¿Qué fue de Inma Brunton?
Amor platónico y televisivo de mi juventud, siempre quise saber porqué un día desapareció de la pantalla. Nunca imaginé que lo sabría de aquel modo...
¿QUE FUE DE INMA BRUNTON?
Merodeaba por la maravillosa playa de Barcelona disfrutando de unas merecidas vacaciones cuando de repente me sobrevino una hambruna atroz. Nada raro teniendo en cuenta que llevaba más de seis horas sin comer nada, por lo que me dirigí raudo a un bar donde comprar lo que fuera para saciar mi apetito. Me pillé un par de bocatas de tortilla para quitarme el hambre y al volverme para salir a comerlos en un banco del paseo de la playa, me fijé en una de las (impresionantes) mujeres que había en el bar que tenía un cuerpazo de aupa. Estaba ojeando la carta del menú. Tenía el pelo brillante, de un color castaño claro precioso y de larga melena hasta la mitad de la espalda, y me recordó poderosamente a Anna Paquin en X-Men. Me recordaba a alguien, pero no sabía a quien. La chica, que me vio, permaneció unos minutos mirándome con ojos misteriosos.
-Disculpa, ¿nos conocemos-me preguntó-?.
-No, no lo creo. Es solo que me recordabas a alguien.
-¿Alguien guapa?.
-Eso creo, sí.
-Ah, pues que bien.
-Sí, claro. Hasta luego.
-Hasta luego.
Salí de allí y me zampé los bocatas en un decir ¡Jesús!. Al quedar mirando el horizonte pensé en aquella chica, en lo mucho que me recordaba a alguien, pero no recordaba el recuerdo exacto. ¿Dónde la había visto?, ¿dónde diablos la vi que me sonaba tanto su cara?. Y como si de una revelación se tratase, lo supe. Ya lo recordaba, y volví al bar esperando verla. Efectivamente, allí estaba, tomándose una copa y mirando al mar. Al verme de nuevo delante de ella frunció el ceño.
-Vaya, has vuelto.
-¡Ya sé quien eres!.
-¿De veras?, ¿y quien crees que soy?.
-¡Eres Inma Brunton-respondí con un tono de incredulidad-!. ¡Tú eres Inma Brunton!.
Ella quedó petrificada. Su cara cambió completamente cuando mencioné su nombre. Con un ademán me pidió que la acompañara y me senté enfrente de ella.
-¿Sabes quien soy?.
-Como no. Fuiste presentadora de Tele 5 hace mucho. Debutaste en el 90 con La Quinta Marcha con Jesús Vázquez, la Penélope Cruz y Natalia Estrada. Luego saliste en Goles Son Amores, al lado de Loreto Valverde y Manolo Escobar. Repetiste con Natalia Estrada en Bellezas Al Agua, junto a Andoni Ferreño(también salieron allí Agustín Bravo, la Vaitiare y Norma Duval), y por último apareciste en La Tele Es Tuya, Colega, junto a Sofía Mazagatos, y eso fue en el 94. Después desapareciste.
-Estoy impresionada-exclamó con los codos en la mesa y la cabeza apoyada en las manos-. Ya pensé que nadie nunca se acordaría de mis tiempos de la TV.
-Pues ya ves que yo sí.
-¿Y como es eso-preguntó movida por la morbosa curiosidad-?.
-Porqué me gustabas mucho, más incluso que Natalia Estrada.
-Pero si ella tenía mucho mejor cuerpo y mejores tetas-respondió contrariada-. No pensé que yo levantase tantas pasiones.
-Sí lo que hacías. Debo confesarte que fuiste mi mejor fantasía en mis sueños durante mucho tiempo.
Ella se rió y me miró con picardía.
-Para loco, que si sigues así vas a acabar poniéndome colorada.
-Lo siento, pero es que me siento tan feliz. Por fin puedo saberlo.
-¿Saber?, ¿el que?.
-Que fue de ti, saber el porqué desapareciste de pronto.
-Digamos que mi paso por la TV fue más una excursión que una vocación, y al final fue Natalia quien saltó a la fama, como recordarás. Tengo estudios y una carrera, ¿sabes?. Pude utilizar mis 15 minutos de fama para conseguir mis propósitos, y me va bien, muy bien. No me quejo de mi situación actual, y al mirar atrás y recordar mi etapa de la TV solo puedo sonreír. Fueron buenos tiempos.
