¿Qué pasaría si...?

Final Problamente el final no guste, pero es lo que se me ha ocurrido improvisando, lo siento si os defrauda.

¿Qué pasaría si...?

Capítulo 17:

Después de la visita de mi abuela, la relación entre mi ángel, Pitufo y yo solo mejoró.

Ahora que lo recuerdo, la sonrisa de nostalgia que se crea en mi cara es inevitable, ¿qué hubiera pasado si...? desecho la idea de mi mente y sigo recordando.

Como iba diciendo, la relación mejoró mucho, y lo que dijo mi ángel el día que conoció a mi abuela, se cumplió, unas casi 4 semanas después de aquello empezamos a vivir juntas en la casa de la playa.

El paso del tiempo con mi familia lo hacia todo perfecto, terminé bachiller y conseguí entrar a la universidad de medicina. Un año más tarde, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, le pedí matrimonio.

Ese día...:

_Julie... llevo dos días sin verte...-dijo contestando el teléfono.

_Mi ángel, sabes que tengo que estudiar, y entre que cuando estoy en casa tu estas en la universidad, y que cuando yo recojo a Pitufo de la guardería tu estás estudiando... No tenemos tiempo... Pero ¿sabes que...?-le dije sonriendo.

_¿Que...?-dijo con voz de niña triste.

_Que te amo, y que cada segundo que paso sin ti, es como si me faltara todo, como si nada tuviera importancia. Y que te amo más que hace dos segundos. ¿Lo sabías?-le pregunté.

_En estos momentos me dan ganas de...-dijo sin acabar la frase.

_Uyy...¿De qué...? Eeeh...-dije con picardía.

_De pegarte un guantazo, cortarollos.-dijo cabreada.

_Me amas, yo te amo, que más puedo decir...-dije con elegancia, causándole risa.

_Te amo.-me dijo en susurro.

_Yo también te amo.-le respondí de la misma forma.

La conversación se alargo un poco más con los clásicos, “yo más”, “no,no, yo más” y así, pero lo que mi ángel no sabía era la sorpresa que le esperaba, porque mientras discutíamos, yo estaba con un grandísimo ramo de flores, el anillo, más la parejita de mis mejores amigos y Preocupadito, yendo hacia su universidad, para interrumpir en su hora de descanso y declararme delante de todo el mundo. Cuando lo decidí pensé; con dos ovarios Julie, es el amor de tu vida.

Llegamos a la universidad, y fuimos donde sabíamos que siempre se ponía. Anna, Álvaro y Raúl me taparon, mientras andaban hacia mi ángel que seguía discutiendo conmigo.

_¿Y si lo dejamos en que yo te amo más?-le pregunté susurrando, ya que los chicos ya estaban delante de ella, y yo detrás de ellos.

-¡Chicos! ¿Qué hacéis aquí?-preguntó.- Amor los chicos están aquí, ahora te llamo, y que conste que yo te amo más.-dijo a punto de colgar.

_Ey...-susurré- Espera.

_Dime amor.-me preguntó.

_Tengo que preguntarte algo.

_Dime, si sé la respuesta...

Raúl y Álvaro se apartaron (ya que ellos eran los que me tapaban en realidad).

-No sé si será fácil...-dije dando los pasos que nos separaban.- Y tampoco si tendrás la respuesta que me gustaría oír...-seguí mientras me arrodillaba ante ella con el ramo y el anillo, causando la mirada de todos los estudiantes y algunos, supongo que profesores.- Pero...¿T... te quieres casar conmigo?-le pregunté con nervios, reteniendo mi tartamudeo.

Mis amigos sonreían, la gente miraba impresionada y aplaudiendo, y mi ángel suspiro, expulsando el aire que tanto me hacía falta a mí.

-Sí quiero- dijo tirándose a mis brazos, cayendo las dos al césped mientras nos besábamos y los silbidos, aplausos y demás algarabía se creaba a nuestro alrededor.

