Qué pasó en China

Un viaje de trabajo en China nos atrapó

-Nos vamos a Chinaaa!! Me dijo María cuándo nos sentamos en el avión.

Hacía unos meses que había empezado a trabajar de Director en una empresa y uno de los principales retos que teníamos por delante era abrir el mercado chino, ya paso de los 50 y me encantan los proyectos nuevos tras una larga carrera directiva en muchas empresas. María era la responsable de operaciones en ese país y llevaba un año preparando contactos con clientes y la participación en una Feria. Desde el primer momento me di cuenta que era una ejecutiva muy capaz, creativa y profesional. Ella ya había hecho algún viaje de prospección pero era la primera vez que iba con una agenda concreta de contactos y yo decidí acompañarla para tomar conciencia real de las posibilidades en el mercado chino.

María tenía 42 años, delgada, media melena muy rubia, piel blanca, ojos marrones y grandes, mandíbula perfilada, muy arreglada y vestía con elegancia. Tenía una cara muy especial, atractiva, pero no solía sonreír mucho cuando trabajaba. Por eso me sorprendió conocer su otra faceta sonriente e ilusionada por el viaje. Suelo trabajar con mujeres, muchas de ellas son muy atractivas, y siempre mantengo la distancia personal, en este caso también, había mucho trabajo por delante y necesitábamos que salieran bien los negocios, además estábamos los dos casados y con felices familias.

Nos hicimos unas fotos en el avión, procurando que saliera alguna persona China detrás, y nos pusimos cómodos en nuestros asientos. Las primeras horas transcurrieron de conversación profesional, nos trajeron la comida, vimos alguna película – cada uno la suya-  y, cuando oscureció y apagaron la luces, ella se hizo una bolita apoyada junto a la ventanilla, se tapó con la manta y se quedó dormida. Yo también.

Horas más tarde me desperté y la vi durmiendo a mi lado, estaba en la misma posición, un poco despeinada y con un gesto apacible. De repente la vi adorable y borre ese pensamiento de mi mente. Me quedé mirándola un rato hasta que despertó con una sonrisa. Ya nos traían el desayuno.

Llegamos a Shanghai algunas horas más tarde. Allí nos recogió un coche y nos trasladó a una ciudad próxima donde se celebraba la Feria, justo para llegar al Hotel y volver a dormir ya que allí era tarde.

Los tres días siguientes transcurrieron con mucho trabajo: reuniones con representantes, clientes, autoridades, comidas, cenas, informes, correos electrónicos, ratos en el stand de la Feria, una entrevista en la TV local… todo en inglés, agotador, pero las cosas iban saliendo muy bien y venderíamos bien en China que era lo que buscábamos.

María se movía con soltura, en un perfecto inglés, con material de apoyo y la frase correcta en cada momento para convencer a nuestros clientes. Por suerte, todos los chinos con los que nos reuníamos hablaban inglés lo que facilitaba la comunicación

Uno de los días, María quiso tomar un masaje chino e insistió en que la acompañara a preguntar. Era uno de los servicios del Hotel. En la planta de servicios entramos en la zona de masajes y una amable empleada nos explicó los diferentes servicios de masajes que ofrecían. Yo no tenía previsto un masaje ni creo que tenga que ser una experiencia necesariamente chula, simplemente la acompañé y ella preguntaba por los detalles y los precios. Al final no se decidió por ninguno y nos bajamos al bar a tomar una cerveza.

El cuarto día teníamos que cambiar de ciudad. La ciudad se encontraba como a un par de horas. Teníamos varias reuniones programadas allí y nos desplazamos, de madrugada, en tren, y después en taxi hasta el Hotel.

El hotel era funcional pero acogedor y se encontraba en unas calles muy bonitas con canales, jardines. Nos dieron habitaciones contiguas. Tras cambiarnos de ropa continuamos con nuestra agenda profesional. A las cinco de la tarde habíamos acabado.

-Nos vamos de turismo? –pregunté

  • Yo tengo que comprar algún regalo y algún recuerdo. Hay un mercado de la seda antiguo que dicen que es muy bonito y lo cierran a las 6.

-Ya estamos tardando.

El mercado estaba cerca del hotel, aun así cogimos un taxi. Hacía calor y humedad, era al clima habitual.

Ella salió con una pantaloncito corto beige holgado, una blusa y una cazadora negra por si hacía fresco luego, yo con vaqueros y camisa y una americana ligera. Pasamos una hora viendo tiendas en el mercado de la seda, yo no compré nada, casi toda la oferta era para mujeres. María me sorprendió comprándose un conjunto sexy de lencería y preguntándome divertida mi opinión sobre él. Preferí hacerme el tonto y separarme mientras lo compraba pero, cada vez más, la empezaba más a ver como una mujer … deseable.

La ciudad es famosa en el mundo por su gran lago, ya Marco Polo dijo hace siglos que era una de las ciudades más bonitas del mundo. El lago está en la ciudad y rodeado de edificios históricos, puentes y canales. Había que ir a visitarlo y dar un paseo por él. El buen clima hacia que estuviera lleno de gente autóctona pasando la tarde.

El lago es grande y precioso, pasamos la tarde paseando, haciéndonos fotos, viendo los cisnes y los peces del lago, las casitas antiguas, los puentes y canales, pagodas. Poco a poco fue anocheciendo, la temperatura era agradable. María me contaba cosas de su vida, sus anteriores trabajos, los novios de su juventud, y yo también.

-          Mi primer novio se llamaba como tú.

-          Es que mi nombre es señal de elegancia.- bromee yo.

Siguiendo a otra pareja china llegamos hasta una barandilla de un puente desde donde se podía ver un espectáculo musical sobre el lago con bailarines y fuegos artificiales. Más gente su puso a nuestro alrededor, yo estaba pegado a ella, incluso en algún momento, para disponernos mejor, apoye mi mano en su espalda. El siguiente rato fue mágico. Comentábamos divertidos todo lo que íbamos viendo. Estábamos muy cerca y ella también se acercaba.

Cuando acabó el espectáculo, cenamos algo en un restaurante pequeñito junto al lago con una botella de vino y volvimos paseando hasta el hotel comentando la bonita tarde que habíamos pasado.

En el hotel sólo estaba el recepcionista que nos saludó amablemente mientras nos dirigíamos al ascensor. El ascensor se abrió y nos situamos uno en cada extremo del mismo apoyados en la pared. No hablábamos, la situación se me hacía extraña, parecía que nos lo habíamos dicho todo ya, o parecía que lo que dijéramos en ese momento tenía que ser más importante.

Al llegar hasta la planta del hotel nos quedamos mirando el uno al otro frente a la puerta de nuestras respectivas habitaciones sin decir nada y con una sonrisa en la cara. Solo acerté a decir – que pases buena noche María.  Y ella se acercó a darme unos besos en las mejillas.

Continua tú Maria