-Me alegro por ti. Oye, me imagino que no te lo pedirán a menudo pero, ¿podrías darme una foto y un autógrafo?.
-¿De verdad quieres eso-preguntó riéndose con incredulidad-?.
-Sí, claro que sí. Me he pasado muchísimo tiempo buscando fotos tuyas, pero la única que encontré fue una en que sales de perfil en tanga y en penumbra.
-¿Te gustó la foto?.
-Me encantó la foto-contesté con absoluta fascinación-. Estás buenísima en ella, aunque ya veo que estás mucho más buena ahora.
-Bueno, vale ya-rió-. Madre mía como me adoras. Das miedo.
-Soy inofensivo-bromeé-. Lo que pasa es que no todos los días coincido con uno de mis ídolos de la adolescencia. Estoy bastante excitado.
-No hace falta que lo jures-ironizó-. ¿Te apetecería ir a dar una vuelta?.
-¿Cómo?, ¿contigo?.
-No-respondió airadamente-, con mi madre, el camarero del bar y alguno de los socorristas de playa ¡¡pues claro que conmigo!!.
-Sí, claro que quiero pero ¿no estabas aquí esperando a alguien?.
-No, que va. Simplemente quería tomar algo en un bar y me vine aquí.
Nos levantamos de nuestros asientos y salimos a dar una pequeña vuelta que acabó por ser un largo paseo de varias horas en las que conversamos de todo tipo de cosas, aunque cada cinco minutos yo estaba lanzándole toda clase de piropos y halagos, pues me era imposible no ver que estaba buenísima. Cuando nos dimos cuenta ya había anochecido y debido a lo maravillosa de la tarde me ofrecí a invitarla a mi casa para prepararla una exquisita cena de comida italiana. Frunció el ceño por mi oferta, pero luego aceptó, con lo que le di mi teléfono para que me llamara cuando quisiera y la dirección de mi casa, nos dimos dos besos(ella luego me susurró que iría encantada a mi casa) y nos separamos. Volví a casa más rápido de lo que había ido nunca, y me puse a limpiar como un loco el desorden que tenía. Cuando ella llamó al timbre casi me dio un vuelco el corazón. Apareció radiante, vestida con unos pantalones de cuero negro muy apretaditos a sus larguísimas piernas, un top que resaltaba y escondía unos firmes y bien formados pechos, una chaqueta también de cuero de color marrón claro y llevaba una cara de alegría en la cara que de inmediato me hizo sentir de maravilla.
-Su chaqueta señora-bromeé como si fuera un mayordomo- .
-Vaya, gracias.
Me la dio y la puse en el perchero. La llevé al comedor, donde ya tenía preparados la mesa y la cena estaba a punto de terminar de cocinarse. El tiempo de espera lo pasamos comentando la TV de hoy en día, coincidiendo en lo mucho que ha cambiado, aunque no sabíamos si a mejor. Mientras hablábamos no podía dejarme de fijarme en que iba vestida para matar con aquella ajustadísima ropa. No sé si ella se daba cuenta, pero mis ojos la estaban devorando. Tenía unas curvas pronunciadas, de vértigo. Se me estaba apeteciendo comérmela allí mismo y mandar la cena al infierno, pero permanecí fiel a lo pactado y cuando la cena estuvo nos sentamos muy juntos comiendo como unos sibaritas y tomando un buen postre.
-Mis felicidades al cocinero-dijo cuando acabó-.
-Gracias, aunque el señor microondas también aportó lo suyo.
-Jajajajaajaja ¿y como es que una joya como tú no tiene novia?.
-Pasé una mala relación y ahora estoy dejando pasar el tiempo, pero no estaré solo mucho rato.
-Eso seguro. Me da que las tías se dan palizas en las discotecas por echarte el guante.
-Seguro que eso te pasa a ti con los hombres.
-Que va, si la mayoría se acojonan cuando ven a una mujer guapa. Les da miedo quedar en ridículo.
