¿Puta o sumisa?
Me dejó. Antes la dominé por una apuesta. Ella ahora es libre. Cualquiera le puede hacer lo que yo o incluso más. ¿Puta? ¿Sumisa? Una vez fue mi mujer.
Todo empezó como un juego. Quizás una apuesta estúpida. Aunque supongo que realmente fue un juego del destino que quiso ponernos a cada uno en nuestro sitio. Por motivos que ahora no vienen al caso, tenía que castigarla. De paso, sabría si realmente, estaba presta y dispuesta para ser la que tantas veces decía que podía llegar a ser. Una sumisa no debe, no puede, molestar al amo
A veces leíamos relatos. Ella se ponía cachonda. Luego follábamos. Muchas veces imaginamos ser los actores de los relatos y los escenificábamos. El sexo que habitualmente practicábamos era bueno. Muy bueno.
Nunca antes había contado nada de ella. Pero al marcharse y dejarme sólo, me dio pie; un castigo añadido. Se de gente que lee estos relatos. Se de gente a la que gustaría conocer la identidad de mi sumisa. Eso lo haré después. Indicaré mi e-mail y contestaré gustoso.
" dúchate, limpia tu coño de puta. Quiero que estés limpia. Nada de hacerte pajas con el agua caliente (le encanta). Deja la puerta abierta para que pueda comprobar que me haces caso. Me la imaginaba en la ducha, lavándose a conciencia su coño. Sabía que pasaría sus dedos para darse gusto. También sabía que si le pillaba le daría un escarmiento adicional "
Decidí entrar tres veces. La primera me la encontré de espaldas al espejo del baño, con la mampara abierta de par en par. Veía su magnífico culo respigón, con el agua resbalándole. No dije nada. Dos minutos después la encontré enjabonándose el coño, mirándose al espejo. Te pillé. Guarra, cerda de mierda, te dije que no te masturbaras. No mi amo. Solo lo limpiaba para ti. No me lo creo zorra. Tendrás castigo adicional. Empecé a pajearla ahí mismo muy fuerte. Cuando estaba a punto de correrse, saqué mis dedos. La dejé desconcertada. Le amenacé, como vea que te corras, te pongo de rodillas y te meo de arriba abajo.
La última vez que entré su cara demostraba pasión. Había sido mala. No me había hecho caso y lo había pagado. Tenía esa mirada, mitad de casi me corro y mitad de rencor por no haberle dejado terminar.
Sécate. Píntate los labios de forma sensual. No lo hagas para ti. Debes hacerlo para mí. Te estoy mirando desde la puerta, pero no puedes devolverme la mirada. Ni siquiera en el espejo. Luego ponte este sujetador de encaje y las medias con liguero. Sin bragas.
Le esperé en el comedor. Venía preciosa y su olor era más que sugerente. Pero no podía decirlo. Siéntate y abre bien tus piernas. Quiero comprobar si has lavado bien el coño de puta que tienes. Ábrete el coño de par en par para que entre mi lengua. Se cogió los labios con cada una de las manos y me enseñó todo su esplendor. Me arrodillé para tenerlo cerca y comencé a olerlo. Pasaba mi nariz de abajo arriba sin llegar a rozarlo. Perfecto. Muy limpio. De nuevo esa cara, pidiendo a gritos, no me dejes así.
Ponte de pie y baila para mí. Mastúrbate. Por delante y por detrás. Le acerqué un aceite lubricante para que le fuese más fácil, meter sus deditos por el culo. Parecía que le hubiera hecho durante toda su vida. Sus movimientos eran sugerentes. Ahí estaba a mi entera disposición, haciendo todo lo que yo le pedía. Sigue metiéndote los dedos que luego los meteré yo. Quiero que tu coño y tu culo estén mojadísimos. Se me estaba poniendo la polla a mil. Sacaba la lengua desafiante, como entregando toda su boca. Quería comerme esa fresa, pero me contuve.
Ponte en el sofá a cuatro patas, que quiero comprobar lo mojada que estás. Le metí la polla desde atrás. Sin piedad. Sólo le di cuatro empujones. Fuertes, Muy fuertes. Tanto que mi capullo, rozaba su útero. La tenía totalmente ensartada. La saqué antes de correrme y de nuevo vi su cara de porqué no me dejas terminar.
