Puta por una temporada
Cuando tenia veinte años, debido a mi mala situacion economica, tuve que follar por dinero.
Hola de nuevo, amigos de Todorelatos. Como sabréis los que habéis leído mis anteriores relatos, soy Elena, de Madrid. Antes de nada, y atendiendo a la petición de algunos de vosotros que me habéis pedido que me describa físicamente, lo haré: Soy menuda, mido alrededor de 1,60, delgada, con ojos claros y pelo castaño, aunque en los días en que ocurrió lo que voy a contar, lo llevaba teñido de pelirrojo. Todos dicen que tengo cara de niña, a lo que contribuye que mi pecho sea pequeño (gasto una 85 de sujetador) y a que mi culito se mantenga en su sitio.
Hoy os quiero contar una experiencia que, por un lado me hace sentir mal, pero por otro lado me llena de morbo al recordarla: Fui prostituta durante un corto periodo de tiempo.
Hará unos nueve o diez años (yo tenia 20 mas o menos), me acababa de marchar de casa de mis padres y me había ido a vivir con el que yo pensaba que seria el hombre de mi vida, el novio que tenia entonces, Juancar. Mientras cada uno vivía en su casa, nos llevábamos de maravilla, pero cuando empezamos a vivir juntos, comenzaron los problemas. Cada uno tenia una manera de ver las cosas muy diferente a la del otro, sobre todo en cuestiones domesticas de lo mas sencillas, así que las discusiones se sucedían un día si y otro también. Al final, la relación se rompió. Tuve que buscarme un piso para mi sola porque no quería volver a casa de mis padres ni loca, con lo que mi situación financiera no es que fuera boyante precisamente. Estaba empezando en mi trabajo como delineante freelance, y los encargos no eran abundantes en aquella época. Además, me acababa de comprar un coche, un trasto maldito de segunda mano que no hacia más que estropearse, y Juancar me había prestado parte del dinero. Yo, por supuesto, no quería deberle nada, porque no quería que me lo pudiera echar en cara, así que quería devolverle su dinero cuanto antes, pero con lo poco que ganaba en el trabajo y teniendo que pagar yo sola el alquiler, comida, agua, luz, etc., no me llegaba ni de guasa.
Decidí que tenía que buscarme otro trabajo que me diera más dinero, o encontrar algo para hacer en fines de semana o ratos libres que completara mis escuetos recursos. Empecé a mirar en la sección de empleo del periódico, buscando algo tipo camarera para los fines de semana, o algo así. Llamé a varios sitios, pero, o no me interesaba, o yo no les interesaba a ellos. Un día, buscando anuncios de trabajo en el periódico, me encontré casualmente con la sección "Relax", y vi varios anuncios en los que se solicitaban señoritas de buena presencia para agencias, clubs, etc. El caso es que me dio bastante morbo pensar que podía hacer por dinero aquello que estaba haciendo gratis y por gusto: follar. En aquella época, no era ya ninguna inexperta, precisamente: me había acostado con unos diez hombres, había chupado más de veinte pollas, había dejado que regaran con su leche todas las partes de mi anatomía, había dejado que me follaran el culito, había hecho algún trío... Así que no había nada que me asustara. Bueno, si, me asustaba convertirme en puta, como esas pobres mujeres viejas y desesperadas que veía en las esquinas de algunos barrios de Madrid los sábados por la noche cuando salía a tomar algo con mis amigos... Así que deseché la idea y seguí buscando un trabajo "normal".
Paso algún tiempo y la cosa iba de mal en peor. No encontraba otro trabajo, los proyectos que me encargaban escaseaban, y cada vez estaba mas en la ruina. Cada vez que miraba el periódico, leía furtivamente los anuncios donde pedían chicas y una especie de cosquilleo me subía desde el estomago. Pensaba si seria capaz de hacerlo. Al final, un día, ante lo mal que pintaba todo, me decidí y llame al teléfono de un anuncio que, de todos, fue el que me pareció mas "decente". Decían que buscaban chicas normales, amas de casa, estudiantes, que hicieran "eso" para sacarse algo de dinero extra. Me contesto una educada voz de mujer, pero me dio vergüenza y colgué. Después de llamar tres veces y colgar, me atreví a hablar y dije que llamaba por lo del anuncio. La mujer, muy amablemente, me dijo que, en efecto, buscaban chicas normales para "establecimientos" de lujo, que podía embolsarme mucho dinero en poco tiempo y que si quería, podía pasarme por su oficina para explicarme mas cosas, y también para que me echaran un vistazo y vieran si yo era "apta para el trabajo". La verdad es que la conversación fue de lo más normal, y no daba la impresión en ningún momento de que estuviéramos hablando de ofrecer mi cuerpo a extraños por dinero.
