Qué hacer en una primera cita
[...Me incliné y terminé de abrir sus jeans, de un tirón bajo su bóxer y me metí su pene en la boca. Lo ansiaba tanto, ensalivé todo el tronco y engullí con avidez. Quizás estaba un poco borracha, cuando me emborracho me pongo bien cerda. ...]
Esta no era la primera vez que tenía una primera cita, tampoco iba a ser la última. Lo conocí por Tinder, a todos los conozco por Tinder. Rubio, tatuado, ojos claro, voz agradable, el chat que mantuvimos por WhatsApp fue suficiente para que aceptara conocerlo. El encuentro iba a ser en una cervecería de Palermo, la elegí porque si bien es un lugar público y seguro pero también por su ambiente relajado y oscuro. Caminé hasta la entrada, llegaba unos minutos tarde para asegurarme que él estuviera ahí. Mi vestido era negro con falda corte campana y tirantes finos que cruzaban sobre mi escote hasta desaparecer en mis hombros. Mis rulos rubios sueltos caían sobre mi espalda y enmarcaban mi cara con un aire tan angelical que se volvía en perfecto antónimo de lo infernal de mi pecho. No acostumbro maquillarme mucho, un poco de Rimmel, sombras y un brillo labial son suficientes para realzar mis ojos verdes y mis labios carnosos. Como dije, no era mi primera cita y sabía que menos es más.
“Estoy con una camisa azul” me texteó. Lo vi de pie en la vereda y quedé satisfecha con su aspecto, no era muy alto pero se veía descomunalmente hermoso. Lo saludé con un recatado beso e ingresamos al local. Nos llevaron a una mesita en un rincón de la cervecería me senté cerca suyo quería estar a su alcance, por las dudas.
- Sos Lucas, ¿verdad? – Me reí.
- ¿Qué pasa si te digo que no? – Lo golpee juguetonamente.
- Te pareces mucho a Lucas.
- Ah, ¿si? ¿Es lindo?
- Muchísimo.
El coqueteo era tranquilo pero prometía. Pasamos la primera pinta hablando sobre nuestros trabajos, nuestros planes de vida, nuestra vida en general. Las primeras citas son así: una presentación colorida sobre nosotros mismos son los siguientes encuentros los que de a poco van resaltando las partes oscuras de nuestro ser. Lo vi mirarme el escote, no lo culpo me puse este vestido para que centre su atención en mis tetas. El negro del vestido resalta lo pálido de mi piel hasta yo, cuando me miro al espejo, siento unas fuertes ganas de acariciar ese pedacito de cielo.
- Qué extraño, una chica tan linda como vos en Tinder.
Revoleé los ojos - ¿Por qué no? Vos también estabas ahí.
- Es que yo…
- ¿…Sos hombre? No me canso de explicar que las mujeres también buscamos activamente a los chicos- lo miré picarona y susurré - ¿Sabías que nosotras también estamos en Tinder buscando coger?
Se rió – No me digas que vos sos una de esas! – Actuaba sorprendido pero su sonrisa era la de alguien que por fin se relajaba.
- No te lo digo entonces – apoye suavemente mi mano en su rodilla – Tampoco voy a mencionar las ganas que tengo de mover mi mano.
Lucas suspiró, con su mano me guió a su entrepierna y sentí como su bulto comenzaba a hincharse. Él miró a su alrededor nervioso, su respiración se volvía cada vez más fuerte con cada círculo que dibujaba mi dedo sobre su glande. El jean que llevaba puesto cada vez quedaba más tenso, la moza trajo nuestras segundas pintas y comencé a beber sin dejar de acariciar su miembro. Me incliné hacia el sobre la mesa, mi seno derecho estaba cubierto por mi pelo y nadie del bar podría ver que la mano de Lucas acariciaba mi pezón sobre la ropa.
- Cómo me calentás, pendeja.
- ¡Ojo con esa boquita! No soy una pendejita que podes boludear.
- ¿Y qué sos?
Me acerqué a su oído y susurré – Soy tu puta.
La hinchazón de su jean se terminó de definir con esas palabras, pellizcó mi peso “Ahhhh” no pude contener el placer que sentía. Apreté fuerte todo el tronco de su pene y lo sacudí, ya no me importaba que alguien me viera necesitaba meterme ese pedazo de carne o iba a morir de deseo.
- Vámonos de acá – le rogué.
Se mordió los labios, tomo su vaso y bebió lo que le quedaba de cerveza. Mirándome fijo se levantó de la mesa sin sentir vergüenza de que se marque su bulto y de la mano me llevó casi corriendo a la calle. – Tengo el auto a la vuelta. Fue lo único que dijo.
Me dejé llevar por la vereda, extasiada. Al dar vuelta a la esquina me empujó contra una luminaria y comenzó a besarme con intensidad, sentí el frio del metal en mi espalda, estaba tan caliente. Apreté su pene y sin esperar su permiso bajé el cierre del jean, quería tocar su piel, necesitaba tocar su piel.
- Ahhhh. ¿Te gusta ésta pija?
- Es la mejor de todas, tan grande. La quiero adentro, por favor Lucas.
Como pudimos, y manoseándonos durante todo el camino, llegamos al final de la cuadra donde estaba estacionado el auto de Lucas. La zona estaba oscura, uno de los faroles de la calle estaba roto y los locales de ese sector estaban cerrados. A lo lejos se oía el bullicio de la calle de las cervecerías, todos estaban aprovechando el último Happy Hour, nadie caminaba por esas veredas oscuras.
- ¿Tu casa o la mía? – Me preguntó mientras me abría la puerta.
- No aguanto tanto – y acompañé mis palabras empujándolo al asiento del acompañante.
