¿Quedamos?...

Si quedamos, tú y yo sabemos lo que pasará...

En cuanto al amor, es como una deliciosa y aparente poción mágica que consuela a ignorantes y débiles. Sí, te hace sentir cálida y transcendente, pero al final el amor te deja débil, dependiente y gorda.

Estaba harta de ir de cama en cama, siendo presa y adicta de caricias insaciadas de piel, de besos curiosos por cada espacio de mi cuerpo, de dedos traviesos deseando entrar en mí, y en mi juego de vida, de mordiscos... casi dolorosos, pero a su vez tan placenteros, que harían temblar al hombre más duro, haciéndole llegar a una lujuria tan absurda como completa.

Estaba tan harta que llegue a esconder, o más bien disimular, las ganas de practicar sexo con el amor, y el amor con el sexo. No sabía ya quién era, apenas sabía si quedaba en mí restos de eso, que sea lo que sea, hace que nazca el amor, que al parecer todo el mundo posee menos yo.

Diría que huía de una cama para ir corriendo y saltar hacia otra, en apariencia, más emocionante todavía.

Apareció alguien. Ella era de esas mujeres que se dan tanto a respetar, que las ganas de poseerla, de comerle la vida, se multiplicaba por momentos, era una sensación casi enfermiza, no la quería para nada más que para todo, para todo dentro de la cama, experimentar... dejar caer los tapujos, las delicadezas... como dejábamos caer nuestras ropas...

No éramos más que dos cuerpos que gozaban de un placer exquisito, sintiéndose, rozándose... dos cuerpos sin pensamientos, sentimientos, ni control, simplemente dejándose llevar por el más absoluto deseo.

Prometernos, prometernos a encuentros sin sentido... sólo placer.

Habíamos quedado con la coartada de tomar un café, una cocacola, o bueno, lo mismo daba, siempre acabábamos bebiendonos la una a la otra, y aún así siempre teníamos sed, más y más sed.

Quedábamos en la cafetería de siempre, a la hora de siempre, y como siempre ella había sido más puntual que yo. La veía allí, en la puerta de la cafetería, desde lejos, parecía impaciente,nerviosa... continuamente cambiaba el bolso de lugar. Al principio lo tenía colgado del hombro, de ahí lo pasó a las manos y de las manos a debajo del brazo. Cuando no lo tenía en las manos, se atusaba el pelo desde la frente hasta las puntas de su larga melena y resoplaba...

Dejé mis nervios a un lado, o por lo menos intenté no mostrarlos. Me acerqué a ella, la saludé, posando mi mano derecha por debajo de su espalda y dándole dos besos, el segundo casi rozándole los labios. Al separarnos, pude notar cómo se ruborizaba... ¿sería por verme, por la mano en la cintura, o por el casi beso? Admitiré que lo del casi beso fue totalmente premeditado, me encanta poner un poco más de picardía en los momentos de extrema tensión sexual.

Entramos, yo la seguía. Nos sentamos una frente a la otra. De vez en cuendo nuestros pies se golpeaban sin querer, a lo que ella aprovechaba para decir algun comentario bromista como "Ya no sabes qué hacer para tocarme, eh", y yo le respondía con una sonrisa de esas que dejan entrever una  mala y perversa intención.

Pasaron los minutos y terminamos nuestras respectivas bebidas, y aunque ella aún seguía jugando con los hielos del fondo de su vaso, la invité a irnos y me ofrecí a acompañarla a su casa. Pagamos, y al salir de allí, apenas medió palabra, supongo que por vergüenza, o porque le daba miedo lo que estaba a punto de ocurrir...

Llegamos a la puerta de su portal y, en lugar de despedirse de mí, algo en ella explotó al introducir la llave en la ranura de la cerradura. Abrió la puerta. Yo llevaba mi jersey favorito, me agarró con fuerza de él, haciendo saltar uno de los botones superiores, y con esa misma fuerza, me empujó hacia la pared, junto a los buzones. Se acercó a mis labios y me los mordió con una suavidad deliciosa, me soltó, puso sus manos sobre la pared, cada una a un lado de mi cabeza, estando completamente nuestras caras una enfrente de la otra, sintiendo nuestro ligero aliento tan cerca. Este movimiento se vio acompañado por un choque de nuesstros cuerpos, que no podrían estar más pegados. Con un ágil movimiento se colocó de forma que mi muslo quedó en su entrepierna, notando así su calor y su humedad por encima de mi rodilla. Se movía con un suave contoneo de caderas y no pude evitar meter mis manos entre su cintura y el pantalón, para ser yo ahora la que marcara el ritmo de sus movimientos.

Se nos estaba yendo de las manos, y casi olvidábamos que seguíamos en el portal.cualqiuera podría salir o entrar y vernos contoneándonos la una con la otra como si no hubiera mañana... Se inclinó hacia mí, y me susurró al oído "vayamos a mi casa y acabemos coon esto"... Me recompuse, la cogí del brazo y me agaché a coger el botón que me había arrancado...

... Y subimos. Las escaleras parecían moverse, al tiempo que intentábamos subirlas, pero no eran ellas, sino nosotras. Nosotras golpeándonos con fuerza descontrolada de un extremo a otro, de la pared a la barandilla y de la barandilla a la pared, al tiempo que acertábamos con cada escalón. Mientras ella tiraba de mi jersey como si fuera a romperlo, notaba como con la otra mano empezaba a acariciarme por encima de la ropa, aunque siendo concisa, más bien por encima del pantalón, apoyando uno de sus dedos en la hebilla de mi cinturón...

