Puta carcelaria
Una madre divorciada deberá someterse a los deseos de un preso para proteger a su hijo, encarcelado por un asunto de drogas.
Soy una puta. Una perra calentorra, una esclava, una guarra, una completa degenerada llevada al límite de la perversión humana y . me gusta.
Pero no siempre ha sido así, hasta hace relativamente poco tiempo mi vida se desarrollaba de forma completamente de forma normal y cotidiana, con sus problemas, sus alegrías, su rutina, en fin, una vida relativamente acomodada, feliz, y tranquila.
A mis treinta y nueve años, no podía quejarme de mi aspecto físico, ya que sin hacer demasiado esfuerzo ni cuidarme demasiado, mi figura conservaba la elasticidad y la lozanía de casi una jovencita de veinte, aunque mucho mas opulenta en las curvas, con las que Dios había sido mas que generoso conmigo.
Con 1´70 de estatura, unas medidas de escándalo, 110 60 90, y mi rebelde cabellera rubia natural, la verdad es que sin falsa modestia puedo afirmar que no tenia ningún problema a la hora de encontrar compañía masculina cuando necesitaba aliviar los ardores de mi voluntaria soledad.
Desde que me divorciara, hacia mas de 15 y con un hijo de 3 años, había perdido el interés por una vida en pareja donde a menudo el macho de la especie mas tarde o mas temprano solía salirme rana.
Así que después de un par de intentos fallidos, decidí que mas me valía sola que mal acompañada y me contentaba con algún ocasional amante de una sola noche cuando los deseos de mi sexo se hacían incontenibles.
Así pues, como verán no es que fuera una imagen de virtud y pureza cristiana, ni una mojigata, pero tampoco mi vida se regía por el sexo, como ahora sucede por completo.
Pero será mejor que empiece por el principio, porque sino me temo que se harán ustedes un lío.
Mi hijo fue detenido, por pura mala suerte, ya saben, estar en el lugar equivocado en el momento menos oportuno, con una cantidad de cocaína, que sin ser demasiada, rebasaba por poco la cantidad que la ley estipula que se trata de trafico.
No voy a negar que mi hijo, desgraciadamente a sus 18 años, es consumidor más o menos habitual, como tantos miles de jóvenes de su generación, pero desde luego no es un traficante y ni siquiera es un camello. Aquella droga era para su consumo y la de sus amigos, y si llevaba esa cantidad según me confesó era porque iban a dar una fiesta y él se encargaba de comprarla.
Desgraciadamente, ya había sido detenido un par de veces por consumo, cuando aun era menor de edad, y el juez que instruyó la causa quiso dar un escarmiento y le condenó a dos años de cárcel.
Yo iba a visitarle todos los fines de semana, y empezaba el segundo mes de condena cuando empecé a notar los primeros cambios físicos en su aspecto, síntoma de que algo no marchaba demasiado bien.
Desde luego yo no había nacido ayer y sabía por las películas, documentales, y artículos sobre las cárceles que eran frecuentes las violaciones a los jóvenes reclusos mas agraciados. Y ese era el caso de mi hijo, rubio como yo, muy delgado y de apariencia frágil y dulce, lo que curiosamente le hacia muy popular entre el genero femenino, pues a pesar de su juventud yo le conocía ya mas de media docena de novias y romances.
Ahora su belleza, casi femenina, se volvía en su contra, y cuando le pregunté si se encontraba bien y si como le iban las cosas, la presión tanto tiempo reprimida pudo mas que su control y se derrumbó.
Entre lloros y sollozos me confesó que desde la primera semana de reclusión no le había quedado más opción que ofrecer su virginidad anal a su compañero de celda a cambio de protección.
Ya había visto lo que les hacían a los nuevos. Las constantes violaciones en grupo y todo tipo de perversiones.
Y como mal menor había decidido entregarse a un solo hombre que le protegiera de los demás.
Así que ahora era su novia, y era tratado como si fuera una mujer en todo momento.
Nadie le molestaba, pero todas las noches tenia que aliviar la calentura de su protector ya fuera vía anal , o de forma oral que era la mas habitual y cotidiana.
Yo quedé destrozada por tales revelaciones y aunque traté de fingir una entereza que no sentía, me dije para mi misma que debía tratar de ayudar a mi hijo de la mejor manera que pudiera en tal amargo trance.
Ilusa de mí, lo único que hice fue complicar más las cosas para ambos.
Por medio de Christian, mi hijo, organicé un bis a bis con su protector para la próxima visita y aunque mi hijo trató de disuadirme de tal idea por considerarla del todo contraproducente, yo, en mi inocencia, pensaba que fácilmente podría solucionar o aliviar sus problemas con un poco de dinero.
Así que a la semana siguiente me encontraba sentada muy envarada y nerviosa, enfundada en un elegante traje sastre gris que trataba de disimular lo mas posible mis curvas sin conseguirlo del todo, esperando conocer al rufián que se había apoderado de la voluntad y del cuerpo de mi hijo.
