Puta y princesa
Fue mi primera sesión. El descubrimiento de un placer diferente e insospechado. Y fue nuestra primera sesión. El descubrimiento de alguien muy especial, capaz de tratarme como una puta y como una princesa a la vez.
Fue mi primera sesión. El descubrimiento de un placer diferente e insospechado. Y fue nuestra primera sesión. El descubrimiento de alguien muy especial, capaz de tratarme como una puta y como una princesa a la vez.
Nos conocimos este verano, gracias a una famosa web de contactos. Aunque es poco habitual en este medio, no llegamos a chatear jamás. Nos enviamos algunos emails, nos gustamos, y muy pronto decidimos comprobar si la química seguía funcionando en directo. Y quedamos. Me gustó nada más verle, a pesar de que físicamente era más bien del montón: algo más alto que yo, calvo rapado, unas gafas que le daban aire intelectual, una amplia sonrisa en su cara. Pero me pareció tan cercano y acogedor que me sentí a gusto al momento. Y cenamos, charlamos, reímos, nos contamos media vida, bailamos...
A lo largo de la noche fui descubriendo que, además, me gustaba su inteligencia, su amabilidad, su sentido del humor, su seguridad... Fuimos a tomar una última copa, la verdad es que habíamos bebido bastante. El alcohol nos estaba desinhibiendo, la conversación fue adquiriendo cada vez un tono más íntimo y empezamos a hablar de relaciones, de sexo Era un juego de seducción y ambos lo sabíamos. Me miró fijamente y con media sonrisa, me preguntó por mis fantasías: "Venga, cuéntame qué es lo que te hace sonrojar...." Estaba claro que él jugaba más fuerte, yo nunca me hubiera atrevido a hacer esa pregunta en una primera cita. Y aunque me avergonzaba un poco, en parte también me divertía y me parecía morboso, así que acabé confesándole que me excitaba imaginar que me dominaban, aunque nunca había llevado mis fantasías a la práctica... Me escuchaba con mucho interés y atención, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Qué agradable coincidencia, dijo. Y entonces me confesó que él era un amo. Que aunque podía disfrutar con el sexo "convencional", lo que le gustaba realmente era someter y dominar a sus amantes. Me quedé perpleja. Me parecía tan atento y tan amable Supongo que me inquietó el giro que había tomado la situación, así que acabé desviando el tema de conversación y empezamos a hablar de otras cosas. Cuando terminamos la copa, me acompañó amablemente a mi casa en su coche. Al llegar, bajó del coche para acompañarme hasta la puerta y al despedirse, simplemente apartó mi cabello, me hizo inclinar suavemente la cabeza y besó apenas mi nuca Literalmente me derretí, pero antes de que pudiera decirle nada, él ya estaba en su coche de nuevo y desaparecía de mi vista.
Durante los días siguientes yo no me quitaba la idea de la cabeza. Había logrado despertar mi curiosidad y mi excitación. Un amo. Alguien a quien le gustaba dominar y que tenía experiencia en hacerlo. A mi me excitaba fantasear con ser dominada, pero no me había planteado nunca realmente ponerlo en práctica y, excepto algún cachete y algún juego con parejas anteriores, no tenía ninguna experiencia ¿Porqué no probarlo? Él me gustaba, me sentía muy a gusto, me inspiraba confianza y me parecía excitante la posibilidad de probar... Pronto me llamó para proponer otra cita. Quedamos para ir al cine y después fuimos a tomar unas copas. Se confirmó la química de la primera cita, aliñada esta vez con la complicidad que suponía saber ya ciertas intimidades del otro... Yo necesitaba satisfacer mi curiosidad y por otra parte, valorar si realmente quería experimentar con él. Le pregunté muchas cosas y me respondió a todas sin problemas. Y aunque en ningún momento lo dije, él sabía bien que yo lo estaba evaluando. Hablamos de relaciones anteriores, de prácticas, de límites, de la palabra de seguridad... Al final de la noche, cuando yo ya había aclarado gran parte de mis dudas y me moría de ganas de jugar con él, se lo dije "Y a mí ¿te gustaría dominarme?" Le brillaron los ojos: "Claro. Estaba esperando que me lo pidieras".
Fuimos a su casa. Tomamos una última copa, seguimos charlando animadamente... Justo cuando yo había tomado el último sorbo de mi copa, me miró fijamente y interrumpió lo que yo estaba diciendo: "Levántate". Me di cuenta de que el juego acababa de empezar. Me levanté del sofá y quedé de pie, enfrente de él, que estaba sentado en un sillón. Me miró de arriba a abajo y sonrió. Se levantó despacio, se acercó a mí, me cogió con suavidad por la cintura y me besó dulcemente los labios. Después me cogió la mano y sin decir nada, me llevó a su dormitorio.
