Puta de dieciocho años

En lo que me convertido desde el día en que me estrenaron y conocí el placer.

Era un día extremadamente caluroso, lo recuerdo bien. Los detalles, los olores, los colores están difusos en algún rincón de la mente pero la esencia sigue como si fuera ese momento, al evocar ese pasado regreso al presente, a ese presente. Mi hermano de espaldas; me acerco furtivamente con la intención de espantarle… y le miro desnudo. Está viendo abajo, hay revistas esparcidas. Me acerco a hurtadillas y observo lo que hace y entre sus manos está eso que al principio no supe que era, grande, un pedazo de carne. La observo y ojos y mente escanean el momento para siempre… así es como se forman los recuerdos.

Luego como un volcán que hace erupción, chorros de lava saltan por los aires y salpican al frente, una lava espesa color perla y quedo pasmada no se cuanto tiempo, nunca había visto a alguien masturbarse.  Mis ojos recorren cada gota, cada movimiento y mi mente trata de hacer una explicación lógica pero mis limitados conocimientos de la vida, de los humanos, de las personas, de los hombres, de los niños y de la familia no bastan para explicaciones pero cuando la mente está abstraída, el cuerpo físico a veces no funciona y observo que me observa… mi hermano me ha visto.

Que haces? Me dice intentando cubrirse una erección que era imposible de ignorar y le digo que nada, que solo estaba viendo que hacía y se acerca a mi tapándose aún y veo que su mirada, sus facciones e incluso su tono de voz dan un giro que me atrapa, me envuelve. Es normal me dice, que los hombres –si, oigo bien, me dijo hombres- tengan erecciones y le pregunto por que y me dice que es una necesidad al deseo sexual

Si algo le debo a mi familia es la sinceridad y trato que hay entre sus integrantes – solo tres, por cierto- y las inhibiciones y las mentiras no caben en este núcleo y no era raro para mi haber visto a mi hermano desnudo, no era la primera vez y no sería la última; sino lo excepcional del caso era lo que hacía con su cuerpo.

El ver su pene completamente erecto, ese pedazo de carne con el que lo veía orinar cuatro veces su tamaño original, su forma, su color oscuro, como una daga de obsidiana del cual salían disparados chorros de… cómo me había dicho? Semen? El cual tenía un olor y un sabor

Nos sentamos a la orilla de la hamaca y el me decía tócalo, no pasa nada y sin temor – el temor nace de la ignorancia – empecé a tocar esa cosa que parecía una babosa y que empezaba a lucir un poco flácido y reconocí al miembro de mi hermano y nunca lo había tocado, sentir su textura, ver su forma y olerlo – guácala, huele feo – recuerdo haberle dicho y al tenerlo entre mis dedos ví como empezaba a ponerse otra vez erecto, con el roce de mis manos

Desde entonces no he dejado de ignorar mi cuerpo, de conocerme. Después que salí de la primaria y ya en la secundaria empezaron a gustarme los chicos, tuve mi primer novio y los primeros besos y recuerdo que estaba caminando a la orilla de la playa con varios amigos y entre ellos venía mi primer novio. Tomados de la mano, gritando todos, algunos fumando y con unas viñas encima, toda la plática giraba entorno a quien te gustaba, si tu le gustas a fulano, saber que tu le gustabas a alguien te hacía sentir especial y era inevitable, las personas tienen que crecer y eso todos lo sabían, ya que empezaba a nacer en todos nosotros la atracción y el deseo sexual.

Con asombro veía que su cosa crecía entre mis manos y una risa nerviosa aparecía en mi rostro y el reía también divertido. No era necesario dar explicaciones, podía ver en su rostro la cara de éxtasis que ponía mientras tomaba entre mi mano su miembro y lo recorría de arriba abajo, despacio y tontamente le dije te gusta y sin hablar solo asintió con un movimiento de cabeza y quedó tendido de espaldas sobre el tapete mientras yo lo masturbaba con mis manos, alternado con una, me cansaba y luego la otra y al sentir que nacían gotitas y sentirlo suave y tibio entre mis manos con la punta de la lengua empecé a probar las gotitas aperladas.

