Querida encarna
Hace un mes que no te puedo sacar de mi cabeza. Si, justo un mes. Desde nuestro encuentro. No creas que exagero al decirte esto, es cierto, tan cierto como que cada día al recordarlo tengo que masturbarme pensando en ti.
Querida Encarna:
Hace un mes que no te puedo sacar de mi cabeza. Si, justo un mes. Desde nuestro encuentro. No creas que exagero al decirte esto, es cierto, tan cierto como que cada día al recordarlo tengo que masturbarme pensando en ti.
Fue un encuentro que comenzó lleno de miedos, tu me veías muy joven a pesar de mis 28 años, yo te veía demasiado mujer para mi con tus 40, si realmente creo que los dos estábamos atemorizados ante nuestro encuentro. Mucho habíamos fantaseado antes pero no es lo mismo ante un teclado que en persona.
Te reconocí nada mas entraste en la cafetería del hotel. Podías haber sido cualquiera pero tus gruesos labios pintados en color rojo, junto con un pecho generoso y un culo que arranco una mirada a casi todos los varones que había en el lugar, las uñas de rojo por supuesto, como te gusta ese color. En ese momento me entro pánico, casi me echo a correr, ahora doy gracias por haber aguantado.
Dudando me acerque a ti y te invite a la mesa. Te acuerdas la conversación intrascendente que teníamos, que si el tiempo, que tal el viaje, hasta que armándome de valor te invité a la habitación. Cortésmente te cedí el paso al salir de la cafetería hacia el vestíbulo, algo que pareció alagarte pues me recompensaste con una sonrisa, yo aunque este mal el decirlo aproveche la circunstancia para ver mas de cerca tu culo, ya te había visto en alguna foto que intercambiamos a través del messenger, pero nada que ver con la maravilla que ahora tenía delante, creo que me viste a través de un espejo de recepción, si así fue aún ahora no lo se.
Después de pedir la llave nos dirigimos al ascensor donde una vez en marcha ya no pude resistir mas y suavemente apoyé mi mano en tu culo acariciándolo firmemente, caricia que aunque te sorprendió fue bien recibida y se prolongo durante todo el trayecto en ascensor. Me gustó tu forma de reaccionar, siempre como la señora que eres, nunca perdiste la compostura, incluso con mi mano en tu culo apretándote las nalgas.
El último tramo hasta la habitación se me hizo eterno, quería abrazarte, sentir tu pecho pegado al mío, poder deslizar mis manos por tu espalda bajando esa cremallera que oculta tu cuerpo, un cuerpo que pronto haría mío. ¿Te acuerdas?. Salimos del ascensor, tu delante yo pegado a ti, estabas seria, demasiado quizás, por un momento creí que te ibas a echar atrás, realmente lo temí, pero una última mirada a tus ojos mientras pasaba la tarjeta por el lector de la puerta me tranquilizó, era miedo lo que había en tus ojos, si, pero también deseo, y excitación, la misma que había marcado tus pezones a través de la tela del vestido, abriendo la puerta entramos cogidos de la mano, quizás una escena demasiado pueril para lo que allí iba a acontecer en breve.
Al cerrar la puerta de la habitación ambos nos quedamos de pie en el centro de la misma, de nuevo ese extraño pánico nos atenazaba. Lentamente me quité la chaqueta y dejándola en el respaldo de una silla, me acerqué a ti. ¡Que momento!, aunque no lo creas estaba aterrado, tenía miedo a estropearlo todo antes de empezar, a no llegar al nivel que tu te merecías, a..... no se, mi cabeza estaba a mil, de nuevo tu sonrisa salvadora, me tranquilizó y me dio ánimos para continuar y ahora si, con mis miedos dominados, me acerqué mas y te retiré el bolso de tus manos lo dejé junto a mi chaqueta y me puse frente a ti, mis manos en tus hombros bajaron por tus brazos y se acercaron a tus caderas, me aferré a ellas y te atraje hacia mi, de nuevo noté tus pechos contra el mío, tus pezones se clavaron en mi, duros como piedras, yo también estaba muy excitado y seguro que también notaste mi polla dura en tu cadera, tras una última mirada mis labios se juntaron con los tuyos y nuestras lenguas se entrelazaron en un beso lleno de pasión contenida.
