Qué mala suerte tengo.
Nunca ha sido ni será bueno entrar a un baño cuando ya hay alguien dentro...
“Qué mala suerte tengo”, es una de las frases que siempre ha sonado en mi mente desde que tengo uso de razón. Y no es algo que diga por decir, es la verdad o por lo menos eso pensaba yo hasta aquel sábado por la noche.
Mi suerte solía hacer acto de presencia de todas las maneras habidas y por haber, y en cuanto a las mujeres no iba a ser menos. No soy un chico feo, pero tampoco soy extremadamente atractivo, como me digo a mí mismo para no caer en una completa depresión soy…del montón. Me gusta hacer deporte, leer, dibujar e incluso estoy a prendido a tocar la guitarra; pero parece ser que si no tienes una cara bonita a las chicas no les interesa nada de eso.
Por otro lado está Javi; mi mejor amigo, nos conocemos desde la guardería y hasta entonces no nos hemos separado, aunque si nos ves un sábado por la noche en una discoteca parecemos de mundos distintos. Javi es todo lo contrario a mí, suele vestir con un estilo más dejado, es decir, vaqueros rotos, camiseta blanca, chupa negra, pelo despeinado…vamos que comparado con mis jerseys, pantalones de pana y los náuticos de mi hermano mayor es normal que las mujeres se decantaran por él.
Javi solía decirme que vestía como un hombre mayor, a lo que yo siempre le respondía que qué le iba a hacer yo si era la forma en la que más cómodo me sentía conmigo mismo.
Una noche habíamos acordado salir a tomar un par de cañas, Javi y yo llevábamos varías semanas sin vernos por los exámenes y teníamos cosas que contarnos, bueno, él más que yo. Después de quedar en el bar y encontrarnos en la puerta, nos saludamos con un abrazo y tras pillar sitio nos pedimos un par de cañas.
Cotilleo arriba y cotilleo abajo, hubo un momento en el que Javi me dio un pequeño puñetazo en el hombro y me dijo:
-No te gires ahora, pero hay una chica en la barra que no para de mirarte.
No me quise hacer ilusiones así que después de un par de segundos me giré disimuladamente. La chica era preciosa, rubia, ojos azules y un par de tetas que serían como la unión entre la cabeza de Javi y la mía.
-Seguro que te está mirando a ti, ve y pídele el número. Me iré a casa, no te preocupes dije yo.
-Qué dices tío, llevamos semanas sin vernos, no voy a hacerte eso contestó él.
Pero como dice el refrán, “sabe más el diablo por viejo que por diablo”, así que cinco minutos después Javi estaba pidiéndole el Whatsapp a esa chica mientras yo salía por la puerta.
Cuando desperté a la mañana siguiente mientras preparaba el almuerzo y revisaba mis redes sociales al mismo tiempo, vi un mensaje acompañado de una foto en el chat entre Javi y yo. El muy cabrón me había pasado una foto posando en el espejo sentado semidesnudo a los pies de su cama. Donde no solo aparecía él, sino que aparte de verse las piernas de la chica en la parte inferior de la foto; en el espejo se reflejaba no solo su culo sino sus labios inferiores…Mis dedos comenzaron a ampliar la imagen al mismo tiempo que apartaban la baba que caía de mi boca.
-Qué hijo de puta añadí tras hacerme una paja con esa fotografía.
Javi me volvió a hablar después de comer como solía hacer siempre después de los deportes, comentábamos lo tontos que eran los presentadores y lo mucho que se notaba que eran de un equipo; pero aquel sábado me comentó algo diferente.
Parece ser que su nuevo rollo tenía una amiga que también estaba soltera o según Javi era “muy de mi estilo” y podríamos congeniar. Me hubiera gustado preguntarle cuál se suponía que “era mi estilo”, pero como no quería que dijese algo que me pudiese sentar mal, después de insistirme varias veces terminé por aceptar.
¿No será una trampa no? Me limité a preguntar.
-No, la chica es muy guapa, te juro me escribió al instante.
Los “te lo juro” de Javi no eran muy fiables, la experiencia me volvía a abalar, pero teniendo en cuenta que era eso o aburrirme en casa un sábado por la noche, decidí probar suerte y aceptar el plan.
