Quejios del Desierto

La pasion y el sexo no entienden de culturas,reglas, dogmas ni reestricciones..y menos con estos calores....

-¿Qué sientes, tienes miedo?- le pregunto Kasib entrecortándosele la respiración

Jaber, tembloroso, le miraba fijamente con sus ojos negros.

-¿Qué ocurre? ¿Ocurre algo?- espetó de nuevo kasib temeroso e intentando todavía volver a la normalidad.

De pronto Jaber, sobresaltado se puso en pie de un resalto mientras le miraba con cara de odio, lo aparto violentamente de su camino hacia un lado del suelo y corrió hacia fuera.

Capitulo I

Estaba ya casi a punto de amanecer y Jaber se apresuraba a secar su cara, manos y pies para arrodillarse sobre una alfombrilla con la cual rezar sus plegarias en dirección a la Meca.

Después de una cuantas recitaciones con pronunciadas y determinadas inclinaciones se vistió con su tunica blanca tradicional y fue a ayudar a su padre.

La familia vivía de un horno que poseían en una calle céntrica de la ciudad con el que hacian pan, y de una pequeña huerta que se encontraba mas a las afueras cerca de su casa, de la que recogían hortalizas, frutas, dátales y trigo para moler.

Jaber era un chico de buenas maneras y conducta, fiel a su cultura y religión y muy respetuoso con su con su familia; especialmente con su madre y sus hermanas, aunque su padre y el disfrutaran de un estatus superior a estas ultimas por motivos culturales.

A sus 16 años en su sociedad ya era mas que un hombre adulto y con responsabilidades que cumplir y así mismo lo sentía y aceptaba él. Sin embargo y en la realidad su piel morena y suave, esos ojos negros oscuros pero brillantes y esa elegante delgadez que ensalzaban su metro ochenta de cuerpo denotaban que no era mas que un adolescente en plena pubertad, a quien la vida le había apartado de muchas cosas que su naturaleza le requería desde su interior.

Al calor sofocante de su ciudad se unía el hecho de tener que enfrentarse al dichoso horno durante horas. Unas horas su padre y otras horas él se turnaban para concebir la la harina a partir del trigo y posteriormente introducirla en ese infierno para tiempo después sacarla convertida en un bendito alimento.

Kasib, que le rondaba en edad ayudaba al negocio de especias que la familia poseía en la misma calle unos cuantos metros mas arriba. Pasaba todos los días por delante del horno de Jaber camino a su menos sacrificado trabajo, y no podía evitar el dejar sus ojos desorbitarse para observar el sudado cuerpo semidesnudo de Jaber, quien aparcaba su tunica durante las horas de trabajo para hacerlo mas soportable.

En los aproximadamente 3 segundos que le llevaba a Kasib cruzar por delante de tal edén ralentizando al máximo posible su paso, se deleitaba día a día con los dorados y fuertes pectorales de Jaber al amasar la harina, con sus pezones grandes, duros y oscuros pero relucientes debido al sudor. Con su espalda musculada al arquearse para introducir y sacar el pan ya tostado que en ocasiones permitía ver el largo canalillo que la unía a sus duras nalgas aprisionadas en ese paño blanco. Sus hombros, sus brazos, el bulto de su entrepierna húmeda encima de esos tersos muslos, y el morbo de su cara fina y tosca. Día tras día tendría que sufrir semejante calvario durante la constante procesión que le llevaba a su trabajo.

Y día tras día no podía evitar tener que disimular llegar erecto y sofocado.

Kasib era un chico un poquito mas bajo que Jaber, pero de figura muy estilizada y unos ojos marrones miel que debido al contraste con su piel morena deslumbraban a todo el que le miraba; era su boca grande de rojos labios gordos y carnosos con una sonrisa enorme y perfecta. Nunca pasaba desapercibido entre el barullo de aquella calle intransitable.

Él, que no comprendía la excitación que le causaba Jaber, que no encontraba explicación a lo que le ocurría y a lo que sentía, pues era algo que desafiaba las bases de su adoctrinamiento, disfrutaba observándole y aunque se sentía extraño y sucio sabia que algo en su interior no le permitiría dejar de hacerlo. Ni siquiera Alá en el exterior o en el mas allá conseguirían detener ese sentimiento de jubilo ante tal experiencia y ese exacerbado placer que inundaban su cuerpo.