Me reí copiosamente pues a mí también me había pasado alguna vez. Seguimos de charla largo rato, hablando de mujeres, de relaciones, de sexo y otras cosas que ya me estaban empezando a dar malas ideas. Entre la cena, el postre y la charla estábamos tan acalorados que intentábamos aliviar en algo el calor como fuera. Inma estaba muy puesta en la materia y parecía una maestra. Sentí deseos de aprender de ella al método antiguo: practicando.
-Disculpa, ¿puedo ir a ponerme más refrescarme?. Necesito estar algo más cómoda.
-Sí claro.
Se levantó un momento y se fue al baño mientras yo me toqué para comprobar que ya estaba duro y bien duro. De repente, al girarme a la puerta, me quedé bocas cuando vi el espectáculo que tenía ante mis ojos: ¡¡Inma estaba en tanga apoyada en el umbral de la puerta!!.
-¡¡Madre de dios!!.
-Ya estoy cómoda-susurró insinuante-. ¿Tú estás cómodo?. ¿Te apetece estar más cómodo conmigo?.
Yo estaba a reventar, no podía más, así que me levanté y fui hacia ella para pegar mis manos a su escultural cuerpo y mis labios a los suyos. Si ya estaba buena en la foto de internet, ahora estaba mucho más cañón. Mis pantalones parecían querer reventar. Pegué mi lengua con la suya y degusté la calidez y humedad de sus carnosos labios de fresa. Me sentí como si hubiera tomado el primer trago tras atravesar todo un desierto. Inma sabía besar de miedo, y me enseñaba cosas que desconocía. Sus manos traviesas empezaron a desvestirme y a acariciarme de arriba abajo, pasando por el vello de mi pecho, subiendo por los hombros, bajando por la espalda hasta mi culo. Correspondí con las mías haciendo lo mismo, y al notar aquellas turgentes nalgas se las apreté tan fuerte como pude. Dejé de besarla para darle un chupetón en el cuello y la oí decir:
-Llévame a la cama antes de que cambie de idea.
Sin dejar de tocarnos ni un solo instante nos desplazamos hasta mi cuarto, abrí la puerta de golpe y la tumbé en la cama. Allí tumbada Inma vio que la foto de internet la había puesto a modo de póster en la pared. No solo quedó halagada, si no que con un dedo me atrajo hacia ella con los ojos centelleantes. Terminé de desnudarme con rapidez y me eché a su lado, pegando mi boca a sus cumbres gemelas y degustando el rico sabor de sus guindas de cereza. Se las chupé, lamí, sorbí, acaricié y probé todo lo que quise y mucho más. Me daba vueltas la cabeza por el premio gordo que me había tocado. ¡¡Me iba a follar a uno de mis iconos sexuales de la pubertad!!. La polla estaba como el mármol, casi me dolía de lo cachondo que estaba. Ella no pudo resistirse a cogerla entre sus manos y frotarla con mimo y cuidado, moviendo su manita para pajearme y ponerme a mil por hora.
Cuando me hube satisfecho del sabor de sus enhiestas tetas bajé con la lengua a su vientre, deteniéndome en el ombligo, haciendo círculos para luego bajar hasta su tanga, el cual cogí con los dientes y lo fui quitando, ¡dejando ver un pubis sin pelo!. Estaba afeitada completamente. Tuve la impresión de ver a una niña y no a la buenísima mujer. Me dijo que por verano el pelo la molestaba y daba mucho calor, con lo que se lo quitaba todo. Nunca había probado una panocha pelona y no iba a dejar pasar la ocasión. Posé mi lengua por aquella piel suave y mis caricias debían hacerla doble efecto porqué la sentí derretirse en mis manos como mantequilla al sol. Sus jadeos de goce ya eran prominentes. Besé y lamí aquella parte desnuda de su cuerpo para bajar a su pucha y dar rienda suelta a mis anheladas fantasías. En cuanto mis labios horizontes tocaron sus labios verticales nos sentimos enloquecer. A pesar de los 30ypico años que tenía se humedecía como una quinceañera y como una esponja me bebí todos los fluidos que le salían como agua de mayo. Su sabor me animó a seguir haciéndola un cunnilingus que la dejara roque. Quería matarla a polvos, destrozarla a base de orgasmos. Saqué mi lengua de sus labios y la subí para jugar con su clítoris, mordiendo, besando, lamiendo y jugando con él como un niño con un juguete nuevo. Mis manos seguían jugando con ella y la recorrían de lado a lado, deteniéndose en sus pezones erectos y retorciéndolos. En pleno apogeo de sexo ella me echó fuera mirándome con lascivia. Parecía quemarme con la mirada.
