Puente en el balneario (y 3)
Tras nuestra última noche separados, al final ninguno de los tres lo pudimos evitar, y tras rechazar nuestra amiga a su marido, pasamos el resto de nuestros días hasta ahora follando entre los tres.
Puente en el balneario (y 3)
Tras ducharnos y vestirnos, cogimos de nuevo el coche para ir a cenar. Cuando nada más entrar, Laura mi lado se subió el vestido dejándome ver su precioso coño desnudo, aún rojo palpitante después de la follada que habíamos tenido, y al ver por el retrovisor cómo mi mujer subía sus piernas por encima de Miguel en la parte de atrás y éste sin pudor acariciarlas hasta su culo, supe que aquellos días de morbo y sexo no habían terminado ni lo harían jamás.
La cena fue deliciosa, divertida y muy excitante. Laura se sentó al lado mío y enfrente de nosotros mi mujer y Miguel, y aunque el sitio estaba a rebosar, no tuvimos reparos en besarnos de vez cuando en frente de nuestras parejas y en meternos mano cuando nos apetecía debajo del mantel con conocimiento y me imagino al igual que los de enfrente. Ninguno de los cuatro habló en detalle sobre lo que había ocurrido en lo que llevábamos de viaje, pero los comentarios eran claros:
– “Ufff, qué hambre tengo después de la follada que me han pegado esta tarde…”. Confesaba Laura con cara de satisfacción al mismo tiempo que me besaba delante de su marido y amiga.
– “Pues yo no te creas cariño, porque esta tarde me he comido de todo…” Insinuaba Miguel mirando de forma lasciva a mi mujer.
– “Yo sí, y además la mezcla de sabor del vino y el de la leche aún en mis labios es deliciosa” Sonería la guarra de mi mujer.
– “¿Qué te pasa Laura que no paras quieta en la silla?” Le preguntó mi mujer durante la cena, pues era verdad que parecía inquieta.
– “¡Qué me va a pasar Natalia! ¡Qué la polla de tu marido me ha dejado el culo hecho polvo!” Mientras todos reímos.
La cena fue corta porque el morbo que se respiraba invitaba a irse. Nada más entrar en el coche de vuelta, Laura se giró en el asiento delantero me desabrochó el pantalón y al salir mi polla fuera se la tragó con ansia. Al mirar por el retrovisor no vi a mi mujer de primeras, y al moverlo ligeramente observé una cabeza guiada por Miguel arriba y abajo me imaginé tragándose su polla. Conduje como pude hasta el hotel mientras Laura me comía la polla y atrás oía cómo la boca de mi mujer metía y sacaba la otra polla entre gemidos.
Incluso antes de llegar al hotel, oí cómo mi mujer le susurraba a Miguel:
– “¿Te quieres follar a esta putita delante de su marido?” No entendí la respuesta de Miguel pero el gritito de mi mujer no dejaba dudas.
Oí los movimientos de mi mujer quitándose su tanga y después el maravilloso sonido de un coño encharcado follando arriba y abajo. Al mirar por el retrovisor sólo pude ver la espalda de mi mujer subiendo y bajando a horcajadas sobre Miguel. Al llegar al parking del hotel, apagué el coche y las luces y me quedé allí disfrutando de la boca de Laura mientras extendía mi mano para acariciarle su precioso coño. Al notar mi mano, ella se sentó sobre mí sin ni siquiera quitarse el tanga, lo echó a un lado y se sentó sobre mi polla de golpe gimiendo de placer.
El coche era un volcán. El olor a sexo era embriagador, mezclados entre el olor a mujeres mojadas, sudor y respiraciones. El sonido era excitante, con las dos mujeres compitiendo por su placer y sus gemidos y sus coños chocando contra nuestras cinturas. Natalia y Miguel se corrieron ambos entre las convulsiones de mi mujer y al oírles, con la compenetración que ya teníamos Laura y yo, se salió de mí y se colocó en el asiento del copiloto, mirando hacia atrás para ver cómo Natalia y Miguel se acariciaban sentados juntos el sexo del otro y ofreciéndome su culo. Me coloqué como pude detrás de ella y la follé. La follaba con tanta fuerza como podía para arrancarle gemidos fuertes mientras cruzábamos miradas con nuestras pajeras de atrás que no perdía detalle sobre nuestra follada.
