¡Qué maravilla de cuñada!. Parte 3
Tenía ganas de su cuñada desde que se casó con su hermano
No hice caso a su petición, y mientras ella seguía moviendo hacia arriba y hacia abajo la piel de mi manubrio, haciendo que el prepucio dejase al descubierto una y otra vez mi oscuro glande, color propio de muchos isleños, yo dirigía mis manos hacía sus mamas y los hermosos pezones que las coronaban y que enseguida se endurecieron, mientras mis labios no paraban de lamer toda la piel de su cuerpo, empezando a deslizarme hacia sus piernas y al llegar a su vulva que estaba muy mojada, noté que entre su labios menores sobresalía un clítoris, tal vez demasiado grande para lo que yo sabía sobre el mismo, que parecía que me estaba pidiendo que lo lamiese. No dudé un instante en hacer que mi lengua chupase aquel “pene” tanto a lo largo como a lo ancho,
Sintiendo enseguida que las manos de Elisa tomaban mi cabeza por su parte posterior, soltando mi cipote; presionaban hacia dentro con un gran vigor, como pidiéndome que mi lengua actuase dentro de ella. Pronto, muy pronto, su respiración se hizo agitada acelerando la intensidad y velocidad de sus inspiraciones, con leves e ininteligibles suspiros, al tiempo que sus muslos se cerraban uno sobre otro, presionando mi cabeza que creí que me iba a estallar. Pero esto duró poco, pues enseguida sentí que la presión de sus piernas se incrementaba un brevísimo instante y la escuché claramente como decía: ¡¡ Ya, ya está, madre mía que placer ¡! y sus piernas sufrieron un aflojamiento total, quedando al igual que en su orgasmo anterior, es decir floja e inerte sobre la cama, pero esta vez con mi cabeza metida entre sus piernas y mi lengua apoyada sobre su clítoris, y que estaba súper mojada con los líquidos que habían brotado de su interior.
Yo no me había corrido aún y mi verga seguía estando firme como el acero, cosa que no me extrañaba pues soy hombre de mucho aguante, así que cuando noté que ella había vuelto a tener otro orgasmo, y había aflojado la presión de sus muslos sobre mi cabeza, rehice mi posición natural, recostándome a su lado y posteriormente la hice ponerse suavemente boca abajo, y mientras mis manos recorrían su divino cuerpo, conseguí con delicados movimientos que doblase las piernas y sus rodillas quedaron apoyadas sobre el colchón, levantando su hermoso y prieto trasero, quedando a mi vista además de sus nalgas, su divino coño, con unos poquísimos vellos que bordeaban unos rojizos, más que sonrosados, labios mayores que se notaban mojados por los flujos que había salido desde su interior y de la saliva que mi lengua había esparcido tanto por dentro como por fuera de su vagina, tomando todo su anatomía la llamada posición del perrito y que parecía que estaba diciendo “ven nabo bendito, métete dentro de mí, riégame con tu manguera y enchárcame con tu lefa dando placer a mi dueña”. Sin delicadeza alguna, pues ya estaba supercaliente y me dolían hasta los cojones de la excitación sexual, dirigí la punta de mi capullo hacia aquella maravilla de la naturaleza que se me ofrecía y sin contemplaciones, con gran rapidez y empuje, enfilé el miembro viril dentro de la gruta deseada, con tanto brío que ella tuvo un brusco encogimiento del cuerpo y soltó un quejido que noté era de dolor, a pesar de que estaba muy, muy lubricada, pero fue un brevísimo instante lo que duró ese quejido e inmediatamente su conejo, con mi gran polla dentro, reaccionó a los deseos que tenía la caliente Elisa y comenzó a efectuar, con sus músculos internos, una serie de movimientos de presión y aflojamiento sobre mi pene y su culo realizaba ligerísimos movimientos circulares que hicieron sentirme en la gloria. La tenía aferrada por ambas cadera, mi barbilla sobre su espalda y mi polla entraba y salía dentro de ella, con grandes embates, como queriendo taladrarla hasta lo más profundo de su interior y a pesar del gran placer que sentía de estar clavándosela a la mujer de mi hermano (mi gran deseo sexual), pude controlar mi eyaculación hasta que noté que las contracciones de ellas anunciaban su próximo orgasmo, y acoplando en tiempo mi orgasmo con el de ella y mientras mi diosa articulaba sólo sonidos guturales con las palabras ”Ay, ay, que gusto dios mío.” ambos nos corrimos con una sincronía absoluta, descargando toda mi leche dentro de mi amada y siendo para mi, con seguridad plena, la mejor cabalgada de toda mi vida.
Su cuerpo tras el polvazo que habíamos echado, quedó desmadejado, sus piernas se extendieron, sus tetazas, su coño y su boca estaban apoyadas sobre la sábana y yo... acostado sobre ella, con mi tieso rabo entre sus muslos, llegando a rozar su vagina. Saqué el falo todavía en estado de erección y me deslicé por su costado hacia la cama, quedando mirando al techo, dándose ella la vuelta quedó a mi lado en idéntica posición, tomó con su mano el tronco de mi pene e inició ligero movimiento de arriba abajo diciéndome:” Alberto, ha sido maravilloso. He sentido dentro de mí como tu torrente de leche me inundaba totalmente. Jamás he disfrutado tanto de un polvo como el que acabamos de echar. Eres un maestro en el arte de hacer gozar a una hembra. Eres un follador de primera. Te quiero una barbaridad y estoy deseando que te recuperes un poco para volver a repetir la faena”.
