¿Qué me pasa doctor?

Clásico relato de joven paciente estresado que va a chequeo. El médico descubre la causa de tanta presión.

No era la primera vez que iba a ese consultorio, pero sí la primera que me atendía un médico tan joven. Nada que objetar, salvo que me producía un cierto malestar contarle a alguien de mi edad que mis ultimas erecciones me habían jugado una mala pasada y que había perdido el apetito sexual.

-Bien, dígame qué le pasa.

  • Pues, es que he no... bueno que...

-Tranquilo, dígame claramente que le preocupa, seguro que no es de cuidado.

  • Pues el caso es que no consigo tener unas erecciones adecuadas, creo que sufro impotencia y eso me hace que evite las relaciones sexuales.

  • ¿Le ocurre desde hace mucho o se trata de algo reciente y ocasional?

-Desde hace un mes más o menos.

-Bien, antes de examinarle, cuántos años tiene, qué profesión tiene, hace deporte, consume alcohol, es fumador,..

  • Tengo 35 años, soy asesor financiero, no fumo ni bebo y hago deporte regularmente.

-¿Está pasando por algún momento delicado, de mayor tensión de lo normal, se ha medicado últimamente?

-No, nada, nada, por eso he venido.

Bueno, quítese la ropa que le voy a examinar.

Me levanté y mientras el tomaba algunas notas empecé a desvestirme. Como todavía no había ido a la oficina, fui dejando cuidadosamente la ropa, a medida que iba quedando desnudo mis pensamientos y miradas se centraban en el médico. Era un tío muy atractivo, moderno con el pelo cortado en punta, barba cuidadosamente descuidada, ojo castaños y grandes a los que las gafas hacían más profundos. Las manos fuertes, sin excesivo vello, uñas cuidadas y unos hombres fuertes y musculados. Pasaba bastantes horas en el gimnasio dándole a las pesas. Al tiempo que me perdía en estos pensamientos empecé a notar cierta tensión en la entrepierna. También sería contrariedad que ahora me estuviese poniendo cachondo, pero ahí estaba mi estúpida verga saliendo del reino de los muertos y poniéndose morcillona por segundos. Afortunadamente con el calzoncillo podía disimular, pero poco duró mi tranquilidad; me pidió que me lo quitara también y me tumbase en la camilla en la que había extendido una sábana limpia. Me echó un vistazo y supe que estaba mirándome la polla. No sabía qué decir, pero el pareció leerme los pensamientos. "No se preocupe, en situaciones de nerviosismo o ante la desnudez muchos hombres tienen erecciones. En su caso ya nos está diciendo que no parece ser un problema basal, su irrigación sanguinea porlo que veo llega y en su punto", dijo con una abierta sonrisa.

Me tumbé y miré al techo, mi puta erección se mantenía en todo su esplendor no dispuesta a darme tregua, así que no tuve más remedio que mirar hacia el techo. Antes de tocarme, se empezó a frotar las manos, "tengo las manos un tanto frías y es desegradable", comentó. Yo no dije nada, pues estaba cortadísimo. Posó las dos manos sobre mi estómago haciendo presión con los pulgares, buscaba algún tipo de bulto pero allí no había nada más que mis marcados músculos. Luego fue deslizando las manos hacía la zona inguinal, presionando suavemente con los dedos indice y anular. Yo respiraba entrecortadamente y contestaba con un sí o un no a si dolía o no. "No parece que tenga usted ninguna hernía ni bulto". Yo respiré aliviado, pero sabía que no había problemas de ese tipo, ya me había revisado antes de venir a la consulta. Ya parecía que acababa el reconocimiento, cuando sucedió lo peor o lo mejor, porque mi reacción fue de lo más vergonzosa. El doctor me cogió los testículos y como si de un ejercicio de bolas chinas se tratase empezó a masajearlos con destreza, oprimiendo los conductos internos, separándolos y calibrando sus tamaños, textura. Y mi puta erección iba cada vez mejor-peor, porque a medida que me los palpaba mi polla se ponía al maximo. Pero no acabaron ahí mis apuros, con mecanica precisión me agarró el pene, bajó el resto del prepució que aún no se había replegado, dejando el glande al descubierto. Con la mano izquierda aún en el escroto, deslizó el pulgar y el resto de los dedos de su derecha a lo largo de mi polla; lo hizó de manera lenta, como buscando alguna lesión, dureza o qué sé yo. A mí me estaba matando, no podía decir nada porque era tal la vergüenza que me daba que mis pensamientos iban de la desazón a la excitación y a una velocidad que no me dejaban tranquilo.