El caso es que pase por la dirección que me había facilitado la mujer. Era un piso en una zona céntrica de oficinas de Madrid, como en tantas entrevistas que había hecho para trabajos comunes Allí me recibió una señora de unos 40 años que me hizo pasar a un pequeño despacho, sin ninguna decoración especial. Yo estaba muy nerviosa, solo el hecho de estar allí, delante de esa mujer, delataba que estaba dispuesta a follar por dinero y eso hacia que ya me sintiera como una autentica zorra. La mujer me explico las condiciones del trabajo: Eran una agencia que gestionaba varios pisos de lujo, y los clientes acudían a esos pisos para verse con las chicas. También atendían encargos a domicilio, enviaban chicas a alguna fiesta, despedida de soltero, etc., en estos casos las chicas iban siempre acompañadas de un hombre de seguridad, para que no hubiera problemas. También me explico que yo elegía cuando trabajar, aunque los mejores días eran los fines de semana. Las chicas nunca cobraban a los clientes, se aplicaba una tarifa, para todas por igual, según el servicio que requerían, y el cliente lo abonaba, bien a la persona responsable del piso, bien al acompañante en caso de acudir a domicilio. La empresa se quedaba un tanto por ciento bastante elevado, y el resto era para la chica, aunque, debido a los altos costes de los servicios, se podía ganar mucho dinero en poco tiempo. Luego me interrogo sobre mi vida sexual, me pregunto sobre mis experiencias y sobre lo que había hecho y lo que no. También me pregunto que estaría dispuesta a hacer y donde estaría mi límite (había clientes con gustos y peticiones muy particulares). Después me dijo que yo era guapa y que, si quería, el trabajo era mío. Le dije que me lo tenía que pensar y nos despedimos.
En los días siguientes apenas dormí. No podía concentrarme en nada, tan solo pensaba en si seria capaz de hacerlo, y me imaginaba a mi misma como una puta, pasando el día comiendo y recibiendo en mis entrañas pollas de desconocidos. Esa idea por un lado me excitaba, pero por otro me hacia sentirme sucia y despreciable. Finalmente, mi situación económica decidió por mí, y llame diciendo que aceptaba. Trabajaría los fines de semana. Me pidieron que me volviera a pasar por allí, y me enviaron a una tienda de lencería para que me comprara varios artículos que ellos ya tenían estipulados (conjuntos con tangas minúsculos, corpiños, ligueros con medias ), a un gabinete de esteticien donde me rasuraron al cero todo mi vello púbico (cosa que, desde entonces hago regularmente porque lo encuentro mas sexy) y a una clínica donde me hicieron análisis de sangre y otras pruebas que descartaran que tenia alguna enfermedad. Por cierto, la adquisición de estas cosas me la descontaron del total que me pagaron cuando deje el trabajo. Pero no adelantemos acontecimientos
El primer día de trabajo fue un viernes por la noche. Llegue al piso que me habían adjudicado, en una zona de apartamentos de lujo, sobre las siete de la tarde. Allí me recibió la encargada del piso, que se presento como Marisa, y que me acompaño a mi habitación. Era grande, apenas decorada, y tan solo con una gran cama en el centro. Frente a la cama, un armario con las puertas de espejo ya contenía mis prendas de trabajo. Dentro de la propia habitación había un baño, equipado con un jacuzzi. Yo me esperaba algo más tópico, las paredes rojas y una cama en forma de corazón, o algo así, pero todo despedía un aire de absoluta normalidad. Marisa me informo que, cuando llegaba un cliente, se le llevaba al salón y se nos avisaba a todas para que pasáramos a saludarle, y él elegía a la que mas le había gustado. Con eso, dejo que me preparara. Me duche, me lave bien el culito por dentro (por que supuse que esa noche me lo follarían) y me puse un conjunto de tanga y sujetador que me quedaba muy bien, cubierto por una camisola casi transparente, y los inevitables zapatos de tacón. No tuve que esperar mucho, a los pocos minutos de estar arreglada, Marisa me aviso para que pasara al salón. El corazón me dio un vuelco. Cuando salude al hombre que se estaba en el sillón, apenas le mire a la cara de lo avergonzaba que estaba. Tampoco reparé mucho en las otras chicas, la verdad es que apenas las vi, pero me parecieron todas mucho más guapas, más altas y más atractivas que yo, con mi escaso metro sesenta y mi aspecto de cría. Lo que no me había ocurrido hacia mucho tiempo me estaba ocurriendo entonces: me sentía insegura de mi misma. El tipo no me eligió. El segundo que vino, tampoco. Ni el tercero. Pero si el cuarto. Después de que Marisa me dijera que aquel hombre me había elegido, lo recogí en el salón y pasamos juntos a la habitación, y el me dijo que quería que bailara para el, quitándome la ropa. Luego quería follarme, también por el culo, y por ultimo quería correrse en mis tetas. Yo estaba como un flan. Sentía, por primera vez en años, pudor por quedarme desnuda delante de un hombre. Un desagradable cosquilleo me atenazaba el estomago, al pensar que me iba a entregar a aquel hombre por dinero. Mientras bailaba, despojándome de las pocas prendas que llevaba puestas, mire al hombre, sentado al borde de la cama, aun con la ropa puesta. Tendría unos treinta y tantos años, y apenas recuerdo su cara, solo recuerdo una cosa de el: era vulgar. Su ropa era vulgar, su cara era vulgar, su peinado era vulgar. No era ni especialmente guapo ni especialmente feo. No había nada en el que destacara especialmente. No sobresalía nada en él que le dotara de atractivo. Era, en fin, el típico hombre en el que yo jamás me habría fijado. Entonces entendí por que estaba allí: tenia que pagar por sentirse especial, aunque fuese por un rato. Así que hice mi trabajo. Una vez estuve desnuda del todo, gatee por la habitación hasta llegar a el y, poniendo mi mejor cara de zorra, le desabroche los pantalones, metí la mano en sus calzoncillos y le saque la polla, que ya estaba dura. Se la menee unos segundos, mirándole a los ojos, e inmediatamente me la metí en la boca, haciéndole ver que me encantaba. El, mientras tanto, no dejaba de sobarme las tetas con fuerza, pellizcándome los pezones. Después de mamársela un rato, el tipo hizo que me tendiera en la cama, se coloco encima de mí y me penetro. Era una sensación muy extraña, sentir en mi interior a un hombre por el que no sentía ningún deseo, y notar como su cuerpo rozaba con el mío, piel sobre piel. Después de un rato, hizo que me pusiera a cuatro patas y metió su polla en mi culito. A los pocos segundos, no pudo más y me exigió que me pusiera boca arriba. Se quito el condón y me regó las tetas con su semen. Tras esto, quedo exhausto y, tumbado boca arriba en la cama, se quedo junto a mí un buen rato, charlando.