Él sentado en su auto, yo afuera con la puerta abierta. Me incliné y terminé de abrir sus jeans, de un tirón bajo su bóxer y me metí su pene en la boca. Lo ansiaba tanto, ensalivé todo el tronco y engullí con avidez. Quizás estaba un poco borracha, cuando me emborracho me pongo bien cerda. Sentí que jamás chupé una pija como esa vez la saliva brotaba por todos lados y yo no tenía asco alguno. Lucas se acomodó un poco más y dejó sus testículos al aire “Ahhhh”, suspiró con pasión cuando me metí en la boca esas dos bolas llenas de pelos.
- ¡Qué hombre! – me daba el tiempo de mostrarle mi boca llena de su pija, me puse en cuatro en el suelo y mire hacia arriba. Sus ojos azules no perdían detalle de lo que sucedía, mis rodillas se lastimaban con la vereda rota pero no cesé de tragar.
Sentía mi vagina mojada, sentía la tela de mi colaless mojarse hundiéndose en mi cuerpo. No podía soportarlo mucho tiempo más, con una mano haciendo de soporte apoyada en el auto la otra se dirigió a mi entrepierna. No dejé de sorber esa enorme pija que llenaba mi boca, jugué con su glande, lo recorrí en cada centímetro con mi lengua y a la vez acaricié mi clítoris. – Ya basta - reclamé – ahora necesito que me la metas o voy a morir.
La cara perpleja de Lucas fue inmensa mientras lo quitaba del asiento y me ponía yo, mitad en la vereda mitad en el auto. No me importó si sentía vergüenza, con tremendo pete yo merecía que me satisfagan yo merecía esa pija dentro mío. Tampoco es que hizo falta mucha persuasión, en el momento sentí como bajaba mi colaless y apoyaba su glande en la entrada de mi cuerpo.
- Mirá si serás puta, estás toda mojada.
- Vos me mojás así. Callate y métemela.
- Ah, pero que maleducada que sos. ¿La querés adentro?
- ¡Si!
- ¿La querés adentro, puta?
- ¡Si! – no podía más, quería que me penetre.
- ¡¿La querés adentro, PUTA DE MIERDA?!
- ¡SIIIII!
Al instante sentí como con toda violencia me atravesaba la vagina con ese enorme pene, grité pero de placer. Ya nada me importaba, lo único que quería era un orgasmo. Sentí sus manos presionando mis tetas, su aliento entrecortado en mi oído, lo que más sentí fue su glande golpeando el fondo de mi cuerpo. Se sentía caliente y jugoso, entraba y salía, entraba y salía, no deje de gemir ni un segundo.
Lucas se incorporó, me tomó de la cadera y empezó a darme de su pija con más rapidez. “Aahh, aahh, pero qué puta” lo oía decir. Mis flujos corrían por mi pierna hasta mis zapatos, cada tanto recogía lo que podía y me lo metía en la boca, me sentía tan puta. Lucas seguía gimiendo mientras traía mi cadera hacia la suya, pero de golpe se detuvo por completo penetrándome totalmente, todo quedó en silencio.
Salí de mi trance sexual y miré a mi alrededor. Absortos en nuestra faena no nos dimos cuenta que 3 chicos se acercaban por la vereda. Medio riéndose dos nos filmaban con sus celulares y uno se masturbaba en plena calle. Los caradura nos filmaban con el flash encendido, por eso Lucas se dio cuenta de nuestro público. Fue cuestión de segundos de absoluto silencio hasta que exigí:
- Cogeme la puta madre. ¿Me vas a decir que ahora te da vergüenza, cagón de mierda?
- A mí no me decís cagón. – Y me encajó terrible cachetada en la cola.
De inmediato Lucas continuó con un ímpetu que sentía que me destruía los órganos por dentro. Uno de los jóvenes se acercó y filmó de cerca mi concha atravesada. Con una mano sostenía el celular con la otra comenzó a masturbarse. No podía creer la situación bizarra que vivía, era tan irreal que me costaba mantener mi mente despierta. Me sentía volar en un jardín de placeres y perversiones.
- Ahhh, aaaah, por favor, no pares. Necesito más. – Sentía mi vagina estrechándose, tensionándose.
- Ahhhh, estas tan rica.
- No, por favor no – Lo sentía hincharse dentro mío – No acabes.
- Vas a recibirla toda, puta. ¡Puta de mierda!
Con una increíble fuerza sentí como volcaba todo su semen dentro mío. Su pene se agitaba con cada descarga y me enloquecía. Un fuego interior se apodero de mí y lo sentí brotar en mi entre pierna. “Aaaaahhh, siiiii” Mi vagina recibía su semen con la misma pasión con la que cogimos todo ese tiempo.
De a poco, Lucas retiró su pene y se subió el jean. Me incorporé y sacándome la colales, que había quedado enteramente mojada, me acomodé el vestido mientras sonreía a las dos cámaras apuntandome. Los pibes seguían agitándose sus penes, ellos no me interesaban, no me generaban nada, eran meros espectadores y lo único que me excitaba de ellos era que vean lo bien puta que sabía ser.
A lo lejos vi un taxi acercándose y le hice señas: - Bueno, muy rico todo, bombón.
- Te llevo a tu casa – Parecia que a él tampoco le importaba que lo filmaran.
- Neh.
- Per… - No terminó de formular su respuesta que aproveché a meterle mi colaless en la boca.
Me subí al taxi con la relajación de mil masajes y la alegría de una niña. Me sentía totalmente satisfecha. Tuve una excelente primera cita con un increíble pene, y no era mi intención que esa fuera mi última vez.