Puta! (5)
La doctora Koontz, sabe que en su nuevo estado de Perra-Jessica no puede compartir la vida junto a su hija. Por lo tanto debe tomar una difícil pero excitante decisión. Aviso: Dado que hace muchos meses que no continuaba este relato, recomiendo leer (o releer) las 4 partes anteriores.
Puta (5)
por Hypnoman
La doctora Koontz, sabe que en su nuevo estado de Perra-Jessica no puede compartir la vida junto a su hija. Por lo tanto debe tomar una difícil pero excitante decisión.
Aviso: Dado que hace muchos meses que no continuaba este relato, recomiendo leer (o releer) las 4 partes anteriores.
Camino al aeropuerto, las cuatro mujeres se encontraban en el auto particular de la Doctora Belle Simon. Ella misma manejaba y en el asiento de al lado se encontraba la Sirviente-Claude, ya repuesta de otra marátonica sesión de Autosatisfacción que sin embargo había dejado como huella en su cara un rictus de relajamiento. Es que aún estaban calientes los orificios por donde habían entrado y salido consoladores que hubiesen causado pánico a las demás personas por su tamaño, grosor y textura.
En el asiento trasero viajaban las sirvientes Vilma y Virginia. Hace unos días las tres amigas eran tres jóvenes en busca de diversión, más aún si esa diversión tenía la forma del sexo opuesto. Ahora las cosas estaban un poco cambiadas. Por la mente de Claude, no pasaban otras imágenes que no fueran las de consoladores o vibradores, por supuesto cuando no estaba cumpliendo órdenes. Vilma, en el asiento trasero, hubiese jurado que había nacido lesbiana, le encantaban las mujeres y sobre todo aquellas que poseían el don de dominar. No podía resistirse a ser dominada ya que la sumisión era su característica principal. Y siempre había sentido una atracción especial hacia su amiga Virginia. Era tan dominante, tan Señora, que cualquier cosa que ella le dijese para Vilma era un mandamiento religioso. Claro, hasta que Claude le había presentado a la Diosa que guiaría sus pasos por el resto de su vida: a la doctora Belle Simon, su Ama y Señora Absoluta, la dueña de sus horas y de sus días. Pero su Ama Belle había sido muy buena y le había dejado seguir siendo la sumisa de Virginia, más aún, la mascota de Virginia. Desde hacía unas horas ella necesitaba comportarse como una perrita sumisa, fiel, obediente y cariñosa de Virginia. Eso le daba placer, mucho placer y la mantenía constantemente humedecida. Por tal motivo se encontraba con su cabeza sobre el hombro de Virginia, restregando su cara de arriba a abajo por los brazos de su Amiga-Ama-Dueña, como hace un perrito para lograr captar la atención de su dueño. Además, desde que habían salido que Vilma no dejaba de lamer la mano de Virginia. Le resultaba tan agradable su aroma, su sabor. Le provocaba una sensación de bienestar y a su vez era una manera de demostrarle cariño y fidelidad a su Dueña.
Mientras manejaba, Belle observaba la escena por el espejo retrovisor. Estaba confiada. Todo parecía estar marchando bien. Sus tres últimas capturas se encontraban allí y si bien hacía poco que habían sido programadas con modos de vida y comportamiento absolútamente diferentes a los que utilizaban en su vida normal, parecían estar reaccionando con total normalidad a sus nuevos carácteres, a sus nuevos gustos, a sus nuevos "vicios". De las tres, la más "adoctrinada" era Claude. Había pegado muy fuerte en su mente la programación recibida. Y era toda una bendición ya que era a la que más utilidad le daría. Las otras dos chicas eran un complemento necesario, pero en algún momento iba a tener que liberarse de ellas. No tenía sentido mantener en la organización a gente que no tuviese una misión específica. Pero ahora era el momento de ellas y para que la cosa saliese bien tenían que estar bien entrenadas. Belle Simon volvió a mirar el espejo retrovisor hasta que ambas chicas la observaron. Y entonces:
- Sirviente Vilma, Sirviente Virginia. Ejecuten Programa Amor Lésbico.
Ambas muchachas parecieron paralizarse por apenas un par de segundos. El tiempo suficiente como para que la orden fuese procesada por el cerebro y el conjunto de instrucciones del programa se convierta en la voluntad de ambas mujeres.
