¿Puedo reparar tu teléfono? (traducción)

Luego de que Adria dañe su teléfono un compañero de clase se ofrece a repararlo. Lo que ella no sospecha es que con el cambio de pantalla también viene incluido un nuevo programa de control mental. Esta es una traducción del original 'Can I fix your phone?' de ScottB.

Descargo de responsabilidad.

Esta es solo una traducción. No poseo ni la historia ni los personajes ficticios presentados en ella. Toda la autoría pertenece a ScottB

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¿Puedo reparar tu teléfono?

Por ScottB

Traducido por Hacedor de Historias

Escuché un agudo ¡crac! cuando mi teléfono chocó contra el piso. Todos en la clase se quedaron mirando así que intenté no hacer contacto visual con nadie mientras me inclinaba bajo mi mesa, buscaba a ciegas con mi mano y recogía el celular. Mis temores fueron confirmados cuando al sentir la pantalla esta tenía la textura de una telaraña de fisuras en el cristal. ¡Genial! ni siquiera se suponía que tenía permitido sacarlo en clase y ahora estaba roto y además, tampoco es que pudiera permitirme uno nuevo.

Mi nombre es Adria. Tengo ojos marrones oscuros, cabello negro rizado, piel pálida y un montón de pequeños puntitos de acné por toda mi frente. Soy bajita (aproximadamente 1,50 m) y delgada. Aparte de eso no tengo mucho más a mi favor, con la posible excepción de mis senos. No sé exactamente qué es lo que hace que algunos pechos sean sexys y otros desagradables, pero los míos son bastante grandes, lo cual es genial.

Cuando la profesora terminó de asignarnos la tarea y la clase terminó; un chico flacucho de pelo rubio se acercó a mi sitio. Llevaba una camiseta con la imagen de un mono y la inscripción: “quizá el admin quiera escribir la ma1d1t@ contraseña el mismo”. Lo conocía de vista porque se sentaba a mi lado, pero nunca había hablado con él.

—Hola, soy Quinn. ¿Puedo ver tu teléfono?

Yo ya lo había revisado y no estaba funcionado, todo lo que mostraba al encenderlo era la pantalla de bloqueo y nada más. Supuse que no tenía nada que perder dado que ya estaba roto, así que suspiré y se lo acerqué.

Tras encenderlo y comprobar que el botón de ‘desliza para desbloquear’ no se deslizaba, Quinn comenzó a dar pequeños toques sistemáticos sobre la pantalla buscando por una porción que todavía funcionara. Por lo visto no tuvo suerte.

—¿Qué opinas? —pregunté

—Bueno, si solo es el cristal debería ser fácil de arreglar. Tengo todo lo necesario en mi casa.

Arreglarlo con él probablemente me ahorraría mucho dinero, pero ¿qué era lo que él quería a cambio?

—Si no es solo el cristal y el display de la pantalla también está roto no creo que pueda ayudarte, —continuó diciendo—. ¿Quieres que lo intente?

Realmente no tenía nada que perder, así que ¿por qué no? Quizá lo único que él quería era probarse a sí mismo para saber si podía repararlo.

—Sí, sería genial si pudieras ayudarme, pero no tengo con qué pagarte… —contesté.

—No te preocupes por eso. Yo cubro los costos, no creo que sea muy caro ni muy difícil. Probablemente lo termine esta noche o la noche de mañana dependiendo de cuanta tarea nos pongan.

—¡Guau! Eso es un gran gesto de tu parte. Gracias.

—Jaja, no hay problema —se despidió mientras se alejaba caminando.

El último periodo de escuela pasó rápido y sin eventos relevantes, aunque se sintió un poco extraño no poder textearle a Ashley o a ninguna de mis otras amigas. Intenté adelantar mis tareas en el bus de regreso a casa, pero no tenía idea de cómo continuar luego del tercer ejercicio. Leí los respectivos capítulos del libro, tampoco entendí nada de lo que decían. Ni siquiera luego de que llegara a casa conseguí avanzar más, a pesar de que trabajé largo y tendido, con pausas ocasionales para gastarle bromas a mi hermano, por supuesto. Eventualmente solo me di por vencida y me puse a ver Sword Art Online durante algunas horas mientras procrastinaba de diversas maneras.

Al día siguiente, de vuelta en el colegio durante el almuerzo, cuando estaba en la fila para los nuggets de pollo, Quinn se me acercó con paso confiado.

—Oh, Hola, —saludé.

—Lo conseguí, —dijo mientras levantaba mi teléfono, ahora sin roturas. Se ajustó los lentes y me lo pasó con una sonrisa orgullosa.

—¡Muchísimas gracias! —respondí mientras lo encendía y jugueteaba con él por un rato.

—No hay problema.

Él corrió de regreso a su mesa y yo recogí mis nuggets sobrecocidos. Me senté en la mesa más solitaria que pude encontrar y me puse mis auriculares para escuchar un poco de música.

Cuando los auriculares comenzaron a sonar, de pronto era incapaz de moverme, mi atención se concentraba solo en la canción y era incapaz de pensar en otra cosa. Además en mi un pensamiento se repetía en bucle: “HARÁS LO QUE LA PERSONA QUE ARREGLÓ TU TELÉFONO TE DIGA QUE HAGAS”. Aunque no sabía porque estaba pensando eso si tan solo se trataba de una canción normal, decidí no preocuparme por ello, no me gustaba preocuparme por ello, preocuparme por ello estaba mal.

Luego de dos minutos la canción terminó. Me quité mis auriculares y miré alrededor. Quinn estaba mirándome, pero de inmediato desvió la vista. Terminé de comer el resto de mis nuggets sintiendoescalofríos por la canción. ¿Debía escucharla de nuevo para ver si volvía a suceder? No, era algo demasiado inquietante. Quizá más tarde en casa.

