Puta e ingenua

Mi marido me vende para una sesión de dominación donde vivo el placer del dolor.

PUTA E INGENUA.

Final de "Totalmente desnuda" y "Me excita que me mires".

Vacaciones en Uruguay 3.

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" Seguro que te gusta. A mi me compró hace cuatro años y fue una experiencia inolvidable"- me musitó Carmen al oído, mientras me preparaba para tres horas de sexo con un desconocido, al que Carlos me había vendido con la aprobación de mi marido .

Los dos días anteriores, tras la primera vez que cogí con Carlos ante los ojos de Lalo, habían sido una mezcla explosiva de sexo y dulzura.

Carmen me conocía tan bien, que hacer el amor con ella , era encontrarme conmigo en un espejo con experiencia.

Su marido era un buen amante, me hacía gozar al poseerme y también en los mimos que me prodigaba cuando estábamos en la playa y en lugares públicos.

Lalo , al quedarnos solos, en el departamento, se convertía en un vicioso maravilloso, me cogía en todas las posturas , me decía esas palabras soeces que nos gusta que nos digan, cuando la pasión nos vuelve locas.

Yo , vivía en un sueño, totalmente feliz.

La estancia en el departamento tiempo compartido se había acabado, aceptamos quedarnos en casa de Carmen y Carlos el sábado noche y el domingo, saliendo el lunes a la mañana, tras cambiar los billetes del buquebús.

De una manera natural había surgido la idea de ir al Casino del Conrad, a jugar antes de la noche que se prometía movida. Iríamos las chicas, y los hombres sortearon quien nos acompañaba, mientras el otro se quedaba de canguro con los niños. Perdió mi marido.

Así que nos fuimos con el uruguayo a tomar una copa y jugar unos dólares. Carmen y yo estábamos espectaculares, con los vestidos que habíamos comprado en Punta del Este. Dos bombas, una en rosa, otra en azul, con escotes de infarto, apenas cubiertos los pezones, con la tela ciñéndonos como un guante. Toda nuestra ropa interior era una mini tanga. Las sandalias de taco alto, y colgadas del brazo de Carlos hicimos nuestra entrada en el Casino.

Jugamos a la ruleta, ni ganamos ni perdimos, eso sí nos exhibimos al poner las fichas. Se nos salían las lolas por el escote. Nos reíamos como dos niñas, a veces tomadas de la mano, besándonos para desearnos suerte, un espectáculo.

Carlos jugó al black-jack, ganó, y se fue a tomar una copa. Le vi hablar con un hombre, alto, de unos cincuenta años, elegantemente vestido con un ambos de lino azul, que nos miró impresionado. Nos saludó con la mano, y se retiró mientras el uruguayo telefoneaba con el celular.

Carmen que acababa de ganar jugando al negro, me susurró un "luego te cuento".

Nos acercamos a la barra a tomar una caipiriña, como la cenicienta empezaba a ser hora de volver a casa, donde Lalo nos esperaba.

" Elena, ese hombre , me acaba de ofrecer 3000 dólares por estar 3 horas contigo. He llamado a tu marido, y ha dicho que acepte, si puede estar él presente. Que le apetece ver lo puta que eres"

Me quedé de piedra, no me entraba en la cabeza. Alguna vez habíamos jugado a la puta y el cliente en Exedra, una confitería de Córdoba y 9 de julio, donde solían acudir mujeres hermosas a ofrecerse al mejor postor. Yo me sentaba, oía proposiciones, mi marido en otra mesa lo veía, luego venía él y nos íbamos a coger a un telo cercano. Pero ahora era distinto.

Carmen me besó, y me dijo. " Te va a encantar, yo ya lo he hecho con él. ¿ Verdad , Carlos?.¿ Podré ir yo también?"

Me volvió a besar, y empezó a convencerme, yo apenas la oía. Me salía de dentro una rabia, mezclada con excitación, que me llevó a decir.

" Si mi marido quiere una puta, va a saber lo que tiene en casa"

Carlos marchó donde el hombre jugaba al poker, hablaron y volvió con un cheque por 3000 dólares.

Mientras la española no hacía más que mimarme y susurrarme lo bien que lo pasaría. Me conocía bien, y sus palabras me iban convenciendo y creando ratones en mi mente. La que no haya fantaseado con que la compren que tire la primera piedra.

De vuelta a casa, Lalo apenas me habló, sus comentarios se refirieron a

" va a ser divertido , ver lo puta que eres", " tendrás cosas nuevas que contar" y "anda prepárate".

