Que mala es la soledad

Lo que una mujer no encuentra en casa ira a buscarlo a la calle.

Como conté en mi primer relato, soy una mujer de 36 años con un historial sexual bastante amplio y actualmente tengo una relación con un chico seis añitos más joven que yo.

Aunque los primeros meses teníamos una relación bastante liberal, a medida que la cosa se iba consensuando me iba dando cuenta del tesoro que había encontrado, cada vez lo amaba más y desde entonces mi único pensamiento era el de seguir con él hasta el último dia y dejar atrás una vida mucho más que alocada (ver relatos anteriores).

Como sabréis, siempre he sido una mujer bastante activa y aún lo sigo siendo y debo confesaros que una de las cosas que más me gusta es follar de buena mañana comenzando el día propinando a mi compañero una buena mamada de buenos dias. Me encanta.

Como ahorita no van muy bien las cosas en mi trabajo y los planes de futuro que tenía en la empresa se han torcido bastante, me dieron cuatro dias libres para compensar las horas extra que había hecho. Suerte que hace tiempo a mi novio lo ascendieron en el trabajo como comercial de empresa, el único inconveniente es que de vez en cuando tiene que viajar de provincia en provincia dejándome por varios días solita en casa.

Desde hace ocho meses que viaja así y hasta entonces siempre había compaginado ese tiempo de soledad con el trabajo o invitando a alguna amiga a pasar tiempo en casa para hacerme compañía.

Hace un mes le tocó hacer uno de esos viajes, pero esta vez iba a pasar toda una semana fuera de casa. Era la primera vez que pasaría tanto tiempo fuera así que esa mañana le hice a Ernesto una de mis mejores mamadas como recuerdo para el viaje. Comimos temprano para que no se le hiciera tarde en coger el tren y tras un gran beso que hicimos eterno me despedí con un poquito de tristeza de saber que me tocaría pasar una semanita solitaria y aburrida sin la compañía de mi media naranja.

Lo primero que hice fue llamar a mi amiga Elena para saber si después del trabajo querría ir al centro comercial a dar una vuelta por las tiendas pero recibí una negativa porque le iba a ser imposible debido a unos asuntos personales.

Seguí intentándolo con Sonia y Marijose pero tampoco pudo ser, parecía estar condenada a la soledad del sofá en el primer día de ausencia de mi novio. Limpiando y arreglando la casa se me hicieron  pasadas las seis de la tarde, estaba más aburrida que el guardaespaldas de Bruce Lee, así que decidí encender el ordenador y abrir facebook haber si veía algo animado.

Unas fotos de un conocido del instituto con su novia en las playas de Brasil animaron mi calenturienta imaginación, fantaseando que cogía con varios de esos guapos mulatos bien dotados que se veían de fondo jugando a voleyball.

Me puse bien cachonda imaginando que caminaba solita por esas playas y unos macizorros me invitaban a pasar una velada fantástica en la mansión de uno de ellos, haciéndome gozar tanto como yo deseaba hacerles gozar a ellos. Me masturbaba el coñito efusivamente, mi clítoris ardía de gusto al roce con mis dedos y mis juguitos se deslizaban por la rajita hasta meterse por el culo o caían en la silla empapándola toda.

Cuanto más intensamente me tocaba más deseaba tener una polla que  hiciera correrme a borbotones. La verdad que estaba ardiendo y no quería acabar corriéndome solita ¿Dónde estaba la polla de mi novio cuando la necesitaba?

En otras ocasiones, después de complacerme, volvía a mis quehaceres habituales porque sabía que en un par de días mi novio estaría de vuelta abusando de mí con la insistencia tan rica con la que lo hacía, y eso, aliviaba mi ansia de placer, pero en esta ocasión era distinto, mis bajos instintos me pedían polla a gritos pero el amor por mi pareja frenaba mi euforia, así que como buena novia fiel, decidí llamarle para correrme escuchando su voz diciéndome las cositas sucias que me gusta escuchar cuando me folla.

