Qué hice...?

Dejándome llevar por un chico que se apoderó de mi voluntad.

Mayra es una amiga y vecina, bastante menor que yo, pero siempre ha estado cerca de mí en las buenas y las malas. De familia humilde, pasó por la dura realidad de tener que ramitar una herencia complicada.

Tres humildes casas en un barrio humilde de Buenos Aires, un hermano viviendo una vida complicada con varias adicciones y un papeleo interminable que asumí debia hacer yo en mi calidad de profesional.

Nada perseguía un fin económico, el motivo era justicia para ambos y actualización de un papeleo olvidado en algún legajo de una perdida oficina estatal.

Para comenzar era imprescindible la colaboración de ambos y por lo tanto cité a su hermano Brian (28) para hacerme de sus datos e identificación.

No vino la primera vez, ni la segunda y sólo accedió a encontrarnos casi 40 días después de la primera cita.

Era un día gris, de lluvia intensa y el frío clásico de Buenos Aires en agosto.

Sonó el portero eléctrico de mi oficina y accedí a abrirle con cierto resquemor. No por la apariencia, que era de un joven con muchas carencias sino por su historia de vida relatada por su hermana.

Brian era un joven alto, debía rondar los 1,80, debajo de gorro empapado un pelo negro ensortijado resaltaba unos ojos negros con mucha vida.

Esperaba encontrarme con un ser decadente pero hallé un ser pleno de vida.

Había elegido su mejor ropa, unos jeans con tajos, remera con leyenda en inglés y unas zapatillas deportivas.

Lo invité a pasar y sentarse, sin preguntarle le traje un café y unas galletas para paliar el frío que lo hacía tiritar.

Mecánicamente pasé a relatarle la situación, los bienes y los difíciles trámites que nos esperaban.

Había fijado sus enormes ojos en mí y como de la nada me dijo “que bonita sos…”, ruborizada, apenas pude esbozar una sonrisa y dar las gracias.

Recabé lo que necesitaba, cerré la carpeta, como dando por terminada la reunión, pero él ni se inmutaba. Otra vez me volví a cruzar con sus ojos varias veces, la charlase extendía y pasamos de temas familiares a la realidad que había vivido y su condición actual.

Ante mi sorpresa comenzó a preguntar sobre mis cosas y su sonrisa iluminaba al día.

Repetimos el café, pero al ir a buscarlo, noté como me hacía una radiografía de con su mirada.

La mesa de cristal nos separaba, pero hablando distraídamente, acercó su silla a la mía y la charla se hizo alegre y divertida.

Hablamos de mi reciente separación, de sus amores fallidos, del tiempo, del gobierno, de los perros.

Cuando la charla estaba subiendo de tono, me incorporé para recoger las tazas de café y sin miramientos me tomó de la mano y agradeciendo el trato, no dejaba de sostenerla cálidamente.

Me corrió la silla y se acercó a escasos centímetros, susurrando algo que no pude oir por el nerviosismo que tenía.

Me temblaban las manos y los pocillos de café tintineaban sobre los platillos.

Parándose detrás de mío, tomó mis brazos para evitar el temblequeo, me atrajo hacía él y apoyándose en mi espalda me anunció lo que iba a hacer. “te voy a cog… como forma de pago” me dijo.

Mis manos perdieron la fuerza y los pocillos, platos y cucharas rodaron por la alfombre nueva.

Hacía casi 6meses que me había separado y sólo había tenido un encuentro con mi ex y un amigo en el relato anterior MI PRIMER TRIO A LOS 50. Nada había pasado desde ese día y mi cuerpo lo sabía.

Instintivamente me arrodillé y recogí la loza, al incorporarme me sacó las cosas de la mano y me hizo girar para quedar enfrente suyo.

Su sonrisa congelaba mi resistencia, aunque argumenté que era casi el doble de edad, que era una locura, que no me iba a prestar a eso.

“Ahora, el que manda soy yo” me dijo y eso me desarmó, barrió con mis defensas.

Me besó dulcemente.

“estás de acuerdo con eso…?”

Sí, asentí casi murmurando, asumiendo un papel que jamás había tenido. Yo, que siempre asumía las decisiones, las posturas, los tiempos, cedía ante un jovencito que demostraba un control total de lo que estaba pasando e iba a pasar.

