Querías un amo, ya lo tienes...(II)

Empieza el cambio...

Estaba empezando a arrepentirme de todo aquello, nunca había pensado que él se lo fuera a tomar tan en serio, pensaba que sería yo la que se divertiría no que lo haría él a mi costa. Tras haberme dicho lo que iba a hacerme me había tapado la boca inmediatamente amordazándome con una tira de tela que se sacó del bolsillo, después de eso se levantó, se fue al jardín y me dejó allí sola con mis pensamientos.

La cosa iba enserio, pretendía meterme aquello dentro, pero era enorme no podía hacerlo, era imposible, me iba a doler, y mucho. Pero él no quería hacerme daño ¿no?, ¿o si quería? Ya no estaba segura de nada, hace unos días pensaba que mi novio no sería capaz ni de darme un azote en el culo y ahora lo veía convertido en un amo sádico y vengativo.

Empecé a pensar que lo había hecho todo a propósito, buscaba un modo de castigarme y aprovecho el hecho de que no se la pudiera chupar entera. Eso era, solo lo hizo para tener un pretexto para castigarme, lo que él realmente quería era hacerme esto, someterme de esta manera. Caer en la cuenta de esto hizo que me asustara muchísimo convencida de que no iba a apiadarse de mí.

Todo mi cuerpo comenzó a temblar, y apareció él de repente caminando tranquilo mirando cómo me estremecía, cualquiera diría que había estado esperando en mi patio hasta que el miedo aflorara en mí. Se puso de rodillas y se acercó a mi cara.

-¿Estas ya preparada bonita?- me dijo esto mientras acariciaba mi espalda como si yo fuera una perrita.

-Mmmm…- no podía hablar con aquella tela en la boca, me revolví. Pareció comprenderlo y me apartó la mordaza.

-No me castigues amo por favor, me voy a portar bien, hare lo que tú quieras, lo que sea.-

-Ya es tarde para eso preciosa, si no te castigo ahora acabaras pensando que puedes hacer lo que te dé la gana, y eso no puedo permitirlo, ¿verdad?-

Cuando dijo esto me volvió a tapar la boca para que yo no pudiera decir nada más y abrió el bote de lubricante, se echó una gran cantidad en la mano y empezó a acariciarme el coñito con su mano, poco a poco por la fricción de sus dedos empecé a notar calor, me lo estaba dejando todo bien mojadito, empezó a meterme los dedos, eso me hizo gemir por debajo de la mordaza, estaba empezando a olvidárseme lo que quería hacerme y comenzaba a disfrutar con lo que me hacía con sus manos. Dos dedos, tres, cuatro. Estaba muy excitada y la humedad de mi coñito ya no se debía únicamente al lubricante, pero él estaba ahí para recordarme que aquel placer no iba a durar.

-Te estaba gustando ¿eh?, a ver si te gusta esto también-

Entonces cogió el tubo y empezó a presionar la entrada de mi coñito con él, yo seguía igual de mojada por lo que me había hecho con sus manos, pero la excitación se había apagado de repente y ahora estaba tensa. Empezó a empujar más fuerte, yo notaba la presión, aquello era imposible, ese tubo era tan ancho como mi brazo, no podía caberme.

Siguió empujando al tiempo que hacia círculos con él para intentar que entrara, mientras me acariciaba la espalda para que me relajase, pero yo no podía hacerlo, estaba cada vez más asustada y entonces entró. Al menos tres centímetros de aquel enorme tubo estaban dentro de mí, me dolía, mi coño ardía por la presión de aquella cosa enorme, se me escapó un quejido y dos lágrimas rodaron por mis mejillas.

-Muy bien bonita, no ha sido para tanto ¿verdad?, tu coñito es muy pequeño, pero ya está dentro, ya verás que el resto va a entrar mucho mejor-

¿El resto? No, de eso nada. Empecé a hacer ruido no podía dejar que siguiera.

-Mmmm…mmmm…-me quitó la tela de la boca- No sigas por favor, ya basta, ya he tenido suficiente, he aprendido la lección, me duele, para por favor, voy a ser buena- las palabras salían a borbotones de mi boca de lo nerviosa que estaba.