Después de mi primer polvo por dinero, me di cuenta de dos cosas que luego pude comprobar que eran muy ciertas. La primera es que casi todos los tíos querían lo mismo: follarme el culo y correrse fuera, sobre todo en la cara y en las tetas. Seguramente querían hacer esas cosas porque eran las que sus mujeres o novias no les dejaban hacer. Y la segunda es que casi todos los tíos te contaban su vida. Casi todos, antes o después de follar, se tiraban un buen rato charlando conmigo de sus problemas, sus proyectos, sus penas Algunos me pedían consejo sobre como tratar a su mujer, porque estaban pasando una mala temporada, o me hablaban de sus hijos y de cómo no podían con ellos Esto me dio bastante pena, porque hizo que me diera cuenta que, en realidad, la gente esta muy sola, y que hay muchos hombres que tiene que pagar porque alguien les escuche un rato.
No os voy a contar con todos los hombres con los que me acosté en ese tiempo, porque la mayoría no tienen interés, y además fueron bastantes (la mujer no me engañó, había muchos clientes), tan solo os contare algunas cosas curiosas que me ocurrieron.
Uno de los clientes que tuve ese fin de semana fue un señor mayor, yo le calcule algo mas de sesenta años. Iba muy bien vestido y se le veía de buena posición, culto y muy bien educado. Primero estuvimos charlando un poco, sentados en la cama, el parecía encantado de encontrarse con una chica con algo mas que pájaros en la cabeza. Después de charlar, me dijo, muy amablemente, como el que pide algo en una tienda, que quería que yo fingiese que era su nieta, y me dio una bolsa con ropa dentro. Entre en el baño para cambiarme, y vi que lo que contenía la bolsa era ropa infantil (minifalda de cuadros, una camiseta con muñequitos), y entendí lo que quería el viejo, así que, además de ponerme la ropa, me hice dos coletas y me maquille de la forma mas inocente que pude. Cuando salí del baño al viejo casi se le cae la baba. Pensé que no iba a poder hacer nada, de lo mayor y excitado que se le veía. Me hizo sentarme en su regazo, yo lo hice de manera que se me vieran las braguitas. El se saco de la americana una piruleta y me la dio. Empecé a chuparla lascivamente, mirándole a los ojos, mientras él me sobaba las piernas. Entonces me dijo que me podía dar otro caramelo si yo quería, pero que no tenía que contárselo a nadie, que seria nuestro secreto. Hizo que me arrodillara y se bajo los pantalones y los calzoncillos, dejando al aire una polla que, increíblemente para alguien de su edad, estaba tremendamente dura. Yo me hice la inexperta, haciendo que no sabia que tenia que hacer, para que el abuelo me fuera diciendo que le tocara por aquí o por allá. Al final me la metí en la boca, mientras le miraba sonriéndole como una niña satisfecha. Chupaba alternativamente la piruleta y la polla del viejo. El, por su parte, me había subido la camiseta hasta el cuello, dejando mis tetitas al aire, y me las manoseaba con sus manos temblorosas. Al final, termino de desnudarme y el hizo lo mismo, dejando a la vista su cuerpo fofo y blanquecino. Me tumbo en la cama y me dijo "Tranquila, hija, ahora confía en el abuelo". Comenzó a follarme despacio, suavemente, hasta diría que con cariño, para después pasar a penetrarme violentamente. Cuando comenzó a follarme el culo, el viejo estaba ya fuera de si, bufaba y resoplaba como un poseso, su rostro, antes placido y amable, estaba desencajado y sus ojos eran los de un loco. Además, entre jadeos gritaba "¡¡Siii, toma, puta. Eso te pasa por ser tan puta y provocar a tu abuelo. Esto te enseñara a ser una golfa!!". Finalmente, agarro mi cara con fuerza y se corrió. Me quedé sorprendida, ya no solo de que hubiera aguantando tanto follando, sino de que tuviera tanto vigor en su corría. La primera salpicadura de lefa llegó hasta mi pelo, y siguió bombeando tremendos chorros de leche que me desfiguraron mi carita de niña inocente. Al final quede allí, tendida, llena de cuajarones de semen que me llenaban el rostro y me colgaban de la barbilla. La verdad es que sentí lastima y hasta algo de miedo por la nieta del abuelo, porque el tío era un pervertido de verdad
A la mayoría de los clientes se les veía con alto poder adquisitivo, pero alguna vez venia alguien con menos clase, que había juntado algo de dinero para darse un homenaje. Tuve que atender a un cliente así. Me contó que era fontanero, y que había cobrado unas horas extras que le debía la empresa, y que quería pasar un buen rato y que le trataran como un señor. Se veía que buscaba lo clásico: Una puta de tacones y liguero, así que fue como me prepare para el. La verdad es que el tío daba hasta risa, era el típico obrerete, cuarentón, peinado a raya con colonia, bigotito y con jersey con cuello de pico y ochos. Parecía que me iba a follar mi padre. Pasamos a la habitación y hasta pidió champán y bañarse en el jacuzzi. Todo de lo mas típico, vamos. Pero el currante guardaba un secreto: Cuando se desnudó ¡Mi madre! ¡Tenia el rabo más grande que