¿Qué hace una chica como yo...? (2)

Una chica aburrida se convierte en sumisa y incitada por su Ama se convierte en la zorra del pueblo poco a poco.

Gloria se estuvo cinco días en mi casa, cinco días en los que me sentí como una puta y una perra sumisa durante el día, y por la noche fuimos buenas amigas, jóvenes, atractivas, deseables, pasándolo bien. En el bar coqueteábamos un poco con todo el mundo, bebíamos en exceso y reíamos. El primer día no había mucha gente, pero por lo visto corría de boca en boca nuestras escenas en el bar, nuestras faldas cortas y nuestra "frescura", y así los días siguientes el bar estaba curiosamente más lleno de gente de lo normal. Nos sentíamos genial, éramos el centro de atención del pueblo, ¡el centro del mundo! Pero los días pasaron y ya Gloria se fue. Y por el contrario volvió mi marido, y la comparación fue odiosa… Tan bien que lo pasé aquellos días, ¡y ahora volvía el tedio con mi marido! Por supuesto, el mal humor lo pagó él, pero era lo mínimo, pues él fue el culpable del bajón. Pero las emociones volvieron con una llamada en el teléfono de casa. Se puso mi maridito, pero enseguida me lo pasó.

  • Es Gloria.

El pobre no sabía, ni siquiera podía imaginar, quién era Gloria, qué era para mí. Una amiga, pensaba él…; nunca podría imaginar que en realidad era mi Ama, aunque yo la sentía también como algo parecido a una amiga. Una amiga a la que servir y obedecer, pero que si me portaba bien podía portarse también muy bien conmigo. El caso es que me alejé de mi marido antes de contestar al teléfono.

Hola, Ama.

Hola zorra. ¿Estás caliente puta?

Sí, mi Ama.

Claro, siempre estás mojada como una perra eh ¡putita!

Sí, Ama.

Quiero escucharlo, ¡perra!

Siempre estoy mojada como una perra, mi Ama. Soy una putita que siempre está caliente y toda mojada.

Ajá. Esto es lo que quería escuchar. Bien, putita, pues ya es hora que te portes como la zorra que eres. Quiero que te vayas al bar y te folles a alguien, alguien del pueblo… por supuesto tu marido no cuenta.

Pero….

¡Cállate zorra! Anda, quiero que lo hagas ahora. Y cuando te lo estés tirando me llamas, quiero escuchar como te portas como una buena puta, como le haces gozar… Venga, venga, ¡anda! ¡Ya! ¡Venga putita!

Sí, Ama.

Y colgó. Eran las diez y media, y mi marido estaba en el sofá viendo la tele. Me vestí en la habitación, y ya en la puerta grité a mi marido que me iba a dar una vuelta, quería un poco de aire fresco… Y salí apresuradamente, para que no viera como vestía de atrevida y sofisticada solo para salir a pasear al fresco del anochecer. En realidad me fui directa al bar. Había poca gente pero todos ya me trataban más directamente, con más confianzas y con comentarios irónicos y sarcásticos sobre mi, mi vida, mi marido… La presa estaba clara, entre la poca gente estaba el fotógrafo, un chico joven, treintañero también, atractivo, soltero de oro, aventurero y viajador. Por lo visto hacía reportajes para el National Geographic, a veces. O eso decía él esos días cuando yo y Gloria hablamos y coqueteamos con él. Le sonreí y me senté en la barra, cruzando las piernas; él se acercó un poco, le ofrecí sentarse a mi lado y él me invitó a una copa. Por el bar las miradas corrían rápidas, "esos dos se van a liar", "esta es una fúrcia y él un don Juan cantamañanas"… Pero no fuimos tan descarados, y ya a las once cerraban el bar. Andamos unos metros juntos, y no había nadie ya por la calle, solo nosotros dos. Ya estábamos en el portal de su casa, en la misma calle del bar, a pocos metros. Nos quedamos ahí, un momento, como dudando, titubeando, nerviosos; él llevaba toda la noche comiéndome con la mirada, estaba claro que si yo quería y él tenía los huevos de hacerlo, aquello podía acabar en un buen polvo. Pero solo me dio dos besos y se fue a su casa, y yo volví a la mía, los dos frustrados. Y entonces yo me acordé de la orden de mi Ama, pues ya hacía rato que simplemente tenía ganas de follarme al fotógrafo, no porque mi Ama me hubiera ordenado nada… Me metí en la cama, y justo entonces me llegó una llamada perdida. Era mi Ama. Me levanté de nuevo, y la llamé.