Porque tenía que prepararme. Carmen era la encargada, ella había tenido la experiencia antes.

Me pidió que me quedara desnuda, sólo con las sandalias de taco alto. Y me puso algo que yo no había usado nunca. Dos cinturones negros , uno ancho en la cintura, con el otro estrecho, hizo una especie de tanga, de modo que lo acomodó entre los labios de mi sexo, que abrazaron aquel cuero, y lo fijó en el que tenía sobre las caderas.

Después sacó de un cajón dos esposas y me las colocó. No molestaban , estaban forradas de una piel suave, teñida en negro, quizás de conejo.

"Anda, mírate en el espejo. ¡ chicos, venid a ver a Elenita , la esclava!"

Los comentarios de los hombres fueron elogiosos y subidos de tono.

"Falta algo"- me tapó los ojos con un pañuelo de seda negro.

Me dio un subidón de libido y miedo, no podía ver nada, estaba totalmente indefensa. Me di cuenta que estaba empapada.

" Lalo, vamos a casa del brasileño. Yo conduzco, y tu cuida de tu mujer"- dijo Carmen, poniéndome encima una capa.- "Carlos, ya te contaremos, ocúpate de los niños"

Me montaron en el coche, anduvimos una media hora. Oí el abrir de la puerta de un jardín, me bajaron , y luego se abrió otra puerta, entramos y se cerró tras nosotros.

Mi gata colorada, qué tonta y qué puta eres. Todavía recuerdo tu excitación y asombro cuando el domingo, abrazadas en la cama, tras una buena sesión de sexo, te confesé que te conocía tan bien porque te había leído. Te emocionaste, y me pediste que te contara qué opinaba de ti como escritora, como mujer, en fin un tercer grado. Consecuencia de aquello son estas historias a dos voces, que quiero acabar con esta parte de mi relato. Porque tú estás con frío, gripe A, sin apenas salir. Yo, estoy en la playa, en Almería, en un hotel nudista, sin hija, sin nieto, con marido y dispuesta a acabar con lo que se me ponga por delante, y tiempo que empleas en escribir , es tiempo que no usas para vivir, si lo puedes hacer al sol, bañándote en un agua deliciosa, y estudiando a quien te vas a follar.

Como te decía al principio eres una ingenua, y hoy te voy a contar lo que pasó aquella noche de sábado en Uruguay. Sé que te has hecho cientos de pajas pensando en lo que hiciste, considerándote una Mesalina, que habías vendido tu cuerpo, que habías vuelto loco a un hombre que había pagado por ti.

Volver, volver locos, nos volviste a tu Lalo, a mi Carlos y a mí, porque nunca hubo ningún brasileiro, nadie había pagado por ti. Fue un plan que pensamos entre los tres, para gozar de ti y poder hacer cosas que en otro caso no hubiéramos hecho. El brasileño era el inquilino que nos pagó el alquiler del apartamento en Punta que le habíamos alquilado. Carlos quedó con él en el Casino para que tú, cándida paloma, pensaras que te compraba. Nos saludaba porque me conoce, y tú a nada que te dijimos, con tu mente calenturienta pusiste lo demás. No te hiciste de rogar, enseguida aceptaste ser puta de una noche, y no me cuentes rollos de orgullo y lecciones a tu marido, es que te va la marcha, y además no se te quitaba de la cabeza que tu Lalo, iba a tener excitación por meses, niña eres muy fantasiosa, y te montas unas películas de anda y no te menees. Cuando te puse el cinturón, bien metidito entre las dos piernas por el canalillo del coño, fue una vergüenza, lo empapaste en menos de un minuto, vamos que te vi tan dispuesta que lo apreté un agujero más para que te rozara bien el clítoris.

Dimos vueltas, calentándote con nuestra conversación, muertos de risa pero sin que se nos notara, hasta que te despistamos y pudimos volver a nuestra casa, y te metimos en el garaje, no lo conocías porque nunca hemos metido el coche ahí, lo dejamos fuera. En el suelo habíamos puesto dos colchonetas para no jodernos cuando te jodiéramos. Carlos hablando portuñol, y cambiando un poco la voz, unido a tu excitación y que querías que ocurriera lo que tu mente había creado, podía dar el pego de amo exigente que tú buscabas.

