Queda en familia

Por el aislamiento social obligatorio, mi pareja me pidió que me mudara con él y su hijo adolescente. Con el correr del tiempo, descubrí que su hijo se masturbaba con mis prendas. Le conté a mi novio-marido; pero, lejos de retarlo; una noche terminamos los tres en la cama.

Hace tres años comencé a salir con un viudo; a propósito, mi nombre es Liluska, tengo 36 años de edad, soy de estatura mediana, cabello oscuro y ondulado, hago running; y, a pesar de tener buenos pechos, todos dicen que mi arma de seducción, son mis largas piernas.

Como les decía, conocí a Marcos, de 52 años, quien había enviudado hace cinco años. Desde que intimamos, nos convertimos en adolescentes, como cualquier pareja de novios, haciéndolo cuando podíamos y en cualquier lugar.

Este año, en el mes de marzo, cuando se distribuyó esta maldita pandemia, y comenzaban las medidas de aislamiento social obligatorio, Marcos me dijo:

Marcos: Lilu, tengo algo importante que plantearte.

Liluska: Dime; pero, ¿por qué esa cara?

Marcos: He escuchado que se prohibirá la libre circulación; sólo se podrá, adquirir alimentos y recibir asistencia médica de urgencia.

Liluska: ¡Qué! ¿Eso puede suceder?

Marcos: Sí. ¿No has visto en las noticias, lo que sucede en Europa?

Liluska: Sí, pero…

Marcos: La cuestión es que te pido que vengas a vivir con nosotros.

Liluska: ¿Te parece? No creo que sea buena idea; así no más. ¿Lo has consultado?

Marcos: Sí. Mi hijo y yo, lo deseamos.

Liluska: ¿Seguro? Creo que es tu idea más bien.

Marcos: No. Es en serio. Mira si se propaga como allá; estaremos semanas sin poder vernos.

Liluska: Lo tengo que pensar. La convivencia es algo serio ¿y si nos va mal?

Marcos: No tenemos mucho tiempo. Cuando lo decreten no podremos acomodarnos.

Esta propuesta me puso entre la espada y la pared. Yo estaba muy cómoda en mi coqueta apartamento, manejaba mis horarios y actividades; y, a Marcos, lo veía seguido; ya que, trabajamos para la misma empresa.

Al cabo de dos días, anunciaban por cadena nacional, las medidas restrictivas. Y rápidamente sonó mi móvil, con la voz casi desesperada de Marcos. Acordamos que juntaba algo de ropa, y esa misma noche, en su casa, durante la cena, lo decidíamos.

Se me hizo muy difícil elegir que llevar; ya que, elegía algún vestido de noche, o sandalias; y, me preguntaba cuando lo usaría, sino podríamos salir. Así que, la elección de lo que ocupó el bolso, fue caótica.

Casi llegando la noche, se me hizo difícil conseguir un taxi; había un gran revuelo en la ciudad, como si estuviera por arribar un huracán, supongo.

Cuando llegué a la casa de Marcos, ambos me recibieron en la puerta; y en ese momento, pensé que no era buena idea; ya que, veía en su hijo, una expresión de resignación en su cara.

A Jonathan, el hijo de Marcos, me lo había presentado hace un año atrás, cuando formalizamos lo nuestro. Es un adolescente de 19 años, serio y muy educado, quizás, algo tímido.

A verlos a ambos en la puerta, tuve ganas de pegar media vuelta, e irme; sentía que no estaba preparada para esto de la convivencia, y lidiar con un adolescente, mucho menos.

Marcos: ¡Bienvenida! ¡Qué suerte que te animaste!

Saludé a ambos con un beso en la mejilla; aunque Marcos, intentó encajarme uno de sus besos profundos y húmedos.

Dejé mi bolso a un costado, y los tres nos dirigimos a la sala, donde nos acomodamos en los sillones. Inmediatamente, Marcos nos preguntó que deseábamos beber. Y yo, en ese momento, necesitaba el trago más fuerte que existiera.

