Puta carcelaria (3)

Revelaciones.

Como iba diciendo, aun estaba tratando de asimilar la inesperada irrupción en la habitación por parte de Falo, cuando éste tomando el mando de la situación como estaba acostumbrado a hacer en todo momento, me dijo que se alegraba mucho de verme y prosiguió con mucha malicia comentándome si no le había echado un poquito de menos.

  • Pues yo si he pensado mucho contigo, corazón. No me lo había pasado tan bien desde hacia muchos meses.

  • Tanto que no he querido esperar hasta la semana próxima para nuestro próximo encuentro.

  • Por cierto, espero que me hayas obedecido y te hayas depilado el coño. ¿Por qué no me lo enseñas?

Aun sorprendida por la sorpresa e incapaz de negarle nada a aquel hombre que se había apoderado de mi voluntad, me levanté del asiento como una autómata, me subí con lentitud la falda por encima de la cintura, y mientras me la sujetaba con una mano, con la otra me bajé las bragas hasta por debajo de las rodillas.

Afortunadamente lo primero que había hecho después de mi primera visita conyugal a la prisión había sido darme un baño durante el cual me había depilado completamente el coño, mientras pensaba en mi dominador y me masturbaba recordando las humillaciones recibidas por él.

Por su cara de satisfacción comprobé que se sentía satisfecho de que le hubiera obedecido tan rápidamente, pero en vez de felicitarme o darme cualquier palabra de apoyo, ante la incrédula mirada de mi hijo que no podía creerse ver a su madre enseñándole el coño a un extraño con tanta sumisión, docilidad, y falta de vergüenza, lo que me dijo fue:

  • Creí haberte ordenado que no volvieras a usar ropa interior, puta desobediente. Veo que voy a tener que educarte como a una niña malcriada. Este es el primer error que cometes conmigo. Y espero que sea también el último. No quieras pensar en lo que seria capaz de hacerte como me desafíes.

No se si fue el autoritario tono o la frialdad con que pronunció sus palabras ,pero el caso es que me vi contestándole casi entre tartamudos con el máximo respeto del que era capaz, y de forma instintiva empecé a hablarle de usted, tal como haría con mi jefe o con alguien a quien considerara por encima en el escalafón.

  • Yo…. Lo siento mucho, señor. Pero la verdad es que no esperaba encontrármelo hoy aquí, y ese es el motivo por el que llevo las bragas puestas.

  • Le aseguro que no se volverá a repetir, y le ruego que acepte mis más humildes excusas.

No me contestó, en cambio se dirigió a mi hijo, quien estaba a su lado muy rígido y envarado, sin duda mas incomodo que yo misma con la situación.

  • ¿Has visto lo puta y lo degenerada que te ha salido tu madre, chaval?. Pues no veas los gritos que daba el otro día cuando le estaba dando por el culo. Solo de recordarlo se me esta poniendo muuuy dura. ¿Por qué no haces algo para remediarlo y que así vea tu mamá la putita en la que tu también te estas convirtiendo?

Y pasándole una mano por detrás de la nuca lo empujó suavemente pero con firmeza hacia su abultada entrepierna mientras Christian dócilmente se dejó llevar hasta que su boca quedo muy cerca de su paquete.

Entonces con una mano le abrió la bragueta y cuando la polla salió erguida y erecta, sin dudarlo un segundo la engulló con delicadeza y empezó a chuparla y lamerla como si le fuera la vida en ello.

El ver a mi hijo, un joven sano, normal en todos los sentidos, y heterosexual, chupándole la polla a aquel hombre con tanta fruición como si se tratara del más delicioso helado hizo que mi recién descubierto y mas depravado instinto afluyera a la superficie.

Y así como estaba, de pie con las piernas abiertas, las bragas por debajo de las rodillas, y sujetándome las faldas por encima de la cadera, bajé la mano que me quedaba libre a mi hipersensible y mas que humedecido coño y empecé a masturbarme como si la vida me fuera en ello.

Falo, mientras tanto, no me quitaba ojos de encima, y su mirada, penetrante y febril, taladraba mis ojos como si quisiera hipnotizarme o absorber mi alma.

Durante unos pocos minutos el más absoluto silencio reinó en la habitación solo interrumpido ocasionalmente por mis gemidos y las pesadas respiraciones de los dos hombres de mi vida.

Hasta que Falo dando un contenido gemido se corrió en la boca de mi hijo, quien acostumbrado como estaba a mamársela con frecuencia, no hizo ningún gesto o movimiento por apartar la cabeza y se tragó toda su leche sin pestañear.

Era tan pervertida y depravada esta imagen que mi propio orgasmo subió como un surtidor entre mis piernas y entre gritos mal contenidos yo también me corrí como una perra, sin ningún sentido de la vergüenza o de la moral.

Había aceptado ya que pertenecía a aquel extraño y magnético hombre y aceptaba con resignación y anhelo mal contenido todo cuanto quisiera ofrecerme.

Aun estaba reponiéndome de mi orgasmo cuando Falo se levantó de improviso y de dos largas zancadas se dirigió a la puerta.

  • Ahora os dejo solos, familia. Seguro que tenéis mucho que contaros y no quisiera interferir en vuestras confidencias. Pasarlo bien – dijo finalmente como cínica despedida.

En cierto modo si que teníamos mucho que decir, contar, y confesar, pero estábamos demasiado avergonzados de nuestra mutua conducta, aunque mas que de eso, de que el otro supiera de nuestros depravados actos.

Así que tras unos tensos momentos de silencio en los que solo permanecimos mirándonos fijamente con tristeza y embarazo, sin saber como empezar a comunicarnos ni que palabras emplear, me levanté lentamente y tras decirle a mi hijo que volvería el fin de semana siguiente, como siempre hacía, me marché a casa, sintiéndome culpable como si el mundo pesara sobre mis espaldas.