-Pues claro que vas a ser buena, en cuanto acabe de meterte esto me podrás demostrar todo lo buena que vas a ser-

Estaba tapándome de nuevo la boca haciendo oídos sordos a mis suplicas cuando de repente sonó el timbre.

-¿Quién es?- me destapó la boca para que pudiera responderle.

-Sera el repartidor.-

-¿Que repartidor?-

-El de las pizzas-

-¡Estupendo!- me miro muy sonriente.

De repente sacó aquel tubo de mí y empezó a desatarme, me ordenó que me pusiera la ropa interior se acercó al telefonillo y le dijo al repartidor que esperara un segundo. ¿Qué pretendía?

-Sal a por las pizzas-me puse blanca.

-No…- dije por lo bajo.

-¿Has dicho no? Lo ves, no puedo fiarme de ti, es que no aprendes, hace dos segundos decías que ibas a ser buena y ahora de nuevo vuelves a negarte. Te da vergüenza que te vea así, ¿verdad?-

-¡Tengo más pedidos que entregar!- gritó el repartidor desde fuera.

-¡Ya va!- entonces se volvió a la bolsa a coger algo.

-Ahora sí que te va a dar vergüenza, pero así él sabrá que eres mi perrita-

Me abrochó una correa de perro al cuello unida a una cadena muy fina y larga, me puso un billete en la mano, abrió la puerta y de un empujón me hizo salir a la calle.

La cara del repartidor era un poema, y si yo antes me había puesto blanca ahora estaba roja como un tomate. Me dio un repaso de arriba abajo, me estaba comiendo con los ojos, quien sabe la de cosas que pasarían por su cabeza en esos momentos. Seguramente ya se veía protagonista de una peli porno en la que el repartidor se folla a la tía buena. De repente empecé a excitarme al ver como sus ojos recorrían como locos todo mi cuerpo, estaba claro que me deseaba, pero no podía tenerme. La vergüenza se había esfumado.

-Por un espectáculo así merece la pena esperar- me dijo sonriendo, mientras miraba mis tetas y de paso el collar y la cadena que desaparecía por la puerta.

-Anda, ven a por tus pizzas perrita-

Eso fue muy atrevido por su parte, no era nadie para hablarme así. Me acerque despacio a él cogí las pizzas y le dije:

-¿Ves esta correa? ¿Sabes lo que significa?-

-Que eres una perra-

-Sí, que soy una perra, y que tengo dueño, pero tú no tienes el final de esta cadena en tu mano, así que no vuelvas a llamarme perrita- dicho esto le tire su billete al suelo, me gire, le deje admirar mi culo dos segundos y le di con la puerta en las narices.

-¡Muy bien! Eso ha estado muy bien-

-¿Te ha gustado amo?-

-Sí, parece que ya vas entendiendo que eres mía. Lleva las pizzas al salón y siéntate en el suelo-

Me soltó un poco la cadena y se fue al baño, supongo que a lavarse las manos que aún estaban llenas de lubricante. Dos minutos después volvió al salón donde yo le esperaba sentada en la alfombra. Se sentó, sacó un trozo de pizza y empezó a comer. Me miró sonriendo.

-¿Tienes hambre?-

-Si amo-

-Toma- me tiró un trocito de pizza al suelo. Alargue la mano para cogerlo y en un abrir y cerrar de ojos sacó una fusta de la bolsa que tenía al lado del sofá y me pegó con ella en la mano. Yo la retire al instante. Y le mire sin entenderlo.

-¿Por qué?-

-Porque las perritas no usan las manos para comer. Pide perdón y recógelo con la boca-

-Perdón amo- le dije con la carita más adorable que pude poner y me puse a cuatro patas para recoger mi comida del suelo.

Parecía habérsele olvidado mi castigo y yo estaba más que dispuesta a hacer todo lo posible para que no lo recordara. Me tiró otro trozo de pizza al suelo, esta vez un poco más lejos, tuve que darme la vuelta para cogerlo, me volví a agachar y le ofrecí una vista preciosa de mi culito, quería complacerle y sabía que eso le iba a gustar.

