Que lo disfruten los señores
- ¿Tú le has puesto los cuernos a tu mujer alguna vez? - Lola, sentada a mi lado, se había inclinado levemente para acercarse a mi oreja y susurrarme la preguntita. Mi compañera habitual de desayuno era una morena, bajita, con algunos kilos de más....
- ¿Tú le has puesto los cuernos a tu mujer alguna vez? -
Lola, sentada a mi lado, se había inclinado levemente para acercarse a mi oreja y susurrarme la preguntita. Mi compañera habitual de desayuno era una morena, bajita, con algunos kilos de más, aunque no tantos como para evitar que, de cuando en cuando, algún hombre dejase caer la mirada sobre sus redondeces, especialmente voluptuosas en su trasero y en sus pechos. También en su barriguita, que se pronunciaba más de lo que ella decía desear, aunque lo cierto es que no hacía nada por esconderla. Es más, yo creo que se esmeraba en lucirla sin complejos.
Cuando entró a trabajar en la empresa se mostró muy callada, siempre metida en sus papeles y en la pantalla de su ordenador. No parecía tener intención de establecer relación con los compañeros o bien era tímida. Un día entró en la cafetería en la que desayunamos habitualmente. Yo solía ir cada día con un grupo de compañeros, tres o cuatro, no siempre los mismos. Uno de ellos, Toni, al verla entrar la llamó y la invitó a sentarse con nosotros. No supo negarse o quizás aprovechó la invitación para empezar a integrarse. Desde ese día comenzó a unirse al grupo con asiduidad. Ahora es mi compañera de desayunos diaria y aunque muchas veces se siguen sumando otros, ninguno de los dos fallamos.
Al principio, nuestros desayunos parecían extensiones del trabajo en la oficina. Poco a poco fuimos introduciendo cotilleos más personales que laborales sobre los compañeros, siempre que ellos no estuvieran delante. La empresa era un verdadero lupanar a juzgar por los rumores que corrían por los pasillos. Así fuimos profundizando hasta hablar de nuestras familias, de nuestra vida fuera del trabajo y acabar compartiendo algunas intimidades. Había mucha complicidad.
- ¿Quieres que se los ponga contigo? -
El tono de mi respuesta bailaba en precario equilibrio entre la proposición indecente y la inocencia de responder a una broma con un órdago mayor. No quería patinar, aunque en realidad hacía tiempo que fantaseaba con sus curvilíneas formas femeninas.
El crecimiento de nuestra amistad nos había permitido intercambiar confidencias, si bien no de cama, sí de pareja. Sabía que últimamente andaba bastante ofuscada con su marido. Se sentía aparcada, desinteresada, poco interesante. Su relación no vivía el mejor momento.
Lola solía ofrecer una imagen de mujer discretamente moderna, no atravesaba jamás la barrera, pero siempre bordeaba lo socialmente correcto. Estudiadamente descuidada en su forma de vestir, al estilo de las jóvenes más transgesoras pero guardando las formas. Ese día llevaba un vestido veraniego que se quedaba varios dedos por encima de sus rodillas. El cuello en U dibujaba una curvatura pronunciada que enseñaba el nacimiento sus grandes pechos y al inclinarse dejaba ver el lazo que adornaba el centro gravitatorio de su sujetador. La tela vaporosa se rebelaba en cada movimiento. Hacía rato que cubría menos pierna de lo decente, anunciando incluso el inicio de su nalga izquierda mientras mantenía esa pierna cruzada sobre la diestra.
- ¿Tú querrías ponerle los cuernos conmigo? -
Debía de haber previsto que la pregunta me iba a ser devuelta. El juego se anunciaba interminable. Lola se percató de la indiscreción de su vestido y sin mirarme dió un leve tirón, despreocupado, del borde de la tela para devolverlo, sin éxito, a su posición original. Había ganado unos centímetros de pudor pero la visión de su muslo continuaba ejerciendo sobre mi mente un poder hipnótico.
- Pues sí. Si decidiera caer en la infidelidad lo haría contigo, sin duda.
-
Fue como abrir una puerta que había contenido el deseo de los dos. Seguramente no habíamos sido conscientes o nos habíamos engañado durante todo este tiempo. Algunos roces involuntarios de nuestras manos habían desatado chispas, en ocasiones literalmente, que yo achacaba a la electricidad estática. De repente lo ví con claridad. Nuestra relación de compañeros estaba marcada por una tensión sexual contenida que ninguno de los dos se atrevía a reconocer. Ahora sabía que los dos lo habíamos vivido así.