Pero si esperaba ver al típico delincuente mal encarado y de escasa educación, me llevé un gran desengaño.
Cuando el hombre entró en el pequeño cuartito individual separado por un cristal agujereado, su imagen no podía ser más contraria a mis expectativas.
Alto, moreno, bien peinado, de unos treinta años, de fuerte musculatura, bien afeitado y con sus ropas, modestas pero limpias.
Sus modales también parecían cultivados, pues en las pocas frases que cruzamos a modo de presentación e introducción pude apreciar su correcta dicción y una educación esmerada.
Pero cuando le hice la oferta de pagarle una gran cantidad de dinero a cambio de que siguiera protegiendo a mi hijo pero sin hacer uso de su cuerpo, de la forma más delicada y convincente que pude expresarme. Sus modales cambiaron radicálmente, su rostro se tornó de granito, y sus ojos, antaño marrones, parecían dos ascuas encendidas en fuego.
Mira, preciosa, creo que te has equivocado conmigo. No soy maricón, y mi bisexualidad se debe exclusivamente a mis necesidades dado el entorno en que me toca vivir temporalmente. Voy a aceptar tu generosa propuesta y cada mes me vas a hacer llegar 1200 euros por el sistema que ya te explicaré, pero eso solo va a ser la mitad del trato.
Si deseas que a tu hijito no le ocurra ningún desagradable percance y se convierta en la puta del pabellón, tendrás que ocupar tú su lugar.
No se si sabes que se permiten dos visitas conyugales al mes. Así que esto es lo que vas a hacer: Te inscribirás para el próximo miércoles como mi novia y vendrás a pasar la tarde conmigo. No te preocupes, haré que te lo pases bien.
No soy amigo de amenazas, así que no te contaré lo que le ocurrirá a tu hijo si no cumples con ambas partes del trato.
A mediada que iba desgranando sus palabras lenta y tranquilamente y éstas iban siendo asimiladas por mi cada mas atribulada mente, mi tez ,ya de sopor si bastante clara se fue tornando blanca como el papel como si la sangre hubiera abandonado mi rostro, pero las sorpresas no habían terminado aun para mi.
Imagino que te portarás como una buena chica y cumplirás eficientemente con tus deberes, pero como muestra de buena voluntad ahora quiero un anticipo.
Desabróchate la blusa, quítate el sujetador y déjame admirar esas blancas y bien desarrolladas tetazas, rubia.
Maquinalmente y de forma instintiva mis manos fueron a la botonadura de mi blusa y lentamente comencé a desbrocharme. Era como si mi voluntad me hubiera abandonado y estuviera en poder de aquel extraño hombre, sin duda un rufián y un delincuente, pero cuyo físico y modales desentonaban con su verdadera catadura.
Al poco, mis senos estaban al descubierto mostrándose impúdicos a ese desconocido que no apartaba la vista de ellos. Su mirada y expresión había vuelto a cambiar, ahora de pura lujuria y excitación. Con voz ronca por la emoción continuó dándome instrucciones.
Muy bien, rubia. Buena chica .. buena chica . Tienes unas tetas preciosas, magníficas, no veo el momento de acariciarlas.
Ahora . Acaríciate los pezones con las puntas de tus dedos. Así muy bien.
Mientras aquel hombre iba dándome instrucciones y le iba obedeciendo de forma instintiva casi como una autómata desprovista de voluntad propia, sorprendentemente sentí como iba excitándome a mi vez y mi cuerpo reaccionaba de forma refleja a las caricias que yo misma me estaba prodigando y también por causa de la morbosa situación, en una cárcel sometida a la voluntad de aquel desconocido.
Aunque no quería reconocerlo, estaba empezando a disfrutar irracionalmente con la situación.
- Lo estas haciendo muy bien, preciosa, ahora imprime un movimiento circular. Así muy bien. Pellízcatelos.
Mi respiración se hizo mas profunda y pesada y unos mal disimulados gemidos salieron incontroladamente de mis labios mientras continuaba obedeciendo las ordenes de aquel hombre y acariciándome cada vez mas frenéticamente ya tomando la iniciativa presa de mi propia excitación, mientras veía como aquel hombre a su vez se masajeaba el bulto de su entrepierna por encima del pantalón, que también se había hinchado de forma apreciable.
Aquella mutua masturbación duró aun por espacio de varios minutos hasta que ambos estallamos en un mutuo orgasmo casi al unísono, y cuando recuperamos nuestro ritmo de respiración habitual mi dominador dio por terminada la visita, y antes de levantarse me recordó que no olvidara nuestra próxima e inminente cita.
Cuando se marchó, yo quedé aun con las tetas al aire, sola en el pequeño habitáculo incapaz de reaccionar, tratando de asimilar que es lo que acababa de suceder y donde acababa de meterme por mi candidez e inexperiencia.
Sabía que mi placida existencia acababa de cambiar, lo que no sospechaba es que daría un giro tan brusco y acusado y que ya nada volvería a ser como antes.
Me gustará recibir sus comentarios, sugerencias, y opiniones.