Tras dos intentos fallidos, un mensaje suyo me decía que estaba reunido con un cliente y que me llamaría en la medianoche. Idiota –pensé- más inoportuno no podía ser. Me frustraba tener que correrme sola en ese momento, mi chocho ardía, mi corazón palpitaba como una moto de carreras y mi pensamiento me traicionaba diciéndome que con el cuerpo que tengo podría tener al hombre que quisiera con un simple chasquido de mis dedos.

Hacía muchísimo tiempo que no sentía ese calor asfixiante en mi coño, era la misma sensación de cuando era más jovencita y me dedicaba a vivir la vida como si no hubiera un mañana, la misma que cuento en mis relatos. En consecuencia, me obligué a mí misma a mentirme para tratar aquella situación como un “desliz necesario” y tomé la decisión de buscar una buena polla que me calmara tal desenfreno.

Entré en varios chat de contactos buscando sexo sin compromiso, aunque no era la primera vez que lo hacía (ver relatos anteriores) si hacía mucho que no probaba. Tras rechazar un par de peticiones que no concordaban con lo que buscaba, al final me decanté por un chico de la ciudad, acordamos que me recogería en la puerta del hotel que hay al principio de la playa y nos iríamos a las afueras para follar dentro de su auto.

Fui al dormitorio y agarré un vestido de túnica con estampado, algo escotado y muy cortito, apenas me cubría cuatro dedos por debajo de las nalguitas, así podría ir más ligera y hacer más fácil la cogida en cualquier lugar. Eché mi pelo largo a un lado, me pinté bien provocativa con un rojo chillón de labios, me calcé unos zapatos de tacón beis y agarré un bolsito pequeño que tengo para poder llevar lo justo; el móvil, 50 euros y las llaves de casa.

A pesar de que el sol ya se estaba poniendo aún mantenía una buena temperatura lo que favorecía a la perfección las intenciones de mi vestido. Comencé a caminar en dirección a la puerta del hotel donde habíamos quedado, durante el trayecto, los hombres con los que me cruzaba se me quedaban viendo, sus miradas penetrantes me desnudaban y algunos me dedicaban sonrisas pícaras o silbidos insinuantes. Aquellas provocaciones no hacían más que aumentar la humedad de mi chocho, deseaba poder satisfacer cada insinuación que me hacían pero debía aguardar a mi misterioso amante y desinhibirme con él.

Cuando llegué al lugar acordado él aún no estaba, por lo que tuve que esperar unos  10 minutos más o menos hasta que apareció en un Ford focus negro. Salió del auto e hicimos las correspondientes presentaciones. Se llamaba David, era un chico alto, delgado, con un tatuaje de letras chinas debajo de la oreja derecha y aunque no era guapo, para mí era suficiente, pues lo único que me importaba era averiguar si de verdad como me había dicho por el chat, tenía la polla bien gorda y “los huevos llenos de amor”.

Subimos al auto y le sugerí que fuéramos al polígono que hay a las afueras de la ciudad, allí hay calles largas y anchas donde se puede aparcar sin problemas y follar tranquilo, lo sé porque allí me juntaba con mi grupito de amigos de la época para hacer de las nuestras y cuando nos aburríamos, le decía a mi novio de entonces que agarrara el auto y callejeara por el polígono hasta encontrar un buen lugar para joderme.

De camino, mientras hablábamos de tonterías, me miraba el escote y los muslos con sumo descaro, yo le miraba el paquete y notaba como aquello ya estaba gordito, abultado, con ganas de romper el jean y saludarme. De pensar como la tendría de gorda me estaba poniendo todavía más cachonda así que decidí quitarle algo de ansiedad y darle un pequeño aperitivo hasta llegar al lugar de destino.

