Puta por un día
Sofía queda con Ramón, un hombre que ha conocido que ha conocido en un chat erótico, y se encuentra con algo que no esperaba, pero la satisface por completo.
Puta por un día
Mientras se arreglaba no podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer. Le había estado dando muchas vueltas al asunto en su cabeza y le había costado mucho tomar una decisión, pero ahora que ya lo había hecho se sentía segura y sabía que nada la iba a echar para atrás. Se aplicó una generosa capa de rímel y acabo de retocar sus labios con un color rojo intenso. Dio un par de pasos hacia atrás y se contempló en el espejo.
-Desde luego, vaya pinta de puta que hago, -pensó. Pero me gusta
Se colocó la ajustada chaqueta de cuero sobre el ceñido vestido rojo que marcaba cada curva de su cuerpo. La chaqueta apenas tapaba sus tetas, casi descubiertas gracias al generoso escote y realzadas por las maravillas del wonderbra. Se acabó de ajustar bien la falda que se ceñía a sus nalgas con fuerza. Todavía se sentía un poco incómoda sin bragas, aunque la verdad es que sentir su sexo desnudo hacía que se sintiera más puta todavía. Recogió el bolso y se dirigió hacia el taxi que la esperaba en la calle. Subió y sin apenas mirar al taxista le dio la dirección. Se acomodó en el asiento y cerrando los ojos repasó en su mente el camino que la había llevado hasta ahí.
Todo había comenzado hacía unos seis meses cuando había descubierto la página de "Pajilleros.com". Desde el primer día sintió una gran excitación al ver cómo la gente se exhibía ante todo el mundo y pronto decidió participar creando su propio hilo para mostrarse ella misma. El hecho de colgar fotos suyas desnuda para que todos la vieran la ponía muy caliente, y cada vez se lanzaba más en sus comentarios, más atrevidos, más morbosos. Cada vez sentía más excitación visitando la página y había llegado al punto en el que tenía que masturbarse varias veces al día. El sexo con su marido se había convertido en algo frustrante, ya que ella quería a todas horas y él, por el estrés del trabajo y todo lo demás no era capaz de darle todo lo que ella necesitaba.
Comenzó entonces a chatear con algún pajillero y llegó incluso a entrar en el videochat, no sin cierto temor a ser reconocida. Pronto se habituó a masturbarse frente a la cámara y esperaba ansiosa cada día la marcha de su marido para conectarse a la red y calmar sus ansias de sexo.
Al cabo de unos meses hablaba regularmente con un hombre, un tal Ramón que la hacía volver loca con sus comentarios y sus corridas sobre sus fotos. Habían hablado sobre la posibilidad de un encuentro y la cosa había quedado ahí hasta ayer, cuando recibió un mensaje:
de: Ramón
Para: Sofía
Tema: Ven a follar conmigo
Mensaje: Mañana a las once quiero verte en la autovía de Castelldefels vestida para la ocasión. Voy a follarte hasta la saciedad y darte lo que necesitas
Cuando leyó el mensaje sintió una mezcla de temor y excitación. Temor por lo que pudiera pasar, ya que realmente era un desconocido. Además ella quería a su marido y nunca le había puesto los cuernos. Lo de pajilleros era solo una forma de excitación que había encontrado, aunque ahora se daba cuenta de que tal vez se le había ido un poco de las manos el control.
Le costó mucho decidirse. Por un lado no quería hacerlo, no deseaba engañar a su marido y sabía que si lo hacía algo cambiaría entre ellos definitivamente. Por otra parte no podía dejar de pensar en la situación de follar con otro hombre y cada vez que lo hacía sus bragas se humedecían. Finalmente, llegó a la conclusión que lo que tenía que hacer era seguir su instinto. Necesitaba sexo, solo eso, sexo puro y duro. Teniendo eso muy claro sería como si no le pusiera los cuernos, sería como si se masturbara, solo que en vez de hacerlo ella lo haría otra persona ¿qué diferencia habría? Follaría con él y no lo volvería a ver nunca más. Una vez tomada esta decisión el resto fue muy fácil.
