Qué malo eres... Parte 2.

Siguen las aventuras de nuestro héroe con su prima favorita.

Después de mi última "aventura" con mi primita, ya tenía totalmente claro que la tenía a mi disposición para hacerle todo lo que mi calenturienta mente me dictara. Esperaba con ansia los momentos en los que me quedaba a solas con ella para continuar con mi festival de tocamientos, lo que me procuraba un placer inmenso y unas corridas brutales. En uno de esos momentos, llevé la mano de mi prima hacia mi entrepierna para que comenzara con sus habituales apretones de mi enhiesta polla. Yo ya había decidido ir más allá, dado que mi adorada primita se dejaba hace absolutamente de todo. En un momento dado, cogí la mano de mi prima y la deslicé bajo mi pantalón, con lo cual su mano quedó apretando mi polla por encima de mis calzoncillos. Eso sí, debido a la importante erección que tenía, el glande sobresalía por encima de los calzoncillos por lo cual, por primera vez, sentí la mano de mi prima directamente sobre parte de mi enhiesto miembro. Ella siguió apretando, pero al notar el capullo hinchado en la palma de su mano, lo acarició con suavidad, notando cómo el líquido preseminal humedecía su mano. A todo esto, mi prima no despegaba la vista de su sempiterno tebeo, aunque esa situación ya no me causaba demasiada sorpresa. Tras un rato apretando mi polla por encima de los calzoncillos y acariciando mi glande con la palma de la mano, volví a cogersela y la deslicé por debajo de la última barrera de tela que quedaba entre su manita y mi endurecido miembro. Ahí sí que pensé que moría de placer. Su mano empezó a jugar con mi polla, palpándola con una curiosidad que el resto de su cuerpo no denotaba. Cogí su muñeca y la empujé suavemente hacia abajo. Mi avispada primita entendió el mensaje y se apoderó de mis huevos, jugando con ellos y palpándolos con suavidad. Solo de ver su mano bajo mi ropa, estaba que echaba humo. Introduje mi mano izquierda bajo su blusa y comencé a acariciar sus pequeños pechitos, jugando con sus pezones, mientras ella, con la mano totalmente introducida en mi entrepierna, palpaba, sopesaba, apretaba y acariciaba a placer. Reseguía con su dedo picha, ya pringosa por los líquidos que fluían de ella sin cesar, preludiando uno de los orgasmos brutales que mi prima me proporcionaba. Yo intentaba aguantar lo máximo, supongo que intuía que pocas veces en mi vida iba a disfrutar de un placer tan brutal como el que mi inocente y distraída prima me proporcionaba. Por fin, se apoderó de mi glande, y lo empezó a acariciar y a apretar con una sabiduría que parecía innata. Ya no pude resistir más. Mientras mi mano izquierda apretaba uno de sus pechos fuertemente, mi polla empezó a expulsar lo que parecían litros de semen, mientras mi prima no dejaba de juguetear con un capullo que más parecía un grifo. Cuando aquello paró, saqué su mano de mis pantalones y la limpié con mi pañuelo. Ella me miró, nuevamente sonriente, y colocando de nuevo la mano bajo el tebeo, musitó nuevamente: "qué malo eres..."

En otra ocasión, decidí que mi primita me iba a hacer una paja como mandan los cánones. Yo llevaba un pantalón de chándal más que adecuado para las maniobras que iba a requerir de mi dulce prima, y que al mismo tiempo se pudiera volver a colocar en caso de irrupción de algún familiar. Cuando la mano de mi prima había comenzado la bendita rutina de apretar, agarrar y manosear mi polla, la quité un momento de encima y deslicé pantalones y calzoncillos hasta las rodillas. Volví a coger la mano de mi prima y la coloqué directamente sobre mi polla, cerrándola a continuación para que pudiera proceder como una buena pajillera. Ella, distraída, no controlaba demasiado el tema, y seguía apretando y jugando con el glande, por lo cual me transmuté en profesor de Pajillología y, cogiéndole la mano de nuevo, comencé el movimiento de sube y baja, que ella, avispada alumna, entendió de inmediato, dando comienzo a una masturbación de campeonato. Yo me mordía los labios, viendo cómo aquella manita meneaba vigorosamente mi polla, dura como el mármol, mientras veía cómo el glande aparecía y desaparecia entre sus dedos. Haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad, cogí su mano y la chupé durante unos instantes, mientras con mi mano acababa de restregar el líquido preseminal por todo el tronco de mi polla. Volví a colocar su mano sobre mi miembro, y entrecerré los ojos, mientras mi prima seguía pajeándome con una entrega y dedicación dignas de encomio. Empecé a sentir cómo mis soldaditos del amor pugnaban por escapar de su caliente habitáculo, y decidí compartir el espectáculo con mi esforzada primita. Quitándole la revista de las manos (no todo iban a ser tebeos) la empujé sobre mi estómago desnudo, cambiándole la mano con la que me masturbaba por la otra, para que estuviera más cómoda (hay que mirar por la familia, qué leches...). Al mismo tiempo, la posición era inmejorable para deslizar mi mano izquierda por debajo de sus pantalones, con lo cual pude tener acceso manual a su culazo, que manoseé a placer mientras ella seguía dándole a la zambomba, con su cabeza apoyada en mi barriga, a poca distancia de un glande que ya se empezaba a poner morado y a dar señales inequívocas de empezar a soltar chorretones de leche. Yo seguía avanzando bajos sus pantalones, hasta apoderarme de su virginal ojete, que empecé a masajear y a horadar con mis dedos. Aquello pareció excitar a mi primita, aunque evidentemente no daba muchas señales de ello, y redobló sus esfuerzos manuales sobre mi polla, acelerando su paja hasta que ya no pude más, y exhalando un gemido, mientras creía morir, empecé a correrme sobre mi barriga, mientras mi prima no se perdía detalle del surtidor en el que se había convertido mi polla, sin dejar de masturbarla con energía. Cuando por fin paré de eyacular, extraje con delicadeza mi dedo del culito de mi prima y la reincorporé. Respiraba agitadamente, aunque no dijo ni pío cuando la volví a colocar en su postura de siempre y le entregué la revista. ¡Qué regalos nos envían los dioses a veces!

