¿Qué paso Mai? ¿Le mido el aceite?
¿Alguna vez han fantaseado con su mecánico?Pues a mi se me hizo con Don Pedro, un cuarentón de muy buen ver
¿Qué pasó mi Mai?¿Le mido el aceite?
Cómo me ponía caliente ese tipo. Lo conocía desde que era niño, pues tenía su taller en la esquina de mi casa y era mi mecánico de cabecera, así que no perdía oportunidad de llevarle mi carro a arreglar y de pasada echarle una miradita en ese mono gris que se moldeaba muy bien a su cuerpo.
-¿Cómo esta Luisito?
Bien mi Mai ¿Y Usted?
Pues aquí chambeado
Don Pedro era un hombre de unos cuarenta y muchos años, casado y con dos hijos que a su vez ya se habían casado y se habían ido a vivir al interior de la república. Eduardo, mi mejor amigo de la infancia que se ahora vivía en Jalisco con su familia y Ana que vivía en Querétaro con su adinerado marido y cuatro hijos que no la dejaban ni respirar. Doña Ana, su esposa, era una buena mujer que siempre fue muy amiga de mi madre y que a mi me había tenido siempre mucha deferencia.
¿Qué pasó doña Ana?¿Cómo está?
Pues aquí, muy apurada porque en la tarde me voy a ver a Lalito y a mis nietos a Guadalajara.
¡Que bueno! Me lo saluda y dígale que a ver cuando me habla.
De tu parte Luisito. Saludos a tu Mamá.
Claro, cuando le hable le digo.
Yo vivía nuevamente solo desde que mi mujer había decidido que ya no quería estar casada conmigo y que le gustaba más mi compadre.
Siempre fui bisexual y mi vida había rodado entre camas tanto de mujeres, como hombres. Pero cuando la conocí dejé todo por ella, cosa de la que ahora me arrepiento. Claro que dicen que lo que bien se aprende jamás se olvida y a mi menos.
Y entonces mi Mai ¿Cuándo cree que quedé mi auto?
Pues tengo mucho trabajo, pero si vienes como a las ocho ya está, me dijo, bajándose la camisola y dejándome ver un pecho fuerte y peludo, coronado con una panza muy sexy.
Está bien, a las ocho vuelvo. ¡Buen viaje Doña Ana!
Gracias Luisito.
Me fui a mi casa sin poder quitarme la imagen del torso desnudo de Don Pedro. Pero no era la primera vez que lo veía. Aun recordaba una vez, hace años, que entré al taller y el Mai se estaba cambiando. Me acuerdo como me puse de erecto cuando lo ví en unas trusitas blancas que se ajustaban muy bien a un culo fuerte y redondo. Su piel era blanca y muy velluda, tenía unas piernas robustas y una espalda ancha y pecosa. Había nacido en Guadalajara y era un bello ejemplar de jalisquillo. Por años me masturbe imaginando su cuerpo. Hoy, con el tiempo, su pelo y su barba ya pintaban algunas canas y le había crecido una pancita que solo hacía que se viera mucho más interesante. Pero tenía fama de macho mexicano, y contaban las malas lenguas que muchas señoras habían pagado en especie sus servicios como mecánico. Era el culpable de muchos cuernos entre los señores de la colonia. Y como no si era un pedazo de oso, de esos que se antoja tener en la cama, lo malo es que parecía que solo le iban las mujeres y no tendría ninguna oportunidad por ahí.
Me dí una ducha y me hice una paja en honor a mi Mai, y me dormí un rato pues por la noche tenía guardia en el hospital, así que me iría directo después de recoger mi auto en el taller de Don Pedro. Llevaba ya un mes con la guardia nocturna y estaba muy cansado, así que dormí profundamente.
Dieron las ocho de la noche y me dispuse a recoger mi auto y de pasada echarle una ojeadita al objeto de mi deseo. Llegué al taller y ya estaba cerrado, así que toque en su casa y Don Pedro me abrió vestido en un pijama de algodón. Se acababa de dar un duchazo.