En un momento, mi mujer se adelantó ligeramente sobre la parte de adelante del coche para acariciar las mejillas enrojecidas de su amiga y al poco besarla con delicadeza y pasión mientras Miguel le acariciaba el culo. Laura, nada más recibir ese beso, se corrió sin remedio entre agradecimientos a los dos. Yo, que aún no había acabado, la volteé, la arranqué el tanga y abriéndola de piernas todo lo que pude la follé a lo misionero desesperado por llenarle el coño. Ahora era yo quién tenía mi mujer justo delante, y ésta no tardó en meterme la lengua hasta la garganta. Me corrí en breve, vertiendo toda mi leche dentro de aquel coño que ya era mío. Laura estaba ida sobre el asiento, completamente encharcada y al mismo tiempo exhausta de follar.
Nos recompusimos como pudimos y salimos del coche, con los cristales completamente empañados, y ante la atenta mirada de los botones subimos a nuestras habitaciones. Me metí de nuevo en la habitación de nuestros amigos. Laura estaba tan cansada que nada más llegar se tiró en la cama sin quitarse el vestido ni zapatos. La desvestí yo mismo dejándola desnuda, hice lo propio yo y nos dormidos tan juntos como pudimos, desnudos bajo las sábanas.
Oí cómo alguien llamaba a la puerta y al abrir los ojos comprobé cómo empezaba a amanecer. Laura seguía dormida a mi lado, desnuda y preciosa sobre las sábanas. Al levantarme y abrir la puerta me encontré a mi mujer con el albornoz medio abierto dejando ver su desnudez:
– “Os echaba de menos” Me dijo en voz baja para no despertar a Laura, ese “os” me extrañó. Entró en la habitación dejando caer al suelo su albornoz y metiéndose en la cama desnuda.
Mi mujer se pegó a su amiga, ambas desnudas y me miró con cara lasciva mientras se acerqué a ella, y metiéndome junto a ella. Mientras me acariciaba la polla me contaba:
– “Dios, cómo eché anoche de menos esta polla. Me dejasteis tan caliente anoche después veros en el coche, que casi no he podido dormir en toda la noche…” Hablaba muy bajo, susurrándome al oído para no despertar a su amiga Laura. “Al llegar hice que Miguel me comiera el coño hasta correrme pero lo que necesitaba era que me follara una buena polla como la tuya y él ya estaba sin fuerzas”.
Cuando metí mis manos entre sus piernas y la palpé el coño descubrí que estaba chorreando, la muy guarra tenía razón y llevaba caliente toda la noche. Con la compenetración que nos unía, rápida pasó una de sus piernas por encima de mi cintura y se metió sin dificultad me polla todo lo dentro que podía. Entonces, entendí lo que le pasaba:
– “Cariño, a ti lo que te pasa es que te pone cómo tu marido se folla el precioso coño de tu amiga. Te gusta ver cómo la llena entera delante de ti, cómo se mueve la putita de amiga encima de mí, con ese cuerpo delgado, pequeño y sexual que tiene. Te gusta mirarle a la cara y verla llena de placer y cómo se corre feliz con tu marido”. Le dije mientras aceleraba sus movimientos.
En medio de su excitación, al notar mi mujer cómo una mano delgada acariciaba su culo por detrás, sonrió y se dio la vuelta para ponerse frente a Laura, que ya se despertaba con nuestros ruidos. Al quedar de espaldas a mí, acerqué mi polla a su culo y la penetré por detrás mientras veía cómo se besaban con pasión y oía cómo se decían:
– “No me extraña Natalia que goces con la polla de tu marido dentro...” Le decía Laura a mi mujer entre besos. “¿Me vas a dejar que se corra después dentro mi por favor…? Venga sé una buena amiga y deja que tu marido se corra en mí, que te folle todo lo que quieras pero que después me la dé a mí, ¿vale?” La convenía Laura entre caricias con voz melosa.
– “Claaaaaaaaaaaro cariño” La respondió mi mujer. “Asíiiiii Laura, así, sigue con tus dedos…” Mientras Laura le acariciaba el clítoris. “¿Verdad que sí maridito? ¿Verdad que ahora te corres para ella? Ahhhhhhhh, me corroooooo, seguid así”.
