¿Qué le voy a hacer si no puedio vivir sin sexo?
La repentina marcha de mi marido dejó un hueco que yo tenía que llenar.
Siempre he sido muy activa sexualmente hablando y esto nunca me había supuesto un problema porque ya me encargaba yo de que mis parejas también lo fueran ... pero el problema que tengo ahora es diferente.
Por motivos laborales mi marido ha tenido que irse fuera del país por seis meses. Seis meses sin él. Seis meses sin sexo ... o no?
Yo siempre le había sido fiel. De hecho nunca había sido infiel a ninguna de mis parejas. Soy de las que piensan que si no quieres estar con quien estás, pues le dejas y listos. Pero esa no era mi situación ahora. Yo le quería, quería estar con él y con nadie más, pero no podía ser ... ¿Era justo? No. ¿Aguantaría mi cuerpo tanto tiempo? Tampoco.
Al tema. El primer problema surgió al mes y medio de estar sola. Vino a casa el fontanero (sí, ya sé que es un topicazo, pero es lo que pasó) a arreglar una fuga del fregadero y, a juzgar por cómo me miraba, estoy convencida que de haberle dado a pie habríamos acabado en la cama. Me costó mucho contenerme porque en honor a la verdad, el chico estaba muy bien. Ese fue el día en que tuve la convicción de que no iba a aguantar.
La segunda tentación fue en el trabajo. Un compañero, sabiendo que mi marido se encontraba de viaje, comenzó a tirarme los trastos. La verdad es que era un bombón, pero si no me había tirado al fontanero, no iba a complicarme la vida con alguien del trabajo.
La tercera tentación (y como todos sabemos a la tercera va la vencida) fue cuando una noche, al abrir mi facebook, descubro que me ha agregado un viejo amigo que hacía tiempo que no veía. José, que ese es su nombre, había sido mi amor platónico años atrás cuando compartíamos pandilla, pero él siempre estaba de flor en flor, algo que me tiraba para atrás ya que yo por aquel entonces buscaba algo más serio. Todo lo contrario de ahora …
Comenzamos a intercambiar mensajes. De ahí pasamos al móvil y sin saber muy bien como me encontré vestida con mis mejores galas (o las más provocativas) sentada frente a él en un restaurante de un pueblo vecino. Él me había pegado un buen repasón al verme llegar. Mi falda ceñida y por encima de las rodillas, mi camisa escotada y apretada y mis zapatos de tacones se lo merecían.
En ninguna conversación previa habíamos hablado de sexo, y aunque él sabía de mi situación y yo de la suya (también casado), en todas nuestras comunicaciones se mascaban sus ganas de follarme y las mías de ser follada.
La cena transcurrió sin mucha novedad. Risas nerviosas y miradas cómplices acompañaron a los entrantes y al plato principal. El postre decidimos hacerlo en otro sitio y cogimos su coche.
Ya de camino a la heladería, no pude seguir aguantándome, me ladeé como pude en el asiento y comencé a acariciarle la pierna. Él, sin parar de conducir, se puso tenso.
- Tranquilo cielo que no te haré nada que no te guste.
Mis caricias fueron subiendo y ya llegaban a su paquete, que estaba ganando tamaño y dureza a una velocidad de vértigo. Se quitó el cinturón para facilitarme la tarea, yo ni me lo había puesto.
Comencé a sobarle la polla por encima de la ropa y él cada vez se agitaba más. Parecía estar bien dotado aunque era difícil de decir en esas circunstancias, por lo que le abrí la cremallera y con bastante dificultad saqué una polla aún un poco morcillona pero enorme. La atrapé con mi mano y comencé a moverla. Arriba y abajo, sin prisas. José dio un respingo pero aguantó el tipo. Quería probarla, deseaba saber a qué sabía … pero no lo iba a hacer hasta que me lo pidiera. Seguí tocándosela hasta que decidí aumentar un poco más la temperatura, por lo que me subí la falda y comencé a acariciar mi tanga. Eso fue demasiado para él y me cogió de la cabeza y la guió hacía su polla. Por fin.
Comencé a comérsela como si no hubiera probado una polla en años. Con hambre, con ansía. Parecía que ya la tenía en todo su esplendor. Era larga y gruesa, con las venas bien marcadas, sin pelos y con unos huevos enormes. La disfruté como un niño saborea un caramelo y cuando la cosa se estaba poniendo interesante, noté como el coche se detenía.
Por mí no pares pero si lo prefieres podemos seguir en mi casa …
Me parece una gran idea. Vamos.
Cada uno se recompuso la ropa y salimos a la calle. Le seguí hasta su portal y nada más entrar me acorraló contra la pared. Comenzó a sobarme con ganas, cogiéndome del culo o apretándome con fuerza las tetas. En apenas unos instantes me había subido la falda a la cintura y me había abierto la camisa para sacarme las tetas por encima del sujetador. No me lo podía creer, estaba casi desnuda magreándome en el portal de un tío que no era mi marido … ¡Qué morbazo!
Oímos una puerta en un piso superior y la luz se encendió. Había llegado el momento de ir a un sitio más íntimo y de paso más cómodo. A toda prisa me coloqué la ropa y subimos a toda prisa a su piso.
Nada más entrar me volvió a arrinconar contra la pared, pero está vez yo también le quitaba la ropa a él y en cuestión de segundos estábamos los dos desnudos. Mientras nos frotábamos conseguí colar una mano entre nuestros cuerpos y alcanzar su polla. Era enorme y la tenía muy dura. Esa fue la gota que colmó el vaso. No podía aguantar más, por lo que me di la vuelta poniéndome cara a la pared y eché mi culo para atrás.
José me metió dos dedos en el coño para ver como lo tenía y cuando vio que entraron sin problemas porque me tenía empapada, acercó su cuerpo al mío y pude notar como colocaba su polla en mi agujero. La fue metiendo poco a poco, tan lentamente que parecía que no fuera a llegar el momento de tenerla toda dentro. Cuando por fin me la metió del todo, me cogió con fuerza de las tetas para atraerme hacía él y me susurró al oído ...
- Sabía que te follaría, antes o después sabía que caerías ...
Empezó por fin a follarme, a sacarla y a meterla, al principio poco a poco ... para ir ganando fuerza y velocidad. Yo me creía morir. No sólo la tenía grande si no que la sabía usar. José acompañaba cada embestida con ligero movimiento circular que me hacía ver las estrellas ... y alternaba sobarme las tetas con tocarme el coñito por delante o decirme guarradas al oído ...
No acostumbro a correrme más de una vez, pero cuando ya llevaba 2 orgasmos intensísimos noté como a él le quedaba poco: sus empujones cada vez eran más fuertes, su cuerpo estaba más tenso que antes, su polla más dura y sus gemidos más altos. Sin dudarlo me la saqué a toda prisa y me arrodillé delante de él. Quería agradecerle de la mejor manera que sé todo el placer que me había dado por lo que comencé a comérsela. Noté con mis labios y mi lengua como las venas de su polla se hinchaban y acto seguido él me cogió de la cabeza para asegurarse que no me echara atrás. Tanta leche soltó cuando se corrió que no me cabía en la boca, y como seguía sujetándome la cabeza, tuve que tragármela para no atragantarme. Hacía tiempo que no lo hacía pero me resultó deliciosa. Y por supuesto no desperdicié ni una sola gota ...