Puta por un día
Aquí os traigo la historia de cómo mi mujer satisfizo su fantasía de ser puta
Hola. Saludos a la comunidad de todorelatos. Mi nombre es Pablo, tengo 36 años. Y estoy casado con Elisa, de 38.
Elisa es una mujer morena, no es latina pero todo el mundo piensa que lo es cuando la conoce. Es guapa, con labios carnosos, delgada, 1.60 de estatura y una delantera muy generosa.
Ella no era una mujer muy abierta a la hora de confesar sus fantasías, aunque una vez, al poco de empezar a salir, una noche con alcohol de por medio me confesó que siempre le dio curiosidad el mundo de la prostitución. Sabía lo peligroso que era. Pero eso era precisamente lo que más le excitaba. Hasta el punto de que era una de sus fantasías recurrentes a la hora de masturbarse. Por lo visto se mojaba solo con la idea de exhibirse en una esquina, y cumplir los deseos del primer hombre que parara su coche a su lado. La sensación de peligro, de estar en manos de un desconocido y satisfacer sus más sucias necesidades, era por un lado, uno de sus más libidinosos sueños, pero por otro lado, una inevitable frustración, pues después de todo, Elisa es una persona con sentido común y por mucho que la excite, ella nunca se pondría en peligro de esa forma. O sí.
Pasó el tiempo y nunca nos tomamos su fantasía en serio. De vez en cuando la aprovechábamos a la hora de tener sexo. Como algún juego esporádico en el que yo me hago pasar por otra persona.
Recuerdo una noche que Elisa había salido a bailar con sus amigas. Sobre las 5 de la mañana me llamó para que la fuera a recoger. Al llegar con mi coche al punto de encuentro la veo sola. Parecía que sus otras amigas ya se habían ido y solo quedaba ella. Por la calle había más gente que salía de la discoteca. Casi todos eran chicos ebrios, como era de esperar. Mi mujer era un cañón. Llevaba un vestido ajustado con minifalda y un escote apretado por el que parecía que, en cualquier momento, se le iban a salir los pechos. Me pregunto cómo se la vería en la pista de baile tras horas de movimientos rítmicos y con todos aquellos chicos observándola. Solo de imaginarlo me excitaba. De hecho, mientras me acercaba con el coche, veía que los chicos que caminaban por su lado se le quedaban mirando con ojos de lujuria. Aunque afortunadamente todos siguieron su camino y ninguno se atrevió a acercase a ella.
Al parar el coche a su altura, Elisa, en lugar de abrir la puerta y entrar, me dio dos golpes en la ventana con los nudillos. Extrañado, bajé la ventanilla:
"Hola cariño", me dijo
"¿Por qué no entras?", le pregunté.
"Estoy muy cachonda. ¿Quieres follarme? Por 50€ te dejo que me hagas lo que quieras", me comentó con voz ebria.
Me pregunto qué había pasado en la discoteca para que saliera tan cachonda. ¿Habría estado tonteando con algún chico? ¿O era simplemente efecto de las copas? En fin, de todas formas en ese momento me daba todo igual. Me había puesto super burro y obviamente no podía dejar pasar esa oportunidad.
- "Claro, sube preciosa", le dije.
Ella se montó en el coche y, sin haberlo preparado previamente, comenzamos a hablar como si realmente fuéramos desconocidos.
"¿Cómo te llamas?", le pregunté.
"Elisa, y tú?", me respondió.
"Pablo"
"¿Dónde me vas a llevar?"
Buena pregunta, pensé. Normalmente follábamos en su casa o en la mía, en un hotel, en un baño... Pero claro, esta vez era diferente pues no estaba con mi novia, sino con una "puta de 50€", así que lo más adecuado era ir a algún rincón oscuro y follar en el coche.
"Aquí cerca, a la espalda de un edificio en construcción...", le empecé a responder, hasta que me di cuenta de que Elisa tenía una mano por dentro de sus braguitas y se acariciaba con suavidad su vagina.
"¿Queda mucho? Estoy deseando chupártela"
Yo estaba super empalmado. Aceleré todo lo posible para llegar cuanto antes a nuestro destino y poder recibir el "servicio contratado".
No tardé más de cinco minutos en llegar y aparcar. Era una zona muy poco transitada y con pocos coches.
Nada más parar el motor, Elisa se inclinó sobre mí y comenzó a desabrocharme el pantalón. Sacó mi verga, que estaba más dura que nunca, y comenzó a chuparla con ímpetu. La escupía, se golpeaba con ella en la cara mientras me miraba los ojos, la lamía por los lados. Mientras, con la otra mano me apretaba los huevos como si quisiera exprimirlos. Se los metía en la boca, primero uno, luego otro, luego volvía a la verga. Así se tiró un rato hasta que se sacó la polla de la boca y me llevó a los asientos traseros del coche.
- "¿Qué quieres que te haga? Recuerda que soy tu puta y haré lo que me pidas", decía Elisa mientras me besaba el cuello y me desabrochaba la camisa.
