¿Qué es el infierno? 17

Sentía mis paredes abriéndose, me dolía, pero no tenía fuerzas para detenerla. Pareció entenderme y succionó mi cuello con fuerza, de modo que el dolor se volvió placer de nuevo. Sus dedos penetraban más profundo y no sentía dolor, tan solo sentía mi sangre entrando en su boca...

Misteriosamente la sirena estaba en el mismo estado que yo. Cuando me tuvo cerca pareció quedarse helada. Sabía que tanto Jana como Kate me llamaban, pero sus voces pasaron a un plano que no me importaba. La sirena me observaba sorprendida de ella misma, sus ojos malva me observaban brillantes, como quien se detiene observando las llamas de una hoguera.

-          Tu… -finalmente susurró, su voz era como los cantos, embelesaba tan solo oírla. Como si cada sonido que saliera por sus labios fuera destinado a mi alma.

De pronto una flecha de humo púrpura impactó entre nosotras. Me cegó los ojos, sentía como si me introdujeran alcohol en los ojos. Escuché que ella gritaba de dolor, de modo extraño podía sentirla sin necesidad de verla, imaginaba incluso la posición en la que estaba, sumergida cerca de mis piernas intentando tranquilizar su dolor.

-          ¡Sal! ¿Qué haces? ¿A qué esperas? –gritaba Jorge uno de los profesores. Jana sin más espera me agarró de la mano con la cual protegía mis ojos y me sacó arrastras de allí.

-          ¿Qué le ocurre? –preguntó Kate al profesor una vez estaba tumbada en la arena cubriéndome la cara.

-          Todavía no lo sé. –murmuró confuso-. De momento llevarla a su bungalow. –Jana me cogió en brazos sin apenas esfuerzo. En apenas segundos estaba tendida en la cama. Kate y Paola no habían llegado, todavía tendrían unos minutos para alcanzarnos.

-          ¿Qué ha ocurrido? –apareció Alex prácticamente rompiendo la puerta.

-           Una sirena. –respondió Jorge.

-          ¿Dónde? –murmuró en tono cabreado, nunca antes lo había escuchado así.

-          En la cala, debe seguir aturdida en el mismo lugar. –cuando Jorge terminó la frase Alex ya había salido corriendo.

-          ¡Alex no! –grité sorprendiéndome de recobrar las fuerzas. Abrí los ojos y Jana se impresionó al verlos. Intercambió la mirada con el profesor tratando de entender algo. Mi visión era borrosa, pero tenía que ir tras Alex.

-          ¿Dónde crees que vas? –murmuraron prácticamente a la vez.

-          La matará. –sentí una gota caliente caer por mi mejilla, por el olor sabía que era de sangre. Me levanté con rapidez y vértigo. Con avidez Jana me alcanzó agarrándome del cuello y arrojándome contra la pared, apretaba con tanta fuerza que ni podía respirar.

-          Si quieres morir te mataré yo, pero no lo hará una sucia sirena. –susurró con desprecio mientras sus ojos verdes brillaban más que nunca, esta vez era un verde oscuro y se marcaban venas rojas por toda su cara. Realmente me asustó.

-          Jana cálmate. –le ordenó el Jorge-. ¡Ya! –subió su tono de voz y Jana me soltó. Finalmente respiré, sus manos tenían sangre de mi cuello.

-          No me ha hecho nada ella. –traté de calmarlos. Era cierto y ellos lo sabían, podría haber seguido cantando para llevarme a las profundidades del mar, pero no lo hizo, tan solo me observó confundida.

-          Así que se suma una más a tu ganado. –tanto a mi como a Jana se nos heló la sangre al escuchar su voz regocijándose.

-          ¿Qué haces aquí Crawford? –suficiente enfadada estaba Jana como para aparecer Lance.

-          Tal vez muera más gente de lo previsto esta semana.

-          Largo de aquí. –se interpuso Jorge.