-Ahora me toca a mí.
Me cambió de lugar con ella y cogió mi polla con tanta fuerza que pensé que me la iba a arrancar. Me comentó que ya tenía ganar de ver que hacía, que ya estaba intrigada con tanto halago y piropo por uno y otro lado. Colocó su mano en mis huevos y me los masajeó con esmero cuidado, lamiéndomelos golosamente. Yo estaba fuera de sí. Nunca había conocido a nadie que supiera hacer una felación tan bien como ella, ya que de pronto dejó de lamer mis huevos para engullir mi polla como una verdadera maestra de la mamada. Que manera de chupar, era desgarrador. Tuve la impresión de que en cada mamada me la iba a arrancar. Gemí roncamente como si me azotasen con látigos en la espalda. Sus mamadas eran la locura, su cabeza iba y venía como desencajada del cuello, haciendo maniobras que me dejaron atónito. Su lengua se enroscó con tanta fuerza que apreté los dientes para aguantar la riada de sensaciones que me producía. Era la mejor mamada que me habían hecho nunca. Me la felaba que era puro vicio desatado. La vi a cuatro patas chupándome y le dije que se girase para ver su cuca dilatada en todo su esplendor. Sin soltarme mi polla de su boca se giró y nos montamos un 69 de alucine. Acaricié y pegué en su culo prieto todo lo que quise mientras a mi boca volvían aquellos jugos que eran la ambrosía del Olimpo. Mi glande, que ya estaba brillante de su saliva, fue besado y lamido con verdadera maestría. Ya no podía aguantar: me salí de ella, la puse a cuatro patas sujetándose a la cabecera de la cama, y me dispuse para hincársela hasta los huevos.
-Ooooooh vamos Iván fóllame métemela de una vez, no aguanto más quiero que me folles
-Agárrate bien, que vamos a dar más botes que en una cama elástica.
Me puse detrás de ella, apunté y mi pene se deslizó sin problemas por su panocha. En cuanto la tuve penetrada me agarré a sus tetonas de ninfa y la empecé a follar con saña, casi con furia lujuriosa. Pegué mis labios al hueco de su hombro izquierdo y subí a su cuello. Sus gemidos de placer eran ensordecedores. Los vecinos tendrían que ser sordos para no escuchar la retahíla de gritos que ambos nos prodigábamos. Uuufffffff que polvo. Era una guarra como pocas había conocido. Meneó las caderas para seguir el ritmo de mi penetración y se retorcía en todas direcciones. Los esfuerzos que hice por retenerla acrecentaron mis ansias por follármela hasta el fin de los tiempos. Arqueó su espalda hacía mí y acogí entre mis dedos sus jugosas cerezas, jugando con ellas al tiempo que amasaba sus tetas de ensueño. Su cuerpo era un placer inagotable, una fuente constante de sorpresas y placeres que volvían loco al más cuerdo de los cuerdos. Nuestros jugos ya eran abundantes y mi polla, literalmente, chapoteaba en su coño rebosante. Sus fluidos ya caían resbalando por la parte interior de los muslos. Apreté el ritmo de la follada y di duro hasta que con los últimos movimientos nos sobrevino el tan ansiado orgasmo, que duró más tiempo del imaginado. Mi semen la regó por dentro mientras mi polla quedó impregnada de sus jugos. Sentí que había sido la mejor experiencia de todas. Correrme con ella fue un subidón de adrenalina imposible de describir. Caímos sobre la cama y nos echamos uno junto a otro, mordisqueándonos en los labios y sumidos en un millón de caricias.
-Uuuuuuuufff que polvo estoy muerto
-No creas que vas a librarte tan fácilmente. A mí no es tan sencillo satisfacerme. Aún sigo cachonda y aún quiero follar.
-Entonces cabálgame. Móntame como un caballo loco.
