Qué manera de iniciarme
La admiración por mi primo recibió su premio: tremenda cogida en la playa.
¡Que manera de iniciarme!
Lo que les voy a platicar, es lo más hermoso que me ha pasado en mis corta vida.
Estoy por cumplir mis primeros 16 años, me acaban de desvirgar y soy la mujer más feliz del mundo.
No soy una mujer modelo, mi cara llena de pecas me tiene totalmente acomplejada y mis tetas no superan el tamaño de una naranja, aunque eso sí, como nunca tuve novio, están realmente duras.
Mi cintura es como la de cualquier mujer normal, igual que mi trasero.
¡Ah!, pero mis piernas, los chicos del colegio me juran que son de concurso.
Como en toda familia, siempre hay un primo guapo y Fabián, que anda en los 22, no podía ser la excepción.
Es muy alto, debe andar por el 1.90, bastante fuerte y musculoso y bastante tierno en el trato con la familia.
Aunque poco nos vemos, pues vivimos en ciudades distintas, cada vez que las familias se reúnen, no puede evitar mi admiración por él, aunque nunca me ha hecho el menor caso.
Pero resulta que esta temporada de vacaciones, mi papá consiguió que la empresa para la que trabaja lo premiara por su destacada labor y le ofrecieron una semana en Acapulco, para lo cual contaba con una residencia, toda amueblada, de cinco recámaras.
Como nosotros solo ocuparíamos dos, mamá propuso invitar a su hermana Adriana, la mamá de Fabián, con su familia.
Así, llegó el lunes y ya estábamos desempacando en Acapulco.
Los primeros dos días fueron de rutina, con salidas a la playa, a los principales lugares turísticos y salidas a bailar por la noche.
Nada digno de destacar.
Pero el jueves por la noche, cuando nos disponíamos a salir a cenar fuera de casa, fue sorprendida en el baño, cuando acababa de secarme después de la ducha.
Fabián abrió la puerta que yo por descuido dejé sin seguro y pudo verme totalmente en pelotas.
Mi sorpresa fue mayor, pues mi admirado primo se quedó más de un minuto observándome de arriba abajo.
Luego, cerró la puerta sin decir nada.
Pero algo tramaba el muy cabrón.
Sabedor de que mi admiración por él, en la noche me sacó a bailar tan solo para aprovechar las baladas y darme unos juntones que me hacían sentir su verga bien parada, pegada a mi entrepierna.
Ni yo ni dije nada y tampoco él hizo mayor cosa.
Al día siguiente, cuando dijo que saldría a comprar algunos víveres, me invitó a acompañarlo, con una sonrisa irónica a la que no pude resistir.
Podía intuír que era lo que quería y eso me hizo sentir punzaditas en mi vagina.
En lugar de tomar el camino hacia el centro comercial, lo hizo con rumbo a la salida, hacia el aeropuerto, donde hay playas todavía solitarias.
En el trayecto, el tema fue la gran cantidad de novias que ha tenido y con cuántas había tenido relaciones sexuales.
Ël aprovechaba cualquier pretexto para tocarme y sobarme las piernas.
En un momento dado, estacionó el Jeep que manejaba y me invitó a caminar.
Apenas llevábamos unos metros, me tomó de la mano y en un rato más, ya me llevaba abrazada.
Sin previo aviso, paró la marcha, me abrazó y me dio un baso tan rico y cachondo, que solo me hizo ver estrellitas.
De allí a la sombra que daba una palmera, pasaron unos segundos y otros más fueron suficientes para ya estar yo totalmente encuerada, con su cara metida en mi entrepierna, con su lengua lamiéndome el clítoris.
Para qué les digo lo que pensaba. Solo puede contarles que así conocí el primer orgasmo.
Fue lo más rico que había sentido, pues cuando un amigo quiso hacerme su novia, apenas llegamos a unos besos sin chiste que nada me provocaron.
Con Fabián fue distinto desde el principio.
Todo iba perfecto hasta que él movió mi mano para, sobre su pantalón corto, sintiera a erección de su verga.
¡Qué bruto! Jamás imaginé que existiera un miembro de esas dimensiones.
Me hizo que lo masajeara sin desvestirse y luego se enderezó, para quedar con su enorme bulto frente a mi cara.
Con la sola mirada, me indico que era hora de conocer su vergota.
¡¡Era realmente inmensa!!
Por el tamaño de mis manos, luego calculé que le mida cerca de 9 pulgadas y es bastante gruesa.
Me encantó su glande, pues como jamás había visto una verga erecta, me encantó la punta tremendamente amoratada, como queriendo explotar.
Tome el enorme miembro con las dos manos y comencé a besarla como Dios me dio a entender, primero con simples besos en la punta, pero luego, emocionada y bastante caliente, comencé a pasarle la lengua desde el agujerito del glande, hasta la base.
Sus dos tremendos huevotes, hinchados, se me antojaron e inicié el trabajo de chupeteo y mordisqueo.
Cuando levantaba mi vista hacia su cara, me fascinaba verlo haciendo tal cantidad de gestos que no pude más y le pedí que le hiciera suya.
Fabián, sin hacer pregunta alguna, me recostó en la arena y, sabiendo que estaba con una mujer que nunca había sido penetrada, se tomó todo el tiempo necesario para introducirme su enorme garrote.
Debo confesar que, con más pasión que miedo, sentí cómo acomodó la punta de su verga en mi virginal entrada.
La fue metiendo poco a poco, hasta que sintió la presencia de mi himen, el sello de garantía de mi virginidad. Allí se frenó y me vio a la cara.
Supongo que mi expresión era de tal éxtasis que fue el permiso para seguir su camino.
El dolor que sentí, debo aceptarlo, fue inmenso, pero más el placer que a los pocos segundos inundó todo cuerpo.
No sé cuanto tiempo estuvimos cogiendo, pero lo mismo me tuvo recostada a mí de espaldas y él encima de mi, que me cambió a sentarme sobre él como si fuera una amazona, luego me puso como perrito (que aquí entre nos, fue la posición que más me gustó, porque sentía su verga en toda su dimensión).
No sé cuantas veces tuve ese inmensa placer de sentir que todo mi cuerpo se convierte en líquido se vacía por mi vagina.
Pero cuando él sacó de mi estrecho hueco esa vergota, tan solo para lanzarme cinco chorros de leche que se estrellaron contra mi cara y mis tetitas, fue la apoteosis.
Nos quedamos un rato más recostados en la arena.
El tiempo para que yo le frotara la verga a mi primo, provocarle la erección que solo atiné atender con mis manos, haciéndole tal puñeta que acabó con su semen en mi boca.
De veras, es lo más delicioso que he sentido en mi vida.
Del problemón en la casa para explicar la ausencia tan larga y a regañada que mi padre me dio, al descubrir sn yo decir palabra alguna, lo que había pasado, ni para qué contarles.
Ese mismo día volvimos a nuestro pueblo y no he visto más a Fabián.
Tan solo en dos ocasiones hemos charlado por teléfono y me prometió que pronto vendrá por mí para darme más de lo que yo le ruego.
¿Verdad que tengo razón en ser tan feliz?
Hasta la próxima.