yo había visto en mi vida! Le llegaba casi hasta las rodillas, y eso que no estaba empalmado ni nada, aun. El caso es que, haciéndole un striptease, empezó a ponerse caliente, y su pedazo de cipote empezó a ponerse más y más duro y a crecer aun más. Yo llegue a asustarme, porque aquello era demasiado grande y me iba a hacer daño. Empecé a chupársela, y solo me podía meter en la boca la punta, le pajeaba con las dos manos y aun quedaba un trozo de polla libre Me puso a cuatro patas y contuve la respiración, esperando el dolor. Cuando esa polla empezó a abrirse paso en mi interior fue como si me partieran en dos, mi cuerpo no estaba acostumbrado a semejante tamaño, y empecé a gritar de dolor. Al cabo de unos minutos mi coñito se había amoldado a aquella polla y comencé a disfrutar. Al final, me corrí, fue la primera vez que me ocurrió en mi nuevo trabajo, me corrí sin poderlo evitar, penetrada por aquel pollón, sobada por aquellas manos ásperas y callosas que manoseaban sin compasión la piel suave de mis rincones mas íntimos, mientras su dueño me echaba en la nuca su aliento, que olía a café con leche
No todo fue tan divertido. Allí también tuve mi única experiencia lésbica. He de aclarar, lo primero, que soy heterosexual, y las chicas no me van nada. El caso es que un cliente quería montarse una fiesta con dos chicas, y escogió a otra que había visto por allí y a mí. La verdad es que la chica era muy guapa, rubia, quizá algo vulgar para mi gusto (demasiado "obvia"), pero insisto que a mi las chicas no me gustan. Pero el cliente manda, además, un trío con dos chicas era casi lo mas caro, y lo que mas dinero me iba a hacer ganar. Así que acepté. Entramos los tres en una sala especial donde había una mini piscina de hidromasaje, y empezamos a enrollarnos. Al principio, la otra chica y yo no nos tocábamos, íbamos alternativamente chupándole la polla al tío, y la que no estaba mamando, le sobaba y masajeaba. Por fin el tío se levanto, se sentó en el borde de la piscina, me subió encima, de espaldas a el, y me envaino su polla de un solo golpe. Me pidió que abriera bien las piernas, así que apoye cada pie en un borde del rincón de la piscina, con lo que mi coñito quedaba totalmente abierto, y empecé a cabalgarlo. Entonces el tío pidió a la otra chica que me comiera el coño. Ella, sin pensarlo demasiado (se notaba que no era la primera vez que lo hacia) se acerco y empezó a lamer mi clítoris y la polla de el según entraba dentro de mi. Yo cerré los ojos, intentando olvidar que aquella lengua que lamía mi chochito era de una mujer. Después de follar conmigo, hizo que la otra chica se apoyara en el borde de la piscina, dejando su culo en pompa, y sin más miramientos metió su polla en el ano de ella. Yo me dedique a sobarle el culo, intentando retrasar lo inevitable, hasta que el tío me miro, haciendo un gesto como diciéndome "venga, que ya sabes lo que te toca". Así que, con mucho asco, acerque mi cara al coñito de mi compañera, y se lo empecé a lamer. Ella se movía, facilitando la penetración del tipo en su culo y de mi lengua en su chochito. Yo cerraba los ojos, no queriendo ver lo que estaba haciendo, y pensando tan solo que aquello se acabaría en un momento y que ganaría mucho dinero Al final el hombre nos hizo arrodillarnos ante el, y exigió que nos besáramos y nos diéramos la lengua mientras el se corría encima de nuestras caras entrelazadas. Gané bastante dinero con aquello, si, pero ¿mereció la pena?
Tampoco me gustó nada atender a otro cliente. Era joven y guapete, pero su actitud y su aspecto me dieron asco desde el principio. Repeinado, engominado, vestido con su polo de marca y sus pantalones caros, se le veía prepotente, machista, materialista y seguro que algo facha. Era el tipo de tio con el que yo jamas me habria acostado por gusto, porque justo ese es el tipo de gente que me repugna. Pero me eligio, mala suerte, y tuve que hacer mi trabajo. Se notaba que trataba a las mujeres como seres inferiores, y mas a las putas como yo. Para el yo era un trozo de carne, una empleada a la que habia pagado y que debia dejarle satisfecho. Y eso es lo que tuve que hacer. Tuve que chupar su asquerosa polla sonriendo, ponerme a cuatro patas y abrir bien el agujero del culito con mis manos, ofreciendoselo para que ese ser despreciable y repugnante me lo follara. Tuve que actuar, fingir que el me gustaba. Tuve que arrodillarme ante el, sometida y humillada por dinero, mientras se pajeaba a escasos centímetros de mi carita, sonreir cuando me dijo "Puta asquerosa ¿Quieres mi lefa, verdad? ¿Quieres que te llene de semen esa cara de guarra que tienes? ¿A que si? Dime que te mueres por que me corra en esa cara de zorrita"y decir que si, que quería su leche en mi carita, sentir como me regaba la cara con su esperma, mientras yo me relamía y sonreía, haciendo ver que su asquerosa leche era el manjar mas preciado al que podía aspirar Aquel cliente hizo que me sintiera despreciable y asquerosa, y sentí que había tocado fondo.