Varias horas más tarde estaba tomando apuntes a toda prisa sobre el método para resolver funciones cuarticas con tangentes embebidas. De pronto sentí que alguien me daba un toquecito en el hombro, pero no le hice caso ni paré de escribir.

—¿Podrías dejar de escribir? —escuché que susurraba.

Pero lo ignoré.

—Adria, deja ya de escribir.

Dios, ¿qué le pasaba a ese tipo? ¿Acaso no se daba cuenta de que necesitaba concentrarme? Seguí tomando apuntes, pero le dirigí la mirada. Era Quinn. Parecía genuinamente sorprendido de que siguiera escribiendo. Entonces pareció que algo se le ocurrió y dijo:

—Tócate la nariz.

Sin ni siquiera pensarlo levante la mano con la que estaba escribiendo y golpeteé la punta de mi nariz. Eso fue raro… Volví a tomar apuntes y el resto de la clase continuó sin más incidentes. Cuando la campana sonó recogí mis cosas y me dirigí hacia la puerta, pero antes de que llegara allí Quinn me detuvo y me pasó un pedazo de papel con un número de casillero escrito en él y me susurró:

—Encuéntrame ahí cuando la escuela termine.

Sí claro. Como si eso fuera a pasar. Tiré el papel a la basura y me dirigí a mi última clase del día.

Una hora más tarde estaba plantada frente al casillero 310, cuya numeración tuve que rebuscar de entre la basura para poder ir. Estaba simplemente para allí y por alguna razón era incapaz de mover las piernas. Además, mis cosas todavía estaban guardadas en mi propio casillero. Supuse que había ido allí para encontrarme con Quinn a pesar de todo, porque era lo más considerado que podía hacer, considerando que arregló mi teléfono y eso… Aunque fue algo grosero en clase de matemáticas.

Lo vi girar la esquina del pasillo y caminar hacia mí. Él tampoco llevaba ninguna de sus cosas, excepto por sus libros de la última clase. Abrió el casillero, tomó un abrigo, dejó los libros adentro y volvió a cerrarlo. Esperaba que dijera algo, pero no lo hizo.

—Así que, ¿por qué querías que me encontrara aquí contigo? —pregunté.

Ojala me lo dijera rápido para que yo pudiera regresar a mi propio casillero, no es que él estuviera impidiéndomelo de alguna forma ni nada, pero aun así… no se sentía bien irse sin hasta que me dijera lo que tenía que decir.

—Ya verás. Ven conmigo, —contestó él.

Comenzó a caminar hacia la puerta. Mis piernas comenzaron a seguirlo sin preguntarme. ¿Por qué lo estaba siguiendo? Ni siquiera había sacado mi abrigo y solo llevaba una camiseta negra y una falda roja. Pero a mis piernas no parecía importarles quedarse con la piel de gallina por el frío ya que continuaban siguiéndolo sin importar cuando protestara mentalmente. Él entró en un auto azul brillante sin ni siquiera mirarme y yo abordé por el asiento del pasajero.

—Abróchate el cinturón.

Otra vez, sin ni siquiera pensarlo mis brazos se movieron para ajustar la correa sobre mi hombro y abrochar cinturón. ¿Qué demonios? No iba a ir a ningún lado con él.

—Lo siento, —dije—. Solo estoy haciendo esto porque arreglaste mi teléfono. Pero no voy a simplemente irme contigo en tu auto.

Desabroché mi cinturón y sujeté la manilla de la puerta.

—No te vayas.

No me importó lo que dijo, abrí la puerta y comencé a salir del auto.

—Espera, no, quédate en el auto. Y mantente en silenció —me dijo.

Me congelé en el lugar, regresé al auto y cerré la puerta.

Condujimos en completo silencio hasta su casa, una gran construcción de ladrillos en el centro de la ciudad. Él se bajó del auto y me hizo un gesto para que lo siguiera. Mis labios estaban sellados, pero por dentro estaba gritándome a mí misma. ¡¿Por qué lo estaba siguiendo?! Me guío por las grandes puertas de roble hacia el interior de la casa y dijo:

—Mis padres están fuera esta semana. Puedes hablar, pero en un volumen normal de conversación.

—Bien. Voy a conversar, luego me iré a casa. ¿Por qué me trajiste aquí?

—Porque necesito una sirvienta mientras mis padres están fuera. Y tráeme un vaso de agua, ¿podrías?

¿Una sirvienta? ¡Qué demonios se creía! Abrí cada armario de la cocina hasta que encontré los trastes de vidrio, tomé un vaso y ni me molesté en cerrar la puerta. Lo llené con agua y se lo pasé. Él estaba recostado en el marco de la puerta, pero se dirigió a mí, tomó el vaso y lo dejó sobre la encimera antes de decirme:

—Ahora, párate con un solo pie.

Mi pierna izquierda se elevó en el aire.

—Jaja, puedes detenerte ahora.

Mi pierna volvió a bajar.

Solo me lo quedé mirando.

—Ven conmigo a la sala —me dijo haciendo un gesto para que lo siguiera.

Caminé detrás de él consciente de que algo extraño estaba pasando. ¿Por qué me paré en un solo pie? Por alguna razón se me vino a la mente la canción que escuché más temprano, pero no podía recordar mucho de ella. Sin embargo, ahora estaba distraída, me dije, seguro que ya me acordaría más tarde.

La sala tenía una gran pantalla plana en la pared, opuesta a la entrada. Había un sofá frente a  la tele y un pequeño aparador a un lado.

—Desnúdate y limpia el polvo de la habitación. —Señaló el pequeño aparador

y añadió—: los artículos de limpieza están ahí.