La conversación comenzó de compromiso; y creo que, Marcos era el único que estaba convencido que la convivencia iba a funcionar.

Al rato, cenamos, y la TV nos sacaba del compromiso de charlar; cuando de pronto, anunciaban las restricciones de circulación en la vía pública. Nos miramos los tres, como si hubiéramos naufragado, en una isla solitaria.

Después de la cena, cada uno se retiró a sus habitaciones; y yo me retrasé a propósito, en la cocina, para que Jonathan no me viera como novia de su padre.

Esa noche, lo hicimos con Marcos; pero, fue la primera vez, que no emití ningún gemido, no hice ni el mínimo ruido; temía que, en cualquier momento, apareciera Jonathan para hacernos alguna escena de rebeldía.

Los días siguientes, transcurrieron en una tensa calma; en realidad, era mi parecer; ya que, estaba muy acostumbrada a vivir sola; y ahora, debía cuidarme a cada paso que daba; principalmente, para no incomodar a Jonathan. No imaginaba cuanto tiempo iba a resistir, no tener intimidad, momentos a solas; nos cruzábamos constantemente en la casa. Marcos comenzó con el teletrabajo; Jonathan inició sus estudios por Zoom; y a mí, la empresa me dio vacaciones prolongadas. Ni siquiera podía salir a correr; así que, debía inventarme una rutina de gimnasia, en horarios raros, para no excitar a nadie. Mi objetivo era pasar lo más desapercibidamente posible; pero, no sabía hasta cuándo podría resistir esa situación.

A la semana siguiente, viví mi situación más incómoda; resulta que, no recuerdo porque tuve que ir a nuestra habitación, cuando a través de la puerta entre abierta, observo a Jonathan parado frente al vestidor. Sigilosamente me acerco, para averiguar qué hacía allí; ya que, sus cosas están en su habitación. Cuando de pronto, descubro que se estaba masturbando, con algo negro que envolvía su miembro. Salí corriendo hacia el baño de servicio, y me encerré.

Comencé a pensar nerviosamente, sobre que debía hacer. ¿Pasarlo por alto? ¿Comentárselo a Marcos? ¿Hablarlo personalmente con Jonathan? Sin poder decidirme, al rato, escucho que él se encerraba en su habitación. Así que, fui hasta el vestidor para saber que era ese trapo negro.

Cuando llegué, lo primero que observé, es que no había prendas negras colgadas; así que, abrí los cajones, uno a uno, hasta descubrir que un par de medias mías, tenía resto de semen fresco. ¿Qué iba hacer ahora?

Pasé todo el día, indecisa; pero, al día siguiente, aproveché el momento a solas con Marcos; y, le conté lo sucedido.

Marcos: ¿Estás segura? Bueno, después de todo, es un adolescente.

Liluska: Entonces, ¿lo dejamos pasar?

Marcos: ¿Qué quieres que haga? ¿Qué lo rete? Ya no es un niño.

Liluska: ¿No te molesta que se haya masturbado con una prenda mía?

Marcos: A su edad, lo hacía con la ropa interior de una tía.

Liluska: Para mí es incómodo. ¿Y si llamas a una de esas chicas, para que lo haga? ¿Tu hijo es virgen?

Marcos: Lilu, estamos en cuarentena; y él, no es virgen, ya lo llevé con una de esas chicas, como dices vos. Habrá que convivir con un adolescente en celo. Ja Ja Ja

Liluska: No le veo lo gracioso.

Marcos: Como madrasta, si quieres, podes ayudarlo.

Liluska: ¡No sé qué me quieres decir! Mejor me voy.

Ahora sí, realmente estaba incómoda. De hecho, cuando nos juntábamos a la mesa, a comer, no podía verlo a la cara.

El debate continuó por la noche, en la cama.

