¿Qué es el infierno? 13

Su piel negra con la iluminación de la discoteca, la hacía brillar, su pelo afro tan bien conseguido, hacía relucir más sus labios, sus ojos oscuros...

-          ¿Has salido esta noche a matar gente? –mi madre iba aumentando la agresividad en su tono. Yo bajé la cabeza como un cachorro arrepentido de algo que ni si quiera se daba cuenta que hacía. Jana me dio la mano.

-          No fue su culpa. –Jana me defendió.

-          Entonces. –se me heló la sangre-. ¿Lo has hecho? –vi el terror en su voz y sus ojos.

-          Kate.. –susurré asustada.

-          ¿Y para eso nos hacéis venir a este lugar? ¿Para estar seguras de monstruos como vosotros? –Paola gritaba fuera de control.


-          Nos peleamos. –Jana murmuró con la cabeza agachada, mi padre suspiró.

-          Jana, ella es tu responsabilidad, por algo te encargamos de vigilarla. –dijo el padre de Jana.

-          ¿Qué? –me quedé atónita, sabía que Jana estaba conmigo para ayudarme, pero no como obligación, no como si fuera mi niñera, yo pensaba en una buena amiga que me ayudaba, no en una responsabilidad.

-          Chloé… –Jana murmuró mientras yo le soltaba la mano y retrocedía unos pasos.

-          Todo este tiempo. –sentía como me quebraba-. ¿Has estado conmigo por obligación?

-          No es así. –con el tono su voz trataba de calmarme.

-          Y... –me faltaba el aire al recordarlo-. ¿Lo de esta noche? Por eso lo has hecho... –las imágenes iban volviéndose más claras en mi mente-. Era para calmarme. –con razón me había dejado hacer lo que quería.

-          Era el único modo. –sus palabras resonaban en mi cabeza, como si de un eco interminable se tratara.

-          Me das asco. –me acerqué a ella y de un guantazo le giré la cara, haciendo que se tambaleara, hui de allí.

Eché a correr sin detenerme por nada, aunque mi corazón estallara del cansancio no me detenía, las clases daban resultados, tanto entreno servía de algo en ese momento. No sé cuánto tiempo corrí, ni hacia dónde. Pero de pronto la gente hablaba en francés. Al detenerme me di cuenta de que iba en lencería, con lo último que me puse tras la noche con Jana. Me escondí detrás de un edificio, un hombre se me acercó, más bien por interés que por preocupación.

-          ¿Está bien señorita? –me preguntó. (obviamente en francés).

-          Sí. Solo estoy un poco perdida, ¿Qué ciudad es esta? –agradecía ser medio francesa, podía hablar con fluidez. Entonces una idea rondaba en mi mente-. Lléveme a la tienda de ropa más cercana. –le ordené mirándolo con atención, había ordenado muy pocas veces, y fue evidente el resultado.

-          A mí no me ordena nada, señorita. –maldije por todo lo alto, me dispuse a salir corriendo de nuevo, pero me agarró del brazo.

-          No se asuste señorita. –lentamente me di la vuelta para mirarlo, y para mi sorpresa me encontré con unos ojos verdes y brillantes, y unos colmillos blancos como la nieve-. Puedo ayudarla si me deja. –sonreí en ese momento, por alguna extraña razón, sentí que podía confiar en él.

-          Me llamo Chloé. –murmuré presentándome.

-          Oh, precioso nombre. –me dio un suave beso en la mano, yo alcé la ceja y supe al instante que ese tipo no era de esta época-. Yo me llamo Joyce. –conocía ese nombre, su significado era: experto en batalla. Entonces lo detallé, un hombre fuerte, físicamente rondaba los 30 años, cabello negro que resaltaba sus ojos verdes, junto con unas cejas gruesas. Su mandíbula cuadrada que demostraba autoridad, pero su sonrisa entregaba confianza. De cuerpo era alto, debería medir 1.80, tal vez más, de ancho era como tres veces yo, desde luego al lado de ese hombre te sentías protegida y admirada, porqué todas lo miraban.

-          Encantada Joyce. –respondí algo avergonzada, al haberlo observado así me sentía un poco tonta.

