Puente en el balneario (2)

El fin de semana en el balneario acaba sin remedio follándome a la amiga de mi mujer en su habitación, mientras su marido hace lo propio con la mía hasta la extenuación.

Puente en el balneario (2)

Nunca había sido infiel a Natalia ni deseos de ello, pero allí en ese ascensor, con la mano húmeda de Laura acariciándome los dedos, supe que acabaría follándomela durante aquel puente en el balneario. Lo que no podía imaginarme en aquel ascensor el miércoles por la noche, es que para el domingo por la mañana la habría follado hasta la extenuación incluso delante de mi mujer.

Cuando nos bajamos del ascensor nos fuimos a nuestras habitaciones para descubrir que eran contiguas. Al entrar cada uno en nuestra habitación, Laura y yo cruzamos una última mirada antes de separarnos en la que lucíamos el deseo descontrolado. Nada más entrar y cerrar la puerta, caliente después de ver cómo Laura me mostraba su lengua, abracé a Natalia por detrás, le subí el vestido y metí la mano directamente a su coño. Por alguna razón que se me escapaba estaba empapada así es que la bajé el precioso tanga que llevaba la empujé de espaldas sobre la cama y la dejé tirada allí mientras me desvestía. Natalia sabía lo que quería, se quedó allí sobre la cama sin moverse, con el vestido por la cintura y las medias y bragas por las rodillas: quería la que la follara fuerte, que abusara de ella sin miramientos.

Ya desnudo, le bajé las medias y las bragas hasta quitárselas y admirar su precioso culo. Natalia era una morena espectacular, alta, delgada y con una cintura que daba paso a un culo redondo, duro y algo respingón. Poco a poco, mientras la miraba y acariciaba su culo fue abriendo muy lentamente sus piernas mostrándome su marcado coñito reluciendo por lo mojada que estaba. No me hice esperar y me comí aquel sabroso coño. Le chupaba toda la raja de su culito, para acabar metiendo mi lengua y succionando los flujos de aquel coño que también conocía. Ella poco a poco empezó a jadear y mover su culo contra mi cara para disfrutar de la comida hasta que la oí en susurros: “Fóllame, fóllame…”.

Tal cual estaba tendida boca abajo en la cama me coloqué encima de ella, apoyé mi polla en la entrada de su coñito, y antes de que mediera tiempo a reaccionar ella empujó el culo para atrás con fuerza y se metió la polla entera dando un fuerte gemido. Estaba desatada así es que la follé con todas mi fuerzas, perforando el culo de mi preciosa mujer tan fuerte como podía mientras ella no se molestaba en reprimir primero gemidos y al cabo de varios minutos cuando se corría gritos sin miramientos:

–      “Síiiiii, cariño, asíiiiii. Me corro, vaya pollaaaaaaaaa cariño”. Gritaba sin pudor a que la escucharan en la habitación contigua. Claro que de la habitación contigua de Laura y Miguel nos llegaban los gritos de ella: “Ahhh, ahhh, ahhh, ahhh” continuos y oíamos el golpe seco de sus cuerpos chocando mientras follaban: “Plaf, plaf, plaf”.

Mi mujer, mientras oía a su amiga Laura se corrió largo rato con mi polla dentro de ella, y yo que después de la comida que me había hecho Laura en el coche me quedaba rato, me salí de ella tras relajarse su cuerpo, me senté en un sillón que había al lado de la cama exhausto. Ella, mi preciosa mujer, con cara de niña golosa se levantó justo delante de mí, se contorneó cual puta excitada y fue doblando sus piernas hasta comerse mi polla con pasión.

Al cabo de un rato, mientras oíamos a Laura cómo se corría y a Miguel soltarla “Toma putilla” mientras también se corría, con los ojos de mi mujer clavados en los míos, me corrí en su boca, en sus labios y su cara, dejando escapar la tensión acumulada durante el viaje. Natalia, que siempre ha seguido la regla de una señora en la calle y una puta en la cama, saboreaba los restos de mi semen sobre sus labios y cara y limpiaba mi polla hasta dejarla reluciente. Agotados, nos abrazamos desnudos sobre la cama y dormimos así hasta la mañana siguiente.