Capítulo 18:

Las vacaciones llegaron, y con ello la tan esperada boda. Anna, mataba a todo aquel que no estuviera de acuerdo con sus instrucciones o decisiones, claro menos a mi ángel, porque se compichaban y... me estremezco al recordarlo.

-Julie!!!-gritaron.

-Sí, mis sargentos.-dije corriendo y con saludo militar.

-¿Has hablado con tu tío?-me preguntó mi ángel.

-Eeeeh...- mierda..., pensé.

Cerró los ojos y me señalo el teléfono con autoridad.

-Voy.- corrí hacia él y marqué.

_¿Tío?-pregunté.

_Dile a tu ángelito, que esas flores no son posibles en está época del año, se marchitan con el calor.-dijo mi pobre tío estresado.

_Ven y se lo dices tu...-dije con miedo.

_Es tu futura esposa por Dios!

_Ey! Te recuerdo que tu también le temes a tu amorcito eh, tiito, ahora con el embarazo...-dije defendiéndome.

-¿A quién le temes tu amor?-dijo mi ángel mirándome justo al lado mía.

-Eeeeh...yo...-la risa de mi tío se escuchaba al otro lado del teléfono.- A nadie princesa, Diego te quiere decir algo importante.-dije cortando de golpe la risa de “mi tío” (¬¬).-Voy a ver como está Pitufo.

Desaparecí como un rayo.

-Pitufo!-dije tirándome con ropa a la piscina donde jugaba él ya no tan pequeño Pitufo.

-¿Mamá sigue matando gente a su paso?-pregunto el pequeño de tres años y medio que aprendía a nadar cogido a un flotador gigante en la parte mediana de la piscina.

-Mejor no preguntes...¿y tú? A ver nada hasta mí.- dije nadando un poco hacia atrás para que viniera.

La boda llegó. Fue preciosa, ella estaba preciosa. Aunque mi tartamudeo se hizo presente a la hora de exponer mis votos.

Pitufo decidió, nos lo hizo saber una semana antes de la boda, que el no iría ya que era nuestro momento, al principio nos negamos, pero ante su insistencia, y que se quería quedar con la abuela Olimpia, mi ángel accedió, pero yo seguía negándome, no quería dejarle.

Mi ángel y yo pasamos una gran noche de bodas, festejando con nuestros amigos y familiares. Fue la última vez que los vi y me faltaron muchas cosas por decirles.

Capítulo 19:

Llegamos a la cabaña, perdida en medio de las montañas de Noruega.

-Princesa, voy a por la leña.-le dije poniéndome la megachaqueta y dándole un beso a mi ángel.

-Vale amor, te espero, que tengo frío y quiero mimitos...-dijo haciendo pucheros.

Sonreí y salí de la cabaña, fuera la inmensidad de la naturaleza dejaba ver su esplendor reflejado en forma de nieve y grandes árboles nevados, a lo lejos se podía ver otra cabaña, con la luces encendidas y el humo de la chimenea saliendo por ahí.

-Recuérdame por qué elegimos Noruega para la luna de miel...-preguntó mi ángel mientras yo metía la leña en la chimenea y la encendía.

-Porque con el frío que hace, no te querrás despegar de mí, y yo con mucho gusto, te daré calor.-respondí cogiéndola por la cintura, mientras la sentaba encima mía en el sofá.

-Una buena razón, sí...-dijo girándose y besándome.

El frío fue descendiendo de la habitación, y los besos aumentaban el calor. Todas las veces que habíamos hecho el amor empezaban con inocentes besos, en el baño de la universidad, en el del centro comercial, en la cocina de casa, en el salón, en... muchos sitios, pero esta vez era diferente.

Nos besábamos con amor, con ternura, con deseo... pero era diferente, dentro de mi algo me avisaba. Ojala lo hubiera sabido, pienso ahora.