Aquella noche pensé en cambiar un poco, estaba harto de ser yo y por un vez me apetecía ser alguien diferente, así que cogiéndome unos vaqueros desgastados de mi hermano, una camiseta vieja que no solía ponerme, una chaqueta vaquera y engominándome el pelo esta vez hacia atrás en vez de con la raya en medio como solía hacerme, me miré al espejo y por un momento me recordé a Javi. Pero si él podía llevarlo ¿por qué yo no? Además, tengo que reconocer que ese look no me quedaba del todo mal, incluso si me lo propusiese podría superarle. Así que tras unos ajustes de vestuario, y unas gotas de colonia puse rumbo hacia la casa de Javi.
Cuando toqué el timbre a los pocos segundos me recibió aquella camarera con una sonrisa de oreja a oreja:
-Hola, Alberto ¿Verdad? Yo soy Bárbara ¿Qué tal?
Te llamas Bárbara y esta bárbara resonó en mi cabeza, pero como era algo que no podía decir en voz alta me limité a sonreír y a darle dos besos.
-Por fin has llegado, pensábamos que te habías echado para atrás dijo Javi tras salir de la cocina sin previo aviso.
Poco me ha faltado…volví a recitar para mis adentros.
-Sentaros dijo Bárbara, voy a traer un par de cervezas.
Así que aproveché la marcha de Bárbara para poner de manifiesto mis pensamientos: Me parece increíble que no haga ni un día que te has tirado a esta tía, la hayas metido en casa y para colmo me hayas organizado una cita a ciegas…
-¿A que sí? No te parece increíble contestó Javi con una carcajada.
-Tú lo que eres es gilipollas pensé y dije al mismo tiempo.
-No te cabrees anda, ya verás cómo lo pasamos bien, es solo una cena de amigos, no tiene por qué pasar nada. Además, ¿no te quejas siempre de que nunca ligas? Ahora te organizo una cena con mujeres y te quejas, no hay quién te entienda.
-Sí, pero tengo una manía muy especial…y es que me gusta escoger a mis citas dije con tono satírico.
En ese instante volvió a sonar el timbre en aquella casa, con la única diferencia de que ahora no era yo el que esperaba frente a la puerta. Bárbara vino acompañada de su amiga. La chica no estaba nada mal, era igual que Bárbara, rubia y de ojos azules, combinada con una blusa blanca a juego con sus sandalias y unos vaqueros cortos. Su cuerpo era impresionante, estaba igual o incluso más buena que Bárbara, el problema estaba en su cara, ahí fue cuando entendí el significado de “es muy de tu estilo”. Maika, que era así como se llamaba, no era muy guapa, ni muy fea, era como yo, por lo que era esa la razón por la que según Javi y su amiguita congeniaríamos.
Tras un buen rato de cháchara, nuestros estómagos empezaron a rugir, así que decidimos pedir comida a domicilio. Un par de refrescos y varios menús del indio de la esquina después, Javi propuso subir a su terraza a ver las estrellas; hacía muy buena noche, no hacía nada de viento y no se divisaba ninguna nube a lo lejos por lo que a todos nos pareció bien.
Al poco rato de estar allí arriba Bárbara trajo un par de copas. Whisky o Ginebra me preguntaba a la par que echaba un par de hielos sobre el que se suponía que iba a ser mi vaso.
-Ginebra mejor, contesté.
Una vez todos con una copa en la mano, se propuso un brindis colectivo. Las copas chocaron entre sí al igual que los hielos, los cuales se movían de un lado al otro de la copa a consecuencia del golpe. Los tragos se fueron sucediendo uno detrás de otro, hasta quedar las botellas completamente vacías…
Por un momento empecé a encontrarme mal, parece que el alcohol me había afectado más de lo que me esperaba. Estaba en ese punto en el que todo me parecía gracioso, pero estaba tan mareado que decidí ir al baño a echarme un poco de agua por la nuca. Cuando llegué al baño, abrí la puerta y vi que Maika estaba lavándose las manos, así que como si el mareo nunca hubiera existido, mi cuerpo decidió abalanzarse sobre ella y tras pegarle una palmada en el culo y restregarle mi paquete empecé a meterle mano.
Mis dientes como asesinos junto a mis labios como cómplices se clavaron sobre su cuello provocando que Maika emitiera un suspiro de placer. Ella, sin embargo, se negó a ser una mera espectadora y empezó a frotar su culo sobre mi polla al mismo tiempo que apoyaba sus manos sobre el mármol del lavamanos y abría sus piernas dejándome su ser a mi completa merced.
