Puta carcelaria (4)

Confraternizando con las celadoras.

La cola de visitantes fue avanzando lentamente a medida que una a una íbamos siendo revisadas y aptas para la visita y al cabo de una hora larga más o menos al fin me llego el turno. Tan solo quedábamos en la habitación las dos celadoras, las mismas que las de la primera vista, y yo.

Empecé a desabrocharme los botones de la chaqueta cuando una de las celadoras me interrumpió con un gesto.

  • Espera, furcia, no tan deprisa. Antes tengo algo que es necesario que leas - y me alargó un arrugado y manoseado papel doblado que yo empecé a desplegar, algo mosqueada ya por el despreciativo tono y el brusco trato con el que estaba siendo tratada.

A las celadoras del bloque E:

Os envío un regalo en forma de puta sumisa con la que podréis pasar un buen rato y hacer con ella lo que os parezca aprovechando que viene a hacerme su visita conyugal.

La reconoceréis en seguida, de modales corteses y educados, algo modosa al principio, será la única cuarentona explosiva, rubia, de grandes tetas y culo respingón.

Espero que este sea el comienzo de una buena amistad y de una fructífera relación para ambos.

No reprimáis vuestros instintos, por más sádicos o depravados que sean, enseguida os daréis cuenta de que la palabra: ¡NO! no existe en su vocabulario y se plegará a todos vuestros deseos y caprichos.

Que la disfrutéis.

Atentamente, El Falo.

La letra era sin duda de Falo, pues era idéntica a la de la nota que acompañaba a las dos fotos que recibí hacía unos días, y su significado era inequívoco.

Me había vendido a esa pareja de lesbianas a cambio de conseguir ciertos privilegios o favores y yo desgraciadamente no estaba en situación de negarme a nada, como él ya sabía muy bien.

Con mi ya de por si pálido rostro, todavía mas lívido por la sorpresa, le alargué el trozo de papel a la celadora que tenía mas cerca, quien mientras se lo guardaba en uno de los bolsillos de su severo traje gris de carcelera, no perdió el tiempo y acercando su cara a la mía me propinó el mas morboso, sucio, y desagradable morreo que me habían dado en toda mi vida hasta la fecha.

Jamás me había besado antes ninguna mujer en la boca y nunca pensé que llegaría a ocurrir. No soy lesbiana, ni bisexual, y nunca había sentido la mas mínima atracción por mi mismo sexo, pero todo eso como otras muchas cosas de mi vida estaba a punto de cambiar inexorablemente.

Cuando terminó de saborear mi boca a placer durante unos interminables minutos que se me hicieron eternos, se separó unos palmos de mí y me ordenó.

  • Ahora si es el momento de que te desnudes, cerda. Aunque por lo que se puede apreciar tampoco es mucha ropa la que llevas encima. Vistes como una puta elegante, pero puta al fin y al cabo.

Y mientras empezaba a quitarme la ropa, prenda a prenda, lenta y completamente avergonzada, no pude por menos que pensar que ella tenia toda la razón, ya que me había vestido lo mas provocativa y sexi posible, con el fin de agradar a Falo y que no siguiera desfogando sus insaciables instintos en mi hijo.

Cuando la última de las prendas cayó en el suelo, dejándome totalmente desnuda a excepción de los zapatos de tacón alto que me daban una apariencia de puta, me sentí más indefensa y entregada que nunca e inexplicablemente comencé a sentir un creciente calor germinando en mi coño.

  • Mira Jacqueline, comento riendo una de las celadoras, Falo tenía razón, es toda una zorra degenerada de lo más cerda. Ni siquiera lleva ropa interior y mira como tiene el coño, completamente rasurado.

  • Si, tienes razón, Karina- dijo la otra. Y mira también como se le esta humedeciendo. Parece que la muy puerca esta disfrutando con la situación.

No era cierto, me sentía avergonzada y temerosa de lo que iba a suceder irremediablemente, pero mi cuerpo parecía tener vida propia y reaccionaba con total autonomía liberando mi más primario instinto animal.

En pocos instantes ambas celadoras se quitaron la ropa quedando tan desnudas como yo, y una de ellas me puso unas esposas por detrás de la espalda dejándome mas indefensa y expuesta todavía.

Mientras la otra de un seco tirón a mi pelo me hizo ponerme de rodillas y de inmediato acerco mi cara a su coño mientras abría las piernas y rápidamente pude inhalar un penetrante olor a coño de hembra ansioso y listo para ser disfrutado.

  • No te hagas la tonta, sabes muy bien lo que tienes que hacer, así que abre esa boca de mamona y empieza a comerme el coño, marrana. Esta muy rico, mas sabroso que un pastel de fresa, ja ja ja ja- estalló en una cruel carcajada, riéndose de su propia ocurrencia.

Como no acababa de decidirme y estaba retrasando lo irremediable, la otra celadora decidió estimularme a que empezara con mi desagradable tarea.

De pronto sentí un penetrante escozor en mi desnudo trasero, seguido de un agudo dolor que iba creciendo a media que pasaban los segundos.

La maldita sádica acababa de propinarme un azote dado con todas sus fuerzas con su cinturón de cuero.

Instintivamente giré mi cabeza y pude ver como un gran surco rojizo acababa de aparecer resaltando en la blanca palidez de mi culo.

¡Plassss! ¡Zass! – La otra celadora al ver que separaba mi boca de su coño me cruzó la cara con dos secos bofetones.

  • Venga, perra. No te hagas la remolona, estoy empezando a perder la paciencia, y te aseguro que no te gustará verme enfadada.

