Qué gusto poder tocarte

Paco y Ana deciden conocerse en persona y descubren que entre ellos saltan chispas... Una tarde de cañas se convierte en una intensa y sorprendente noche de sexo.

Este relato lo hemos escrito entre Pacocols , autor de Mis 24 horas de sexo con Sara, y yo. Esperamos que lo disfrutéis tanto como nosotros...

Hace meses que Paco y yo intercambiamos correos y finalmente hemos decidido conocernos en persona. Será dentro de un rato y estoy un poco nerviosa, tengo que reconocerlo. Esto de hacer amigos por Internet es nuevo para mí.

Paco tiene bastantes cosas a su favor, entre sus cualidades están el sentido del humor, la inteligencia, su afición a la música... y un culo bonito, por lo que he podido apreciar en una foto que me mandó. De todos modos este último detalle es irrelevante porque finalmente hemos acordado que sólo seremos amigos, nada de sexo. Lo cierto es que tengo pareja: un tío estupendo al que no le he contado nada de esto... Vuelvo a dudar. Estoy a punto de llamar a Paco para decirle que no podré ir, pero luego pienso que tomarme una caña con él no hará mal a nadie. Parece un chico encantador. Si la cosa no va bien, me tomo la caña y me largo a la fiesta de Sonia. Si conectamos como hasta ahora, pues, no sé, igual le apetece venir a la fiesta conmigo... O puede que sea él quien salga pitando...

En unos minutos llegaré al Café en el que hemos quedado. Me alegro de mi elección de atuendo: vaqueros, camiseta, cazadora y botas con un poco de tacón. Sencillo, nada de movidas raras con las que luego no me sentiría cómoda. ¿Por qué me he preocupado tanto por eso? De acuerdo, soy una coqueta, pero además supongo que en el fondo quiero gustarle.

Doblo la esquina y ahí está él, en la puerta del Café, esperándome. Sigo acercándome y me ve. Me lanza una sonrisa traviesa que me gusta. Viene hacia mí.

-Hola, ¿Paco?- me aseguro.

-¿Qué tal estás, Ana?- responde y se inclina para darme un par de besos.

Bueno, empezamos bien. No me he equivocado de tío y además huele de maravilla.

Entramos en el Café. Me deja pasar primero, sujetando la puerta. Noto que me mira de reojo, examina mi cuerpo discretamente. Lo hace bien, de una manera que no me incomoda, pero sé que juega a adivinar qué tipo de bragas llevo. Elegimos unos taburetes en la barra, en lugar de una mesa, y pedimos unas cañas.

La verdad es que estoy un poco cortada. Durante un buen rato charlamos de todo un poco: trabajo, viajes, películas y música... Hay bastantes conciertos buenos en los próximos meses y hablamos de quedar para ir a alguno de ellos.

Era inevitable que acabáramos hablando de sexo. Él es intrépido: tríos, sexo en grupo... Yo, sin embargo, fantaseo con ese tipo de experiencias, pero no sé si sería capaz de llevarlas a la práctica en realidad. Ya llevamos un par de cañas y no sé si la cerveza tendrá algo que ver, pero estoy muy a gusto. Me pide detalles sobre mis experiencias íntimas y yo se los doy. Quizá estoy siendo demasiado explícita en mis descripciones... Una pareja sentada a nuestro lado ha abandonado su conversación para seguir la nuestra que es mucho más interesante, dónde va a parar.

Me gusta como me mira. Nos reímos... De pronto soy consciente de que estoy coqueteando descaradamente. Vamos, que no voy por buen camino...

Paco dice que le gustan mis vaqueros, que me sientan muy bien. Desliza unos cuantos dedos por mi muslo para enfatizar su afirmación. Un escalofrío me recorre la espalda. Me levanto como un resorte y digo que tengo que ir al baño.

Me mentalizo frente al espejo: "Céntrate, Ana. Ahora pides algo de comer para mitigar el efecto de la cerveza, le cuentas lo de la fiesta y le convences de que es un planazo. En un sitio en el que estarás rodeada de gente conocida te portarás como una buena chica y no pensarás en... comértelo a bocados como ahora."

En efecto, cuando subo del baño pedimos algo de comer. Unos panini que suena muy chic. Continuamos nuestra charla. He cambiado de tema para que las aguas vuelvan a su cauce, al menos las mías que fluyen algo descontroladas...

