Puente en el balneario (1)

“Ten cuidado no nos vayamos a matar por esto”. Me dijo en voz baja para no despertar a mi mujer aunque los de atrás no oyeran nada por el ruido de la carretera y la distancia hasta ellos. “Además no es nada que no hayas visto, tocado y follado ya...”.

Puente en el balneario (1)

El año pasado había sido un año duro de trabajo y mi mujer decidimos hacernos una escapada durante el puente de diciembre. Sé que a ella le gusta descansar esos días de invierno en un balneario y reservamos uno que al siempre vamos en Cantabria. Dejaríamos a nuestra hija con mis padres  y pasaríamos 4 días por fin tranquilos.

Natalia y yo, Fernando, nos casamos hace 5 años después de un flechazo rápido de a penas 4 meses. Nos presentó su amiga Laura, que trabajaba en mi empresa, una noche de cena de navidad en la fuimos a tomar copas después todos los compañeros. Laura se encontró con Natalia en el bar en el que estábamos y por cortesía al estar a mi lado me la presentó. Natalia y yo nos gustamos desde el primero momento y acabamos en mi casa follando el resto del fin de semana. Dos semanas después se vino a vivir a mi casa y a los tres meses la pedí matrimonio. El mes siguiente nos casamos en una boda íntima pero muy romántica y al año nació nuestra primera hija.

Natalia y Laura seguían siendo amigas íntimas y hablaban casi todos los días. Esa semana antes de irnos habló con ella y Laura le preguntó si nos importaba que nos acompañaran ella y su marido. También habían pensado en irse de vacaciones el puente y puesto que aún no tenían familia no tendrían ningún problema en venir. Al principio Natalia y yo habíamos pensado en pasar unos días tranquilos e íntimos, pero en seguida nos pareció buena idea porque nos llevábamos muy bien con ellos y seguro sería divertido. Les dijimos que sí, y quedamos en ir juntos en el mismo coche el siguiente miércoles por la noche.

Les recogimos cuando terminamos el trabajo el miércoles sobre las 9 de la noche y los dos se subieron al coche. Laura se había casado el año anterior con Miguel después de un largo noviazgo y todavía no tenían familia. Miguel era un tipo agradable y muy divertido, y a lo largo de los años nos habíamos hecho muy buenos amigos. Miguel y yo éramos diferentes pero nos sabíamos respetar. Él es mucho más abierto que yo, disfruta siempre bebiendo, riendo, y podía entablar relación con cualquier en minutos. Es un fan del fútbol, de las cartas, y también algo atrevido con las mujeres, en concreto la suya y la mía. Yo por el contrario, siempre he sido más introvertido, más pensativo y bastante más prudente con las mujeres en lo que a insinuaciones se refiere. Los cuatro pasábamos mucho tiempo juntos y nos llevábamos muy bien, la complicidad entre todos era intensa.

Como Laura se mareaba con frecuencia en los viajes se sentó delante conmigo y mi mujer detrás con Miguel. El viaje transcurrió muy ameno pero yo lo pasé primero algo nervioso y luego caliente perdido por el vestidito de Laura. Llevaba un vestido de lana grueso al ser invierno pero cuando se sentó y se acomodó en el asiento se le subió debido al roce con el asiento, dejó ver demasiado de sus piernas y ahí lo dejó. Según iba pasando el viaje el vestido se fue subiendo cada vez más y más hasta que la última parte me brindaba una imagen perfecta de sus piernas y su ropa interior.

Nuestro coche es muy amplio y los asientos tan grandes que los de atrás no podían ver casi nada de lo que sucedía delante y es más, a mitad de camino mi mujer se durmió y Miguel miraba una película en el DVD del coche con los auriculares puestos así es que tampoco escuchaban nada. No entendía como Laura dejaba el vestido de esa forma y en un momento dado, al subir ella sus piernas en el asiento para estar más cómoda y poder girarse para hablar conmigo mejor el vestido se subió por completo y mostraba sin pudor su ropa interior.