Alargué una mano hasta su paquete y comencé a apretarlo con delicadeza, con la otra le desabroché el botón del vaquero, le bajé la cremallera y metí mi mano por dentro del bóxer para cogerle la pija y sacársela. Al tacto ya la noté gordita pero fue aún más gratificante la sorpresa cuando la vi con mis propios ojos e hice la primera cata. Me sonrió al ver la carita de placer con la que había mirado su pollón empalmado, pensé en lo que iba a disfrutar con aquel mango y sin pensármelo dos veces le lamí un poquito el glande y me la metí en la boca.

Al principio le chupé la polla con mucho ímpetu pues estaba ansiosa desde que salí de casa por degustar aquella maravilla, subía y bajaba la cabeza con rapidez entre sus piernas, le babeaba el tronco abundantemente con mi lengua rosada a la vez que le masajeaba los huevos. Sabía que aquella chupada le estaba gustando mucho cuando noté como aminoró la velocidad del auto para poner su mano derecha sobre mi cabeza mientras resoplaba en sus gemidos y su polla comenzó a saber a líquido pre seminal.

Yo no quería que se corriera todavía porque ya sabía de sobra lo que pasa cuando un hombre se corre la primera vez, que después hay que entregarse el doble para sacarle la segunda corrida y tampoco quería pasar toda la tarde con él. Ya habíamos acordado que sería un polvo rápido en su auto y a casa, por eso dejé de comerle el rabo lentamente hasta sacármela de la boca para relamerme las babitas de los labios.

Cuando me incorporé de nuevo vi que ya estábamos entrando al polígono industrial, a pesar de no haber ido por aquel lugar en muchos años, nada parecía haber cambiado. Esbocé una sonrisa nostálgica cuando vi que en la entrada, a lo largo de la primera calle, seguían poniéndose las pandillas de adolescentes con sus motos y sus autos con los maleteros abiertos y la música bien alta. Como seguían yendo las parejas a follar dentro de sus autos y como algunos iban solamente a buscar la tranquilidad de aquellos lugares para poder fumar sus cositas ilegales.

Nada parecía que hubiera cambiado, incluso yo, que a pesar de haber dejado de flirtear con hombres (y algunas mujeres) desde que estaba con mi chico actual, de nuevo volvía a las andadas, quedando con un desconocido para follármelo y así poderme quitar ese ansia de sexo que me invade dia si y dia también desde que tenía 14 años.

Todos esos recuerdos me distrajeron por momentos de mi cometido, David ya estaba aparcando en una esquina dentro del recinto de una de las naves, a dos calles de la principal, lugar que quedaba bastante resguardado y perfecto para hacer a nuestras anchas.

Los dos salimos del auto para echar los asientos delanteros lo más cerca posible del salpicadero, nos subimos detrás, se bajó los pantalones y el bóxer hasta los tobillos y sin apenas darme tiempo a reaccionar me agarró del pelo bruscamente y me llevó la carita hasta su entrepierna, obligándome de nuevo a lamerle la polla y los cojones, pero esta vez llevado por el ritmo de sus manos agarrando mi larga melena negra.

El cabrón me usaba la boca a modo de consolador, como si fuera el coño de una puta, hundiendo mi carita mojada por mis propias babas hasta pegar mi nariz en su abdomen, provocándome muchas veces ligeras arcadas que no pude evitar disimular pero que a él parecía hacerle disfrutar. De nuevo volví a sentir el sabor del semen en mi boca y de nuevo, con sutileza, volví a quitarme la polla de la boca para pedirle que me follara.

Me coloqué en la esquina trasera del copiloto, me saqué las tetas por fuera del escote, subí el vestido hasta la cintura, acomodé las piernas bien abiertas encima de los asientos y ladee el tanguita mientras le suplicaba con cara de zorra que me jodiera sin compasión.

Se tiró encima de mí como un tigre a su presa, metiéndome su pollón gordo por mi húmeda rajita mientras me comía las tetas con gran desesperación. Era delicioso sentir mi coñito contrayéndose en cada metida, era un mete-saca intenso y la fuerza con la que me embestía provocaba que mi cabeza golpeara levemente contra la ventanilla lateral.