Nada más entrar en la habitación, me pidió que cerrara los ojos. Los cerré. Escuché el ruido de un cajón al abrirse y acto seguido, una venda cubrió mis ojos y fue anudada en la parte trasera de mi cabeza. Me apretaba un poco, y desde luego cumplía su función: no podía ver nada. Así, con los ojos vendados, me dejó de pie en medio de la habitación. Expectante. Mi respiración empezó a acelerarse, me sentía excitada y temerosa a la vez. Pasaron unos minutos, que se me hicieron eternos, hasta que finalmente escuché de nuevo su voz, ordenándome que me desnudara. Vacilé un momento, pero le obedecí sin protestar. Me resultaba turbador no verle y mostrarme completamente desnuda, pero aún así seguí obedeciendo sus órdenes. Me pidió que me diera la vuelta, que abriera las piernas y que me inclinara hacia adelante... yo sabía que en esa posición él tendría una visión perfecta de mi culo y de mi sexo desnudo. Me sentí como una mercancía que está siendo valorada. Entonces él se acercó, me obligó a incorporarme de nuevo y empezó a manosearme, examinando ahora con las manos lo que antes había hecho con los ojos...y me tocó sin contemplaciones las tetas, el culo, el coño... Le dejé hacer, inmóvil, mientras me inundaba una mezcla de excitación y de vergüenza... Oí otro ruido que no supe identificar, como de algo metálico. Y fue entonces cuando él me puso un collar, que intuí de cuero, y que se cerraba con una hebilla. El símbolo de mi entrega y de mi sumisión.
Puso una correa a cada una de mis muñecas y las ató a mi espalda. "Arrodíllate". Le obedecí. De rodillas, desnuda e indefensa, oí el sonido inconfundible de una cremallera...y inmediatamente después tenía su polla erecta dentro de mi boca. Me pidió que la chupara y la lamiera a conciencia y yo, obediente, empecé a esforzarme en complacerle. Estaba sentado en la cama y a juzgar por su respiración y sus gemidos le gustaba lo que le hacía. De vez en cuando me pellizcaba los pezones, o me obligaba a bajar la cabeza para que le lamiera también los testículos. Noté como su miembro todavía crecía más dentro de mi boca. Al rato, me agarró del pelo, me ordenó que no me moviera y que mantuviera la boca abierta. Y entonces fue él quien empezó a penetrarme. Primero lentamente, con movimientos suaves, poco a poco fue incrementando el ritmo, y cada vez la metía más fuerte, cada vez más rápido, cada vez más adentro...me estaba follando la boca. Yo me esforzaba en estarme quieta, en resistir sus embestidas y en controlar las náuseas que atenazaban mi garganta... A pesar de todo, me excitaba saber que me estaba utilizando y pensando sólo en su propio placer. Buena chica, me dijo.
Cuando ya tuvo bastante, sacó su polla de mi boca y me hizo levantar. Desató mis manos y las ató de nuevo, esta vez por delante. Me tumbó boca abajo en la cama. Ató las manos a la cabecera de la cama y me puso correas en los tobillos... Cuando me di cuenta de que mis pies también iban a ser atados a las patas de la cama, quedando así completamente inmovilizada y indefensa, me asaltó el miedo. Me excitaba la situación, pero también me asustaba. "¿Y si me he equivocado? ¿Y si es un psicópata? Si es que no lo conozco de nada " Cuando estaba a punto de atar el segundo y último pie, no pude evitarlo:
- Espera, por favor
Él se detuvo, y se acercó a mi cara para que pudiera oírlo bien:
- O confías o te dejo marchar.
Lo último que yo quería era irme...así que decidí confiar. Se lo indiqué asintiendo con la cabeza. "Bien, así me gusta". Acabó de atar mi pie a la cama, y después me hizo levantar la pelvis y puso unos cojines debajo. Cuando hubo terminado sus maniobras, todo mi cuerpo estaba completamente a su disposición. Noté su respiración en mi nuca, empezó a acariciarme el pelo y me susurró al oído:
- Y ahora dime, ¿quién eres tú?
Yo, temblorosa, no sabía bien lo que él quería oír:
No no sé...
Vamos a ver. Ahora tú eres mi puta. Y yo soy tu señor. Quiero que lo digas tú. Dilo.
Soy tu puta.
Soy SU puta, SEÑOR. Dilo.
Soy su puta, señor.
Muy bien. ¿Y qué es lo que puedo hacer contigo?
Todo lo que usted quiera, señor.
Bien. Veo que aprendes rápido.
Satisfecho con las respuestas, no preguntó más y siguió acariciándome el pelo, la nuca, la espalda, las piernas, muy suavemente, haciéndome estremecer de placer Luego se concentró en acariciar mi culo, y cuando ya menos lo esperaba, me dio el primer azote con la palma de su mano... Y entonces volvió a preguntar:
¿Y qué hace una buena puta cuando le dan lo que quiere?
