¿Qué debe hacer una para que se la follen?

-¿Por qué fue ese beso?- Me cuestionó. -Solo quería romper la tensión, además ¿para qué esperar si ambos lo estábamos deseando?

Conocí a Martín en un congreso cuatro años atrás mientras yo exponía mi póster, él y su amigo se acercaron a preguntar. Yo como buena expositora respondí todas las preguntas y entablamos una buena conversación. A partir de ese día habíamos mantenido contacto y el fin de semana pasado decidí aceptar una de sus múltiples invitaciones.

Después de la ruptura con Alex, no me apetecía estar con otro hombre a pesar de la insistencia de mis amigas. Y por fin me había decidido, había quedado con Martín para ir a comer.

Martín era un buen chico y bastante atractivo, por lo que no tenía nada que perder.

Llegadas las catorce horas recibí un texto de mi amigo.

“Llego en 15 minutos”.

Me di un último vistazo en el espejo, me gustaba lo que veía. Había arreglado un poco mi cabello, maquillaje ligero solo para resaltar mis grandes ojos avellana, un vestido sin mangas con falda en corte ‘A’, el escote me llegaba hasta media espalda, la prenda era de color azul claro con flores pequeñas y unas sandalias blancas sin tacón. No llevaba sujetador pues a pesar de que mis pechos son de buen tamaño, el vestido daba buena sujeción y un cachetero de encaje blanco completaban mi atuendo.

Cogí mi bolsa, un suéter y por último puse unas gotas de perfume detrás de mis orejas, en mis muñecas y entre mis pechos. Estaba lista justo a tiempo pues el timbre ya sonaba. Bajé las escaleras, yo vivía en un segundo piso y lo vi, estaba muy guapo, usaba una camisa de cuadros, jeans y tenis. Me gustaba su look casual.

-Eres hermosa.- Me dijo tomando mi mano para ayudarme a bajar los últimos dos escalones.

-Bobo, tú tampoco estás tan mal.- Contesté mientras me acercaba para saludarlo con un beso en la mejilla.

-Vamos, que el lugar al que quiero llevarte está un poco lejos.- Fueron sus palabras mientras abría la puerta de la camioneta.

Era una 4x4 gris, así que supuse iríamos a algún pueblo cerca de la ciudad. El camino fue bastante tranquilo, manejaba a una velocidad considerable para poder mirarme de vez en cuando, mi rodilla quedaba muy cerca de la palanca de velocidades pero él no hizo amago de tocarla, ni siquiera la rozó. Se estaba portando como todo un caballero.

Martín sabía por lo que había pasado en mi relación anterior, así que sus movimientos eran cautelosos. La plática se fue por rumbos muy banales, que si la escuela, que si el trabajo, que si la familia, que si el clima. Se notaba que ambos estábamos nerviosos y a la expectativa, por ello decidí quitarle hierro a la situación cuando llevábamos veinte minutos en carretera.

-¿Puedes orillarte ahí delante?- Le pregunté muy dulcemente, para que no se asustara y quisiera parar de inmediato, no quería ocasionar un accidente.

-¿Está todo bien?- Preguntó bajando la velocidad.

-Sí, es solo que debo hacer algo.- Aún no me creía que lo fuera hacer, y mucho menos con él. Yo nunca fui mucho de tomar la iniciativa y esa fue una de las muchas justificaciones que tenía Alex para su engaño, pero ya que estaba ahí debía hacer las cosas distintas y quería que disfrutáramos la tarde.

Cuando puso el freno, giró su cara para decirme algo, yo me acerqué rápidamente a su boca y pegué mis labios a los suyos. Lo tomé por sorpresa así que su boca estaba ligeramente abierta, aún así no quise forzar la situación y me separé lentamente de él. Cuando estaba a menos de diez centímetros de su rostro, Martín quitó una mano del volante y con ella me tomó por un costado de la cabeza, entrelazando sus dedos en mi cabello tiró hacia él a la par que se acercaba de nuevo. Esta vez él me besó con ganas, apretando sus labios, abriéndolos un poco y pasando suavemente su lengua sobre los míos.

Sentí como sus dedos dejaban mi cabello, despacio abrí los ojos y sonreí. Martín sonrió también.

-¿Por qué fue ese beso?- Me cuestionó.

-Solo quería romper la tensión, además ¿para qué esperar si ambos lo estábamos deseando?

Una carcajada salió de su garganta.

-Esa sinceridad es una de las tantas cosas por las que me gustas.