Pero no todo fue malo. También en ese tiempo tuve una experiencia la mar de excitante: asistí a mi primera orgía. Marisa me llamo una tarde y me dijo que necesitaba cuatro chicas para que asistieran a una fiesta, y que si quería apuntarme. Me advirtió que en ese tipo de fiestas no se cobraba por servicios, como en el piso, sino que cobraría una cantidad fija de 250.000 pesetas (unos 1.500, pero calculad que hace diez años esa cantidad era mucho mas), y tendría que atender a cuantos clientes me lo requirieran. Le dije que aceptaba, y me dijo que al día siguiente por la tarde me recogería un coche y que me vistiera elegante y sexy.
La tarde siguiente me prepare. Me vestí con un corpiño de encaje negro, un tanga a juego y unas medias que se enganchaban al corpiño por medio de un liguero. Me puse un vestido negro de noche, unos zapatos de tacón, me hice un moño alto y me pinte de la manera más provocativa que pude. Me mire al espejo y no me reconocí, habitualmente no me visto así, suelo ir con vaqueros, camisetas y zapatillas o botas Doc Martens, así que me impresiono verme con ese aspecto. Pero no tuve mucho tiempo de pensar en ello, porque inmediatamente sonó el timbre que indicaba que ya tenía que salir. Un chico de la agencia, al que no había visto nunca, fuerte y muy simpático, conducía el coche. Ya había recogido a una de las chicas (tampoco la conocía), así que me senté junto a ella y salimos para recoger las dos que faltaban. La chica me dijo que se llamaba Bea, y me pregunto que si era mi primera fiesta de estas características. Yo le conteste que si, y me explico un poco de que iba la movida: Según sabia, la fiesta la organizaba la discográfica de un famoso cantante romántico (no daré nombres), y nosotras teníamos que estar allí, charlar y ser simpáticas con los invitados, y, si alguno lo solicitaba, hacerle lo que nos pidiera. Yo le conteste que no me importaba, que por mi estaba bien, pero que lo que no me gustaría seria tener que hacer un numerito lésbico. Ella se echo a reír, me dijo que a ella tampoco le iban las chicas, pero que no lo descartara, porque en esas fiestas la gente iba muy pasada y sacaban lo peor de si mismos.
Después de recoger a las otras dos chicas, llegamos a la casa. Estaba en una urbanización muy elegante y muy cara de chalets de lujo. Bajamos del coche y el chico nos dijo que el estaría por allí, por si ocurría cualquier cosa, y que después de la fiesta nos devolvería a casa. Las otras tres chicas no le hicieron mucho caso, se notaba que no era la primera vez que hacían algo así, y conocían de sobra las normas, pero para mi era mi primera vez, así que le mire a los ojos y le dije "Gracias". Me dio un poco de pena, porque el chico estaba muy bien, y pensé que me gustaría que me follase el, en lugar de tener que entrar ahí y dejar que me follara cualquier baboso, pero lamentablemente era mi trabajo, yo era una puta y ese chico no querría hacer nada conmigo, porque seguro que me despreciaba por ello.
Entre en la casa, siguiendo a mis compañeras. Aquello era una mansión en toda regla: Un enorme hall nos recibía, con la escalera que subía a los pisos superiores a un lado. La mayoría de la gente se encontraba en el salón principal, que se abría a un enorme jardín con una piscina iluminada, pero había un montón de estancias en esa misma planta en la que se repartían diferentes grupos, charlando y tomando copas. Todo estaba decorado de forma que se viera que era caro y de calidad. Había un montón de gente que me sonaba de haberlos visto en la tele o en revistas: futbolistas, artistas, algún famosillo... Mis compañeras rápidamente se desplegaron y saludaron, como si se conocieran de toda la vida, a sendos grupos de hombres solos. Yo, por mi parte, me acerque a la barra y pedí una copa de vino. Rápidamente, me encontré introducida en un grupo compuesto por cuatro hombres, tres argentinos y un español. El español debía tener unos sesenta años, pero su ropa y corte de pelo intentaban aparentar menos edad. Los argentinos eran cuarentones los tres. Me comentaron que eran ejecutivos de la división latinoamericana del cantante que daba la fiesta. Se notaba que eran personas duras, acostumbradas a conseguir lo que querían. El español se retiro a hablar con alguien y me quede sola con los tres argentinos. Uno de ellos, como si tal cosa, saco una bolsita con cocaína y extendió cuatro rayas encima de un mueble. Me asuste, pero mire a mi alrededor y vi que había mas gente haciendo lo mismo. Los tres tíos se sirvieron su raya correspondiente, y luego me invitaron a que tomara la que quedaba. Yo habitualmente no consumo drogas, no me gustan demasiado, pero comprendí que, en ese caso, debía aceptar para no cortarles el rollo, así que me acerque al mueble y aspire la raya que me tocaba.