Se aparto un metro, apoyándose en la mesa, yo contra la pared.

Cruzó sus piernas, sus manos en su regazo y me ordenó “sacate la camisa”.

Decidí jugar su juego y mi camisa beige de seda, se fue abriendo lentamente. El roce de la seda cayendo en mi espalda activó un cálido sentido de desnudez.

Sin que me lo pidiera, desabroché mi sostén, pero me recordó que él daba las órdenes de lo que debía hacer.

Ridículamente tapé mis senos con las manos, se incorporó y las bajó.

Rozó mis pezones con sus dedos y éstos estaban a punto de explotar, los tuve que acariciar porque no aguantaba más su dureza.

Me señaló el pantalón y sólo un movimiento hizo que el botón que lo sostenía cediera y cayera a mis pies.

Soy sumamente blanca de piel y la tanga negra resaltaba en mi cuerpo.

Lentamente bajó el cierre de su jeans, buscó dentro de bóxer negro y sacó su miembro.

Se incorporó y tomando mis pezones con la punta de sus dedos me hizo separarme de la pared y acercarme a él. Una vez cerca y sin soltarme, me besó con pasión y el dolor de mis senos se convirtió en un disparador de la mía.

Hundí mi boca en la suya, nuestros labios se fusionaban, nuestras lenguas luchaban a muerte por un espacio. En un respiro murmuró dentro de mi boca “chupam….”

Y sin pedir permiso, me tomo de los hombros y me hizo arrodillar a sus pies.

Cumplí su deseo con toda la experiencia de mi vida, primero externo, luego internamente con suavidad para terminar con un vaivén violento.

Se acercaba el final entonces subí mi mirada esperando órdenes y como leyéndome la mente me dijo “tomámela”. Con sus manos en mi nuca, sostenía ese vaivén y en segundo explotó en mi boca, mientras yo lo hacía en mi tanga negra.

Caí hacia atrás exhausta, mientras terminaba mis estertores expulsando las últimas gotas de mis jugos.

Se sentó a mi lado, jadeando también, se sacó su remera y yo me incorporé para ir al baño.

Volví con unas toallitas húmedas para higienizarlo.

“te cambiaste de bombacha?” me dijo. Sí le contesté estaba empapada después de haberte dado mi primer orgasmo. Siempre llevo un par en mi bolso.

Otra vez sus manos en mi senos, otra vez las caricias mutuas, los besos prohibidos.

Se instaló de rodillas delante de mí y separó las mías dejando ver mis cavidades.

Lamió, besó, tocó, penetró mis espacios con su lengua, labios y dedos.

Cambiamos de lugar y sin mediar palabra me tomó de la cintura y me ubicó arriba suyo. Sentada en sus piernas, mientras con su lengua recorría mis senos, jugaba con su miembro en la puerta de la cueva encantada haciéndome gemir y pedir por favor que continuara.

No se hizo rogar, me dejó caer encima de ella y sentí el glorioso ardor de ser penetrada.

Otra vez duramos poco, era demasiado el calor, demasiada la pasión, demasiadas las ganas. En medio de mis grititos de placer explotamos los dos juntos. Nunca imaginé tener tanto para dar.

Otra vez el ritual de ir al baño, de las toallitas, aunque esta vez yo estaba desnuda y él parado contra la pared.

Recién ahí lo pude apreciar en su totalidad. Musculoso, armonioso, cara de nene, cuerpo de hombre.

Sugerí terminar la fiesta, pero su pene se resistía a ello. Yo, encantada.

Volvió la charla, te gusta gritar?,  te gusta que te hablen chanchadas?, te gustaría depilarte?,

Eso mientras terminaba cada oración con un beso suave y tierno.

Date vuelta, me dijo.

No, empecé a argumentar, pero cerrando mis labios con su dedo índice, me recordó “ahora mando yo”

Obedecí con gusto, era mi posición preferida.

Se agachó detrás de mí y sentí sus labios y lengua jugar en el entorno de mi cola.

Hacía años que no la usaba, no quería hacerlo hoy y sin preparación.