Conocía la citada autovía y sabía que por las mañanas se ponían las putas en busca de clientes, así que estaba claro lo que quería decir con lo de "vestida para la ocasión". Quería que se vistiera como una puta, y si así lo deseaba, así lo haría.
-¿Dónde quiere que la deje, señorita?
La pregunta del taxista la apartó de sus pensamientos. Miró indecisa a un lado de la carretera y vio a una prostituta con una falda cortísima y unas tetas descomunales. Más adelante se veía a otra puta sentada en una silla bajo una sombrilla.
-Déjeme aquí mismo,- le contestó titubeando
El taxista puso el intermitente y se detuvo en el arcén de la carretera. Mientras le pagaba pudo observar como le miraba. Sus ojos la miraban a través del retrovisor y no se apartaban de sus tetas. Estaba claro que pensaba que era una puta que iba a su puesto de trabajo. Y sin saber porqué aquello la excitó como a una perra.
Bajó del taxi y vio como se alejaba. Miró hacia uno y otro lado y vio como la otra puta la miraba con cara de pocos amigos. Se arregló un poco la falda y esperó. Faltaban cinco minutos para las once, la hora acordada para la cita, cuando paró un coche junto a ella. Se bajó la ventanilla y asomó un hombre bastante joven.
-¿Cuánto me cobras por una mamada, preciosa?
-¿Ramón?- preguntó ella indecisa- ¿eres Ramón?
-¿Pero qué dices, fulana? ¿Cuánto me cobras por una mamada?
-Lo siento- dijo ella mientras se apartaba de la ventanilla- Estoy esperando a otro cliente.
-Que te jodan, zorra
Arrancó el coche y salió como una exhalación. Ella se quedó ahí parada y se dio cuenta que su sexo estaba húmedo como nunca antes lo había sentido. El hecho de que la confundiera con una puta la había calentado más de lo que nunca se habría imaginado. Sentía un fuego en su entrepierna y el más mínimo movimiento de sus piernas hacía que el roce de su sexo enviara una oleada de placer a su cabeza.
De repente vio como la otra puta se acercaba a ella. Evidentemente no venía a entablar amistad con ella, sino a pelear por su sitio de trabajo. Antes de que llegara hasta donde ella estaba se detuvo otro coche. Se bajó la ventanilla y escuchó una voz
-¿Sofía?¿Eres tú? Anda sube
Y la puerta se abrió para ella justo a tiempo, pensó, ya que la mujer estaba casi encima suyo. Se subió sin pensarlo dos veces y el coche arrancó
-Veo que has seguido mis indicaciones. Pareces una auténtica puta.- La miró de reojo y concluyó- La verdad es que tus fotos de internet no te hacen los honores que te mereces. Estás mucho más buena al natural.
Ella le miró. Era un hombre joven, bastante atractivo y de cuerpo atlético. Moreno de piel y de mirada clara.
-Hola Ramón. Aquí me tienes, dispuesta a ser tu puta por un día
Y extendiendo su brazo depositó una mano en su entrepierna, notando el bulto que se escondía entre sus pantalones. Él apartó su mano con delicadeza.
-Tranquila, Sofía, no te impacientes. Tengo preparado algo para ti, pero necesito que confíes en mi ¿confías?
Era la primera vez que le veía, pero a través de sus conversaciones por internet ya había podido apreciar que parecía un hombre bastante sincero, así que le contestó
-Si, confío en ti. Sé que solo buscas lo mismo que yo.