  • ¿Qué pasa puta, aún no?

  • ¿Perdone, Ama?

  • ¡¿Aún no te has follado a nadie!? Te he dicho que me llamaras cuando estuvieras follando por ahí, ¡puta!

  • Perdone, Ama. Estuve a punto pero al final

  • ¡¡Eres una inútil!! ¡¿Es que no piensas obedecer mis órdenes?! ¡¿Quién te has creído?! ¡¿Crees que solo puedes obedecer qué y cuando quieres?! ¿No te habrás confundido, verdad? YO NO SOY TU AMIGA: SOY TU AMA. ¡¡¡¿¿Entiendes??!!!

  • Sí, mi Ama, por supuesto, yo no quería desobedecerla… Prometo obedecerla siempre, en todo… Ha sido un error, soy una estúpida, pero espero aprender y acepto su castigo, mi Ama.

  • Bueno, a ver… Esta será la última vez, eso ya te lo aseguro yo. Ahora vete a buscar la vara y el ordenador. Conecta la cam, quiero verte desnuda con el collar puesto y la vara en la mano.

Yo obedecí y rápidamente me apresuré a estar tal y como mi Ama quería. Mi marido estaba en el salón con la tele encendida, quizás durmiendo, quizás no. Decidí ir al baño, pues es la única pieza que se puede cerrar por dentro y por lo tanto no podía entrar mi marido y encontrarme en una situación embarazosa. Así pues, estaba yo en el baño con el ordenador, el collar y la vara en la mano. Entró mi Ama y me miró, no dijo nada en unos segundos. Entonces me dijo: "20 en cada nalga". Y yo empecé a azotarme el culo con la vara. "¡¡Más fuerte!!". Azoté un poco más fuerte. "¡¿Me tomas el pelo, pedazo de puta?! ¡¡Más fuerte!!" Me azoté violentamente, con el máximo de mis fuerzas. Ella se veía reconfortada, pero a mi me escocía el culo y empezaba ya a llorar. Tras los 40 azotes, de los cuales treinta y pico fueron extremadamente fuertes, yo tenía ya el culo muy dolorido. Me hizo darme la vuelta para mostrárselo. "Bueno, pse, ya está bien por ahora", dijo como perdona vidas. Entonces aprovechando que estaba en el baño me hizo meter en la ducha, desenroscar la manguera de la ducha y metérmela en la entrada de mi culito destrozado. Entonces, debía poner el agua en su punto máximo de calor. Lo hice… "Bien, ahora abre el grifo". Un chorro de agua ardiente me penetró por el culo, y yo di un grito de dolor que se escuchó por toda la casa. Escuché un ruido, y alguien intentando abrir la puerta del baño, sin suerte por estar cerrado por dentro. "¿Qué pasa? ¿Qué haces ahí?" Yo aún lloraba y ya había cerrado el grifo. "Nada cariño, me estaba dando una ducha, pero me salió de repente el agua caliente sin querer y me quemé, pero no pasa nada…". Pero sí pasaba, yo seguía llorando, la voz me temblaba. Pero él ni se dio cuenta, y dijo que se iba ya a la cama. Entonces mi Ama me replicó. "¿Quién te ha dado permiso para cerrar el grifo?". Yo rompí a llorar desconsoladamente, y ella no siguió presionando. Me caí de rodillas en el plato de ducha, y ella me pidió que me masturbara allí, en esa posición, para ella. Y yo lo hice, y me vine en un rato. Luego me dejó ducharme y acostarme, pero tenía doce horas para follarme a alguien del pueblo sin falta. Y no podía volver a fallar. Además había una nueva condición: debía follarme en mi cama, o sea, mi cama de matrimonio, la que compartía cada noche con mi marido. Aquella noche la pasé en vela en esa misma cama, pensando que en pocas horas debía ser infiel al infeliz de mi esposo, ahí durmiendo a mi lado, en esa misma cama

Al día siguiente, a primera hora de la mañana busqué en el listín telefónico el número de teléfono del fotógrafo, justo cuando marido acababa de marcharse. Llamé, y se puso él, claro, quién iba a ser sino. A él le sorprendió que le llamase, y más después de lo de anoche, de esa situación… y ahora, que mi marido acababa de irse… Seguramente el chico enseguida pensó que yo le estaba buscando, y en realidad así era. Le pedí si podía venir a casa a hacerme unas fotos, y él por lo visto se daba cuenta del juego. Tenía que ser ya, ahora mismo, y en mi propia casa… no, en el estudio no, ¡en mi casa! Sin duda él sabía a lo que venía, pero al final se dejó convencer.