-¿Puedo ser sincero contigo?- suelta de repente.

-Claro... Bueno, depende – contesto temiendo lo que se avecina.

-Me apeteces- dice.

En este momento la camarera, muy oportuna, nos pone los panini , que resultan ser como los bocadillos de toda la vida.

Mientras comemos, aprovecho para hablarle de la fiesta. Dice que sí, que vamos. No parece decepcionado. Genial.

Pagamos y no sé como llega a rozar la piel de mi cintura al ayudarme con la chaqueta. Mmm, no sé si ha sido intencionado pero este gesto me enciende.

Ya en la calle vamos en busca de su coche. Caminamos sin hablar. Me fijo en que tiene una pequeña herida en la barbilla, cerca de ese hoyuelo que la divide, se ha debido cortar al afeitarse. Ahora recorremos una calle muy poco iluminada. Me pide que le abrace. Rodeo su cuello con mis brazos y siento los suyos alrededor de mi cintura. Le beso el corte de la barbilla y luego beso su hoyuelo. Me besa en los labios. El primero es un beso ligero, casi una caricia. Al notar que me dejo hacer me aplasta contra la pared y me besa de nuevo, esta vez con urgencia. Me gusta notar su lengua en mi boca... Bendita sensación de ingravidez en el estómago. Aprieta su erección contra mi cuerpo y eso me excita muchísimo.

-Si quieres ir a la fiesta será mejor que paremos... - susurra.

-Así no te puedo llevar a ningún sitio- digo rozando levemente el bulto de su pantalón.

Sonríe y me guía hasta su coche que está a apenas unos pasos.

Una vez en el coche supongo que vamos a su casa, pero no pregunto. Me temo que debo dar por perdida mi capacidad de raciocinio, ahora es mi cuerpo el que manda.

Y su cuerpo también manda sobre mí, la observo de reojillo mientras que pongo el coche en marcha, finalmente la he conocido y es tan preciosa como sospechaba en aquella foto que me envió. En el primer semáforo que nos encontramos ya la miro fijamente, fijamente a los ojos, no nos decimos nada, quien nos viese en ese momento diría que nos estamos follando con las miradas. El semáforo se pone en verde, reímos y antes de volver a poner en marcha el coche la beso, un beso fuerte, le meto la lengua y la voy sacando poco a poco para que vea mi gesto de lascivia.

Sigo conduciendo, y al mismo tiempo que charlamos sobre como ha ido evolucionando nuestra relación a través de los correos intercambiados, llamadas, sms´s, pienso, pienso que me muero por acariciarla, los vaqueros le sientan de maravilla, ¡pero joder que difíciles son para meter mano!. Pongo una mano sobre su muslo, empiezo a acariciarlo, al poco rato pone su mano sobre la mía, luego me la acerca a su entrepierna y me la aprisiona en su coñito al mismo tiempo que lanza un suspiro y echa la cabeza hacia atrás. Mientras que se mantienes así, con su otra mano busca el ya apreciable bulto en mis también pantalones vaqueros.

Un tramo así y otro semáforo, me vuelvo hacia ella y la abrazo mientras que nos besamos soltando la pasión que va creciendo, paso mi mano izquierda debajo de su camiseta, toco su piel desnuda por primera vez, suave, voy subiendo lentamente la mano por su costado, ¡dioooossss, lleva sujetador!, ¿Porqué me lo pones tan difícil?. El semáforo se va a volver a poner en verde, me gustaría quitarle ahora mismo la camiseta, el sujetador, verla ya desnuda, no importa que la vean los coches de al lado y los peatones, imagino el morbo que nos daría su exhibición impúdica.

Tengo que llegar pronto a mi casa, ya no solo para desfogarnos de algo que ya no soportamos, sino más bien porque nuestras vidas y la de los viandantes que nos rodean corren peligro. Meto el coche en el garaje, salimos de él, y cuando estamos uno frente a otro pegamos nuestros cuerpos, unimos nuestras bocas, jugamos con nuestras lenguas entrelazadas, reconocemos el territorio de nuestras bocas. Mientras, nuestras manos llegan a las espaldas desnudas, una de mis manos consigue introducirse por su pantalón y alcanzar el principio de una nalga, sus braguitas parece que las dejan al descubierto en su totalidad. No puedo avanzar más, abrazados vamos hacia el ascensor, subimos y entramos en mi casa. Le digo que la reconozca mientras preparo las típicas copas.