Lo llamo ropa por decir algo porque llevaba un tanga pequeño de encaje de color negro que al mirar se intuía perfectamente el contorno de sus labios vaginales. Cuando levanté mi mirada de su tanga me crucé con la de ella antes de volver a la carretera.

–      “Ten cuidado no nos vayamos a matar por esto”. Me dijo en voz baja para no despertar a mi mujer aunque los de atrás no oyeran nada por el ruido de la carretera y la distancia hasta ellos. “Además no es nada que no hayas visto, tocado y follado ya...”. Y se acarició con los dedos por encima de su coño apoyada su espalda contra la puerta del coche y el cristal mirando directamente hacía mí.

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Laura era muy delgada, con pechos pequeños y estatura media pero un culo perfecto, empezando en su estrecha cintura, siguiendo por una redondez firme y terminando en unas piernas lisas y sin gramo de grasa.

Ambos empezamos a trabajar en la empresa casi al mismo tiempo, ella dentro del departamento legal y yo como responsable financiero. Nos caímos bien desde el principio y nos hicimos buenos amigos. De ahí pasamos a contarnos todas nuestras confidencias de nuestras parejas o amantes del momento hasta que en una reunión de trabajo con clientes la noche se alargó y acabamos todos, nuestros jefes y el equipo de la empresa de los clientes, tomando copas en la discoteca de moda de la ciudad.

Avanzada la noche me preguntó si me había fijado cómo me miraba la abogada de nuestros clientes y que lo más probable es que acabara follándomela en el hotel esa misma noche. Le contesté que sí me había fijado y que sí pensaba seguirla hasta su habitación más tarde cuando volviéramos al hotel. “Ahh sí, ¿y qué piensas hacerla? Cuéntame anda”. Noté qué necesitaba que se lo dijera por lo excitada de su voz allí apoyada en la barra de la discoteca mientras saboreaba su copa.

Y se lo detallé al milímetro, le conté paso por paso lo que pensaba hacerla a aquella abogada más tarde hasta que me confesó: “Eres un cabrón, me tienes chorreando y hoy me parece que no follo”. Sorprendido por lo zorra que parecía a veces le dije que no me creía que fuera para tanto y sin cortarse se metió la mano dentro de su vestido sin que nadie la viera y cuando la sacó me acarició la mano. Dios, los dos dedos que me pasó por la mano estaban chorreando y me dejó la mano mojada de sus flujos. “Ves” Me dijo “Me voy al cuarto de baño a limpiarme un poco mientras te dejo que te ligues a la abogada cabroncete”.

Verla marchas así, con su perfecto culo marcado por el mini vestido que se había puesto esta noche y moviendo las caderas sobre sus tacones hasta el baño me produjo un escalofrío y  decidí seguirla hasta los baños. No notó mi presencia hasta que al llegar a la puerta de los baños me pegué a ella por detrás y le susurré al oído que la acompañaba. Se giró, me sonrió lascivamente y nada más cerrar la puerta del baño, se unimos violentamente en un beso en la que nos comíamos literalmente la boca el uno al otro mientras ella desabrochaba con maña mi pantalón y dejaba mi polla al aire y yo subía su vestido y rompía sin demasiada fuerza el hilo que llevaba por tanga. Como Laura no pesaba mucho me abrazó, rodeó mi cintura con mis piernas y sin más miramientos, mientras la cogía el culo con ambas manos la dejaba caer sobre mi polla y por primera vez la follé. Estaba tan empapada que entró sin dificultad y estuvimos follando así y gritando sin pudor unos minutos hasta que cansado, la tumbé en el suelo y la follé con todas mis fuerzas. Cuanto más fuerte la follaba más nos gustaba, sin importarnos el ruido que hiciéramos y el frío y la suciedad del baño.