Dicho lo anterior, continuamos acariciándonos mutuamente, y sin que Elisa cesase en su quehacer de conseguir que mi verga no se amorrase, fuimos cayendo en un adormecimiento y en un profundo sueño posterior, del que me desperté a las cinco de la mañana, notando que estaba sólo en la cama. Oyendo ligeramente como una voz que susurraba, me levanté y sin hacer ruido me fui aproximando hacia el lugar de donde procedían los susurros, y tal como me acercaba comprobé que era la dulce voz de mi amada, que estaba en el cuarto de baño, con la puerta entreabierta, hablando por teléfono (móvil) con alguien. Como no percibía claramente lo que decía, me aproximé hasta la mismísima puerta y pude escuchar que decía: “… no, no se te ocurra venir; déjamelo por varios días más…. Si, ya sé que no era eso lo que acordado… Pero es que él puede sospechar algo si regresas tan pronto después de decirle que te ibas una semana…. Está bien, cariño ,está bien, que sean sólo tres días, ya buscaremos una explicación lógica para tu pronto regreso…de acuerdo, de acuerdo, pero que te conste que en cuanto pueda me doy una vuelta por Canarias, sin ti…. Llevabas razón, tu hermanito calza un pollón que ya lo quisieran para sí los actores porno, vaya rabo que tiene el tío, y que bien sabe manejarlo. Me ha quedado hecha unos zorros, pero contentísima de que me hayas “convencido” para follar con él.....bueno cariño, te dejo no vaya a ser que se despierte y no me encuentre a su lado. En cuanto esté listo otra vez volveremos a la función que tengo unas ganas locas de que tu hermano Alberto me cabalgue de nuevo...adiós, adiós mi amor, sabes que te quiero con locura, besitos.
Rápidamente me retiré del lugar para que no me viese allí, y me metí de nuevo en el “sobre”, esperando que llegase la reina de mi corazón, cosa que hizo a lo pocos segundos, y con los ojos entreabiertos pude ver, con la tenue luz de una lamparita de noche, que estaba desnuda, al igual que yo y sus rotundas formas se acentuaban tal como se acercaba al lecho; se acostó a mi lado y tomó con su mano nuevamente mi pene, que había crecido cuando la estaba escuchando hablar por teléfono, comenzando otra vez con el
sube y baja
de mi prepucio mientras me daba besos por toda mi cara y en mis labios al tiempo que decía “vamos dormilón, despierta mi rey, vamos, vamos, que quiero sentirte dentro de mi, despierta amante mío que tenemos que aprovechar la mañana antes de que te vayas a la Feria”. Hice con que me despertaba poco a poco, y pude comprobar su madura y espléndida anatomía en esa posición de apoyada sobre un costado, con sus bien formados senos a la vista, una de sus piernas introducida entre mis muslos y su rostro junto a mi cara, y no pude resistirme a sus encantos y mientras mis lengua se introducía en su boca buscando la suya, mi mano se dirigió a su entrepierna, notando enseguida que ya estaba mojada por sus efluvios, introduciendo dos de mis dedos en su vagina, que respondió de inmediato a los estímulos recibidos y tras unos rápidos y ligeros movimientos de los mismos, se produjo otro fuerte cerramiento de sus muslos sobre mi mano y brazo. Tras un gemido intenso y prolongado se volvió a correr. Era una gozada el comprobar la cantidad de orgasmos que conseguía aquella hembra y con que facilidad.
Qué maravilla de mujer, que modo de sentir la sexualidad, que hembra más ardiente, no sé que daría por poseerla para siempre, cosa que no podía ser, pero cuantas ocasiones tuviera de follármela lo haría, y más después de haber oído lo que pensaba ella hacer. Sabía que estaba contenta con mi comportamiento en la cama, y a fe mía que no la defraudaría todas las veces que estuviésemos juntos. No le dije nada de lo que había escuchado, haciéndome el desconocedor de la conversación., diciéndome para mí que ya habría tiempo de que ella lo supiese, y sin dar tiempo a que se recuperase de su recientísimo orgasmo, me gire hacia ella, me subí sobre su cuerpo y despacio, muy despacio, introduje el bálano en la mojada cueva, iniciando un mete y saca, primeramente con lentitud y acelerando el ritmo poco a poco hasta llegar a emplear una velocidad inusitada hasta para mi, sin preocuparme de retardar el momento culminante de mi eyaculación, pero si atendiendo a que ella gozase igual que yo, y tras unas cuantas frases tales como: dame, dame más; fóllame duro cabrón, cuanto te quiero, cariño no pares, no pares que me ya me voy a correr, ya me viene, me voy, me voy, aaahhh, aaaahh , ufff . Sentí que ella estaba próxima a su punto culminante y acelerando mis embestidas me corrí nuevamente dentro del coño de mi cuñada. ¡¡ Qué placer más sublime, dios mío!!. ¡¡Qué gustazo!!.
No podía separar mi cuerpo del suyo, ni sacar mi cipote de su chumino, pero era la hora de levantarnos para desayunar algo y yo marchar hacia mi trabajo, pues sería cosa no muy favorable para mis intereses el que faltase al Stand por un simple dolor de cabeza, así con gran pesar por parte de ambos, nos levantamos y nos dirigimos hacia la ducha, donde tras unos cuantos magreos mutuos dejamos resbalar el agua por los cuerpos sudorosos y después de desayunar me dirigí hacia IFEMA, donde atendí en unión de mis compañeros a los visitantes curiosos y a los futuros compradores de nuestros productos, y también mantuve varias ardientes conversaciones telefónicas con Elisa, que me hizo desear que pasase el tiempo más rápido para poder gozar más y mejor de su conversación y sobre todo de sus encantos físicos y tener su cuerpazo a mi entera disposición, por lo menos otro dos días más, hasta que mi hermano regresase.