¿Qué pasó Luisito? Pensé que ya no venías y me metí a bañar. Pásale, ya quedó tu carro. Me dió mucho trabajo, pero ya está.
Gracias Mai. ¿Qué haría sin Usted?
Entré a la casa y me senté en el sillón, esperando que me trajera las llaves. Mientras el don, se apareció con unas cajas de medicina.
Oye Luisito, no sé si será mucho encaje, pero me he sentido un poco cansado y compré estás vitaminas ¿Me podrías inyectar?
Por supuesto Mai, aunque no es bueno que se autorecete.
No, si me las mando un doctor.
Está bien ¿Dónde lo inyecto?
Pues si quieres me acuesto en el sillón.
Mientras yo preparaba la jeringa, don Pedro se acostó en el sillón y se bajó apenas el elástico del pijama. Era mi oportunidad de ver ese hermoso culo en vivo y no la iba a desaprovechar. Me acerqué y bajé su pantalón hasta donde terminaban las nalgas. Eran blanquísimas y cubiertas por una pelusa que se antojaba probar con la lengua. Tomé el algodón con alcohol y literalmente se lo sobé. No sabía si alguna vez volvería a estar tan cerca de ese culo enloquecedor así que había que aprovechar. Lo inyecté con calma y subí nuevamente su ropa.
¡Ya esta mi Mai! Espero que no le haya dolido.
No Luisito. Si tienes la mano muy suave. ¿No te quieres quedar a cenar? Mi vieja dejó mucha comida y que mejor que compartirla contigo.
No le quiero dar molestias don.
No te preocupes Luisito. Ven, ayúdame a servir.
Nos fuimos a la cocina y me pidió que pusiera la mesa mientras él calentaba la cena. So cocina era muy pequeña y en una de las vueltas que dí para bajar los platos lo rocé sin querer.
¡Ándale Luisito! ¡Como has crecido!
Perdon Mai, dije sonrojado.
No, si no dije que me molestara ¿Cuántos años tienes Luis?
Treinta y uno don.
Y sin mujer. Ya deberías conseguirte una.
En esas ando don Pedro
Pues con ese pedazo la vas hacer muy feliz, no se por qué te dejaron, dijo.
No sentamos a comer y la plática fue alrededor de las mujeres. Don Pedro me contó que había tenido muchas y muy buenas, pero de pronto como quien habla de fútbol, me contó que también había tenido otro tipo de experiencias.
¿Tu nunca has probado Luisito? Ya ves que dicen que no sabes si algo te gusta hasta probarlo.
¡Que pasó Don Pedro! Que tengo cara de puto ¿O qué?
No Luis, si te ves bien machín, pero no hace falta ser puto para echarse una culeada de ves en cuando, me dijo, y comenzó a recoger los platos.
Se levantó y me dijo que si no tenía que irme había un partido y lo podíamos ver. Para ese momento yo ya estaba muy caliente y me parecía que la invitación iba más allá, al fin la guardia empezaba a las doce y para eso faltaban como dos horas, además si llegaba un poco tarde nadie lo notaría. Me senté en el sillón y el mai se sentó junto a mi, platicamos un rato y luego se paró para prender la televisión. En ese momento yo pude ver su trasero que se mostraba imponente y bien formado. De pronto escucho que me dice:
¿Qué estás viendo Luisito?
Me había visto por el espejo mirando su cola, y Yo solo me sonrojé. No sabía si había notado que mis ojos se desbordaban viendo aquel culo que merecía un trabajazo.
Perdón Mai, no lo escuche, dije muy apenado
No tienes que disculparte Luisito. Si quieres también puedes tocarlo.
Creo que ya me voy Don Pedro, se me hace tarde, dije sin mucha convicción y me levanté como impulsado por un resorte.
Déjate de pendejadas Luis, llevas todo este tiempo viéndome la rabadilla y ahora te quieres rajar. Eso no se hace, dijo, y se acercó peligrosamente.