Ambos nos corrimos en poco tiempo y tras calmarnos nos reímos del estado en el que habíamos acabado. Ella con el vestido destrozado por encima de su cintura, y restos de semen por todo el coño y sus piernas, todavía con los tacones puestos y el pelo enmarañado; y yo con la corbata manchada, los pantalones en una esquina del baño y varios mordiscos de Laura en mi cuello. Nos lo tomamos con tranquilidad y tras varios comentarios graciosos de ambos nos fuimos arreglando poco a poco. Verla allí, apoyada en la encimera del baño mientras se lavaba la cara y se peinaba el pelo me produjo una erección de nuevo y no pudo más que agacharme a la altura de su culo, volver a subirle el vestido y comerme con dedicación y placer aquel maravilloso culo y coñito.

Ella se excitó también al instante y empujaba su culo contra mi cara mientras decía en voz baja que siguiera así, que me comiera su coñito. Después de un rato, me incorporé y mientras ella consentía con su mirada lasciva lo que a continuación iba a hacerle, saqué de nuevo mi polla y la follé de nuevo, esta vez sin prisas y disfrutando ambos del momento. No nos dijimos nada, sólo nos mirábamos a través del espejo hasta que noté cómo se corría de nuevo y me decía moviendo sólo los labios a través del espejo marcando cada sílaba: “Fó-lla-me-por-el-cu-lo”. No la hice esperar, saqué mi polla de su caliente coño y la coloqué en la entrada de aquel precioso culo.

Debido a lo mojada que estaba mi polla entró la casi la mitad sin problemas en el aquel estrecho culito, y ella se encargó de que la empalara por completo al pegarse cada vez más a mí mientras podía observar cómo cambiaba su cara por el espejo desde primero sorpresa cuando se la metí, después dolor mientras se pegaba y por fin rendida de placer cuando la follé por el culo hasta correrme dentro de él casi en seguida debido a la excitación que tenía.

Cuando salimos por fin del baño, observamos que nuestros compañeros y clientes se habían ido y que tenía varios mensajes de mi jefe en el móvil en los que me decía que se iban también al hotel porque nosotros debíamos habernos ido ya. Ni se habían dado cuenta de que nos habíamos ido al baño y pensaban que estábamos ya durmiendo. Laura y yo, más tranquilos y saciados ya disfrutamos de una última copa mientras nos reíamos y comentábamos lo ocurrido. Nos fuimos al hotel y cada uno, agotados por la escena del baño y el día de trabajo, nos metimos en nuestras habitaciones a dormir.

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No volvimos a estar más juntos. Al día siguiente ambos estuvimos de acuerdo en que había sido un calentón y que seguiríamos siendo amigos y así fue. Al cabo de un tiempo me presentó a su amiga Natalia, mi mujer, y no habíamos vuelto a hablar de aquella noche. Hasta ahora en que Laura, se sacó la mano de dentro de su tanga mientras su marido y mujer dormían ya en la parte trasera del coche, me acarició la mía apoyada sobre la palanca de cambios y la impregnó bien mojada de sus flujos.

Miré por el retrovisor para ver qué hacían mi mujer y Miguel y ambos estaban completamente dormidos. Cuando volví mi mirada sobre Laura la encontré apoyada en la puerta del coche, con las piernas abiertas y el vestido subido. Con dos dedos de la mano izquierda apartaba su fino tanga hacia un lado y con otros dos de la derecha se acariciaba muy lentamente su coño de arriba abajo, enterrando ambos dedos cuanto podía al llegar a su clítoris.

Tuve que volver a la carretera si no quería nos matáramos allí, pero mi erección fue tal que no dudé en seguirle el juego. Sin mirarla, desabroché mi bragueta y me saqué la polla entera para que pudiera verla y comprobar sus efectos. Los de atrás jamás podrían haber visto nada dado lo amplio del coche y los asientos, a no ser que se hubieran acercado hacia delante para mirar directamente.