No respondí. Le bajé los tirantes del vestido y dejé sus hermosos pechos al descubierto. Comencé a sobarlos y a besarlos, le lamía los pezones como un bebé hambriento, a lo que ella respondía inclinando su cabeza hacia atrás con gesto de placer. Me percaté de que, cerca de uno de sus pezones, tenía un moretón redondito, bien definido. ¿Sería un hematoma por un golpe o sería un chupetón? ¿Se habría liado con algún chico en la discoteca y este le había comido las tetas a mi, por entonces, novia? Eso explicaría por qué estaba tan cachonda. Nunca lo supe. Tampoco le pregunté. Reconozco que me excitaba la idea de que se dejara sobar por otro hombre, de que su entrepierna estuviera en contacto con el bulto de un pantalón que escondía una erección que no era la mía. ¿Dónde se liarían? ¿En la pista de baile, en el baño...? Probablemente no fuera nada de eso. La explicación más sencilla a su moretón es que se diera un golpe. Pero mi verga fantaseaba con la idea de la infidelidad, y cuanto más fantaseaba más dura se ponía.
Cuando volví de mi fantasía la agarré y le indiqué que volviera a los asientos delanteros.
"¿Qué pasa?", me preguntó
"Quiero que te folles a la palanca", le ordené
"¿Qué?", ella no me entendía
"Soy el cliente ¿no? y tú mi puta. Pues quiero que te folles la palanca de cambio. Imagínate que te estás follando la polla de otro mientras yo te miro", le indiqué.
Ella sonrió y no me dijo nada más. Se terminó de sacar el vestido, que para ese momento era más bien un cinturón. Apoyó su culo en la consola central del coche. Subió su pie derecho al asiento del piloto. El izquierdo sobre el del copiloto. Las manos hacia atrás, apoyadas en el salpicadero. No dejaba de mirarme. Fue bajando lentamente hasta que su vagina entró en contacto con la palanca. Se escupió en la mano derecha y con ella se frotó la entrada a su vagina. Empezó a bajar muy lentamente. La palanca de cambio era bastante más gruesa que mi pene, en especial el pomo esférico.
"No sé si voy a poder", comenzó a quejarse
"Cállate puta, seguro que te has metido pollas más grandes", le repliqué
Elisa frotaba su clítoris con el pomo. Hacia adelante y hacia atrás. Una vez y otra. Tenía los ojos cerrados. Yo creo que realmente se estaba imaginando que era una polla. Comenzó a bajar de nuevo y, esta vez sí, su vagina dejó de oponer resistencia. Siguió bajando hasta que introdujo toda la bola de la palanca. Su gesto de molestia se convirtió en gesto de placer. Se comenzó a ruborizar y sus labios entreabiertos se hincharon un poco. Comenzó un movimiento suave pero rítmico con el que sacaba y metía el improvisado consolador.
"Mmmm", empezó a gemir en voz baja
"Ponle nombre", le dije. "Ponle un nombre a la polla que te estás follando".
"Carlos". Me respondió tras unos segundos, sin parar de moverse sobre la palanca.
¿Sería Carlos un nombre aleatorio o significaba algo para ella? ¿Sería Carlos el culpable de su moretón? Madre mía qué excitación me entró en ese momento. Me agarré la polla y comencé a masturbarme, sentado en el asiento trasero, mientras observaba a Elisa follarse a su amante imaginario, Carlos.
"¿Te gusta la polla de Carlos?", le decía
"Síiiii", apenas consiguió responder
"Díselo a Carlos, dile lo que te gusta", le ordené
"Me encanta tu polla Carlos"
"Vamos, dile más cosas", le dije
"Me encanta cómo me follas Carlos, qué polla más gorda tienes, diosss!", respondía al tiempo que cada vez bajaba más por la palanca.
Ya no solo se introducía la bola. Ya era prácticamente toda la palanca la que acababa dentro de su vagina. Subía y bajaba, dejando la bola siempre dentro de ella. Parece que el pomo, por su grosor y textura, le estaba gustando especialmente, y ya no lo sacaba en ningún momento.
"Dile a Carlos que te coma las tetas", le dije con picardía recordando su chupetón
"Cómeme las tetas Carlos. Cometelas como tu sabes. Chúpame los pezones".
Elisa subió el ritmo y, acompañando el movimiento, con su mano derecha comenzó a frotar frenéticamente su clítoris. Parecía que iba a estallar.
- "Aaahhh, diooosss me vengo!!", decía ella con voz tensa
Elisa sacó la palanca de su coño, recostó su espalda sobre el salpicadero, inclinó su pelvis hacia adelante y, mientras frotaba su clítoris con energía, comenzó a soltar chorros de flujo como nunca antes se lo había visto. Fueron al menos 3 o 4 chorros grandes que llegaron a salpicarme la cara. Me encantaba el sabor dulce de su orgasmo. El coche, imagnínese, lleno del maravilloso líquido por todas partes.
Tras varios espasmos vaginales debido a tremendo orgasmo, Elisa se recuperó y, de un brinco, saltó hacia mí. Yo tengo que decir que estaba a punto de la eyaculación. Sería cuestión de unas pocas embestidas para que llegara mi turno y la llenara yo a ella esta vez. Ella comenzó a frotar su concha supermojada con mi verga. Estaban tan dilatados y lubricados sus labios que tras un mínimo movimiento mi pene se introdujo entero y sin obstáculo alguno en su concha.