-Está bien. Entonces ponte esto
Y sacó de la guantera un antifaz negro sin abertura para los ojos. Ella lo cogió y dudando un breve instante se lo colocó. Su excitación iba subiendo por momentos. El sentirse tan indefensa la hacía sentirse excitada. Notó como la mano de él se posaba sobre su muslo y se introducía bajo la falda llegando hasta su sexo. Un dedo se deslizó por la raja del coño, de abajo a arriba y no pudo reprimir un pequeño gemido mientras sus piernas se separaban. Él apartó la mano y acercó el dedo húmedo de su sexo a su boca. Pudo aspirar el aroma de su propio coño, olor a deseo y pasión.
-Muy bien, muy bien, veo que no llevas bragas. Esta es mi putita
Notó como el coche reducía la velocidad y se adentraba por un camino de grava. Finalmente se detuvo y escuchó como el motor se apagaba. Ramón bajó del coche y entonces notó como la puerta se abría y unas manos firmes la sacaban y la guiaban por el sendero de grava. El camino terminaba en una escalera que subió lentamente guiada por él. Sus manos apretaban su cintura con firmeza y la presión de los dedos sobre sus caderas la ponía cachonda. Anticipaba el momento en el que esas mismas manos le arrancarían la ropa y explorarían cada centímetro de su piel.
Penetraron en una habitación que por el sonido que hacían sus pasos al caminar estaba vacía. La sentó en una silla y le susurró al oído.
-Ahora vas a quedarte aquí sentada sin moverte ni quitarte el antifaz, ¿entendido? No tengas miedo y confía en mí. Sé que te gustará.
Ella escuchó como él abandonaba la habitación. Se quedó ahí sola, escuchando los latidos de su corazón, que latía a un ritmo frenético. Le habría gustado arrancarse el vestido y llevar una mano a su sexo, masturbarse para eliminar aquella sensación que la invadía. Esperaba ansiosa el momento en el que él regresara y la follara ahí mismo diciéndole lo guarra que era. Estaba segura que bastaría un simple roce sobre su clítoris para estallar en un demoledor orgasmo. Pero se limitó a esperar la llegada de él, sus manos colgando una a cada lado de su cuerpo. De repente escuchó pasos que se acercaban. Sintió una mano que se posaba sobre su hombro y se deslizaba hacia sus pechos. Se introdujo bajo su vestido y cogió una de sus tetas, apretándola con fuerza. Tenía los pezones tan duros que hasta el más mínimo roce contra el sujetador le dolía, por lo que no pudo evitar un pequeño gemido cuando sintió como unos fuertes dedos se lo pellizcaban. Las manos se introdujeron bajo sus brazos y poco a poco comenzaron a bajar el vestido a fin de que sus tetas quedaran al aire. Notó como con delicadeza le quitaban el sujetador y quedó expectante, esperando con ansia esas manos que la sobaran.
Pero no pasó nada. Se quedó allí sentada un largo rato, esperando esas manos que no llegaban. Sus tetas al aire permanecían duras y erguidas y sentía una suave corriente de aire sobre sus pezones. Por un momento estuvo tentada de arrancarse el antifaz de la cara, pero a la que movió las manos escuchó una voz grave.
-Ni se te ocurra quitarte el antifaz. Levántate y arremángate la falda del vestido.
Se levantó y poco a poco fue subiendo la falda, enrollándola alrededor de su cintura, y quedando con su húmedo chocho al aire.
-Gírate,- escuchó que le ordenaban- Date la vuelta para que pueda verte bien el culo.
Lentamente fue girando sobre si misma. Lo único que escuchaba era el sonido de su agitada respiración, cada vez más acelerada. Estaba tan excitada que hubiera hecho cualquier cosa que le hubiesen pedido con tal de que la follaran de una vez. Escuchó como él se acercaba y sintió sus manos aferrando su culo con fuerza.
-Qué culo más perfecto tienes, zorra- le susurró una voz al oído.- Siéntate en la silla
Y unas manos la guiaron hasta sentarla. Ella se agitó inquieta en la silla
-¿Qué te pasa? ¿Quieres algo?- escuchó que le preguntaban
-Siii, quiero que me folles de una puta vez Quiero sentir como tu polla taladra mi coño, sentir como me llenas. Necesito follar. Necesito tu polla, ¿es que no lo entiendes?