Era inútil retrasar mas lo inevitable y dado que nada podía hacer, decidí acabar con mas innecesarios sufrimientos y abriendo mi boca saque la lengua y venciendo mi repugnancia empecé a chupar y lamer aquel coño peludo y con un ligero olor a sudor, que le daba un sabor acre y ligeramente acido y dulzón, y me entregué tan frenéticamente que no pude evitar que algunos pelos se le desprendieran y fueran a parar a mi boca, y atada como estaba no tuve mas remedio que tragármelos con el consiguiente asco por mi parte.

Pero no conseguí nada, pues la otra celadora parece que le cogió el gusto a azotarme, y durante todo el tiempo que estuve lamiéndole el coño a su compañera que ya empezaba a manar y destilar jugos como si fuera una fuente publica, estuvo azotándome sin piedad mi pobre y sensible culito, dejándomelo de un color rojo violáceo como si fuera un tomate maduro.

Mis constantes gritos y quejidos quedaban considerablemente apagados por su propio coño y a cada nuevo azote yo daba un respingo que le transmitía a Karina por el cercano contacto, lo que hacia que le procurase mas placer todavía.

Y después de un rato que a mi pareció interminable acabo corriéndose entre gritos dentro de mi boca, y unas gotas de orina salieron incontroladas hiendo a parar a mi todavía abierta boca, con lo cual no tuve mas remedio que tragármelas, con el consiguiente disgusto por mi parte, ya que el sabor y la sensación no podían ser mas desagradables ¿o si?

No me dieron tiempo a recuperarme y rápidamente intercambiaron posiciones.

Pude comprobar que el coño de Jacqueline tenía un olor y un sabor diferente, más suave y más agradable, por decirlo de alguna manera.

Además tenía los pelos del coño mas cuidados, sin duda se lo repasaba frecuentemente, aunque eso no hizo que mi tarea fuera más placentera, pues mientras de nuevo le comía el coño con frenesí tratando de contentarlas y que dejaran de hacerme daño, fue inútil.

Karina tomo el relevo con los latigazos, y como mi culo ya estaba demasiado castigado, decidió azotarme en la espalda, con lo cual el dolor era todavía más insoportable.

Llegue a la conclusión de que hiciera lo que hiciera no escaparía del castigo físico al que estaba siendo sometida.

Sin duda me encontraba ante dos sádicas, degeneradas y lesbianas, que disfrutaban haciéndome sufrir, así que me resigné con fatalismo a padecer cualquier sevicia y suplicio que se les pasara por la mente.

Al cabo de un rato, Jacqueline se corrió al igual que su compañera en mi boca y tuve que tragarme todos sus fluidos, y por fin los azotes dejaron de caer sobre mi maltratado cuerpo.

Tenía la espalda y el trasero como un mapa mundi, surcado y atravesado por decenas de surcos y arañazos de diversas tonalidades, desde el rojo mas intenso al morado mas profundo.

Aun estaba de rodillas y sentía que mis fuerzas estaban al límite.

De hecho tuvieron que levantarme entre las dos pues yo era incapaz de hacerlo, y más sin poder utilizar las manos que aun permanecían esposadas a mi espalda.

Afortunadamente parecía que mi suplicio había terminado, al menos en su primera parte.

Ambas habían quedado convenientemente saciadas, y cogiéndome y sujetándome cada una por un brazo me sacaron de la habitación, desnuda como estaba, y me llevaron por un largo pasillo que llevaba a las habitaciones preparadas para las vistas conyugales.

Afortunadamente estaban muy cerca de la sala de inspección y no nos cruzamos con ninguna persona, pues era muy humillante para mí andar completamente desnuda y tratada peor que una delincuente común, entre aquellas dos amazonas que me llevaban casi a rastras a mi próximo destino.

Después de dejar atrás varias puertas nos detuvimos delante de una, sin duda donde se encontraba esperando impaciente Falo.

Karina metió la llave en la cerradura y una vez se abrió la puerta, de un seco empujón me hicieron entrar, aun con las esposas ciñendo mis muñecas. O se habían olvidado de ellas, o deliberadamente me entregaban de esta manera a mi dueño, para que él fuera consciente de que su regalo había sido aceptado, y que habían dado buena cuenta de mi indefensa persona.

Al verme aparecer con ese aspecto, desnuda, esposada, con el cuerpo surcado de latigazos y todo el maquillaje de la cara corrido y chorretoso por mis constantes lagrimas y lloros de dolor, Falo tuvo su primera reacción humana para conmigo desde que lo conocí y la expresión de su rostro se tornó casi humana.

  • ¡Dios santo! ¿pero que han hecho contigo esas malditas sádicas?

  • Lamento que se hayan ensañado contigo de esa manera, rubia, pero me conviene estar en buenas relaciones con ese par de zorras.

  • Me temo que tendrás que acostumbrarte a sus delicados tratamientos porque a partir de ahora cada vez que me visites vas a tener que someterte previamente a sus atenciones.

Pero su compasión le duró poco tiempo. Enseguida el Falo que yo conocía, duro, cínico y sin escrúpulos volvió a aflorar en la superficie.

  • De todas maneras será mejor que te hagas a la idea. Al fin y al cabo, las putas como tu deben asimilar cual es su sitio en la vida y su condición servil. Y tu estas ahora dedicada enteramente procurarme el máximo de placer y beneficio que pueda extraerte mientras me seas útil de alguna manera. Luego…. Ya veremos

  • Y ahora arrodíllate y hazme una buena mamada como sabes que me gusta que me hagas.

  • Si te portas bien dejaré que te bebas mi suculenta lechita, ja ja ja ja - carcajeó cínicamente tal y como me tenía acostumbrada.

Naturalmente yo agaché la cabeza en actitud sumisa, abrí la boca de par en par, y a los pocos instantes estaba de nuevo saboreando y lamiendo el erecto trozo de carne de quien poco a poco se estaba convirtiendo en mi Amo, señor, y dueño de mi destino.