Liluska: Quiero que me aclares lo que me dijiste esta tarde.

Marcos: ¿Qué te dije? No me acuerdo.

Liluska: El asunto de tu hijo.

Marcos: Ah, eso. Nada, simplemente que tenemos que arreglarlo entre nosotros. ¿Viste las noticias? ¡Estamos encerrados!

Liluska: Y ¿cómo es eso de arreglarlo entre nosotros?

Marcos: Entiendo que, quizás dije algo fuera de lugar; pero, piensa en los momentos que estás a solas, y te viene ese pulsar sexual, vos ¿cómo lo solucionabas?

Liluska: No estamos hablando de mí.

Marcos: Ok. Yo a su edad, cuando no tenía novia, o simplemente pensaba en una mujer, debía recurrir a mis manos, para calmar la calentura.

Liluska: Eso lo entiendo; pero, dejar que tu hijo se masturbe con mis prendas, es otra cosa.

Marcos: Te entiendo la incomodidad; pero, para él, eres una hermosa mujer; y quizás, porque es tímido y eres mi novia, no se atreva a más. Si fueras su madre, estaríamos hablando de un problema.

Liluska: ¿Entonces?

Marcos: Nada. Hablaré con él si quieres; pero, no puedo garantizar, que no se siga masturbándose, pensando en vos.

Liluska: No me imaginé una situación como esta.

Marcos: También quiero que sepas, que, si pasa algo entre ustedes, está bien.

Liluska: ¿Te volviste loco? ¿Qué quieres decir?

Marcos: Nada, simplemente es sexo; y, para mí, hay que dejarlo fluir. Y como están las cosas, pasaremos un buen tiempo encerrados.

Liluska: ¡Realmente enloqueciste! No conocía ese costado tuyo.

Marcos: No me mal entiendas; no te estoy induciendo a nada, simplemente te aviso que entendería la situación.

Liluska: Bueno. Basta. No quiero seguir hablando del asunto. Si pudiera, ya me volvería a mi departamento.

Marcos: No pienses mal. Sólo digo de pasar lo mejor posible, esta puta desgracia.

Los días continuaron con cierta normalidad. Yo me había convertido en la ama de casa, haciendo los quehaceres del hogar y cuidándome de no provocar a Jonathan.

Pero, con el correr de las semanas, el aburrimiento sobre mi nuevo rol en la vida, se apoderaba de mí.

Verme, y verlos en ropa de gimnasia todo el día; evitando cualquier situación que derivara en una discusión; claro, ellos tenían una rutina; Marcos pasaba gran parte del día con teletrabajo; Jonathan, con sus estudios y PlayStation. Pero ¿yo?

Un día, a media mañana, cuando ejecutaba las tareas de limpieza y ordenamiento de las camas; no me percaté que Jonathan, aún estaba en su habitación.

Entré sin golpear a la puerta, pensando que estaba en la cocina, con sus clases vía Zoom; pero, en cambio, estaba tirado en su cama, masturbándose. Al verlo, pegué un salto.

Liluska: ¡Uy! Perdón.

Jonathan concentrado en su actividad, tardó en taparse con la ropa de cama. Al verme, quedó mudo; y su cara, cambió de color, se puso roja carmesí.

Mi primera intensión fue salir corriendo; pero, no sé porque, me dio lástima de haberlo avergonzado.

Liluska: Te pido disculpas. Pensé que estabas en la cocina con tus clases.

Él seguía mudo y sonrojado; de hecho, si hubiera tenido una pala, seguro que a estaría haciendo un pozo, para enterrarse. Pero yo, no sé porque, quería arreglar la situación.

Liluska: No te sientas mal, yo también fui adolescente, entiendo por lo que estas pasando.