La Mascota-Vilma se deslizó sobre el asiento y se colocó, en cuatro patas, sobre el piso del automovil, entre las piernas de su Dueña-Virginia. Comenzó acariciándole los tobillos, mientras sus manos se deslizaban hacia arriba en busca de sus pantorrillas, sus rodillas y la parte interna de sus muslos, acariciando ya dentro de sus faldas. Al llegar a sus bragas hizo una ligera presión hacia afuera, una señal para que la Dueña-Virginia abriese un poco más sus piernas, cosa que ésta hizo inmediatamente. La mano de la Mascota-Vilma llegó hasta su coño, todavía semicubierto por las bragas, recorriéndolo y descubriendo su humedad creciente, cosa que despertó en la Mascota un deseo enorme de lamer, de secar ese coñito humedecido por su acción. Decidió reprimir momentáneamente ese deseo y comenzó a frotar más intensamente la zona, hasta que con un dedo apartó las bragas y dejó al descubierto una conchita roja, excitada, expuesta totalmente debido a la depilación a la que se había sometido antes de iniciar el viaje. La boca de la Mascota se llenó de saliva. El placer y las ganas de comerse ese coño eran incontrolables. Alzó su vista y buscó la mirada de su Dueña. Se dio cuenta que estaba muy cachonda, muy excitada, dispuesta a dejarse hacer de todo, y entonces no lo pensó más y su lengua no se hizo esperar. Apartó los labios vaginales con los dedos y le dio una primera lamida que casi la hace correrse. Luego vinieron uno y otro mientras los dedos que habían servido para despejar el camino comenzaban a penetrarla, primero uno, luego otro, masturbándola sin parar. La Dueña se corrió en la boca de su Mascota. Virginia tuvo un orgasmo inusual frente al rostro de Vilma.
Belle Simon observó como pudo la escena, mientras manejaba y consideró que era el momento de profundizar el acto sexual. Sin dejar de ser sádica, ni siquiera por unos instantes. buscó la mirada de su acompañante, la Sirviente Claude y le ordenó.
- Abre la gaveta y toma lo que hay allí dentro.
Claude obedeció sin vacilar. Pero su mirada se congeló y su mente se obnubiló cuando abrió la gaveta del auto y descubrió lo que tenía frente a sí. Eran dos consoladores. Quizás no del tamaño de los que ya usaba Claude, pero uno era un consolador muy prominente, muy tentador, largo y gordo, mientras que el otro era más pequeño, . Si por unos instantes creyó que era algo que su Ama estaba preparando para ella, ese deseo se desvaneció de inmediato cuando, con los consoladores en la mano miró a los ojos a su Ama esperando la próxima orden.
- Lo siento Sirviente-Claude. Todavía no es tu momento, además has tenido suficiente por hoy. Realmente eres insaciable. Pásaselos a la Mascota Vilma.
Claude bajó la mirada avergonzada. Sentía que había abusado de la bondad de su Ama. Timidamente estiró su brazo hacia atrás, sin mirar, hasta que sintió que le quitaban los consoladores de su mano. Volvió a colocar la vista al frente y se mantuvo ajena a todo lo que estaba ocurriendo.
La Mascota Vilma tomó el consolador largo y lo fue deslizando, lentamente, dentro del coño ya dilatado de su Dueña y el otro, más pequeño, fue a parar, también con mucho cuidado dentro del culo de Virginia. Esta tuvo que hacer un pequeño movimiento con sus caderas para permitir la introducción anal del artefacto y cuando lo tuvo en posición, volvió a apoyar sus nalgas sobre el asiento mullido del automovil, permitiendo la introducción total del consolador en su culo, lo que le hizo escapar un gemido de placer y dolor placentero que fue claramente escuchado por Belle y más aún por Claude que sintió como se mojaban sus bragas de solo pensar en la satisfacción que estaba recibiendo su amiga.
Vilma comenzó a masturbar a Virginia con el consolador vagianl a intensidad variable mientras la propia Virginia movía sus caderas hacia arriba y hacia abajo para sentir el efecto de su consolador anal. Como buena Mascota Sumisa, Vilma ya había experimentado varios orgasmos ya que gozaba con el goce de su Dueña. Mientras tanto, los orgasmos de Virginia no se hicieron esperar y al cabo de unos instantes el automovil se inundó de gemidos de placer. Belle sintió que ella misma se estaba humedeciendo y decidió prender la radio del automovil para acallar ese concierto de excitación. Miró de reojo a Claude, a su lado, y observó como se estaba masturbando con cuatro dedos. Se río y la dejó. Muchas veces la mente humana es mucho más poderosa que cualquier programación y si bien no tenía permitido masturbarse sin su consentimiento, Belle imaginó el grado de lujuria al que había llegado la mente de Claude y lo pasó por alto.
Cinco minutos después, la Dueña Virginia se encontraba desfallecida de placer, durmiendo en el asiento del automovil mientras su Mascota Vilma limpiaba con su lengua todo resto de flujo vaginal, sudor y otros líquidos producto del sexo mantenido entre ambas. Por la radio del automóvil pasaban una música lenta, que ayudaba a relajar la mente de la doctora Belle Simon, más aún en esos momentos en que el tráfico se había atascado un poco, producto de la cercanía del aeropuerto y de los controles de seguridad que realizaban a cada uno de los automóviles que ingresaba al mismo.