En ese instante pensé en mi novio Ernesto y en lo lejos que debía estar de la felicidad. Su futura mujer le estaba poniendo los cuernos mientras él se los dejaba trabajando fuera de casa. Al contrario de lo que debía sentir, le culpaba por no estar cumpliendo con su obligación de novio y “obligarme” a buscar consuelo en los brazos de hombres ajenos.

Le culpaba por hacerme sentir una puta buscando otras pollas que calmaran mi apetito voraz de sexo cuando debía ser él quien debería estar ahí apagando el fuego de mi coño, egoístamente pensaba que se lo merecía y con una mezcla de rabia, tristeza y gozo besé con pasión a aquel chico mientras le agarraba las nalgas empujándolo con fuerza contra mí.

Aquello debió extra motivarlo  porque inmediatamente me rodeó el cuello con sus brazos, aumentó la fuerza de sus embestidas y pegando su boca en mi oído comenzó a decirme que se iba a correr.

No podía creerlo,  apenas llevaba 10 minutos montándome y justo cuando comenzaba a gozar de su gordita polla, ahora iba correrse, que desilusión me llevé, pero parte de la culpa fue mía por haberle chupado la polla con tanta intensidad cuando ya se la había comido de camino al polígono. A pesar de ello, le respondí que se corriera dentro de mí porque quería sentir su leche caliente en mi coño.

Él no se hizo de rogar y en pocos segundos derramó una cantidad considerable de semen dentro de mí, notaba como me llenaba las entrañas mientras descansaba su cuerpo sobre el mío, me besaba la boca, los pómulos y el cuello. Sus caricias me hacían sentir sucia y más puta de lo que mis remordimientos advertían.

Cuando se quitó de encima nos vestimos de nuevo y volvimos a los asientos delanteros. Le dije que me dejara de nuevo en casa, ya eran pasadas las ocho y ya había anochecido. Su cara era la viva imagen de la felicidad, se notaba que para él había sido un desquite agradable pero para mí aún distaba de poder llegar a igualarle.

Para mis adentros pensaba que no había merecido la pena engañar a mi novio para un polvo raquítico, que me lo tenía merecido por andar de zorra buscando a cualquiera que me quitara el calentón cuando un simple consolador hubiera hecho el mismo trabajo que el flojo de David.

Que el pobre de mi chico se dejaba la vida trabajando para poder estar conmigo y demostrarme que podía ser un buen marido si yo lo deseaba y por eso debía sentirme mal, muy mal por haber sido una mala novia.

Tenía las emociones a flor de piel, me sentía triste y los ojos se me humedecieron. Por varios minutos no hablamos, estaba inmersa en las mejores imágenes que había pasado en todos estos años con mi actual novio y eso me hacía sentir peor, ahora tenía ganas de irme a casa, preparar la tina y quedarme llorando dentro del agua caliente mientras acababa solita lo que éste no pudo acabar como yo hubiera querido.

-¿Estas bien? –preguntó David extrañado.

-Si, si, no te preocupes, es solo que… me quedé en el limbo –le dije falseando una media sonrisa.

-Quiero que sepas que me has encantado Pilar, eres una mujer fantástica además de estar como un tren –dijo sonriéndome - además… -añadió tomándose todas las confianzas del mundo mientras acariciaba con su mano mi muslo izquierdo y suavemente lo iba deslizando por debajo del vestido- haces unas mamadas que ya quisieran las putas de la calle haber aprendido a chuparla así.

No podía creer lo que estaba oyendo, me estaba llamando “puta” a la cara sin ningún pudor, después del malestar que me estaba provocando aquella situación y encima lo decía mientras me sobaba el conejito que aún tenía húmedo de su semen y del calentón con el que me había dejado.