"Bien, no se aprecia ninguna rotura peneana, ni malformación en los testiculos, la rigidez es más que satisfactoria, ¿no le parece?" comentó mientras bajaba y subia su mano sobre mi verga. Yo me quería morir, pero aguanté el temporal. "No obstante, falta por comprobar si bascularmente está usted en tan buen estado como aparentemente se muestra"-esta vez su sonrisa era amplia y amigable. Afortunadamente, me había soltado y mi excitación tendía a remitir. "Voy a hacerle un tacto rectal para comprobar su próstata, es probable que no tenga nada, pero vamos a descartar esa posibilidad. Será un poco desagradable, así que le suguiero que se relaje. Doble las piernas, apoye los pies... así" Con esto no contaba yo, pero no era cuestión de decirle que no. Se puso unos guantes quirúrgicos y depositó una buena cantidad de gel lubricante en los dedos. "Si no ofrece resistencia, no le dolerá, será sólo un momento" -mientras me decía esto introdujo dos dedos y empezó a palpar mi glándula, no me hacía daño, pero tampoco era una sensación que quisiera que continuara. "El tamaño es normal, se contrae y recupera con arreglo a su edad. Todo perfecto, ya hemos terminado. Puede vestirse y límpiese, ha tenido una preeyaculación"

Me indicó un pequeño aseo que había al lado de la camilla, me fui a lavarme mientras el se retiraba los guantes y se lavaba.

Volví a la consulta y me vestí tan rápidamente como pude, estaba muy avergonzado, era la primera vez que me hacían una prueba así y quería salir cuanto antes de la consulta. El médico me había estado observando sin decir nada, lo que había contribuido más si cabe a mi nerviosismo. Cuando hube terminado, me senté para que me diera su opinión.

"Puedo serle sincero-preguntó" No necesitó que le contestase, continuo aceptando mi silencio afirmativamente. "Muchas veces nos empeñamos en hacer cosas que no van con nuestro estilo, con nuestra forma real de sentir o pensar, la sociedad nos obliga a seguir unas pautas que, en muchas ocasiones, nos causan problemas, ansiedad y verdaderas enfermedades. Usted es un hombre joven, sano, atractivo si me permite decirlo, y no tiene ningún problema físico. En mi opinión usted debe atender a sus instintos" "No comprendo-le dije" "Déjeme que le explique- me interrumpió mientras adoptaba una postura más cómoda en su sillón y separaba las piernas" Aquello apuntaba más a una charla de amigos que a una visita médica, pero no dije nada y él prosiguió.

"Obsérveme, no diga nada, no se mueva, sólo miré y cuando yo haya terminado me hace las preguntas que quiera, ¿de acuerdo?" "Sí, vale, de acuerdo, pero no sé adónde quiere ir a parar"-balbucee intrigado.

"Sólo le pido que no haga preguntas, que se limite a mirarme y a dejarse llevar, es una especie de terapia muy personal que me ha servido para casos como el suyo, no se arrepentirá" Me decía con tranquilidad mientras que se retrepaba en el sillón y bajaba las manos a la bragueta. Su tono de voz había adquirido una suavidad bronca que contrastaba con la sequedad que hasta entonces había empleado, no dejaba de mirarme pendiente de cada una de mis reacciones.

"Como le decía, muchas veces nos empeñamos en negar nuestras inclinaciones, yo, por ejemplo, cuando veía a mis compañeros de instituto cambiarse en los vestuarios me sentia excitadísimo, no era capaz de apartar la mirad de sus manos, observaba como se quitaban la ropa y verlos desnudos me producía una gran satisfacción"-comentaba mientras se bajaba la cremallera del pantalón. Sus calzoncillos apenas disimulaban un

voluminoso paquete y un rabo que luchaba por salir, me estaba volviendo a empalmar viendo el empaquetado del médico. "¿Le gusta lo que ve? No me conteste, concentrese en la visión de mi cuerpo, en mis movimientos y mis genitales. Mi polla es tan sana y grande como la suya, no tiene sentido que la usemos donde no nos produce placer. Le gustaría chupármela, ¿verdad? No conteste, límitese a mirar". Continuó frotándosela y jugando con ella. Oyendo con el estetoscopio sus pulsaciones y exhibiéndose impúdicamente. La tenía muy grande y morena, estaba más circunciso que yo y a juzgar por la forma de manoseársela con el aparato no debía de ser la primera vez que montaba el numero en la consulta.

"Dígame si no está empalmado, lo está, ¿verdad?"- preguntó. Asentí y él, mientras seguía masturbándose, continuó "venga aquí y chúpemela, le dejo que lo haga. Esta es su verdadera cura, su diagnóstico es comerse una polla como la mía y todas las que a partir de ahora le ofrezcan. Adelante, no se corte. No es el primero ni el último que se cura de esta manera. Verá como además de disfrutar me lo agradecerá". No sabía qué hacer, por una lado era evidennte que verle pajeándose me ponía a tope, más intimidad que había tenido durante el reconocimiento no cabía esperar, y ademas estaba buenísimo. No me lo pensé dos veces y me acerqué a la mesa. Me arrodillé y el me invitó con una serena sonrisa y cerro los ojos al tiempo que sentía mi respiración envolviéndole la polla. Lo que siguió no lo olvidaré nunca porque fue un bálsamo para mí.

Salí de la consulta reconfortado y agradecido al buen médico que tan certero había sido en su diagnístico y en la mediación.