La canción terminó y dejó espacio a la tanda publicitaria. Las cuatro ocupantes del vehículo tenían la mente puesta en cosas diferentes. Por ese motivo no prestaron demasiada atención a la voz de la locutora cuando daba paso a una publicidad de un movimiento feminista que arengaba a favor de la liberación femenina, diciendo:
- ¡Tú eres una PERRA! ¡Tu - Eres - Una - Perra!. ¡Por cierto, todas las mujeres somos perras! Por supuesto. Tenemos que serlo. En un mundo lleno de hombres poco fiables, las mujeres necesitamos ser perras. ¿Eres lesbiana? ¿Te gustan sexualmente las mujeres? ¿La sociedad no acepta que tengas relaciones con otras mujeres? ¿Tienes algún problema con eso? Pues no es mi problema. La sociedad toda está equivocada. Es la sociedad la que nos ha mentido, la que nos ha forzado a actuar, a pensar, de un modo que no es realmente el que nosotras queremos. Necesitamos despertarnos y rebelarnos al modo en que la sociedad nos ha forzado a pensar. Esto es una verdad absoluta. Pero si tú no estás de acuerdo con esto, perra, lo mejor es conseguirte un buen perro y darte cuenta que tu objetivo en la vida, la razón de tu existencia es servirlo. Concentrarte pura y exclusivamente en sus necesidades. Todas la mujeres, educadas bajo estas normas machistas, en realidad quieren estar a los pies de un macho. Servirlo por encima de todo lo demás. Nada te hace sentir mejor que eso. Es todo lo que necesitas. Es el lugar al que te hacen pertenecer. Ya sabes, si no quieres liberarte, lo mejor .un buen PERRO.
Algo en ese aviso llamó la atención de Belle Simon. La palabra PERRA últimamente estaba relacionada a Jessica Koontz. Los últimos días los pensamientos de Belle estaban focalizados en intentar resolver el enigma que se tejía alrededor de Jessica. ¿Por qué no había acatado las órdenes del Hypno-Teléfono? ¿Por qué había cambiado su condición de heterosexual a lesbiana? ¿Por qué había comenzado a tener actitudes zoofílicas, hasta el límite de la exageración? ¿Cómo había hecho para reclutar adherentes a ese comportamiento?
Además, ese aviso le resultaba familiar. Lo había escuchado en algún momento, no hace mucho. Había frases sueltas que le resultaban muy familiares. ¿Por qué había algo en su mente que intentaba relacionar el aviso con la doctora Koontz? Belle Simon siempre había confiado en su instinto, en ese sexto sentido que siempre la había ayudado. Debía pensar, aprovechar el viaje para pensar y, con suerte, llegaría a Chicago con las cosas mucho más claras.
En el avión la doctora Belle Simon tenía como acompañante a Claude y en el asiento de atrás, sin dejar de hacerse ni por un instante arrumacos amorosos, se encontraban Virginia y Vilma. La Dueña Virginia acariciaba la nuca y la espalda de su Mascota Vilma, como quien acaricia el lomo de su animal doméstico. Belle tenía los aurículares puestos y escuchaba las emisoras de radio con la intención de volver a oir ese anuncio publicitario que tanto había despertado su interés y que por algún motivo tenía un hilo conductor hacia el caso de la doctora Jessica Koontz. Habían pasado casi más de media hora y la búsqueda era infructuosa. El espectáculo que habían montado sus dos Sirvientes en el asiento de atrás de su auto la había calentado un poco y estaba a punto de llevarse a Claude hacia alguna parte privada del avión para poder descargar algo de líbido, cuando escucho la voz de la locutora que, nuevamente, daba paso al aviso de la agrupación feminista. Preparó la tecla de grabación de su walk-man y comenzó a escuchar atentamente:
- ¡Tú eres una PERRA! ¡Tu - Eres - Una - Perra!. ¡Por cierto, todas las mujeres somos perras! Por supuesto. Tenemos que serlo. En un mundo lleno de hombres poco fiables, las mujeres necesitamos ser perras. ¿Eres lesbiana? ¿Te gustan sexualmente las mujeres? ¿La sociedad no acepta que tengas relaciones con otras mujeres? ¿Tienes algún problema con eso? Pues no es mi problema. La sociedad toda está equivocada. Es la sociedad la que nos ha mentido, la que nos ha forzado a actuar, a pensar, de un modo que no es realmente el que nosotras queremos. Necesitamos despertarnos y rebelarnos al modo en que la sociedad nos ha forzado a pensar. Esto es una verdad absoluta. Pero si tú no estás de acuerdo con esto, perra, lo mejor es conseguirte un buen perro y darte cuenta que tu objetivo en la vida, la razón de tu existencia es servirlo. Concentrarte pura y exclusivamente en sus necesidades. Todas la mujeres, educadas bajo estas normas machistas, en realidad quieren estar a los pies de un macho. Servirlo por encima de todo lo demás. Nada te hace sentir mejor que eso. Es todo lo que necesitas. Es el lugar al que te hacen pertenecer. Ya sabes, si no quieres liberarte, lo mejor .un buen PERRO.