La follé más fuerte al mismo tiempo que Laura aceleraba su dedos en su clítoris y mi mujer se corrió entre gritos largo tiempo mientras su amiga intentaba primero animarla a que corriera y liberara la tensión acumulada y después calmarla mientras Natalia se relaja de sus convulsiones. Yo estaba tan excitado que al notar que me correría en instantes, me salí de mi mujer, abrí de piernas a Laura y se la metí sin más. Ella, al notar mi polla dentro y mi cintura quieta lo entendió a la perfección y con varios movimientos rápidos de su cadera sobre mi polla, me corrí a placer, inundándola de mi leche cómo había pedido.
Cuando nos relajamos los tres, notamos a alguien en la habitación y descubrimos a Miguel sentado en el sofá con su albornoz y también desnudo. Tenía la polla dura entre las manos, masturbándose mientras nos veía, debió entrar con su llave mientras los tres follábamos sin hacer ruido. Cuando le vimos, no supimos qué decir, él se levantó y acercándose a mi mujer hizo ademán de querer follarla. Laura, para sorpresa de todos no le dejó, cerró sus piernas, con su coño encharcado con mi semen, y le dijo:
– “No, cariño. Este coñito ya se lo han follado, está encharcado y no quiero mezclarlo con tu polla. Además, ya sólo quiero la polla de Fernando dentro de mí, lo deseo así, para ti, si quieres mi boca”. Se acercó al borde la cama donde estaba su marido, se colocó a cuatro patas y se metió la polla de su marido en la boca y empezó a chuparla.
Laura chupó y chupó durante bastante tiempo mientras su marido le guiaba la cabeza. Mi mujer y yo, ante la escena y sobretodo excitados por el espectáculo que nos estaba dando Laura, nos fuimos calentado y acabamos yo apoyado sobre la pared sentado en la cama y mi mujer sobre mí de espaldas, con mi polla entre sus muslos pegada a su coño, mis manos sobre sus pechos y coño y susurrándole al oído sí le gustaba cómo su amiga se comía pollas. Yo estaba de nuevo a tope con la escena, y Laura, al notarlo, levantó ligeramente su cintura, colocó mi polla en la entrada de su coño y se sentó de nuevo totalmente empalada.
Al gemir mi mujer con mi polla dentro, Laura paró unos instantes y dejando la polla de su marido nos miró con envidia. Miguel por su parte se corrió al escuchar a mi mujer, y él sólo, sacudiéndose la polla se corrió donde pudo sobre Laura. Su leche llegó a su cara, su pelo y parte de su espalda, pero Laura ya sólo tenía su interés en nosotros. Miguel al terminar, nos miró a los tres con desdén y le dijo a su mujer:
– “Siempre he sabido que eras una puta”. Y sin más, recogió su ropa de la habitación, su maleta y, mientras mi mujer seguía follando y ya Laura estaba tumbada lamiéndole el coño y el tronco de mi polla al salir y entrar, se marchó dando un portazo.
Laura ni se inmutó, y con ganas de que la follara para correrse ella aquella mañana, intensificó sus lengüetazos directos sobre el coño de mi mujer para que ésta se corriera cuanto antes. Al hacerlo mi mujer se tumbó cansada al lado de nosotros, y Laura rápida se sentó a horcajadas sobre mí, metiéndose la polla sin más y moviéndose, tenía razón su marido, como una puta en celo. Ante la atenta mirada de mi mujer, ambos fuimos incrementando el ritmo de nuestra follada, entre gemidos y gritos de Laura y sus súplicas de que la follara siempre. Ambos teníamos ganas de explotar, pero entre mi corrida anterior y las ganas de follar de Laura disfrutamos largo rato, exhibiéndonos ante mi mujer que sonreía feliz.
Cambiamos de posición para darme más libertad de movimientos y de rodillas frente a Laura y ésta con su cintura subida hasta la altura de mi polla la follé tan fuerte como podía. Al cansarme rodamos hasta suelo al lado de la cama para seguir con nuestra lujuria. Ahora más lento, luego más rápido, ahora le azotaba su duro culo y luego ella me mordía el cuello para colerizarme. Nos corrimos ambos gritando a la par mientras la sodomizaba contra el suelo al final.