"Umm qué rico Pablo", dijo
"¿Qué pasó con Carlos? ¿No quieres seguir follando con él?", le pregunté
"Con Carlos ya terminé. Ahora vuelvo a ser tu puta", respondió mientras me ponía los pechos en la cara.
Entre lenguetazos y besos terminé haciéndole, a propósito, un chupetón en la otra teta. Tenía frente a mí a mi novia, haciéndose pasar por puta, cabalgándome como loca, y con dos chupetones. Uno era mío, seguro. El otro... a saber.
- "Qué puta eres!!", le dije, "me tienes a punto".
Ella se bajó, se puso a un lado y comenzó a chupármela. Yo estaba a punto de estallar. Elisa dejó de lamer. Mantuvo mi glande dentro de su boca mientras me pajeaba rápidamente con una mano.
- "Aaahhhh", gemí mientras descargué mi semen en su boca.
Cuando terminé de descargar, ella se incorporó, con la boca cerrada, mientras que con un dedo recogía el hilo de semen que se escapaba de ella.
- "Enséñame lo puta que eres y trágatelo", le ordené. Yo sabía que a ella no le gustaba tragárselo. De hecho casi nunca terminaba en su boca porque el sabor del semen le daba fatiga.
Pero esta vez fue diferente. Sin objeción, y con cara de gusto, se tragó toda la leche que tenía en la boca. A continuación me enseñó la lengua para mostrarme que no se había dejado nada. Se acercó a mí y comenzó a besarme mientras me decía:
"¿He sido buena puta?"
"La mejor con la que he estado. La más puta de todas", le respondí. En realidad yo nunca había contratado los servicios de una prostituta, pero me pareció divertido seguir el juego.
Me miró fijamente levantando una ceja, como si dudara de la veracidad de mi comentario, y ambos comenzamos a reirnos.
Agarré la cartera y le dí los 50 euros prometidos.
Hasta ese momento, todas nuestras relaciones eran bastante sencillas. Sin imaginación. Pero ese día fue un punto de inflexión y aquella fue la primera de muchas relaciones sexuales en las que usamos diferentes fantasías: a veces ella era puta, otras yo me hacía pasar por otra persona, un vecino, un amigo, un familiar... pero esas son otras historias que puede que algún día cuente.
Tal y como comenté, estos juegos satisfacían el deseo lujurioso de Elisa de "hacer la calle". Pero era un deseo que nunca se atrevería a realizar. O al menos eso pensaba yo.
Pasaron unos 4 años del suceso anterior. Durante ese tiempo nuestras fantasías y nuestros juegos evolucionaron, al igual que nuestras vidas. Nuevos trabajos, nuevos amigos... El mayor cambio fue que pasamos de ser novios a ser marido y mujer.
Un viernes por la noche, sobre las 11 aproximadamente, volvíamos de cenar, caminando, cuando comenzamos a discutir. El motivo de la discusión era la vivienda que queríamos comprar. Pues en ese momento vivíamos de alquiler. Yo prefería un apartamento y ella un adosado. Cada uno exponía sus razones sin escuchar al otro; hasta que la conversación fue subiendo de tono y finalmente nos peleamos. Decidimos finalmente irnos a casa por caminos separados.
Tras unos diez minutos caminando me vino el remordimiento de haberla dejado irse sola. Dí media vuelta y volví sobre mis pasos en su búsqueda.
Tras unos veinte minutos caminando a buen ritmo, veo un coche parado en el lado derecho de la calle. Y una chica de pié, inclinada hacia adelante asomada por la ventanilla del copiloto. Tenía un buen culo y se le notaba el tanga a través del pantalón.
"Qué rica", pensé.
"Pablo, céntrate. Estás buscando a Elisa", me rechisté a mí mismo.
"Un momento... pero... ¿esa chica no va vestida igual que Elisa? claro, es que es Elisa!!"
¿Qué estaría haciendo Elisa hablando con esa persona? Busqué otro ángulo desde el que mirar para ver al conductor. Pero fue imposible. Estaba muy oscuro y no fui capaz de distinguir siquiera si era un hombre o una mujer. Desde luego, como fuera un hombre, las vistas que debía tener de las tetas de mi mujer en ese momento debían ser espectaculares. Recuerdo que llevaba puesto una blusa ancha con escote en V bien generoso que, al inclinarse hacia adelante, debía seguro estar dejando los pechos de mi mujer completamente a la vista. Espero que llevara sujetador, porque de no ser así seguramente le vería incluso los pezones. Ocurre que los pechos de mi mujer son bastante grandes y erguidos, naturales, pero erguidos, muy bonitos; por lo que no necesita sujetador para levantarlos y, de hecho, la mitad de las veces que salimos no los lleva. Para que se haga una idea más detallada del paisaje del que puede estar disfrutando ese señor (o señora) en ese momento gracias a la generosidad de mi esposa, los pechos de Elisa son una talla 90 copa E, bien erguidos, como he dicho, de piel morena natural, con anchas aureolas marrones y pezones gorditos. Es decir, una maravilla. Así que este supuesto hombre tendrá tal calentura que seguro se hace una buena paja más tarde.
Decido quedarme apartado, observando, esperando a que el coche se vaya para poder acercarme a mi esposa y pedirle disculpas.