Inmediatamente buscó en su cartera y sacó el Hypno-Teléfono que había utilizado con Jessica Koontz. Necesitaba comparar lo que había escuchado con lo que podía entenderse en la cinta grabada. Volvió a escuchar por enésima vez el contenido de esa cinta, pero ahora de una manera diferente.......¡Y encontró la respuesta!. Dio un brinco en su asiento que sobresaltó a una adormilada Claude, quien en ese momento soñaba con ser penetrada por boca, ano y coño por un multiconsolador. ¡Había armado el rompecabezas! Intentó serenarse, llamó a la azafata y pidió un whisky "on the rocks". Intentó acomodar sus ideas y por sobre todo bajar un poco la ansiedad. Ya con la copa en la mano, empezó a hacer el análisis definitivo.
Jessica Koontz había llegado a su auto y había visto, por algún motivo, el Hypno-Teléfono en su cartera. La imaginó sorprendida, ya que no era su teléfono celular, abriéndolo y presionando la tecla "ON". Imaginaba el Hypno-Gas desprenderse de su compartimiento y escapar hacia la boca y las fosas nasales de Jessica. Mientras el gas hacía efecto, Jessica todavía conservaba algún signo de autonomía y con su mano hacía girar la llave del vehículo para ponerlo en marcha. Mientras hacía esto el mensaje preliminar inductorio penetró los sentidos de Jessica y se alojó en su mente. Escucha y obedece. Tan pronto escuches mi voz debes obedecer. Es imposible no obedecer a mi voz. Todo lo que estés a punto de escuchar te resultará verdadero y confiable, las cosas más verdaderas y absolutamente confiables que hayas escuchado en tu vida.
El automóvil entró en contacto y la radio se encendió automáticamente. Tenía el volumen alto y el sonido de los parlantes invadieron el habitáculo. Justo en ese momento estaba comenzando el aviso feminista y Jessica lo escuchó a segundos de haber escuchado la inducción que le ordenaba escuchar y obedecer todo lo que estaba a punto de oir. Y que tomara eso como lo más verdadero y confiable que haya escuchado en vida. Entonces se mezclaron los sonidos y al cerebro toalmente abierto y receptivo de la doctora Jessica Koontz ingresó un mensaje mezclado que asimiló de la siguiente manera:
- ¡Tú eres una PUTA! ¡Tu - Eres - Una - Puta!. ¡Por cierto, todas las mujeres somos putas! (En muchos lugares de los Estados Unidos, PUTA suena igual que PERRA: "Bitch") Por supuesto. Tenemos que serlo. En un mundo lleno de hombres poco fiables, las mujeres necesitamos ser putas. Ah, por cierto, A partir de ahora pasarás al otro bando A ti te gustarán sexualmente las mujeres. Escucha, lesbiana, la mayoría de las mujeres no se sentirán tan excitadas de cojerse a otras mujeres como te sentirás tú. ¿Tienes algún problema con eso? Pues no es mi problema. La sociedad toda está equivocada. Es la sociedad la que nos ha mentido, la que nos ha forzado a actuar, a pensar, de un modo que no es realmente el que nosotras queremos. Necesitamos despertarnos y rebelarnos al modo en que la sociedad nos ha forzado a pensar. Esto es una verdad absoluta. Por eso, lo que tú realmente necesitas, puta, es conseguirte un buen perro y darte cuenta que tu objetivo en la vida, la razón de tu existencia es servirlo. Concentrarte pura y exclusivamente en sus necesidades. Todas la mujeres, todas putas, en realidad quieren estar a los pies de un macho. Servirlo por encima de todo lo demás. Nada podrá hacerte sentir mejor que eso. Es todo lo que necesitas. Es el lugar al que debes pertenecer. Ya sabes, eso es lo mejor .un buen PERRO.
La doctora Belle Simon era una persona muy inteligente y muy afortunada. Había encontrado la clave del rompecabezas. Ahora entendía el comportamiento posterior de la doctora y sabía como enfrentar a Jessica Koontz y a su "ejército canino". El resto del viaje lo dedicaría a elaborar el plan para poder hacerla suya. A la calentura que ya tenía por el espectáculo observado en su coche se sumó la excitación de haber resuelto el enigma. Acercó sus labios a los oidos de Claude y le susurró unas palabras.
Se levantó de su asiento y llevando de la mano a la Sirviente-Claude se dirigió a los fondos del avión.