Solo pude sonrojarme y sonreír mientras él emprendía el viaje. El resto del camino fue más relajado, la charla más amena, cantamos un poco, su mano ya se posaba sobre mi rodilla y me lanzaba sonrisas cómplices.

Pasados unos minutos llegamos a un lago no muy grande, al entrar estaba la zona comercial, pero él siguió manejando por un camino de terracería hasta llegar a un rincón bastante lejos, no cualquiera podía acceder ahí por la dificultad del terreno.

Estacionó la camioneta debajo de un árbol.

-¿Qué te parece el lugar?- Martín estaba muy emocionado.

-Es un lago muy bonito.

Bajamos del vehículo y de la parte trasera sacó una manta y una tipo canasta de día de campo.

-¿Me ayudas?- Me dijo mi amigo acercándose mucho por detrás y entregándome dos orillas de la manta tomando él las otras dos.

Acomodamos la manta y la comida que venía en la canasta. Para ser sincera se había esforzado mucho en encontrar el lugar, preparar el postre y comprar la comida. Hacía mucho que nadie tenía detalles tan lindos conmigo.

Nos sentamos sobre la manta, muy cerca uno del otro, ambos mirando al lago y con la música de fondo comimos el sushi y la ensalada que había traído. Platicábamos sobre las películas que habíamos visto últimamente cuando se hizo un breve silencio.

-Prueba el mío.- Me propuso mientras acercaba un bocado de sushi a mi boca.

-Está rico, pero el mío está mejor.- Le dije acercando otro bocado a su boca.

Martín saboreó el sushi y lo tragó. Hizo una pequeña pausa y comentó:

-Sí, está rico. Pero sé de algo más delicioso.- Me miraba con esos ojos coquetos.

-¿El postre?-Le pregunté aunque ya sabía a lo que se refería.

-No, tú.- Y me besó.

Me besó muy dulcemente primero, pero pasados unos segundos el beso se volvió intenso. Rozaba su lengua con la mía, su cuerpo se acercaba mas y mas, mis manos se aferraban a su cuello, quise acomodarme para quedar totalmente de frente y con mi rodilla tiré un recipiente con salsa agridulce.

-Lo siento.- Le dije cuando me separé de sus labios para limpiar el desastre.

Ambos sonreímos y él me dio una servilleta para limpiar.

-Mira lo que me haces hacer, ahora tu manta está sucia.- Exclamé mientras tallaba la manta fingiendo un berrinche.

-Pues acabemos de comer para no causar más desastres.

Y así fue, acabamos de comer entre bromas de lo sucedido y recogimos todo, salvo el postre que estaba aún en su recipiente, levanté la tapa y no pude ocultar mi emoción.

-¡Brownies! Mis favoritos.- Me acerqué a abrazar a Martín y le di un poquito mientras le daba las gracias.

Él me levantó un poco del suelo y me apretó muy firme contra su cuerpo, aunque era un hombre fuerte porque hacía mucho deporte no era muy musculoso.

Esa sensación de su cuerpo contra el mío después de tantos meses en abstinencia despertó mi líbido. Mis pezones reaccionaron inmediatamente marcándose en la tela de mi vestido.

No sé si él se dio cuenta o no, pero no hubo comentario al respecto y sólo respondió con una sonrisa de triunfo.

-Ya lo sabia.

Nos sentamos a comer el postre  que desapareció rápido y cuando me levanté a dejar el último recipiente en la camioneta, Martín se levantó e interceptó mi camino, me tomó con un brazo por la cintura y con el otro tomó el recipiente, en un movimiento rápido se deshizo de él lanzándolo a quién sabe dónde. Mientras nos besábamos, caminamos hasta quedar mi espalda contra el árbol, los besos eran cada vez más pasionales y menos dulces.

Cada vez nos deborábamos con más ansias, nuestras manos podían estar menos quietas, tocando aquí y allá, apretando, acariciando. Nuestras respiraciones eran más aceleradas.

Estaba mi mano en su pecho cuando la suya comenzó a ascender por la parte trasera de mi pierna, se detuvo justo al llegar a mi glúteo, como pidiendo permiso, yo no pude más que rodear su cintura con esa misma pierna, deshice el beso y mientras miraba sus ojos le dije:

-Tócame.

Más que una petición, fue una orden. Y él la entendió a la perfección, pasó su mano por debajo del vestido, sobando todo mi culo para después pasar a mis pechos por encima de la tela.

