¡Qué historia la nuestra! (2)

Flotaba entre nosotros dos, Lito y yo, una atmósfera sexual, de macho cabrío, de potentes cogedores. Éramos dignos de ver; modelos de varones, lindos, exitosos, jóvenes y amigos.

Que historia la nuestra (II)! Flotaba entre nosotros dos, Lito y yo, una atmósfera sexual, de macho cabrío, de potentes cogedores. Éramos dignos de ver; modelos de varones, lindos, exitosos, jóvenes y amigos.

Flotaba entre nosotros dos, Lito y yo, una atmósfera sexual, de macho cabrío, de potentes cogedores. Éramos dignos de ver; modelos de varones, lindos, exitosos, jóvenes y amigos. Aquellos que nos frecuentaban nos admiraban y hasta sentían celos de nuestra hermosa relación. Nosotros en la intimidad éramos verdaderos amigos íntimos. Amigos porque nos queríamos, nos respetábamos y nos ayudábamos, e íntimos porque estábamos muy cerca uno de otro... muy cerca. Hacía unos tres días habíamos tenido nuestra primera noche de amor y sexo. Yo lo había disfrutado como nunca antes en mi vida, pero ahora tenía dudas. Yo era once años mayor que Lito. Lo pensé mucho y le propuse a Lito que recordáramos nuestra noche como un lindo sueño, pero que nos convendría seguir siendo amigos nada más. Era necesario que retrocediéramos con nuestra relación al momento anterior de amarnos con el cuerpo. Lito estuvo de acuerdo y comenzamos nuestra primera jornada juntos comportándonos como dos hombrecitos. Casi no nos tocamos. Igualmente, juntos, cerca uno del otro, nos sentíamos bien. Después de nuestras ocupaciones habituales llegó la tarde serena y poco después descendió sobre nosotros una noche azul y silenciosa que se hizo poco a poco profunda y oscura. Un dulce recuerdo con sabor a sexo se comenzó a energizar en mi piel hasta convertirse en puro deseo. Igualmente me contuve y llegó el momento de acostarnos y él se recostó en mi cama a mi lado. Yo le pedí que me abrazara y nos diéramos fuerza mutuamente. Así fue al principio y poco a poco se derivó en otro bellísimo acto íntimo. No me acuerdo cómo pero en unos minutos no teníamos ropa y su pene semi-erguido estaba entre mis glúteos. Yo reculé y Lito se quedó quieto provocando una erección instantánea en ambos. Yo le dije: - ¡Epa, qué reacción! ¡Ya se te puso dura como una roca! Lito sonriendo me dijo: - ¡Y, yo no soy de fierro! Inmediatamente me ensartó su verga de una estocada, llegando hasta el fondo de mis entrañas. ¡Qué placer! ¡Qué calentura brava me agarré! Yo hubiera querido que se metiera entero dentro de mí. Comenzó a bombear largo y lento, así, de costado, en posición de cúbito dorsal; hasta que de pronto me pidió que me incorporara y me pusiera en cuatro patas como los perros. Yo le pedí que me penetrara patas al hombro como a una mujer; me gustó mucho esta posición porque así lo tenía de frente y podía besarlo, acariciarlo y recorrer una y mil veces sus nalgas apretadas contra mi cuerpo. También esa posición te permite, al ser poseído, el poder tocar el contorno de tu ano y la base de la pija que te está entrando. La sensación de sentirse taladrado por la persona que has comenzado a amar es indescriptible porque no es sólo sexo, es comunión de almas y cuerpos sin complejos. Pero Lito me pidió por favor que quería penetrarme en cuatro patas porque no quería perderse el espectáculo de ver su miembro entrar y salir y volver a entrar y volver a salir de mi anillo trasero. Verse perforando mi culo lo calentaba tanto que perdía el control de sus actos y se entregaba totalmente a serruchar hasta explotar en un grandioso orgasmo. Eyaculó tánto dentro de mí que yo conté siete chorros de semen. Se desplomó arriba de mi espalda y buscó mi oído para decirme: - Te amo, no quiero otra cosa que estar contigo. Imagínense lo maravillosamente bien que me sentía yo. El chico de rulos que yo deseaba como a nadie en este mundo, estaba a mis espaldas. Me di vueltas y lo besé incansablemente. Le pregunté y me pregunté si no