Putiazafata - Parte 2 - Mili viene a entregarse
Mili entiende el sentido de su emputecimiento y viaja a Madrid a conocerme. Relato de dominación psicológica con emputecimiento remoto, exhibicionismo, anal, bondage, spanking y mucho más.
Retomo mi historia con Mili, la azafata francesa a la cual guíe de manera remota en su camino de autodescubrimiento para, finalmente, cosechar mi siembra en Madrid. Estos meses he recibido varios contactos de putitas a mi correo pidiéndome que las entrene. De todas ellas, tres decidieron dar el paso de verificarse con fotos e iniciaron el proceso: Lulú de DF, Barka y Anal-ia de Colombia ambas. Como suele suceder, las zorritas empiezan a tope y, al poco, les entra el miedo y desaparecen. En breve subiré algunos de sus correos a todo relatos, para que podáis conocer un poco de ellas, y también subiré algunos de sus videos a xvideos, manteniendo su privacidad. Sigo esperando alguna zorrita o pareja con ganas de desarrollar una relación duradera, como la que aquí los cuento. Son las mejores, las que realmente producen una transformación. Quizás “L”, la gatita que ha vuelto a Madrid, logre llenar ese hueco en breve. Ahora sí, no más preámbulos, vamos a la acción.
La última entrega la dejamos en el punto en que ella empezaba a entender que follar con otros tíos cobraba una nueva dimensión. Obviamente la manera de empezar a entenderlo fue haciéndolo y ahí fue donde nos quedamos, en su reporte, a la vuelta de su cita, contándome cómo había ido la noche (ver: Putiazafata vol 1).
Ese primer correo fue toda una revelación para ella. Al revivir su velada y describirme con lujo de detalles todos lo que había hecho con su amante, Mili descubría que su excitación volvía al contármelo y que, incluso, se encontraba más excitada frente al teclado, ofreciéndome la historia de su polvo, que en el propio momento de follar con su rollete.
Ya lo decía Sócrates “una vida sin examen no merece ser vivida”, pero una vida no vivida no merece en lo más mínimo ser examinada. Así funciona el círculo virtuoso de la sumisión epistolar moderna: a través de un diario, de fotos y de vídeos, se escribe el relato de una vida que se vuelve cada vez más interesante conforme avanzamos en el proceso. También lo llamo “BDSM como terapia”. Mili, por ejemplo, era una putilla de discoteca que abusaba de las drogas para conseguir sus dosis de adrenalina. Las drogas la volvían segura de sí misma y construían un muro delante de su autoestima, que estaba derruida después de su última relación de pareja. El efecto, por supuesto, solo duraba lo que dura la noche y la pobre pasaba el resto de la semana pagando la factura, entre la soledad de su piso y las ajetreadas jornadas subiendo y bajando de los aviones. Su proceso de sumisión dotó de un propósito superior a su vida, le enseñó a trabajar física y mentalmente para ser útil, para soportar el dolor, le dio una fuerza de voluntad que ella no conocía, que conservó cuando decidió poner fin a nuestra relación y que aún conserva hoy en día.
El mecanismo de su emputecimiento enseguida incluyó que yo eligiera a sus citas de Tinder, lo cual dotaba a cada encuentro del poder de re-significar toda la experiencia sexual. Para una tía como Mili de 29 años, un cuerpo increíble y cara de putón verbenero, conseguir un polvo en Tinder no suponía ningún desafío. Si ya era relativamente sencillo para una tía follar antes en discotecas o bares, con la aparición de Tinder el acto de ligar se volvió de una trivialidad horrorosamente abrumadora. Conseguir un ligue para una tía guapa tiene el mismo valor que marcar en el minuto 90’ el sexto gol de un 6-0. Sienta bien al marcarlo, suma a las estadísticas, pero es totalmente intrascendente, no aporta nada. Es incluso mucho peor, porque un 6-0 raramente tiene “efecto rebote” pero Mili me contaba lo vacía que se sentía después de sus encuentros vainilla, con estas palabras (pegarlo en Google los que no sepáis inglés):
“Since my last long term relationship I have gained confidence back and I have noticed that I can more or less have whoever men I want. But I am never pleased or satisfied. It's hard to explain but I have always been disappointed in relationships and now, with your guidance, for the first time I am curious again.”
Todo cambió cuando empezó a “follar para mi”. Es decir, a follar con los ligues de Tinder que yo seleccionaba y con el fin principal de poder contármelo todo y de pasarme fotos y videos de la sesión. La sensación de excitación y placer que sabía que iba a sentir al contármelo, la cosechaba de forma anticipada en el momento del acto y eso la empujaba a disfrutar más, a ser más puta, a buscar mejores escenas, a ser más guarra y a intensificar su experiencia. Solo me reservé el culo, como no había sido propiamente estrenado, no le permití dárselo a sus amantes de Tinder (lo cual agradeció) y, en cambio, le fui poniendo una rutina con plugs y ejercicios de dilatación a fin de preparárselo para su viaje a Madrid, donde pensaba estrenárselo con una follada en condiciones.