Las gracias, señor.
Exacto.
Entendí que debía agradecer cada azote que me diera... Y empezó a alternar las caricias con los azotes, y yo nunca sabía cuando iba a caer una u otro. Si me acariciaba y de repente su mano dejaba de tocar mi piel, instintivamente y para amortiguar el dolor, mi culo se contraía esperando el azote... pero a continuación sólo había una dulce caricia, que cuando menos lo esperaba se convertía en doloroso azote y que yo me apresuraba a agradecer...Y mi agradecimiento acabó siendo sincero, ya que la mezcla de placer, dolor e incertidumbre me resultaba deliciosa...
Imagino que mi culo debía estar ya enrojecido cuando se detuvo. Me ordenó que separara las piernas tanto como pudiera. Lo hice. Y entonces empezó a jugar con mis partes más íntimas, expuestas sin impedimentos a sus manos, a su boca, a su mirada. Empezó a lamerme, a tocarme, a besarme, a meterme los dedos donde le apetecía...me hacía derretir de placer, pero me prohibió correrme. Cuando notaba que yo estaba a punto se detenía y me impedía llegar...y una vez y otra me llevó a las puertas del orgasmo...Yo, extenuada, acabé suplicándole que me dejara correr... Él simplemente dijo "No" y a continuación dio una palmada en mi coño, y suavemente, como quien regaña con paciencia a una niña, me dijo: "Por desobediente". Y después volvió a excitarme, y cuando volví a estar a punto, volvió a detenerse, convirtiéndose así en el dueño absoluto de mi cuerpo y de mi placer.
Cuando se cansó de jugar así conmigo, me penetró. Primero por el coño, que a estas alturas estaba completamente empapado. Y mientras su polla iba entrando y saliendo, me daba alguna palmada en las nalgas, o las pellizcaba, o me cogía el pelo, obligándome a echar hacia atrás la cabeza...Y hacía todo esto para que no me olvidara de quién soy. De hecho, volvió a preguntármelo:
Vuelve a decirme lo que has dicho antes, ¿quién eres tú?
Soy su puta, señor.
Muy bien. ¿Y sabes lo que voy a hacer ahora contigo, verdad putita?
Me asustó el tono amenazante de su voz y aún más comprobar que estaba poniendo lubricante en mi ano Y primero un dedo, y después dos, empezaron a entrar y salir de mi agujero trasero Mi experiencia anal era escasa y más bien poco satisfactoria, así que no me seducía nada la idea de que me sodomizara.
- No eso no por favor
Me respondió mientras seguía follándome por el coño y a la vez dilatando mi ano con sus dedos:
- Querida, a todas las putas se las da por el culo Será mejor que te relajes y ya verás cómo te gusta Y si te portas bien, incluso te dejaré que te toques
Sacó su polla de mi coño y en su lugar puso algo, largo y duro que vibraba. Un vibrador. Y a continuación, su polla buscó la entrada de mi culo, lo empujó dentro y sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, empezó a sodomizarme. Supongo que me había dilatado bastante, porque no me dolía, pero no me gustaba, era desagradable Me notaba llena por todas partes, utilizada por todas partes, humillada por todas partes. Él vibrador en mi coño, su polla moviéndose en mi culo. Podía usar la palabra de seguridad y él se detendría pero yo no quería hacerlo, no todavía. Me debatía entre el desagrado y el temor a decepcionarle. Así que me esforcé en relajarme. Y funcionó. Poco a poco, las sensaciones desagradables empezaron a transformarse y me sorprendí al comprobar que me estaba gustando, me estaba gustando mucho todo lo que me hacía ese cabrón. Él se dio cuenta y liberó una de mis manos:
¿Ves como eres una puta? Te está gustando. Tócate, quiero ver cómo te corres.
Si, señor.
Le obedecí y empecé a masturbarme. Y él excitado sintiendo mi culo prieto y la vibración vecina empezó a moverse cada vez más rápido, cada vez más fuerte, y ya no le importaba demasiado saber si mis gemidos eran de placer o de dolor. Y todavía dándome un último azote en las nalgas, finalmente se corrió dentro de mí porque yo ya me había corrido segundos antes que él.
Me sentía exhausta, no podía moverme. Él me desató, me quitó el collar y las correas, me abrazó, me acarició, me besó dulcemente por todas partes, me dio de beber Ahora me trataba con exquisita ternura y delicadeza. Como a una princesa. "Mi puta y mi princesa", me decía sonriendo.
Fue mi primera sesión. El descubrimiento de un placer diferente e insospechado. Y fue nuestra primera sesión. El descubrimiento de alguien muy especial, capaz de tratarme como una puta y como una princesa a la vez. Ha habido otras sesiones y espero que haya muchas más y podéroslas contar