Sí claro, la probabilidad de que yo hiciera eso era tan baja que necesitarías notación científica para expresarla. O, de forma alternativa, podrías simplemente decir ‘que nunca lo haría’.

Deslicé mi falda hacía abajó y caminé fuera de ella. ¿Espera, qué? Comencé a desabotonar mi camiseta y me cuenta de que no importaba que tanto tratara de no desabotonarla, simplemente seguía desabotonándola.

Decidí dar un paso al frente para abofetear a Quinn, pero mis piernas tomaron la dirección equivocada y se dirigieron al aparador. Saqué una botella en espray y un trapo y los dejé sobre el mueble con mi mano derecha. Mientras tanto mi mano izquierda se había deslizado dentro mi camiseta por la manga y trataba para desabrochar mi brasier por, mi mano derecha pronto se le unió en la tarea. Poco después mi camiseta y mi brasier caían al suelo ambos a la vez y mis senos estuvieron al descubierto para que Quinn los mirara.

Me cubrí el pecho con una mano mientras con la otra me bajaba las pantis. Luego de quitármelas me saqué los calcetines empujándolos con el pie contrario porque usé mi mano restante para cubrir mi vagina. Intenté mantenerme cubierta lo mejor que pude, pero no hubo manera de conseguirlo porque mis manos me traicionaron y dejaron de cubrir para dirigirse al pequeño aparador a recoger los artículos de limpieza que había dejado sobre él. Comencé a rociar varios objetos de la sala para posteriormente refregarlos con el trapo. Intenté no darle una buena vista de mi trasero a Quinn tanto como pude mientras él se limitaba a observar en silencio. Mi cara ardía en rojo y no me atrevía a hablar.

Vi que Quinn tomaba mi teléfono del bolsillo de mi camiseta tirada y proferí algunas quejas entre dientes mientras él lo desbloqueaba y comenzaba a deslizar su dedo por la pantalla. Cuando la habitación estuvo limpia caminé hacia donde Quinn estaba sentado en el sillón.

—Tus padres piensan que estás en la casa de una amiga, —me informó.

Pero que bastardo.

—¡Les escribiste a mis padres desde mi teléfono!

Él solo se rio y dijo:

—No te resistas. Puedes parar de limpiar.

Se levantó y acercó su mano hacia adelante, como si fuera a agarrar uno de mis pechos, con una sonrisa sobre su cara. Tras quedarme pasmada por un momento me di cuenta de que por alguna razón otra vez era capaz de moverme con total libertad y lo pateé en el estómago tan fuerte como pude. Luego, salté sobre él (irónicamente esto causó que le restriegue mis pechos por el rostro), cubrí su boca con una de mis manos y tomé mi teléfono con la otra. Lo desbloqueé y traté de escribir un mensaje tan rápido como pude, pero él me empujó lejos y terminé cayendo sobre el piso. Recogió mi teléfono y se lo guardó en su bolsillo.

—¡Maldición! ¡Quédate quieta! ¡Ahg! olvide que no puedo pedirte que no hagas algo.

Al oír que me ordenó quedarme quieta me congelé en el lugar, incapaz de ajustar mi posición para estar más cómoda. De modo que mis brazos se quedaron en una posición extraña detrás de mi espalda, pues allí se habían dirigido para intentar amortiguar mi caída.

—Levántate y permanece quieta y en silencio, —me indicó—. Voy a darte algunas reglas. Primero que nada, si intentas atacarme o herirme de algún modo, en su lugar suelta cualquier cosa que estés sosteniendo como arma y pon tus manos por detrás de la espalda. —Luego, después de cavilar un momento, añadió—: Y llámame ‘Amo’.

Caminó hacia donde yo estaba de pie, quieta y en silencio como una estatua, y apretó uno de mis pechos. Luego el otro. Los meneó entre sí un rato y pareció tener suficiente de ellos. Caminó alrededor mío y me pellizcó el trasero. Volvió a agarrar mis pechos de nuevo y esta vez pellizcó mis pezones con una amplia sonrisa. Lentamente deslizó un dedo entre mis piernas, para mi horror me di cuenta de que estaba mojada.

—Guau, estás disfrutando esto. Todavía no puedo creer que me atacaras. Creo que necesitas un pequeño castigo.

Se sentó en el sofá mirando la TV.

—Ponte en cuatro mirando hacia la izquierda.

Mi cuerpo reaccionó como lo indicó bajando hasta el piso. ¿Qué era lo que pretendía hacer? Levanto uno de sus pies y para mi sorpresa lo puso sobre mi espalda.

—Sabes, hay algo que simplemente es tan satisfactorio acerca de tener una chica ardiente haciendo de tu reposapiés personal.

Encendió la televisión y reprodujo una asquerosa canción en el Chromecast. Era un montaje de chicas anime tropezando con la cámara enfocada convenientemente para que se pudiera ver bajo sus faldas cuando caían, mientras tanto alguien cantaba de fondo: “ I can se your panties from down here!”

Cuando el video terminó me hizo saltar de arriba abajo para que pudiera ver mis pechos rebotar e incluso le dio una lamida a uno de mis pezones. Intenté cubrirme, empujarlo lejos, o ponerme algo de ropa, pero mi cuerpo permaneció congelado con mis manos detrás de la espalda y mis piernas ligeramente separadas. Luego de algunos minutos de tormento apretando mis senos, pellizcando mi trasero y periódicamente frotando su dedo sobre mi (vergonzosamente húmeda) vagina; Quin finalmente me dejó hablar “en un volumen normal de conversación”, una frase un poco extraña pero necesaria porque al parecer no podía simplemente ordenarme que no gritara.  También me dijo que podía moverme y pero que debía seguirlo escaleras arriba.

Mientras subía la ominosa escalera detrás de él intenté golpearlo en la nuca; pero justo como él había dicho, en lugar de hacerlo mis manos simplemente se abrieron como para soltar cualquier cosa que estuviera sujetando y luego se movieron detrás de mi espalda.