-Pues va a ser verdad que eres tan puta como me han dicho.
Este comentario encendió una luz de alerta en la mente de Sofía. ¿Como me han dicho?, se preguntó ¿Quién le ha dicho qué a quien?...¿Acaso alguien le habrá hablado de mi a Ramón?...Todas estas preguntas se agolparon en su mente y antes de tener tiempo de reaccionar escuchó una segunda voz que le decía:
-Tranquila, Sofía, estoy aquí. Confía en mi.
Solo entonces se dio cuenta de que la voz que le había ordenado arremangarse el vestido había sido la voz de otra persona, no la de Ramón. Se preguntó de quien serían las manos que habían sobado su culo.
-Has venido aquí a follar y a sentirte como una puta, ¿no?. Pues eso es lo que vas a hacer, así que no te preocupes.- dijo Ramón
Así que ella se quedó ahí sentada, limitándose a esperar y todavía más caliente que antes, al pensar que no solo estaba Ramón con ella, sino que había además otro hombre en la sala. Notó unas manos que agarraban sus tetas y las apretaban con fuerza.
-Vaya tetas tiene la muy jodida, - escuchó que decía la voz
-Ya os dije que sus tetas eran preciosas,- respondió la voz de Ramón
Otra vez la luz de alarma se encendió en su mente. ¿Os dije?... ¿Pero cuantos hombres había ahí?
-Tranquila, Sofía.- Esta era la voz de Ramón.- Sé que yo solo no puedo satisfacer tu insaciable apetito sexual, así que he invitado a unos amigos. ¿Te importa? Si quieres paramos, nos vamos todos y aquí no ha pasado nada. ¿Es eso lo que quieres?
-No. He llegado hasta aquí y no estoy dispuesta a irme sin haber follado. Necesito sentir una polla dentro de mi que me reviente de placer. Folladme de una puta vez, joder. ¿Es que no veis que necesito follar? Estoy caliente como una perra.
Y todavía no había acabado de decir esto cuando sintió el caliente roce de dos pollas sobre sus tetas. A ciegas guió sus manos hacia ellas y las cogió con ansia, una en cada mano. Una era grande, todavía semierecta. La otra, más pequeña pero muy gorda estaba dura como una piedra y quemaba en su mano. Comenzó a masturbarles, sintiendo como la grande se iba haciendo todavía más grande en su mano. No podía creerlo, estar pajeando a dos tíos a los que nunca antes había visto y disfrutando como una cerda.
Notó unos dedos sobre su muslo e inmediatamente una mano que se zambulló en su sexo, acariciándolo, sobándolo con cierta brutalidad, pero arrancándole fuertes gemidos. Cada vez que los dedos frotaban su clítoris un estremecimiento recorría su cuerpo y tenía que agarrarse con fuerza a las dos pollas en sus manos para no caerse de la silla. Notó como le metían un dedo hasta el nudillo sin ninguna dificultad, y bastó ese movimiento para hacerla explotar en un violento orgasmo, tan caliente estaba. El dedo buscó dentro de ella, recorriendo todo el interior de su vagina, sin dejar ni un hueco por explorar, mientras enormes oleadas de placer la llevaban hasta el paroxismo. Era increíble. Nunca en la vida había sentido un orgasmo tan intenso.
Las dos pollas que sostenía estaban ahora ya duras como dos barras de hierro y ella necesitaba polla. Se había convertido en una auténtica puta, viciosa, necesitada de sentir cerca de ella cuantas más pollas mejor, así que guiándolas con sus suaves manos las introdujo en su boca, las dos al mismo tiempo. Su lengua jugó sobre los glandes y pudo saborear el líquido que salía de ellas, unas gotitas deliciosas que la hacían sentirse todavía más guarra.