Nuestra ropa se fue humedeciendo cada vez más, ya fuese por el agua que aún quedaba en las manos de Maika o del propio calor que hacía entre esas cuatro paredes. Mis manos encontraron un hueco por el que sobrepasar la barrera que suponía aquella ropa y entrar en contacto no solo con su piel sino con todo aquello que la abarcaba; sus pechos, sus pezones…su todo. Nunca antes había tocado algo tan caliente como aquel cuerpo; era impresionante, parecía que se iba a derretir de un momento a otro.
Hice recorrer mi lengua desde su espalda hasta lo alto de su nuca con la intención de rebajarle un poco ese calor interno que pedía a gritos que le echasen más gasolina hasta explotar ya fuese de muerte súbita o de placer.
Maika viendo el uso que yo estaba haciendo de mis manos con su cuerpo, decidió imitarme y comenzó a bajarme lentamente los pantalones. Podría haberme quitado los calzoncillos también, pero se notaba que era una de esas tías a las que no les gusta todo de golpe sino que va poco a poco disfrutando del momento. Corazón y pulgar jugaban ahora con los pezones de Maika en función de termostato; viendo que el truco de la lengua en la nuca no había servido de nada sino para poner más caliente a Maika.
En un momento dado los cristales del baño estaban empapados de gotas, caían desde la parte más alta hasta la más baja, era precioso verlas caer, verlas adelantar la una a la otra como cuando eres pequeño y viajas en el coche en los días de lluvia, siendo la única diferencia que no tienes a una tía en postura de registro policial frente a ti.
Poniendo ahora mis manos sobre sus hombros le di medía vuelta a Maika haciendo que los dos estuviéramos el uno frente al otro, provocando en mí la sorpresa de que no era Maika sino Bárbara. Ella nada más mirarme a la cara comenzó a besarme de manera frenética, parece ser que ella era la única en esa habitación que sabía la verdad desde el principio. Intenté apartarme pero la pasión del momento me pudo.
Bárbara me quitó la camiseta y tras ello comenzó a trazar un mapa con sus labios desde mi cuello, pasando por mi abdomen hasta llegar a mi polla. Ahora mis calzoncillos sí le parecían un estorbo, así que sin pensárselo dos veces los agarró de un extremo y del otro y los rajó.
-Mira sí sabía que debía de haberme ido contigo ayer por la noche decía Bárbara mientras miraba atónita el tamaño de mi pene. Deberías de haber venido tú a hablarme añadió y sin más preámbulos agarró mi polla con su mano y empezó a estimularla hasta estar lo suficientemente dura como para metérsela a la boca y poder saborearla.
En ese preciso instante, la puerta del baño se abrió dejando entrar consigo a Maika, esta vez sí era ella de verdad. Inmediatamente me aparté de Bárbara haciendo que mi sexo se separase de su boca, pero esta sin ningún reparo, sonrió mirando a Maika y se dirigió hacia ella.
Pensaba que se iba a acabar el mundo y yo iba a ser el testigo de la primera fila al que la sangre le salpica en toda la cara, pero para mi sorpresa Bárbara agarró con sus manos la cara de Maika y comenzaron a besarse. No supe cómo había pasado, pero solo sabía que no podía dejar de mirar. Convencida Maika por la lengua de Bárbara, esta última cogió de la mano a la otra y arrastrándola hasta donde mi persona la hizo arrodillarse. Una vez las dos en postura religiosa, Bárbara agarró nuevamente mi polla dirigiéndola hacia la boca de Maika.
En aquel momento me sentí un hombre objeto, Bárbara era quien lo organizaba todo, con una mano masajeaba mi polla hacia delante y hacia atrás, mientras con la mano restante marcaba en la nuca de Maika el ritmo que esta debía hacer para que le entrase mejor mi polla en su boca hasta alcanzar su glotis.
Una imagen que nunca olvidaré fue cuando los celos se apoderaron de Bárbara y cansada de ver como Maika disfrutaba de mis 23cm de carne erecta, se los arrebató de la boca introduciéndoselos de nuevo en la suya. Ninguna de las dos iba a dejarse someter por la otra, así que decidieron hacer un pacto, en este caso mi polla era el bolígrafo y sus bocas el papel.
Mi polla iba pasando de una boca a otra como si de un juguete se tratase, parecía una pelea de gatas en celo. Ambas se odiaban y se amaban al mismo tiempo, o bien se comían la boca entre ellas para compartir el sabor que mi polla les había dejado en la boca o bien situaban sus cabezas a uno de los lados de mi sexo y me lo felaban al mismo tiempo que se marturbaban entre ellas.