-          Está bien. –se dio la vuelta y al cruzar el umbral de la puerta susurró-. Por cierto, bonitos ojos. –y desapareció.

-          ¿Qué hacen aquí? –preguntó Jana.

-          Viene más escuelas, ¿recuerdas? –Jorge empezaba a perder la paciencia de tantas novatadas-. Ya estás mejor y debo irme. Dyon vigílala. –indicó al perro y este entró sin más.

-          ¿Por qué él puede tener mascota? –pregunté una vez ya se había ido.

-          Es un híbrido, ya sabes que los magos tienen un animal que es sus ojos, él es medio vampiro medio mago.

-          ¿Y es normal?

-          No. –respiró profundamente, seguía algo cabreada-. El gen vampiro es el más fuerte, casos híbridos son contados, por eso es profesor, su poder es perfecto para controlar a los alumnos, por más que se junten dos especies distintas solo sale una, en lo normal siempre el gen fuerte.

-          ¿Y un lobo y un vampiro?

-          Saldría vampiro, el lobo es un gen fuerte también si lo juntas con otra especie, pero el gen más fuerte es el de vampiro. Uno de cada millón de casos puede salir un híbrido.

-          ¿Y yo?

-          Cielo. –se acercó a mí-. Sé que crees que lo sé todo, pero no es así. Tu caso jamás ha sido entendido. Nadie ha tenido tu poder.

-          ¿Por qué yo? –pregunté cansada-. Yo no quiero ser esto.

-          Eso dices ahora. Una vez se haya solucionado todo podrás vivir como cualquier otro sobrenatural y créeme ahí desearás ser así.

-          ¿Y si yo convierto a alguien que ocurre? ¿sería vampiro?

-          Por normalidad debería ser así. Pero eso no se sabe, por eso nunca deberías convertir a nadie, no sabes lo que ocurriría. –me quedé pensativa-. Y menos a ella. –susurró con desanimo sabiendo que más de una vez me había planteado convertir a Kate.

-          ¿Y por qué me ha ocurrido esto en la cala? –solamente me venían preguntas a la mente.

-          Repito cariño. –me cogió la mano-. Desearía poder responder todas tus preguntas, pero no lo sé. –se desanimó.

-          Puede que no tengas todas las respuestas. –traté de animarla-. Pero si tienes todo lo que necesito. –la besé con dulzura y se apartó, mi corazón dio un vuelco, jamás me había negado un beso-. ¿Qué ocurre?

-          Siento mi actitud de antes. –me miró el cuello-. Pero, aunque sea a la fuerza no te permitiré correr ningún riesgo. –su mirada se endureció.

-          ¿Sabes qué ocurre? –traté de mantenerme serena y no sonreír con malicia-. Me tienes tan mal acostumbrada que me gustó. –me acaricié el cuello bajo su mirada penetrante. Entonces vi como torcía media sonrisa como a una niña cuando le dices que la llevarás al parque de atracciones.

-          No digas esas cosas. –trató de contener su emoción.

-          ¿Por qué? –la tenté mordiéndome el labio.

-          No sabes a qué juegas.

-          Enséñame. –susurré y aquello pareció la cerilla que prendió el incendio. Sus ojos se iluminaron de nuevo, pero en su tono claro, esta vez sin marcarse sus venas y abalanzó sobre mis labios. Me lanzó en la cama en cuestión de segundos.

-          ¿Todo bien? –entró Kate por la puerta rota.

-          Como puedes ver si. –sonrió Jana.

-          Upps… -se sorprendió Paola-. Vamos amor. –cogió el brazo de Kate y se la llevó.

-          ¿Piensas seguir? –la miré con protesta ya que ella seguía mirando la puerta.

-          Le daremos un espectáculo. –sonrió.

-          ¿A Kate? –pregunté extrañada.

-          No. A Jorge. –la miré más confundida y ella miró a Dyon que nos observaba sin detenimiento.