Debo confesar que pensé varias veces en follarme a mi prima. Estaba seguro de que no pondría demasiados obstáculos, por no decir ninguno, pero lo cierto es que me aterrorizaba la idea de dejarla embarazada, y al final acabé desechando tan excitante posibilidad con mucho pesar por mi parte, como comprenderéis. Pero la pasividad y predisposición de mi querida pariente me dejaba un amplio abanico de posibilidades para que la mente calenturienta de un adolescente en ebullición se explayara a gusto. En la siguiente ocasión en la que me pude ver servido por su mano traviesa, a estas alturas ya convertida en la de una experta pajillera, decidí ir un poco más allá. Como en la última visita, coloqué su cabeza sobre mi estómago mientras me pajeaba con extrema dedicación. Aprovechando que en lugar de pantalones había venido con una falda (No me atrevo a decir que para facilitar las maniobras de su caliente primito), la giré un poco, con lo cual tuve completo acceso a su peludo y virginal coñito. Deslicé las manos bajo sus bragas, para percatarme al instante de que su entrepierna no acompañaba en absoluto a la pasividad del resto de su cuerpo. Aquello estaba mojado como una fuente, los pelitos húmedos de flujo vaginal. Agradecí la soberana paja que me estaba haciendo mi prima jugueteando con su coñito lo mejor que supe, abriendo los mojados labios, introduciendo los dedos, acariciando su clítoris, a estas alturas casi más hinchado que mi polla... Le levanté la pierna izquierda para que su coño quedara totalmente al alcance de mis traviesos dedos. Notaba la agitada respiración de mi prima sobre mi barriga, y con la mano libre empujé levemente hacia abajo su cabeza, que avanzó hacia el capullo que sobresalía de sus manos sin el más mínimo gesto de rechazo. Por fin, sentí cómo sus labios se posaban en mi capullo. Mi prima, siguiendo su instinto, comenzó a darle besitos sin dejar de masturbar el resto de la polla. Aprendía rápido, y pronto empezó a darle algún que otro lametón al glande, mientras yo boqueaba de placer, con mis dedos moviéndose sin descanso por la entrepierna totalmente abierta de mi dulce prima. Empujé levemente su nuca con mi mano libre, y sentí cómo su boca se abría para recibir mi untuoso y amoratado capullo. Ella, como era de esperar, no lo rechazó. Entonces, metí dos dedos de mi mano derecha en su boca, jugando con su lengua, que a su vez jugaba con mi glande. Pensé que moría de placer. Llevaba un rato aguantando como un campeón, pero la visión de mi prima despatarrada, con las bragas completamente empapadas y mi mano debajo moviendo mis dedos en su coño pringoso de jugo, a la par que su mano seguía masturbándome sin perder ni un segundo el ritmo, fue demasiado para mí. Aunque lo deseaba con todas mis fuerzas, me pareció excesivo correrme en la boca de mi prima, por lo que decidí sacar mi glande y liberar el grifo fuera de su acogedora boquita. Lo conseguí a medias, puesto que el primer lefazo salió sin avisar, justo cuando sacaba mi capullo de sus labios. Total, que se lo tragó como una campeona. El resto lo descargué sobre mi barriga, mientras la velocidad de la mano de mi prima sobre mi polla y la mía en su coño se multiplicaba. Supongo que mi prima se corrió al mismo tiempo que yo, puesto que noté cómo su coñito se apretaba contra mis dedos, aunque como siempre, no dijo ni una palabra. Los dos quedamos derrengados y sin fuerzas, mi prima sin soltar mi polla, y yo con mis dedos dentro de un coño que parecía lleno de gelatina. Por fin, se reincorporó, y pude ver que tenía la barbilla manchada con un buen chorretón de mi semen. Y os juro que creí correrme de nuevo cuando me miró con su gesto inocente, mientras yo le limpiaba mi leche de la cara, y musitaba: "qué malo eres"...