Puta! (1)
La doctora Jessica cree haber alcanzado el cenit de su carrera. Pero haber conocido a la doctora Belle no será nada gratuito...
Puta (Primera Parte)
por Hypnoman
La doctora Jessica cree haber alcanzado el cenit de su carrera. Pero haber conocido a la doctora Belle no será nada gratuito...
Jessica estaba cansada de la conferencia, cansada de los otros científicos y cansada de Boston. Hace unos años, cuando ella había estado aquí, de vacaciones, con su ahora ex-marido, le había parecido una ciudad encantadora, que mezclaba toques coloniales con modernos rascacielos. Y mucho más interesante que Chicago.
Eso había sido en Septiembre. Los organizadores del Simposio Mundial de Genética habían decidido, ingeniosamente, hacerlo durante el invierno y la ciudad estaba totalmente congelada. La bahía se mantenía constantemente en la desagradable temperatura de cero grados y la lluvia alternaba entre el granizo y la nieve medio derretida y uno debía cuidarse de no pisar las manchas heladas sobre la acera para evitar deslizarse y caer al suelo. Ni las precipitaciones limpiaban la ciudad, las alcantarillas pluviales parecían rebalsar y la nieve sucia y apilada a medio derretir era de color marrón.
Chapoteó a través de la última calle entre su hotel y el Centro de Convenciones. La mayoría de los asistentes había optado por permanecer en el hotel donde se encontraba el Centro, pero esto estaba fuera del presupuesto de Jessica y de todos modos, el hotel en el que ella y Tom habían estado era limpio y familiar. Afortunadamente eso no había cambiado pero las catorce cuadras, húmedas, frías e incómodas que llevaban del hotel al Centro de Convenciones habían liquidado todo vestigio de buen humor que ella pudiera tener.
Jessica empujó la puerta giratoria, dejó caer su paraguas empapado en uno de los paragüeros y controló su pelo en uno de los espejos del hall. Se quitó sus anteojos sin marco y cuidadosamente los secó con un paño suave.
- Okey, el último día -se dijo a sí misma. Solo debía participar en dos paneles, conversar con algunos cientos de personas, tal vez algunas fundaciones de investigación con las que intercambiar opiniones y luego ya podía regresar a Chicago. Se volvió a colocar los lentes y ajustó su cabello, sujetado prolijamente con un lindo arreglo sobre su cabeza. Los pocos mechones que ella había dejado caer estratégicamente del arreglo, todavía "colgaban" como lo había planeado, por lo que sonrió satisfecha de que su cabello hubiese sobrevivido al viaje desde el hotel.
Fue entonces que una gran gota de agua cayó de una de las patillas de sus anteojos y entró de lleno en su ojo.
Entró al salón frotando su ojo y hablando entre dientes, anteojos en mano.
Belle Simon estaba pasando un momento maravilloso. Todas esas mentes, esas brillantes mentes (aunque no tan brillantes, se río entre dientes). Bien valió el viaje a Boston para una científica loca como ella.
Belle estaba sentada en un cómodo sillón frente a la entrada, dentro de la sala de convenciones principal que, de a poco, se iba llenando de asistentes. Esta sala estaba llena de stands de todo tipo de compañías e instituciones, la mayoría de las cuales buscaba científicos calificados, aunque otras sólo ofrecían equipos de laboratorio o servicios de limpieza de laboratorios.
A pesar de su nombre grandilocuente, el Simposio Mundial de Genética ocupaba apenas el tercer lugar entre las más grandes reuniones del tema en los Estados Unidos pero atraía a lo mejor y más brillante en el amplio campo de la genética, por lo menos sobre la Costa Este. Había buscadores de empleo, muchos recién recibidos. Científicos y laboratorios buscando gente o empresas que financien proyectos, una amplia gama de instituciones y universidades y muchísima gente que estaba allí solo para recorrer los stands y enterarse de las últimas novedades en el campo de la genética.
Belle estaba allí por los asistentes, aquellas encantadoras e inocentes mentes brillantes.
Algunos de los equipamientos para laboratorio eran interesantes, por supuesto, como también los simposios varios, pero Belle estaba allí principalmente para examinar a las personas y quizás para reclutar a una o dos a su pequeño, pero en crecimiento, "ejército de cerebros".