La conversación se iba tornando cada vez mas banal, y yo me di cuenta que, de vez en cuando, se veía pasar algún hombre, de la mano de una chica, camino de los dormitorios de la planta superior. Me pregunte cuanto tardaría a mí en ocurrirme lo mismo, y cuanto tardaría en follarme alguno de esos tres. No tarde mucho en averiguarlo, porque, inmediatamente, uno de los argentinos me agarro de la muñeca y, sin mediar palabra, me aparto del grupo. Fue una situación la mar de rara, el tipo no me dijo nada, ni me hizo ningún tipo de galanteo, sabia que yo era una puta y que podía disponer de mi cuerpo libremente, así que, simplemente, cuando le apeteció, me llevo aparte para descargar sus huevos en mi, consciente de que, en cualquier caso, yo no me podría negar. Pensé que me subiría a uno de los dormitorios, pero hizo algo distinto: me llevo a un rincón de uno de los saloncitos secundarios, que, si bien no estaba tan frecuentado como el salón principal y la piscina, no era un sitio íntimo y cerrado, y cualquiera que pasara nos podía ver. Se ve que el argentino era algo exhibicionista. Así que, me arrincono allí y, sin decir nada, me bajo los tirantes del vestido de noche, con lo que el vestido se deslizo suavemente hasta el suelo. Luego me hizo darme la vuelta para que me pudiera ver, mientras el se sentaba en una butaca. Después me pidió que me quitara el tanga y que me desabrochara un poco las cuerdas superiores del corpiño, así que quede vestida con el corpiño, pero dejando mis tetitas al aire, sin tanga, con lo que se podía ver mi coñito depilado, y con el liguero, las medias y los zapatos de tacón. El sueño de cualquier fetichista, vamos. Al tío se le notaba que le gustaba lo que veía, y me indicó que me acercara. Se desabrocho el pantalón y el mismo se saco la polla, de un tamaño bastante hermoso. Me arrodille, apoyándome en sus piernas abiertas, y comencé a chupársela, recuerdo que su sabor me pareció especialmente ácido. Se sentó más al borde de la butaca, y puso su polla entre mis tetas, intentando envolverla con ellas. Lo consiguio a duras penas, porque, debido al tamaño de mis tetitas, su pollón se salía de mi canalillo continuamente, pero a el le dio igual, y siguio meneandose y pajeandose con mis tetas. Después del intento de cubana y de comerle la polla un rato (y de que todo el mundo que pasaba por allí pudiera ver como lo hacia), el tío me aparto, se levanto y se desnudo el mismo. Entonces hizo algo que yo nunca hasta entonces había visto: Se apoyo con las rodillas en el taburete, de espaldas a mí, se abrió el culo con las dos manos y me dijo "¡Chupa, perra!". Yo estaba algo desconcertada, y empecé a lamerle sus cojones colgantes, pero el meneaba sutilmente el culo, así que entendí lo que quería. Me desplacé con mi lengua, lamiendo bien el perineo, hasta llegar a su ojete. El tío entonces empezó a suspirar y a bufar como un loco. Estuve un buen rato así, de rodillas ante el, lamiéndole el culo, metiéndole la lengua dentro de su agujero. Era, con toda seguridad, lo mas humillante que había hecho hasta la fecha pero, no se si quizá por efecto de la cocaína, me estaba resultando de lo mas excitante.
Cuando el tipo considero que ya había disfrutado bastante del beso negro, se volvió a sentar en el taburete, hizo que me subiera encima de el, frente a frente, y me envaino la polla de un solo golpe. Mientras yo cabalgaba sobre su polla, el tipo no dejaba de sobarme las tetas con fuerza, así como manosearme el culo y abrírmelo bien, para que cualquiera que pasara pudiera disfrutar del espectáculo. Tras unos minutos de follada, de pronto aparecieron los otros dos argentinos. Al vernos, se empezaron a reír y a decir que con razón no nos encontraban. Entonces, sin decir nada más, se bajaron los pantalones y se acercaron, pajeándose ambos los rabos. El que me follaba me dijo que me diera la vuelta y les chupara las pollas a sus amigos, así que me saque su miembro de mi coñito, me di la vuelta, quedándome de culo a el, me volví a calzar la polla dentro, y ya de cara a los otros dos, les hice señas para que se acercaran, relamiéndome. En parte estaba actuando, era parte del papel que me tocaba representar, pero en parte era cierto que me excitaba la situación: follar con tres tíos, a la vista de cuantos pasaran por allí ¿Habéis visto en las películas porno cuando están follando un tío y una tía y, de pronto aparece otro tío y, en vez de marcharse, se acerca y la tía se la chupa, y luego llega otro, y también se folla a la tía, y otro mas, y otro...como si eso fuera la cosa mas normal del mundo? Pues en esa situación me encontraba yo, rodeada de rabos de tíos que no conocía, que iban apareciendo y yo, obedientemente, tenía que atender. Los que hayáis leído otros relatos míos sabréis que me encanta el porno, y allí yo me estaba sintiendo como en una peli porno... Los dos tipos luchaban por entrar en mi boca a la vez, una polla empujaba a la otra, incluso con rudeza, para meterse en mi boca. Al que no se la chupaba en ese momento, me restregaba su rabo por la cara y me daba golpecitos, como quien llama impaciente a una puerta para que le abran. Comparaba los dos sabores, los dos olores, las dos texturas y tamaños... Después de un rato de mamada a dúo, uno de ellos se retiro y, volviendo a ponerme de cara al que me follaba (que, por cierto, aun no se había corrido ¡menudo aguante!), me abrió el culo y empezó a ensalivármelo. Seguro que, estando tan cerca de la polla de su amigo, algún lametazo en los huevos tuvo que darle. Yo me temía lo peor, y es que, si bien disfruto mucho del sexo vaginal y anal por separado, la doble penetración nunca me ha gustado demasiado, porque me parece agobiante y violenta, pero yo estaba ahí para obedecer, así que apreté los dientes cuando el tipo dejo de chupar mi agujero, y, con algo de dificultad, consiguió finalmente ensartar su polla en mi culito. Yo estaba bastante incomoda, no