Mi madre desde pequeño me decía que en los pequeños detalles estaba felicidad y que razón tenía la mujer. Maika tenía una pequeña separación entre los incisivos de su mandíbula, cavidad la cual aprovechaba para introducir mi frenillo y arrastrarlo consigo al mismo tiempo que con su lengua felaba mi falo. Era como si un rayo cayese sobre mí y me partiese en dos, consiguiendo incluso nublarme la vista por un segundo.
Siendo yo ahora el que buscaba el mármol del baño para apoyarme a consecuencia del placer, vi que mi móvil estaba a mi lado y sin dudarlo durante un segundo lo agarré.
-No estarás haciendo fotos ¿no? Preguntó Bárbara.
-No, aún mejor, ya lo veréis respondí al mismo tiempo que le guiñaba un ojo.
-A los pocos segundos se escuchó como la escalera anunciaba la bajada de una persona y siguiendo los cálculos, si aquella noche en la casa éramos cuatro y ya éramos tres los que estábamos en el cuarto de baño solo podía faltar…
Javi se saltó el código que todos hasta aquella anoche habíamos seguido de llamar a la puerta pero después de haber enviado el mensaje de: ¿Sabes que hay una orgía en tu cuarto de baño? Yo tampoco habría tocado.
Este comenzó a desnudarse provocando la respuesta del resto de nosotros a los cuales nos quedaba alguna prenda que otra por quitarnos y sin más dilación fue cuando verdaderamente comenzó la noche. El baño no era lo suficientemente grande para los cuatro, pero eso nos daba igual, no queríamos que nuestro pecado saliese de esos escasos metros que habían construido, así que nos las apañamos como pudimos.
Hubo un momento en el que Bárbara se sentó encima de mí y comenzó a cabalgar mi persona como si de un caballo salvaje se tratase, al mismo tiempo que Javi empotraba a Maika contra la pared. Si guardábamos silencio, por un instante se podían escuchar los jadeos y laditos frenéticos de nuestros cuerpos, por no decir el sonido que producían cada uno de nuestros sexos al impactar los unos con los otros.
Cansados de disfrutar solo entre dos, decidimos hacer una cooperativa y poniendo a cada una de las mujeres a cuatro patas, Javi y yo empezamos a penetrarlas mientras de vez en cuando abocábamos nuestros cuerpos para comernos la boca, nunca habíamos sentido atracción el uno por el otro, pero en esos momentos y como ya he dicho anteriormente, todo estaba permitido aquella noche en ese cuarto de baño.
Bárbara y Maika optaron por hacer un 69 entre ellas, parece que ahora nuestras pollas les sabían a poco, así que sin ser dueño de mí mismo, senté a Javi en la taza del baño y comencé a felarle el miembro. Su polla estaba flácida, pero parece ser que supe hacerlo lo bastante bien como para que se olvidase que era yo quien se la estaba chupando ahora.
Tras varios minutos de rodillas, Javi me cogió y me hizo sentarme sobre él, colocando su capullo en mi ano. Ambos sabíamos lo que iba o al menos podría pasar, así que moviendo poco a poco su cintura, Javi iba restregando su pene poco a poco entre mis piernas y mi culo. Javi se lamió la mano y restregando un poco de su saliva por su pene y un poco por mi ano lo fue dilatándolo poco a.
Javi puso cada una de sus manos sobre mis glúteos y fue empujando lentamente hasta asegurarse de que toda su polla estaba dentro de mi recto. Aquello me estaba provocando la misma sensación de dolor que de satisfacción, no sabía si quería parar o seguir hasta terminar sangrando…era adictivo.
Maika y Bárbara parecieron haberse cansado de amarse entre ellas y volvieron con nosotros. Al principio decidieron no participar y contemplar la escena entre Javi y yo, pero finalmente…Bárbara consiguió ponerle el coño en la cara a Javi y hacer que este se lo comiera al mismo tiempo que Maika se sentaba encima de Javi y usándolo como cama, se fue introduciendo mi polla en su coño. Finalmente, todos agarrados ya sea de la mano del uno, de la nuca del otro, o de cualquier parte, terminamos corriéndonos sin dar crédito de lo que nuestras almas habían sido capaces de hacer.