Fue idea de mi amigo PJ que empezáramos a llamar “pollas” a los ligues de Mili, un modo de instrumentalizarlos, cosificarlos y ponerlos en el lugar que realmente ocupaban: falos con patas que accedían a poder follar solo porque a nosotros, los dueños de Mili, nos apetecía. También a Mili le costó aceptar que PJ iba a formar parte de su proceso de emputecimiento, ella estaba realmente colada por mi y no entendía al principio por qué tenía que compartirla. Una lectura de “Story of O” le bastó para entender cómo, a pesar de su modo digamos romántico y afectivo de vivir la sumisión, comprenderse a ella misma como un objeto de placer conllevaba la necesidad de que ese objeto pueda ser prestado o intercambiado. “Uno solo puede prestar lo que realmente le pertenece”. En cualquier caso su resistencia no fue más que una queja leve, un breve pataleo, desde el principio asumía las tareas que venían de PJ como si fueran mías, tenía muy claro que quería ir a fondo en su proceso y la novela de “O” no hizo más que acabar de convencerla.
No voy a narrar aquí los varios encuentros con “pollas” que tuvo Mili porque me aburre tener que buscar y traducir correos. Prefiero contar lo que me excite en gana. El tema es que, al tiempo que entrenábamos a Mili en temas básicos como el control del orgasmo, se iba convirtiendo poco a poco en una guarra que se esmeraba cada vez más en dar todo el placer posible a sus usuarios ocasionales para nuestro placer mediado. También fuimos poniéndole rutinas para entrenarla en dolor y resistencia, con castigos o simplemente ejercicios. Recuerdo uno muy potente que consistía en medirse las pulsaciones, hacer sentadillas follándose su dildo más grande, con el culo pluggeado y poniéndose cada vez más pinzas en las tetas; a medida que las series de sentadillas aumentaban las pulsaciones, se incrementaban también el dolor en las tetas, la molestia en el culo con plugs casa vez más grandes, el placer en el coño, la excitación, la frustración... y el placer de su Amo, por supuesto. Me encantaban fotos que me enviaba cuando acababa las series, con el rostro desencajado y desbordante de excitación, el cuerpo marcado y la prosa, suplicante, pidiendo que la dejara correrse. Los shows privados via skype también fueron un puntazo: quedábamos con Mili a una hora y nos conectábamos PJ y yo y le íbamos dando instrucciones de uso para sus juguetes hasta que la poníamos cachonda perdida y rogando que la dejemos correrse; el objetivo era ir aumentando el vinculo, acostumbrarla también a mi voz para prepararla para su entrega definitiva en Madrid.
Después de más de tres meses de entrenamiento intenso online, Mili juntó 4 días de vacaciones y se vino a Madrid a verme. De cara al exterior seguía siendo una putita tímida y se sonrojó mucho cuando le hicieron abrir el carry-on en el control de seguridad y vieron todos los juguetes sexuales que llevaba, incluido su monster dildo de 30cm. La semana previa a su viaje estuvo haciendo ejercicios de kegel y edges diarios, para asegurarme que llegara como perra en celo. El día del viaje le ordené masturbarte (obviamente sin correrse) en el baño del avión sin lavarse las manos después, advirtiéndole que lo primero que haría sería oler su mano.
Coger un vuelo a otro país para visitar a un amo al que no conoces personalmente es una decisión que genera mucho vértigo emocional, una mezcla de miedo y excitación que, por otro lado, forma parte del acervo emocional básico de una sumisa. La mejor manera de inclinar la balanza hacia la concreción de los hechos es poner muchas medidas que garanticen una experiencia segura. Es una pena que esta página esté llena de relatos fantasiosos en donde las mujeres se someten ante miradas y entregan su vida a completos desconocidos. La cosa no funciona así en el 99,99999% de los casos. Y está bien que así sea. Hay mucho chalado, mucho tarado y mucho wannabe dando vueltas.
Así fue como establecimos las bases para su visita. Intercambiamos nuestros teléfonos (en Europa un teléfono es como un DNI, siempre hay una persona detrás real, ubicable en caso de problemas) y acordamos que el encuentro sería en un lugar neutro. Barajamos la opción de hoteles pero al final me decidí por un apartamento en AirBnb del cual compartí fotos con ella antes de hacer la reserva. Era un lindo piso de 2 habitaciones en el centro, cerca de Callao y tenía un mobiliario y unas estructuras de vigas en el techo daban mucho juego. Acordamos una serie de palabras de seguridad que ella iba a tener a su disposición para detener el juego momentáneamente (una) o para parar todo de cuajo (otra). No está de más recordar que la base de todo es el consenso que, cuando se da, habilita la “falta de consenso”. Lo que en inglés se resume con las siglas CNC: Consensual Non-Consensual. Eso quiere decir que el juego no se para con un “no” porque gran parte de la excitación está en la exploración de los límites. La doctrina actual de “no es no” arruinaría gran parte de la magia. Es una pena que, habiendo teorías del feminismo queer tan potenetes, la corriente dominante (y gobernante) del discurso sea de una mojigatería tan apabullante. En fin, la cuestión es que para eso usamos las palabras de seguridad: para tener una referencia clara y explícita de hasta donde llega el consenso inicial, y dejar claro que no se revoca con un simple “no”. El establecimiento de una palabra de seguridad implica que el “NO” que informa es más importante que los motivos del “NO”. Es decir, la situación se disuelve y, si eso, más adelante ya habrá tiempo de aclarar los motivos. Entonces, nuestro acuerdo era: ella iba a venir a Madrid a entregarse a mi, a ser mi juguete, pero si en algún momento ella pronunciaba “STRWBERRY PIE” el consenso se habría roto, volveríamos a ser dos personas adultas con voluntad propia, yo me iría a mi casa y ella se quedaría en el piso hasta su vuelo de vuelta.
