Puteando con mi hermano y otros desconocidos

Fuí a visitar a mis padres y terminé cogiendo con mi hermano.

Hacía tiempo que no veía a mis padres, quienes viven en otra ciudad, por lo que decidí ir a visitarlos. Salí de mi departamento a las diez de la mañana y conduje hasta su casa. En el camino, me detuve a desayunar en un parador turístico. Sentí ganas de mear y me dirigí a los baños con la esperanza de encontrar algo de acción o, aunque sea, una buena verga para mamar.

Había mucha gente en el baño. Entré a uno de los cubículos, me bajé los pantalones y la tanga y me senté en el inodoro. Me acerqué a uno de los agujeros de la pared y vi en el cubículo de al lado a un chico jalándose la verga. Cuando se dio cuenta de que lo estaba observando, se levantó, introdujo su pito en el agujero y empecé a mamarlo. Era una verga deliciosa sin circuncidar. Intentaba tragármela toda para darle mayor placer. También le chupé los huevos peludos metiéndome los dos en la boca.

Le pregunté si quería coger y lo invité a entrar a mi cubículo. Salió y esperó disimuladamente a que no hubiera nadie en los baños. Tocó la puerta, le abrí y entró. En seguida, le saqué el pollo y seguí mamando. Después, le bajé los pantalones y la trusa, me incliné frente al inodoro y dejé que me metiera la verga. Tardó un poco en metérmela porque era muy gruesa, pero cuando la tuve adentro no dejé que me la sacara. El chico me cogía delicioso y yo no quería que terminara. Luego, se sentó en el inodoro y me senté sobre él. Estuve cabalgándolo como diez minutos.

Volví a mamarle la verga y se vino en mi boca. Me tragué toda su leche. El chico se subió la trusa y los pantalones, se acomodó la ropa y salió. Me quedé un rato más dentro del cubículo para descansar de la deliciosa cogida. Me acomodé la tanga entre mis nalgas, me subí los pantalones y salí. Emprendí otra vez el camino a casa de mis padres.

Cuando llegué a casa de mis padres, me recibieron efusivamente y estuvimos platicando bastante tiempo. Les pregunté por mi hermano y mi madre me dijo que estaba en la escuela. Fuimos de compras a un centro comercial y almorzamos ahí. Regresamos a la casa unas horas después. Mi hermano ya había llegado. Lo saludé y le di unos compactos que le había comprado. Me preguntó si quería salir con él y unos cuates suyos a la disco. Le respondí que sí porque me quedaría en casa de mis padres hasta el día siguiente.

El resto de la tarde estuvimos platicando él y yo. Me contó sobre su escuela, sus profesores, sus exámenes, sus calificaciones. Decidimos prepararnos para salir, por lo que entró a bañarse. Unos minutos después, salió con una toalla anudada en su cintura. Me di cuenta de que mi hermano ya era todo un hombre, guapo, marcado y, a sus diecinueve años, seguro tenía a varias chicas rondándolo. Comenzó a vestirse y entré a bañarme. Mientras lo hacía, no podía quitarme de la mente la imagen de mi hermano. Recordé cuando aún era un niño y jugaba con él. Cuando salí del baño, él ya estaba listo. Me vestí rápidamente y nos dirigimos a la disco.

Ahí nos encontramos a sus cuates. Nos sentamos en su mesa y pedimos unas cervezas. Me llamó la atención que sólo sean hombres y pensé que no salían con mujeres para poder hablar y beber a gusto. Sin embargo, noté que uno de sus cuates no me quitaba la vista de encima. Ya había bebido bastante y tenía ganas de mear, por lo que fui a los baños. Mientras estaba meando en uno de los mingitorios, entró el cuate de mi hermano que no dejaba de verme, se paró en el mingitorio de al lado, se sacó la verga y empezó a jalársela.

Obviamente, yo no pude evitar verle el pito. Me preguntó si quería chupársela y respondí afirmativamente. Nos metimos en uno de los cubículos, le saqué la verga y comencé a chupársela. El chico estaba delicioso, aunque su verga no estaba tan grande, pero por esta razón podía tragármela toda. Estuve mamando como cinco minutos, el chico se vino, me tragué su leche y salimos del cubículo discretamente para que no nos viera la gente que estaba en el baño.

Regresamos a la mesa y seguimos platicando bastante tiempo. Como a las dos de la mañana un poco mareados por efecto del alcohol, pagamos la cuenta y salimos. Los cuates de mi hermano se fueron en seguida y mi hermano y yo regresamos a la casa. Subimos a su habitación porque yo dormiría con él. Mi hermano se quitó la camisa y los pantalones y se acostó en la cama. Yo hice lo mismo y me acosté junto a él.

Unos minutos después, noté que mi hermano estaba jalándose la verga. Eso me excitó mucho. Noté que mi hermano se estaba acercando a mí. Cuando estaba completamente pegado a mí, me preguntó:

  • ¿Eres homosexual, verdad? Uno de mis cuates me dijo que le mamaste la verga en los baños de la disco.
  • No es lo que estás pensando -, respondí tratando de negarlo.
  • De todos modos, no tienes por qué preocuparte - me dijo. - Todos los que estábamos en la mesa somos homosexuales.

Diciendo esto, comenzó a besarme. Yo estaba atónito porque no imaginé que esto sucedería y mucho menos con mi hermano. Sin embargo, dejé llevarme para poder disfrutarlo como hombre. Le quité el bóxer y le mamé la verga. Mi hermano gemía de placer cada vez que me tragaba su verga. Me volteó y empezó a chuparme el culo. Sentía cómo entraba su lengua lo más profundo que podía. Yo estaba como loco por el placer que me daba.

Entonces, empezó a penetrarme. No lo costó mucho trabajo porque mi ano estaba dilatado por la cogida de la mañana. Me metía y me sacaba la verga cada vez más rápido. Estaba disfrutando deliciosamente de la verga de mi hermano. Se detuvo, puso mis pies sobre sus hombros y me metió otra vez la verga. Nos veíamos a los ojos y nos besábamos. De repente, sentí cómo el cuerpo de mi hermano se contraía y también su verga en mi culo. Supe que estaba viniéndose. Me masturbé y me vine en seguida.

Después de coger, estuve platicando casi toda la noche con mi hermano acerca de su homosexualidad. Me comentó cómo se dio cuenta, cuándo fue su primera vez, varias de sus experiencias y las de algunos de sus cuates. Yo estaba fascinado con lo que me decía. También le conté lo que yo había vivido y le prometí que, a partir de ese momento, estaríamos más unidos.

A la mañana siguiente, cuando despertamos cogimos de nuevo, pero con más calma y disfrutando de cada sensación. Yo debía regresar a mi departamento y le dije que cuando quisiera podía ir a visitarme y quedarse allá, conocer a mis amigos y salir a putear conmigo. Nos vestimos, bajamos a desayunar. Me despedí de mis padres y de él y conduje de regreso a casa con el firme propósito de volver más seguido a visitar a mis padres.