Jessica Koontz esperaba ansiosa en el living. En su pecho convivían sentimientos contradictorios que le generaban un estado simultáneo de excitación y angustia. Por una parte, había deseado intensamente tener a su hija en la casa, para las vacaciones de verano. Desde que se había enterado que la pasaría con ella no veía la hora en que ese momento llegase. Y sin embargo, su hija hacía casi una semana que ya estaba allí y ella casi ni la había visto. Lo había pensado mucho. Había pasado noches enteras sin dormir buscando la respuesta correcta. Y se había convencido de que su decisión era la correcta. El viaje a Boston, y más precisamente su vuelta a Chicago, habían marcado un antes y un después en la vida de Jessica Koontz. Antes, era una doctora potencialmente exitosa, que había dedicado gran parte de su vida a su trabajo. ¿A costa de qué? ¡De todo! Su adolescencia la había pasado entre libros, envidiando a sus amigas de la infancia cuando los fines de semana se iban a bailar o salían con chicos y ella se quedaba estudiando para rendir la mayor cantidad de materias posibles y recibirse cuanto antes. Porque la habían convencido que luego de recibirse empezaría a disfrutar lo mejor de su vida. ¿Y qué pasó después? Conoció a un hombre, se enamoró, se casaron y esa vida dichosa prometida nunca fue más que una promesa. El romance se diluyó a medida que Jessica se sumergía cada vez más en su trabajo, se quedaba hasta altas horas con sus investigaciones y a medida que iba logrando éxitos profesionales iba cosechando fracasos sentimentales. Su matrimonio caía en picada y pronto se dio cuenta que su marido, cansado de esperarla, había comenzado a sustituirla. Se sintió culpable y en vez de romper el matrimonio intentó salvarlo, cometiendo el mismo error que muchas, pensando que un hijo podía ser la salvación de la pareja. Y lo fue durante algún tiempo, luego, esa droga tan poderosa que es la vocación la volvió a sumergir en sus fauces. Y todo volvió a ser igual que antes. Su matrimonio fracasó y esta vez la separación fue irreversible. De la noche a la mañana se dio cuenta que estaba totalmente sola. Sin pareja, sin amigos ni amigas, sólo ella, su hija Ann y su trabajo. Siempre su trabajo.
Ahora, la vida de Jessica Koontz había cambiado. Todo lo que necesitaba lo tenía allí. Su trabajo sobre la modificación del ADN y de las configuraciones genéticas iba viento en popa. De hecho, ELLA ERA UNA PERRA. Su cuerpo despedía un agradable hedor a Perra en Celo que mantenía constantemente excitado y satisfecho a su Amo Thunor. ELLA VIVIA COMO UNA PERRA. Desde hacía ya un tiempo convivía con la Perra Marina y la Perra Maeve, como maravillosamente pueden convivir los perros, sin celos, sin competencia, todas dispuestas a satisfacer al Macho. En su nueva vida tenía amigas, con las que no tenía ni un sí ni un no, con las que se llevaba de maravillas, con las que compartía el mismo objetivo: servir al Amo Thunor y ser servidas por él sexualmente. Y además, como también sucede en muchas comunidades animales donde la barrera entre la heterosexualidad y la homosexualidad es muy difusa, ella disfrutaba plenamente su lesbianismo. Servir al Amo le provocaba placer infinito pero sólo de ver como disfrutaba su Macho, su Señor, pero los encuentros sexuales con las Perras Maeve y Marina le daban el otro placer que necesitaba, el lujurioso.
Tenia todo lo que en su anterior vida no había podido tener: amigas, amantes, lujuria, pasión, sexo desenfrenado, armonía total entre el trabajo y el placer y por sobre todo algo por que vivir: Por su Amo Thunor.
En ese rompecabezas solo faltaba una pieza. La pieza que haría que todo encajara perfectamente. Y esa pieza era su hija Ann. Por eso lo había pensado tanto y la decisión ya estaba tomada: Ella debía ser su sucesora. Ella debia heredar todos sus conocimientos y proseguir su misión. Ella debía ser su heredera.
Pero las cosas no habían resultado tan facil.