-          Entonces lo primero que haremos será ir a por ropa. –en cuestión de un segundo estaba abriendo la puerta de un coche. Y no uno cualquiera, era un Rolls Royce Panthom I Jonckheere del 1925, eso acababa de confirmarme que era de otra época-. Fue fácil, me lo regaló un coleccionista. –me guiñó el ojo y yo sonreí. Tuve la sensación de que ni escuelas ni leches, ese hombre iba a ser un verdadero mentor.

-          Creo que nos llevaremos de maravilla. –le dije con una diabólica sonrisa mientras entraba en el coche. Cuando lo arrancó, el sonido me dejó babeando. Verlo todo en si era precioso, por dentro tan lujoso y vintage.

-          Iremos a Gucci primero, luego si te necesitas más iremos a Chanel. –a todo esto yo alucinaba, aunque mi familia fuera muy adinerada, compraban con dinero, tal vez heredado o por haber trabajado, eso no lo sabía, pero pagaban, no solían beneficiarse de sus poderes. Sin embargo, de ese modo parecía que iba a ser más divertido.

-          ¿Puedo preguntarte cuando naciste? –mi curiosidad me podía, él se quedó unos segundos pensando.

-          Nací el 18 de diciembre. –me miró dudando-. De 1256. –creo que hasta abría la boca de lo impresionada que estaba.

-          Entonces... tienes... –intentaba hacer cuentas.

-          762 años. –confirmó el mientras yo trataba de contar-. Ahora yo, deduzco que acabas de llegar. Te ves hambrienta y cansada, ¿De dónde vienes?

-          De España. –murmuré algo incómoda.

-          Un buen viaje entonces, no está mal para alguien novato. –fruncí el ceño, cómo podía saber que era nueva-. Son muchos factores, tu piel es muy humana todavía, tus ojos no son de un color tan fuerte, cuanto más viejo te haces, más suave es tu piel, el color de tus ojos, tu cabello es más bonito, es decir cuanto más envejeces, mejor te ves.

-          En resumen, que me veo mal. –reí intentando relajar el ambiente y el sonrió.

-          No te equivoques. –detuvo el coche-. Eres lo más hermoso que he visto en mis 762 años. –me sonrojé-. También piensa, que tu piel es más bonita que la mía, para un humano es preciosa mi piel, pero un vampiro desearía tener la piel de un humano, tanta perfección, deja de ser perfección a ser algo común, y tu piel tan virgen y llena de pecas, es tan… tentadora. –se mordió el labio. Me sonrojé aún más, esas palabras me recordaron a Jana, una vez me dijo que en el mundo sobrenatural les encantan los rasgos humanos.

-          Gracias supongo. –murmuré muerta de vergüenza.

-          Ya hemos llegado. –dijo señalando el exterior del coche, ni me había fijado dónde estábamos cuando el detuvo el coche.

Entramos en la tienda, nada más entrar Joyce obligó a las dependientas a ignorar lo que yo llevaba puesto, de modo que me atendieron sin importar mi apariencia. Salí de allí cargada de bolsas, acto seguido fuimos a Chanel, lo cual ya pude entrar con un vestido de seda y lana con tribanda que costaba 1.800€ pero como no pagábamos no costaba nada. Tan solo ver que entraba así vestida me atendieron con amabilidad y dulzura sin necesidad de obligarles. Compré una cantidad también bastante grande, el coche iba a rebosar de bolsas. Estábamos en Bourges, él vivía en París, iba a llevarme allí con él, con lo que nos esperaban alrededor de 3 horas de viaje en coche.

Yo aproveché en dormir todo el camino, necesitaba descansar, demasiadas emociones, lugares nuevos, estaba tan confundida, sabía que deberían estar preocupados, pero necesitaba hacer eso, alejarme de todo, vivir, había estado recluida toda mi vida, era el momento de vivir, sin que me vigilasen, a mi aire, aprender de la forma correcta, en la calle es donde uno aprende todo, a base de vivir, no de que te lo expliquen.

-          Señorita. –escuchaba su voz varonil-. Hemos llegado. –abrí lentamente los ojos, estábamos por los Campos Elíseos, las luces que iluminaban toda la avenida parecían mágicas.

-          ¿Vives aquí? –le pregunté asombrada-. Bueno sí, entiendo. –contesté al darme cuenta de mi pregunta tan simple, dado el estilo de vida que el llevaba eso debería ser insignificante.

