Puto, sumiso y cornudo (parte2)

Es aburrido comer siempre lo mismo. Por temporadas a uno le apetece ensaladas verdes, tepanyaki o gorditas mexicanas, en el sexo es igual....

Día a día mi sumisión aumenta.  De ser heterosexual exclusivo, Ayrton se ha  encargado de doblegarme y convertirme en un puto total, no solo es dueño de mi cuerpo mi voluntad y mis ahorros, sino que posiblemente, hasta se ha cogido a mi ex esposa. No me consta pero pienso esto, por el grado de acercamiento que ha llegado a existir entre ellos, incluso ella le presta su carro para que Ayrton haga algunas diligencias.

Más allá de eso, lo notable ha sido que en dos meses, mi mente se ha acostumbrado a la nueva rutina, cumplir horarios y actividades conforme lo ordena Ayrton. La comida, el ejercicio, las labores domésticas son actividades que rápidamente he aprendido de forma perfecta.

Sin embargo,  lo que realmente me confirma mi naturaleza sumisa, es mi total aceptación para que, por medio de un aparato, me controle mis erecciones y eyaculaciones.

En mi mente, el placer ya no se haya en un orgasmo eyaculatorio, sino en el gusto por obedecer sus órdenes. Ahora mi felicidad se establece en función de saber que mi sumisión lo complace, en la cantidad de veces que lo miro satisfecho por mi servilismo.

Por eso, cada vez que él me entrega a otros, me esfuerzo por complacerlos, para que Ayrton no tenga ninguna queja mía. Supongo que me prostituye, aunque en realidad solo la primera vez lo constaté, cuando él mismo me enseñó el dinero obtenido por haberme entregado a otro. Para mi es igual que obtenga dinero o no, lo único que deseo es acatar su voluntad.

Dos o tres veces por semana, me ordena que me prepare. Y eso significa que tengo media hora para bañarme, hacerme un lavado con enema, rasurar por completo mi pubis y cambiarme la ropa de acuerdo a como Ayrton ordena.

A veces tengo que vestirme con ropa de moda, pantalones entallados, playeras llamativas, otros ropa formal, o traje; a veces debo usar tanga, o bóxer, o incluso ropa femenina. Para la cita de hoy, me señala que debo ir con jeans playera y tenis y sin ropa interior.

Vamos hasta un hotel y entramos a una habitación donde no hay nadie, supongo que el cliente llegará después. Él me ordena desvestirme totalmente. Luego, me pone de pié con las piernas separadas.

Saca de su mochila unos paquetes de papel transparente del que se usa para conservar alimentos, y con él empieza a envolver mi cuerpo. Cada pierna es cubierta individualmente, del tobillo a la ingle, luego la parte de la cadera incluyendo sexo y vientre, y después tórax, brazos, manos y pies. Luego me acuesta en la cama y coloca tapones en mis oídos para en seguida, atarme las manos por la espalda, los tobillos juntos, una mordaza con bola en la boca y finalmente, una venda en los ojos.

La sensación de indefensión física y la pérdida total de los sentidos del gusto, tacto, oído y vista, me provocan una excitación nunca antes experimentada. Estando así, inmóvil sobre la cama, atado, sin que mi piel pueda tocar nada y sin escuchar nada más que un zumbido permanente, poco a poco me va colocando en el nivel mental de un objeto, y eso hace que mi verga tienda a endurecer, pero gracias al artefacto que lo aprisiona, la erección es imposible. Lo que me provoca dolor y placer al mismo tiempo.

La única reacción que mi cuerpo tiene permitida es respirar, y de cuando en cuando, estremecerse. Pierdo la noción del tiempo, dejo de percibir lo que ocurre en la habitación, no sé si hay alguien más, si Ayrton  sigue ahí, o si estoy solo. Tampoco si corro riesgo o no, pero en mi mente solo existe el pensamiento de estar cumpliendo con una orden, y eso me proporciona la certeza de que nada me puede pasar.

Luego de un tiempo inmensurable, soy manipulado. Mis tobillos son desatados, mis piernas levantadas y atadas abiertas al respaldo de la cama. El plástico que me envuelve, es abierto en la zona de mis nalgas. En el culo puedo sentir la humedad del gel lubricante y luego, un duro y frio plug me es introducido y dejado dentro, tal vez con la intensión de distenderlo. Apenas empiezo a acostumbrarme a su presencia, cuando una ola de calor llena mis nalgas.

Con mis sentidos secuestrados, mi mente no detecta los detalles particulares, solo sensaciones primitivas y  generales. De mi trasero sube un calor intenso a mi cerebro. Es como si un péndulo rítmicamente ordenara que de cuando en cuando, mis nalgas sean bañadas con agua caliente. Luego, me doy cuenta de que estoy siendo azotado. Por más que trato de moverme, la posición con las piernas abiertas y atado de los tobillos a la cama, no me permite ninguna posibilidad de evadir al fuete.

El suplicio llega a su fin, y entonces me es retirado el pulg, pero de inmediato mi ano es invadido por otro objeto, esta vez más grueso y más largo. Sin embargo, ahora la penetración es rítmica. Concluyo que el cliente debe ser de esos tipos de pene pequeño y que usan una prótesis sobre él.

Parece que quien lo hace realmente está excitado, porque se mueve sin parar y me empala cada vez más profundo. Me excita esa forma de ser poseído, sin poder ser tocado por otra piel humana, pero al mismo tiempo saber que quien me usa, está disfrutando.