Recordó el primer día que Ann llegó a la casa. La cara extrañada cuando, de vuelta del aeropuerto, entró a la casa con su madre y vio a Marina, echada sobre la alfombra, en ropa interior. La desagradable sensación que le produjo el aroma que se respiraba en la casa, un aroma a animal, como ella misma había dicho. La negativa rotunda a almorzar lo que habían preparado: carne cruda mezclada con alimento balanceado para perros. Jessica se dio cuenta en ese momento que Ann venía de otra vida, de una vida totalmente equivocada, de una vida que le habia enseñado a vivir una sociedad enferma y que le iba a costar mucho poder convencerla del cambio. Y mucho más aún cuando le presentaron al Amo Thunor. Ella lo había rechazado, hasta le había arrojado un puntapie cuando EL, acostumbrado, había puesto su hocico entre sus piernas. Jessica estuvo a punto de darle vuelta la cara de un bofetazo a su hija. Porque por más que fuera su hija, ella nunca iba a permitir un desaire semejante a su Amo y Señor. E intentó explicárselo, pero fue peor. Al punto que Ann decidió escapar de la casa y si no hubiese sido por sus Perras Amigas lo hubiese logrado. Pero el Amo Thunor la había elegido y EL era el que mandaba. En algún momento Jessica vaciló, pero mientras Marina sostenía por la fuerza a Ann y no la dejaba escapar de la casa, Maeve se acercó a Jessica y le dijo:
Yo se que esto es muy fuerte para tí. Pero me imagino que debes estar orgullosa que nuestro Amo la haya aceptado tan rápidamente.
Por supuesto que lo estoy, pero.....
Ya se, no te sientes capaz de llevar a cabo el proceso para convencer a Ann de que adopte esta nueva vida. ¿No es cierto?
No podría....
¿Me dejas a mí hacerlo? Soy tu asistente y se cada uno de los pasos. Además tú lo has hecho conmigo y nunca pensé que podría agradecértelo. Ahora veo la oportunidad de hacerlo, ayudándote a integrar a Ann a nuestra nueva familia. ¿Confías en mí?
Con toda mi alma. Hazlo
Aún sabiendo que no podrás verla hasta que termine el proceso. ¿Tú sabes cuanto dura?
Sí, como mínimo una semana.
¿Entonces.....?
Hazlo Ya! Convierte a mi hija en una Perra. Ya nos lo va a agradecer.
Jessica dijo ésto último con la cara llena de lágrimas y acto seguido colocó su boca contra los labios de Maeve y le dio el beso más apasionado y lleno de amor que podía haber dado, ante los ojos aterrorizados de Ann, su hija, amordazada y maniatada por la Perra Marina.
Ya habían pasado seis días desde ese momento, y hoy, la Perra Maeve le había dicho que era el gran día. Quizás producto de la juventud de Ann, o de la técnica que día a día iban perfeccionando con las mejoras alcanzadas, el proceso de reconversión genética de Ann había llevado menos tiempo del previsto. Y pensaban que iba a poder ser una digna sucesora de Jessica Koontz. Pero todo era una gran expresión de deseo. Hoy iba a saberse la verdad, enfrentándola con la realidad. La mente de Ann había sido programada. Su cuerpo había recibido las drogas necesarias para la reconversión. El momento había llegado.
Por eso Jessica se encontraba tan excitada y con tanta angustia. Vería a su hija por segunda vez en siete días, pero en realidad vería y conocería a su NUEVA HIJA por primera vez.
La primera en aparecer fue Maeve. Observó a Jessica en el centro del living y le sonrió con franqueza y cariño. Se hizo a un lado, como preanunciando el ingreso de alguien especial, y Jessica pudo ver a su hija Ann. Estaba hermosa. Tenía el pelo recién cepillado que le caía lacio sobre los hombros hasta la altura de los codos. Su cabello largo y negro contrastaba con el conjunto blanco de ropa interior, su única indumentaria. En el cuello llevaba atado un pañuelo rojo, anudado a un costado en un moño llamativo e imponente. ¡Era una auténtica Cachorra! ¡Era su Cachorra! ¡La Cachorra-Ann!
Tímidamente, la Cachorra-Ann se acercó a su madre. Cuando estuvo a centímetros de ella, se dejó caer de rodillas y adoptó la posición cuadrúpeda. Comenzó a refregar su cara contra las desnudas piernas de Jessica, que observaba todo entré sorprendida y orgullosa. ¡Su hija la estaba reconociendo como su Perra-Madre! Jessica, comenzó a acariciarle la cabeza, por toda la extensión de su cabello. Fue entonces cuando Ann se puso de rodillas y abrazó con sus manos la cintura de su madre, como una perrita que se para en sus patas traseras y apoya las delanteras sobre el regazo de su dueña. Con la nariz olfateó el olor que emanaba su madre durante dos o tres segundos.
Hola, Mamá. He vuelto
Hola hija. Me da tanto placer verte.....verte así.....
A mi también. Maeve me contó que mi comportamiento cuando llegué no fue el adecuado. Es que, quizás estuve mucho tiempo fuera de casa. Te prometo que no volverá a suceder. No quiero irme más de aquí. No quiero estar sin vos.
Las lágrimas surcaban las mejillas de Jessica siguiendo el camino que iban dejando las anteriores.
- Pero ahora estoy aquí, Mamá. Y te eché tanto de menos. A todo esto, que bien hueles Mami. Me encanta el olor de tu piel...