Lola seguía siendo una mujer callada, más discreta que tímida, a estas alturas ya lo tenía claro. Pocos en la oficina mantenían alguna relación con ella fuera de lo laboral. Yo había sido el afortunado. Quizás por eso me había ido prendado de ella. No estaba enamorado, no. Pero me atraía sexualmente y ahora sabía que yo también a ella. Además sabía que a pesar de los problemillas con su pareja no tenía intención de cambiar de vida. Yo tampoco. Eso me daba tranquilidad. Ahora ya no había vuelta atrás, la puerta para que la tensión se liberará había quedado abierta de par en par.
- Lo tengo pensado hace tiempo y si quieres follar conmigo tendrás que aceptar mis condiciones -.
Me las relató. La verdad es que compartía todas y cada una de ellas, o al menos supe en ese momento que las iba a compartir. Sólo sexo. Sólo una vez cada tres meses. Sólo en hoteles, sin cenas, ni copas. Sólo nos citaríamos o hablaríamos del tema por email, nunca volveríamos a hablar de ello después hoy. Siempre la tarde-noche del último miércoles de cada trimestre. Eso era dentro de dos semanas.
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Asunto:
28M (quedan 6 días) 22 marzo 11:30
De:
Para:
No quiero un amante. No quiero alguien que me haga el amor como mi marido. No quiero alguien que me susurre al oído. Quiero alguien que me folle. Quiero a alguien que me llame puta al oído. Quiero alguien que me enseñe lo que no sé, alguien con quien probar placeres de los que aún no he disfrutado.
Compañera caliente y complaciente.
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Asunto:
28M (quedan 5 días) 23 marzo 11:43
De:
Para:
Nos veremos en el hotel xxxx. Tú llegarás a las 20:00, justo después de salir del trabajo. Te darás una ducha y esperarás desnuda a que llegue. Esta mañana he deslizado dentro de tu bolso un paquete con varios juguetes. Ábrelo cuando estés en tu casa, en la intimidad. Dentro encontrarás una nota con instrucciones sobre lo que debes hacer con ellos. A partir de hoy te vas a masturbar pensando en mi polla todos los días. Me contarás cómo lo has hecho y qué has imaginado.
Compañero perverso.
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Asunto:
28M (quedan 4 días) 24 marzo 8:35
De:
Para:
Llegué a casa hecha un manojo de nervios. Tenía la sensación de que mi marido iba a darse cuenta de que llevaba un paquete tuyo en mi bolso.. Le dije que venía muy cansada y que me iba a dar un baño relajante, que no me molestara por un rato. Estaba tumbado en el sofá, rascándose los huevos. Creo que ni me miró.
Entré en el baño con el bolso todavía colgado. No sé cómo no se dió cuenta de nada. Estaba deseando saber qué había en el paquete y qué querías que hiciera, pero decidí mantener la tensión. Estaba disfrutando el momento. Abrí el grifo del agua caliente y mientras se llenaba la bañera me desnudé. Me quedé mirando en el espejo y me gusté. Sentía tu mirada recorriendo mis pechos, mi tripa, mi sexo. Metí un dedo de la mano derecha en mi coño y comprobé que estaba empapada. Creo que llevaba así desde que recibí tu email. Las bragas estaban encharcadas.
Ya estaba lista. Abrí el bolso y saqué la cajita. Casi destrocé el papel que la envolvía. Incluso rasgué la nota que había dentro. La aparté un instante y descubrí que tu “regalo” era un vibrador de buen tamaño y otro pequeño.
Métete en el baño. Enjabónate prestando atención a tus pechos, tu coño y tu culo. Disfruta del tacto de tus manos. Siente que soy yo quien está recorriendo tu piel. Métete el vibrador grande y actívalo. Déjalo ahí dentro. Ahora métete un dedo en el culo. Dilátalo con paciencia. Hasta que sólo sientas placer. Entonces cambia tu dedo por el dildo pequeño. Déjalo dentro de ti y utiliza el grande para masturbarte. Será mi polla la que te estará follando.
Estaba segura de que me iba a doler, pero seguí al pie de la letra tus instrucciones. Me corrí varias veces y creo que incluso grité alguna que otra. Cuando salí del baño, después de guardar de nuevo los juguetes, me fui al salón y bajé los pantalones a mi marido. Estaba poseída. Quería sentir el sabor de tu polla y sólo tenía la de él a mano. Le hice una mamada como el no se podía imaginar hasta que se corrió en mi boca. Cuando limpié todo el semen de su polla con la lengua me subí sobre él. ¡Qué cara de susto tenía! le abrí la boca y dejé caer la corrida dentro. El muy capullo me empujó hacia atrás y escupió en el suelo.
Compañera caliente y complaciente.
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Asunto:
De:
Para:
El fin de semana ha sido angustioso. No he tenido noticias tuyas. Me he masturbado todos los días como me ordenaste. Mi marido no ha querido follarme, parece que está enfadado después de mi calentón del viernes. A pesar de que me he corrido cada vez que me masturbaba siento un hormigueo dentro, una necesidad angustiosa de sentir tu polla. Estoy muy caliente. Nunca había sentido esto. No puedo esperar.