—Escucha, mascota, —dijo. (Y me vi forzada a prestarle atención)—. Voy a trabajar en mi computadora cambiando los comandos que te di. Quiero ser capaz de pedirte que no hagas cosas.

Así que este extraño control que mantenía sobre mí tenía algo que ver con su computadora. Parecía ser que en cuanto fuera capaz de ordenarme: “no intentes impedirme que haga lo que quiera contigo”, estaría perdida; a no ser que algo externo pasara como que mi hermano se diera cuenta y le partiera la madre a Quinn o que los efectos de control desaparecieran con el tiempo. No parecía probable que eso pasara, así que, si quería hacer algo para facilitar mi escape posterior, o incluso para escapar ahora, tendría que hacerlo pronto. Y para eso, necesitaba más información.

—Supuse que eventualmente llegarías a eso, —dije—. Honestamente estoy sorprendida de que no hicieras antes, Amo.

Me dio escalofríos llamarlo Amo, pero tenía que hacerlo siempre que me dirigiera a él.

Giramos por la esquina al final de la escalera y nos dirigimos a su habitación. Era enorme, la cama debía ser una talla Queen (mínimo), también había una computadora con un monitor gigante y una máquina de ejercicio al lado de su armario. Entre su cama y su escritorio había un juego de pesas.

—Una vez que coloque los nuevos comandos en tu teléfono serás mía —dijo con una sonrisa. No era una sonrisa siniestra, sino más bien excitada.

Abrió un programa que tenía el icono de un Ipod y un par de audífonos sobre una espiral llamado ‘ ScottB’s mental reprogram tool ’. Interesante, tendría que buscar ese nombre más tarde.

Regresó a verme y djo:

—No quiero que estés espiándome, anda y recuéstate sobre la cama y juega con tus tetas.

De inmediato salté a la cama y comencé a apretar, sujetar, pellizcar y manosear mis senos. En el ángulo en que estaba acostada no era capaz de ver la pantalla. Tuve la tentación de usar mis piernas para impulsarme hacia delante de modo que pudiera ver el ordenador, pero Quinn se me quedó mirando y no quise arriesgar mi oportunidad. Luego de un rato él pareció desviar la vista de mí, pero accidentalmente deje salir un gemido inoportuno y regresó a verme. A pesar de todo lo que había sucedido durante el día estaba intensamente sonrojada por tener que jugar con mi cuerpo para entretenerlo.

—Ahg, ¿sabes qué? Necesito terminar esto y tú continúas distrayéndome, así que por qué no comienzas a limpiar el polvo otra vez o algo.

De inmediato mi cuerpo saltó de la cama y me llevó escaleras abajo. Salí de la habitación con un: ‘Sí, Amo’ y mientras mis pechos rebotaban al bajar las escaleras no podía creer la suerte que había tenido de que Quinn cometiera semejante error. Giré por el pasillo de las escaleras y entré a sala. Tomé la botella con espray del aparador y rocié encima del mueble, lo refregué con mi brazo y una vez que hube hecho eso técnicamente había comenzado a limpiar el polvo, que era todo lo que Quinn me había pedido hacer.

Volví a ponerme mi brasier, pantis, camiseta y falda y corrí hacia la puerta por la que habíamos entrado. Giré el pomo y jalé hacia el interior. La puerta no se movió un centímetro. La inspeccioné más de cerca y me di cuenta de que era un portón realmente antiguo de los que tenía la cerradura también en el interior. Quinn debió haberla cerrado al entrar y yo no tenía la llave.

Oh, ¿y ahora qué hacía? ¿Qué podía hacer? Podría romper el cristal de las ventanas, pero eran demasiado pequeñas para que pasara por ellas. ¡Ey! Quizá tenían una puerta trasera por donde podría salir. Di media vuelta para salir corriendo en busca de mi escape y me encontré con Quinn de pie frente a mí con una expresión sombría.

Mi corazón se hundió del temor. Es extraño como un idiota cuatro ojos pueden ser realmente amenazante cuando tiene completo control sobre tus acciones. De hecho… en realidad no es nada extraño, tiene todo el sentido del mundo.

—Ehm, Amo, solo estaba…

—¿Intentando escapar? Me alegro de haberte encontrado a tiempo. —Sus ojos se estrecharon—. Has sido una esclava muy mala, ¿qué castigo crees que mereces?

Esa era fácil.

—No creo que merezca ningún castigo, Amo.

—¿Ah sí? Bueno quítate la ropa y suplícame perdón.

Caí de rodillas y me quité mi camiseta. Mientras me sacaba la falda y las pantis en el piso comencé a decir:

—Por favor, Amo, por favor perdóneme, haga lo que desee para castigarme por actuar como una mala esclava. Ni siquiera merezco mirarlo a los ojos. Yo…

—Es suficiente, —dijo él mientras yo terminaba de tirar mi brasier por sobre mis hombros. Me miró con ojos hambrientos y ordenó—: ¡Sígueme mascota!

Dios, ¡¿Por qué estaba tan mojada?!

Lo seguí hacia la sala y me quedé ahí parada usando mis manos para cubrir mi vagina de su vista mientras él se sentaba en el sofá. Se rio y dijo:

—Eres tan linda cuando tratas de cubrirte. Ven aquí y colócate boca abajo sobre mis regazo, sostente con las manos en el piso y mantente en esa posición.

Oh dios, iba a azotarme en las nalgas.

—¡No! —intenté gritar, pero terminé hablando en un tono de voz normal—. ¡Por favor no haga esto, Amo!

Mientras suplicaba mi cuerpo seguía moviéndose para tomar la posición que me ordenó, mi trasero apuntando hacia arriba totalmente expuesta.