La bioquímica había sido su pasatiempo, antes de ser declarada "científica loca" y era tiempo que HardCell Unlimited considerara expandir su campo de estudio.
Así que, aunque ella no tuviese un stand, Belle estaba reclutando. Y la suya sería una propuesta que las candidatas encontrarían imposible de rechazar.
Una morena muy atractiva entró, frotando un par de lentes con su pañuelo de bolsillo. Belle observó su nombre, Jessica Koontz. Recordaba haberlo escuchado antes, en términos muy halagadores.
- Una belleza, además de un cerebro, ¿eh?. Tentador -pensó Belle lamiéndose el labio superior, mientras observaba a la doctora Koontz cruzar todo el salón.
Estaba pasando un momento maravilloso.
Ver la lluvia (o quizás granizo) por los vidrios del lugar, mientras salía del salón no apagó en absoluto el espíritu de Jessica. Alrededor de ella, algunos invitados se dirigían por sus paraguas y otros comenzaban a gestionar el check out en el mostrador del hotel.
Dos millones de dólares, dos millones de dólares. Kensington Labs. había aceptado financiar su proyecto por la cantidad de dos millones de dólares.
Cuando las primeras gotas de lluvia helada la azotaron, se dio cuenta que había salido sin su paraguas. Sonriendo con gusto debido a su euforia, Jessica dio media vuelta dispuesta a volver.
Y chocó con una preciosa mujer rubia.
¡Oh, lo siento! ¿Está usted bien? -preguntó Jessica.
Estoy bien -respondió la rubia acomodándose su chaqueta- ¿Por casualidad usted no es la doctora Jessica Koontz?
Ehh sí, soy yo
Ahh -dijo la rubia extendiendo su mano- Soy la doctora Belle Simon, es un placer conocerla. Usted tiene una gran reputación. Yo tengo un gran interés en trabajar con usted.
Gracias, pero debo confesarle que no recuerdo su nombre en la lista de asistentes. ¿Está usted representando a alguna compañía?
No precisamente, la genética no es mi campo. Sólo estoy aquí para reclutar algunos talentos para mi compañía -le dijo mientras la miraba vorazmente.
Ohhh ¿y consiguió lo que buscaba?
¡Oh, sí! Tengo mucho para ofrecer y no soy nada tímida para venderme a mi misma.
Que bien. Bueno ..doctora Simon. Lamentablemente me tengo que ir corriendo. Siéntase libre de contactarse conmigo en mi laboratorio, el número está en el listado de participantes de la conferencia. Ha sido un placer.
Oh, el placer fue mío doctora Koontz. Que tenga buenas noches.
Cuando estaba por entrar nuevamente al edificio, Jessica giró la cabeza para volver a observar a la misteriosa mujer. Era extraña, pero muy bonita, sin embargo.
Su paraguas estaba donde lo había dejado. Cuando volvió a salir observó, con un toque de alivio, que la rubia ya no estaba. Jessica se olvidó de ella y volvió a expresar en su rostro una sonrisa de dos millones de dólares que la acompaño bajo la lluvia durante todo el trayecto hacia el hotel.
El vuelo de regreso a Chicago fue de lo más normal y, aunque fría y ventosa, la ciudad estaba alegre y en calma, mientras Jessica se habría paso desde el puente aéreo hacia el estacionamiento donde se encontraba su automóvil. El lugar estaba lleno y ella tuvo que caminar un buen trecho hasta encontrar el lugar donde la aguardaba su Mustang.
Ann, su hija, la había regañado sobre comprar el automóvil: "Está bien, mamá ", le había dicho, " mientras yo estoy aquí internada en esta escuela, tu te compras un bello automóvil. Muy justo"
Sonrío con arrepentimiento. Si las cosas hubiesen resultado con Tom pero eso no había sucedido y tenía que enfrentar la situación. Ann volvería a casa, desde la Academia de Bedford, para las pascuas y Jessica no veía mal usar una pequeña parte de esos dos millones de dólares para hacerle pasar un buen momento a su hija. Además de utilizarlo para mejorar su equipo de trabajo.
Dos millones de dólares. Jessica sabía, sabía con certeza, que su trabajo sobre genotipos daría resultados de valor incalculable y ahora ella tenía los fondos para demostrarlo. Kensington no había sido muy duro para negociar. Ellos parecían saber que ella estaba siendo cortejada por media docena de laboratorios farmacéuticos. Dos millones de dólares en condiciones muy favorales. Por supuesto, si ella estaba en lo cierto respecto a sus teorías, y por cierto que lo estaba, esos dos millones de dólares aumentarían de manera exponencial.