Llegó por la mañana a Madrid y vino en taxi hasta el piso. Yo la esperaba arriba, había estado preparando mis cuerdas y juguetes y los había dejado cubiertos con una sábana sobre una de las mesas de vidrio del salón, estaba vestido de traje porque tenía una serie de reuniones ese día. Cuando bajó del ascensor nos miramos un instante. Hacía frío y Mili venía envuelta en un tapado que la cubría hasta sus pies. A pesar de traer botas con tacones no me llegaba ni hasta el cuello, era más pequeña de lo que me la había imaginado y me agradó la sorpresa. Ella también se sorprendió al verme, solo había visto un par de fotos mías y posteriormente me comentó que también se sorprendió de que yo fuera tan grande (no sé si lo he dicho antes: mido 1,82 y soy bastante corpulento). Avancé tres pasos y la rodeé con mis brazos en un abrazo firme, la sentía temblar. Cogí sus manos, las olí. Ella sonrió. Olían a coño. Saboreé sus dedos y la noté estremecerse. Tomé su rostro y la besé. Ella relajó sus brazos a los lados y su bolso cayó desde su hombro al suelo. Estaba entregada y me lo hacía saber, abandonándose a mi voluntad.
A pesar de las ganas que tenía de devorarla tuve que contenerme porque ya estaba llegando tarde a mi reunión, así que la hice pasar al piso, le indiqué dónde podía colocar sus cosas y le di instrucciones precisas: no podía levantar la sábana que cubría los juguetes hasta que llegue, hasta las 4 podía salir a pasear por Madrid y a comer pero a esa hora debía estar de vuelta para empezar a prepararse con un baño relajante para, después, afeitarse bien coño y culo, hacerse un mínimo de tres lavados con una ducha anal y colocarse el buttplug medio; yo la llamaría por teléfono para indicarle la hora precisa a la que iba a llegar, debía ponerse un conjunto de lencería negra, un vestido, también negro, ajustado y con falda corta, maquillarse como una buena zorrita y hacerse dos coletas; también le ordené que preparara dos gin-tonics y me esperara acostada en el suelo de la sala boca abajo, con las manos detrás de la cabeza, en una de las posiciones de esclava que había estado practicando los meses anteriores; le dejé claro que, una vez que yo entrara al piso, no podría moverse hasta que yo se lo indicara. Y me fui a trabajar.
Después de mi última reunión, con un par de zorras ejecutivas del departamento de Comunicación de mi cliente, me tomé el fin de la jornada como “un día más en la oficina”, es decir, con mucha calma. Cogí el metro y calculé para hacer la llamada, quería darle justo media hora para terminar de prepararlo todo. Llegué al piso sobre las 6 de la tarde. Abría la puerta y todo estaba como lo había pedido: las cortinas que daban a la calle de la Estrella estaban cerradas pero eran finas y dejaban entrar la luz del atardecer que formaba destellos leves con los hielos de las dos copas de gin sobre la mesa, las luces del piso estaban apagadas y la música, suave, la había escogido de una colección de bossa-jazz. Mili estaba boca abajo en el salón, con la cabeza en dirección a la puerta pero mirando fijamente el suelo. “Very Good Mili, you’re a really good slut” – fue todo lo que dije antes de pasar a la habitación y al baño. Desde las otras estancias, si aguzaba el oído, podía sentir la respiración agitada de mi putita que empañaba las maderas lustrosas del suelo del salón. Coloqué una silla justo donde terminaba su cabeza y dejé el montoncito de ropa que me iba a poner justo al lado de las copas. La sola presencia de ese cuerpo pequeño pero firme, frágil pero puesto a mi entera disposición, tumbado mirando el suelo, me tenía la polla a reventar.
(Los diálogos que siguen fueron seguramente en Inglés o en Francés, pero los voy a escribir como los recuerdo y en castellano)
‒ Bien Mili, ahora vamos a empezar a jugar, es el momento que llevas meses esperando y lo has preparado bien. Te voy a ir dando unas instrucciones, vamos a empezar relajados y te voy a permitir, durante estos minutos iniciales, que me mires a los ojos y que hablemos francamente. Después te voy a poner este collar y a partir de ahí no volverás a mirarme a los ojos a menos que te lo pida, ¿lo tienes todo claro?
‒ Si, Amo, gracias amo.
‒ Bien, ponte de rodillas, con el culo en los talones – se movió rápidamente como si necesitara muchísimo moverse, pero al sentarse puso una cara de disgusto - ¿Qué pasa putita?
‒ Nada amo, el buttplug, me molesta un poco.
‒ Jaja, muy bien putita, había olvidado que lo llevabas puesto. Muy bien.
Le acaricié el pelo y la mejilla, como si fuera, que lo era, mi perrita. Le pasé el gin tonic y cogí el mío, brindamos y charlamos dos minutos sobre cómo había ido el día, todo esto con Mili de rodillas y yo sentado en la silla frente a ella.
‒ Deja la copa y quítame los zapatos y los calcetines. Dame un masaje en los pies.
Seguí bebiendo mi trago mientras la miraba trabajarme los pies. Se la notaba deseosa de hacerlo bien y, aunque lo tenía permitido, parecía no atreverse a mirarme a la cara, se concentraba en mis pies que había recogido sobre sus muslos. Aunque el masaje era muy relajante no lo dejé seguir mucho rato porque necesitaba elevar la energía del ambiente. Cogí el collar que tenía preparado para ella y se lo puse en sus manos. Le avise que iba a grabar un video y puse el móvil. Le recordé que a partir del momento en que le pusiera el collar iba a ser mi perrita obediente y no tenía permitido mirarme a los ojos. Le recordé también las palabras de seguridad y cómo utilizarlas. Estuvo de acuerdo en todo. Le coloqué el collar e instintivamente bajó la mirada. Paré la cámara.