Como una idiota, sin comprender que lo único que deseaba Jonathan, es que yo desapareciera; me quedo observando; en una mano, tenía su teléfono celular, y se escuchaba a bajo volumen, unos gemidos; y, la otra mano, estaba debajo del acolchado, a la altura de su entrepierna; quizás, sosteniendo su erecto pene; lo cual, era difícil de simular.

Liluska: ¿Qué estás viendo?

Me acerco a su cama, y tomo su móvil, para verificar que estaba viendo un video pornográfico.

Liluska: Ah. No te avergüences, a mí también me gusta la pornografía.

Vuelvo a ver con más detenimiento la escena en el teléfono; y, ahora, era yo la sonrojada. En el video estaba yo, con medias negras de liga, mamando la verga de su padre, en nuestra cama. De repente, entendí que había puesto a Jonathan, en la peor de las situaciones.

Jonathan: Por favor, no le cuentes a papá.

Me suplicó, casi lanzando un llorisqueo. Mientras yo, pensaba en cómo remediar este momento.

Liluska: Por supuesto que no le contaré nada. Quédate tranquilo. Pero, no voy a permitir que nada ni nadie, se interponga en lo que estamos construyendo con tu padre. Por favor, no hagas más esto.

Jonathan: Te lo prometo. Perdón; pero, el impulso fue más fuerte que yo. No lo pude evitar.

Liluska: ¿Qué no puedes evitar?

En ese momento, Jonathan volvió a ponerse bordó de la vergüenza; y yo, me sentí muy estúpida con lo que pregunté. Y no sé porque, deslicé mi mano por debajo del acolchado, alcanzando su erecto pene.

Liluska: Por favor, no me estropees nuestra relación.

Subí y bajé mi mano, un par de veces, cuando sentí su líquido caliente, escurriéndose sobre mis dedos; y él, suspiró profundamente.

Realmente no sabía qué hacía; se me mezclaban los dichos de Marcos, la vergüenza de este chico, el temor a que no pudiéramos convivir en paz. Así que, sólo me retiré de la habitación, pensando que yo era quien, estaba estropeando todo.

Los días subsiguientes, Jonathan y yo, nos volvimos a ver a la cara con normalidad; probablemente, porque ambos habíamos tirado las cartas sobre la mesa.

Después de un par de semanas, en el almuerzo, Marcos irrumpió:

Marcos: ¿Por qué no organizamos una fiesta?

Jonathan: ¿Qué ridiculez es esa?

Liluska: ¿Cómo una fiesta?

Marcos: Claro, ¿no están aburridos? Todos los días son iguales.

Liluska: Pero ¿Qué tienes en mente?

Marcos: El sábado pido una rica cena por delivery, nos vestimos como para salir afuera, ponemos música, bailamos; en fin, nos divertimos.

Jonathan: ¡Qué divertido! ¿Entre nosotros tres?

Liluska: Para mí, no es mala idea; después de todo, será diferente.

Marcos: Si vos te aburres, puedes jugar con tus amigos, a la PlayStation en línea, como todos los sábados.

Jonathan: Ok. Acompaño.

Mientras lavábamos los platos, luego del almuerzo.

Marcos: Lilu ¿no te perece una buena idea?

Liluska: Sí. Por lo menos, será un rato diferente.

Marcos: Después no fijamos si tenemos que ponernos; de lo contrario, habrá que comprar por Internet.

Liluska: Ah. Vos dices ¿tirarnos el ropero encima? Yo no sé si puse algo en mi bolso. ¿Cuánto hace que estoy con ropa de gimnasia?

Marcos: Después vemos. Te quiero despampanante.

Liluska: Mmm. No sé

Marcos: Dale. Vamos a divertirnos. Rompamos esta rutina.

Liluska: Ok

Después de un par de días, nos sentamos los tres frente a la computadora, para comprar ropa online.

El primero en resolverlo, fue Jonathan; se compró una camisa hawaiana, un jean y un par de zapatillas.

Luego, le siguió Marcos; que se compró una camisa de lino, con cuello Mao; y, un pantalón sport.