me resultaba muy gratificante, pero la cocaína no hacia mas que subir y me impedía dejar de moverme como una perrita en celo, atravesada a la vez por esas dos pollas, mientras una tercera me follaba la boca... Al rato, el que estaba en mi boca dijo que también quería probar mis otros agujeros, así que sus amigos se retiraron, y me dejaron en la butaca, a cuatro patas, para que su amigo rematara la faena, mientras ellos miraban y se pajeaban. El tipo no se lo pensó mucho, y empezó a penetrar mi coñito y mi culito alternativamente, la metía en un agujero y a los pocos segundos la sacaba para meterla en el otro. Este tratamiento duro muy poco, porque los tres estaban muy excitados y no les faltaba mucho para correrse, así que me hicieron levantarme de la butaca y arrodillarme en el suelo. Hicieron un corro alrededor mío, blandiendo sus duros rabos y pajeándose. Yo, por colaborar, daba un lametón aquí y una chupada allá, mientras les miraba, sonriendo traviesamente, y me relamía. Por fin el primero exploto, y un espeso chorro de lefa se estampo directamente encima de mis labios. El primero aun no había terminado de correrse, cuando el segundo empezó a escupir su código genético sobre mi cara, rociándome la mejilla desde la nariz hasta la oreja, llenándome con su leche también el moño que con tanto cuidado me había hecho horas antes. El tercero tardo un poco mas, pero fue el que mas fuerte se corrió, su esperma exploto en mi cara como una manguera, y un buen chorro se coló directamente en mi ojo, cosa que, como sabrán a las y a los que les haya ocurrido, no resulta muy agradable. Por fin los tíos dejaron de suspirar y de menearse sus pollas ya casi blandas. Mi cara entonces estaba cubierta de tres leches diferentes, tres hombres y tres sabores. La mas liquida resbalaba cuerpo abajo, la mas espesa se balanceaba en cuajarones que colgaban de mi barbilla y mis labios. Entonces escuche aplausos, y risas y me di cuenta de que, nuestra sesión había tenido publico...
Los tres argentinos me ayudaron a ir al baño, me quite como pude toda la lefa adherida a mi maquillaje y, cuando salí, me propusieron bañarnos en la piscina. Salimos al jardín, ellos ya estaban desnudos, como todos los hombres y mujeres que había bañándose y correteando por el borde de la piscina. Yo me despoje del corpiño, pringoso de esperma, me quite las medias y los zapatos, y me metí en el agua con mis tres nuevos amigos. Allí, apoyados en el borde, tomando una copa, se nos acerco una chica con mas cocaína. Ellos rápidamente esnifaron su correspondiente dosis, y cuando me toco mi turno, yo dije que no, que ya era suficiente para mi. Pero los argentinos eran insistentes, y empezaron a presionarme para que tomara más. Al final tuve que acceder, y esnifé otra raya. Nunca había tomado tanta coca, y creo que se me fue la cabeza, porque al rato, sin saber como, otro tío que no sabia ni quien era me estaba follando contra una esquina de la piscina. Después, otros dos tíos me sacaron de la piscina y empezaron a manosear mi cuerpo sin ningún tipo de resistencia por mi parte. Me pusieron a cuatro patas en el borde de la piscina y mientras uno me follaba el coñito, el otro me hacia lo mismo en la boca. Yo estaba fuera de mi, recuerdo que, mientras aquellos dos hacían conmigo lo que querían, mire hacia arriba y vi que había un montón de tíos mas, con sus pollas tiesas esperando a follarme. Entonces yo, ida del todo, pregunte que si no había más putas en aquella fiesta, cosa que provoco una enorme risotada entre todos los que me escucharon. Cuando uno se corrió en mi cara y otro en mi culito, me tomaron en brazos entre otros tres y me tumbaron boca arriba en el césped. Allí mire a mi alrededor y vi un montón de cuerpos entrelazados, chicas, como yo, rodeadas de tíos, que además iban de un grupo a otro. Entonces comprendí que se había improvisado una orgía en el jardín, entre los tíos y las chicas que había allí en ese momento. Los tíos se follaban a una chica unos segundos, y rápidamente se cambiaban de grupo para follarse a otra, para follarse a todas. A mi, por mi parte, uno ya me había penetrado y otro se había casi sentado sobre mi cara para que le chupara los huevos. El tiempo parecía que no existiese, las pollas se sucedían y yo ya no distinguía quien me follaba que. Las corridas caían sobre todo mi cuerpo continuamente, me lo echaban todo por encima y yo solo podía restregarme la lefa como si fuera una crema corporal carísima y seguir relamiéndome... Al cabo de un rato recobre la conciencia y vi que la mayoría de la gente estaba ya vestida y marchándose. No se cuanto tiempo había pasado, pero debía haber perdido el sentido. Sentía escalofríos por todo el cuerpo, y me di cuenta que debí haber tomado, sin saberlo, algo mas que coca... La música y el bullicio habían desaparecido. Me incorpore, con un terrible dolor de cabeza, y vi que Bea venia hacia mi con mi vestido bajo el brazo. Recogí como pude lo que encontré de mi ropa interior, me vestí con lo que tenia, y salimos las dos del brazo. Comenzaba a amanecer. El chico de la agencia, fuerte y simpático, seguía allí donde le habíamos dejado. Si antes me había dado vergüenza mirarle, sabiendo lo que iba a hacer aquella noche, en ese momento ni pude mirarle a la cara, consciente del estado en el que salía, que describía perfectamente todas las perversiones que había realizado... Al dia siguiente, cuando me desperte, me di cuenta de algo que me dejó aterrorizada: en la orgía de la piscina, debido a que ya no era dueña de mis actos, varios hombres me habían follado sin condon, y ademas me había tragado varias corridas. Asustada, acudi rapidamente a hacerme analisis, pero me dijeron que el virus del sida tardaba un tiempo en manifestarse, asi que, hasta que pude hacerme los analisis con seguridad y recibi los resultados, negativos afortunadamente, estuve un buen tiempo con bastante miedo en el cuerpo.