Una corriente recorrió el cuerpo de mi hermano y sin decir palabra tomó mi cara y de golpe hundió mi rostro y su sexo desapareció en mi boca. No podría describir aquello, que era totalmente nuevo para mí y si, olía feo y sabía feo, pero algo en mi interior me decía que ese era un nuevo mundo, algo que yo desconocía totalmente y entraba en ello como un cuchillo sobre la mantequilla… suave, sin dolor, preciso.

Mientras mi lengua recorría de arriba abajo su sexo mi hermano me puso una mano en la cadera levantándome la falda empezó a tocarme, no como una caricia de hermanos y bien lo supe por que las sensaciones eran distintas, eran placenteras. Bajó su mano por mis piernas y empezó a recorre mis muslos y yo no dejaba de mamar esa cosa que exploraba con mi lengua, apretaba con mis manos y la hundía hasta el fondo intentando llegar a la base de golpe, sintiendo la suave piel en el paladar y mi hermano tomaba mi cabeza entre sus manos y la retenía, obligándome – sin obligar -  a comerla toda.

Sus caricias empezaron a mojarme sin darme cuenta y sus dedos recorrían mis labios vaginales y un jugo salía de mí mojando la cavidad, sus manos subieron mi vestido y apretaba mis nalgas y sus dedos se hundían en mí, haciéndome dar un gritito de placer. Eso fue todo. Me tomó el rostro y empezó a besarme como besaba a sus novias, su lengua me exploraba y yo lo único que hacía era imitar sus movimientos de lengua, sus manos apretaban, acariciaban y dando un giro, fui yo quien quedó de espaldas, mirando al techo y era el quien empezó a acariciar mis pechos que, a decir verdad, empezaron a crecer meses después y su boca, experta, se hundió debajo de mi vientre y miles de sensaciones me inundaron, mi espina dorsal se electrificó cuando hundió su lengua y atrapó mi clítoris y en ese momento nació mi primer orgasmo y nos abrazamos, nos arañamos y me levantó como si fuera una pluma –el siempre ha sido muy alto- y en un banquito me sentó y acercando su sexo, lo introdujo despacio y yo no gritaba, no reclamaba, era algo nuevo para mí.

Mi cuerpo vibraba cuando se introdujo completamente, dios mío, si que era grande! y empezó a hacerme el amor moviéndose rítmicamente mientras a mi se me salían los ojos de placer que inundaba mis sentidos. Ya no éramos hermanos, éramos dos chicos que habían dejado atrás una etapa y entrábamos a los terrenos insospechados del placer. Me recostó de vuelta en el piso y la hundió en mi mojada cavidad y le arañaba la espalda y su cuerpo desnudo y sudoroso me dejaba vibrando y entonces sucedió.

Solo recuerdo que se quedó inmóvil, no sé, una fracción de segundo, lo suficiente para que nos diéramos cuenta que algo iba a suceder y al instante nuestas voces se fundieron, dimos un grito al mismo tiempo y sentí como mis jugos me inundaban y un chorro de lava caliente me inundó por completo y  sentí desfallecer de un placer indescriptible, había llegado a las puertas del cielo y la llave estaba en el cerrojo, moviéndose todavía un poco, y que mejor descubrir el placer del sexo con mi hermano quien, a la fecha, ha seducido a mas mujeres que yo a los hombres, él ya había amado y yo era una más entre sus manos, su hermana.

Fue así como sucedió la primera vez; el resto del día pasó seguramente como entre sueños por que ya no lo recuerdo pero la esencia sigue viva y al evocarla mi mente y mi cuerpo me transportan a mi casa, a la brisa, a la playa, a esos momentos reunidos en la mesa con nuestras miradas de complicidad y los jugueteos de nuestros pies bajo la mesa; muchas veces a partir de ahí nos abandonamos al placer pero como la primera vez, ninguna será la misma.

Crecimos, pasaron los años y él sigue amando a las mujeres, yo crecí y mi cuerpo se desarrolló otorgándome la vida, como dicen los hombres, buenas carnes y disfruto del sexo sin inhibiciones, sin miedo ni temor por que para eso fuimos creados, para disfrutar la vida en este mundo y encontrar la felicidad que no está afuera, está dentro de nosotros mismos.