-Que buena estas, seguro que estas deseando que te folle ahora mismo ¿verdad?-

-Si amo- le respondí, esto no era ya para complacerle, la verdad era que lo estaba deseando, me encantaba como me miraba. Entonces acercó la fusta a mi coñito y empezó a acariciarme con ella. Eso hizo que mi excitación aumentara y empecé a gemir muy despacio.

-¿Te gusta verdad perrita?-

-Si amo- me estaba poniendo cada vez más caliente, empecé a empujar hacia atrás para intentar pegar al máximo mi coñito a aquella fusta que tanto placer me daba.

-Estas deseando meterte algo por ese coño tan mojado ¿eh?, pues vas a tener que esperar hasta que acabe de comer-retiró la fusta de mí y tiro de mi cadena para que me acercara de nuevo a él.

Me senté en el suelo entre sus piernas esperando para hacer lo que me mandara. Siguió comiendo un rato sin prestarme atención hasta que al final me ofreció el último trocito de pizza pero esta vez no la tiró al suelo, lo dejó en su mano y yo lo cogí de ahí mismo con mi boca, me lo trague y empecé a lamerle los dedos como una perrita agradecida por su comida. Mientras hacía esto eche mi peso sobre él apretando mis tetas contra su entrepierna. Eso le gustó empezó a enredar sus dedos en mi pelo y acercó mis labios hasta su boca.

-Quédate quieta-

Sujetó la cadena con una mano mientras lamia mis labios y con la otra acariciaba mi coñito por encima del tanga. Que mojada estaba, notaba mi coñito húmedo, necesitaba que me la metiera, ya no podía esperar y mi amo lo sabía.

-Dile a tu amo lo que quieres- me dijo estirando de la cadena y pegando su boca mi oído.

-Quiero que me folles amo, por favor fóllame-

-Sí, yo también quiero follarte perrita, ponte a cuatro patas, te voy a dar lo que quieres-

Me puse a cuatro patas al momento y mi amo se bajó los pantalones y sacó su polla de sus calzoncillos, solo el verla ya hizo que me estremeciera de placer, parecía que iba a reventar.

-Apártate el tanga y ábrete ese coñito-

Hice lo que me ordenó al momento, mi humedad chorreaba por mis dedos, y mis ojos le miraban suplicante, quería que me la metiese ya. Entonces se acercó y colocó su polla caliente y suave sobre mi coñito.

-Métetela tu sola-me dijo mientras acariciaba mi culo con sus manos.

-Si amo- respondí, y acto seguido eché mi culo para atrás dejando que su polla se deslizará dentro de mí.

Al sentirla dentro empecé a gemir y a moverme rítmicamente dejándola entrar y salir libremente de mi coñito empapado, me estaba volviendo loca de placer. Entonces mi amo tiró de mi cadena haciendo que quedara de rodillas con mi espalda pegada a su pecho y su polla metida bien adentro. Comenzó a acariciar mi coñito con una mano mientras con la otra me desabrocho el sujetador y empezó a sobarme las tetas. Sentía que me iba a correr muy pronto.

-Te voy a follar como la perrita que eres- me dijo y soltó mi cadena para que volviera a ponerme a cuatro patas.

Comenzó a embestirme con ansia, yo oía como  mi culo chocaba contra la parte baja de su vientre. Miré hacia abajo y vi mis tetas balancearse rítmicamente mientras el bombeaba su polla en mi coñito que estaba a punto de estallar, veía como mis flujos chorreaban por el interior de mis muslos, nunca había estado tan mojada, iba a correrme. Como si lo hubiera adivinado mi amo paró y me dijo:

-No voy a ser yo el que haga que te corras-

Entonces sacó su polla de mí y cogió el tubo de lubricante que aún seguía en la mesa. Al verlo esta vez no me asuste, había cambiado, ahora sabía que antes me había portado mal y que merecía un castigo, quería que me metiera aquella cosa para que mi amo viera lo obediente que podía llegar a ser. Se puso detrás de mí acarició mis nalgas con el tubo mientras me metía los dedos, aunque esta vez no hacía falta porque mi coñito ya estaba muy dilatado por su polla, empujó el tubo contra mi agujero y este entró enseguida, ni siquiera me dolió. Aquello era lo más grande que me había metido nunca y  me encantaba.