‒ Bien perrita, vas a salir del salón a cuatro patas, vas a esperar detrás de la puerta, contar hasta cien y volver a entrar a cuatro patas. A partir de ahí, empezamos la sesión.
Me quité la camisa y el pantalón de traje y me puse mis ropas de monje medieval: un conjunto de chilaba negra de algodón hasta las rodillas que me había traído de Turquía y me resultaba cómodo y apropiado para la ocasión. Quité la sábana de la mesa en la que había dispuesto mis juguetes y cuerdas, comprobando antes que los bordes seguían plegados exactamente como los había dejado; la putita, en efecto, no había fisgoneado sobre los elementos que utilizaría en su cuerpo. Mili apareció en el salón andando a cuatro patas y se quedó en el centro, inmóvil.
Fui dándole diversas órdenes mientras la sometía a una inspección. La puse de frente a la pared, con las piernas separadas y comprobé desde atrás el contorno de sus nalgas y cómo el buttplug sobresalía si empujaba sobre su vestido. Lo empujé un par de veces arrancándole gemidos de dolor-placer. Metí la mano por debajo y repetí los empujones del buttplug con el pulgar a la vez que con mis dedos más largos me escabullía debajo de su tanga de encaje para palpar sus humedales: estaba chorreando y aproveché para darle de probar un poco de sus jugos, llevando mis dedos de su coño a su boca en varios ida-y-vuelta. Yo estaba ya también terriblemente excitado y empecé a morder su cuello desde atrás y a magrearle las tetas con fuerza por encima del vestido, dejando que saliera un poco mi lado más animal.
Los momentos que siguieron están un poco difusos porque entré en el flow de animal predator y es difícil recrear eso en el espacio literario. Empecé a besarla, a morderla, a manipularla, a desnudarla casi arrancándole el vestido, rompiéndole el tanga y sacándole las tetas de las copas del sujetador, pero sin quitárselo. Puede que haya sido una media hora de sexo con ropas, arrancándole suspiros de placer y gritos de dolor. Poniéndola a cuatro patas y frotándole mi erección contra su culo sellado, contra su coño mojado. Tirándole del pelo y dándole nalgadas. Poniéndola en mil posiciones para sobarla, olerla, morderla, saborearla. Follándole el culo con su buttplug y el coño con mis dedos, lamiéndola, haciendo que me chupe cada dedo de mi mano y repitiéndole al oído que era mía, que ese fin de semana iba a ser el de sus sueños y que iba a hacer con ella lo que quisiera. En un momento la tenía con los brazos juntos y estirados, la cabeza mirando a sus muñecas y las piernas encogidas en posición fetal, con los tacones y las medias puestas y mostrando su buttplug y su coño palpitante. Me pareció un momento ideal para hacerle unas fotos y eso dio paso a un nuevo flow, más cerebral. Le quité el buttplug y le hice un par de fotos más: a cuatro patas, con el culo en pompa, comiéndome los dedos de los pies…
Ya puestos, con el buttplug en la mano, aproveché para ordenarle que trajera sus juguetes y los pusiera junto a los míos, cogí unas cuerdas y empecé a pensar algunas posibilidades que nos daba el mobiliario. Cogí unos tapaojos y se lo coloqué, rematándolo con un poco de cinta de bondage para asegurarme que no veía nada. Até sus piernas en lo que se conoce como frog-leg, o patas de rana, es decir, talón pegado al muslo y piernas flexionada. La coloqué sobre el sillón marrón de cuero, sujetando sus muñecas a las patas traseras y sus piernas a las delanteras. Estaba completamente expuesta. Le tomé aún unas fotos más y me dispuse a comerle bien el coño.
Me entretuve un buen rato en ese coño limpito y recién afeitado. Ya he mencionado alguna vez que no soy partidario de fundamentalismos de ningún tipo por lo que, básicamente, en mis sesiones sigo mi instinto y lo que me apetece. Y ese coño me daba ganas de lamer y lamer. Alternaba la estimulación del clítoris con juegos de lengua y con golpes con el dorso de mi mano. Dos recorridos siguiendo el contorno de los labios, una internada de la lengua en lo profundo de su coño húmedo y palpitante presionando sobre los contornos de mi lengua, suaves lametones hacia arriba y abajo en lo alto de la raja, una serie de círculos bordeando el capuchón del clítoris y luego otra procurando descubrirlo, ayudando para ello con la yema de los dedos hasta tenerlo totalmente disponible para darle golpecitos suaves con la lengua y succionar, succionar para que crezca y se hinche. Seguido de unos golpes a mano abierta en todo el coño para bajarle el calentón. No le iba a permitir correrse tan pronto.
Me tomé un momento para observarla atada al sillón, completamente expuesta, con pos ojos vendados, respirando agitada y gimiendo ante cada movimiento mío, esperando con ansias lo que sea que viniera después de esa pausa. La veía tan anhelante que le pregunté:
‒ ¿Qué esperas? ¿qué quieres?
‒ No sé, solo quiero complacerte - su respuesta fue de manual, había entrado de lleno en el subspace y no tenía sentido que le preguntara sus apetencias, quería obedecer.