Mis manos, con una sensación de desesperación se aferraban a ella, mis labios sedientos de los suyos, no se separaban. La cantidad de ropa que nos cubría fue desapareciendo, dejando nuestros cuerpos desnudos.

Mi ser gritaba que la amaba con locura, y sin que yo ni nadie pudiera hacer nada una gran nevada empezó.

Mi boca descendía por su cuerpo, besando cada milímetro. Los pezones que tanto me gustaban y sigo adorando, sobresalían por el frío y excitación, me aferré a ellos, lamiéndolos , dejando sin aire a mi ángel con mis succiones. Era y es tanto lo que me gustaba escuchar su voz ronca por el deseo, que hasta que no me suplicaba no llegaba hasta su pubis.

-Por... favor...-repetía roncamente.

Yo obediente como siempre, me hacer poco a poco, y bese su contorno, despacio, sin prisa.

-Julie...Por...

La interrumpí, abrí sus labios con mis dedos y introduje la lengua, provocando gemidos que salían de su boca. Mis movimientos eran lentos, y su inquietud hacía que moviera las caderas, cuando noté que llegaba al éxtasis, chupé, lamí y mordí su clítoris, sacándole un fuerte grito.

Seguimos amándonos toda la noche, sin parar, demostrándonos nuestro amor hasta el cansancio.

Capítulo 20:

Despertamos a la vez, la falta de Pitufo viendo los dibujos en el piso de abajo, nos abrumaba, tanto silencio...

-Echo de menos a Pitufo...-dije mientras desayunábamos al lado de la chimenea.

Terminamos de desayunar y salimos, viendo que había crecido casi 30 cm la altitud de la nieve.

-Hay más nieve que ayer, y sigue nevando.-dije.-¿Quieres esquiar?

-No sé-me respondió avergonzada mi ángel.

-Yo te enseñó, y si después te atreves hacemos snowboard ¿quieres?-le pregunte dándole un beso.

-Chip.-me respondió con una mordida de labio.

Pasamos parte de la mañana y tarde entre risas, caídas y enseñanzas nulas, para la patosita de mi ángel.

-Princesa, tranquila, no te vas a caer, lo vamos a repetir ¿vale? Bajamos a la vez, pero no empieces a mover las piernas como si fueras un flan porque sino no vas a poder.-dije riéndome.

-No te rías.-dijo poniendo morros.

-Vaaale-dije riéndome un poco más para poder parar.- no me río.

Empezamos a bajar poco a poco cuando...

-Julie!!

Su grito me aviso de que volveríamos a caernos y ¡PAF!

-No quiero más.-dijo con los morros aún más estirados.

Yo no podía parar de reír, ¿cuántas veces nos habíamos caído ya? ¿200?

-¡Que no te rías!-una bola de nieve que impacto en mi cara me hizo ahogar.

Me quité la nieve de la cara y la miré.

-¡OH NO!-dijo empezando a correr con los esquís todavía puestos.

-Te vas a enterar.- empecé a esquiar mientras me agachaba a coger nieve, pasé por su lado y se la tiré toda encima.

-¡Esto es la guerra!-grito hecha una furia.

Las bolas de nieve volaban por lo aires, mi ángel seguía con los esquís puestos, pero se había conseguido esconder detrás de un árbol. Yo en una de sus distracciones con los esquís me acerqué a ella y me tiré encima suya, encerrándola sin dejarle escapatoria.

-Te gané.-le dije sonriendo de lado con chulería.

Giró la cara y pasó de mí.

-¿Cuál es mi premio?-le pregunté besándole la mejilla.

-Nada.

-Mmm... creo que esta parte se llamaba nada...-dije besando su cuello.

Suspiró.

-Pero puede ser que me equivoqué.-dije guiñándole un ojo y levantándome de encima.

-¡Julie...!-gritó.

-Dime mi ángel.-respondí ya unos pasos alejada de ella.