Tras unos minutos el conductor arranca el coche y, para mi sorpresa, Elisa abre la puerta de su lado y se sube al coche. Veo que se dan dos besos en las mejillas y a continuación se van.
¿Qué ha pasado? ¿Con quién se acaba de ir mi mujer? No entendía nada. La llamo por teléfono. Un tono, dos tonos, tres tonos... nada, no lo coge.
Recibo un whatsapp suyo:
"Cariño me he encontrado con una amiga y nos estamos tomando unas copas hay mucho ruido y no puedo hablar sorry vete para casa te quiero".
Cómoo??? Pero cómo era posible?! La acabo de ver irse en un coche y me dice que está con una amiga, la muy zorra!!
Me voy caminando a casa con un cabreo de campeonato. Son las 00.30 aproximadamente cuando llego. Veo un rato la tele, me pongo a jugar al LOL. En resumen, hacer un poco de tiempo hasta que llegue mi mujer.
Son las 3:00 y aún no llega. Yo no aguano más del sueño y me voy a la cama.
Son las 4:30. Escucho la puerta cerrarse. Entra Elisa en la habitación mientras yo disimulo que estoy dormido. Veo cómo se quita la ropa. Primero la blusa, luego el pantalón y por último el tanga. Se confirman mis sospechas: no llevaba sujetador. A continuación se va a la ducha. Aprovecho para levantarme y acercarme a su ropa, que está tirada en el suelo de la habitación. Cojo su tanga y lo huelo.... huele intenso, pero no soy capaz de distinguir si es olor a sudor o a sexo. La puerta del baño no está del todo cerrada, y la pequeña rendija me deja ver a Elisa. Qué buena está la jodida. No me canso de verla.
De repente, una sensación de excitación empieza a recorrerme. Comienzo a tener una tormenta de pensamientos de lo ocurrido esa noche: la discusión, el tanga, sus pechos, el conductor, el whatsapp, la ducha... ¿Se habrá follado mi mujer a ese hombre (si es que era un hombre)? ¿O sería su amiga y realmente si habían ido a tomarse unas copas? Se me vino a la mente la fantasía de Elisa de ser puta. ¿Y si ese hombre se le ha acercado a mi mujer creyendo que es una puta y, por despecho, ella ha aceptado? Yo estaba super caliente; me daban ganas de masturbarme viendo a mi mujer ducharse, pero no me dio lugar pues justo terminó la ducha.
Yo volví corriendo a la cama y cuando ella regresó le dije:
"Hola cariño. ¿Qué tal con tu amiga?"
"Muy bien, lo hemos pasado genial", me respondió
"Ahh ¿sí? ¿quién era?", le pregunté
"Clara. Una antigua amiga de la universidad, no la conoces", me dijo.
"¿Seguró? ¿No me estarás mintiendo no?", mis celos no me dejaron elegir mejor mis palabras
"¿Qué quieres decir?", me rechistó
Fui sincero y le conté todo. Que volví a buscarla para pedirle disculpas y que la vi subirse a ese coche. Le conté incluso mis pensamientos sobre su fantasía y lo cachondo que me había puesto de pensarlo.
Cuando terminé de contarle, ella se echó a reir a carcajadas.
"No me puedo creer que pensaras que yo me había metido a puta", se burlaba mientras se subía encima mía. "¿Y si lo hubiera hecho qué?", comenzaba a besarme por el cuello y a mover su pelvis sobre la mía. "¿Te pone cachondo eso?"
"La verdad es que me he puesto burrísimo de imaginarte con otro hombre", le confesé
"Pues si tan cachonde te pone, un día podemos hacerlo de verdad", me decía con voz picarona mientras me agarraba la polla y se la metía. "¿No quieres que otro hombre se folle a tu mujercita?", insistía al ritmo de sus sentadas.
"Me encantaría verte como una puta. Mañana mismo te llevo al polígono para que te pasees y te vean todos los depravados", le respondía con voz lujuriosa.
Esa noche follamos como locos. Ella tuvo varios orgasmos y yo le llené su vientre con mi leche en dos ocasiones.
Al día siguiente nos preparamos para salir a cenar nuevamente. Ella se puso minifalda y medias de rejilla, y por arriba un top bustier, corto y sin tirantes. Si no sabe lo que es, mejor que lo busque en google para que se haga una idea. Espectacular.
La cena transcurrió con normalidad. Casi todos los hombres la miraban, como es lógico, lo que provocaba una gran excitación en Elisa. No me lo dijo, pero se le notaba. Se regocijaba yendo al baño para exhibirse y dejar a los hombres babeando.
Terminamos de cenar y nos fuimos al coche. Una vez en él me dice Elisa:
- "¿A qué polígono me vas a llevar?"
Era un farol. Durante todo el día no habíamos vuelto a hablar del tema. Elisa, claramente, me estaba vacilando. Pero yo no iba a quedarme atrás.
"Al del Leroy Merlin, ¿te parece bien?", le respondí decidido.
"¿Estás seguro de que quieres hacerlo, amor?", me preguntó.
¿Mi mujer estaba empezando a dudar? Creo que, por orgullo, no se atrevía a decir que ya no quería hacerlo, entonces estaba intentando presionarme para que fuera yo el que me echara atrás. Pero no iba a salirse con la suya. Yo iba con mi farol hasta el final.