Y culpa de mi indecisión, los demás empezaron a opinar y a elegir; así que, prácticamente ellos me compraron un vestido corto azul, con escotes pronunciados; tanto adelante, como por detrás. Por suerte, pude elegirme un par de sandalias muy finas, que hacía tiempo las deseaba.

También elegimos el menú de la comida. Será una cena gourmet.

La situación estuvo divertida. Fue un buen momento entre los tres.

Por suerte, los paquetes llegaron un día antes; ahora, sólo quedaba verificar los talles; pero, no habría tiempo, para solicitar un cambio.

Y llegó el sábado. Ese día desayunamos todos juntos; y, realmente éramos un equipo, con el objetivo de divertirnos por la noche. Ultimamos detalles; Jonathan, se encargaría de la música; Marcos, sería el barman de la noche; y yo, me encargaría de la ambientación y la mesa.

Yo había adelantado mis quehaceres domésticos, para disponer varias horas del día, en prepararme; y todo, debía hacerlo yo misma; ya que, no podía trasladarme a la depiladora, la peluquería, la manicura, y todo lo que una mujer necesita, para verse espléndida. De hecho, había acordado con Marcos, el uso del baño en suite, de nuestra habitación.

A media mañana, me golpean la puerta del baño, justo cuando estaba arreglándome las uñas de los pies. Del otro lado estaba Marcos que tenía un regalo para mí.

Marcos: Lilu salí que tengo una sorpresa para vos.

Me envolví en una toalla y salí.

Liluska: Aún no terminé.

Marcos: Ok, pero tengo un regalo para ti, que necesitarás para esta noche.

Como una niña en Navidad, comencé abrir el paquete ansiosamente, descubriendo que se trataba de lencería muy fina.

Liluska: ¡Es hermoso mi amor! Pero, esto debería usarlo en nuestra intimidad.

Marcos: ¿Por qué? Si has salido conmigo a cenar, usando estas prendas.

En realidad, pensaba más en la reacción de Jonathan; ya que, me estaba regalando prendas que eran el fetiche de él; y, no quería provocar un retroceso de la situación, que se había solucionado. También quería evitar dar más explicaciones, y que naciera un problema con Marcos.

El resto del día, lo pasé entusiasmada como cuando era joven, y revivía la expectativa cuando me preparaba para mis primeras citas.

Al atardecer, ya estaba lista para vestirme; por lo que decidí ponerme el regalo de Marcos. Primero, me calcé el culote de encaje, quedándome perfecto; evidentemente, una región que Marcos conocía a la perfección. Luego me coloqué y abroché el portaligas; y, por último, deslicé las medias negras; las cuales, hacían más largas mis piernas; abroché los clips en las ligas; y, me subí a las sandalias de 21 centímetros de taco. Al principio, me costó mantener el equilibrio; evidentemente, me había desacostumbrado a los finos tacos.

Por último, una vez alzado a la altura de mis hombros, dejé caer el vestido, que ellos habían elegido para mí; me acomodé los breteles y fui hacia el espejo del vestidor, para verificar como lucía.

Era imposible que no provocara calentura; el escote delantero, apenas cubría la mitad de mis senos; giré, y el escote trasero, dejaba descubierta mi espalda, hasta la culminación de la columna; los breteles eran tan finos, que quizás una brisa, podría hacerlos caer de mis hombros. Me fijé el largo del vestido, y apenas cubría la región de las ligas. Que sea lo que Dios quiera, me dije.

Cuando fui a perfumarme, descubro otro regalo de Marcos; se trataba de una gargantilla con una piedra preciosa, que me coloqué inmediatamente. Ahora sí, frente al espejo, había una “femme fatale”.

Todo el rito, me había consumido una hora y media, sin darme cuenta; así que, me apresuré a bajar.