Me miró, tipo así (¬¬).

-Ayúdame, por favor.-me pidió señalando los esquís.

Me aproximé, la cogí en brazos y empecé a andar hacia la cabaña.

-¿Sigues enfadada?-le pregunté al ver que no decía nada.

-¿La verdad?-me preguntó.

Asentí.

-Estoy excitada...-dijo poniéndose roja.

Con ella en brazos corrí a la cabaña, donde nos encerramos todo lo que quedó de día, haciendo... cositas...

Al día siguiente las temperaturas bajaron todavía más, por lo que mi ángel y yo pasamos todo el día en la cama viendo películas en noruego.

-¿Te acuerdas cuando te pregunté si tendrías hijos conmigo?-le recordé, en nuestra común posé de, yo entre sus piernas apoyando la cabeza en su barriga o piernas mientras ella me sobaba la frente y me acariciaba el pelo.

-Sí...-respondió.

-¿Cuándo vamos a tenerlos?-le pregunté mirando hacia arriba, o sea hacia ella.

-¿Los quieres ya?-preguntó echándome la cabeza hacia delante.

No contesté.

-Estamos aún estudiando, y sería muy difícil compaginarlo todo, ya es complicado llegar a tiempo a recoger a Pitufo, y a mí a un me quedan 2 años de carrera.-dijo mi ángel con tranquilidad.- Cuando terminemos las carreras ¿no?

-Pero... medicina es larga...-dije desanimada.

-Ya verás que cuando menos nos demos cuenta tenemos a nuestro hijo entre los brazos.

La conversación terminó con aquella frase de mi ángel, que más hubiera querido yo que eso fuera cierto...

El día siguiente fue mi ángel la que se rió de mi por no saber patinar sobre hielo, pero lo pasamos bien, sin bolas de nieve por medio. Llegamos a la cabaña y nos despedimos de ella amándonos otra vez en la habitación...y en el salón... y en...

Capítulo 21:

Con todo preparado subimos al pequeño avión que nos llevaría hasta Holanda, y allí cogeríamos otro vuelo.

No esperaba que nada de lo siguiente pasará, y creo que ninguna de las 34 personas que viajaban con nosotras.

El vuelo fue, molesto, lo intentamos hacer ameno además de mi ángel viajaba en el otro extremo junto con una anciana que le contaba anécdotas de sus años mozos, pero el constante sonido del motor, y un raro “taf, taf” en él no ayudaban.

Recuerdo perfectamente el aviso tardío de la vieja luz de cinturones, como miré a mi ángel por última vez con una sonrisa de amor profundo, y el pítido de mis oídos al estallar el motor derecho, justo el lado donde estaba yo, como el avión fue perdiendo altura y mis ojos se iban cerrando, rezando para que mi ángel, mi amor, mi princesa, estuviera bien.

Desperté aquí, en está extraña replica de la casa de la playa. Mi mente gritaba de dolor, y mi alma solo suspiraba de tristeza. Un viento ni caliente ni frío corría libre, empujando a la olas, creando el único sonido audible.

Al principio, me negaba a creerlo, maldecía, y gritaba de dolor por darme y quitarme lo que tanto quería, pero una noche, me dormí. Soñé con ellos, con Anna, con Principito, con Raúl, con Vanesa y mi tío con su bebé también...aunque cuando llegó la parte de mi ángel y Pitufo... vivían sin mí, vi como Pitufo iba todos los domingos a mi tumba y me contaba las novedades, como mi ángel lloraba todas las noches abrazada a mi almohada e intentaba salir adelante.

Desperté sudando, y en la misma habitación que me había costado.

He soñado con sus vidas...pensé.

Ahora sé que me pasa cada cierto tiempo, al igual que las visitas que me hacen mis padres, siempre me piden que vaya con ellos, pero me contaron que después de ir no volvería a soñar,  y eso es lo único que me une a mi ángel.