¿Qué dice el interior?

¿Quién no miente a sus padres para hacer lo que quiere? Todo el mundo lo hace, es algo normal desde mi punto de vista.

¿Cómo luchar contra lo que eres? ¿Por qué tenemos que luchar contra lo que somos? ¿Por qué yo?¿Por qué soy así? ¿Por qué es todo tan complicado? ¿Por qué hay tanta discriminación? ¿Por qué te mirarían de forma diferente? ¿Por qué hay que ocultarse en la calle? ¿Por qué no está bien visto? ¿Por qué tengo que pasar por esto? ¿Por qué no puedo ser como el resto? ¿Por qué tengo miedo? Es simple, por miedo al rechazo. Algo que nos preocupa a todos, pues aunque intentemos que no nos afecte, no podemos hacerlo siempre. Somos demasiado influenciables.

A la hora de la verdad, que es la de buscarse a sí mismo en lo objetivo, uno olvida todo y se dispone a no ser fiel más que a su propia sinceridad.

-          ¿Al final qué harás por tu cumpleaños? – Preguntó Marta algo confusa, pues nuestro grupo de amigos siempre en verano se divide y nos vemos pocas veces o en ocasiones especiales, como mí cumpleaños.

-          Aún no lo sé, pero creo que lo típico. Ir a cenar, tomarnos algo por ahí o salir de fiesta. No es nada especial pero se pasa bien, así que supongo que todos harán lo posible por venir. – Comenté mientras caminábamos por el paseo marítimo de la ciudad, ya que por las noches es una sensación muy agradable la de sentir la brisa del mar en tu rostro y quitarte toda preocupación de encima.

-          Bueno aún te queda algo más de dos semanas para cumplir los dieciocho, disfruta de la juventud mientras puedas porque a partir de esa edad empiezas a envejecer. ¡Mira, creo que te están saliendo arrugas! – Se rió de mí, pues sabía perfectamente que le temía al tiempo, a cumplir años teniendo la sensación de no haber hecho algo importante o simplemente porque no pasaban cosas importantes en mi vida. Pero supongo que son los típicos bajones que se tienen en la adolescencia o eso decían las páginas web donde leía.

-          Como me pase igual que a ti… arrugas no sé si me saldrán, pero canas seguro que unas cuantas. – Dije divertida mientras corría a la arena de la playa. Ella al verme correr, hizo lo mismo y me siguió.

Llegamos a la orilla y nos quedamos unos minutos en silencio sin decir nada, solo contemplando el horizonte. Era una bonita, cómoda y relajante situación, sin duda esa sensación de paz y tranquilidad no la cambiaría por nada del mundo. La mejor manera de expresarse no son las palabras y eso es algo que demuestro en mi día a día, pues en situaciones como estas conectas con la gente sin necesidad de ellas. Está claro que yo era algo reservada para contar mis cosas personales, incluso me costaba contárselas a Marta que era mi mejor amiga desde que me llega la memoria, son muchos amistad compartiendo vivencias. Marta, esa noche, pese intentar ocultar su tristeza con alguna broma ocurrente, se le notaba en la cara que lo estaba pasando mal. Hacía un mes que lo dejó con su novio, una relación de tres años y que habría durado más de no ser por la distancia. Su novio, aunque ahora ex novio se tuvo que ir a estudiar fuera, pues aunque Tenerife es una isla muy bonita, no están todas las carreras universitarias.

Me quedé mirándola por un instante y ella se percató. Seguramente no estaba pensando lo mismo que yo, pues su contestación a mi mirada fue una simple pero hermosa sonrisa.

-          ¿Qué haremos mañana por la noche? Durante el día ya sé, lo de siempre, ir a bañarnos. Pero es sábado… ¿te apetece salir? – Pregunté algo incómoda, pues no sabía si querría salir de fiesta a conocer gente, aún tenía muy reciente lo de su novio. Me observó durante unos segundos sin decir nada y luego se dirigió dentro del agua hasta donde le llegaba a la altura de los tobillos.

-          Claro –Respondió con una sonrisa – Ya se que quieres salir a ligar con todos los tíos buenos que hayan en la discoteca. – Reí ante su comentario, pues aunque podía sonar mal era cierto. No es que me lo pasara genial liándome con algún que otro tío pero se supone que es lo normal que se hace a mi edad cuando sales de fiesta y bebes.