Cuando me faltaban un par de escalones, me topo con ellos, que estaban esperándome; y, observo que sus caras se ponen boquiabiertas. Se colocaron uno a cada lado, y me tomaron de ambas manos, conduciéndome al jardín, en donde había una tabla de quesos y distintos embutidos. En el camino, me elogiaron como a una Miss Universo.

Marcos se dirigió a una improvisada barra, en donde preparó un par de aperitivos y tomó un set de 6 latas de cervezas.

Por su parte, Jonathan se dirigió al equipo de música, y echó andar una selección de temas de jazz.

Cuando ambos regresaron, Marcos propuso un brindis.

Marcos: ¡Brindemos por esta hermosa noche!

Chocamos nuestras copas, y comenzamos a confesar travesuras; en nuestro caso, haciendo memoria de la juventud.

Estuvimos riéndonos, picando y tomando, cerca de una hora.

Liluska: Jonathan ¿tomaras toda esa cerveza?

Jonathan: No creo, no soy de tomar mucho.

Marcos: Lilu, tu copa está vacía, ¿te sirvo otro?

Liluska: No, mejor sigo con el vino de la cena.

Entonces, pasamos al comedor, sentándonos los tres, en un extremo de la larga mesa; Marcos en la cabecera; y, Jonathan y yo a los lados.

Al rato, me levanto, para traer nuestro plato principal. Cuando apoyé la fuente en la mesa, y dejé descubierta la trucha ahumada, con vegetales asados, todos nos manifestamos al unísono, y relamimos nuestras bocas.

Durante la cena, seguimos conversando de diversos temas; pero, también, bebimos bastante, seguramente, por la ingestión de tantos alimentos salados. Así que, el postre, helado, realmente funcionó como bajativo.

En varios momentos, noté a Marcos y a Jonathan, con mirada obnubilada sobre mis pechos; de Marcos, no me extrañaba; ya que, casi nunca disimulaba; pero, de Jonathan, esperaba que Marcos no le llamara la atención, porque sería vergonzoso. Por mi mente, se cruzó el recuerdo de aquella tarde que lo descubrí masturbándose con un video de nosotros; y ahora, pensaba que le estaba dando muchas razones, para que lo volviera hacer.

Después de la sobremesa, Marcos se paró y nos ordenó bailar; por lo que, Jonathan volvió al equipo de música; y esta vez, echó andar una selección de temas musicales, de la década del 90, mi preferida.

Me costó levantarme; estaba experimentando ya, el etílico ingerido; pero, al escuchar esa música, inmediatamente me puse a bailar con Marcos; quien invitó a Jonathan a unirse.

Luego de un buen rato, nos rendimos y nos tiramos sobre los sillones, yendo por más bebida. Jonathan cambió la música, por algo más romántico; pero, de la misma época.

A su regreso, sacó un par de cigarrillos de marihuana, y nos ofreció. Marcos tomó uno y lo encendió, a la par que de su hijo. Luego de un par de pitadas, me ofrecieron.

Liluska: No, gracias. No fumo eso desde mi época universitaria.

Marcos: Vamos, la estamos pasando bien, no seas aguafiestas.

Seguramente por el alcohol dándome vueltas por la cabeza, y porque realmente la estábamos pasando bien, acepté.

Estábamos terminando los cigarrillos, riéndonos de cualquier pavada, cuando me percato que Jonathan no sacaba su mirada de mi falda. Al tirarme en el sillón, no me di cuenta que, mi vestido estaba subido, mostrando el comienzo del portaligas. Ahora sí, que le volé la cabeza, pensé.

Por suerte, justo cuando iba a bajármelo, para cubrirme, Marcos interrumpió, invitándome a bailar abrazados.

La selección musical era perfecta e incitaba a besarse, acariciarse y demás; acciones que tardó Marcos, en ejecutar.