Aunque en el fondo me lo merecía, yo me había buscado aquel calificativo, además, tampoco era novedoso para mí, a lo largo de mi juventud ya me lo habían dicho muchas veces y llegué a pensar si en el fondo lo era, entonces… ¿porqué no actuar como tal? Me había quedado con ganas de más, aún me sentía joven para hacer locuras y mi novio no tenía porque enterarse nunca, “ojos que no ven, corazón que no siente”.

David me sobaba el coño como podía mientras conducía con la otra mano, yo me dejé hacer para que disfrutara cuanto quisiera, ya me daba igual todo, volví a engañarme a mí misma pensando que tampoco era para tanto, muchas mujeres lo hacen sin que sus parejas lleguen a enterarse jamás, en el fondo estaba justificado así que no debía ser tan dura conmigo misma, mi mente volvía a su perversidad habitual y decidí seguirle el juego a aquel gilipollas…

-¿Te gusta como chupo las pollas? –le dije en un tono suave y muy caliente.

-uufff, me encanta como la chupas, me encanta que te dejes hacer a mi antojo y que seas tan sumisa…

-¿Sabes que tengo novio? Pero está fuera de la ciudad y quería ponerle los cuernos –le dije manteniendo el tono suave mientras le miraba con cara de perra en celo

-¿En serio? Pero que zorra eres Pilar… -me dijo mientras me masturbaba como podía con sus dedos.

-Así soy querido, soy una zorra y ahora quiero ser tu “puta”.

-Pues trae tu boca hasta aquí y chúpame la polla otra vez, “puta”.

Saqué su mano del interior de mi tanguita de hilo, le chupé los dedos para saborear mis jugos y los restos de semen que aún quedaban dentro y me incorporé a su abultada entrepierna para comérsela otra vez.

Ya estábamos a unos metros de la puerta del hotel donde me había recogido, aparcó a un lado sin importarle que alguien pudiera vernos y allí le hice otra de mis ricas mamadas. Le comí el rabo gordo lo más rápido que pude mientras él me había levantado la falda para sobarme las nalgas y aprovechaba para meterme un dedo en el culo.

La verdad que aquella situación en plena calle me estaba poniendo súper cachonda, me hacía sentir más puta que nunca y así se lo agradecí aumentando el ritmo de la mamada hasta escucharle gemir y apretar mi cabeza contra su abdomen para que no pudiera escaparme cuando se corriera en mi boca. Y así fue. Apenas noté menor cantidad de leche en su segunda corrida, como pude la tragué toda mientras apretaba con mis labios el tronco de su rabo y con la puntita de mi lengua chupaba sus huevos.

Después de resoplar con enorme satisfacción me soltó la cabellera y pude sacarme aquel falo gordo de la garganta, babeando sobre su barriga parte de la leche que no había podido tragar mientras tosía con fervor debido al esfuerzo que había tenido que hacer para tragarme lo que pude con toda su polla en la boca.

-Joder guarra, eso es una mamada y lo demás son tonterías –dijo sonriendo con una leve carcajada de satisfacción.

Todavía me estaba recomponiendo del esfuerzo al oir sus palabras pero aún así le sonreí para agradecerle el “cumplido”. No sé porque le daba tantas atenciones a aquel tipo, en el fondo no las merecía, me había dejado a medias en el polvo y ni siquiera había conseguido que me corriera ni una vez. En un instante pasé a odiarle por aprovechado y cuando me iba a despedir de él le di un número de teléfono falso para que no pudiera darme  más el coñazo.

Por su culpa me iba llena de leche y con el chochito ardiendo, aún pidiendo la guerra que merecía ¿Qué iba a hacer entonces, me iba a ir a casa de esta manera? Había vuelto a las andadas y no quería volverme como había salido de casa, insatisfecha, así que decidí ir en busca de otra polla. Me había vuelto a sentir una zorra y como tal, había que cumplir con el cometido.

Bajé del auto en dirección al paseo de la playa, allí encontraría lo que estaba buscando.

Continuará…