Cuando bajamos a desayunar, encontramos a nuestros amigos allí y tras cruzar varias miradas cómplices entre todos, sonreímos sin necesidad de explicaciones sobre los ruidos de anoche sin más que “Qué bien hemos dormido”, “Qué bien nos está sentando el viaje” o “No sé qué nos pasó anoche…”. Hablamos sobre qué hacer durante el día y acordamos que Miguel y yo iríamos a navegar en un velero que alquilamos en el hotel mientras ellas se daban un circuito de masajes. La tarde la pasaríamos juntos en la piscina y SPA del hotel y después nos iríamos a cenar.

Miguel y yo echamos una gran mañana navegando y sobre las 5 fuimos a recoger a nuestras mujeres al hotel para ir al SPA juntos. Las encontramos a las dos juntas en mi habitación ya preparadas con su albornoz para bajar al SPA y rápidamente nos cambiamos nosotros. Me sorprendió que Laura se quedar allí en mi habitación, hablando con mi mujer como si tal cosa mientras yo me desvestía para enfundarme el bañador y albornoz. Como ni ella ni mi mujer decían nada yo no iba a ser el prudente, así es que me saqué la polla sin más mientras ambas podían verme perfectamente y sin prisas me puse el bañador.

De nuevo en el ascensor, Laura se pegó a mí y al mirarme otra vez en confidencia a parte de nuestras parejas con ojos tan lascivos como los de la noche anterior en el coche, metió su mano por dentro de su albornoz para a continuación rozarla sobre la mía y hacerme sentir su humedad. Dios cómo deseaba follarla.

Cuando llegamos al SPA y se quitaron los albornoces, Miguel y yo pudimos observar a nuestras dos bellezas. Natalia llevaba un bikini que yo conocía, bastante recatado pero que marcaba sus pechos de forma espectacular, realzándolos apuntando hacia uno con ganas de comerlos. Natalia, por el contrario, llevaba una braguita muy fina, marcando sin pudor perfectamente su coño, y por parte superior unos triángulos escondiendo sus pequeños pechos.

–      “Estáis preciosas”. Fue todo lo que pudimos decir Miguel y yo, mientras que para mi sorpresa Miguel no pudo reprimir acariciar ligeramente el culo de mi mujer palpando el bañador para comprobar cómo era y ésta ni sorprenderse por el gesto. La verdad, es que el gesto había sido inocente y a ninguno de los cuatro nos pareció mal, pero aquello me hizo sospechar que no había sido la primera vez que Miguel había acariciado a mi mujer. Más tarde lo corroboraría.

Pasamos la tarde los cuatro en las diferentes piscinas, salas y saunas del SPA, y según iba pasando el tiempo algo fue pasando poco a poco, primero de forma totalmente involuntaria y luego premeditada. Al entrar en el primer jacuzzi, nos sentamos cada uno al lado de nuestra pareja, pero de forma magnética y mientras hablábamos, en la siguiente sala nos fuimos acercando hacia la otra. Al cabo de un rato, en una sauna, ya nos sentamos con las parejas cruzadas de la forma más natural porque así había ido coincidiendo poco a poco. Más adelante, como a Laura y a mí nos apetecía probar la sauna más fuerte que había, dejamos a Natalia y Miguel en una sala de relajación.

En la sauna, de forma natural Laura y yo nos sentamos pegados mientras jugábamos con nuestras manos en las piernas o cuerpo del otro. Acabamos con Laura sentada encima de mí, acariciándonos sin pudor y si no fuera porque el calor se tornó insoportable hubiéramos follado allí mismo. Al salir, volvimos a por Natalia y Miguel y nos los encontramos tumbados cada uno en una tumbona pero mi mujer con sus piernas sobre las de Miguel.

A continuación, nos fuimos a una sala de baño turco pequeña en la que sólo estábamos los cuatro. Nada más entrar, Laura y yo nos sentamos juntos enfrente de Natalia y Miguel. El calor de esta sala era hasta agradable pero las miradas entre los cuatro estaban al rojo vivo. Sin hablar, Miguel y yo alargamos poco a poco la mano a la rodilla de nuestras mujeres, para pasar a continuación a acariciarlas sin pudor la pierna hasta su bikini. Ellas que estaban a cien, abrieron sus piernas al tiempo en señal de ruego para que las metiéramos mano. Podía ver la cara de mi mujer totalmente salida mientras Miguel le metía la mano a discreción por dentro de su braga y acariciaba ese coño. Mis dedos también se perdían ya dentro del coño de Laura y empezamos a masturbarlas. La imagen de ambas mujeres, abiertas de piernas en el baño turco, con los pies apoyados sobre el asiento, una enfrente de la otra, disfrutando del marido de su amiga era demasiado para todos y pronto disfrutaron de un silencioso pero intenso orgasmo mientras se miraban la una a la otra alternando con nosotros. Cuando se relajaron, Laura me agradeció con la mirada el placer y me besó con pasión, metiendo toda su lengua en mi boca, durante un buen rato antes de salir.