Se me acercó hasta que casi sentí su respiración en mi cara y de pronto me besó, Yo me quedé completamente paralizado. Aquel macho tan bragado no estaba teniendo ningún empacho en besarme. Metía su lengua entre mis labios rozando mi cara con barba y bigote y Yo apenas respiraba. Estaba completamente inmóvil. Se separó y me dijo.
Perdón si te espanté o te falté al respeto, pero es que siempre me has gustado y hoy que ando bien caliente y cuando te ví viéndome pensé que se me haría. Será mejor que te vayas, no se te vaya hacer tarde.
De repente reaccioné. Estaba a punto de perder la oportunidad de mi vida y en estos días no andaba como para desperdiciar. Tenía que actuar rápido o me perdería ese manjar.
No Mai, no me mal entienda. Usted me ha gustado siempre, dije atrayéndolo hacia a mi. Pero no pensé que ésto pasara.
Calló mi boca con un beso y sus manos comenzaron a recorrer mi espalda hasta detenerse en mis casi nulas nalgas, que sobó y estrujó a placer, luego pasó una de sus manos al frente y frotó mi rabo, que ya estaba reventando, por encima de mi pantalón. Mis manos hicieron lo propio. Empecé frotar su espalda, hasta bajar las manos a sus nalgas que eran tan duras como me había imaginado. Luego las metí debajo de su camisola y bajé de nuevo a las nalgas ya por debajo de la ropa. Su piel era tersa y velluda. Uno de mis dedos buscó su hoyito y lo acaricié con ansiedad. El solo suspiró y comenzó a besarme el cuello hasta llegar a mi oído y con voz muy cachonda me dijo:
A ver muchachito, si vamos hacer esta pendejada hay que hacerla bien. Quiero que me des la mejor cogida de mi vida y te vas a tener que esforzar.
Yo hago lo que Usted me diga Don, le dije, frotando mi reata en la suya.
Y espero que lo hagas muy bien, porque ando muy cachondo.
Pues vamos a ver que se puede hacer, le dije, y sobe su culo con mis dedos.
Me palmeo el hombro y me dijo que lo esperara en la recámara. Entré, me senté en la cama y él volvió con una botella de vino y dos copas.
Para que tomes valor muchacho.
Si es para ésto no me hace falta. Basta con verlo para querer acción.
Entonces para que Yo tome valor, porque ese cacho tuyo se siente bien grande y me va a doler.
Pero le va a gustar Mai. Se lo prometo. Todo ésto es para Usted solito, dije frotando mi rabo sobre la tela.
Quítate la ropa mi niño, dijo, mientras servía las dos copas y Yo me quitaba el pantalón y la camisa.
Dió un sorbo a su copa y me acercó la mía. Yo bebí mientras lo veía despojarse de su pijama y quedar en unas cachondísimas trusitas blancas de algodón que tantos sueños me provocaron en el pasado.
Se acercó y nuevamente besó mis labios, bajo a mi cuello y se entretuvo mordisqueando mis pezones. Siguió su camino descendente y es entretuvo en mi ombligo. Me empujó y caí sobre la cama donde empezó a acariciar mi rabo sobre la tela del boxer que ya parecía casa de campaña.
Que buen pedazo tienes Luisito. Qué desperdicio sería dejarlo así. Desde jovencito se veía que estabas bien bueno, dijo, y me quito los calzones.
Mi verga saltó como un animal que es liberado y Don pedro la tomó entre sus labios como queriéndola domar. La besó por todos lados, la lamió y se la metió hasta la garganta, para luego iniciar un mete y saca que me enloqueció. Pasó su lengua por mis huevos y levantó mis piernas hasta tener mi culo a su disposición. Besó mi hoyo con cuidado y empezó a follarme con la lengua. Yo estaba a mil. Mi verga solo se contraía como pidiendo más. Volvió a trabajar mi tranca, a chuparla como quien chupa un helado y luego subió hasta recostarse sobre mí y besar mi cuello y mi boca. Mientras yo acariciaba sus nalgas sobre la tela. Frotaba y exprimía esos músculos, separaba y removía ese par que me traían pendejo. Giré mi cuerpo y quedé sobré él.