"Es linda la garotiña. Carmen quítale la capa y que se luzca. Ponla este collar para que sepa que es mi perrita"

Te puse un collar al cuello, con su correa y tirando de ella, te hice dar vueltas, tú te movías como una yegua que muestran para su compra, eres muy exhibicionista, estabas deseando que la función pasara a mayores. Nuestros maridos se habían desnudado, tenían la polla en alto, totalmente excitados, así que te mandé arrodillarte ante mi chico, que tiró de la correa hasta que tu boca acertó con su falo. Te lo metió en la boca entero, yo pensé que ibas a echar la pota, pero no, lo tragaste bien. Mientras yo me desnudé, quería gozar también de una noche de locura. Te tengo que decir que tu Lalo tiene un pollón hecho para mamarlo, gordo, no muy largo , que te llena la boca, pero no te atraganta. De un tirón Carlos te separó de la presa que chupabas con deleite.

"Eu, esta putiña necesita un poco de castigo. Colgad la en esos ganchos"

Te levanté y te llevé hasta un gancho que había en una de las vigas, pasé la cadena de las esposas de modo que quedaste con los brazos estirados, apoyada en las sandalias, un espectáculo de erotismo salvaje, estabas tan excitada que los pezones estaban supererectos, eran dos pequeños dedos de niño, estirados, apuntando al cielo. Al quitarte los cinturones me quedé asombrada, una cosa es que estuvieran mojados, otra cómo estaban: totalmente empapados, como metidos en agua. Te debías de haber corrido varias veces, sólo con el roce. Te besé, tu boca estaba ansiosa, entregaste tu lengua , tus labios en el beso.

"¿ Te gusta?. Verdad "- te pregunté. Tu SSIII, fue un acto de entrega. Carlos pidió que te siguiera metiendo mano, querían un espectáculo lésbico, y se lo di. Lamí toda tu piel, gemías en un orgasmo continuo, cuando te acaricié el clítoris, tus temblores parecían tenerte al borde de la epilepsia,¡ mira que eres puta!, no tenía que esmerarme, eras una maquina de correrte. Yo echaba un ojo a los chicos, estaban que se salían, deseando agarrarnos de nuevo. El látigo que Carlos iba a usar contigo y que tu marido examinaba con curiosidad malévola, era cuero forrado en terciopelo, una joya que el vicioso de mi uruguayo había fabricado para los juegos sádicos. Escuece, duele, pero no deja marcas, sólo la carne colorada durante unas horas. Eras puro fuego, así que te dejé colgada, cogí de la mano a tu Lalo, lo senté en un sillón, y despacio poniendo una pierna a cada lado de sus muslos, descendí notando como su polla me iba entrando. Así, empaladita, y pudiendo ver el espectáculo, moviéndome con ritmo muy lento, me follaba a tu marido mientras el mío comenzaba a azotarte.

Carlos sabe usar el látigo, primero la espalda, después los muslos, luego tu culo, lo suficientemente fuerte para que te doliese, pero que fuera soportable, de modo que se mezclase el placer con el dolor. Abandonaba una zona , cuando tu carne morena pasaba al rosa. Tu marido me apretaba las tetas fuera de control, yo le sentía dentro de mi vagina , llenándome, la tiene muy gorda, los dos callados, sólo se oían tus quejidos, me recordaban a los de una gata en celo. Carlos se puso frente a ti, y siguió, los muslos, el vientre. Cuando te empezó a azotar los pechos, tu chico no pudo más, me di cuenta y le cabalgué rápido hasta que me llenó con su leche. Nos quedamos un momento parados, no queríamos perdernos la traca final, cuando te separó las piernas y de abajo hacia arriba, tu sexo sintió el castigo. Tu alarido fue un acto de consumación. Me dijiste que nunca te habías venido así, fue un apoteosis, quedaste como muerta, colgando, tus piernas apenas te sostenían. Todavía había tiempo para seguir con el juego. Soltamos la cuerda que te tenía colgada y quedaste tumbada en el suelo.