Después, decidimos dejar el SPA por la tarde y subir a cambiarnos para ir a cenar. Ya en el ascensor, ni Laura y yo ni Natalia y Miguel nos separamos el uno del otro, por eso, cuando nos plantamos delante de nuestras puertas y llegó el momento de separarnos, no pudimos. Miguel me dio la llave de su habitación, yo le di la mía, y entré en la habitación de nuestros amigos con Laura mientras veía cómo Miguel ya magreaba el culo de mi mujer al entrar en la nuestra.

Al entrar con Laura, uno frente al otro delante de la cama, nos quitamos lentamente el albornoz, su bikini y mi bañador mientras nos mirábamos. Por alguna extraña razón, ese cuerpo delgado, esas tetas pequeñas y ese coño marcado con unos labios rosados me excitaba sobremanera. La abracé con mi polla enhiesta como un palo y la levanté. Ella rodeó sus piernas con mi cintura mientras pasaba sus brazos por mi cuello y me besaba con frenesí. Yo, con mi manos sujetándola los cachetes de su culo, los apretaba y magreaba sin cuidado, cuánto más los apretaba y sobaba más se movía como perra en celo. En esto se parecía a su amiga, disfrutaba tanto del morbo que al pegarle una palmada seca y dura sobre su culo, apretó su cuerpo contra mío aún más si cabe, metió su lengua en mi boca y bajó su cintura de golpe sobre mi polla, metiéndose mi polla entera hasta dentro y gimiendo en voz alta.

Movía su cintura sobre mi polla con una flexibilidad que me estrujaba la polla hasta metérsela entera, mientras gemía y gritaba:

–      “Sí, sí, más, dame más Fer…..Ahhhhh”. Gritaba al mismo tiempo que escuchábamos los gritos de la habitación de al lado de mi mujer y sobretodo de Miguel, en la que podíamos oír cómo se corría me imagino sobre mi mujer diciendo: “Toma putita”.

Laura paró agotada sobre mi polla, la llevé y apoyé sobre la mesa que había más cerca, quedando a la altura de mi cintura. Excitado, tiré todo lo que había sobre la mesa de un manotazo: lámpara, folletos, cenicero, todo para liberar la mesa, y poder tumbarla sobre ella. La follé sin compasión mientras estrujaba sus pechos con mis manos con fuerza para comprobar lo duros que tenía esos pequeños pezones. La follaba y follaba ahora más lento, quería que disfrutáramos ambos de aquella follada tan buscada por los dos, acariciaba sus mejillas y sus labios con mis dedos. Ella, besó mi dedo y se lo metió en la boca mordiéndolo con cierta fuerza, moví mi mano y la abofeteé. Gritó excitada y al avanzar mis dedos sobre su clítoris libre y encharcado, se corrió como loca, empapando mis huevos.

Gritaba fuera de sí mientras seguía moviéndose ella sola en círculos lentamente con mi polla dentro. Finalmente, se relajó poco a poco exhausta después de su orgasmo. Yo todavía no había acabado y ella lo sabía. Se salió, me besó y se dio la vuelta inclinándose sobre la mesa, ofreciéndome su culo para mi placer. Acaricié su culo, coloqué mi polla en la entrada de su coño y la penetré disfrutando de aquellos preciosos y grandes labios. La follé a gusto mientras le acariciaba su espalda, su nuca y a veces tiraba de su pelo para que entendiera quién estaba follando a quien. Cuando sentí que me corría, la agarré por la cintura y al notar lo cerca que estaba me susurró:

–      “Córrete dentro mí por favor, Fer, quiero sentir tu leche dentro de mí para siempre…”.

Exploté dentro de ella, llenándola ese precioso y estrecho coño. Me encantaba aquella mujer, era parecida, pero al mismo tiempo muy diferente a mi mujer. Natalia disfrutaba del morbo de follar, también de mi polla, pero la excitaba todo el acto en sí. Por eso se movía cómo una zorra, disfrutaba chupándome la polla y la gustaba que la follaran con dedicación. A Laura sin embargo, lo que le gustaba era tener mi polla dentro de ella y que la follara sin más. Le gustaba que la follara fuerte, fuerte con mi polla y todo mi cuerpo. Me gustaba.