Cuando sale del salón me entra el pánico. Nunca he hecho nada parecido. ¿Qué hago aquí? Al menos, por lo que veo, tiene buen gusto para la decoración y la música... Aunque supongo que el buen gusto no es incompatible con la psicopatía. Estoy a punto de salir corriendo cuando él entra con las copas.

Me pide que me acerque, pero no lo hago. Permanezco inmóvil, plantada en el otro extremo de la habitación. Estoy nerviosa y muy excitada, pero procuro que no se note. Miro mi imagen en el espejo y me veo especialmente guapa. A mi reflejo le sienta bien esta inquietud.

-Quítate la ropa -le ordeno.

Él sonríe. Uf, esa sonrisa... Deja las copas sobre una mesa china y obedece. Se desnuda muy despacio. Veo que está empalmado. Me gusta, me gusta mucho.

-Mastúrbate para mí -le digo.

Y él acata mi orden con un movimiento lento... Mientras disfruto de este pequeño homenaje, sin dejar de observar el vaivén de su mano, comienzo a desnudarme: me quito las botas, los vaqueros y la camiseta. Me quedo en ropa interior, con mis calcetines por encima de la rodilla puestos y me siento a mirarle un rato, con las piernas cruzadas. Me estoy dando placer frotándome contra la tapicería de su butaca favorita y noto que le gusta. Separo bien los muslos y aparto mi pequeño tanga con los dedos para que vea mi sexo brillante por la humedad. Vuelve a pedirme que me acerque, pero no hago caso. Comienzo a acariciarme, me masturbo lentamente, mirándole, hasta que me corro. Justo antes de abrir los ojos, tras el orgasmo, noto el calor de su cuerpo. Está inclinado sobre mí y su boca resbala por mi piel. Sostiene su polla con una mano y recorre con el glande los labios de mi coñito... Deseo que me penetre, que se deslice dentro y me llene.

Definitivamente llegaré tarde a la fiesta.

De hielo me ha dejado con sus órdenes, de hielo derretido. Me había dicho que sus amigos le comentaban que era muy morbosa en la intimidad, tienen razón lo es y me encanta, ¿hasta donde se atreverá a llegar?, no soy un psicópata pero sí un delicioso degenerado.

Beso cada cm2 de su piel ya desnuda completamente, la saboreo, la exploro, la disfruto. La recorro mientras maliciosamente dejo que mi polla también realice su exploración de su coñito, con leves roces, haciéndola rabiar, calentándolo aún a sabiendas de que quiere rápidamente un huésped que se aloje en él. Soy muy malo pero quiero que disfrutemos largamente del momento, observo su cuerpo, me gusta, ella observa el mío con ojos lascivos, ¿me equivoco o dedica tres cuartas partes del tiempo a ver mi polla ya totalmente empalmada?. No me equivoco, se incorporas manteniéndose sentada, la coge y acerca su boca a ella, la besa dulcemente, menos dulcemente, le pega un mordisquito, me echa una mirada totalmente picarona, la mete en la boca, primero solo el glande, su lengua juega con mi ranurita, lentamente se la vas metiendo más, más, la noto a través de sus pómulos, me hace sentir en la gloria, en la gloria porque deseaba este momento desde hace mucho tiempo y francamente lo hace muy bien.

Cada vez le imprime más velocidad, cuando se la saca para descansar un poco nos miramos con medias sonrisas, sonrisas de vicio. En esos momentos continúa acariciándola con la mano, desde mi posición, de pie frente a ella, sólo alcanzo a acariciarle el cuello y poco a poco notar la textura de sus pechos, empiezo a pellizcarle los pezones, eso parece que le gusta porque vuelve a introducírsela. Según mis manos sacan mas placer de sus pechos más velocidad imprime a su follada, sí, no le estoy follando la boca, ella me está follando a mi agradecida polla.

Queda mucho tiempo por delante, queremos disfrutar de nuestros cuerpos de todas las formas posibles, por mi parte ya he dicho que tengo curiosidad por saber hasta donde se atreve. Pienso si le gustaría que mi primera corrida la desea recibir en su boca, también pienso que no soy el Rocco ese y que tengo que administrarme…menos mal que creo saber controlarme…pero ella me saca de dudas al decirme:

-Cielo, tengo que hacer pis, ¿dónde está el baño? –musito un poco avergonzada.