Mi marido te obligó a ponerte a cuatro patas, el pobre no aguantaba más, y restregando su capullo , ya mojado, por tus flujos, lo lubricó, y sin más te la metió por el culo. Estabas tan excitada, que ni diste un respingo, no tuvo necesidad de muchas embestidas, tirando de tu cintura para ensartarte hasta el fondo, vimos sus sacudidas al soltarte la leche. Quedó un rato parado, recuperándose, luego la sacó separándose de ti, yendo a lavársela. Tardó un buen rato, lo hizo a conciencia, tú en el suelo, con el semen mojando tus nalgas. Empecé a chupar la polla de Lalo, hasta que poco a poco volvió a estar dura, para el juego era fundamental que él estuviera cachondo y aceptase todo lo que te íbamos a hacer. Y de pronto te cagaste, la leche había actuado como un enema, y te lo hiciste. Carlos te obligó a ponerte de rodillas, sobre tus heces, y excitado te metió la polla en la boca, yo no quería perder detalle y si mamaba , no veía, así que fui a por crema y un condón, la primera me la puse en la puerta trasera, y el forro a tu marido, y a lo perro, esperé a que me la metiera en el culo. Me llenó , no me canso de repetirte que la tiene francamente gorda, disfrútala, que es una joya. Los hombres, que ya habían soltado su primera calentura, estaban empalmados, bien duros, pero tenían recorrido, éramos un lindo espectáculo los cuatro jodiendo. Estuvimos un buen rato dando que dando, primero fue Lalo el que sacó la polla del agujero, se sacó la goma, la restregó en el canal de mis nalgas hasta que mojándome soltó su carga.

La cosa iba de leche en piel, porque mi marido, la retiró de tu boca, y empezó a golpearte con el manubrio en la cara, hasta que te la llenó de leche.

Estábamos sucias, tu hecha una guarrería, yo menos pero también.

"Hay que limpiar a estas cerditas"- planteó Carlos, que se acercó al grifo donde una manguera estaba enchufada, lo solíamos usar par lavar el coche, lo abrió y me dejó que me aseara.

"Ayudadme a volver a colgarla"- nos pidió, cuando de nuevo estabas en pie, los brazos en alto, sujeta al techo, empezó a regarte como si fueras un cerdo al que se va a desollar. Tu excitación y el agua fría, hacía que tuvieras los pezones salvajemente erectos, eran como medio meñique mío, duros, parecían el pito de un niño pequeño. Entre los dos hombre hubo una mirada de complicidad, tu marido hizo un signo de asentimiento con la cabeza, y el mío habló como si fuera el señor de cielos y tierra.

" La voy a marcar para usted."- No sé que pensaste que te íbamos a hacer que comenzaste a implorar que no se te hiciera daño. Algo te iba a doler , pero yo que ya me lo había hecho, sabía que no era para tanto. Me di cuenta que me tocaba actuar a mí, cuando Carlos me puso la caja en la mano.

En un vaso de agua , eché unas gotas de sedante adormecedor, quería anestesiarte un poco y que te quedaras dormida en pocos minutos. Esperé un momento a que te empezara a hacer efecto, y sin vacilar , con un golpe seco te clavé los pendientes en los pezones. Distes un grito enorme, sabía que te había dolido, como si te hubiera dado una sacudida eléctrica. Coloqué el cierre, eran unos pendientes de perla de niña pequeña. El dolor y el sedante hicieran que cayeras en un sopor. Te descolgamos y te subimos a la cama.

Los machos estaban embravecidos, y yo los disfruté.

Al día siguiente, cuando te despertaste, yo estaba a tu lado, se habían llevado a los niños a pasear, no hacía tiempo de playa. Te besé, te asombraste cuando viste que yo me había colgado de los pezones dos aros de oro, te conté que a mi también me lo habían hecho. Te acaricié y te hice el amor, cuando acabamos, tranquilas, me confesé contigo. Te dije que sabía quien eras: Gata Colorada, que te leía, que me divertía lo que contabas, en fin te di coba, durante un rato, pensando siempre lo puta e ingenua que eres. Eso sí, no te conté nada de la mentira de la noche anterior-

Acabo esta historia, te acabo de confesar que aquella noche en que te vendieron, en realidad fue un juego de matrimonios, seguro que te vuelves a asombrar, como cuando te dije lo de TR. Un par de consejos, no dejes que se te cierren los agujeros de los pezones, ponte aretes de vez en cuando, a Lalo le excitará, y así podrás disfrutar del pedazo de polla que tiene y el otro es que lo intentes con la peruana que vive en tu edificio, eso sí no metáis a los maridos por medio, el suyo me pareció un hijo de puta celosísimo.

Nos vemos en España, cuando vengáis.

Me toca acabar a mí. Para escribir estas líneas me preparo tranquila.

Me siento desnuda ante la computadora, con los aros de oro que me ha regalado mi marido en los pezones.

Me miro en el espejo, me veo atractiva, sensual, y pienso lo BOLUDA que soy.