Pero las sorpresas aun no habían terminado. Al cabo de tres días, recibí una carta por correo en la que se adjuntaba un par de fotografías sacadas con una cámara Polaroid.

Las fotos eran de mi hijo y estaban, naturalmente, sacadas en la celda.

En una de ellas estaba completamente desnudo y a cuatro patas como un perro, mientras un hombre de musculoso cuerpo, que identifiqué como el de Falo aunque no salía su cabeza, le estaba penetrando con frenesí su suave y casi infantil trasero.

Su ano se veía monstruosamente dilatado, pues la pose era deliberadamente de espaldas para que yo pudiera apreciar con todo detalle su sodomización. Sin embargo le habían ordenado a Chris que girara el cuello y mirara a cámara pues también se apreciaba sin esfuerzo la expresión de dolor y éxtasis a un mismo tiempo que estaba experimentando en esos momentos.

Pero lo que mas me impactó era el pequeño anillo que llevaba incrustado atravesando su tabique nasal dándole una apariencia animal, similar a un toro de granja.

La otra fotografía era mas explicita y cruel si cabe. Era un primer plano del rostro de mi hijo con la cara totalmente recubierta de semen, sin duda se habían corrido en él mas de un preso, y donde se apreciaba con todo detalle el implante nasal al que había sido sometido y que sin duda le había causado un gran dolor a la hora de ponérselo.

La nota era muy breve aunque suficientemente explicita:

¿Me echas de menos, cariño?

Te envío estas fotos para que compruebes por ti misma el castigo que sufrió tu hijo por tu desobediencia al llevar puesta tu ropa interior contraviniendo mis deseos.

Esto te demostrará que mis ordenes no pueden tomarse a la ligera y que si quieres que a tu hijito no le pasen cosas mas desagradables (te aseguro que esto no es nada), debes aceptar tu condición. Ya no eres una mujer libre, me perteneces completamente, en cuerpo y alma. Aunque sea yo el encarcelado, tu propia cárcel no es sino una extensión de mi voluntad. Ahora eres mi esclava, mi perra, mi objeto sin voluntad ni criterio, y puedo hacer contigo lo que me apetezca sin darte la más mínima explicación.

Uno de mis compañeros de celda es un experto tatuador y…¿a que no sabías que se pueden poner piercings en las partes mas insólitas del cuerpo?

Pues si, mi díscola zorrita. Se pueden poner en la lengua, los pezones, el escroto, el ombligo, y hasta en el mismo prepucio si se sabe hacer bien.

¿Te imaginas a tu Christian con la polla bien agujereada y con una gran anilla atravesando su capullo?.

Pues si lo quieres evitar ya sabes lo que tienes que hacer.

A la más mínima y nueva desobediencia y dejará de ser una mera imagen abstracta para convertirse en realidad.

Con mis mejores deseos, Falo.

Ya cuento los días que faltan para tu nueva visita conyugal.

Con manos temblorosas deje la nota sobre la mesa, aunque no podía apartar la mirada de las dos crueles y morbosas fotos de mi pobre hijo, utilizado como una puta de cuartel.

Desde luego la nota había surtido su efecto.

Con Falo no se jugaba como podía comprobar.

Inmediatamente en un acto reflejo e irracional me quité las bragas y el sujetador que llevaba puestos.

Aunque él no pudiera comprobarlo, me hice la promesa de no volver a usarlos nunca más. No podía correr el riesgo de olvidarme algún día y que mi hijo sufriera las consecuencias.

Y me dije a mi misma que a partir de ese momento escucharía las instrucciones y deseos de Falo con toda mi atención.

Y si él quería que fuera su perra mas entregada, rastrera, miserable y pervertida, en eso estaba dispuesta a convertirme.

Era un juego peligroso en el que me había metido. Un juego donde no era posible volver marcha atrás.

Así que cuando llego el día de la visita conyugal, yo me encontraba en la cola compuesta por una treintena de mujeres que como yo iban a visitar a sus maridos y novios del bloque E, vistiendo como pensaba que más le agradaría a mi Amo.

Una corta falda y una blusa muy escotada y semitransparente cubierta tan solo por una fina chaquetilla que dejaba que mis colmados senos y mis excitados pezones se marcaran con toda claridad, y unos zapatos descubiertos de tacón alto, por supuesto, sin bragas y con el coño perfectamente depilado.

Pero cuando me llegó el turno para la consabida inspección, una de las celadoras, para mi sorpresa me indicó con muy poca cortesía y modales bastantes bruscos y groseros que me pusiera al final de la fila. Fue algo así como:

  • Tu no, rubia. Ponte al final de la cola que a ti te tenemos preparada la inspección especial.- y mientras me empujaba suavemente pero con firmeza hacia atrás, con disimulo una de sus manos rozó procazmente uno de mis senos, con un gesto inequívocamente sexual e indecente.

Quedé muy sorprendida y perpleja, pero incauta de mi no le di mayor importancia.

Aunque no había oído hablar de las inspecciones especiales, deduje que de vez en cuando elegirían al azar a una visitante para hacer una inspección más exhaustiva.

Hoy recuerdo con cierta nostalgia lo ingenua y crédula que era por aquel entonces, y rememoro el largo camino recorrido y cuanto he aprendido hasta la fecha sobre el comportamiento humano y sus mas pervertidos y degenerados instintos.

Pero estaba contando lo que pasó el día de la inspección…..

Agradezco la calurosa acogida que de momento esta teniendo esta serie de relatos.

Me encanta que los lectores den sus opiniones y sus críticas, algunas buenas, otras no tanto, pero todas muy constructivas y estimulantes.

Muchas gracias.