Sus palabras me sugirieron que ya era hora que descargara mis pelotas en su garganta. La acomodé bajando un poco su cabeza para poder follarle la boca contra el sofá, tuve que aflojar un poco los nudos y acomodarla, poniéndole además un banquito (de los que vienen a juego con los sofás para apoyar los pies) justo debajo del culo para que ella estuviera también cómoda y pudiera relajar la glotis. Me saqué la polla y empecé a frotársela por la cara y a darle golpes en las mejillas mientras le decía que quería que se acostumbre al olor y al sabor de su dueño. Al estar vendada y atada, no podía ver ni tocar mi polla y eso parecía desesperarla por sentirla, inhalaba y sacaba la lengua como si se le fuera la vida en ello.
‒ Eres una perrita en celo y debes ser capaz de reconocer el olor de tu dueño, putita. Huele, inhala profundamente, eso es, eso es... Ahora abre bien la boca que vas a tener lo que estás deseando... Pídeme que te folle la boca hasta correrme
‒ Por favor Master, fóllame la boca y córrete dentro
‒ En francés
‒ S’il vous plaît Master, ejacule dans ma bouche
‒ Lo haré pero ante me la vas a comer bien comida.
Estuve un buen rato empujando mi polla contra el fondo de su garganta y enseñándole a comerla. A pesar de que había hecho ejercicios de entrenamiento con el dildo y supuestamente tenía bastantes experiencias como mamadora, su desempeño dejaba bastante que desear al principio. Le costaba abrir bien la boca, no llegaba a entrarle ni la mitad de mi rabo y ya empezaba con las arcadas, me rozaba con los dientes… un desastre…. Tuve que armarme de paciencia y, a base de instrucciones precisas y bofetadas fuertes en la cara, fui logrando que cediera. Pasados unos 15 minutos ya lograba metérsela casi entera y la zorrita aguantaba casi 5 segundos sin arcadas, sus dientes ya no me molestaban y su lengua se entretenía de maravillas en recorridos desde mis pelotas hasta la punta del capullo.
No quería demorar mucho mi primera corrida consciente de que, para una buena putita obediente, que lleva tiempo esperando complacer a su dueño, tragar semen supone un gran refuerzo de su instinto sumiso… pero, cuando decidí que me iba a correr, la pobre estaba hecha un poema: toda la pintura corrida de las lágrimas que le arrancaban las arcadas inducidas por mi polla. Me la ponía a reventar. Deliberadamente llevaba varios días excitado y sin correrme para que la primera descarga fuera generosa. Apreté fuerte y descargué directamente en su garanta, pegando alaridos como un escocés que va a la guerra. La muy torpe tuvo una arcada mientras me corría y escupió un poco sobre su pecho y algo cayó al sofá. Le solté un par de bofetadas y le obligué a seguir succionando para vaciarme bien, antes de darle de comer con mis dedos los restos que habían caído.
‒ No debes desaprovechar nada de mi corrida, puta. Debe ser tu alimento más preciado, sé que no te gusta demasiado pero quiero que aprendas a amarlo, a desearlo como deseas una birra bien fresquita un día sofocante de verano. ¿Lo entiendes?
‒ Si amo.
‒ Bien, puta, come y traga, eso es, buena putita… pero aún te queda mucho que aprender. Ahora te voy a castigar por haber escupido mi corrida y después te voy a estrenar el culo.
‒ OK Master.
A pesar de estar bastante ida, su cara dejaba entrever el terror que tenía a que le follaran el culo. Pero primero quería jugar un rato con ella, buscando sus límites del dolor: fui colocándole pinzas de la ropa en los pezones, en la piel de su abdomen, en pliegues en sus piernas, en los labios del coño… Ponía tres y se las quitaba dándole golpes con la mano abierta, ella se quejaba, a veces me decía un “No Master, me duele mucho”, pero yo seguía sin hacerle caso, recordándole de tanto en cuanto que tenía a su disposición la palabra de seguridad.
Cuando me aburrí de las pinzas pasé a azotarle el coño con el flogger. Había dejado un par de pinzas en cada labio de su coño adheridas a sus muslos con cinta, de modo el coño quedara bien abierto. Cogí mi flogger de cuero y empecé a azotar variando el ritmo y la intensidad, buscando las zonas que generaban más reacción en ella. El coño era claramente lo que más la hacía retorcerse así que le propuse un juego:
‒ Quiero que te quede bien grabado que cuando me corra en tu boca, debes tragar hasta la última gota, puta. Así que, viendo que tienes el coño a tope de sensibilidad, te voy a dar diez azotes con el flogger, con mucha fuerza, prepárate. Quiero que después de cada azote, cuentes y me agradezcas. ¿Has entendido?
‒ Si, Master ‒ ¡ZAAS! Pimer azote – Aaagh… uno
‒ Muy mal putita, no quiero que te quejes, solo cuenta, volvemos a empezar.
‒ (¡ZAAS! otro azote) Dos
‒ No, putita, te dije que volvíamos a empezar, vuelve a contar desde uno
‒ (¡ZAAS! otro azote) Uno
‒ Bien, pero no te centras, además de contar me tienes que agradecer. Volvemos a empezar.
‒ (¡ZAAS! otro azote) Uno, gracias, Master
‒ My pleasure
‒ (¡ZAAS! otro azote) Dos, gracias, Master
Y así fui aumentando la intensidad y buscando combinaciones que la hicieran fallar. Cuando iba por el 5 o el 6, le di mis dedos a chupar, después, con los dedos húmedos cogí fuerte un pezón y le di un fuerte azote al tiempo, descolocándola… volvió a quejarse.