Notó manos por todo su cuerpo y trató de contar cuantas tenía encima. Por las que pudo contar debía de haber un mínimo de cuatro tíos en esa habitación. La sobaban por todas partes con brutalidad, sin ninguna delicadeza. Notó manos en su culo, en su sexo, sobre sus tetas y por su cintura. Ella se limitó a cerrar los ojos y a concentrarse en el placer que sentía. Si quería sentirse puta, lo había logrado. En ese momento se sentía la mujer más guarra del planeta.
Las dos pollas entraban y salían de su boca no sin cierta dificultad, ya que tenía que abrir mucho la boca para alojarlas en su interior y le dolía un poco la mandíbula. Pero una de las veces que intentó sacarlas para respirar un poco sintió como cuatro manos a la vez sostenían su cabeza impidiéndolo, y forzándola a tragar más.
Seguía notando un dedo entrar y salir de su coño. De repente, notó como este salía y bajaba suavemente buscando el agujerito de su culo, en donde se hundió sin dificultad y no sin cierto dolor. Algunas veces había practicado sexo anal, pero la verdad es que no le gustaba demasiado ya que siempre le dolía un poco al hacerlo. De todas maneras, el dedo estaba ya tan mojado con sus propios flujos que se hundió del todo dentro de su recto. Mientras sentía como la penetraban por detrás otro dedo se introdujo en su coño y comenzó a masturbarla.
De repente el dedo en su culo se convirtió en dos dedos, que abrían su esfínter dilatándolo con firmeza. En otras condiciones habría sentido dolor, pero era tal el placer que sentía en el resto de su cuerpo que no le prestó atención.
Sacaron las dos pollas de su boca y la levantaron de la silla. Notó como un fornido hombre la cogía en vilo y levantándola en el aire la sentaba sobre otro tío dándole la espalda. Supuso que este había ocupado su sitio en la silla. Ella abrió las piernas y se dispuso a ser follada de todas las formas que quisieran. Notó como dos grandes manos la cogían por los muslos y la guiaban en busca de la polla que ardía bajo ella. Sintió como el capullo rozaba su ano, y antes de que se diera cuenta las manos la empujaron hacia abajo, notando como se empalaba en la verga. Era gorda, y su estrecho agujerito del culo no estaba acostumbrado a esas cosas, pero gracias a la dilatación previa con los dedos no fue demasiado doloroso. Las manos en sus muslos, aferrándola con fuerza comenzaron a moverla de arriba a bajo, y en cada movimiento sentía como la polla se hundía hasta el fondo de su culo.
Dos manos cogieron cada una de las suyas y las guiaron hacia otras dos pollas. Ya no sabría decir si eran las mismas que había estado chupando antes, ya que las oleadas de placer que comenzaban a invadirla no le dejaban pensar con claridad. Solo tenía clara una cosa: quería polla. Así que se lanzó a una frenética masturbación, sintiendo como palpitaban entre sus manos.
Otro hombre se colocó entre sus piernas y notó como de un solo golpe llenaba su coño de carne. No pudo evitarlo y soltó un grito.
-Grita, puta, grita. Puedes chillar como una cerda, que aquí nadie te oye.
Estaba llegando al límite. Sentía aquellas dos enormes pollas moverse en su interior y se sentía en éxtasis. Joder, no sabía que eso fuera tan bueno. Chillaba y chillaba con fuerza y encadenaba orgasmo tras orgasmo. Sería incapaz de decir cuantas veces se había corrido en esa última hora, ya que no sabía donde empezaba uno y donde acababa el otro.
Entonces sintió en su culo un chorro ardiente que la devoraba por dentro y por los ruidos de la persona que tenía bajo ella dedujo que acababa de correrse dentro de ella. El que se la estaba follando por el coño la cogió por la cintura y sin aparente esfuerzo la levantó, ensartada en su polla. Ella le rodeó con sus piernas aferrándose a él, deseando con todas sus fuerzas que no se la sacara, sintiendo como la llenaba, alcanzando el fondo de su coño. El hombre se giró y notó como se sentaba, arrastrándola a ella en su caída. Deshizo entonces el abrazo de sus piernas y se apoyó en el suelo, un pie a cada lado del fornido hombre, sus tersos pechos contra el pecho de él.