Hoy he desayunado contigo y en ocasiones, no sé si te diste cuenta, temblaba de deseo. Me fue difícil respetar mis propias normas. Esperaba un email tuyo al regresar a la oficina. Pero aún no ha llegado. Sé que no me has olvidado. Sé que me estás castigando. Hace un rato, me levanté y fui al servicio. No podía más. Saqué tu vibrador del bolso (desde el otro día siempre lo llevo conmigo) y he vuelto a correrme. Después me inserté el pequeñito en el culo y mientras te escribo este email sigo disfrutando del placer que me da.
Compañera caliente y complaciente.
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Asunto:
28M (queda 1 día) 27 marzo 11:21
De:
Para:
Cuando leas este email te vas a levantar y vas a ir al aseo. Veo que hoy traes unos leggins. Me encanta como se marca tu trasero, aunque tu suéter es demasiado largo. Quítate las bragas y las dejas en la papelera del pasillo. Nos vamos a reir con los rumores cuando alguien las descubra. Ya verás que no pasa mucho tiempo sin que alguien invente una historia. En lo que queda de día deberás levantar tu suéter al menos tres veces para dejarme disfrutar de tu culo y de tu coño marcándose en la tela. Esta noche, cuando te acuestes, mastúrbate en la cama. Hazlo silenciosamente. Si tu marido se da cuenta inventa una historia. Ya me la contarás. Mañana te daré instrucciones para la tarde.
Compañero perverso.
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Asunto:
De:
Para:
Eres un cerdo. Ayer mi culo debió ser la comidilla de la oficina. ¿Sabes que van diciendo por ahí que la rubia del departamento de cuentas perdió las bragas por el pasillo?. Menos mal que nadie les va a hacer la prueba del ADN, porque te puedo asegurar que encontrarían mucho. También disfrutaron de mi culo en el autobús. Más de uno se habrá pajeado pensando en follármelo. Seguro que mi marido no. Ayer me empecé a masturbar cuando apagamos la luz. Al principio muy despacio, pero poco a poco me fui evadiendo y creo que me contorsioné y gemí como una zorra. Mi marido no se dió cuenta o no quiso darse cuenta. Creo que sigue enfadado conmigo por lo del otro día. Cuando termine nuestra cita trimestral tendré que volver a ser la modosita esposa que siempre he sido. No quiero arriesgar más. Al menos tendré que ser más discreta. ¡Cabrón! Espero tus órdenes.
Compañera caliente y complaciente.
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Asunto:
28M 28 marzo 14:01
De:
Para:
A mi me han comentado que las bragas son de la secretaria del jefe de recursos humanos, que por lo visto, eso dicen, tiene una aventura con el de seguridad. ¡Ah!, Toni, nuestro compañero de desayuno, me susurró esta mañana que se fijó ayer en tu culo una de las veces que te subiste el suéter. Me dijo que cree que te estás poniendo buenorra y que en la próxima fiesta iba a intentar algo contigo. Se ve pusiste cachondo a más de uno.
Te faltó cintura con tu marido, debías haberle hecho una paja también a él, así no habría podido hacerse el loco.
Basta de cháchara.
Llegarás al hotel a las 20:00. Pedirás la llave. La habitación es la 2xx está a nombre de Francesca Grandes. Sube a la habitación y enciende la calefacción. Desnúdate. Túmbate en la cama y empieza a jugar con tu coño y con tu culo. Después mete los dildos en tus dos agujeros, ya has aprendido cómo hacerlo. Quédate con ellos dentro y espera. No te corras. Llamaré a la puerta tres veces para que sepas que voy a entrar y esperaré unos segundos. Tendrás tiempo suficiente para abrir la puerta y dejarla entornada, volver a la cama y ponerte a cuatro patas con tu culo enfilado hacia la puerta, agacha la cabeza y apóyala en el colchón. No me mires. Espera en esa posición pase lo que pase hasta que te ordene lo contrario.
Compañero perverso.
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A las ocho y media pasadas golpeé tres veces la puerta de la habitación 2xx. Esperé casi un minuto antes de empujar la hoja. En la cama Lola exponía su trasero. Un vibrador le penetraba el sexo, aunque casi la mitad se había salido. El otro lo tenía bien encajado en el culo. Como le indiqué estaba en pompa con la cabeza escondida entre las manos. Al fin gozaba de la visión plena del objeto de mi deseo y sabía que iba a hacer lo que yo quisiera. Un latigazo de culpa me recorrió el pecho. Estaba a punto de ponerle los cuernos a mi mujer. Ahora la tenía delante, ya no eran correos. La visión de su trasero rotundo convirtió el latigazo en una descarga que recorrió mi bajo vientre.