Se quedó tal cual sobre la mesa, con mi polla y la corrida dentro, hasta que me fui saliendo poco a poco. La acaricié su culo, su espalda y su cara mientras seguía quieta. Ni se movió hasta que ligeramente la incorporé y volvió a besarme esta vez más pausa, con una mezcla de satisfacción, agradecimiento y cariño. Nos tumbamos en la cama a descansar en la cama, desnudos ambos y sin dejar de acariciarnos y meternos mano.

–      “¿Te ha gustado follarme de nuevo maridito?”. Me preguntó Laura susurrando en mi oído.

–      “Dios, me encanta. Tienes un cuerpo que respira puro sexo, tu coño es perfecto, tus labios me provocan. Pero es tu cara mientras te follo la que me vuelve loco”. Le respondí mientras acaricia sus tetas a placer.

–      “Quiero a Miguel con locura, pero desde que me follaste la primera vez en aquel servicio sentí algo que no había sentido nunca y no lo he vuelto a hacer hasta ahora mismo. Siento tu polla cómo me llena completamente, cómo entra y se adapta a mi coño a la perfección. Por alguna razón, tus manos sobre mi cuerpo me excitan sobremanera y tu forma de moverte es justo la que necesito en cada momento.” Se confesaba y movía su pierna por encima de mi cintura para así, los dos tumbados uno frente al otro, mi polla acariciaba su coño.

–      “No quiero que me malinterpretes maridito…” Seguía su confesión y las caricias de su coño sobre mi polla. “Eres mi mejor amigo desde hace muchos años y nunca he estado enamorada de ti, pero desde que hace más de 5 años pude sentir tu polla dentro no he dejado de pensar en ella. Te casaste con mi amiga Natalia y por eso he mantenido las distancias pero el recuerdo de esta polla se ha mantenido vivo en mi memoria. A Miguel, que es un vicioso, se lo confesé incluso al poco de conocerle y el cabrón me ha jugado con ello desde hace años. Por eso me llama puta cuando follamos, porque sabe que muchas veces pienso en ti sin remedio.”

Mi polla estaba reaccionando a sus lentos movimientos y lucía ya enhiesta y mojada de sus líquidos, y ella al notarlo, con un rápido momento de cintura, se la metió de golpe gimiendo y quedándose quieta con mi polla dentro unos segundos. Se quedó así, disfrutando de mi polla llenándola por completo, y empezó a moverse para sólo dejar fuera mi polla unos centímetros, provocándome un placer hasta ahora desconocido por lo lento e intenso de sus movimientos, mientras seguía contando.

–      “Y la misma confianza que tengo con mi marido, sabes que la tengo con tu mujer, sí la misma mujer a que se están follando en la habitación de al lado mientras tú encharcas el coño de esta putita...” Se notaba que estaba disfrutando tanto como yo porque estaba excitadísima y empapaba mi polla y mis huevos. “Nuestra amistad se hizo más fuerte después de casaros, y como siempre hemos hablado de todos los temas. Un día empezamos a hablar sobre sexo, pero al cabo de un par de horas acabamos confesándonos cómo follábamos con nuestros maridos. Desde ese día, hemos hablado mucho sobre cada detalle de cómo follábamos, qué nos gustaba y claro, al final tuve que confesarle algo que ella ya sabía: la tremenda follada que me pegaste aquel día en los baños, pero también algo que no sabía, mi fascinación por tu polla desde entonces… Ahhhh, cómo me gusta tu polla cabrón, ahhhh”.

Se calló por unos minutos mientras seguía moviendo su culo contra mí, ahora poco a poco más fuerte hasta correrse largo, entre gemidos, palabras inteligibles y besos incansables. Ahora quería follarla yo. Cuando se relajó, la dejé tumbada, la abrí las piernas cuanto pude y sobre ella se la metí de lleno mientras estrujaba sus pechos y cara moviéndome también cuán lento podía para disfrutar de aquel precioso coño. Ella siguió hablando mientras la follaba:

–      “Claro, que la morbosa de tu mujer, cuándo se enteró de mis recuerdos de tu polla, se deleitaba en sus relatos de las folladas que le dabas, cómo se comía centímetro a centímetro tu polla y sus sensaciones y placer. La muy guarra, ya sabes lo guarra que puede llegar a ser, al cabo de un tiempo cuando notaba lo caliente que me ponía con sus relatos, si estábamos en alguna cafetería o restaurante con mantel, metía sus dedos directo contra mi coño para calentarme aún más y comprobar mi mojado coñito. Lástima que no pasara de ahí… sigue follándome así por favor…”. Dios, esta mujer era incansable.