-          No sé si con todos, pero con al menos uno sí. – Respondí entrando al agua junto a ella, no estaba fría pero tampoco caliente. En esta época del año durante el día el agua de la playa está muy caliente, pero durante la noche coge la temperatura ideal para bañarse, obvio no lo iba hacer, pues no llevaba el bañador puesto.

-          Creo que te estás volviendo como Julia, ahora parece que colecciona a los hombres. El mes pasado acabó en la cama con cinco.

-          Sabes de sobra que no me he acostado con ninguno… - dije casi en susurro, pues en verdad había tenido varias oportunidades pero no me había sentido segura ni cómoda en ninguna de ellas.

-          Ya lo sé, solo estaba bromeando. Tú sin prisa pero tampoco te duermas porque ya tienes casi dieciocho… - Me miró divertida, sabía que la pérdida de la virginidad era algo que todas las de nuestra edad buscaban. – Me tengo que ir ya, se está haciendo tarde y no llevo llaves de casa – dijo saliendo del agua, yo solo asentí y la acompañé fuera del agua.

Nos despedimos y comencé a caminar por el paseo marítimo de regreso a mi casa. Pese a ser la una de la madrugada había bastante gente caminando. Y es que en verano a esas horas hace una temperatura ideal que junto con la brisa que el mar te puede brindar hace que pasar por allí sea un momento perfecto. Mi casa no estaba muy lejos, a unos diez minutos andando. El tiempo justo para poder pensar en lo que me había dicho Marta minutos antes. ¿Por qué no había tenido novio si oportunidades no me habían faltado? ¿Por qué no había podido acostarme con ninguno? ¿Por qué el acto de besar a un chico no era tan maravilloso como mis amigas lo pintaban? Quizá sea porque me ha faltado confianza en mí, o porque tenía que relajarme y dejarme llevar por la situación. El sentimiento de querer a un chico lo he tenido, no puedo negarlo, pero no he llegado a amar a ninguno. Como decían algunas de mis amigas “ya llegará aquel que te enamore locamente”. Bonita noche para pensar, darle vueltas a las cosas y hacerme un cacao mental. Definitivamente tenía que dejar de pensar en todo eso y dejarme llevar por el día a día y que ocurriera lo que tenía que ocurrir

Llegué a casa, ya estaban mis padres durmiendo. Mejor, así no tendría que hablar con ellos. Mi relación con mis padres había ido en picado desde hacía unos años, según ellos yo cada vez estaba más distante. Y en cierto modo era verdad, pero si suficiente tenía con mis amigas como para que mi madre me preguntara sobre mis “pretendientes” y lo que hacía cuando salía de fiesta. Lo cierto es que como todas las madres se preocupaban y quería saber lo que hacía, pero está claro que yo no iba a decirle nada. ¿Cómo decirle a tu madre que no te has podido acostar con ningún chico? No, mejor ¿Cómo decirle que te sientes mal por no sentir atracción física cuando estoy con alguno? Definitivamente no le iba a contar nada. Me dirigí a mi cuarto, cerré la puerta con pestillo para que no entrara nadie a molestar cuando se levantaran. Me puse los auriculares y encendí el mp3 con la música a todo volumen. No pretendía dormirse, simplemente escuchar música y poder relajarme sin pensar en nada. Canción tras canción se fue pasando la lista de reproducciones, hasta que al cabo de dos horas fue inevitable no quedarme dormida.

-          ¿Por qué has cerrado la puerta con pestillo? – Golpearon en la puerta. - ¿Te quieres levantar ya? Son las tres de la tarde. –Aún no me ubicaba correctamente, pues tenía los ojos cerrados y estaba medio dormida. Pero fue cuestión de segundos comprender que era mi madre la que me estaba llamando, ya había llegado de trabajar junto con mi padre. ¿Por qué me despertaban? Era verano, para los únicos meses que puedo dormir todo lo que pueda sin preocuparme, dejadme hacerlo. Además, Dios sabrá a qué hora me quedaría durmiendo porque aún estaba demasiado cansada como para levantarme.

-          Irene, ¡Despierta! – gritó mi madre desde el otro lado de la puerta.

-          Que sí, que ya voy… - contesté mientras me levantaba de la cama. Fui al armario para coger algo de ropa pero  era verano y vivía en la costa, me daba un poco igual lo que ponerme, podía salir a la calle con unos pantalones cortos y la parte de arriba del bikini o simplemente con una camiseta un poco ancha que me llegara hasta medio muslo. Una vez vestida fui al salón donde se encontraban mis padres.