Tiene una reacción inesperada: noto un brillo perverso en sus ojos...

-Me encantaría verte, ¿me dejas? –me lanza.

-¿Quieres verme hacer pis?

-Sí, si no te importa, pero si no quieres no pasa nada...

-Bueno, me da un poco de corte, pero no me importa...

Me coge de la mano y me lleva al baño. Me siento en el inodoro con las piernas un poco abiertas, él se coloca en cuclillas frente a mí, mirando mi coñito, expectante, y... nada. Siento la inequívoca presión en la vejiga, pero no lo consigo... Supongo que la excitación y cierto pudor me lo impiden.

-No me sale... No sé si voy a poder contigo delante –le digo.

-Espera... Creo que esto te ayudará- dice incorporándose para abrir un poco el grifo.

Entonces dejo de pensar y empujo con fuerza.

-Creo que ya va –anuncio.

Paco vuelve a su posición inicial y cuando comprueba que el líquido empieza a caer mete su mano bajo el chorro caliente. Yo ya no puedo parar y él ha comenzado a acariciar mi vulva mientras yo sigo meando... Una excitación increíble se ha apoderado de mí y me abandono al placer de hacer pis con la mano de Paco acariciándome. Cuando termino me levanta y me coloca frente al lavabo, él a mi espalda, mientras los restos de pis aún resbalan por mis muslos, y me penetra de un solo golpe, arrancándome un gemido de placer. Puedo vernos a los dos reflejados en el espejo, me encanta lo que veo. Sonrío. Él también sonríe, hace que nos movamos un poco de manera que quedamos ladeados frente al espejo y ahora puedo ver como su polla entra y sale de mí. Me da pequeños bocados en el cuello y la nuca. Qué gusto... Me gusta esta mezcla de delicadeza y vicio con la que me trata. Este hombre es de los que enganchan... Y cómo me gusta esta postura, y así mucho más, pudiendo ver todo lo que ocurre, sus manos aferradas a mis caderas, nuestros cuerpos tan cerca y su mirada... Uf, intento mantener los ojos abiertos para disfrutar de esta imagen, pero estoy tan caliente que no tardo en correrme... Cuando terminan mis suspiros de placer, Paco se cerciora:

-¿Te acabas de correr?

-Mmm, sí...

-Ana, ya no puedo más, me voy a correr –

-Córrete en mi boca.

Nada más pronunciar esta frase le noto temblar, me acuclillo y me meto su polla en la boca.

El deseo era mucho, acumulado en meses previos, en cuanto siento mi polla en su boca mi cerebro da las ordenes para el zafarrancho de combate, le follo literalmente la boca en no más de cuatro ó cinco embestidas para inmediatamente descargar en ella la leche reservada para esta ocasión. No le da tiempo de tragarla toda, hilillos se le escapan por sus labios que hábilmente recoge con su lengua en una actitud de vicio total.

Se levanta y con una sonrisa satisfecha me da un beso transmitiéndome el sabor de mi corrida. Nos miramos y me dice:

-Paco, ya he saboreado tus fluidos, ahora quiero que saborees los míos.

Paso mi mano por el lado interior de sus muslos subiendo hasta el coño, recogiendo en mis dedos restos de su pis y de sus flujos vaginales, saboreo con deleitación mis dedos para que después me los chupe ella también.

  • Ana, ¿Qué te parece si nos tomamos un baño relajante?. Mientras que la bañera se llena te voy a enseñar unos "regalitos" que te tenía preparados.

Caminamos desnudos hacia el salón de la mano. Ya en él le doy una bolsa negra.

-Toma, es para ti. Tiene dos objetos. Uno de ellos es para cuando tengas necesidad de ser penetrada y no tengas a tu chico contigo ni a nadie, entonces utilízalo pensando en mí. El segundo quiero que lo pruebes ahora mismo y siempre antes de que nos volvamos a ver, sirve para que vayas adaptando tus dos agujeritos para la futura entrada de mi polla.

El primero es un consolador de latex negro, francamente descomunal de unos 30 cm. Lo miras con admiración.

