¿Qué harías por amor?
Tenía 20 años cuando te conocí, y tú... Tú me doblabas la edad
Tenía 20 años cuando te conocí, y tú... Tú me doblabas la edad
Pasabas siempre frente a mi trabajo y algunas veces con suerte te veía.
Comenzamos con simples miradas, que después se acompañaron de ligeras sonrisas, hasta que tal vez ganaste confianza y te atreviste a decirme "hola"
Pasó el tiempo y comenzamos a romper silencios, me confesaste que te gustaban las mujeres, cosa que en lo absoluto no me sorprendió, al contrario, agradecí tu sinceridad. Me preguntaste mis preferencias y yo en un momento de confusión, te respondí que no me gustaba etiquetarme.
Seguimos hablando por varios meses, te encargaste de dejarme claro que no querías que yo malinterpretara tu cariño, que era simple amistad y nada más. Reaccioné bien ante esas palabras, pues para ser honesta, jamás quise nada contigo que no fuera amistad.
Creo que esas palabras tuyas pronto las olvidaste, porque después confesaste que te gustaba, te encariñaste conmigo, dijiste... Me catalogaste como una persona única y especial y eso hizo aflorar algunos sentimientos en mí, intenté reprimirlos pero no pude, o no quise...
Fuimos sinceras y confesamos lo que cada una guardaba en su interior, nos dijimos nuestros miedos, nuestros deseos, nuestras ganas de comenzar algo más que una amistad.
En esos momentos la emoción me invadía por completo y lloré, porque de felicidad también se llora, y respiré profundo para contener a mi corazón que estaba por salirse de mi pecho, al menos así lo sentí.
Dijiste que me amabas, y entonces la magia dio con nosotras, te respondí lo mismo y eso fue lo que terminó por unirnos aún más. Te quería conmigo, te quería para mí.
Oficialmente me pediste ser tu novia, gustosa acepté pues a lo nuestro había que ponerle un nombre, no podía pasar desapercibido después de provocar un sinfín de emociones. En seguida me besaste y calmaste mis miedos, me trajiste tranquilidad y arropaste las inseguridades que se asomaban en mi rostro.
Los primeros días fueron maravillosos, la felicidad por fin nos sonreía, sentíamos flotar en las nubes y creímos que podríamos contra el mundo.
Esos días se convirtieron en una semana y después en dos. Nuestros cuerpos se reclamaban y quise entregarme a ti, y yo, que jamás había estado con nadie, dejé que contemplaras mi desnudes, que te perdieras en mi cuerpo y me llenaras de besos que ni el agua me quitaría.
Tú, con toda la experiencia debido a tu edad, me trataste como lo más puro y delicado que jamás tuviste. Formamos una conexión que creímos que nada la rompería.
Pasaron más días y las cosas no marchaban bien, decías que querías lo mejor para mí y eso no te incluía a ti. No entendía y te pedí que me explicaras, diste varias vueltas al asunto hasta que te obligué a hablarme con la verdad, fue ahí en donde me arrepentí de haberlo hecho.
Empezaste diciendo que eras consciente de la relación y que no la teníamos fácil, que pesaba la edad, los miedos, mis padres, tu preocupación al qué dirán, me sorprendió la enorme lista de cosas que según tú, impedían pensar en un futuro juntas. Lloré, pero ahora de tristeza, de impotencia y enojo, enojo contigo, conmigo, con la vida. Hablaste por mí y no era precisamente lo que yo diría.
Te animé a intentarlo, a luchar y dejar que el destino nos guiara, dijiste que no, al parecer tu decisión ya estaba tomada.
¿Qué harías por amor? Preguntaste antes de dejarme. Respondí sin dudas que luchar por ti.
Te hice la misma pregunta y no obtuve respuesta.
Supongo que fue, renunciar a mí, porque te fuiste y no me llevaste. Me dejaste ahí, con el corazón que buscaba respuestas, con miles de besos aún por darte, con tanto amor que un mes no le fue suficiente.
Los días pasaron y perdí un poco mi dignidad al buscarte, te quería, y cuando alguien quiere, no renuncia fácilmente. Me encontré con las mismas palabras que dijiste la última vez que hablamos y eso terminó por matarme.
Comprendí que ya no había vuelta atrás, ya no éramos nada.
Lloré por meses sin comprender el por qué de muchas cosas, pero me abracé tan fuerte que con el tiempo todo fue mejorando, y te fui superando y dejé de amarte, porque créeme que eso también se puede.
En varios años no supe de ti, hasta que de pronto me buscaste, dijiste extrañarme y confesaste que tu amor por mí seguía intacto, creo que estabas confundida, lo reflejaban tus ojos.
Yo para ese entonces, solo sabia una cosa: uno jamás renuncia, ni al amor, ni a la lucha, ni a nada, incluso con mil miedos...
No te dije nada, pero sonreí, porque todo lo que no fue contigo, hoy tiene una explicación.