- "Claro que sí cariño. Estoy deseando que cumplas tu fantasía", le respondí.
Conduje hasta el polígono y detuve el coche.
"¿Llevas lo necesario? Condones, toallitas, etc.", le pregunté, reforzando mi farol.
"Un poco tarde para preguntar, ¿no cariñito?", me increpó. "Claro que llevo. Cinco condones de cada tamaño, por si se anima la noche", me dijo sonriendo.
Para mi sorpresa se sacó del bolso unos cuantos condones de varios tamaños y me los enseñó.
Yo quedé totalmente sorprendido. ¿En qué momento los había comprado? ¡¡Ni me había dado cuenta!! Parece que Elisa apostaba fuerte.
"Genial, amor. Venga, ve a pasártelo bien. Yo me quedaré aquí en el coche esperándote y, ya sabes, si al final te echas atrás no pasa nada.", le dije.
"Gracias mi vida". Me dio un beso bien apasionado y me agarró el paquete. "Mañana te la comeré como nunca. Te debo un favor."
Se bajó del coche y caminó hacia una farola que se encontraba como a 50 metros.
La imagen era inolvidable. Mi mujer parecía una auténtica puta. Pero una puta bastante buenorra. Por el camino vimos varias señoritas haciendo la calle y tengo que decir que Elisa era mucho más sexi que todas ellas. No solo por el físico, sino también por su semblante. Será que las prostitutas profesionales no disfrutan de su oficio, mientras que Elisa estaba apunto de hacer realidad su sueño.
En cualquier caso, el farol de Elisa estaba apunto de derrumbarse. No creo que soportara esa situación mucho tiempo. Al final era cuestión de tiempo que entrara en razón y volviera al coche. Cuando lo hiciera yo la consolaría, volveríamos a casa, y follaríamos hablando de lo que estuvo a punto de hacer.
Pasaron varios coches por su lado, a los que ella saludaba. A uno le enseñó el culo, a otro le mostró un seno. Estaba jugando con fuego.
El quinto coche que pasó, un BMW A5 negro, se paró junto a ella. Se acercó al coche y se asomó por la ventanilla del copiloto. Estuvieron hablando; yo no sabía qué decían pero me lo podía imaginar "¿cuánto cobras?", "¿por el culo?", etc. Entonces Elisa caminó hacia el lado del conductor y se acercó a su ventanilla. Siguieron hablando hasta que ella se giró y le enseñó el culo. En ese momento vi que el tipo alargaba su mano izquierda y palpaba el culo de mi mujer sin que ella se inmutara. A continuación se volvió a poner frente a él, se inclinó a la altura de la ventanilla, y esa misma mano comenzó a palpar ahora sus magníficos pechos.
No me lo podía creer. Un desconocido estaba metiéndole mano a mi mujer y esta no se alteraba lo más mínimo. Es más, parecía disfrutarlo porque la veía reirse y hablar bien confiada con él. ¿Sería capaz de llegar a algo más?
Vale. Una cosa es que se deje meter mano y otra es irse con ese tipo a follar. No creo que fuera capaz de hacerlo. Estoy seguro.
Pero un jarro de agua fría cayó sobre mí cuando la vi caminar hacia el lado del copiloto, abrir la puerta y subirse al coche.
Lo había hecho. No iba de farol en absoluto. La muy puta iba a tirarse a ese hombre. Ese momento me provocó una mezcla de sentimientos, una parte preocupación, una parte celos... y una parte excitación. Cuando me di cuenta tenía una erección de caballo.
¿Me quedo a esperarla o les sigo? Le había dado mi palabra de que me quedaría, pero no pude cumplirla. Tenía que ver dónde iban y qué hacían.
Arranqué mi coche y seguí al BMW. Diez minutos después se estacionó en un parking mal iluminado. Yo hice lo propio, pero a cierta distancia para no ser descubierto. Mi coche se encontraba por detrás del de ellos, un poco escorado a la derecha. Los cristales no eran tintados, por lo que, aunque la oscuridad no me permitía ver el interior, a contraluz era capaz de ver perfectamente sus siluetas.
Al principio ambos estaban en su sitio, pero unos minutos después él se inclinó sobre ella y empezó a besarla. No paraban de comerse la boca. ¡Qué hija de puta! Más que su cliente parecía su amante. Según tenía entendido, muchas prostitutas no permiten los besos en la boca. Sin embargo, Elisa llevaba varios minutos besándose con ese hombre.
Él agachó su cabeza y, por su situación, debía estar comiéndole las tetas, sus magníficas tetas. Esas tetas que tantos hombres admiraron durante la cena haría escásamente una hora y media, ahora este hombre las estaba deborando, sin ningún tipo de esfuerzo o mérito, por un puñado de billetes. Mientras, ella le sobaba el pelo con su mano derecha, cual madre que sujeta a su bebé mientras lo amamanta. De pronto, el respaldo del asiento de ella se inclinó hacia atrás. Perdí de vista a Elisa al encontrase ahora por debajo de las ventanillas. Por su posición y su movimiento él debía estar aún gozando los estupendo pezones de mi mujer.