  • Cuidado Ana por detrás no que te destrozaras el culito.

  • Gracias por cuidar de mí, espero darle el uso adecuado…..

El segundo son unas bolas chinas duales de nácar y dentro de ellas pequeñas bolitas de plomo. Las cuatro primeras son más grandes que las cuatro ultimas, su utilización es obvia.

-¿Así que quieres que me ponga ya las bolitas?. Vale, pero quiero que me las introduzcas tú.

Las miradas y sonrisas cómplices entre nosotros continúan.

-Encantado, voy a por un tubo de vaselina ya que no me gustaría hacerte daño en tu, sospecho, estrechito agujero trasero.

-¡ Y tú que sabes cómo lo tengo!, a lo mejor te llevas una sorpresa

Risas maliciosas.

Retiro las bolas del envoltorio y así de pie como estamos le voy introduciendo una a una las del coño, entran fácilmente las cuatro ya que se encuentran con un mar de jugos. Ana empieza a poner una cara de placer no disimulada. El hilo que une las bolas delanteras con las traseras lo extiendo a lo largo de su coño hasta alcanzar su divino culito. Le extiendo un poco de vaselina y aprovecho para introducirle uno, dos dedos y girarlos suavemente ya dentro de ella. Ana lanza un suspiro y se agacha separando sus nalgas con las manos.

  • Por favor Paco, métemelas ya.

Poco a poco van entrando todas, reflejándose en el rostro de Ana una mezcla de sensaciones de placer y algún que otro ¡ayyyy!. Mientras que lo hago no dejo de besar y acariciar sus perfectas nalgas. Una vez concluida "la operación" Ana se incorpora.

-¿Cómo te sientes?

  • Con un subidón. Esas bolitas de plomo moviéndose, que dices que están dentro de las grandes, y las propias grandes chocando contra la superficie interna de mi cuerpo me está volviendo loca.

  • Genial, ven Ana, mientras que está listo el baño acompáñame a la terraza mientras que fumo un cigarro, hace una noche espléndida.

Efectivamente hace una noche ideal, estamos en abril y la noche es primaveral con algo más de veinte grados, no es que sea la típica noche de luna llena pero está en cuarto creciente y con suficiente luz para ver el bosque que en 180 grados tengo delante de casa. Estamos desnudos en la terraza respirando la tranquilidad de la noche, como decía, desde la terraza se ve un bosque y por la orientación es difícil que algún vecino nos pueda ver. Pero creo que nos daría lo mismo, el momento que estamos viviendo es solo para nuestro placer, estamos desconectados del exterior.

Mientras que fumo, hablamos de cómo empezó todo hasta llegar a este preciso instante. Estamos abrazados, Ana no deja de acariciarme el pecho, mi culo…se le nota que no aguanta el calentón que le están produciendo las bolas. Su mirada vuelve a ser de vicio y deseo, me fijo en sus profundos ojos azules, ¡eres preciosa Ana!.

-Acábate ya el cigarro, necesito algo más dentro de mis juguetones agujeritos como tu los llamas..

Al mismo tiempo que pronuncia estas palabras mi polla reacciona al estímulo, ella la ve y agarrándomela con las dos manos la utiliza como elemento de tracción para volver al interior.

  • Che, che, che, ¿Qué pretendes Ana?, ahora hemos quedado en darnos un baño.

  • Ya, pero podemos hacer otras cosas además de bañarnos... –le digo con coquetería lasciva. Y le planto un beso lúbrico y confitado...

-Ven aquí – me dice, y me lleva hasta el sofá.

Paco me acuesta, separa mis rodillas, saca lentamente las bolas que están alojadas en mi coño, introduce el dedo corazón en la abertura y con el pulgar me acaricia por fuera, estimulando mi clítoris. Ahora sustituye la mano por su lengua, dándome lametones jugosos, dejando que resbale dentro... Me está volviendo loca. Le pido que me folle. Él se incorpora y me besa en la boca. Sonríe, se inclina sobre mí y me mete su verga, lubricada por los jugos de mi excitación y su saliva, poco a poco, regodeándose, hasta que está toda dentro, encajada, y empieza a moverse. Toco su culo, lo amaso, y lo aprieto contra mí, subo por la espalda, acaricio su pecho, mordisqueo su cuello, sus labios... Él lame mis tetas, da tiernos bocados a mis pezones... Noto las bolas moviéndose en mi culo. Estoy muy excitada y el roce de su marcha en mi clítoris hace que el placer vaya en aumento...