Has vuelto a ser mala. Te dije que no me miraras. Eché un chorro adicional de aceite en su culo y le metí dos dedos de golpe, en su agujerito, mientras le daba cachetadas. Gritaba como se la estuvieran matando. Cállate que seguro que te está gustando. Lo estás disfrutando pedazo de zorra. Sí, sí cariño, sigue que me tiene loca. Mal. Muy mal. Tú no puedes demostrar gusto. El gusto es solo para el amo. Castigada.
Le di un plátano y le ordené que se tumbara en el sofá, mientras la observaba a escasos centímetros sentado sobre la mesa de centro. Ya sabes lo que tienes que hacer. Me brindó un espectáculo. Empezó a chupar el plátano como si de la polla más hermosa se tratara. Pasó la punta por sus tetas, su vientre, su pelvis. Se lo fue introduciendo hasta que cerró sus piernas, dejándolo dentro. Su cara suplicaba correrse. No. Las putas no se corren sin el permiso del amo. Le chupé los pechos hasta llegar a su cuello. No se movía. Seguro que tenía miedo de correrse. De que se le escapara un suspiro. Pero yo tenía que castigarla, por lo que empecé a pellizcar sus pezones hasta sacar un gritito de placer.
No mi amo no me castigues. Ha sido un grito de dolor, no de placer. El dolor no está hecho para ti. Saqué el plátano de su coño totalmente chorreando. Ponte a cuatro patas, como perra que eres. Nuevamente llené su culo de aceite lubricante y le di un vibrador enorme, que también había lubricado. Empieza. Se metió sólo la punta del vibrador, por lo que le empuje la mano hacia su culo. Le estaba encantando. Ahora para. Vas a tener dos a la vez. Dejé el vibrador en su culo y le metí la polla en su encharcado coño. Al hacerlo notaba el roce de la polla de plástico, dentro su cuerpo. Ella también lo notaba. Estuvimos durante cinco minutos, cambiando las pollas de sitio, en su culo, en su coño, en su culo, en su coño, en su culo. Cada vez que cambiaba las pollas de agujero veía en su cara que se correría enseguida, por lo pasados unos minutos, saqué ambos aparatos a la vez.
Bueno de momento lo estás haciendo bien. Has conseguido no correrte. Pero el juego de ahora es al revés. Tienes quince minutos de reloj, para correrte cuatro veces. Solo utilizaras, tus dedos, los míos y/o las pollas adicionales de hoy (plátano y vibrador). Como no seas capaz, te impondré el castigo más grande.
La primera corrida fue rapidísima. Sólo bastó tocarse el clítoris. Su respiración subió. ¿Y ahora?, le pregunté. Déjame por favor, ha sido intensísimo. Te quedan doce minutos. Me miró con muy mala leche. Cogió el vibrador, sabiendo que sería incapaz de lograrlo y empezó a golpearse el coño como una auténtica posesa. Se retorcía en el sofá, se estaba pegando unos golpes que me dejaban alucinado. Ahh. Increíble, quedaban nueve minutos.
Puede que lo lograra. Se levantó a mear. Volvió deprisa. Quería superar la prueba. Su coño estaba totalmente abierto. Se echó medio bote de aceite y cogió mi mano. Le metí dos dedos. Cerró los ojos. Empecé a pajearla despacio. Quería que perdiera. Se dio cuenta. Sacó mis dedos y me agarró de la muñeca, empujando contra su entrada. Dios estaba pegándose golpes con mi puño. Abrí la mano en forma de cuenco y uno a uno se fue metiendo mis dedos en su coño hasta llegar hasta los nudillos. Se metió los cinco.
Solo faltaban tres minutos. Se sentó encima mia. De espaldas, cogió mi polla con sus bonitos dedos y se la enchufó en el culo. Botó unas cuarentas veces. Sus manos estaban en sus tetas, coño, boca. Se corrió al mismo tiempo que yo. La muy cabrona había sido capaz de hacerlo. Cuatro orgasmos en menos de un cuarto de hora
Perdí. Fue capaz de hacerlo. Mierda de apuesta. Ahora no la tengo. No pagué mi parte de la apuesta. Ella quería ser meada por tres tíos, no era preciso que fueran conocidos, y yo tenía que verlo. No lo aguanté. Se fue. Me dejo sólo. Con mi duda, ¿más puta que sumisa?