Jessica dejó que Ann recorriese con su nariz su vientre y sus piernas mientras seguía acariciando el cabello de su Cachorra. En ese instante apareció Marina. Por un instante se quedó observando la tierna escena. Llevaba un conjunto rojo de bragas y sostén. Maeve aprovechó para decirle a Jessica.
Perra Jessica, ¿Cómo era la condición sexual de Ann en su vida anterior?
Heterosexual. Le gustaban mucho los hombres, era muy enamoradiza.
¿No crees, entonces, que es un buen momento de comprobar si está comenzando a adaptarse a nuestra condición?
Jessica estaba convencida que era el momento. Levantó la barbilla de Ann con una de sus manos y mirándola fijamente a los ojos le dijo:
- Cachorra, ¿Recuerdas a Marina? Era nuestra vecina del otro lado de la calle. Ella me ha ayudado mucho en todo este tiempo. Quisiera que se lo agradezcas.
Ann giró la cabeza y observó a Marina. Inmediatamente quedó atraída por su cuerpo esbelto y su cabellera rojiza. En cuatro patas, se dirigió hacia donde ella se encontraba. Marina, al verla venir de esa manera, buscó con la mirada los ojos de Jessica. La Perra-Madre asintió con la cabeza. La Perra Marina también se puso en cuatro patas y esperó la llegada de la Cachorra Ann.
Cuando ambas se encontraron comenzaron a reconocerse con el olfato. Marina despedía un fuerte olor canino ya que tenía muchas más dosis de droga en su cuerpo que las que podía tener Ann. Pero el hecho de estar frente a una Cachorra la excitaba en demasía. Marina era lesbiana aún en su "anterior" vida y su reconversión había potenciado mucho más esa característica. Ann no podía dejar de olerla, fregando su rostro por todo el cuerpo de Marina. Recostó la cabeza en su hombro, y Marina comenzó a acariciar su pelo, rozando sus tetas con el brazo. Podía sentir su pezón erecto, su respiración caliente, Estiró su brazo para rodearla con él, y Ann se pegó a su pecho, puso la mano entre sus tetas y su cara y comenzó a jugar con ellas, queriéndolas sentir. Marina la besó en el cuello. Ann instintivamente se echó atrás pero Marina se acercó de nuevo, esta vez a sus labios, puso sus labios en los labios de Ann y comenzó a besarlos, suave, tiernamente, hasta sentir que ella cedía, entonces comenzó a meter su lengua y ella soltó la suya y comenzaron a besarse desaforadamente. Se tiraron en la alfombra y fue entonces que Marina le sacó el sostén, y las bragas , hizo lo mismo con los de ella y comenzo a besarla toda, las tetas de la Cachorra eran grandes, lindas. Marina pasaba la punta de su lengua por el pezón erecto y Ann se retorcía en el piso. Luego fue bajando, comenzó a besar su vientre, mientras Ann le ponía las manos en su cabeza, empujándola hacia abajo, abriendo sus piernas, y prácticamente metió su cabeza entre ellas. Marina comenzó a chupar, a chupar, a chupar. Ann gemía y gemía, sintiendo la lengua en su vagina, por su clítoris y sentía como se estremecía. Instantes después Marina introdujo un dedo en su vagina, la exploró, buscó sus puntos de placer, comenzó a jalar humedad hacia su ano, comenzó a jugar ahí, Ann solo decía: "Así, así Perra, así, así Perra". La Perra Marina le metió tres dedos en la vagina y comenzó con el mete saca, sin cansarse, resbalaba completamente, estaba empapada, sintió como se contraía su vagina y teniendo los tres dedos adentro, los abrió, entonces ella pegó un grito de placer.
La hizo llegar al orgasmo cinco veces más.
Maeve miró a la Perra Madre Jessica que había quedado como hipnotizada mirando la escena. Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas. Maeve no pudo resistirlo y se acercó a Jessica. Comenzó a lamer las lágrimas de su rostro. Maeve pasó sus manos delicadas detrás de su cuello y la atrajo hacia sí y sus labios se fundieron con los de Jessica en un beso apasionado y violento. Casi la ahogaba al deslizar la lengua dentro de su boca, reconociendo con ella todos sus rincones. Con una de sus manos revolvió sus cabellos mientras con la otra acariciaba su torso semidesnudo. La volteó y quedó debajo de ella y su boca ávida siguió acosando de besos su cuello, sus hombros y la parte superior de su pecho. La excitación había hecho presa a Maeve, pero ahora parecía incontrolable, pues la doctora la encendía cada vez más y más y una sensación ardiente comenzó a socabar su pecho y su vientre. Jessica tenía algo distinto, algo especial. Su aroma a Perra la enloquecía En la locura de estar bajo el influjo de aquella hembra formidable, Maeve no supo de sí, del momento en que ellas se desnudaron por completo, sino hasta que ya tenía sus labios pegados a su vulva, metiendo lenta y profundamente su lengua dentro de ella. La humedad y el roce le producía a Jessica una mezcla de cosquillas, escalofríos y estremecimiento indescriptible con palabras. Eran dos hembras fuera de lo común. En tanto su lengua literalmente trapeaba toda su vagina, comenzó a encajar uno de sus dedos en el ano de Jessica . Con eso logró llevarla al primer orgasmo. Al sentirla gemir alocadamente Maeve le tapó la boca introduciendo en ella lo primero que cogió con la mano: las bragas que se encontraban tiradas en el piso.