-¿Sabes que nunca había utilizado ningún juguete erótico como las bolas? Sólo algún consolador casero...

– le digo.

-¿Consoladores caseros? Qué morbo, cuéntamelo, por favor...

-Vale, pero no pares de moverte así...

-No pienso parar, tranquila.

-Verás, es que a veces, cuando me masturbo, llega un momento en el que me apetece mucho que me penetren, tener algo dentro se convierte casi en una necesidad y un par de dedos no es suficiente... La primera vez que lo hice fue hace unos años, en el baño de mi lugar de trabajo por aquel entonces. Estaba adelantando trabajo a la hora de comer cuando me llamó mi chico y empezó a detallarme todo lo que iba a hacerme cuando nos viéramos. Me puse fatal, me entró un calentón increíble. Cuando colgué me habría acariciado allí mismo, pero mis compañeros podían entrar en cualquier momento, así que pensé que lo más sensato era irme al baño a refrescarme. Total, que llegué al baño y no pude resistirme a colar una mano dentro de mi braguita... Me estremecí. Me senté en la taza y continué tocándome, mis dedos resbalaban de maravilla porque estaba empapada. Desabroché un poco la camisa para acariciarme las tetas con la otra mano. Dejaba que un par de dedos se deslizaran dentro de mí... Pero me moría de ganas de tener a alguien dentro. Me imaginé que Luis, un creativo que me gustaba, entraba y al sorprenderme así se ofrecía a aliviarme, muy solícito él. Entonces vi que de mi bolso, que había abandonado en el suelo, asomaba la tapa rosita del desodorante, lo saqué y su forma me pareció muy similar a un pene. La tapa era de rosca, así que no había peligro de que se quedara encajada dentro... No lo pensé más, me lo metí en la boca para humedecerlo y que no estuviera tan frío y luego lo deslicé dentro de mi coñito. Con lo excitada que estaba no tardé en correrme, te puedes imaginar...

-Mmm, me estás poniendo muy cachondo con esta historia, igual sí tengo que parar un poco... Cuéntame qué otras cosas has usado...

-Pues lo típico, supongo, diversas hortalizas... ya sabes: pepino, calabacín... También velas, una especie de palo que compramos en un viaje a Kenia... Siempre lavándolo bien y con un preservativo para evitar infecciones...

-¿Y qué ha sido lo que más te ha gustado?

-Uf, no sé. Creo que depende más de mi grado de excitación que del complemento en sí, pero vamos que no hay nada como un tío con su correspondiente polla que está caliente y que no es completamente rígida y que además te puede sorprender con sus movimientos... Como tú ahora... Sigue así, Paco, me gusta mucho...

  • Decididamente Ana, me estás poniendo a tope, tengo que parar, quiero que esto dure mucho tiempo, quiero que nos emborrachemos de placer hoy. Espera, vamos a relajarnos, si podemos, con el baño prometido.

Ana me pone cara de pocos amigos mientras que retiro suavemente mi polla de su coño chorreante. Le tiendo la mano y le ayudo a incorporarse del sofá. Poco a poco, ya riendo, uno enfrente del otro, va tirando de mí por ese peculiar instrumento de amarre, instrumento por otro lado resbaloso por sus flujos, hasta que llegamos al cuarto de baño. El baño ya está listo. Primero se mete ella y luego yo, el agua está a su justa temperatura y huele a las sales de baño que le he echado al prepararlo.

Estamos de rodillas, besándonos como dos puros lechoncitos. Por sus facciones sospecho que las bolitas la han transportado al séptimo cielo del placer. Aunque parece que espera algo más porque me dice:

-Paco quítame las que faltan, quiero otras cosas dentro de mí, ¿no dicen que en la variación está el gusto?

-Ummmmm, no te imaginaba tan tan caliente Anita.

Siguiendo en esa posición los dos, poco a poco, muy lentamente empiezo a quitarle las que aún permanecen en su culito, cada vez que sale una Ana da un suspiro, levanta la vista y cierra los ojos, así hasta cuatro veces. , retardo mucho esa operación al ver la cara de viciosa que pone Ana, quizás durante 15 intensos minutos, a partir de que sale la primera ella cierra los ojos y me coge la polla, cada vez que sale una bola me la aprieta fuertemente, quizás durante 15 intensos segundos.