-          Buenas tardes… aunque viéndote recién levantada cualquiera diría que son las diez de la mañana ¿A qué hora llegaste a noche? – Preguntó mi padre con una sonrisa en la cara, justo al contrario que mi madre, mi padre era mucho más consentidor conmigo. Me dejaba hacer casi todo lo que le pidiera, supongo que serán las ventajas de ser hija única. Te miman demasiado.

-          P-pues… - No sabía que decir, ¿A qué hora tenía que haber vuelto? ¿A qué hora volví? No me acordaba, tenía otras cosas en la cabeza, que quizás desde el punto de vista de otra persona serían cosas insignificantes, pero desde mi punto de vista, tenía mucha presión social. – No muy tarde, estuvimos dando una vuelta, lo de siempre… - Respondí intentando pasar un poco de la conversación.

-          Tienes la comida en el microondas, caliéntatela y cuando acabes recoges la mesa. Nosotros vamos a ir con unos amigos a una nueva ruta de senderismo que ellos conocen, no llegaremos hasta la hora de la cena. – Comentó mi madre, cosa que a mí me daba un poco igual, siempre se iban a algún sitio y si se quedaban tampoco es que les dirigiese mucho la palabra, asique…

  • Seguramente cene en casa de Paula porque tenía pensado quedarme a dormir en su casa.

  • ¿No pensareis salir hoy por la noche, verdad?

  • Sabes que no, nosotras preferimos algo más tranquilo. Veremos  una película en su ordenador o algo así  – Mentí, justo nosotras éramos las más fiesteras de todo nuestro grupo de amigos. Nunca desperdiciábamos una ocasión para poder salir de fiesta.

No me preguntaron nada más. En cierto modo mis padres confiaban en mí y eso me daba total libertad para poder salir cuando quisiera. ¿Les mentía constantemente? A veces, mejor dicho, casi siempre. Pero, ¿quién no miente  a sus padres para hacer lo que quiere? Todo el mundo lo hace, es algo normal desde mi punto de vista. Mis padres a los pocos minutos se fueron diciendo un “hasta mañana”.  Sinceramente no me importaba en absoluto que mis padres me dejaran sola por las tardes, siempre tenía algo que hacer. Quedaba con Paula para bañarnos en la playa o me iba a correr. Independiente, creo que era sería la palabra que mejor me definiría. No necesito a nadie para poder estar bien, desde que alcanza mi memoria siempre me ha gustado ir por libre, con mis pensamientos, ideas, creencias… Pero no creencias de tipo divinas, pues no creía en nada que fuese abstracto.

Al poco de irse mis padres, saqué la comida del microondas y puse la mesa. Los espaguetis no era una comida que me gustara especialmente, pero al fin de al cabo, cualquier comida era mejor que la que hiciese yo. No, cocinar no era mi punto fuerte, pero…  ¿Cuál era? ¿Tenía de eso? Siempre he creído que si lo que hacemos es mediante nuestro esfuerzo y perseverancia, da igual si está mejor o peor, pues valdrá lo mismo uno que otro. Igualdad. Puse la televisión, todos los programas eran pura basura. Canal tras canal, encontrando desde programas de cotilleos sobre gente que no me importaba lo más mínimo o películas de explosiones y disparos que tampoco era algo que me agradara ver. La apagué y encendí en su lugar mi mp3, música al máximo de volumen era lo único que me sacaba de mis pensamientos y me relajaba. Estos momentos de paz eran los que me gustaban, comer mientras pensaba un poco en todo, sí, yo era de esas personas que le dan mil vueltas a todo lo que van hacer o han hecho. Había momentos en los que creía que meditando las cosas y pensándolas se podía llegar a lo acertado. Pero otras veces es mejor dejarse llevar por el momento, no pensar, solo actuar con lo que te apetezca hacer.  Al acabar de comer y recoger la mesa decidí llamar a Paula ya que tenía que quedar con ella esta tarde y avisarla de que dormiría en su casa. Sí, tenemos esa clase de amistad en la que no necesitamos invitación para quedarnos a dormir en la casa de la otra.


¡Hola a todos! :D

Esta es la primera vez que publico en un sitio como este, se que es muy corto, pero es solo una pequeña introducción de uno de mis relatos. Si os ha gustado y quereis que continúe subiendo partes, decidmelo. Que yo lo hare encantada.

Agradecería cualquier crítica constructiva que me diérais.

Un saludo.