Este beso pareció ser el pistoletazo de salida hacia una carrera de desenfreno y lujuria. Mis manos recorrían tu cuerpo, las tuyas exploraban el mío, lentamente bajé la cremallera de tu vestido mientras tu desabrochabas los botones de mi camisa, sentí como tus manos recorrían mi pecho, pellizcabas mis pezones mientras tu vestido caía al suelo.
Me hacías gemir, pero te separé, no parecías entender hasta que una sonrisa cruzó de nuevo tu rostro, quería verte detenidamente, lo entendiste e incluso te giraste separándote un poco mas de mi, espléndida.
Tus pechos aparecían enmarcados en un sostén de encaje negro, parecían mas grandes aún de lo que me imaginaba. Un liguero sostenía tus medias y aumentaba mi deseo, por último unas braguitas a juego que escondían tu sexo de mi, aunque sería por poco tiempo.
Me acerque de nuevo a ti, con decisión, te cogí de la mano y te llevé a la cama, tu me dejaste hacer, parece que te gustaba que yo mandase que dominara la situación, dejándote de pie al borde de la cama te pedí que acabaras de desnudarme, tus manos recorrieron de nuevo mi pecho, y tus dientes tiraron suavemente de mis pezones, mientras desabrochabas mi cinturón, el botón del pantalón tampoco se te resistió, por último la cremallera cedió ante ti y mi pantalón cayó al suelo.
Fuiste tu la que se separó ahora un poco para mirarme, pareció gustarte lo que veías por que enseguida volviste a continuar lo que habías comenzado, de nuevo nos besamos, esta vez con furia, con excitación, yo permanecí con las manos a lo largo del cuerpo, quería dejarte llevar la iniciativa, me gustaba verte tan excitada no quería que nada te distrajera, noté tu mano bajar por mi vientre hasta acariciar mi polla por encima del boxer, un gemido de aprobación alimentó mi ego, uuuffff, tu mano se deslizó por dentro del boxer y noté como acariciaste mi polla mojada por la excitación, la recorriste de arriba abajo hasta amarrarme lo huevos y tirarme ligeramente de ellos.
Ahora si que no podía parar, mis manos recorrieron tu espalda provocándote un escalofrío, noté tu estremecimiento, te besé de nuevo y mis labios buscaron tu cuello, mientras mis torpes manos intentaban sin mucho éxito liberar tus pechos, lo conseguí, y por fin los vi, inmensos a mis ojos, con sus pezones duros pidiéndome a gritos que les prestase mas atención, como puedo negarme, al notar mi boca sobre ellos, mi dientes, mi lengua gemiste, fue un gemido apagado estabas abrazada a mi y lo hiciste en mi oído.
Continué bajando y muy pronto estuve de rodillas ante ti, bajando tus braguitas para poder disfrutar de tu sexo, levantaste la pierna y te liberé de ellas, apareció ante mi tu coño mojado, sonrosado, recortadito el vello, abrí tus piernas y hundí mi cara en el, tus gemidos fueron mas fuertes y anunciaban un inminente orgasmo que me afané en buscar, mis dedos entraban y salían de ti mientras mi lengua chupeteaba tu clítoris dándole golpecitos y succionándolo, tus manos revolvían mi pelo y aumentaban la presión de mi cara sobre tu coño al llegar al clímax, continué un poco mas, chupando, para después levantarme y besarte de nuevo llenándote la boca de tus jugos que aceptaste con placer, interrumpí nuestro beso con una suave presión de mis manos sobre los hombros, tu obediente te deslizaste a lo largo de mi cuerpo hasta mi entrepierna, y bajándome los boxer cogiste mi polla con la mano comenzando a masturbarme mientras fijabas una mirada traviesa en mis ojos y manteniéndola hacías desaparecer mi polla en tu boca, no sabes lo que me costo no correrme en ese momento, afortunadamente lo conseguí.