  • ¡ Ayyyy, tengo la sensación de que tengo un conducto totalmente vacío comunicando con el exterior de mi cuerpo! ¡Necesito que me lo llenes otra vez, Paco!

Le beso en los labios, le beso un ojo, le beso el otro ojo, le beso la frente……y mientras que le abrazo le introduzco un dedo en su culito comprobando que efectivamente lo tiene totalmente dilatado, cabrían no un dedo sino más, yo simplemente se lo acaricio circularmente.

Nos tumbamos a lo largo de la bañera, en sentido inverso y entrelazadas nuestras piernas.

  • ¿Te has corrido, Ana?

-¡No lo sabes tu bien, cabrón!

Continuamos en esa posición más tiempo sin dejar de jugar con nuestros sexos. Mi olla exprés empieza a pitar dejando escapar la calentura que lleva dentro. Levanto a Ana, le doy la vuelta, y la dejo caer sobre mí.

  • Te voy a follar el culo, mi amor.

  • Hazlo, por favor, lo estoy deseando, hazlo muy fuerte.

Ella misma coge mi polla y la pone al comienzo de su agujerito. Las bolas han hecho su efecto y entra suavemente, según va entrando más y más Ana tiene espasmos, llega hasta el fondo, yo la siento totalmente abrigada, dentro de su cuerpo, mis huevos aplastados contra sus nalgas, algo parecido a un éxtasis incontrolado.

Y comienza a cabalgarme violentamente, yo con las manos en sus pechos, y el agua

ya más fuera que dentro de la bañera, el recinto se ha transformado en un océano con la tempestad más violenta imaginable.

  • ¡Jodeeeeeeeeeerr Pacooooooooo me muero de gusto……..!

  • ¡Y yooooooooo Ana, pero joder PARA que mi muerte va a ser totalmente real!

Lo que es el ser humano, en esta situación y nos da un ataque de risa.

Poco a poco nos relajamos del ataque de risa y de la tensión sexual inminente al orgasmo que teníamos. Sigo con mi polla cobijada en su culito pero sin movernos, simplemente acariciando nuestros cuerpos.

  • Paco, las bolitas me prepararon los dos agujeritos y solo tengo uno lleno. Quiero estrenar también ese pollón negro.

  • Lo que tu digas, cielo, haré una incursión hacia la costa y ahora vuelvo, no te me enfríes.

Cuando regreso veo que me ha hecho caso, sus dedos juegan en su coño manteniendo la calentura, es preciosa la imagen de Ana masturbándose.

  • ¡Oye guapetona eso déjamelo a mí, a ver si ahora te lo vas a hacer todo tú sola!

  • No seas cínico, me tientas y ahora que tengo dos pollas para mí me lo voy a montar yo sola

Recuperamos nuestras posiciones de antes de la búsqueda a la isla del tesoro, mi polla vuelve a entrar fácilmente en su culito, es como si la estuviese esperando. Mientras cojo el gran consolador y empiezo a pasarlo entre sus piernas, entre sus labios, primero superiores y después inferiores…otra vez a la boca, lo chupa con avidez, acierto a tocarle el clítoris con él. Su mano lo agarra, quiere metérselo ya, se apodera de él, y literalmente se lo clava. Ha sido como un golpe seco en sus entrañas, se arquea y en ese arqueo casi se sale mi trozo de carne de su hogar.

Recobramos la compostura, más bien la descompostura, poco a poco cogemos el ritmo, el consolador entra y sale, mi polla también, en ese ritmo alguna vez coincidimos en el fondo del cuerpo de Ana, lo noto. Es la doble penetración perfecta de sincronización – bueno la una y media como después me diría Ana -. Desde mi ángulo de vista alguna vez no consigo ver nada del consolador fuera del coño de Ana.

Ese ritmo, ese doble ritmo sigue creciendo de intensidad, la tempestad nos lleva hacia el acantilado, la gran ola va a estallar sobre las rocas del placer más bestial.

De pronto suena el timbre, alguien llama a mi casa convertida en un barco a la deriva, inundado…¿Serán los guardacostas?