‒ Aaagh… seis, thank you Master
‒ Putita, te has vuelto a quejar, empezamos de nuevo, desde el uno.
‒ No! No! Por favor Master, no me haga esto
‒ Serán 15 azotes en vez de 10, vuelve a quejarte y sigo añadiendo. ¿Te queda claro puta?
‒ Si Master, entiendo, gracias Master.
Esta última frase me la dijo entre lágrimas, estaba aguantando muy bien para ser una putita primeriza y eso me hizo tener un poco de compasión. Así que bajé algo la intensidad y le permití que aceptara y agradeciera los 15 azotes.
Cuando acabamos con la sesión de castigo, tras recordarle por qué había sucedido y felicitarla por haberlo aceptado y recibido el castigo como merecía, me dispuse a trabajarle el culo para acabar de estrenarla. Venía embalado con la respuesta de la putita y no tomé demasiadas precauciones. Me puse un guante de látex, cogí lubricante y empecé a introducir mi dedo índice en su ano, mientras lamía su clítoris buscando que se relajara. No me di cuenta que, para una putita que tiene terror al sexo anal, intentar relajarle el culo teniéndola atada y cegada no es la mejor opción. Notaba como cerraba el culo sobre mi dedo y, un poco arrastrado por la dinámica de los “ejercicios” anteriores, cada vez que tensaba el culo le daba un azote en el coño con la mano abierta y le gritaba:
‒ ¡Relaja el culo puta! Que si no va a ser peor…
Se repitió esa situación unas tres o cuatro veces. Evidentemente mi estrategia de dar azotes y amenazas para conseguir que se relaje no iba a dar resultado. A todos nos puede pasar, dejarnos llevar por la emoción del momento y no saber “cambiar de tercio”. La pobre empezó a sollozar y yo me cansé y le metí dos dedos de golpe. Craso error.
‒ YELLOW PEPPER - dijo Mili entre sollozos…
Había usado la palabra de seguridad intermedia. Inmediatamente caí en la situación y la tranquilicé.
‒ Bien putita, no te preocupes, te voy a desatar, nos olvidamos de tu culo de momento y nos tomamos algo para ver qué pasó.
‒ Gracias Master.
Descomprimí la situación y fui tomando consciencia de mi error. No era grave pero si quería seguir disfrutando de aquella zorrita debía tener más cuidado con su cuasi virgen culo. Sin duda hubiera sido preferible que su culo sea virgen del todo ya que una mala experiencia es mucho más traumática que la ausencia total de experiencia. La desaté y le quité la cinta y el antifaz de los ojos. La autoricé a mirarme a la cara durante el “break” y le pedí que preparara otros tragos mientras yo me liaba un porro de maría. Estuvimos charlando un rato, bebiendo y fumando y le fui explicando qué era lo que creía que había pasado, por qué se había puesto tan tensa y ella fue confirmándome mis intuiciones. Cuando nos terminamos los tragos le pedí que se pusiera de rodillas en el suelo de nuevo, con las manos tras la nuca y sacando pecho, en una postura que suele llamarse “ponme tu collar”. Le volví a vendar los ojos, le puse una correa, la llevé a cuatro patas por primera vez hasta la cama del dormitorio y le mandé a masturbarse a su gusto con los dedos o el vibrador, recostada mientras yo pensaba cómo seguir.
Ya llevábamos como tres o cuatro horas de sesión, tenía hambre y al otro día tenía que levantarme temprano para trabajar nuevamente por lo que no quería alargar mucho la sesión. Me preparé otro trago, con el sonido de fondo de sus gemidos que se iban intensificando desde la habitación. Dejé mi copa y fui hasta ella. Le ordené que se arrodillara en el suelo de la habitación y me la comiera bien, usando también sus manos. La sesión de antes, ensartada contra el sofá había hecho sus efectos. Esta comida de rabo fue notable y no requirió mi intervención. Cuando la tuve bien dura de nuevo le di un condón abierto para que me lo pusiera, avisándole que iba a follarla.
‒ Yes Master, thank you Master – su respuesta innata, le salió del alma y me demostró cuánto llevaba esperándolo.
La hice tumbarse en la cama de espaldas y cogerse las rodillas con las manos. Tras un momento de jugueteo típico de mi polla en la entrada de su coño, me decidí a penetrarla con fuerza. En cuanto empecé a bombear sus gemidos lo abarcaron todo. Gemía desesperación, casi diría que con emoción y con agradecimiento. Recibía cada centímetro de polla como un fiel creyente cristiano recibiría la consagración: llenándola en cuerpo y alma, dándole sentido a lo que había vivido todos los meses que quedaban atrás con esas embestidas. Noté que se iba a correr antes que yo y no se lo permití. Saqué rápido mi polla y le di varios azotes en la cara y en el coño, descolocándola de nuevo.
‒ Bien puta, eres una buena putita y me gusta que te derritas de placer… pero no te vas a correr antes que yo, hoy estás aquí para darme placer y yo te diré cuándo y cómo correrte, si sigues portándote así de bien seguro que te lo permitiré. ¿Lo comprendes?
‒ Si Master, estoy muy cachonda, voy a intentar por todos los medios no correrme sin su permiso Master.
‒ Buena putita.
‒ Thank you, Master.