Dejé encajada la puerta y me acerqué a ella. Sin tocarla encajé el vibrador hasta el fondo de su coño. Lola gimió suavemente, un quejido lánguido, pero no dijo nada. -
Buena zorra
- le solté secamente. Me senté en la cama, a su lado y descolgué el teléfono.
-
Por favor, suban una botella de champán a la habitación 2xx.....sí, eso está bien, gracias
-.
Mientras esperaba el servicio me dediqué a disfrutar visualmente del espectáculo que me ofrecía Lola. Aunque quería evitarlo, me estaba empalmando. Los pechos, que a través de la ropa se mostraban generosos, colgaban ahora sobre la cama. Su volumen escondía los pezones. Eso llegaría más tarde. La notaba nerviosa. Su coño debía ser una fuente en erupción a juzgar por el brillo de los labios vaginales. Estaba rasurada, al menos en la parte que podía ver. Saqué unas esposas de una bolsa de tela. Le levanté la cabeza sin dejar que me viera y se la tapé con la bolsa. Me entretuve en recorrer su espalda con la yema de los dedos, hasta el inicio de los glúteos, junto a los pechos, pero sin llegar a rozarlos. Suavemente le llevé los brazos hacia atrás y le coloqué las esposas. Quedó con la cabeza tapada, las manos atadas a las espalda y el culo muy elevado. Su respiración era cada vez más agitada. Le propiné un fuerte azote en el trasero y se encogió, pero no dijo nada, ni un gruñido. Abrí un poco más sus piernas y volví a empujar con fuerza el vibrador dentro de su coño. En ese momento, llamaron a la puerta.
-
Un segundo
- Corrí a meterme dentro del baño. Con la puerta encajada tenía una visión perfecta de parte de la cama, la que me interesaba. Veía el lado derecho de Lola y buena parte de la habitación. Desde el aseo le dije al camarero que entrara y dejara el champán y las copas sobre la mesa que había al fondo de la habitación, junto al balcón. Imaginé la sorpresa que debió llevarse al abrir la puerta y encontrarse de frente con la visión del apetitoso culo de Lola penetrado, con las manos esposadas y la cabeza tapada. Lola sabía que alguien estaba entrando en la habitación, noté que se removía pero no tenía muchas posibilidades de taparse. Se lo pensó mejor y se quedó inmóvil.
La puerta entreabierta del baño me permitió observar sin ser visto. Era una camarera. No dijo nada. Llevó la botella y las copas hasta la mesa y se entretuvo en colocar adecuadamente la cubitera. Al girarse para enfilar la salida se percató de que la observaba desde el baño. Sonrió y miró a Lola. Echó a andar y al pasar junto a ella deslizó la mano y muy levemente le rozó un cachete del culo. Lola se estremeció. Se paró un instante y miró hacia el aseo como pidiendo permiso.
-
Claro, por supuesto
- conteste a su mirada.
Con la mano empujó con fuerza, casi con saña quise creer, el vibrador que había vuelto a intentar escapar del coño de Lola. Ella perdió ligeramente apoyo y a punto estuvo de caer de bruces sobre la cama.
-
Gracias
- le dije.
-
Que lo disfruten los señores, desean algo más
- dijo con cierto tono burlesco.
-
Nada más, gracias, muy amable. La llamaremos si necesitamos algo más
-, contesté.
-
No duden en hacerlo
-, se despidió.
Serví una copa de champán y me acerqué a Lola. Mi compañera seguía en la misma posición. Silenciosa, chorreante. El brillo que antes insinuaba su sexo era ya un reguero de placer. Los rocé con el dedo para limpiar el líquido y me lo llevé a la boca sonoramente. Derramé un poco de champán helado justo en el encuentro de su trasero y su espalda. El líquido se deslizó rápidamente hacia su cuello y por la raja del culo hasta gotear por su coño. Con la lengua recogí primero la huella que el champán había dejado en la espalda y después me entretuve en limpiar su coño. Volví a empujar, esta vez con la boca el vibrador hasta el fondo y lo puse en marcha. Lola no pudo contener los gemidos.
Entonces la incorporé, la senté sobre la cama con los pies en el suelo y le quité la capucha de tela.
-
Cabrón
-. Nunca nadie había pronunciado ese insulto con más lujuria. Los ojos le brillaban de deseo.
-
Te ha gustado, puta, no protestes
- le contesté mientras le magreaba por primera vez las tetas que tanto había deseado. Los pezones eran enormes y rosados. Inmediatamente se contrajeron y se oscurecieron mostrándose desafiantes ante mis caricias.
Me bajé los pantalones y le abrí la boca. De un golpe le metí la polla en la boca lo más profundo que pude. Lola no protestó. Empezó una frenética mamada.
-
Ahora vas a empezar a gozar
-.