—Creo que para diciplinarte mejor deberías contar cada azote que te dé, —dijo apretando mi trasero.

No confiaba en mi propia voz así que en lugar de decir algo me limité a asentir y gimotear. No podía ver lo que él estaba haciendo, pero pude sentir como se movía y supe que estaba levantando su mano.

¡ZAZ!

—Ah, ah, uno, Amo.

Dios eso dolió. Me quedé pasmada allí gimoteando, sin atreverme a hablar y sin deseos de llamarlo Amo otra vez.

¡ZAZ!

—Dos, Amo.

El dolor era horrible, pero la excitación que me provocaba cada azote era lo peor. Podía sentir un rastro de humedad resbalar por mis piernas y suplicaba que Quinn no lo notara. Por suerte él parecía más preocupado por torturar mis pezones con su otra mano. Tenía la esperanza de que se cansara y me dejara un momento de paz.

¡ZAZ!

—¡Tre-tres, Amo!

Sabía que era sobre todo el tacto de su mano cerca de mi sexo lo que me estaba poniendo húmeda más qué la humillación de ser azotada.

—Guau, eres toda una zorra, ¿no? ¡Esto te pone!

Para mi horror él comenzó a introducir la punta de uno de sus dedos en mi coño. Sentí una lagrima resbalar por el puente de mi nariz.

—No, Amo, por favor no, pare, por favor amo, pa…

¡ZAZ

—Cuatro, Amo.

Él volvió a introducir uno de sus dedos dentro de mí. Apenas tuve tiempo de registrarlo entre todo el dolor que sentía

¡ZAZ!

—Ci-ci-cinco, Amo.

Me sorprendió ver una lagrima golpeando el piso, así fue como descubrí que estaba llorando. Pero también estaba tan excitada… Excitada por el dolor y la humillación. Por tener que llamarlo Amo. No quería aceptarlo, pero era la verdad. Él podía obligarme a hacer cualquier cosa que quisiera y pronto, si me obligaba a escuchar otra de sus canciones, podría obligarme a no hacer cualquier cosa que quisiera. Tenía que encontrar una manera de escapar antes de que eso pasara o realmente sería su esclava

Me azotó 10 veces más y para cuando terminó había dos charcos húmedos en el suelo. Uno de mis fluidos vaginales y otro de mis lágrimas.

—¿Sabes? El verte llorar me hace sentir un poco mal por hacerte esto, pero sé que seguirás intentando escapar a menos que conozcas el castigo que recibirás si intentas enfrentarme.

No podía verlo a la cara, todavía estaba doblada sobre su regazo con mis manos sobre el suelo y mi cabello tapándome la cara, pero pude sentirlo acariciando mi espalda.

—Oh vamos, levántate y ven acuéstate conmigo, —dijo recostándose sobre el sillón.

Me acosté junto a él y sentí como me tomaba para acercarme a su cuerpo y me envolvía con su brazo. Su mano reposó sobre mis pechos y podía sentir su erección a través de su pantalón. Lo intenté con toda mi voluntad, pero no pude hacer que mis manos dejaran de temblar.

—Ya, ya. Todo va a estar bien, —dijo tratando de ser afectivo.

Lo odiaba.

Hallaría la forma de vengarme de él por humillarme de esta forma. Parecía que estaba perdida, pero tenía que haber una manera. Solo debía que encontrarla antes de que terminara la nueva versión de la canción. Por el momento tenía suerte de que él confiara lo suficiente en su control actual como para no molestarse en terminar la segunda canción

—La próxima vez que intentes escapar en lugar de hacerlo vendrás a mí y me lo contarás, —me ordenó.

Mierda, eso iba complicar mucho las cosas.

—Sí, Amo, —susurré y luego me di cuenta de algo—: ¿Sabe, Amo? Son casi las 5 y mis padres deben estar preguntándose donde estoy.

El tomo una pausa para pensarlo.

—Te llevaré a casa, pero voy a darte algunas instrucciones: Si intentas decirle a alguien acerca de mí o del poder que tengo sobre ti o cualquier cosa que te ayude a escapar o me implique a mí de alguna forma tu boca se quedará cerrada antes de que puedas decir nada. —Me tomó y acercó mi cuerpo al suyo—. Mañana asistirás a la escuela y te encontrarás conmigo en mi casillero una vez que las clases terminen. ¿Entendido?

Tragué saliva.

—Sí, Amo.

Pareció que volvía a tomarse un momento para pensar.

—¿Hay algo que quieras preguntarme?

Abrí mi boca con la intención de exclamar algo tonto como ‘¿qué vas a hacer conmigo’ o ‘¿qué te pasó para que te convirtieras en un pervertido de mierda?’, pero me lo pensé mejor. En lugar de hacer eso pregunté la cosa menos alarmante para él que aun sonara medianamente realista de una chica que acababa de ser esclavizada.

—¿Por qué pusiste ‘harás lo que la persona que arregló tu teléfono te diga que hagas’ en lugar de ‘harás lo que Quinn diga que hagas’ en la canción?

Me sorprendí a mí misma con la pregunta, pero supongo que hasta ahora la canción era la única pista que tenía sobre por qué lo estaba obedeciendo.

Él también pareció sorprendido de mi interrogante.

—Funciona mejor si haces que el mensaje sea simple y se relacione con algo que tengan en la cabeza en ese momento. Una referencia más fácil, —explicó.

Se puso de pie y me hizo un gesto para que lo siguiera. No obstante, me quedé tirada en el sofá así que ordenó: “Sígueme”. Mis piernas me hicieron levantarme y me llevaron detrás suyo. Ni siquiera me molesté en cubrirme. ¿Cuál era el punto cuando él podía hacer que le bailara un striptease con una sola frase? Todo lo que conseguiría si me cubría era o bien enojarlo o bien divertirlo y no quería provocarle ninguna de las dos emociones.