–      “Más tarde, hace más o menos un año, decidí pagarla con la misma moneda y empecé, de acuerdo con Miguel, a detallarle con todo lujo de detalle las morbosas situaciones en las que folla mi marido y noté cómo ella también empezó a fantasear con mi marido. Tanto, que las últimas veces hemos acabado las dos con las manos en nuestros coños, sólo acariciándonos bajo la mesa, sólo unos minutos pero los suficientes cómo excitarnos de tal forma que acabábamos masturbándonos a solas en algún baño público o llegando a casa y buscando a nuestros maridos como perras en celo para follar y saciarnos”.

Cómo me estaba poniendo aquella zorra. Sabía perfectamente que su confesión me enfadaba y al mismo tiempo excitaba para follarla con dedicación y fuerte. La metía la polla tan dentro que más de una vez gimió de dolor, la perforaba tanto como podía para que sintiera cómo la llenaba por completo y poseía. Desde la habitación de al lado llegaban ahora los gritos de mujer. Eran alaridos de placer cómo pocas veces la había oído yo. Laura seguía su relato, y entonces decidí que no tendría suficiente con aquello y me salí de ella, levanté sus piernas juntándolas y bajé mi boca hasta su culo para lamerlo:

–      “Ohhh, sí, cómeme el culo maridito y ahora me lo abres….”. Su cara de lujuria era una invitación a vía libre.

Mientras le comía aquel pequeño, duro y rosado culo, mojándoselo y preparándolo con mi lengua para después, ella siguió entre gemidos:

–      “Hasta que esta tarde, después de volver del SPA ambas agotadas, embadurnadas de crema y desnudas bajo el albornoz nos hemos echado sobre la cama para descansar hasta que volvierais. Y claro, entre el calor de la habitación, los masajes, el olor que desprenden dos putas como nosotras encharcadas desde el viaje de ayer, pues no podía pasar otra cosa. En segundos, ambas teníamos la mano sobre el coño de la otra y tu mujer me confesaba cómo ambos nos miraban en silencio ayer en el coche mientras nos metíamos mano y ellos no se quedaron atrás”.

¡Qué! ¿Mi mujer y Fernando nos vieron ayer en el coche? Me incorporé, me coloqué de rodillas delante de ella, escupí mi polla para mojarla y se la coloqué en la entrada de su culo, metiéndola apenas un centímetro para que su culo se fuera abriendo. Ella apoyó sus piernas en alto sobre mi cuerpo y mientras hablaba fue moviendo poco a poco su cintura, metiéndose mi polla muy lentamente en cada acercamiento y seguía:

–      “Sí, maridito sí, ayer nos vieron y bien vistos. Al parecer, mi olor a zorra era tan fuerte que les despertó pero no avisaron porque ellos habían ido acercando sus piernas poco a poco durante el viaje y aquello les dio vía libre para seguir con su particular juego. Cuando vieron lo que hacíamos, les faltó tiempo para que, mientras tu mujer se abría de piernas colocando una sobre Miguel, éste pasara su mano primero por su pierna para ir directamente hasta su sus bragas y comprobar cómo estaba de mojada. Tu mujercita, ni corta ni perezosa se las quitó para darle libertad y él se sacó la polla para ella. Ahhhhhhhhhhhhhhh”.

Clavando su culo sobre mi polla, metiéndosela por completo y perforando aquel precio culo. A pesar del dolor, de salida que era siguió follando con el culo tan profundo mientras podía. Era un culo muy prieto pero acogedor y mi polla enseguida se acostumbró y disfruté en pleno.

–      “Así, qué bien follas cabrón, de verdad que tu polla está hecha para mí, síiiiii…” Disfrutaba como loca y seguía contándome: “Así es Fer, tu mujercita Natalia ayer se dejó sobar bien sobada detrás de ti, mientras acababa con la mano encharcada de la leche de mi marido justo después de que me vieran agacharme para comer tu preciosa polla. Ellos estaban tan salidos como nosotros ayer por la noche….. Síiiii, sigue, sigueeeeeeee”.

Noté cómo se corría justo en el momento en que mi polla se hinchó para descargar mi leche dentro de su culo. Me corrí mientras la oía gritar sin parar, diciéndome que la follara más fuerte, que la llenara el culo. La follaba con fuerza mientras me corría en su interior, mi polla quemaba de mi leche y su ardiente culo.