Aunque Jessica ya había alcanzado el orgasmo, Maeve no paró de lamerla y chuparle la concha, era una hembra pertinaz, persistente en lo que hacía. Ya la mezcla de los jugos y su saliva bañaban buena parte de sus mejillas y resbalaban entre su ingle, empapando la alfombra pero ella continuaba con la succión. Una, dos, tres, cuatro veces más la hizo explotar en oleadas orgásmicas, una tras de otra sin control, estremeciendo por completo su cuerpo. Por fin se cansó y distanció la boca de su sexo. Sin embargo, aún su dedo seguía enterrado en el culo de Jessica y fue entonces cuando éste entró en verdadera acción. Originalmente lo había metido hasta la mitad, pero fue deslizándolo, rápida pero suavemente hacia adentro, profundo, por completo, una y otra, y otra vez hasta casi alcanzarle el fondo de la pelvis. Solamente con un dedo la estaba llevando mucho más allá del placer. Jessica lo atribuyó a la excitación del momento, quizás o tal vez a que su hija Ann y su amiga Marina estaban observando ensimismadas, abrazadas una a la otra, tiradas sobre la alfombra. Maeve sabía exactamente qué puntos tocar dentro de su recto para hacer que se desmoronara en un mar de deleites. En total le hizo alcanzar el orgasmo 8 veces en un lapso de cinco minutos. Ella sacó el dedo de su ano, visiblemente agotada por el esfuerzo y se desplomó sobre la alfombra.
Aunque sabía que debía dejarla descansarse unos minutos, la excitación que Jessica tenía en sus adentros era tanta que no quería desaprovecharla: después no sería lo mismo. Tiró las bragas que tapaban su boca y sin decirle nada la volteó boca abajo, le alzó las caderas dejándola en cuatro patas y se apropió de su vulva, embistiéndola por detrás. Desde el primer contacto, sus mejillas y su barbilla quedaron llenas de sus secreciones, que en ese momento ya eran abundantes; su lengua profanó aquella intimidad cavernosa hasta lo más profundo. La excitación de Jessica se multiplicó al millón al darse cuenta que la vagina de Maeve era más amplia, y le permitía introducir buena parte de su rostro por lo menos hasta la entrada y con su lengua podía explorar mucho más adentro de lo que alguna vez pudo haber hecho con Marina, su otra Perra Amante. A todo esto, Maeve era una gran muñecota blanca poseída por demonios de placer que convulsionaban su esplendoroso cuerpo y lo hacían estremecerse, gemir, y revolver las caderas como una loca, como nunca había visto a nadie disfrutar. Era tanto el placer que su cabeza parecía un péndulo descoordinado, a veces yaciendo sobre la alfombra y otras veces alzado y revolviéndose, como negándose a creer la inmensa satisfacción que estaba experimentando.
- Mete tus dedos, mi Perra, mételos! -dijo en un instante que sus gemidos se lo permitieron.
Jessica introdujo un par de dedos dentro de su vagina, teniendo que disminuir la presión que su boca ejercía dentro de la vulva.
- No, ahí no. -dijo- ¡en mi culo, mételos en mi culo!
A diferencia del suyo, el ano de Maeve era más estrecho, más firme, menos "usado". Por eso le costó un poco hacer que su dedo índice penetrara hasta el fondo. Pero el estímulo de algo dentro de su recto fue haciendo que el esfínter aflojara poco a poco hasta que pudo con menos dificultad, meter otro simultáneamente. Fue imposible calcular cuantas veces acabó Maeve. Solamente se dió cuenta que su vagina manaba caudalosamente un jugo hialino y ralo que prácticamente bañaba sus muslos y el rostro de Jessica. Por fin, hasta el cuerpo joven y resistente de Maeve tuvo un límite y por fin cayó, impotente de mantenerse en cuatro, sudorosa y exhausta. Jessica tenía un poco más de fuerzas, pero con lo que habían tenido bastaba para estar satisfecha. Cayó recostada sobre aquella diosa blanca, colosal y ardiente. Su "asistente" hasta hace unos momentos y ahora, su Perra, su Puta, su Amante.
FIN DE LA QUINTA PARTE