Me toca a mi Mai.
Pues ya te estás tardando muchacho.
Le dí un beso en la boca mientras con mis manos apretaba sus tetas, que estaban tensas y sus pezones erectos. Bajé hasta ellos y se los comecé a mordisquear mientras su respiración se aceleraba. Seguí lamiendo por su estómago y llegué a su ombligo el cual acusaba una mata de vellos que se iba espesando hasta la tierra prometida. Por un momento me detuve a mirar como se marcaba un no muy grande, pero si muy grueso garrote bajo la tela de la trusa. Su precum ya había dejado como huella una mancha y eso me calentó más. Descubrí su tranca la besé por todos lados. Era un poco corta pero hermosa y olía a hombre, eso si muy limpio. Luego la coloqué entre mis labios y me la empecé a comer, primero lentamente y luego más rápido, a la par que acariciaba sus piernas, sus pezones y todo lo que alcanzaba .
-Dese vuelta Don, que quiero comerle el culo, le dije, y él ni tardo ni perezoso se volteó dejándome ver los montes de sus nalgas, que se erigían orgullosos. Tomé el elástico de sus calzones y los fui retirando lentamente para hacer que ese instante durara lo más posible.
-¡Puta madre Mai! ¿Qué buen culo tienes!
-Y es todo para ti Luisito. ¡Atáscate mi rey! ¡Acábatelo!
Me dejé ir sobre esas grandes nalgas y las lamí, la estrujé, las mordí, mientras Don Pedro solo se retorcía y gemía fuertemente. Metí mi lengua en su hoyito y el solo contrajo todos sus músculos. Tenía un ano rosadito, velludo y muy cerrado. Paseé mi lengua por sus pliegues, lo chupé de arriba a bajo, lo succioné.
-¡Que rico está mi Mai! ¿Qué buen hoyo! ¡Mi garrote se va sentir rey ahí dentro! ¡Se lo voy a romper todito! Dije, mientras él movía su cadera para atrás buscando mi lengua.
Acerqué uno de mis dedos y se lo comencé a meter, mientras el bufaba. Meti mi dedo y empecé a frotar lentamente hasta que ya entraba con facilidad. No quería dilatarlo mucho porque se me antojaba que el viejo sintiera toda mi tranca entrando. Que le doliera, pero pidiera más. Me levanté de la cama y lo jalé hasta a mí por la cintura dejándolo literalmente como chivito al precipicio. Le pasé la reata por las raja de sus nalgas, se la restregué por todos lados y se la acomodé en la entrada de su culo, que palpitaba como queriéndosela comer.
¡Ya Luisito!¡Déjamela ir de una vez!¡No seas cabrón! Dijo, con la respiración entrecortada y entre gemidos.
Ahí le voy Mai, disfrútela que es todita para Usted, dije, y dí una fuerte embestida con la que le acomodé casi toda mi tranca en su recto.
¡Ahhhggg! ¡Ay muchacho!
Lentamente comencé a moverme al tiempo que acariciaba su espalda, hasta que alcanzamos el mismo ritmo. Metía y sacaba mi verga de su estrecho culo y él respiraba rápidamente. Llegó a tal la sincronía que casi sacaba toda mi tranca para que se volviera a ensartar solo. Ibamos y veníamos hasta que mis piernas se cansaron y casi caí sobre su cuerpo. Inmediatamente y sin sacársela lo gire hacia un lado y levanté una de sus piernas para aumentar la penetración mientras le besaba el cuello. Don Pedro se recargaba sobre su brazo y con le otro acariciaba mi cabeza, tratando de girar para darme un beso.