Se subió encima de mí, tomando mi polla entre sus ágiles dedos, acariciándola de arriba abajo y volviendo a pajearme. No esperaba ponerme erecto de nuevo, pero sus caricias hicieron efecto en seguida. Me sorprendió la habilidad que demostraba para conseguirlo. En cuanto ya estuve empalmado y mi polla en perfecta vertical, Inma se puso justo encima de ella, sentándose poco a poco y clavándose mi verga hasta el fondo. Casi me pareció que la llenaba por completo. Lancé un largo suspiro cuando se penetró y me dispuse para ser su juguete particular, para que me follara como le viniera en gana. Sus tetas, libres de mis manos, botaban de lujo, iban de arriba abajo a ritmo de la cabalgada que se hacía a mi costa. Aunque me costaba mucho, abrí los ojos para contemplar aquella hermosísima estampa de verla a Inma montada sobre mi polla, follándose como una gata salvaje. Su mano derecha se aferró a la base de mi miembro y la izquierda se puso a jugar con sus tetas, acariciándolas como yo lo hice antes, jugando con ellas, tomando los pezones entre los dedos para retorcerlos. Nunca me hubiera imaginado echar un polvo tan guarro como aquel. A mitad de follada, hizo una pirueta y se puso de espaldas a mí sin sacarse su polla, dejándome de piedra. Ahora veía su culo perfecto y su espalda arqueada, y podía contemplar como mi manubrio entraba y salía de su panocha mojadita. La cogí de las caderas y meneé un poco las mías para que la penetración fuera un poco más profunda, provocándola varias oleadas de jadeos, cada uno más intenso que el anterior. Me ponía excitadísimo ver como ella usaba mi miembro para follar, como lo manejaba de un lado a otro para darse placer. Con las piernas por mis lados y las rodillas doblabas, las usó a modo de muelle para rebotar obre mi cuerpo mucho más fuerte, dando auténticos trompazos a cada bajada que hacía. Llevé mis manos a su culo y abrí sus nalgas para contemplar su ano y excitarme más fantaseando con culearla, eso si me quedaban fuerzas para conseguir semejante hazaña. Inma me estaba chupando la vida con tanto polvo. Cogiendo de nuevo sus caderas ayudé a marcar un ritmo fuere y trepidante que terminó por conducirnos a un nuevo orgasmo en el que terminamos sudando como cerdos y gritando como locos.
Permanecimos abrazados largo rato. La dulzura y calor de su cuerpo me rodeaba por todas partes. Creo que fue el mejor momento de mi vida. No recuerdo cuanto estuvimos besándonos y mirándonos a los ojos, pero se me hizo eterno. Inma estaba radiante, su cara era un poema de felicidad y plenitud y la mía bufffff, la mía era impagable. Me besó la punta de la nariz y me provocó cosquillas. Fue entonces que me levanté para ir a la cocina para comer algo. Estaba hambriento.
-¿Ya te vas?.
-Sí, tengo que comer algo. No aguanto más.
Estaba en el umbral de la puerta cuando escuché su voz en tono meloso.
-Iváaaaaaaaaaan
-¿Síiiiii-pregunté en el mismo tono-?.
-¿Y no te gustaría comerme el culo hasta que te hartes?.
Se había vuelto a poner a cuatro patas, con el culo en una pompa que tiraba de espaldas, abriéndose las nalgas para enseñarme el orto. De nuevo se me desataron todas las salvajes pasiones y me fui a comer, pero no a la cocina si no a la cama. Su culo era digno de Playboy. Se lo comí cuanto me dio la gana, mordiendo aquellas tersas nalgas, lamiendo su ano inmaculado. Cuanto escuché de su voz que era virgen por el culo, me sentí morir. ¡¡La iba a desvirgar el culo!!. Me susurró que quería de mí la brutalidad del macho, la prepotencia, el salvajismo del violador. Aquello fue demasiado: me empalmé de nuevo hasta estar como una piedra. Apunté mi polla y mi glande quedó sostenido en el principio de su ano. Me curvé sobre ella y empujé para penetrarla, pero a pesar de mis caricias estaba muy cerrada. Eso solo contribuyó a excitarme más. Iba a romperle el culo.
-¡Te voy a dejar el culo como la bandera de Japón!.
-¡Síiiiiiiiiiiiii métemela todaaaaaaaaaaa!...