No estaba muy de acuerdo, porque sabía que, para Jonathan, esto era provocador; pero, mi cuerpo ya no me obedecía, y se dejaba llevar. Sólo reaccioné, cuando sentí las manos de Marcos, acariciándome las nalgas; así que, descolgué mis brazos de sus hombros, para reacomodar sus manos en mi cintura. De repente, Jonathan irrumpe.

Jonathan: ¿Me enseñas?

Liluska: ¿A qué?

Jonathan: A bailar así, lento. Nosotros no lo hacemos en esta época.

Marcos se aparta y me ofrece a él.

Tomamos posición y comenzamos a bailar apretados. Pero, no pude evitar sentir, su bulto sobre mí; para colmo, seguramente por genética, era grande como la del padre. Él se meneaba más flexible que Marcos; por supuesto, debido a su juventud; y, se me hacía imposible, no ponerme cachonda. Así que, con la escusa de que tenía sed, me aparté, para ir mi copa.

Al terminar la copa de un trago, Marcos me tomó de la mano y me hizo sentar sobre sus piernas. Inmediatamente, comenzó a tocarme el muslo, acariciándolo y subiendo; y de repente, metió su mano por el escote. Yo tardaba una eternidad en reaccionar, cuando siento que Jonathan se acerca a nosotros.

Liluska: Por favor Marcos, basta.

Pero mis brazos pesaban varias toneladas cada uno, y con mis súplicas, no lograba detenerlo.

Marcos: Dale Lilu, estamos pasándolo súper.

Sin entender hacia donde se dirigía, seguía masajeando mis pechos, Jonathan comienza a acariciarme el cabello, y miro a Marcos fijamente a sus ojos. Mis pezones ya estaban terriblemente erectos, mi cuerpo no me obedecía, y mi mente confundida, deseaba detener la situación.

Marcos: ¡Estás bellísima! Déjanos hacerte gozar.

Liluska: ¡Qué!

Marcos: Dale. Chúpasela, así lo calmas.

Sigo mirándolo fijamente a los ojos.

Liluska: ¡Basta! ¿Se volvieron locos?

Cuando giro mi cabeza, para decirle a Jonathan que se apartara, mi cara choca con su miembro y lo miro a la cara. Su expresión era de súplica; y en ese instante, intenta metérmela en la boca. Yo no abro mis labios, lo que quedó como un roce, y me giro para rogarle a Marcos, que se detuviera.

Marcos me guiña un ojo, como incitándome, sin dejar de meterme mano; ahora, por todos lados, y haciendo efecto en mi cuerpo. Siento que Jonathan me toma la cabeza, para girarla, y nuevamente su verga queda frente a mi boca; pero, esta vez, abro mis labios y dejo que introduzca su glande.

Hasta ese momento, descubro que estaba agarrada de los antebrazos de Marcos, sin reacción, pero con fuerza. Lo suelto, y con mi mano derecha, tomo el miembro de Jonathan, para direccionar la mamada; haciéndolo ahora, de forma consciente y como sabía hacerlo. Levanto mi vista, verificando su expresión de goce; mientras tanto, mi mano izquierda, va en búsqueda del bulto de Marcos; quien observaba de cerca, como se la chupaba a su hijo.

El dedo índice de Marcos, entraba y salía de mi empapada vagina, haciendo todo tipo de juegos; provocando sensaciones efectivas, y comenzando a recorrer un camino sin retorno. No tardé en comenzar a emitir gemidos.

Con la otra mano, Marcos desabrochaba su bragueta, para liberar su verga.

Marcos: Ahora me toca a mí, mi reina. ¿No te parece?

Miro a Jonathan como despidiéndome. Marcos y yo, estábamos sentados en el sofá; mientras, que Jonathan, había permanecido parada.

Me inclino en dirección al erecto pene de Marcos, y comienzo a chupársela, como tanto a él le gusta.