Después de poco mas de un mes trabajando en la agencia, hice cuentas y me di cuenta que había ganado algo mas de un millón de pesetas (algo mas de 6.000). Tenía dinero suficiente para pagar mis deudas, quedar en paz con Juancar, y aguantar una buena temporada hasta que mi verdadero trabajo empezara a dar sus frutos. Entonces pensé que tenia que tomar una decisión ¿Lo dejaba o seguía? La verdad es que resultaba tentador, había ganado en muy poco tiempo lo que, normalmente, habría tardado seis meses en ganar. Pero, sin embargo, decidí dejarlo. Tres motivos fueron, fundamentalmente, los que me empujaron a esta situación. El primero fue que, ganando dinero de forma tan rápida, podía acostumbrarme a ello enseguida y, en caso de que algún día tuviera que volver a un trabajo "normal", cuanto mas tiempo estuviera haciendo eso, más trabajo me costaría dejarlo. El segundo fue que no me sentía bien conmigo misma. Algunas cosas que tenia que hacer, y sobre todo algunos clientes a los que tenia que atender intimamente, hacían que me sintiera sucia y repugnante. Tener que ofrecer mi cuerpo a algunos clientes que me resultaban odiosos, y dejar que me follaran y me sobaran con sus manos y sus pollas asquerosas, hacían que yo me sintiera aun mas asquerosa que ellos. Además, mi doble vida, trabajando en una oficina entre semana, y siendo puta el fin de semana, hacia que me sintiera aun peor, creándome una paranoia tal que creía que todos sabían mi "secreto". Y el tercer motivo, quizá el más importante: me encanta el sexo. Me gusta follar con hombres diferentes, me encanta comerme sus pollas y mirarles a los ojos mientras se derriten en mi boca, y me encanta que me rocíen con su lefa por todas partes, como demostración de lo mucho que les he excitado. Y el problema es que, si convertía el sexo en un trabajo, al final dejaría de gustarme tanto. Llegue a esta conclusión cuando me di cuenta que, en ese mes y pico, a parte de los clientes, solo había follado una vez con un amigo...
Así que decidí dejarlo. Hable con Marisa y se lo explique. Por el tipo de agencia que era, y el tipo de chicas que contrataban debía ser algo normal que estuvieran poco tiempo y se marcharan rápido, porque Marisa ni se inmuto. Eso si, me dijo que estaban contentos con mis servicios, que ningún cliente se había quejado de nada y que parecían haber quedado todos muy satisfechos. Por ello, me dijo, si alguna vez tenia otro apuro económico, les podía llamar y volvería a tener trabajo si quería.
Afortunadamente no hizo falta. Al poco tiempo conseguí una subcontrata de una obra, y luego otra, y después otra mas... Al final pude establecerme por mi cuenta y trabajar como freelance, en un estudio que me había montado en casa, que es exactamente lo que yo quería.
Estuve una temporada con un miedo ¿Y si algún día me encuentro algún cliente por ahí? ¿Que pasara? Tampoco con eso hubo ningún problema. Después de algo más de un año, estaba en una discoteca con mis amigos y, estando en la barra, cruce la mirada con un hombre que estaba en el otro extremo pidiendo una copa. Le mire y, al segundo, me di cuenta de que era uno de los clientes a los que les había vendido mi cuerpo... Me quede petrificada. Pero entonces sucedió algo. El cliente me estaba mirando y, de pronto, la expresión de su cara cambio: me acababa de reconocer. Entonces, bajo la mirada, pago su consumición a toda prisa, y rápidamente se escabullo hacia la pista de baile. Y así fue como me di cuenta de que podía estar tranquila: A mi me daba vergüenza haber sido puta, pero a los tíos que habían follado conmigo les daba casi mas vergüenza que a mi que les pudiera reconocer, y tenían miedo de que les pudiera contar algo comprometedor a sus novias o mujeres...
Pronto recupere mi habitual apetito sexual, y todo volvió a ser como antes. Solo, cuando veo alguna chica, apoyada en una esquina, pelada de frió, esperando a que venga alguien para que la pague como si fuera una mercancía, me da por recordar algunas cosas y, dependiendo de lo que recuerde, pienso en que lo de esa chica es una lastima, o que tiene mucha suerte...