¡Así mi niño!¡Así!¡Métemela hasta el fondo!¡No pares! Mientras me acercaba su boca para que lo besara. ¡Sigue!¡Dale!¡Que rico cacho tienes!¡Hummmmmm! Decía. Y seguimos así por varios minutos.
Oiga Mai ¿Por qué no se sienta sobre mi juguetito? Dije, mientras se la sacaba y me recostaba boca arriba enseñándole el mástil que lo estaba esperando.
Don pedro se volteo y vió mi verga con tanto morbo que casi me vengo de solo verlo. Nuevamente la chupó por unos instantes para lubricarla bien y se subió a hojarcadas sobre mí. Colocó su dilatado culo sobre ella y se fue sentando lentamente mientras volteaba los ojos. No se detuvo hasta tenerla completamente adentro y se agachó para besarme a la vez que comenzó a mover sus caderas de arriba abajo. Se levantó y tomó mis manos poniéndolas en sus nalgas que sudaban como todo su cuerpo. Yo se las abría y cerraba mientras trataba de meter lo más posible mi verga, en la que el se sentaba con tantas ganas que daba gusto.
- ¿Le gusta Don Pedro? Pregunté
Y solo recibí por respuesta otro beso y un movimiento circular de sus caderas que me hizo perder el aire. Su culo, a pesar de estar tan dilatado, era muy apretado y Yo sentía delicioso en cada uno de sus sentones. Sus caderas se movían y su cara se retorcía de placer. Me acercaba sus pezones para que los chupara y luego se echaba para atrás para sentir más adentro mi tranca. Hasta que no pudo resistir más. Se detuvo y comenzó a eyacular copiosamente sobre mi abdomen, mientras su culo se contraía sobre mi rabo que ya pedía por soltar toda su leche dentro de él.
-¡Me voy a venir Mai! Le dije, sintiendo como se contraía mi cuerpo. Rápidamente se bajó y volvió a meter mi verga en su boca. Pasaron apenas unos segundos antes que explotara dentro de él. Eyaculé como nunca y lo recibió hasta donde pudo. Limpió mi verga con su lengua y me volvió a besar, para luego acostarse sobre mi pecho. Yo solo lo abracé y volvía tocar sus nalgas y a sobar su culo.
¿Le dolió mi Mai? Pregunté sobándolo, y sintiendo como su hoyito había quedado muy dilatado.
No Luisito, esa verga que tienes solo puede dar gusto. Que buen pedazo tienes, dijo, y acarició mi ya flácida reata con mucho cariño. Después restregó su velludo cuerpo contra el mío y suspiro: ¡Que buena cogida me acabas de dar, niño!.
Nos quedamos ahí acostados, besándonos y fajándonos, hasta que recordé que tenía guardia y me tenía que ir al hospital. Si me apuraba todavía podía llegar a tiempo.
Ya me tengo que ir Don Pedro. Gracias por todo, dije y comencé a vestirme.
El Mai solo se puso el pantalón de la pijama y me acompañó.
Las llaves de tu carro están en el mueble junto a la puerta. A ver si mañana me puedes venir a poner otra inyección.
Las que se le ofrezcan Mai, estoy para servirle dije, besándolo en la boca.
Pues todavía me faltan cuatro y mi mujer llega hasta la semana que entra. Así que si no te molesta aquí te espero a la misma hora .
No se preocupe Don Pedro, aquí me tendrá todos lo días para ponerle su inyección.
No tengo con que pagarte las atenciones muchacho.
Si tiene Mai, y Yo me encargaré de cobrarle con creces, dije, apretándolo contra mi y metiendo mi mano entre sus nalgas.
Esto no es un pago Luis, no te puedo pagar con algo que desde hoy es tuyo. Lo puedes tomar siempre que quieras, dijo y me sobó el paquete.
Salí de su casa rumbo a la oficina sin poder quitar de mi cabeza la imagen de su trasero ensartándose en mi verga y esperando con ansias que llegara mañana para volverlo a visitar.
Creo que la inyección tendrá que ser por la mañana, pensé. Hay que cuidar al paciente.