-¿Sabes que te mereces el castigo verdad perrita?- me preguntó mientras me metía el tubo cada vez más y más adentro.

-Si amo, me porte mal y tenías que castigarme-

-Muy bien ahora quiero que sigas el castigo tu solita y no te corras hasta que yo te dé permiso- soltó el tubo y yo puse enseguida mi mano sobre él.

Comencé a sacarlo lentamente para después volvérmelo a meter, cada vez más rápido, era increíble que aquel mástil enorme estuviera todo dentro de mí, veía como mi amo se masturbaba mirándome mientras yo gemía, quería correrme pero no me había dado permiso, tenía que aguantarme, pero no podía.

-Amo por favor, no me puedo aguantar-

-Aun no, ahora date la vuelta, para que vea tu cara y como te sobas las tetas y sigue follándote-

Hice lo que me mandó, quede tumbada boca arriba, con una mano pellizcaba suavemente mis pezones aumentando mis gemidos, mientras que con la otra movía aquella cosa en círculos dentro de mí, necesitaba correrme y lo necesitaba ya.

-Amo…- le miraba rogándole con los ojos.

-Sácatelo entero y vuélvelo a meter- lo hice y cuando volví a metérmelo sentí como un hormigueo empezaba a subir desde mi coño hasta mis pechos, iba a correrme, no podía más.

-Amo por… por favor, ya… ya no puedo más-

-Córrete perrita deja que te vea-

Bombeé aquel tubo con fuerza dentro de mí y lo saque de golpe dejándolo rodar por la alfombra para que mi amo pudiera ver cómo me corría, mientras cogía mis tetas con las manos apretándolas y dejaba salir de mis labios un gemido de alivio, al tiempo que notaba como se humedecía la alfombra bajo mi culo.

-Gracias amo-

-Ven aquí perrita, ahora quiero que se lo agradezcas a ella-me dijo señalándome su polla.

Temblorosa por la tensión de la que mi cuerpo se había liberado me acerque a él que sujetaba su polla con la mano ofreciéndosela a mi boca. Abrí la boca y empecé a chuparla con ansia deseando agradar a mi amo, notaba como latía dentro de mi boca e intentaba tragármela entera aunque seguía sin ser capaz, pero yo no quería que se enfadara y seguía intentándolo.

-No lo intentes más bonita, sé que no puedes, lo importante es que ahora has aprendido la lección y lo estás intentando. Ponte de rodillas, ya sé cómo quiero acabar- Se levantó y empezó a masturbarse frente a mi cara, en pocos segundos empezó a correrse dejando que su leche cayera sobre mis tetas.

-Lámetelas- me dijo mientras se tiraba en el sofá aliviado. Yo obedecí inmediatamente, sujete mis tetas con las dos manos, agache la cabeza y empecé a lamerlas hasta donde mi lengua alcanzaba.

-Muy bien, por fin te has enterado de que tienes que hacer lo que te diga, eres mi perrita, mi juguete, y te gusta ¿verdad?-me dijo mientras acariciaba mi mejilla dulcemente.

-Si amo-sonreí, feliz por esas caricias.

-Claro que si eres una perrita muy buena preciosa, te has portado muy bien esta noche y por eso mañana te daré una sorpresa. Vas a ser completamente mía-

A los pocos minutos de decirme esto se quedó dormido en el sofá y yo me acurruque a sus pies en la alfombra contenta por haber complacido a mi amo y pensando en que me esperaría al día siguiente.

Espero que os haya gustado, si queréis saber que pasará al día siguiente solo tenéis que decírmelo. Y por supuesto cualquier crítica constructiva será bien recibida, que estoy deseando aprender. Gracias