La puse a cuatro patas y repetí el juego previo en la entrada de su coño hasta penetrarla por detrás. Mientras empujaba con fuerza mi pelvis, con una mano le tiraba del pelo hacia atrás y con la otra iba alternando azotes en el culo con breves incursiones de mi dedo pulgar ensalivado en el ojo de su culo, dejándole claro que pronto volvería sobre él. Mili seguía gritando como una posesa, aumentando su excitación con cada embestida, con cada jalón y con cada azote. Cuando vi que me iba a venir la empujé con fuerza y me abalancé sobre ella, aplastándola contra la cama mientras enterraba con fuerza mi polla en el fondo de su coño desde atrás. Me acerqué a su oído y empecé a decirle guarradas, avisándole que me iba a correr dentro suyo y que ella no podía correrse aún. Mi segunda corrida de la noche me sorprendió por su potencia, sentí claramente las contracciones de mi suelo pélvico transportando mi fluido seminal desde mis huevos y próstata hasta la punta palpitante de mi polla. Me desplomé sobre ella y me quedé un rato dentro, acabando de vaciarme. Sin necesidad de sacarla tenía la seguridad de que el condón estaría bastante cargadito. Le quité desde atrás la venda a Mili para que pudiera verme y la besé, todavía con mi polla dentro de ella.
‒ Bien Mili, has aguantado parece… ahora te vas a tomar todo el jugo que le has sacado a mis pelotas.
La zorrita puso cara de circunstancia, frunciendo el ceño pero no se atrevió a contrariarme. Al contrario, ni bien me quité de encima de ella, se dio la vuelta y abrió la boca para recibir el contenido del condón. Efectivamente aunque era el segundo polvo de la noche, me sorprendió gratamente por lo abundante. Coloqué la abertura del condón completamente dentro de su boca y tiré hacia arriba de la punta, empujando con la otra mano para que saliera todo. Mili lo recibió y se lo tragó sin rechistar.
Viendo la hora que era, se me ocurrió una última prueba para ese día.
‒ Bueno putita, estoy muy contento con tu desempeño. Te has ganado correrte pero lo harás masturbándote sobre la cama mientras yo llamo por sype a mi socio PJ para que te vea y vea cómo te corres.
PJ, por si no lo recuerdan, es mi colega con el que había ido compartiendo todo el proceso de emputecimiento de Mili y ella sabía perfectamente bien a quién me refería. Él me había ayudado dándome “mentoring” para el emputencimiento online de Mili y yo tenía planeado devolverle el favor dejando que se folle a mi puta en alguna de las dos noches que nos quedaban. Ella había visto fotos de él y tenía claro que no era su tipo: más de 45, con algunos kilos de más y mucho más sádico y más bruto que yo con las putas. Pero a mi lo que Mili dijera o quisiera me daba igual, solo tenía que tener muñeca para que no pronunciara las palabras de seguridad y se fuera todo a la mierda. Así que, continué:
‒ Esta performance que vas a hacer ahora es parte de tu exhibición como puta mía. Mañana será otro día para mañana tengo pensado que PJ venga al piso y te use también. Cuidaré de ti y estaré a tu lado pero él será el que decida.
‒ Amo, no creo estar preparada para que me use su amigo.
‒ Tu no tienes que juzgar si estás preparada o no, tú tienes que confiar en mi. Pero eso será mañana, hoy vas a comprobar que soy un dueño generoso, con mi amigo, que te verá y también contigo que te permitiré correrte para nosotros.
‒ Vale amo.
‒ Ponte de rodillas en la cama, toma a Max (así llamábamos a su dildo de 30 cm), el plug y el vibrador. Toma el lube también. Quiero que empieces a jugar contigo, que te metas el plug en el culo y una vez con él, empieces a jugar con Max. Te correrás follándote a Max y estimulando tu clítoris con el dildo-vibrador. Tómate tu tiempo. ¿Lo has entendido?
‒ Si amo.
‒ Yo iré llamando a mi amigo y hablaremos sobre ti. Tú te concentrarás en lo tuyo y solo atenderás si te pido que lo hagas. ¿Ok?
‒ Si amo, entendido.
‒ Muy bien, buena putita.
Lo que siguió fue una representación perfecta del guion que había trazado. Mili fue entrando en calor, masturbándose, le costó pluggearse el culo pero a la tercera se lo mandó al fondo, había sido malo y le había dado el plug más grande del set de tres. Yo llamé a PJ que estaba cenando con su mujer y tuvo que poner alguna excusa para poder ver el espectáculo. Le conté un poco como había ido la noche con Mili y le iba mostrando con planos lejanos y cercanos como la puta se iba masturbando. Mientras nosotros comentábamos en Castellano, Mili se concentraba en su objetivo que era correrse para nosotros. Le tomó algunos minutos llegar al set-up final, montando al Monster dildo y estimulándose el clítoris pero al fin vio que se acercaba y empezó a pedir permiso.
‒ I’m close Master, may I cum?
‒ Go on baby, cum for us like the nasty bitch in heat you are.
Lo cual viene a decir que me pidió permiso y se lo di. También lo consulté antes con PJ para humillarla un poco más hacerle sentir que mi amigo también tenía poder sobre ella, el más importante poder, el poder de infringir dolor y dar placer. Mi colega estuvo de acuerdo en que quería ver a la putita corriéndose. Mili estalló en un orgasmo bestial.