Ante una orden suya me senté en una silla de la cocina con mis piernas abiertas y mis ojos cerrados mientras él iba por mi ropa y mi teléfono.

Decidió que se quedaría con mis pantis y me ordenó que mañana llevara una falda todavía más corta sin nada por debajo. Mi falda ya era de por si bastante corta así que sería imposible evitar que la gente viera mi trasero con ese cambio, pero ya ni me importaba. Todo lo que me preocupaba era como iba a vengarme de Quinn.

Me vestí y subimos a su carro. Luego de que le dijera donde vivía y él condujera hasta el lugar desabroché mi cinturón y traté de salir por la puerta. Pero antes de que estuviera completamente afuera me ordenó quedarme quieta, así que terminé incómodamente colgada de la puerta del auto, a medio camino del interior y el exterior.

—Está noche mastúrbate hasta que te corras y mientras lo haces imagíname dándote órdenes y castigándote cuando las incumples, follándote y esa clase de cosas. Si intentas investigar como hago para controlarte en su lugar buscarás porno.

—Sí Amo.

Todavía no podía moverme y solo quería que me dejara irme ya.

—Y quiero que mañana actúes como una gran zorra en la escuela. Ahora vete.

Corrí dentro de mi casa y él se alejó manejando. ¿Qué pretendía hacer con eso de la masturbación? ¿Trataba de replicar algo que vio en el porno? Masturbarme pensando en él no me volvería mágicamente sumisa. Supuse que debería estar contenta de que no me ordenara enviarle un video de mi haciéndolo o algo similar, aunque supuse que me pediría eso eventualmente. Y ni siquiera quería pensar en lo que mi cuerpo me haría hacer mañana en la escuela. Para empeorar las cosas me mandó un texto que decía: “también lleva un brasier sexy o algo similar mañana”.

Esa noche, luego de masturbarme pensando en él dominándome, decidí que todavía lo odiaba y que todavía me parecía repulsiva la idea de que pudiera controlar mi mente y mi cuerpo. Era algo excitante, claro, pero no estaba ni cerca de someterme a él voluntariamente. Me quedé dormida pensando en Quinn, En lo que le iba a hacer cuando me vengara y en lo que esperaba que él no llegara a hacerme a mí hasta que lo consiguiera.

Al día siguiente esperaba que el control mental de Quinn se hubiera desvanecido de alguna forma, pero un tuve suerte. Mi cuerpo me obligó a vestirme con una falda rosa muy corta que no pasaba de los 25 cm y un pequeño brasier negro de encaje.

Necesitaba una planear una estrategia para escapar del control de Quinn. Decidí tomar el teléfono de mi hermano Nathan en secreto de su mochila (no lo llevaba en el bolsillo porque aún no está en bachillerato y lo tiene prohibido). Escondí su celular en mi brasier porque pensé que podría ser útil tener un segundo teléfono del que Quinn no supiera nada. Mi mochila se había quedado en mi casillero el día anterior lo que significaba que no había podido terminar ninguna tarea, pero ahora mismo eso parecía fútil en comparación a lo que Quinn me estaba obligando a hacer.

Luego de ponerme mi blusa favorita, de color blanco y mangas largas, decidí que me veía lo suficientemente presentable para asistir al colegio. Al menos lo suficientemente presentable dadas las circunstancias. Si alguien me preguntaba por qué me vestía así podría decir que usaba la falda como parte de un movimiento de empoderamiento femenino o algo así.

Subí al bus y durante todo el camino a la escuela permanecí alerta de cualquier cosa que incitara la parte de “actúa como una gran zorra” que Quinn me estaba obligando a hacer. Un par de personas ‘accidentalmente’ se restregaron contra mi trasero mientras bajaba del bus, pero supuse que por cómo estaban las cosas debería estar agradecida de que no intentaran nada peor.

Tras entrar a la escuela caminé a mi casillero para recoger la tarea que no había hecho ayer (con suerte sería capaz de terminarla durante el almuerzo y entre clases). Era un poco tonto preocuparse por cosas así con todo lo que me estaba pasando, pero realmente no quería que mis calificaciones sufrieran por culpa de Quinn.

Mis cosas estaban tiradas sobre mi mochila, la cual a su vez estaba tirada al fondo del casillero, así que tuve que agacharme para recogerlas… lo hice doblándome por las cintura. Sentí una ráfaga de aire y escuché un coro de silbidos detrás de mí:

—¡Mira eso!

—Oooh Adria

—Buen culo, tía

—¡Joder!

La mayoría de los comentarios eran de hombres, por supuesto, pero luego de un rato escuche a una chica exclamar:

—¡No puedo creer que se depile!

Ojalá pudiera decir que me levanté tan pronto como los escuché, pero desafortunadamente no pude. Lo mejor que conseguí fue recoger todas mis cosas y elevarme lenta y seductoramente mientras los escuchaba piropear mi trasero porque eso era lo que una gran zorra hubiera hecho. Me estaba sonrojando intensamente, pero intenté ignorarlos y caminar rápido hacia mi primera clase.   Sabía que estas cosas continuarían durante todo el día. La falda rosa era tan corta que apenas cubría mi trasero, tendría que ser más cuidadosa

La primera clase ocurría en un aula donde los escritorios estaban ordenados contra dos paredes, uno enfrente del otro. Me senté en mi sitio y esperé a que el resto de la clase llegara. Como todavía era algo temprano intenté trabajar en mis tareas, pero no era capaz de concentrarme, estaba muy ocupada imaginando cosas horribles que hacerle a Quinn cuando finalmente escapara de su control. Me reconfortó sentir el teléfono de mi hermano en mi brasier y me alegró que fuera un modelo antiguo, con teclado mecánico, ya que era pequeño y fácil de esconder.