Por atrás se acercó otro tío y ocupó el lugar del que se había corrido. Entre lo dilatado que tenía ya el culo y el chorro de leche que había derramado el anterior la polla entró con pasmosa facilidad. Ella brincaba encima de la tiesa verga con fuerza. Sentía como la llenaba por completo, y con cada movimiento la polla de su culo se movía en su interior volviéndola loca.
En el momento en que notó como sacaban la polla de su culo, gritó con desesperación:
-Joder, no la saques, fóllame el culo, reviéntamelo, quiero sentirte dentro
-Tranquila, zorrita, que todavía no he acabado
Y notó como la dura verga se acercaba a su coño y comenzaba a buscar un hueco por el que meterse. Fue difícil, ya que la otra polla la llenaba por completo, y tuvo que hacer varios intentos presionando con fuerza, lo que la hacía soltar pequeños gemidos de dolor. Tras varios intentos consiguió introducir la punta y presionando con lentitud pero con fuerza fue metiéndola. Ella notaba como su coño se iba dilatando para alojar esta segunda polla y pronto, lo que había sido doloroso se fue convirtiendo en la cosa más maravillosa del mundo. Tenía dos pollas dentro de su coño y se la estaban follando al mismo tiempo. Comenzó a moverse lentamente, intentando tragar cada vez un poco más de aquella maravillosa medicina. Se sentía completamente llena, en la gloria. Había alcanzado el paraíso de los placeres y dudaba que pudiese haber nada en este mundo que le pudiese dar más placer que lo que tenía dentro de su coño.
Notó como otros dos tíos se ponían a su lado y ponían al alcance de sus manos sus poderosas vergas. Las cogió y las masturbó con fiereza, sin dejar de gritar ni de gemir.
-Si, si, así, cabrones. Dadme más, dadme vuestras pollas.
Notó como una de las pollas se convulsionaba en su mano y comenzaba a escupir gruesos chorros de semen, que cayeron sobre su arrugado vestido, salpicando también una de sus tetas. Notó como ardía el semen al contacto con su piel. Nada más correrse, la polla desapareció de su mano y fue rápidamente sustituida por otra.
-Joder, -pensó,- nada menos que cinco tíos follándome.
Tras un breve instante la otra polla también la salpicó de leche, cayendo esta sobre su cara y sobre sus hombros e igual que con la anterior fue rápidamente sustituida por otra.
Mientras se corría no pudo evitar pensar "seis, como mínimo aquí hay seis tíos follándome" Pero a partir de ahí perdió totalmente el control y la cuenta. Las pollas se sucedían en sus manos una tras otra sin pausa. Poco a poco, fueron impregnando su vestido de semen, su cara, sus tetas. Sentía como la leche se deslizaba entre sus pechos, bajando hacia el abdomen y empapando el vestido con aroma a sexo.
Había perdido ya la cuenta de las pollas que se habían corrido en sus manos cuando notó como se corrían con fuertes convulsiones los dos tíos que le bombeaban el coño. Entre fuertes gritos comenzaron a derramar su leche, que salía a borbotones de su sexo, escurriendo por sus muslos y cayendo en gruesos goterones sobre el suelo.
Allí nadie perdía el tiempo, y tras haberse corrido los dos se salieron. Notó como la incorporaban y la ponían de pie. Uno la echó hacia delante, haciendo que se apoyara con los brazos en el respaldo de la silla, y acercándose por detrás la cogió por la cintura y la ensartó desde atrás con una fuerte embestida que casi la tira hacia delante. Escuchó como alguien se ponía delante, y como si la estuviera viendo, tal era su instinto de polla, se arrimó a ella y se la metió en la boca, comenzando a chupar con fruición. Escuchaba voces por detrás que decían:
-Joder, como la chupa la muy puta. Cuando te corras déjamela a mi.