estábamos haciendo mal en continuar con esta relación. Ambos nos contestamos que nos habíamos dado cuenta de que no, que así tenía que ser y que seguiríamos juntos todo el tiempo posible. Entonces le pedí que se diera vuelta con un gesto cariñoso. Él se acomodó sobre la cama, le puse la almohada debajo de su vientre plano y dorado, entonces su culo adorable quedó a mi merced. Lo olí, incorporé su aroma a mi vida, definitivamente. Lo succioné con el beso más apasionado que se puedan imaginar. Tan lubricado estaba que esta vez no usé ningún aceite y lo penetré con pequeños pero constantes empujoncitos. Un cm, dos, la cabeza, medio tronco, tres cuartos de mi pija ¡y ahí va! ¡Adentro mi alma! Toda mi pija gruesa en su culo apretado. Tenía Lito una cara de dolor que me hizo detener y consultarle. Él se quejaba pero me pidió que continuara y cuando le agarré su pene lo encontré tan duro que supuse que mi cogida le gustaba. Lo cogí y lo cogí con las ganas de amar acumuladas durante toda la vida. Tardé en llegar al orgasmo porque no quería que el momento terminara. Saqué mi verga de su culo completamente afuera y vi cómo su ano abierto fruncía el anillo por la inflamación. La volví a introducir entera y su mirada hacia arriba buscando la mía, me enterneció. Lo amé más. Cuando exploté fue como haber subido a la montaña rusa y haber bajado de golpe con todo el placer. Envidiable para quien no lo vivió. Lo repetiría hasta morir porque fue uno de los orgasmos más lindos de mi vida. Digo uno porque luego vinieron muchos más. Nos fuimos al toilette juntos y nos turnamos para descargar el semen en el inodoro y lavarnos en el bidet. Luego nos abrazamos y nos fuimos a la cama juntos. Allí nos pegamos y permanecimos juntos toda la noche. ¡Cuántas veces nos miramos! ¡Cuántas veces nos acariciamos! Estábamos en una cama de una sola plaza y parecía grande para los dos. Lito y Marcelo, alumno y profesor, 17 y 28, sexo, amor, pasión, deseo. Te quiero. Esta segunda noche fue la definitiva, luego de habernos amado mucho, nos abandonamos al sueño. No fuimos a trabajar, ni él ni yo. Tuvimos un desayuno de amor y buen sexo que duró hasta el mediodía. Recorrí su cuerpo con la humedad de mi lengua, descubrí sus atributos y sus defectos. Le hice una fellatio de campeonato (era el segundo hombre al que se la hacía) y me tragué el jugo de sus fueros íntimos. No me importó a qué sabía ni me importó que todos los líquidos corporales me daban asco si provenían de otra persona que no fuera yo. Los líquidos de Lito eran deliciosos porque tenían que serlo, eran de la persona que adoraba. Nada más. ¡Qué sensaciones! Lamí sus pezones y se erizaban, su vientre se convulsionaba y sus ojos se ponían en blanco. Te sigo queriendo, nene. Luego él hacía lo mismo conmigo, a pesar de que a él no le gustaba la idea de mamar la pija de otro, aunque sea la mía. Lo hizo de todos modos demostrando que cuando alguien quiere es capaz de sacrificio. Yo sé que me sigues queriendo. Aquí comenzó uno de sus actos particulares que me sorprendió: le gustaba succionar detenidamente mis axilas. Mis axilas son velludas y Lito se enredaba entre mis vellos y las succionaba hasta el hartazgo. Al principio me hacía muchas cosquillas pero Lito no me permitía zafar de su abrazo y lo seguía haciendo casi como un juego. Me venció todas las resistencias y pudo hacerlo a su antojo. Vivir en el armario pero completamente feliz. Así vivíamos, en el armario, pero muy felices. Nuestra situación no nos permitía blanquear la situación. No había testigos pero... cuando se cerraba la puerta de nuestra casa... imagínense. Definitivamente Lito se instaló en mi casa. Ahora era nuestra casa, nuestra vida de pareja. Yo trabajaba todo el día. Él trabajaba hasta la tarde. A la noche nos encontrábamos en casa y vivíamos como una pareja de recién casados. Y vinieron muchas historias calientes que ya les contaré. Autor: tumarcelito tumarcelito@terra.com