La excitación era máxima en la parte delantera del coche. Yo daba rápidos vistazos hacia Laura para mirar aquel precioso coño brillante y comprobaba como estaba disfrutando de la situación. Mientras yo, con una mano cogía el volante y con la otra me pajeaba lentamente. La tenía tan empalmada que cada movimiento me acercaba más y más hacia el orgasmo. Cuando volví a mirar a Laura tras escuchar un ligero gemido, la vi con sus ojos fijos en mi polla, la boca medio abierta y sus dedos rápidos en su coño, corriéndose en silencio. Cuando terminó, se bajó el vestido, y sin hacer casi ruido se acercó un poco más a mí, movió su mano por debajo del apoyabrazos sin que nadie pudiera verla y apoyó su mano encharcada sobre la mía que acariciaba mi polla.

–      “Déjame a mí”. Susurró casi en petición.

Mientras agarraba ahora el volante con las dos manos, ella siguió masturbándome, subiendo de arriba abajo su mojada mano todo a lo largo de la polla muy lentamente. No tardé ni dos minutos en correrme entero en su mano, mientras ella recogía todo el semen entre sus dedos. Al instante, metió su mano con mi leche subiéndose levemente el vestido y observé cómo se restregaba mi corrida entera en su coño. No le bastó y volvió a mi polla para recoger los restos de semen, para volver a metérsela entre sus bragas.

Yo me escondí de nuevo la polla dentro del pantalón y me encantó ver cómo Laura no se quitó la mano con mi leche del coño hasta que llegamos a nuestro hotel y despertamos a nuestras parejas de atrás. Después de registrarnos, subimos los 4 en el ascensor a nuestras habitaciones y en la estrechez del ascensor, noté la mano de Laura acariciando la mía, suave y pringosa a su vez todavía con restos de mi leche.

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Desde que nos casamos hace 5 años, nunca había sido infiel a mi mujer y la verdad es que nunca había tenido la necesidad. Había tenido muchas oportunidades, en el trabajo sobretodo, en las que la situación habría dado lugar a un polvo fácil en algún hotel de alguna ciudad perdida a la que había ido a trabajar, pero nunca sentí un deseo irrefrenable de hacerlo. Mi mujer me satisfacía en todo lo que necesitaba.

En el matrimonio en general nos entendíamos muy bien, pero en el sexo en especial la conexión era total. Al principio, la atracción nos podía y no nos separábamos el uno del otro. En cuanto llegábamos a casa del trabajo por la noche, nos buscábamos y casi sin quitarnos del todo la ropa follábamos hasta calmar nuestra pasión, y más tranquilos después, casi siempre desnudos cenábamos, hablábamos o veíamos una película. Más adelante, cuando se quedó embarazada de nuestra hija, el sexo se volvió más tranquilo y cariñoso, pero aun así siempre lo recordamos con pasión.

Y después de que nuestra hija naciera, ambos nos fuimos volviendo cada vez más morbosos. Como los momentos son cada vez más difíciles de encontrar, los dos empezamos a buscar ocasiones en las que dábamos rienda suelta a nuestro deseo contenido. Ambos perdimos la vergüenza y nos convertimos en auténticos salidos. Recuerdo ocasiones en las que Natalia estaba dando el pecho a nuestra hija, ella me confesaba que estaba tan caliente que no podría esperar a dormirla, yo me levantaba, me sacaba la polla y se la ponía a la altura de la cara para que se la comiera. Ella me miraba con ojos entre sorpresa y deseo para a continuación chuparla con deleite mientras seguía con la niña en brazos.

En otras ocasiones, cuando salíamos a cenar fuera solos o con amigos, ella vestía sin ropa interior para dejarme meterle mano cuando quisiera en el coche, en la cena, en la discoteca. La mayoría de las veces acabábamos follando en los baños del restaurante, en el coche o como una vez en las escaleras del piso de nuestros amigos que nos invitaron a cenar en su casa.

Nunca había sido infiel a Natalia ni deseos de ello, pero allí en ese ascensor, con la mano húmeda de Laura acariciándome los dedos, supe que acabaría follándomela durante aquel puente en el balneario. Lo que no podía imaginarme en aquel ascensor el miércoles por la noche, es que para el domingo por la mañana la habría follado hasta la extenuación incluso delante de mi mujer.

Continuará.