Siento que Jonathan me levanta el vestido, por detrás, y se arrodilla en el piso, para estar más cómodo. Comenzó a acariciarme las nalgas y a besarme la vagina. En esa posición, yo inclinada sobre la entre pierna de Marcos, le dejaba todo a su disposición.

Yo gemía dificultosamente, por tener la boca ocupada; y lo hacía, porque Jonathan con su lengua, hacía cosas increíbles en mi vagina y en mi ano. Sentía su devoción, y también, su desesperación juvenil.

De repente, en mi paladar, se estrella un chorro tibio de semen. Me sorprende, porque Marcos siempre avisa; pero, seguramente por lo que estaba sucediendo, se dejó llevar.

Termino de tragar su leche y logro gemir con libertad.

Marcos: Vamos a la cama, estaremos más cómodos.

Me susurra al oído, y con una mano aparta a Jonathan; y con la otra mano, me toma para ayudarme a incorporarme. Así, los tres tomados de la mano, me dirigieron a nuestra habitación.

Allí, Marcos por detrás, me corrió un bretel, y el vestido se deslizó sin dificultad, hasta los pies, como me lo había imaginado.

Ahora estaba casi desnuda frente a Jonathan; sólo las medias negras y el portaligas cubrían mis piernas; ya que el culote, me lo habían sacado, no sé en qué momento.

Marcos: Sigan, que yo ya me recupero.

Paralizada sobre mis tacos, no atinaba a nada, cuando Jonathan se lanzó sobre mis pechos, para besarlos; así que yo, sólo lo tomé de la nuca, para que no se apartara.

Así, permanecimos un instante. Yo disfrutando de su apasionamiento por mis pechos, y sintiendo su erecto miembro, chocando en mi pelvis; el cual, ya deseaba que se me metiera.

Creyendo que se iba a quedar a vivir ahí, lo tomé de la mano, invitándolo a la cama; mientras, Marcos desde atrás, se había dedicado a mantener, la humedad de mi vulva.

Fui yo, la primera en deslizarme por la cama, poniéndome de costado y esperando que Jonathan, llegara hasta mí. Marcos nos siguió.

Sin proponérnoslo, Jonathan quedaba de costado, frente a mí; y Marcos, se acomodó por detrás. Tomé la verga de Jonathan, para alojarla en mi interior; lo cual, sucedió sin dificultad. Comenzamos a coger a un ritmo, como si fuéramos adolescentes. ¡Qué bien se sentía esa pija!

Al rato, siento la erección de Marcos, sobre mi espalda; así que, se la tomo con la mano, y lo dirijo hacia mi ano. Al comienzo, sólo entró su glande; pero, las embestidas de Jonathan por delante, hacen que la de Marcos se meta por completo, doliéndome por su tamaño.

A los minutos, logro superar los dolores. Mi vagina envolvía la verga de Jonathan, sintiéndola en todo su largo y grosor; mientras, que mi culo, se había flexibilizado, sintiendo también, todo su tamaño.

Arrancándome gemidos, casi gritados, logro un ritmo, evitando el choque de sus cabezas, dentro mío. Mientras me salía de Marcos, me introducía en la de Jonathan; y así, me invadía una catarata de orgasmos.

No sólo estaba experimentando mi primer “menage a trois”; sino que, era la situación más morbosa que vivía. Los tenía a padre e hijo, cabalgándome y cambiándome de posición, a su merced.

Seguramente, en algún instante, quedamos rendidos y nos dormimos, a alguna hora de la madrugada.

Marcos estaba boca arriba, y yo abrazada a él, con una pierna encima de su abdomen y piernas; cuando siento por detrás, que Jonathan, de costado, intentaba cogerme nuevamente. Lo deje hacer, y yo me mantengo pasiva, para que Marcos, no se despertara.

Mientras que, sentía a Jonathan, acabar dentro mío; y yo, sentir un nuevo y delicioso orgasmo; pensaba que ahora, me había convertido, en la puta de la casa.