Poco después estaba ya en casa, y empezaba una sesión fotográfica en mi habitación de matrimonio. Yo vestía lencería de lo más erótica, la habíamos comprado con Gloria. Le dije que quería unas buenas fotos, sexys, para regalar a mi marido, para ver si así arreglábamos nuestra relación, que en los últimos tiempos era poca. Él estaba tenso, nervioso, incómodo. Seguro que no habría venido, de saber de antemano el tipo de fotografía que yo quería. Me puse atractiva, provocativa, en posturas de lo más excitantes… y sin duda él estaba excitado también, no podía disimularlo aunque quería aparentar profesionalidad. Yo estaba a cuatro patas en la cama, avanzando hacia el pie de la cama donde estaba él tirando fotos; ahí me paré y me dí vuelta, poniéndo la cola frente a él, frente a su objetivo y sus narices. Moví un poco el trasero, juguetona. Él seguía disparando la cámara. Volví a ponerme de cara frente a él, me dejé caer a sus pies, de rodillas, mirando arriba, al objetivo, él seguía disparando. Me puse un dedo en la boca, chupándolo. Él seguía con las fotos. Entonces le miré a los ojos, cambié de mirada, de forma de moverme, como diciendo "el juego ha terminado". Pude sentir su sudor y sus temblores. "¿Te parezco atractiva?", le dije. Él se puso colorado, nervioso, quizás no era tan don Juan como parecía… "Sí, eres una mujer muy bonita", dijo él, con un tono neutro como de parte meteorológico. Entonces mi mano se puso sobre su bulto, que no dejaba lugar a dudas. Él no dijo ni hizo nada, solo noté como un relámpago sacudía todo su cuerpo al poner mi mano sobre su bragueta, los pantalones a punto de estallar. Le desabroché los pantalones y le saqué su miembro endurecido. Luego, le miré a los ojos y él esquivo mi mirada, y mi boca se acercó a su polla y empecé a mamársela. Sobre el tocador, mi ordenador estaba abierto y encendido, aunque él ni se había dado cuenta. Tras la cam, mi Ama debería estar viendo y escuchando todo. Intenté mover un poco al chico para darle un buen primer plano de la mamada a mi querida Ama. Él se estaba relajando, empezó a jadear, a gemir, y acabó llenándome la boca de su semen espeso y amargo. Entonces me puse a cuatro patas y le pedí que me follara por detrás, y cada vez que sentía su polla o sus manos tocándome el trasero, sentía un gran escozor en el culo maltratado anoche. Él no había dicho nada al respecto, yo miraba a mi Ama, a la cam, de frente, sonriendo, "mira Ama, qué bien me porté". Y gemía y gozaba, como una buena puta. Eso es lo que mi Ama quería, convertirme en la zorra del pueblo. Solo después de haberse corrido en mi culo y tras unos minutos, el chico preguntó por las marcas en mi trasero. Yo hice un poco de melodrama. "Mi marido…", dije, sin afirmar nada más, dando a entender lo justo. Él pareció contrariado, y se sentía tan incómodo que se fue. Entonces me acerqué al ordenador y mi Ama me felicitó, pero también me dijo que había echo un poco de trampa.

¿Trampa? Perdone, Ama, pero no sé a qué se refiere

Venga zorra, no te hagas la inocente. Te has tirado al guapo del pueblo, al solterón de oro. Eso no tiene ningún mérito. Pero bueno, para empezar está bien… pero eso hay que trabajarlo más. Por supuesto las golfas cómo tú nunca repiten, así que a este ya no te lo follarás más, que he visto como disfrutabas, ¡pedazo de puta! Tú no estás para disfrutar sino para hacerme disfrutar a mi, ¿entiendes?

Sí, mi Ama.

Perfecto. Esta noche va a empezar el juego de verdad. De madrugada cuando tu marido duerma quiero que te vayas a follar a algun vecino. Luego vuelves y te acuestas de nuevo junto a tu maridito y le pides que te folle.

Sí, mi Ama.