Al igual que sucedió antes las pollas se sucedían en su boca una tras otra. Al principio se la metían y se la hacían chupar. Algunos la cogían por la cabeza para forzar sus movimientos. Otros se limitaban a ponerla ahí y dejar que fuese ella la que chupase. Las chupaba un rato y rápidamente, antes de que se corrieran se la sacaban y le metían otra. Por detrás ocurría lo mismo. Iban turnándose para irla follando, lo cual la hacía volver loca de placer, ya que cada polla era diferente de la anterior y la sentía diferente en su coño.
No sabía ya las pollas que habían pasado por su boca cuando sintió como la que tenía dentro en ese momento se ponía tensa y derramaba un fuerte chorro en el fondo de su garganta que casi la hace atragantarse. Se la sacaron de golpe, y ella lo único que acertó a decir con la boca llena de leche fue:
-Más, más, dadme vuestra leche, quiero que os corráis todos en mi boca
Uno a uno fueron pasando todos los que allí había y uno a uno fueron derramando su preciada leche en su boca. Algunos se corrían dentro. Otros no podían aguantar más y se corrían nada más rozar su capullo con los labios de ella, manchándole toda la cara. Unos gruesos goterones de semen colgaban de sus labios, y por la comisura de los mismos se veía salir un hilillo de semen.
Otros no llegaron a correrse en su boca y mientras la follaban por detrás se corrieron, algunos dentro de su coño, otros sacándola justo a tiempo se corrían sobre sus nalgas, salpicando hasta la espalda. Ella sentía la cara interna de sus muslos totalmente empapada, tal era la cantidad de semen que se deslizaba pierna abajo. Y si no hubiera sido porque los que la follaban la sujetaban con fuerza por la cintura haría tiempo ya que se habría derrumbado sobre el suelo.
Poco a poco dejó de sentir pollas en su piel o en su boca. Los jadeos, gemidos y gritos que hacía poco habían inundado la habitación se habían ido sofocando poco a poco y ahora ya solo se oía el gemido, casi un quejido de ella derrumbada sobre el suelo sobre un charco de semen. Estaba como muerta, pero muerta de placer.
-Puedes sentarte, Sofía,- oyó que le decía la voz de Ramón.- Quítate el antifaz y acércate.
Ella se lo quitó y le miró. Estaba desnudo, sentado sobre una silla con su dura polla en la mano. Se estaba masturbando mientras la miraba.
-Ven aquí, putita. Quería ser el último en darte mi leche.
Ella se acercó, arrodillada y cogiéndole la verga lo masturbó con fuerza. Hicieron falta pocos movimientos para que él escupiera su carga sobre la descompuesta cara de ella.
Una vez se hubieron recuperado intentó incorporarse. Sus piernas le fallaron al ponerse de pie y casi cae de bruces al suelo si no llega a agarrarse a la silla. Se incorporó, su chocho ardiendo y su culo todavía dolorido, ambos agujeros todavía chorreando semen. Estiró su vestido que permanecía todavía enrollado en su cintura. Estaba todo sucio con enormes manchas blanquecinas. El maquillaje de su cara estaba todo deshecho y olía a semen por todas partes. Con un pañuelo intentó limpiarse la cara, esparciendo más el maquillaje.
-¿Te ha gustado el regalito que te había preparado, Sofía? Espero que te hayas sentido una buena putita
-Por cierto,- dijo ella,- ¿Cuántos tíos me han follado hoy? Perdí la cuenta.
-Te basta con saber que si les hubieses cobrado como una puta, hoy te habrías llevado tu paga extra
Y encaminándose hacia el coche, le dijo:
-¿Quieres que te acerque a casa o prefieres ir así en el autobús?