-          De hecho... –no terminó la frase-. Ahora lo verás. –salimos del coche, el cual un hombre entró en él para llevarlo al parking, otro hombre se encargó de llevar todas mis bolsas. Y un tercer hombre le dio unas llaves a Joyce. Entramos en el edificio que era de piedra caliza, el suelo del vestíbulo principal era de mármol italiano, negro, grisáceo y blanco, las lámparas eran de un diseño fabuloso, a medida que más profundizabas más lujo veías, estaba lleno de columnas que te indicaban el camino, como si de película se tratara, daban ganas de ir cantando y bailando entre cada una de ellas. Las escaleras de diseño flotantes, bordadas de oro, daba hasta lástima pisarlas de tan bellas que eran.

-          Es… -jamás había estado frente a tanto diseño, tanto lujo y belleza-. Esplendoroso. –murmuré finalmente.

-          Toma. –me ofreció unas llaves al llegar frente a la primera puerta, yo alcé la ceja sin entender-. Es tuyo, completamente tuyo, puedes incluso venderlo si quieres. –eso último lo dijo con una pizca de lástima, se le veía felicidad, como un niño el cual regala a su madre su primer regalo.

-          Jamás. –traté de decirlo en la mayor dulzura posible-. Este perfecto lugar lo tendré toda la vida.

-          Gracias señorita. –dijo con ilusión-. ¿Entramos a verlo? –espetó con más emoción.

-          Por supuesto. –tomé las llaves y lentamente abrí la puerta sin imaginarme la belleza que encontraría. El hall de la habitación era inmenso, tenía un guardarropa, también conducía a un baño que resultaba ser el de invitados. Luego a su izquierda daba a la espaciosa sala de estar, volviendo a la entrada y dirigiéndonos a la derecha había una cocina perfectamente equipada y moderna, antes de la cocina, a la derecha de esta le seguía la suite principal, jamás había visto una habitación tan grande, incluía un enorme walk in closet que para mi sorpresa ya tenía bastante ropa, de mi talla y mis gustos.

-          Me he tomado la libertad de encargarle a Adrien que comprase más ropa para ti mientras veníamos en camino. –demasiadas cosas en un día. Seguido estaba el baño, aquello ya era espectacular, todo de mármol, incluyendo paredes, ducha, suelo… Seguimos por el pasillo hasta la siguiente habitación, también contaba con un closet y un baño, aunque más pequeños que el de la suite principal, y por último había otra suite más que también incluía baño.

-          Sigo asombrada. –tantas cosas eran demasiadas para mí.

-          Y no has visto zonas comunes, piscina, jacuzzi, baños turcos…

-          Vale, vale, suficiente por hoy. –nos reímos.

-          De acuerdo, la casa está aislada con magia, es decir nadie escuchará lo que no quieras que oigan, el servicio de limpieza lo hará por las noches, mientras duermas, en caso de que no estés durante el día seguirán limpiando, en sonido no molestarán, está aislada con magia, repito todo aquello que no quieras que se oiga no se oirá, si quieres oír como limpian entonces si lo oirás.

-          De acuerdo, más o menos lo he entendido. –necesitaba dormir más.

-          Ya has dormido suficiente. –murmuró leyéndome la mente-. Yo sé a qué viene tu cansancio, y no se cura durmiendo. Cámbiate.

-          De acuerdo. –murmuré a regañadientes, de modo que me fui a la suite principal directa al walk in closet. Pude observar que ya incluso habían puesto mi nueva ropa en él-. Qué rapidez. –se me escapó decir. Después de casi una hora probándome ropa, supe lo              que necesitaba, durante el día elegancia, pero durante las noches maldad. A eso iba a llevarme. De modo que me ceñí a lucir una faldilla de cuero negro que me llegaba de la cintura hasta casi las rodillas haciendo marcar cada una de mis curvas, con un top negro también de cuero sin tirantes, haciéndome lucir un escote descomunal, mi cabello pelirrojo zanahoria, estaba ciertamente ondulado de un modo que remarcaba más el cuero negro. Por último, me pinté los ojos con el eyeliner, me puse rímel, y también me hice la raya debajo del ojo.

-          Oh Dios mío, me quito el sombrero ante ti. –hizo un gesto imaginario de cómo se sacaba el sombrero y me ofrecía una reverencia. Yo me sonrojé como respuesta-. Creo que entiendes mi onda. –me guiñó el ojo. El llevaba un traje negro, su cabello se veía despeinado dándole un aspecto de Chico Malo, junto con algunos botones de su camisa que de dejaban ver un poco su musculoso pecho.