En su estado natural, sus pezones son grandes y prominentes. Eso, sumado a que Elisa apenas usa sujetadores, se podrá usted imaginar que, en días calurosos en los que solo lleva una blusa, un vestido, una camiseta... es muy frecuente verla por la calle marcando garbanzos. La situación se vuelve un poco incómoda cuando salimos con amigos pues estos nunca le quitan ojos de encima a las tetas de mi esposa. Tengo una historia bien caliente en relación a algunos amigos y mi mujer. Pero esa ya la contaré en otro momento.
Parecía que el amante (¿no era cliente?) de mi mujer seguía mamando. Aunque ella ahora cambió de posición. A traves de la ventanilla delantera vi aparecer dos piernas, las de mi esposa. Piernas que apoyó en el salpicadero del coche y que empezó a separar poco a poco. Él empezó a mover su hombro izquierdo en un movimiento repetitivo. Estaba claramente masturbando a mi mujer. Subió el ritmo, cada vez movía su brazo más rápido. Ella separó sus piernas todo lo que pudo. La muy zorra debía estar disfrutando de lo lindo. ¿Se habría corrido ya? ¿Estaría gimiendo como una perra? Desde mi ubicación no lo sabría así que decidí salir del coche y acercame con cautela.
Salí del coche procurando apagar previamente las luces automáticas del interior de mi vehículo para que no me delataran. Caminé, agachado, hacia el lado opuesto en el que ellos se encontraban, es decir, hacia la ventana del conductor. Me encontraba en cuclillas, con la cabeza agachas temeroso de que me vean. Poco a poco me fui asomando por la ventana hasta encontrarme seguro. Él estaba de espaldas a mí, pues estaba concentrado en su presa, y ella estaba tumbada boca arriba, con los ojos cerrados disfrutando la estimulación vaginal que su nuevo macho le proporcionaba.
Ella con su mano izquierda comenzó a buscar la entrepierna de su hombre, pero no la alcanzaba. Él paró su tarea y se incorporó. Ahí pude verla un poco mejor a ella. Tenía la falda subida por la cintura y no tenía las bragas puestas, su top estaba casi a la misma altura que la falda, sobre el ombligo más o menos, con sus grandes pechos cayendo levemente a cada lado y los pezones duros como rocas. Tanto sus pechos como su coño se veían mojados. Los primeros por las babas de ese mamón. El último por el flujo vaginal producido por su excitación.
Algo hablaron que no pude escuchar, cuando él se giró y yo tuve que agacharme rápidamente para no ser visto. Escuché en ese momento la ventanilla del conductor bajar. Seguramente tenían calor dentro del coche y decidieron abrir una ventana. Genial, ahora no solo les veía sino que también les escuchaba.
- "No te muevas", le dijo él mientras se acomodaba en la parte trasera. Él comenzó a quitarse la ropa. Primero los zapatos, los pantalones, la camisa y los boxer en último lugar. Cuando dejó ver su verga mi mujer quedó con la boca abierta. Yo creo que nunca había visto un rabo tan grande. Estaba erecto, ligeramente curvado hacia la derecha, y debía medir 25cms. mínimo. Era una barbaridad.
Mi mujer seguía tumbada sobre el asiento delantero del copiloto, aunque se recostó hacia su lado izquierdo para tener acceso a tremendo miembro. Se la agarró y comenzó a masturbarle. Entonces él que se encontraba por detrás, se dejó caer con suavidad sobre ella, dejando su verga a la altura de su boca. Al mismo tiempo su propia boca quedó a la altura del coño de mi esposa. Es decir, comenzaron a hacer un 69. Él le succionaba su clítoris mientras que con sus dedos corazón y anular inspeccionaba el interior de su vagina. Por su parte, ella pajeaba esa polla que tanto ansiaba. Lo hacía con las dos manos, una delante de otra, y todavía quedaba tronco para llenarse la boca del sexo de ese hombre.
La escuchaba gemir. Gemidos de verdad. No estaba fingiendo. La muy zorra estaba disfrutándolo. Ella movía su pelvis arriba y abajo al ritmo de los dedos del macho. Él también empezó a mover su cintura, intentando penetrar más y más en la garganta de Elisa. No se cómo, pero el cabrón lo conseguía. Ella pasó de agarrar su verga a sujetar el culo de su amante, como tratando de llevar el ritmo. Tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás para alinear su boca con su garganta, y así facilitar la entrada de esa bestia. Al subir salía casi al completo, dejando el glande dentro de su boca, y luego volvía a meterla hasta fondo. En cada empujón podía ver cómo la garganta de mi mujer se ensanchaba al paso de esa verga. En una ocasión la metió al completo y la dejó dentro durante bastantes segundos. Era imposible que ella pudiera respirar con ese trabuco ocupando su faringe. Pero ella ni se inmutaba, ahí estaba ella, cual campeona de apnea, gozando la, posiblemente, mayor polla que se haya comido nunca, mientras con sus manos acariciaba el culo de ese hombre.