Continuaste durante unos maravillosos instantes en los que tuve que cerrar los ojos por que la sola visión de tus labios rojos alrededor de mi polla podrían provocar mi orgasmo, finalmente tirando de tus hombros dejaste, creo que con desgana, mi polla. Tumbándote en la cama me puse de rodillas entre tus piernas y colocándolas sobre mis hombros golpeé con mi polla tu hinchado clítoris, tu gemiste de nuevo, ahora mas fuerte, querías que te penetrara y así me lo dijiste, pero te hice sufrir un poco quería que me lo pidieras, otra vez, y otra, parecía gustarte el juego.
Colocando la punta de la polla en tu coño, te penetré, lentamente pero sin parar, hasta el fondo, acompañaste la penetración con un gemido sordo, tus caderas se acompasaban con el ritmo de mis embestidas, y en poco tiempo alcanzaste un nuevo orgasmo, te volviste loca me tumbaste sobre la cama y me cabalgaste en busca de tu placer, vi tus pechos subir y bajar al ritmo de tu galope, me agarré a tus nalgas tu te inclinaste hacia mi y con la boca busqué tus pezones, tus gemidos delataban que pronto alcanzarías un nuevo orgasmo, yo tampoco duraría mucho mas, tus gemidos te delataban de nuevo, quedaste sobre mi tumbada con la polla dentro, estabas cansada por el esfuerzo pero yo aún no había terminado.
Te coloqué a cuatro patas sobre la cama y comencé a follarte así, te di alguna palmada en las nalgas, se que te gusta, y aunque protestaste un poco al principio enseguida cogiste el ritmo que marcaba con mis envestidas, no iba a aguantar mucho mas, pero... mucho había soñado con ese culo para ahora dejarlo ir así, retirándome de tu interior pasé la mano por tu coño y mojé tu ano con los jugos que de el salían, tu te tensaste al notar la maniobra, tranquila te susurré al oído, ya se que tu anterior experiencia fue mala pero prometo hacerte gozar y te pedí que confiases en mi, algo mas calmada continué con mi labor introduje un dedo luego dos y comencé a rotarlos en tu interior, seguías tensa y te acaricié la espalda, finalmente conseguiste relajarte, quitándome el condón escupí en mi mano y lubrifique la polla, acercándola a tu ano y presioné sobre ti, nuevamente te tensaste y acompañé mi penetración con palabras y caricias hasta que el glande entró en tu interior en medio de un gruñido por tu parte, dejé unos minutos para que te acostumbrases y comencé un rítmico mete saca, suave, acompañado de un masaje en tu clítoris, incrementé mi ritmo, tu intercalabas gemidos entre los gruñidos iniciales y comenzaste a mover tus caderas acompasándolas a mis envestidas, de repente solo gemías, yo te envestía casi salvajemente, agarrado de tus caderas veía tus pechos balancearse, noté como tus gemidos se hacían mas intensos y nos corrimos a la vez.
Me tumbé sobre tu espalda mientras recobrábamos el aliento, los dos sudorosos, mojados por la intensidad de la batalla, pero contentos. Así te recuerdo y estos recuerdos me atormentan cada día, cada hora , cada instante. ¿Como olvidar esos momentos que me diste?, ¿como olvidar tus gemidos de placer, tu cuerpo temblando bajo el mío, el sabor de tus pezones en mi boca?, ¿como olvidar esa visión de tus labios rojos alrededor de mi polla, la cara del recepcionista cuando bajamos felices, sonriendo con la mirada, agarrados por la cintura cuando entramos temerosos, casi sin dirigirnos la palabra?, ¿cuando.....?, ¿como olvidar todo eso querida Encarna?. ¿Tu has sido capaz de hacerlo?, yo no.
Estos recuerdos me acompañan y me atormentan cada día, dime que tu no lo sientes, no lo necesitas, dime que no quieres repetirlo, dímelo y aquí lo dejaré. Serás solo un recuerdo. Pero si no es así, si como a mi nuestro encuentro te atormenta y no ha servido para calmar tu interior, si no mas bien todo lo contrario para llenarlo de esperanza por volver a vernos y desesperanza por cada día que pasa sin conseguirlo, de alegría por el placer dado y recibido y de tristeza por saber que solo podemos alcanzar ese placer estando los dos juntos.
Te imagino con tu marido, me atormento imaginándolo encima tuya, gozándote. Te quiero para mi, con tus aires de señora y con tu corazón de puta.
Atormentadamente tuyo
Antonio