-          ¿Cuándo…? –pregunté.

-          El edificio de enfrente… ahí vivo yo. –sonrió pícaramente en broma, yo no pude evitar reírme-. Por último, aquí el detalle final. –me obsequió con el Iphone 11 Pro-. Ya tienes línea y todo.

-          Veo que tienes mucha práctica en todo esto. –no podía asombrarme más ese hombre.

-          No te preocupes, este viejo te hará más poderosa que yo mismo. Serás mi legado. –abrió la puerta principal indicándome que ya marchásemos de casa. Salimos de edificio y ya sentí que se derrumbaba toda la avenida. Cuando vi al hombre que anteriormente había guardado el Rolls Royce, ahora estaba frente a un McLaren P1 negro.

-          ¡JODER! –se me escapó decir en castellano.

-          ¿Eges española? –me preguntó en castellano también, aunque con cierta dificultad con la R.

-          Medio española, medio francesa. –le sonreí.

-          Ahora entiendo, con razón en tu acento no se nota nada. –habló de nuevo en francés.

-          Gracias entonces. –le respondí con amabilidad.

-          Señogita, cometí un eggog antes, este es otro gegalo. –murmuró en castellano con dificultad, mientras señalaba el coche.

-          ¿¡Qué!? –pregunté.

-          ¿Creo que lo he dicho bien no? –hablamos de nuevo en francés.

-          Perfecto Joyce. –le sonreí-. Pero todo esto es demasiado…

-          Todo esto es el principio. –me interrumpió-. Disfruta de ser lo que eres. –me tomó la mano con respeto y curiosamente a través de su contacto sentí como me transfería fuerza. De pronto se alejó y me abrió la puerta del coche-. Adelante. –hizo el gesto. Entré en el coche. Tan solo acelerar, sentí que llegaría a otra dimensión, con que simplemente mi pie acariciara el acelerador aquello salía disparado. Lo gozaba dando vueltas, él no me decía nada de a dónde ir, suponía que me estaba dejando conducirlo sin más. En el tiempo que estuve, sin saber cuánto fue, finalmente Joyce me indicó el lugar al que ir. Un lugar tan simple como una discoteca, un tanto lujosa, pero dentro había un poco de todo.

-          ¿Puedo invitarte a una copa? –escuché una voz femenina a mi espalda.

-          Depende. –murmuré sin mirarla.

-          ¿De qué? –ella me hizo dar la vuelta en el taburete de la barra.

-          De… -me quedé muda al verla, primero vi su escote que resaltaba a kilómetros, era un mono rojo de pantalones largos y tirantes gruesos, su piel negra con la iluminación de la discoteca, la hacía brillar, su pelo afro tan bien conseguido, hacía relucir más sus labios, sus ojos oscuros, parecían mostrarme la mayor de las temeridades, tal vez era mi lado demoníaco, pero quería entrar en la cueva que sus ojos mostraban, eran tan oscuros que parecían no tener fin, una pupila invisible, no podías distinguirla.

-          ¿De qué depende? –me preguntó de nuevo, esta vez más cerca de mi boca. Necesité varios minutos hasta reaccionar.

-          Nada… -murmuré como pude.

-          ¿Entonces qué quieres beber? –acarició mi cabello, instantáneamente miré su cuello, su piel negra hacía que pareciera más misterioso morderla, era como hacerlo a ciegas.

-          Lo que quiero no lo venden. –le susurré sin pensar.

-          Tú dime lo que quieres, que yo te lo daré. –nunca había oído alguien tan convencido de algo.

De pronto me vino la imagen de Jana, en la chimenea del castillo, junto a mi familia y un hombre desconocido. Empecé a marearme.

-          ¿Estás bien? –me preguntó la mujer misteriosa.

-          Chloé. ¿Qué ocurre? –Joyce apareció a sujetarme el brazo.

-          Es mi… familia. –murmuré con terribles dolores de cabeza. Mil imágenes invadían mi mente, quería estallar.

-          Te están rastreando. –susurró agarrándome más fuerte-. Pero, ¿Cómo es posible que lo notes? Un vampiro no sabe cuándo lo rastrean, eso solo lo puede sentir otro… -se quedó callado-. ¿Eres bruja? –se alejó de mí.

*** Continuará *****

Espero que os guste.

Saludos desde España.

Siempre encantada de leer vuestros emails.