La clase comenzó y fue sorpresivamente entretenida, aunque no todos estaban prestando atención. En específico, el tipo que estaba sentado frente a mí le prestaba atención a otra cosa. No costaba mucho seguir la dirección de su mirada. Así fue como descubrí que me había sentado con las piernas abiertas. Por supuesto al intentar cerrarlas no fui capaz y me vi forzada a mantenerlas separadas y a levantar ligeramente mi falda para darle una mejor vista.

Oh dios, nunca había hecho nada como esto antes. Que Quinn me azotara en la privacidad de su casa era una cosa, ¡pero aquí estaba ofreciéndole a la mitad de la clase una vista perfecta de mi vagina! Mi rostro se encendió en rojo cuando note la expresión de ‘no puedo creer que esto esté pasando’ que el tipo tenía en su rostro.

Consideré buscar el lugar donde la escuela guardaba las herramientas de jardinería, tomar un machete y decapitar a Quinn la siguiente vez que lo viera. Por supuesto si realmente intentara hacer eso solo terminaría soltando el machete y juntando mis manos detrás de mi espalda. Pero se vale soñar, ¿no?

Por otro lado, si el mero hecho de que Quinn me ordenara actuar como una gran zorra podía de hecho hacerme actuar como una gran zorra; sabía que si me ordenaba ser su esclava realmente podría me convertiría en su esclava. Quinn era inteligente y estaba segura de que también había llegado a esa conclusión o lo haría pronto; por lo que quizá la única razón por lo que aún no me lo ordenaba era porque disfrutaba de jugar conmigo y estaba convencido de que no había nada que yo pudiera hacer para escapar de su control. Y honestamente, en este punto yo tampoco veía cómo hacerlo.

El chico frente a mí era un poco regordete, pero no estaba tan mal, tenía cabello marrón y algo de acné. Y, oh claro, una enorme sonrisa de bobo en el rostro.

Aparentemente el regalarle a un tipo un show de 50 minutos en primera fila para ver mi sexo no era lo suficientemente exhibicionista para ser considerado lo que una gran zorra haría, porque una de mis manos comenzó a moverse contra mi voluntad mientras la otra seguía escribiendo. La mano fantasma se dirigía hacia abajo. No parecía que el profesor pudiera ver lo que hacía y todos aparte del chico frente a mí aparentaban estar prestando atención a la clase; así que mientras intentaba con toda mi fuerza de voluntad no hacerlo, mi mano descendió hacia mi vagina e introdujo dos dedos dentro de ella, los volvió a sacar y los volvió a meter, adentro y afuera, adentro y afuera, una y otra vez. Básicamente le estaba dando al chico frente a mí un espectáculo sexual gratis y ni siquiera sabía su nombre. Lo miré y tenía una erección bastante visible en sus pantalones.

El ver lo duro que había puesto a ese tipo y la noción de lo exhibicionista que estaba siendo hizo que mi sexo se humedeciera justo como una gran zorra haría. Él abrió los ojos como platos, le dio unos golpecitos a su compañero de la derecha en el hombro y señalo en mi dirección. La chica que tenía a su izquierda también se dio cuenta, pero desvió la mirada con disgusto. Yo respiraba pesadamente intentando con todas mis fuerzas no gemir.

Unos minutos más tarde la campana sonó y la clase se dispersó. Intenté levantarme e irme de inmediato, tratando de mantener la poca dignidad que me quedaba, pero el chico frente a mí me sujetó del brazo antes de que pudiera salir y dijo que debería seguirlo. Seguirlo parecía lo que una gran zorra haría así que eso fue lo hice. Él me guío al baño de hombres, sabía exactamente lo que quería

—Nunca pensé que fueras la clase de chica que hace eso, Adri

—Oh, solo trataba de dar un buen espectáculo. Viste bastante, ¿no es así?

—Oh sí, pero hay algo más que me gustaría ver.

Me jaló hacía una cabina de baño y yo lo seguí a tropezones. Una vez dentro no parecía tener idea de cómo seguir ahora que de hecho estaba a solas en el cuarto de baño con una chica, pero la zorra dentro de mí no iba a dejarlo esperando. Tomé su mano y la coloqué sobre uno de mis pechos e hice que lo apretara. Entendió el mensaje y comenzó a jugar con mis senos estrujándolos con ambas manos. Dejé salir un gemido. Él levanto mi blusa y yo le ayudé a terminar de quitármela (aprovechando para poner el teléfono en el piso) y luego él comenzó a quitarme el brasier.

—Espera, —me dijo deteniéndose.

Yo traté de parecer decepcionada de que no siguiera manoseándome

—Hay algo que quiero hacer, —se excusó.

Me dio la vuelta y recogió mi blusa del piso del baño (¡puaj!), colocó mis brazos por detrás de mi espalda apuntando hacia arriba y los ató con las mangas de la blusa. Tiré ligeramente para ver si podía liberarme, pero por la extraña forma como mis brazos estaban orientados no encontraba forma de deslizarlos a través de las ataduras y no quería hacer más fuerza por si rompía mi blusa. Y claro, la parte de mí que era una gran zorra no quería arruinarle la diversión al chico del que ni siquiera sabía su nombre.

La campana sonó para anunciar la segunda hora de clase. Hasta allí llegó mi asistencia perfecta.

Con todo, no voy a decir que tener los brazos atados no fuera un poco excitante. Claro que lo era. ¡Pero eso no significaba que quisiera hacerlo con ese chico granudo!

Luego me di cuenta de que la posición de mis brazos elevaba mis pechos y de pronto mi cuerpo decidió que debía exhibirlos dando una vuelta y posando para él. Arqueé mi espalda, le di una pequeña sonrisa y me incliné sobre su oído de tal forma que le proporcionaba una excelente vista de mis senos antes de susurrar:

—¿Qué opinas?