-          Entonces verá que ya no hay peligro. –susurré agarrándola por la nuca intentando acercarla a mí.

-          ¿Quieres que lo vea todo? –se resistió.

-          ¿Eso es todo lo que vas a enseñarme? ¿A cómo te acobardas pronto?

-          Si no me equivoco. –miró mi entrepierna-. Sigues siendo virgen. ¿Segura que quieres que presencie ese momento? –tragué saliva y medité unos minutos mientras ella se levantaba.

-          Sí. –respondí con firmeza cuando ya estaba lejos de mí y se detuvo dándome la espalda.

-          ¿Segura? –volteó para mirarme, esta vez de nuevo se marcaban las venas en su rostro y una corriente eléctrica me invadió la sangre.

-          Fóllame. –respondí casi jadeando quitándome el bikini. Cuando mostró su sonrisa vi sus blancos y delicados colmillos aumentando de tamaño. Se abalanzó sobre mí en un abrir y cerrar de ojos, con su mano sujetaba mi cuello impidiendo que me moviera. Me miró desde su altura, desde su dominio y con suma sensualidad acarició sus colmillos con la lengua.

-          No te muevas. –me indicó mientras liberaba mi cuello. Sus labios se acercaban a la zona donde anteriormente se hallaba su mano. Mi corazón latía desbocado sentía miedo, pero la excitación era superior. Cuando sus labios apenas rozaron mi cuello me estremecí de nuevo a la espera de que lo besara. Ese fue mi error.

El dolor punzante junto al sonido de mi piel rasgándose me hicieron gemir. Era doloroso que te mordiera un vampiro, ahora lo sabía perfectamente. Segundos más tarde, el dolor se volvió un placer intenso. Con delicadeza succionaba mi sangre, pasé de sentir un terrible dolor a un éxtasis, valía la pena el dolor de la mordida porque lo siguiente era la gloria. Me debilitaba a un punto que ni me podía mover, era como tener un orgasmo, pero en la zona que te mordían. Entrelacé mis dedos en su cabello, pues no iba a soportarlo. Sin más sentí la fuerte oleada, pero esta vez no era en el cuello, iba a correrme mientras succionaba mi sangre. Al ver lo que me sucedía con un gran esfuerzo separó sus colmillos y con avidez me mordió agresivamente en el otro lado del cuello.

-          ¡Ahh! –grité con debilidad. Segundos más tarde volví a gemir de dolor, pues en un movimiento imperceptible a ojo humano me introdujo dos dedos. Sentía mis paredes abriéndose, me dolía, pero no tenía fuerzas para detenerla. Pareció entenderme y succionó mi cuello con fuerza, de modo que el dolor se volvió placer de nuevo. Sus dedos penetraban más profundo y no sentía dolor, tan solo sentía mi sangre entrando en su boca y unas suaves caricias en mi interior. Exploté sin poder contenerme. Gemí dejándome escuchar por todo el campamento. Sentí como sus dedos apenas podían moverse mientras se humedecían sin parar-. ¡Mmmm! –gemí de nuevo cuando en una embestida introdujo un tercer dedo con dificultad a pesar de estar lubricados.

-          Eres un pecado. –jadeó con dificultad al liberar mi cuello. Me besó con fuerza y retiró sus dedos de mi interior-. Eres lo más intenso que he probado jamás. Ni si quiera sé cómo he logrado detenerme. –murmuraba con mucha dificultad-. Ahora mismo me cuesta controlarme. –se levantó y se alejó de mí-. Suficiente por hoy. –se hablaba a si misma-. Perderé el control y no sé lo que te haré, pero sé que no es lo indicado para la primera vez. –apenas podía moverme.

-          Hazlo. –jadeé-. No tengas miedo.

*** Continuará *****

Espero que os guste.

Ánimo a todxs.

Saludos desde España.

Siempre encantada de leer vuestros emails y opiniones.