Estábamos descontroladas, y eso que todavía no habíamos llegado a la cama... supono q ninguna de las dos entendía qué nos estaba pasando, pero ya nos habíamos introducido demasiado en las fantasías que queríamos cumpplir en ese preciso instante, como para intentar volver atraaas o detenerlo.

Entramos ensu casa, y en un destello se produjo un cambio raadical. Dejó de hacer todo eso que hacía mientras subiamos las escaleras, se alejó con la camiseta medio torcida, dejando entrever parte de su cintura. Me quedé mirándola perpleja "No me digas que me vas a dejar asi..." pensé. Se alejó a lo largo de su enorme salón, sin apartar su mirada de la mia, se detuvo y retorció sus labios con una sonrisa irresistiblemente pícara-

Comenzó a desnudarse, muy pero que muy lentamente y por momentos apartaba su vista de mi para observarse a si misma, a su maravilloso cuerpo (cualquiera de las mujeres que conozco matarían por estar en mi lugar), Empezó con la camiseta, que se retiró con tanta sueavidad, que parecía que la tela acariciaba su piel. De este modo, no pude resistirlo,atravesé el salón al tiempo que me quitaba todo lo que podía, el maldito jersey, la camiseta y el cinturón. Cuando llegué hasta ella sólo teníamos los pantalones, las botas y el sosten.

La cogí por la nuca y me lancé a su cuello con un ámplio pero suave mordisco, recorriendo con mis labios y dientes sus hombros, clavícula y mejillas, a la vez que con un movimiento brusco ocupé con mis manos el interior de su ropa interior, dejando que mis dedos se deslizaran por la humedad que la stuación había producido.

Llegamos a la habitación, nos tiramos sobre la cama, nos desnudamos la una a la otra. Se colocó encima de mí, de tal manera que apenas me permitía algún movimiento, más que el de mis caderas que rozaban sus partes, me agarró del mentón impulsando mi cabeza hacia atrás y comenzó a besarme el cuello, desde la garganta hasta los pechos, donde se detuvo hasta ponerme la piel de gallina. Continuó bajando por mi vientre, me abrió las piernas con cierta brusquedad y empezó a moverse dentro de mí, ella, sus dedos, su lengua, mientras que yo me dejaba someter a sus deliciosos placeres.

Después de unos apasionantes minutos,la agarré acercando su cara a la mía, la miré, me miró, acerqué mis labios a su oído y casi sin aliento le indiqué que ahora era mi turno "te garantizo que te encantará"...

Entonces a ella se le escapó una risita desde lo más profundo, quizás una risita nerviosa o más bién ansiosa, quién sabe... Acercó de nuevo su cara a la mía, sus labios rozaban los míos antreabiertos, intentando beber el poco aliento que me quedaba. Notaba nuestros labios cálidos e hinchados por la excitación, sólo cuando su lengua húmeda rozó la mía, noté un maravilloso frescor que me reactivó de inmediato. Mientras nos empezábamos a besar de nuevo cada vez más enérgicamente, fui levantando mi cuerpo con el suyo, abrazado, sin apartar nuestros labios, hasta quedarnos sentadas una frente a la otra, a horcajadas, perfectamente acopladas como dos piezas de un puzle perfecto.

Mis manos, que entonces estaban en su espalda, fueron deslizándose lentamente y acariciando su espalda, la cual notaba que tenía la piel de gallina por la excitación del tacto de mi piel. Nuestros cuerpos eran como uno sólo, en movimiento acompasado, como un baile que hubiéramos ensayado hasta la saciedad. Sus caderas se empezaron a mover al ritmo que mis manos le marcaban, lenta pero enérgicamente. Mientras la hacía bailar sobre ´mi regazo, mi mano fue deslizándose con decisión por su muslo hasta llegar a su zona más sensible y delicada en ese momento, y como si de algo inesperado se tratara, al sentir mi tacto se paró en seco su movimiento. "Shhh, tranquila, sigue, no pares de bailar para mí..." le susurré dulcemente, al mismo tiempo que mi mano ejercía más presión sobre ella.

Retomó el movimiento perdido, ese baile enloquecedor, al ritmo que ambas marcábamos con nuestros cuerpos cálidos, húmedos, sensibles... Mis dedos la exploraban en círculos antes de entrar en ella, y cuando ésto sucedió no pudo ahogar un largo y placentero gemido el cual se fundió con otro parecido que emergió de mi garganta. Mis movimientos ahora empezaron a aumentar de velocidad, poco a poco, saciando su necesidad de placer que notaba iba "in crecendo" vertiginosamente. Nuestra respiración era cada vez más fuerte, más entrecortada, mientras mi mano, mis dedos seguían en la labor concienzudamente; poco a poco fui notando que su espalda se ponía rígida, sus caderas bailaban ahora con más decisión sobre mí, y su abrazo era más potente. "No pares,no pares..." fueron sus palabras casi inaudibles en el momento que su cuerpo tomaba vida propia y estallaba de puro placer. Su mirada se clavó en la mía, mientras su boca totalmente abierta exhalaba el últmo aliento potente desde lo más profundo de su interior, provocando unos movimientos espasmódicos de todo su cuerpo al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás, ella totalmente rígida.

Volvió hacia mí en un abrazo, dejando toda su energía escapar, y noté todo su peso muerto sobre mi regazo. La abracé fuerte para sostenerla y poder mantener esa maravillosa escultura que formában nuestros cuerpos cálidos, sudorosos y relajados entrelazados, con las cabezas apoyadas en los hombros y manteniendo el compás de nuestra respiración, sintiendo ese momento como algo infinito.