Continué apretando hasta que por fin, para satisfacción mía y dolor suyo, conseguí metérsela por completo. Inma dio varios gemidos de dolor que hicieron delicias en mis oídos. Me quedé quieto disfrutando de la sensación de tenerla embarrada y saber que mi polla era la primera en meterse en ese lugar. Al decirme que quería salvajismo no la hice ni una sola caricia ni beso, si no que me puse a encularla como un loco, penetrando con fuerza, en golpes rítmicos, secos, potentes, ¡brutales!. Menudas perfección de curvas, que sensaciones me daba. Sus nalgas se apretaban entorno a mi polla, me la estrujaban como si la hubiera desvirgado en su coño y aquello contribuía a que la calentura nunca se nos fuese. Pocas veces había probado el sexo anal y en todas ellas había quedado a medio hacer por el miedo de las chicas, pero ésta era una loba que iba a por todas. Me gritaba como una fiera que la reventara, que la desgarrara si hiciera falta, que no parase de follarme su culo. Las guarradas que le salían de la boca eran de una auténtica cerda, de toda una depredadora sexual. Poco después ella cogió el gusto a tener mi polla en su culo y me ayudó a penetrarla moviéndose hacía mí para clavársela más aún. Menuda puerca. Nunca había conocido una chica que en la cama fuera tan salvaje como ella. Lo quería todo, probaba de todo y nunca decía no. Esas son las que merece la pena tener entre las piernas. La polla estaba que reventaba dentro de su ano. Las paredes de su culo aún se cerraban sobre ella y me provocaban gemidos de animal. Apretando los dientes me la follé con más rabia que antes, como si la estuviera violando, y ella solo decía más, más, máaaaaaaaaaaaass ya me iba a correr e iba a hacerlo por la puerta grande. Oooohh sí, ooohh ssíiiiiiiiiiiiiiiiii
-¡¡UAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!!...
-¡¡SÍIIIIIII ME CORROOOOOOOOOO!! ¡¡CÓRRETE EN MI CULOOOOOOOOOOO!!...
El poco semen que me salió fue directo a llenarla aquella maravilla de nalgas. Cuando se salió y resbaló entre ellas Inma se lo cogió con los dedos y se lo tragó como una golosa como si fuera caramelo. Quedé fascinado. Al sacársela del culo su ano estaba completamente dilatado, tanto que cabría una buena berenjena dentro. Inma y yo nos encontrábamos exhaustos.
-No no puedo más estoy muerto ooooooohh dios
-Yo tampoco puedo más estoy rendida o casi
-¿¿Casi??.
-Quiero llegar a la séptima entrada.
-Si solo vamos por la tercera.
-¡¡Pues vamos a por la cuarta!!.
No sé de donde le venían las fuerzas, pero minutos después de decir aquello ya estábamos otra vez follando como conejos, de nuevo ella montada sobre mí. Yo ya era un muñeco entre sus manos y me manejaba como la viniera en gana. En el quinto polvo ya me había vaciado los huevos de leche, y es más, se hizo una doble penetración metiéndose en su vulva un enorme cucharón de madera que tengo en la cocina para los guisos, mientras que mi polla volvía a explorar su culo. El quinto orgasmo fue el último de la noche, dejándonos casi comatosos. Justo antes de dormirnos me dio un poderoso beso de tornillo y me dio las gracias por tan maravillosa velada.
Al despertarme, al día siguiente, mi cama estaba vacía. Estaba exhausto, como si hubiera dormido durante días enteros. Al ir al comedor, todo estaba limpio, impecable, parecía que allí no se hubiera hecho ninguna cena para dos. La cocina estaba ordenada, y todos los platos en su sitio. Ni en el baño ni el resto de la casa había indicio alguno. No había ningún rastro por el que pudiera decir que ella estuvo en mi casa cenando y que luego pasamos una noche increíble. Fue entonces que pensé ¿lo habré soñado?. No tenía su dirección, ni su teléfono, ni nada para salir de dudas. Quedé perplejo. Lo único por lo que sabía que había pasado era que mi corazón así me lo decía.
De esto hace una semana y no he conseguido salir de dudas. Volví al mismo bar en donde la vi, pero no volvió a aparecer. Cuando pienso en ello solo puedo sonreír como un colegial enamorado, y me digo a mí mismo que sí ocurrió, que todo fue cierto, aunque aún guardo mis dudas. ¿Sabré alguna vez la verdad?. Eso espero, y si me disculpan debo dejarles, me están llamando por teléfono...