Que bonita es la infancia

Mi introducción al sexo con dos amigos gracias al hallazgo de una revista pornográfica.

Qué bonita es la infancia. Por todos lados llena de nuevos sabores, nuevos olores, nuevas experiencias… Quiero hablaros de una de ellas en particular: mi primer contacto con el sexo. Supongo que surgió como parte de la exploración de todos los niños. Por aquél entonces yo tenía 11 años. En esa época yo estaba algo rellenito debido a los problemas de ansiedad que tenía, así que no me era fácil acercarme a otras niñas de mi edad. Mi pene era no muy largo pero bastante gordito, y circuncidado. Jamás me había masturbado.

Tenía dos buenos amigos, Luis y Roberto. Luis era un año mayor que yo y Roberto un año menor. Luis era el "líder" de nosotros, si es que había realmente uno. Roberto y yo queríamos ser como él. Un día estábamos jugando al fútbol en la plaza y en el solar que había al lado encontramos los restos de una revista porno. Yo nunca había visto ninguna, ni tan siquiera había observado ningunos genitales aparte de los míos.

Nos pusimos muy nerviosos por la situación, sentíamos la misma emoción que cuando fumamos un cigarrillo a escondidas, así que nos fuimos a un escondite secreto que teníamos para ojearla. Ahora que han pasado años, creo que era una revista bastante hardcore. Se me marcó en la memoria la imagen de una rubia impresionante con la boca llena de pasta más o menos líquida y de color blanco que salía de la gran polla de uno de esos tipos mega musculosos. Detrás de él había otro que lo estaba ensartando con su verga, y detrás de él otro más. Un trío de cinco maricones cachondos dándole de mamar a esa puta. A los tres nos empezaron a entrar ardores, pero dada nuestra inexperiencia en el tema, no sabíamos muy bien que nos ocurría. Uno tras otro, los tres comenzamos a masajearnos el paquete, al principio disimuladamente y más tarde sin ningún tapujo. Yo no lo sabía, pero esta experiencia desató mis hormonas adolescentes de una forma inimaginable.

Instintivamente, decidimos dormir los dos esa noche en casa de Luis. Los tres sabíamos lo que iba a pasar, pero ninguno decía nada al respecto. Por fin, cuando llegó la hora de acostarse, llegó el momento. Yo estaba excitadísimo. Quería tocar a mis amigos. Quería tomarlos. Pero me daba apuro empezar yo, así que provoqué algunos juegos para buscar el roce. En ese momento apareció por la puerta (¡mierda, estaba abierta!) la madre de Luis, preguntando qué hacíamos.

Dios mío, si llega a llegar 10 minutos más tarde no sé que habría pasado. Cuando se fue dejó la puerta cerrada, y yo aproveché la ocasión. En un "descuido" durante el forcejeo, planté mi mano encima de la polla de Luis. Ambos nos reímos, pero Luis tampoco hizo ningún rechazo. Movido por la misma excitación que yo, Roberto también se la tocó por encima del pantalón del pijama. Se convirtió en un duelo por darle gustito al "líder". Fui notando cómo su verga se iba poniendo dura. Luis acompasaba nuestros manoseos con sutiles movimientos de cadera. Estaba claro que le gustaba, y mucho. En medio de la competición entre Roberto y yo, no quise quedar por debajo de él, así que comencé a bajarle el pantalón. Le agarré la polla con una mano y se la apreté fuerte. Luis ya no estaba con nosotros, se había sumergido en un mundo de placer. Roberto y yo también estábamos a 100, así que más o menos al mismo tiempo sacamos afuera nuestros penes, y después el de Luis. Como ya he dicho, a mi me circuncidaron cuando era muy niño, y ver un pene como los suyos me llenaba de curiosidad. Comencé a mover hacia arriba y hacia abajo el pene de Luis, pero descubrí que el glande no salía afuera. Seguramente a él también le hacía falta la circuncisión. Todo lo que pude ver fue la puntita de su pene asomando, de color rojizo casi morado. En cambio a Roberto si que se le bajaba del todo.

Que rico… Como nos pajeamos, fue exquisito. Yo estaba prácticamente fuera de mí, e instintivamente me agaché un poco en la cama y me metí el pene de Roberto en la boca, igual que como se lo vi hacer a aquella rubia de la revista. Se lo chupé desenfrenadamente y me descubrí a mi mismo frotando mi pene contra su pierna. Empezamos a gemir los tres, Luis el primero. Luis, haciendo honor a su puesto de "líder" me arrebato de las manos la dura verga de Roberto y la empezó a chupar él. Luego yo se lo volví a quitar. Seguimos así unos minutos más, que para mi podrían haber sido una eternidad. Justo en el clímax del momento, Roberto se arqueó hacia arriba, como intentando empalarnos con su aparato. Sus músculos estaban completamente tensos. Segundos después se relajó. De repente dijo que no quería seguir jugando, y a nosotros nos dio un poco de vergüenza hacerlo solos, por lo que lo dejamos ahí. Pero volveríamos.