Dios, el tipo está tocando justo en la zona de mi próstata. Es una sensación insoportablemente placentera, que sin remedio me lleva casi  a punto de orinar, eyacular y desmayarme simultáneamente.

Luego, el placentero castigo se detiene,  y mi violador se retira con todo y su  falso falo. Puedo sentir que me desata las piernas que están casi entumecidas por la posición, para enseguida romper el plástico que me envuelve, justo en la zona que cubre mi verga. Luego, lo que jamás me hubiera imaginado,  el tipo abre el aparato que aprisiona mi polla y se pone a hacerme el sexo oral.

Al principio, sigue flácida y totalmente entumecida, luego, con el calor de su boca se estira hasta alcanzar tu tamaño normal. Oh dios, que sensación, desde hace dos semanas que Ayrton permitió que Jaime, su otro sumiso me la chupara, pero pareciera que es la primera mamada que me hacen. El cliente es experto en mamarla.

En mi mente puedo visualizar el placer que nace en mis nalgas encendidas por el castigo, que viaja por mi recto recién desocupado, pasa por mis guevos repletos de placer guardado, y fluye por las hinchadas venas de mi verga turgente, que palpita sin parar emitiendo gruesas y espesas gotas que, como en una fuente de cristalina miel, brotan una tras otra, y mi mamador traga como desesperado.

Luego siento a que mi dueño temporal deja de succionarme y cambia de posición, instalándose ahora a horcajadas encima de mi pubis. Toma mi tranca que insiste en permanecer pegada mi vientre y se la introduce de golpe. Mi verga siente el placer de entrar a esa oquedad tibia, húmeda y amorosa. Sus paredes me aprisionan sin cesar, pero de pronto, en medio del caos placentero, me doy cuenta de que no es un culo, sino una vagina. Si, definitivamente, la persona que me está usando es una mujer.

Hay un crack en mi cerebro, como un salto hacia una nueva dimensión del gozo. Renace un sentido de masculinidad que mantuve oculto los últimos dos años. Mi pubis cambia la frecuencia y dirección del movimiento. Empujo hacia adelante duro. Aprieto mis nalgas y mi vientre. Mi cuerpo, ahora fibrado por el ejercicio, se convierte en un ariete que no busca otra cosa, más que partir y adentrarse en esa carne de increíble suavidad y tibieza, en ese guante hambriento y gentil que acaricia mi huérfano falo, haciéndolo vibrar al revés y al derecho, de la raíz a la punta, de la piel a la médula.

Entonces, y sin dejar de moverse sobre mí, mi hembra desata la venda de mis ojos. Al principio, no veo nada, el deslumbramiento y el sudor no me dejan percibir más que su cabellera abundante bailando en mi espacio visual. Descubro luego,  unos pechos que saltan sin parar al ritmo de su cuerpo. No escucho nada, y luego, solo a medias puedo percibir, como en cámara lenta, el rostro de ella.

Tiene los ojos cerrados, las aletas nasales dilatadas, la boca abierta y las mejillas enrojecidas. No parece darse cuenta de que existo, solo cabalga clavándose duro en mi estaca sin parar, como si detenerse le pudiera provocar la muerte.

Hay un instante en que detecto la primera contracción vaginal, como un gemido muscular en un punto perdido en la esquina central de su cuerpo. Eso provoca en mi cerebro una respuesta luminosa. Luego, viene una segunda pulsación y con ella, otro chispazo en mi mente. Es entonces, justo en el momento previo a la pérdida total de la consciencia, en que ella abre los ojos y me mira.

Siento que nadie me ha mirado nunca así, jamás. Hay deseo, amor, placer, complicidad y eternidad. No soy ya un hombre, ni macho, ni puto, no caben los adjetivos, es algo supra humano, es sentirme dios y nada, al mismo tiempo. Desde las vertebras de mi infancia se generan los espasmos que me transforman y me convierten en otro, en alguien más allá de mi nombre, mi edad y mi experiencia, haciéndome olvidar toda noción de mi mismo, y todo referente a este mundo.

Mi cuerpo se mueve ya sin mi voluntad, solo por deseo propio. Te estoy cogiendo, pienso mientras la miro directo a los ojos, pero cogiendo significa ahora: estoy conectado a la vida a través de ti y contigo. Es el instante en el que, de modo absoluto olvido mi mortal fragilidad, y entro al paraíso que de niño imaginé, cuando el cura hablaba de la vida eterna. Sí, esto es: juntas la vida y la muerte.

Y por una eterna fracción de segundo, sigo mirando toda mi existencia reflejada en el espejo de sus ojos, hasta que ella los cierra. Echa su cabeza hacia atrás provocando que su cabellera vuele hacia no sé donde, porque justo en ese instante mi pene inicia su centelleante desafío contra la intrascendencia. Y mientras eyaculo interminablemente en la vagina de la hermosa mujer que fue mi esposa, me convierto en parte  eterna del universo.

TU Y YO, LECTOR Y ESCRITOR, EN ESTE INSTANTE, FORMAMOS PARTE DE UNA MISMA MENTE.

SI ADEMAS DE LEER, OPINAS, SUGIERES Y ORIENTAS. DESDE DONDE ESTES, ME LLENAS DE ENTUSIASMO PARA CONTINUAR COMPARTIENDO ESTO CONTIGO.