Nos echamos agotados sobre la cama para descansar y dormimos hasta el mediodía que encargamos la comida al servicio de habitaciones. El ambiente en la habitación entre los tres era muy agradable, feliz y sexual al mismo tiempo. Hablamos de muchos temas, de sexo, de familia, de matrimonio, de deseo, de trabajo. Los tres estábamos desnudos sin tapujos y pasamos todo el tiempo en la habitación entre caricias mutuas, tan pronto una de ellas me daba un beso, como una acariciaba el culo de la otra o me besaba la polla un rato si le apetecía. Durante la comida, debido a nuestra desnudez, al vino y a las caricias pasajeras que nos hacíamos, nos fuimos calentando hasta el punto de que mi mujer se sentó sobre la mesa a con las piernas abiertas delante de su amiga Laura y le dijo:
– “Cómetelo cariño que me quiero correr en tu boca” Laura no se hizo esperar y empezó a saborear con pasión el coño de su Natalia y yo al cabo de unos minutos me levanté totalmente empalmado, retiré la silla de Laura y tras chuparle con ansía su coñito mojado desde atrás la follé entre sus gemidos y los de mi mujer.
Al cabo de un rato, tras correrme en el culo de Laura, ambas se pusieron el bañador para bajar juntas al Spa a darse unos masajes y yo pude descansar hasta la cena. Al volver, se vistieron preciosas para la cena. La cena resultó divertidísima, recordando viejas historias juntos y confesando todos los momentos más calientes que habíamos vivido hasta entonces sin poder dar rienda suelta a nuestros deseos. Cuando volvíamos en coche al hotel, ambas salidas se sentaron juntas en la parte de atrás y llegaron al parking hablando de sus planes de sexo en cuanto entraran por la habitación y se masturbaban mutuamente. Hasta llegar a la habitación y durante el trayecto de ascensor, me relataron cómo me iban a follar a cada de las dos mientras juntas se comían sus coños y tal cual fue en cuanto entramos.
No volvimos a ver a Miguel desde aquel día, ni durante nuestros días en el Balneario ni más tarde cuando volvimos a casa. Laura se encontró vacío todo el armario y pertenencias de Miguel en casa y, como habíamos hablado entre los tres durante nuestras vacaciones, ella recogió las suyas y al cabo de unas horas se instalaba en nuestra casa con nosotros y mi hija.
Desde entonces, nuestra vida ha cambiado bastante. Mi mujer y yo seguimos enamorados y follamos como siempre, cuando podemos. Sin embargo, con quien más follo es con Laura. Al trabajar juntos, es raro el día que no acabamos follando. Siempre ha sido frecuente que entrara en mi despacho para trabajar juntos alguna operación y ahora claro, lo seguía haciendo. Entraba en el despacho y hablábamos sobre trabajo, aunque al cabo de un rato nuestras manos habían seguido sus instintos y ya metiéndonos mano, ella se levantaba, cerraba la puerta y la follaba allí mismo. A veces, si ya era tarde en la oficina y sólo quedábamos ella y yo, se acercaba a mi despacho, se sentaba sobre la mesa delante de mí, abría sus piernas y ya sin bragas la follaba hasta descargar entero dentro de ella.
Nuestros viajes de trabajo a visitar a clientes y bancos eran frecuentes, y ya ni nos molestábamos en coger dos habitaciones: al llegar al hotel por la noche, pedíamos la cena directamente en la habitación y pasábamos la noche follando hasta caer rendidos. Dios follábamos en la cama, en el suelo, en la piscina del hotel si había, en el coche, a veces hasta en los baños de cualquier restaurante en el que estuviéramos. Estábamos hechos para follar el uno con el otro, y aunque queríamos a Natalia, en el sexo éramos imparables.
En casa, aunque dormíamos los tres juntos, casi siempre me follo a mi mujer. Es un pacto no estricto que tenemos los tres: en casa con Natalia y fuera con Laura. Eso sí, había excepciones. Por ejemplo, si estábamos los tres viendo la tele en el sofá, aunque fueran unos dibujos con mi hija, y ya estábamos en pijama, bien Laura o Natalia, que en casa no usaban ropa interior, se sentaban sobre mí, liberando mi polla del pijama y allí mismo, sin que mi hija se diera cuenta me follaban despacio, en silencio y hasta sacarme la última gota.
Tampoco estaba escrito ni hablábamos de las sesiones de sexo que tenían entre ambas cada vez que se daba la ocasión. No era extraño que al llegar yo a casa de una cena de trabajo tarde, me las encontrara comiéndose el coño la una a la otra o metiéndose un consolador que trajo el primer día Laura a casa de su vida anterior con Miguel. Tampoco era raro que en casa, si el tono de conversación se calentaba, ambas se metieran mano por debajo de la mesa a sus desnudos y me imagino mojados coñitos.
Fin.