No tardamos más que al día siguiente. Como uno de tantos días, nos colamos en un edificio del barrio para jugar al tenis. El edificio tenía una planta de parking a medio construir, la cual es bastante oscura (casi no se reconocen las caras a un metro). Esta vez fue Roberto quién empezó. Entre risas me llevó al parking. Me dijo que tenía que ver una cosa. ¡Y menuda cosa era! Se sacó la polla ahí mismo y con la otra mano me abrió el pantalón. Para nuestro mutuo asombro, nuestras pollas comenzaron a crecer muy rápido. Nos la agarramos mutuamente y nos apretamos el uno contra el otro. De repente ocurrió lo peor que podría ocurrir. Luis nos estaba espiando y comenzó a reírse de nosotros. Igual que la noche anterior, nos cohibió hacerlo si uno no estaba por la labor. Pero yo estaba muy caliente, así que agarré a Roberto y me lo llevé a una zona mas profunda del parking para seguirnos metiendo mano. Luis nos siguió y acabo por cortarnos el rollo. Nos subimos los pantalones y nos fuimos.

Pero el calentón no se fue. Una hora más tarde, ya de noche, nos metimos en unas oficinas que había en la plaza. Alguien se había dejado la puerta abierta. Nosotros siempre nos apuntábamos a cualquier "operación de incursión". Una vez dentro, Roberto y yo nos miramos con complicidad. Entramos en un despacho y al unísono agarramos a Luis y le bajamos los pantalones. Así a plena luz, pude observar que su polla era más grande de lo que me había parecido la noche anterior. Por algo era el mayor de los tres. Yo le sujetaba y Roberto se la empezó a chupar. Luis no se resistió mucho, sólo lo justo para quedar bien. ¡Cómo mamaba el cabron! Se la estaba chupando como si fuera lo más rico que había tenido nunca en su boca. Yo, como es obvio, ya me había bajado el calzoncillo y comencé a restregar mi polla contra el culo de Luis. No creo que ni se percatara. De repente recordé la revista. Aquellos tíos empalándose el culo entre ellos. Instintivamente supe como se hacía, así que intenté metérsela por el culo. Comprobé que me tiraba un poco de la piel, así que me llevé algo de saliva a la punta. Digo "algo de saliva" cuando en realidad fueron mares, debido a las prisas provocadas por la excitación.

Restregué lo que sobró por el agujero de su culo. Ante el frío provocado, Luis apretó las nalgas. Me pegué a él rápidamente y empujé con todas mis fuerzas. Le entró hasta el fondo. Instintivamente comencé a meterla y sacarla. Primero lentamente y después más rápido. Luis ya gemía como la noche anterior. Se la metía bien, me lo estaba follando de puta madre. La bestia que me poseía me hizo empujarlo contra la mesa. Él se recostó sobre ella mientras que Roberto se la seguía mamando desde el hueco que había para la silla. Yo agarraba sus caderas mientras se la metía una y otra vez, como un animal enjaulado que golpea los barrotes para salir. Una, y otra, y otra vez. Entonces me ocurrió lo mismo que le vi hacer a Roberto. Me arqueé todo y le metí mi polla profundamente. Nunca había sentido nada tan placentero, ni tan siquiera me imaginaba que pudiera haber algo así. Luego me cansé. Me senté en la silla intentando asimilar todo aquello. Al poco todos nos vestimos, y pude observar unas manchas de líquido en los pantalones de Roberto. Supuse que se había hecho pis o algo así, pero no le dije nada, pues era comprensible dada la situación. Nos fuimos a casa como quien vuelve de acabar con el dragón y salvar a la princesa.

Pero el calentón continuó. Después de cenar me encerré en el baño y dejé el agua de la ducha corriendo para simular que me estaba duchando. En realidad, tan pronto como abrí la llave del agua comencé a machacármela. Quería volver a sentir aquella sensación. Se me ocurrió coger un bote de protector solar para que resbalara mejor la mano. En ese momento al ver la loción protectora sobre mi polla tuve una idea. Recordé una vez más la revista y en aquel líquido que tenía la zorra esa en la boca. Sentí curiosidad por saber si yo también podía fabricarla, aunque no tenía mucha idea de cómo hacerlo. Empecé a cascármela muy deprisa, ansioso por volver a sentir aquello. Como era muy novato y estaba muy excitado, me la apreté con muchísima fuerza y eso hizo que se me cansara la mano.

Durante todo el rato que estuve así me quede mirando mi polla empinada, más grande que nunca. Mi mano subía y bajaba sin compasión. Me sumí en un éxtasis de placer, caliente como estaba. La idea de la loción protectora funcionaba a las mil maravillas. Mientras iba descansando una mano, la usaba para juguetear con mis cojones. ¿Cómo no había descubierto esto antes? Yo ya estaba gimiendo con la polla rojísima cuando de ella salió un chorro disparado justo a mi cara. Me asusté y me levanté rápido. Pero después del primer chorro vino otro, y luego otro. Dejé el baño lleno de ese líquido blanco y mientras ocurría levantaba las caderas para que mi polla estuviera lo más apretada posible por mis nalgas. Cuando acabó, me llevé un poco de ese líquido a la boca. Sabía salado. Una vez limpié el baño hice como si acabara de salir de ducharme, aguantándome aún los jadeos para que mi madre no notara nada. Así fue como descubrí en la tierna infancia los placeres de la carne.

Nota: en este relato se han cambiado los nombres por temas de privacidad. A pesar de que los protagonistas son menores de edad, sólo practican sexo entre ellos, por lo que no existe pederastia alguna (práctica aberrante donde las haya).