Aquél día fue largo. No podía dejar de imaginar unos grandes cuernos en la cabeza de mi marido, ni podía dejar de ver la escena de la mañana en la habitación, y lo bien que follaba y lo bueno que estaba el chico. Y además tenía que pensar ya en la próxima persona del pueblo que me iba a pasar por la piedra. No fue hasta las tres de la madrugada que noté que mi marido se había dormido profundamente y era el momento de salir. Me vestí con escasa y provocativa ropa y salí a la calle. Di una vuelta por el pueblo pero no había ni una alma, el bar ya cerrado y todo el mundo durmiendo. Al único que podría despertar para follar era el fotógrafo, pero mi Ama me lo había prohibido: las putas como yo nunca repetimos. Al final, solo quedaba pues una opción: el panadero, el único que estaba despierto en aquellas horas. Tenía la puerta abierta, y llamé y pasé. ¿Holaaa? Me vio y se quedó medio sorprendido, pero me hizo pasar. "No podía dormir, y he salido a pasear un rato". El tipo se dedicó a sus cosas, y me contaba algo sobre el mundo del pan, de la cocción y qué sé yo qué cosas. Decidí no alargarlo. Justo antes de entrar había llamado a mi Ama que estaba escuchando al otro lado del teléfono. "Estarás muy caliente aquí, no?", le dije al panadero, con voz picarona. Él se dio cuenta y se molestó. "Claro, el horno hace calor, cómo no. Pero aún en invierno se pasa bien, ahora en verano es peor…" El tipo se iba del tema, pero yo me apresuré a meter mi mano en su entrepierna y le puse contra un montón de cajas, y me abalancé sobre él, acariciando su entrepierna (con un rabo bien duro, hay que decir) y su pecho. Pero él la empujó y la apartó, y a empujones la echó. "¡¿Pero qué coño haces?! ¡¿Quién te has creído?! ¡¿Qué coño haces joder?! ¡¿Por quién me tomas?! Yo soy un tipo sensato y con mi mujer y tres hijas, que me hacen muy feliz. Soy un feliz padre de familia… así que aquí no se te ha perdido nada, ¡puta de mierda! ¡¡Jodida comepollas!! ¡Anda vete por ahí putón!..." Ya no escuché más, me iba calle abajo, medio triste y cabreada. Me habían rechazado y esto me dolió mucho más que cualquier castigo u humillación; fue un ataque al amor narcisista que sentía por mi, por mi capacidad de atracción. Al teléfono, mi Ama se reía a carcajadas, y me dijo que lo había hecho muy bien. En realidad, dijo, se trataba de que en el pueblo me tomaran por una zorra, y eso sería un gran paso en este sentido. Daba igual si follaba o no, lo importante era lo que pensara y dijera de mí la gente. "En realidad, si no follas mejor, que eres una zorra de verdad y te gusta demasiado, putona… Ahora vete a que tu maridito te consuele… jajaja". Llegué a casa con lágrimas en los ojos. Me desnudé y me metí en la cama, me junté a mi marido muy fuerte, le besé y acaricié… hasta que despertó. Luego le pedí que me follara, y maquinalmente me folló, un polvo triste y desgarrado. Yo no estuve en absoluto activa, solo recibiendo su mete-saca pasivamente, como si de un objeto me tratara.

Al día siguiente, mi marido se fue como siempre a trabajar y yo me iba a la compra. Entonces me envió un sms mi Ama: "Vete al bar y toma un café. Tira el cambio en la maquina tragaperras, y empieza a tirar y tirar monedas. Quiero que estés 3 horas de reloj jugando". Dejé las compras para más tarde y fui al bar, pedí café y me puse a jugar en la tragaperras. La gente del bar me miraba raro. También a mi se me hacía raro, pero poco a poco le encontré gusto a la partida e incluso gané algo, pero lo volvía a tirar. Hasta que el dinero se terminó; entonces salí al cajero de enfrente, el único servicio bancario de la población (ni siquiera hay oficina). Saqué más dinero, bastante más, y volví a la tragaperras. Hasta cerca de las dos, y con los rumores de todos los clientes. Era un poco más que debía hacer para agrandar el mito de la mujer pendón, calientapollas, zorra y adicta a las tragaperras y quién sabe a qué más. A partir de entonces otra de mis labores como sumisa sería pasarme casi todo el día en el bar. Pero ahora eran ya las dos, hora de comer. Fui a casa, me desnudé completamente, me puse mi collar de perrita, mi cazo metálico de agua en el suelo, mi platico de metal para la comida del perro, al lado del cazo de agua, y finalmente llené el platico de comida de perros, me puse a cuatro patas y conecté la cam esperando órdenes de mi Ama.