Desearía poder acercarse a él, sentir su voz, su calor, su aroma exultante de feromonas, tocarle! Pero en realidad a ellos nada les unía, no tenían ninguna relación y además eso seria una locura. El solo hecho de intentar aproximarse le parecía un sacrilegio, una falta grave ante sus normas y religión, y de descubrir sus sentimientos le tacharían de sodomita, de perturbado y de lacra pecadora; quien sabe que harían con el, temía la muerte.

Uno de esos días en los que pasaba silenciando sus ganas de disfrutar que respondian a los impulsos naturales de su cuerpo escuchó los cantos de las mezquitas que llamaban a rezar. En parte porque deseaba rezar y en parte como excusa para observar mas tiempo a Jaber se echo de rodillas al suelo junto con muchas otras personas que se encontraban alrededor y para su agraciada suerte y sorpresa descubrió que ese maldito horno se interponía entre él y la sagrada Meca. Comenzó a recitar sus plegarias, formulas, versículos, rindiendo tributo a Alá y al profeta mientras se inclinaba alante y atrás. Y en medio de la concentración del momento divino se le abrieron los ojos como platos para clavase fijamente en Jaber, que no había dejado de hacer su trabajo para ponerse a rezar.

Siguiendo con sus rezos observaba cada parte de la anatomía del molinero, sin dejar de moverse hacia adelante y atrás; rezaba y le observaba, y cuanto mas rezaba mas empezaba a excitarse. No podía resistir la belleza de aquel cuerpo, de aquel hombre que hacia meses le robaba la atención y el espíritu durante unos míseros segundos aparte de aquellos en los que él se lo imaginaba en las situaciones mas tórridas. Su pene sin prepucio empezó a ensancharse y llenarse, mientras seguía balanceándose, provocándolo cada vez mas, sintiendo el placer del roce de su glande con sus piernas y con su tunica hasta conseguir robustecer sus 20 centímetros envuelto en ese trance espiritual.

Jaber ajeno a todo esto se movía a marchas forzadas entre grano de trigo, harina, levadura, panes recién hechos.

Kasib seguia recitando con los ojos fijos y el pene mas tieso que la espátula del horno de Jaber:

-Ala,….oh…Mahoma…..,ooohh Yibril,…..ahhh,,……Moises…..uuuh,.

En ese momento Jaber inclinó una de sus piernas contra el horno intentando hacer palanca para poder sacar un pan que se le había pegado y se quemaba,

-Kasib- No酅ooooooohhh, Abraham…uaaahhh, Salomón……uuuuhhhhh

con lo que dejó salir por un lado de sus calzones la mitad de su ancho e imponente pene que colgaba entre medias de la comunicación divina con Kasib. Este ultimo no pudo aguantarlo ni un momento mas y dejándose llevar por el momento de trance espiritual, confiando en que alrededor nadie miraba y bajo los imponentes cantos que inundaban la ciudad desde los minaretes hinchió su pecho hacia delante, y agarro fuertemente su pene después de subirse la tunica hasta el cuello dejando al descubierto su fibrado torso y abdomen y prosiguiéndoos con sus ahora rápidos balanceos se frotó el pene adelante y atrás a toda velocidad hasta que

oooooooooohhhhhhhhhhhhhh., aaahhhghhhhh, oooohhhhhhhh…..Jesús!!!!- exclamó mientras comenzó a echar chorros de semen a un metro de distancia y los hacia caer accidentalmente en un montón de panes que Jaber tenia apilados bajando las escaleras de la puerta de entrada.

Después de casi un minuto de apretujarse el rabo desde que empezara a correrse y de aplastar los huevos contra el suelo, se bajo la tunica apresuradamente y se echo hacia adelante para disimular la erección hasta que el rezo terminó y se pudo marchar todavía recuperando la respiración y disimulando la gran dilatación de su pene.

Jaber en ese momento se sintió fatigado y sediento, se sentó un momento junto a la puerta, paso su mano por su frente de lado a lado y bebió un gran baso de agua. Seguidamente y con una postura relajada a pierna suelta agarro un pan del lado suyo y le atizó un leve mordisco….., mastico pensativo y lentamente hasta que trago el pedazo. Derepente volvió en si enfoscando de nuevo la mirada y comenzó a comer el pan con hambre y ansia hasta que lo engulló entero.

CONTINUARA……..