Puteando a la puta
Relato a medias entre la realidad y la ficción sobre una noche loca de verano y sus terribles consecuencias.
Ella no era la típica mujer que uno ve en la discoteca y piensa en las mil guarradas que le haría en una cama, un sofá, o en el propio suelo si hiciera falta. Era del tipo de mujer normal tirando quizá a un poco feúcha pero que sin embargo destila morbo por los cuatro costados. No muy alta con el pelo negro, gafas de pasta y aparatos vistiendo muy escotada y con un pantalón tan corto que por poco mi cinturón era más ancho.
Eran las fiestas del pueblo y a aquellas horas no había transporte público hacia la ciudad, así que no me sorprendió ver a gente caminando por una carretera vacía. Me sorprendió verla por allí con los tacones en las manos y caminando sola por el arcén.
Hola belleza, ¿qué hace una chica como tú en un sitio como éste? –Le pregunté haciéndome el interesante.
Ya ves, a casita – Me dijo ella sin interés alguno en mi persona, todo puesto en el coche.
¿Te llevo? – Le ofrecí supuestamente caballero.
Ella no se lo pensó dos veces, no debía tener ganas de caminar esos siete kilómetros de noche y sola. No tardamos mucho en llegar. De repente sentí un cosquilleo en los huevos que acabó en una pequeña erección que me hizo sentir muy cachondo. Aparqué el coche en un descampado y ella me miró alertada.
¿Qué haces? Yo no vivo aquí – Me dijo, creo que un poco asustada.
Lo sé, pero ahora tienes que pagar – Dije yo sin miramientos.
Tío si tuviera dinero habría cogido un taxi, no seas capullo – Me dijo ella enfadada.
No te preocupes, tu boca puede pagar también – Dije yo sin piedad y sonriente.
¿Qué…? Me voy – Hizo amago de bajarse pero yo la cogí del brazo evitándolo.
No tan rápido, muñeca, yo te he traído y eso que no vivo ni siquiera aquí. Creo que me merezco una recompensa – Señalé con la mirada hacia el bulto a medio crecer en mis pantalones.
¡No seas cabrón! Además, tengo novio – Repuso ella.
Él no tiene porqué saberlo – Respondí yo con una sonrisa.
No sé si fue porque de verdad quería hacerlo, si fue porque quería que la llevasen a su casa, si estaba borracha o si simplemente andaba excitada con la idea; pero metió la mano dentro de mi pantalón y empezó a masajearme los huevos sin demasiada prisa.
Te voy a hacer una paja, y vas que chutas, chato – Se estaba haciendo la chula.
Me vas a hacer una buena mamada y punto, perra – Le contesté yo entre caliente y cabreado.
No creo que se asustase por el tono, al rato de estar meneándomela arriba y abajo bajó ella misma la cabeza y me soltó un lametón que me dejó encantado.
No tan rápido, cerdita, antes bésamela – Susurré encantado con la idea, quién no.
Ver a una mujer besándome la punta antes de empezar a hacerme una felación es algo que me excita como pocas cosas, y tuve suerte de que ella decidió que le gustaba la idea. Empezó a darme beso tras beso en la punta y fue recorriendo el tronco de mi falo con besos, hasta llegar a la base donde pasó la lengua por mis testículos. Yo tenía los ojos cerrados y me estremecía al notar aquella lengua recorriéndome centímetro a centímetro. Finalmente llegó de nuevo hasta arriba y cubrió mi glande con sus labios. Me echó una mirada para asegurarse de que me estaba gustando, y fue bajando lenta. ¡Parecía una actriz porno, se la iba a tragar entera! No es que yo tenga un miembro de increíbles dimensiones, pero tengo mis respetables dieciocho centímetros.
Oh dios, cómo me estás poniendo, pareces una profesional – No sé cómo lo hacen las profesionales, pero me encantaba lo que esta me hacía.
Entonces se me encendió una bombilla en la cabeza. Agarré el móvil y empecé a grabarlo todo con la suerte de que ella no miraba hacia arriba, concentrada como estaba en chupar y lamer como una descosida. Yo jadeaba y me estremecía de gusto sabiendo las posibilidades que tenía aquél video amateur que estaba grabando en el acto.
Sigue, zorra, sigue, que yo te aviso – Mentira, no tenía pensado avisar. No creo que ningún hombre lo haga.
Pero ella debió notar cuando estaba yo apunto de correrme porque se la sacó de la boca, me empezó a lamer los huevos y a metérselos en la boca mientras me masturbaba rápido. Yo, entre jadeo y algún gemido, me sentía en el jodido paraíso. Ella de repente empezó de nuevo a besarme la punta.
Venga, nene, no seas tímido, dame mi leche – Me susurró ella.
Ese fue el detonante, y juro que nunca me he sentido tan cachondo en mi vida, para que me corriese con sus labios pegados a mi polla. Le manché la cara, el pelo…¡manché hasta el volante!. Sonreí cuando la vi volver a sentarse, limpiándose con un kleenex.
Y ahora llévame a casa. Y si cuentas esto a uno de tus amigotes te corto los huevos, d’accord? – Me dijo con chulería.
Claro nena, claro que sí – Respondí yo manso como un corderito.
Puse de nuevo el coche en marcha y la llevé a su casa. Al bajarse rodeó la parte delantera y se acercó a la ventanilla del piloto. Se inclinó provocativa, como una auténtica puta, y sonrió dando una calada al cigarro que había encendido de camino.
Sé que te ha gustado, así que espero que sueñes con esto toda tu vida…porque nunca más volverá a pasar – Me dijo desdeñosa, como si recordase que tenía un novio a quien le acababa de poner los cuernos.
Yo creo que sí va a pasar otra vez, putita, de echo…va a ser bastante más que lo que me has hecho hoy. Lo tengo todo grabado, así que tú decides si prefieres convertirte en mi concubina, o que todo el mundo te vea en Internet. Chao, muñeca – Me despedí de ella con un guiño de ojos, un chasqueo de lengua y puse el coche en marcha.
Gracias al retrovisor la pude ver en medio de la carretera mirándome entre sorprendida y súper cabreada, con el maquillaje de la cara bastante corrido y me eché a reír. Apreté el acelerador dejando a mi recién estrenada zorra sola.