Me salí de su culo y me eché rendido sobre la cama, pero ella se abalanzó sobre mi polla para dejarla limpia y reluciente mientras paraba de vez en cuando para contarme que por la tarde, mientras ambas se confesaban sobre lo sucedido en el coche, no se pudieron resistir y acabaron comiéndose las tetas la una y la otra para acabar corriéndose cómo locas en un 69 mientras chorreaban líquidos y babas de los dos antes de que llegáramos y se pusieran de nuevo el bikini.

Cuando acabó con mi polla, pegó su cuerpo al mío, de nuevo con su coñito sobre mi polla, descansamos rendidos sobre la cama en silencio aunque ligeras caricias, ella sobre mi pecho y yo sin pudor sobre su culo y cintura. Cuando asimilé la confesión que acababa de hacerme, empecé a encajar las piezas: las veces que mi mujer llegaba a casa en celo después de cenar con Laura, la excitación de mi mujer ayer al llegar al hotel y la palmada de confianza de Miguel por la tarde a mi mujer. Sentí felicidad por mi mujer y Laura al mismo tiempo que excitación, ni un asomo de celos o rabia hacia Miguel, es más curiosidad por saber qué le habría hecho a mi mujer en la habitación de al lado para que gritara de aquella forma.

En ese momento, llamaron a la puerta, dejé a Laura en la cama aún deshecha y al abrir me encontré sólo a Miguel con el albornoz abierto. Nos sonreímos mutuamente sin más y me preguntó:

–      “¿Quedamos en media hora para ir a cenar juntos?”. Claro, le dije. Salí hacia mi habitación con la puerta abierta y él entró en la suya para cambiarse.

Al entrar en mi habitación encontré a mi mujer desnuda sobre la cama también exhausta, con el culo algo enrojecido y restos de semen en su pelo y entre sus piernas. Me acerqué a ella y la besé al mismo tiempo con pasión y ternura. Ella me abrazó y descansamos juntos mientras nos contábamos qué había pasado.

Fue entonces cuando me confesó cómo su amiga Laura había ido generando ella una curiosidad hacia el morbo de Miguel, cómo había sido manoseada en el coche ayer mientras se corría al ver cómo Laura me comía la polla y cómo, al sentir la polla de Miguel entre sus dedos deseó que la hiciera suya hoy. Cuando le conté lo ocurrido con Laura me contestó:

–       “¡Qué a gusto se debe haber quedado esa putilla! Lleva años deseando tener esa polla de nuevo entera dentro de ella. Las últimas veces, ya sólo quería hablar de tu polla, cómo te la comía, cómo me penetrabas. Seguro que no ha dejado ni gota fuera de su cuerpo, hoy me decía que soñaba con sentir tu leche dentro. Me alegro mucho de que la hayas follado, os quiero tanto a ambos”. Decía con sinceridad.

Me explicó que follar con Miguel era muy diferente a hacerlo conmigo. Según ella, la polla de Miguel era bastante más pequeña y débil que la mía, pero que la forma de generar morbo y su dedicación hacia la mujer, hacía que supliera esa polla para hacer llegar a orgasmos a una mujer insospechados. Escuché muy atento cómo a Natalia le gustaba que yo la follara y sentir mi polla dentro de ella, y cómo también le gustaba la excitación a la que llegaba con Miguel. Al parecer Miguel empezaba muy suave a lamerla por partes del cuerpo que Natalia descubrió la excitaban sobremanera aquella tarde, cómo la metía dedo tras dedo en su coño encharcado mientras con la otra mano le perforaba el culo hasta límites inalcanzables provocándola gritar sin control, y cómo tras follarla con su polla poco tiempo, por su caricias y movimientos, todo lo que ella quería es que se corriera en su cara, su boca, su culo, daba igual pero que la manchara para sentirse puta y correrse sin más.

Tras ducharnos y vestirnos, cogimos de nuevo el coche para ir a cenar. Cuando nada más entrar, Laura mi lado se subió el vestido dejándome ver su precioso coño desnudo, aún rojo palpitante después de la follada que habíamos tenido, y al ver por el retrovisor cómo mi mujer subía sus piernas por encima de Miguel en la parte de atrás y éste sin pudor acariciarlas hasta su culo, supe que aquellos días de morbo y sexo no habían terminado ni lo harían jamás.

Continuará.