utero ofendido. Los latidos de su corazon reducian su tiempo. Miro a su violador mientras se marchaba y ella tenia q ocultar la prueba de su fechoria. Lloro intensamente.

Cuando su mama volvio las sabanas estaban lavadas, su sexo, su boca, toda ella. Sus rozados pezones aun no perdian su color, pero permanecian erectos. Escalofrios de un amor desconocido la persiguieron. El cínico de su padrastro no dejo de tratarla como esclava, ni de soslayar su mirada. Cada vez q lo veia se sentia humillada, de cómo ella pudo permitirse disfrutar de esa asquerosa soledad del sexo.

En el transcurso de la tarde no pudo huir de la tristeza. Por la noche, el cochino viejo se tiro a su madre. En esas cuatro paredes infernales se oia todo. Los gritos de deseo, el roce, las caricias, el crujir de la cama. Magdalena no podia dormir. Tenia el olor del placer en sus narices, el asqueroso aliento del viejo, los dolores musculares de su carne, el recuerdo de la penetración dolorosa en medio de su culo.

Su madre gemia, gemia como loca. Una vez, dos veces, tres, veinte minutos, dos horas. No paraban. Nuevos jugos huian del interior de Magdalena. Queria ella ser follada tambien, como puta, esclava, sometida al rigor de un duro pene largo y caliente, que la colmara, que se le metiera en medio de su fémina necesidad de goce. Pero la verga era de su madre y ella disfrutaba ahora, gemia la maldita, egoísta, queria toda la leche para ella, todas la veces, todos los orgasmos, todos los hijos. Mientras los hermanos dormían ella escuchaba a los cerdos murmurar sus aullidos desgraciados. Esos suspiros que se extienden según la magnitud del orgasmo.

Sus dedos helados y finos se metieron debajo del calzon. Probo con un dedo primero y comprobo la humedad de su entrepierna. Se lo metio despacio, pero entero. Intento remedar el ritmo. Adentro y afuera, los dos dedos, los dos dedos mojados de si misma para ella sola. Su sexo hedia. Cerro los ojos. Cerro las piernas. Imagino de nuevo al hijo de puta follandola. Siii, que rico. Eso queria. Un sexo para ella, un gozo para ella. Y suspirando reprimida para contener el ruido de su estimulacion solitaria, recordo que de toda esta asquerosa experiencia con su padrastro le gusto solo una cosa: la majestuosa sensación del placer.

Pasados un par de meses de ahorrar, Magdalena se fue de su casa. Penso que si queria disfrutar, mejor le iria si cobraba en vez de ser violada en el acto por su padrastro. Se fue a la ciudad mas grande, le dijeron unas amigas que sus primas conocian de un gallo que pagaba bien. Arriesgandose a todo, dejo a su madre y sus tres hermanos pequeñitos, sin que ellos supieran que este viaje era para convertirse en una puta.

(…)