Habíamos olvidado dónde nos encontrábamos, éramos solo dos cuerpos liberando nuestra pasión. Mis manos tampoco se quedaban quietas y sobaba el bulto que se formaba en su pantalón. Martín me besaba el cuello ahora y yo aproveché para desabrochar su pantalón y bajar un poco su ropa interior, pude sentir su dureza entre mis dedos, y eso bastó para que mi flujo ya no pudiera contenerse entre mis piernas, ahora resbalaba entre mis muslos.

-Soñé tanto con este momento Pau.- Le escuché decir muy cerca de mi oído.

Él estaba tan excitado como yo, su polla palpitaba en mi mano y comencé a masturbarlo lentamente. Estaba un poco incómoda por el tronco del árbol así que decidí acomodarme un poco, me moví buscando mejor acomodo y fue cuando sentí un chorro de su leche en mi mano, luego otro y otro, entonces giré mi cuerpo para no mancharme el vestido.

Estaba muy sorprendida, ¿tan pronto se había corrido? De acuerdo, tal vez él estaba igual que yo de caliente y no lo pudo controlar, supongo que si él me hubiera masturbado yo también me hubiera corrido casi de inmediato, pues a la abstinencia de seis meses súmale la adrenalina de estar en un lugar donde cualquiera podría vernos, es casi seguro que mi orgasmo llegaría muy rápido. Así que lo dejé estar. Sé que no es fácil para un hombre que le sucedan ese tipo de cosas.

Su respiración y la mía se normalizaban, traté de moverme para buscar algo para limpiar y entonces él me dijo.

-Yo me encargo.- Mientras esquivaba mi mirada, su actitud era muy cortante. Se separó de mí y fue por pañuelos desechables para limpiarnos. Yo aún estaba excitada y quería más, pero al parecer él no. Se subió los pantalones, se arregló la camisa y tomándome de la mano me llevó hasta el vehículo y me ayudó a subir a la camioneta.

-Falta recoger la manta.- Le dije.

-No te preocupes, yo la traigo.- Fue su respuesta al cerrar la puerta de mi lado.

Supuse que quería llevarme a un sitio menos público para poder terminar lo que había iniciado. Más equivocada no pude haber estado, subió a la camioneta y arrancó sin siquiera mirarme ni preguntarme nada.

Subió el volumen de la música y yo lo bajé.

-Martín, ¿todo bien?- Estaba bastante confundida.

-Sí.-Fue su única respuesta.

Y subió de nuevo el volumen de la música mientras aceleraba. Me sentí muy tonta, muy triste y utilizada. Yo no tenía la culpa de que fuera precoz, además, la enojada debería haber sido yo.

Qué frustración tan grande sentía, todo el camino de regreso fue más incómodo que el de ida al lago. Ni siquiera me miraba, parecía que yo no estaba presente. No entendía su cambio de actitud.

Al llegar a mi casa tomé mi bolso y mi suéter del asiento trasero, Martín se quitaba el cinturón de seguridad para bajar a abrirme la puerta, pero yo fui más rápida y me bajé gritándole:

-Jódete.

Azoté la puerta de su coche y subí corriendo las escaleras. Entré a mi casa y cerrar la puerta fue el detonante para que las lágrimas rodaran por mis mejillas. Fuí directo a mi habitación y tomé el consolador que tenía en la mesa de noche.

No me deshice de la ropa, me tumbé en la cama y abrí las piernas, hice a un lado el cachetero para meter esos 18 cm de plástico directo en mi encharcado coño. Estaba frustrada sí, pero eso no había bajado el calentón que llevaba.

Encendí la vibración y comencé el mete y saca, fuerte, agresivo. Con las piernas flexionadas sobre la cama y la mano que me quedaba libre apretaba mis pechos, mis lagrimas de coraje no dejaban de fluir, al igual que los jugos de mi coño se resbalaban por la raja de entre mis glúteos llegando a mojar la falda del vestido que descansaba sobre la cama.

Mis gemidos comenzaron a aumentar de volumen, tanto que el sonido de la vibración y el chop chop que producían mis movimientos se perdieron en la habitación. No me importaba gritar, es más lo necesitaba. Así que aceleré la vibración y mis caderas se quedaron estáticas, sentí la presión en el lugar adecuado y mi orgasmo fue arrasador.

Aún con el corazón acelerado, apagué el aparato y lo saqué de mi interior. Acababa de correrme pero no me sentía relajada, quería más, después de seis meses necesitaba más que una polla de plástico. Fue entonces que me giré para quedar de lado sobre la cama y la primera pregunta que vino a mi mente fue:

¿Qué necesita hacer uno para que se la follen?