Pero esos dos millones eran los que necesitaba para comenzar con la verdadera experimentación, usando células madres con el ADN alterado para "forzar" configuraciones genéticas modificadas en organismos vivientes. Dentro de dos, tal vez tres meses probaría que se podría "actualizar" el ADN de un organismo con una copia ligeramente modificada y notar que los efectos se produzcan no en una siguiente generación, sino inmediatamente.
Ah, allí estaba el auto. Puso su maleta en el baúl, quitó el folleto con publicidad del parabrisas y tiró su cartera en el asiento del acompañante.
Mientras colocaba las llaves, se dio cuenta que el teléfono celular que había caído de su cartera sobre el asiento no era el suyo.
Jessica lo recogió. Era un celular negro y pequeño, de la misma marca que el de ella pero ciertamente no era el suyo. Bien, podría verificar el número de celular y de esa manera encontrar al propietario. Debió haber caído en su cartera durante la conferencia. Lo abrió con su mano izquierda y oprimió la tecla "On" mientras con su mano derecha giraba la llave sobre el encendido.
Una neblina gris la envolvió de repente y se dio cuenta que no podía ver. Ni siquiera podía moverse en realidad, pero en vez de ponerse nerviosa se sintió increíblemente relajada. Abierta.
Desde alguna parte, una voz grabada comenzó a escucharse. Era la voz de una mujer y le resultaba familiar:
- Escucha y obedece. Tan pronto escuches mi voz debes obedecer. Es imposible no obedecer a mi voz. Todo lo que estés a punto de escuchar te resultará verdadero y confiable, las cosas más verdaderas y absolutamente confiables que hayas escuchado en tu vida.
Y la radio del automóvil pareció cobrar vida. En el volumen que Jessica la había dejado, gritándole, ahora que la puesta en marcha del motor la había encendido, el sonido de la radio pareció ahogar la voz convincente que salía del teléfono celular.
- ¡Tú eres una PUTA! ¡Tu - Eres - Una - Puta!. ¡Por cierto, todas las mujeres somos putas! Por supuesto. Tenemos que serlo. En un mundo lleno de hombres poco fiables, las mujeres necesitamos ser putas. Ah, por cierto, A partir de ahora pasarás al otro bando A ti te gustarán sexualmente las mujeres. Escucha, lesbiana, la mayoría de las mujeres no se sentirán tan excitadas de cojerse a otras mujeres como te sentirás tú. ¿Tienes algún problema con eso? Pues no es mi problema. La sociedad toda está equivocada. Es la sociedad la que nos ha mentido, la que nos ha forzado a actuar, a pensar, de un modo que no es realmente el que nosotras queremos. Necesitamos despertarnos y rebelarnos al modo en que la sociedad nos ha forzado a pensar.
Esto es una verdad absoluta. Por eso, lo que tú realmente necesitas, puta, es conseguirte un buen perro y darte cuenta que tu objetivo en la vida, la razón de tu existencia es servirlo. Concentrarte pura y exclusivamente en sus necesidades. Todas la mujeres, todas putas, en realidad quieren estar a los pies de un macho. Servirlo por encima de todo lo demás. Nada podrá hacerte sentir mejor que eso. Es todo lo que necesitas. Es el lugar al que debes pertenecer. Ya sabes, eso es lo mejor .un buen PERRO.
La cabeza de Jessica se inclinó hacia adelante. Su cabeza le daba vueltas, la radio estaba resonando y en su mano el celular parecía estar emitiendo un tono de marcado. Lo miró fijamente y luego lo cerró. Deslizó su mano bajo los anteojos para frotar sus ojos.
Se sintió muy extraña. Su frente estaba caliente y febril, como si un rayo láser hubiese estado escribiendo secretos allí.
Le tomó un buen rato volver en sí.
Pero, a pesar de sentirse como si hubiese llegado de pronto a una tremenda y poderosa conclusión, misteriosamente y también repentinamente la había olvidado. Puso en marcha el auto y salió del estacionamiento.
Estaba segura que, camino a casa, la recordaría.
Fin Primera Parte