Le pedí por favor que no, quédate tranqui, me dijo, y siguió besándomela. No aguantaba más, el placer me electrizaba el cuerpo, mis entrañas se contraían y dilataban sin parar.

Así llegué al tercer orgasmo de aquella mañana de invierno. Lo grité, le grité lo que me estaba pasando, lo que le estaba dando.

Me dejó terminar y a continuación, me reclinó sobre la mesa y tomándome de la cintura, me volvió a poseer desde atrás. Esta vez acompañado de palabras soeces, de insultos de groserías que no hacían más que exacerbar mi lívido.

Ésta vez yo no llegué, no tenía con qué. Él si, en medio de mis gritos y de sus insultos, llegó a destino con una explosión corporal que hizo temblar la oficina.

Pasaron los días y no tuvimos ningún tipo de contacto.

Un viernes casi a la hora de irme, atendía a un matrimonio de ancianos, cuando sonó el timbre, era él. No lo esperaba.

Pasó y sentó en la salita de espera como cualquier cliente.

Los viejitos demoraban, había que explicarles su caso y los avances, pero Brian ni se movía de su silla. Al pasar a su lado a despedir a los otros clientes, me extendió la mano cortésmente y me saludó con “hola escribana” que sonó raro.

Tuvimos sexo rápido, brutal, enloquecido, pero me esperaban en casa para una reunión con mi ex y quería llegar lo más normal posible.

El viernes siguiente me llamó. Al otro día su amigo del alma cumplía años y quería que lo acompañara a una cena tranquila en su casa. Otra vez el argumento de la edad, de la vergüenza, de que no convenía que nos vieran juntos….

Paso por vos a las 19:00 fue toda su respuesta.

Jeans, botas largas y un abrigado buzo de lana era el atuendo elegido. Elegantemente informal me llamó desde la puerta de casa para avisar su presencia.

Un viejo auto me esperaba con él adentro, subí, nos besamos levemente y traté de poner un poco de sentido común a las presentaciones, intentando saber cómo me presentaría a su amigo y su pareja.

Llegamos a una casa modesta en las afuera de Buenos Aires, pero muy cálida. Los dueños de casa tenían una edad intermedia entre la mía y la de Brian, lo que hizo que me sintiera más cómoda. Me presentó como su escribana y amiga. Mejor.

Cenamos y pasamos al living a ver tele, poner música y bailar un rato, agradable velada se presentaba. Hasta que….

El alcohol de los varones empezó a hacer efecto y los bailes se hicieron más sensuales y explícitos. Los besos iban  acompañados de caricias, roces y amenazas de lo que nos iban a hacer. La esposa del amigo de Brian, se reía y burlaba, lo que me daba cierta tranquilidad.

Pero no fue asi.

La temperatura subía, la ropa pesaba, las manos buscaban debajo de ella, encontraron mis senos y a mis pezones eso les encantaba, En segundos quedaron enhiestos y rígidos. Los pellizcos me hacían gemir de dolor, pero también de placer.

Al lado nuestro la pareja iba más adelante y ella ya estaba desnuda de la cintura para arriba. así quedé yo, segundos después por la acción de mi amigo.

La joven se incorporó y son avisarlo, le dio un beso enorme a mi Brian, quedé estupefacta. El amigo miraba riendo y cuando intentó hacer lo mismo conmigo, lo paré en seco.

En ese momento, Brian se separó unos cm y me recordó, “ahora mando yo…”

Volvieron cada uno a su pareja y pero las manos de los hombres no reconocían territorio.

Brian se la sacó, me la pasó por los senos y la puso frente a mis labios. No dudé era un placer desde siempre sentirla en mis labios. El amigo hizo lo mismo y su pareja se lo introdujo totalmente, de una, sin preparativos.

Yo estaba extasiada haciéndolo cuando la sacó de mi boca y se la ofreció a su amiga. Ella aceptó, yo quede muda, enojada, entonces fui por la de su amigo y terminé lo que su amiga había empezado. Terminó en mis senos

Hicimos el amor hasta el amanecer, intercambiamos parejas y hasta algunos besos lésbicos.

Pero la historia no terminó al llegar a casa.

Pero esa, es otra historia.

Hasta la próxima