Ella aumentó su ritmo y dijo:
- "Vamos, cómeme el coño. Síiii!! Bien rico papi!! Dame más rápido"
Él aceleraba el ritmo de sus manos y de su lengua sin esperarse lo que acontinuación pasó. Un grito de mi mujer adelantó una gran corrida que salió disparada de su agujero y dio de lleno en la mano y la cara del culpable de dicho orgasmo. Ella siguió echando su flujo cual réplicas de terremoto, y él los bebía sediento. Tal excitación sentiría él que comenzó a bombear con su polla la boca de mi mujer con fuerza, sin consideración alguna por si le pudiera estar haciendo daño. A las 15 o 20 sacudidas se agarró la polla con su mano izquierda, sacó parte dejando su cabeza dentro de la boca, y empezó a correrse en su interior. Vi claramente cómo su miembro se dilataba con cada eyaculación. Debió soltar por lo menos 9 o 10 chorros de semen en la boca de mi mujer, la cual agarró el miembro y lo ordeñó hasta que ya no quedó ni una gota de leche. Tenía la boca rebosando de semen. Tuvo que tapársela para que no se saliera, y necesitó de tres degluciones para poder pasar tal cantidad de líquido.
"Dios mío. No hay hombres como tú hoy en día", le escuché decir con el orgullo herido.
"Si tanto te ha gustado, la próxima vez, quedamos como amigos en lugar de como puta y cliente", le contestó él medio en broma
"Tú lo que quieres es no pagarme la próxima vez, listo", respondió Elisa
"¿No vale la pena?", dijo su macho mientras se señalaba el pene.
"Mmm bueno me lo pensaré"
Me volví a agachar por debajo de la ventanilla. Parece que aquí acabó la primera experiencia de mi esposa como puta. "Yo debería volver a mi coche", pensé.
Un momento. Escuché algo. Me volví a asomar por la ventana. Elisa y su hombre estaban besándose. Ella había dejado el asiento del copiloto, el cual se encontraba de nuevo incorporado, y estaba sentada en el asiento trasero junto al cabrón que tanto le había hecho gozar. Se besaban, pero estos besos eran diferentes, eran besos lentos, casi con amor me atrevería a decir. Se comían los labios con suavidad, las lenguas bailaban, se acariciaban. Él ya no era el bebé hambriento que mamaba sin parar, sino que suavemente movía sus dedos sobre los pechos de Elisa, sobre su vientre, su espalda. Se abrazaban y se susurraban cosas que yo no alcanzaba a oir. Ella por su parte, comenzó poniendo su mano derecha sobre la mejilla de su macho, la bajó y se entretuvo con su vello pectoral, y continuó bajando hasta sostener ese gran y nuevamente erecto pene. Ella lo masturbaba muy despacio, sintiendo cada uno de sus muchos centímetros.
"Dame una goma", le pidió él
"¿Tú no tienes?", le preguntó Elisa
"Yo no. Tú eres la profesional, ¿no traes condones?", le preguntó
"Espera", dijo ella. Miró en su bolso y siguió hablando. "Me los he debido dejar en el otro bolso", le contestó.
"¡Será puta mentirosa!" pensé. Si tenía, por lo menos, veinte condones en su bolso!! Esta cabrona se lo va a follar a pelo. No me lo podía creer.
"No importa. Aquí cerca hay una farmacia...", comenzó a decir él hasta que ella le calló la boca colocando su dedo índice sobre sus labios.
"sshhh tranquilo", susurró mi mujer
Elisa cambió su posición y se sentó encima suyo, con una pierna a cada lado. Siguieron los besos, pero esta vez ambos sexos estaban en contacto. Ella rozaba su concha sobre su pene. La subía y la bajaba recorriendo toda su longitud, entreteniéndose cuando llegaba a la punta. De ahí volvía a bajar y vuelta a empezar. Tras varios minutos así, al llegar a la punta apretó, con firmeza, su entrada contra la cabeza, y estos comenzaron a fundirse. Necesitó de varios intentos para poder conseguir la dilatación necesaria. Pero cuando lo logró siguió bajando hasta que su vagina se lo tragó por completo.
Efectivamente, se lo estaba follando a pelo. A ese completo desconocido que buscaba una puta cualquiera y terminó encontrando a mi propia esposa. Se estaba follando a mi esposa sin condón y ella lo consentía. No lo consentía, era mucho peor, era ella quien así lo quiso. Quería sentir su pene dentro de ella sin barreras, piel con piel, líquidos con líquidos. Ella sabía que dificilmente se vería en otra como esa, y quería aprovechar ese momento al máximo.
Yo me sentía tan caliente que empecé a masturbarme. Sería cuestión de un minuto o dos para que me corriera. Todo lo que había visto era demasiado. Nunca en mi vida había tenido tal nivel de excitación. Continué tocándome mientras seguí escuchando.
"Dime que soy tu puta", pidió ella
"Eres mi puta. Siempre serás mi puta y de nadie más", aseguró él.
"Síii, y tu polla es mía. Quiero tenerla siempre para mí", decía mientras comenzó a dar sentadas cada vez más violentas.
Él la agarraba del culo para coordinar sus embestidas. Estuvieron así al menos diez minutos hasta que mi mujer tuvo otro de sus caudalosos orgasmos.
Los orgasmos "normales" de Elisa suelen arrojar una cantidad mucho menor de flujo. Pero cuando se encuentra extremadamente excitada su vagina se convierte en una auténtica cascada. Y he de reconocer que los dos orgasmos que ha tenido, por ahora, con este hombre han sido de los más grandes que ha tenido nunca.