La noche había acabado y lo mejor estaba todavía por llegar. Le quité a Mili su collar, cenamos y nos acostamos. A la mañana siguiente me desperté empalmado y decidí irme a la oficina bien descargado. Voy a dejaros aquí un extracto del correo que me envió Mili a su regreso, donde describe cómo fue su despertar esa mañana. Lo voy a dejar en inglés, Google translate hará el resto.
“The next morning I woke up, woke up nicely with my Master naked with an erection. And you slide your cock into my mouth. I love sucking your cock... It tastes devine! And then you decided to fuck my ass. It's hard for me, my ass hasn't been treated well enough, the last time I have been fucked in my ass was 3 years ago probably and it was a nightmare. But I could feel your authority, I felt under your control and totally submissive. It was painful but felt good at some point. I am happy you enjoyed fucking my ass.”
Para las que tengáis pereza de traducir: al día siguiente lo primero que hice por la mañana fue meterle la polla en la boca y, acto seguido, follarle el culo. Me tomé, esta vez sí, todas las precauciones. La hice poner boca arriba en la cama sosteniéndose las rodillas, me coloqué un guante de látex y empecé el proceso de ablandamiento. Primero con saliva y fluidos vaginales, estimulando alternativamente clítoris, labios, perineo con una leve presión y por último el ojo del culo, poco a poco. Fui metiendo un dedo, el índice, bien lubricado. Se notaba que Mili estaba más relajada y yo hacía por favorecerlo: con la otra mano le acariciaba la barriga, los pechos, y la iba animando a soltarse. No me costó meter el segundo, con ella tumbada hacia arriba hacía presión con los dedos dentro de su ano hacia el pubis, buscando que es esfínter cediera. Con trabajo y cariño, el tercer y cuarto dedo entraron sin mayores problemas. Con cuatro dedos entrando y saliendo del culo y Mili gimiendo, ya no tenía que temer. Le mandé a ponerse a cuatro patas y tocarse el clítoris desde abajo. Mi polla había perdido un poco de su erección, lo cual me venía de perlas para penetrarla cuando estaba morcillona y que acabara de crecer dentro de su culo. Cuando la tuve toda dentro, empecé con movimientos suaves, sacándola poquito para que no se saliera y empujando con fuerza para que ganara en rigidez y grosor y ella se enterara de que ya había pasado lo peor. A las pocas embestidas ya la tenía dura a tope y Mili lanzaba gemiditos de dolor, pero también de placer. Me tenía que ir a trabajar y ya había cumplido mi misión así que, al igual que la noche anterior, me abalancé sobre ella, esta vez penetrándola analmente por detrás y empecé a morderle el cuello y decirle guarradas. No tardé en venirme dentro de su culo en otro orgasmo bastante potente. Mili me acompañó con sus gemidos, haciéndome entender que estaba disfrutando de sentirme disfrutar (como más tarde me dijo en su email). Cuando la saqué, el condón, aunque menos que la noche anterior, también tenía también una buena cantidad y no estaba nada manchado. Así que le di de nuevo de beber mi lefa a mi putita que volvió a tragar sin rechistar. Es muy importante que se acostumbren a disfrutar de beber semen, en especial el de su dueño, y Mili estaba sacando matrícula en la materia, en solo una noche.
Me acabé de vestir y prepararme para salir. Antes quise dejar claro que esa noche iba a follar con mi colega. Mili volvió a insistir en que no estaba preparada y empecé a temer que se rajara y abortara el fin de semana por completo así que urdí un nuevo plan.
‒ Bueno putita, te voy a hacer una propuesta. Esta noche vamos a cumplirte tu fantasía de estar con dos hombres a la vez y, si confías en mi, verás que será seguro y ya mañana podré entregarte a mi amigo.
‒ No sé, no sé, me da miedo, él no es como usted señor.
‒ Olvídate de eso y céntrate en lo que te propongo para esta noche. Usaremos 3nder (ahora Feeld), una app como Tinder pero para trios y sexo Kink. Tengo una serie de candidatos dispuestos y te dejaré elegir al que te va a follar esta noche.
‒ ¿Puedo confiar en usted? ¿No traerá a su amigo?
‒ Al 100%, te lo he demostrado anoche con la palabra de seguridad. Aunque te entregues a mis deseos, en el fondo tú tienes el control. Elegiremos al que tú me digas. Vamos a ver perfiles.
Hicimos una selección de los más o menos 10 perfiles que tenía y que decían que tenían disponibilidad para esa noche. Se quedó con uno y, por las dudas, de backup, eligió un “second best”. No tuve problemas para coordinarme con el primero por lo que, antes de terminar mi desayuno, ya teníamos elegido al candidato: un chico joven, de unos 25 años, atlético, moreno, con los ojos claros y un rabo de más de 20 cm según decía. Le dije a Mili que dejara todo en mis manos, que yo me encargaría de verificar que el chico no mentía y arreglaría con él cómo sería el encuentro. Yo volvería de trabajar sobre las siete, ella me debería esperar igual que el primer día, con un trago, el culo con plug y en posición de esclava mirando al suelo. El chico tenía clases en la universidad y no vendría al piso antes de las 10, lo cual le daba a Mili un tiempo para entrar (y arrepentirse si fuera el caso).
Bueno, hasta aquí por hoy. El relato me está quedando largo así que voy a dejar la narración del segundo y tercer día para próximas entregas. Espero que hayáis disfrutado leyendo como yo he disfrutado recordando y escribiendo. Como siempre vuestros comentarios son bienvenidos.