Elisa no paraba de gemir mientras se corría. Sus gemidos eran gritos que seguro que cualquiera que estuviera por la zona alcanzaría a escuchar. Ambos cuerpos estaban super mojados, una mezcla de sudor y flujo de mi mujer. Se movían, se besaban, se abrazaban. Los voluptuosos pechos, apretados contra el pecho de su amante, sobresalían por el lateral.
Él fue bajando el ritmo hasta que paró. Sacó su pene de su vagina y la hizo voltearse para ponerla a cuatro patas sobre el asiento. Él la penetraba con vigor. Ella, a la vez que gemía, luchaba por no golpearse la cabeza con la puerta tras cada embestida.
"Vamos córrete", suplicaba ella
"¿Cómo quieres que me corra, golfa?", le dio a elegir él
"Tú pagas, ¿no? Así que tú eliges", repsondió ella
Después de todo lo que había visto y escuchado esa noche, y Elisa seguía sorprendiéndome. ¡Le estaba diciendo que se corriera donde quisiera! No me podía imaginar que esa zorra era mi esposa. ¿Eran la misma persona de verdad? Ya no pude aguantar más y me corrí enormemente. Casi emito un gemido pero me contuve. Cuando me repuse volví a asomarme. El amante de mi mujer continuaba con sus acometidas mientras que con su mano izquierda agarraba con fuerza el pecho de mi esposa. Lo tenía rojo de tanto apretar, pero a ella no le importaba en absoluto. Presentí que estaba presenciando la arremetida final cuando sus rápidas penetraciones tornaron intensas pero lentas.
Estaba liberando su esperma en la vagina de mi esposa. Empujaba y esperaba dos segundos. Volvía a empujar y otros dos segundos. Cada penetración enterraba sus 25cms al completo en mi mujer. No quedaba absolutamente nada por meter. Así repitió durante once o doce movimientos. Once o doce liberaciones de semen directos a su útero.
Él sacó su verga interminable de mi mujer. Ni una gota de leche salió tras ella. Normal, la liberación sería tan profunda que no saldría hasta que mujer se incorporara. Cosa que no hizo. Estaba exhausta. Se quedó tumbada en el asiento jugando con su pie con el miembro, ahora fláccido, de su amante.
- "Ha sido maravilloso. ¿Te veré de nuevo, Diego?", preguntó
Así que Diego era su nombre. Por fin me enteraba.
"Por supuesto. Estoy deseándolo. Dáme tu número de teléfono"
"Claro, apunta...", dijo Elisa. Le dio su número y le dijo, "hazme una llamada para guardarte en mi agenda".
La hija de puta de mi mujer pensaba volver a follarse a Diego. Normal, por un lado, después de semejante despliegue de capacidades. Pero por otro lado, parecía que se había olvidado de que estaba casada. Le daba lo mismo. Solo quería volver a tener otra noche con su superdotado.
En cualquier momento saldrían de vuelta al polígono, sería cuestión de minutos, así que me fui con sigilo de vuelta a mi coche y volví al punto donde la dejé, antes de convertirse oficialmente en puta.
Allí esperé unos 10 minutos hasta que vi aparecer el BMW. Vi como se despedían con un beso en los labios. Ella se bajó del coche y, cuando Diego se marchó, se acercó hasta mi coche y se sentó.
"Hola cariño", me decía muy animada mientras me daba un beso. Acababa de besar a ese hombre y de tragarse su semen; pero aún sabiéndolo no se lo negué.
"¿Qué tal ha ido? ¿Te has divertido? Y lo más importante, ¿se portó bien contigo?", le pregunté.
"Sí, sin problema. El hombre era muy amable. Por lo demás, pues normal, ha estado bien pero tampoco ha sido gran cosa", mentía como una perra
"Tengo curiosidad por saber qué tal era su pene", continué
"Normal mi amor, ninguno como el tuyo", me decía agarrándome la entrepierna y dándome otro beso
"Bueno, pero cuéntame más, ¿cómo se llamaba? ¿qué hicísteis? ¿cuánto le cobraste?", proseguí mi interrogatorio
"Claro cariño. Se llamaba Rafael, físicamente no era mi tipo. Después me pidió cosas normales, que se la chupara al principio y después hicimos el misionero hasta que terminó. Pero tranquilo que usamos condón. Y me pagó 100€", siguió mintiendo la muy puta.
Yo sabía que nada de eso era verdad, pero no podía decírselo porque le prometí que me quedaría esperando.
En ese momento había una cosa clara: y es que volverían a quedar. Cúando y dónde, no lo sé. Tendré que estar atento a su teléfono y comprobar si tiene alguna llamada de un tal Diego.
Volvimos a casa y al día siguiente Elisa me hizo una gran mamada, tal y como me prometió.
Siguimos haciendo vida normal, nuestros trabajos, nuestras salidas, etc, hasta dos meses después:
"Cariño", me llamó Elisa
"Dime nena", le respondí
"Tengo una sorpresa", me dijo con mucho secretismo
"A ver, cuéntame".
Elisa sacó una cajita. La abrí y era un test de embarazo.
- "Estoy embarazadaaa!!!!"