—Opino que eres ardiente, —dijo mientras agarraba con fuerza mi pecho izquierdo.

Eso dolió y me hizo saltar involuntariamente. El dio un paso atrás sorprendido (casi se tropieza con el inodoro), parecía asustado de que me pusiera furiosa con él (y de hecho lo estaba), pero mi cuerpo tenía otras ideas.

—Me gusta rudo, —le dije soltando una risita que esperaba sonara seductora.

Él comenzó a masajear mis senos de nuevo, esta vez de forma más suave, ocasionalmente pellizcando mis pezones. El estar haciendo esto en una cabina de baño con las manos atadas en la espalda provocaba que un rastro de humedad resbalara por mis mulos. Por dentro estaba horrorizada de que un tipo cualquiera me manoseara, de que yo lo estuviera alentando y sobre todo de que, de hecho , estaba poniéndome cachonda.

De pronto me encontré diciendo:

—Uhm, Ey, mmm, deberías ¡Oh! —Él pellizcó mis pezones— …deberías quitarme la falda.

Lo vi hacer contacto visual conmigo, sonreír y agacharse. Tomó la falda desde el borde inferior y la bajó hasta dejarla a la altura de mis tobillos. Luego procedió a inspeccionar mi vagina y supuse que era la primera vez que veía una. Tras de darle unos toquecitos de prueba decidió introducir su dedo, solo un poquito. Después de que soltara un gemido de aliento se animó a meterlo más adentro y comenzó a follarme con su dedo. Me dejé caer contra la pared y le grité que fuera más rápido. Realmente no quería que nadie me escuchara, pero gritar de placer parecía la clase de cosa que una gran zorra haría.

Luego de lo que pareció una eternidad él desabrochó su cinturón y sacó su pene. Mi cuerpo en piloto automático se puso de rodillas y atrapé su glande entre mis labios. Balanceé mi cabeza de adelante a atrás intentando envolver mi lengua alrededor de su miembro lo mejor posible, lamiéndolo de arriba abajo mientras trataba de mantener contacto visual con él. Luego de unos minutos lo escuche cambiar el ritmo de su respiración y supe que iba a correrse, pero justo como haría una gran zorra tan solo seguí chupando más rápido.

Sabía exactamente lo que estaba por pasar y temía cada segundo que se acercaba. 3 (¡slurp!), 2 (¡slurp!), 1 (¡slurp!) y una cantidad sorpresivamente voluminosa de semen emanó de su pene. Era tanto que a pesar de que sabía lo que iba a pasar igualmente me sorprendió. No era realmente taaanto, claro, pero se sentía como mucho más al tenerlo dentro de mi boca y por supuesto, me lo tragué todo. Un par de gotas más escaparon disparadas de mis su glande y mi cuerpo de inmediato se apresuró a limpiar las que aterrizaban sobre su cuerpo como si fueran la cosa más preciada en el mundo.

Solo cuando terminé de limpiarlo a él noté que un poco de semen había caído al piso. Lentamente mi cabeza comenzó a descender y mi lengua a salir. ¡No, no, no, por favor no me hagas hacer esto! Me estaba moviendo tan lento, incluso exagerando el gesto, iba a lamer el piso del baño solo para limpiar la corrida de este chico.

No.

Mi cabeza se acercó más al piso.

No.

Por lo menos el piso parecía limpio, como si lo hubieran trapeado hace poco.

Por favor no.

Mi boca estaba ya muy cerca del piso, mi lengua extendida al máximo, lista para lamer la pequeña gotita de semen del suelo.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?!

Mi cabeza se levantó de inmediato. El chico me miraba con incredulidad.

—¿¿En serio ibas a lamerlo del piso??

—Lo siento, ¡es que sabe tan bien!

Él sonrió ante estas palabras y me dijo que me levantara. Me acercó a él y me besó. Usaba la lengua en exceso, pero en general no fue un mal beso. Por supuesto yo también apreté mi cuerpo contra él, asegurándome de que pudiera sentir mis pezones duros. Finalmente les dio un último apretón a mis senos y dejó el baño.

Conseguí desatar mis brazos, arreglé mis ropas, me aseé, guardé de nuevo el teléfono en mi brasier y salí de allí. La tercera hora de clases estaba a punto de empezar.

Mientras salía del baño vi a un grupo de mis amigos pasar caminando. Traté de cubrir mi cara y no llamar la atención, pero estoy segura de que Ashley me vio. Esto era tan vergonzoso, pero podría convertirse en mi nueva vida si no conseguía escapar de Quinn pronto. No podía creer que ese bastardo me hiciera actuar como una zorra enfrente de toda la escuela. ¿Pero cómo podía liberarme?

Cuando estaba yendo hacia mi clase de la tercera hora a alguien se le calló su lápiz. Salte enfrente tan rápido como pude y lo recogí para él (doblándome por la cintura) mientras le daba la espalda. Él azotó mi trasero al pasar a mi lado cuando se fue. Tuve ganas de gritar porque aparentemente cualquiera podía usar mi cuerpo y tocarme donde quisiera. Solo podía suplicar que nadie más lo intentara.

A veces alguien me levantaba la falda (tampoco es que hubiera mucho que levantar) y yo siempre giraba y sostenía mi falda por el frente para darle una vista desde todos los ángulos.

Mientras iba a almorzar alguien ‘accidentalmente’ restregó su pelvis por detrás mío y yo comencé a frotarme con él hasta que nuestros caminos se separaron. Ni siquiera vi su cara.

Durante el almuerzo me serví un plátano y un pepino que había traído de casa. Lamí el pepino de arriba a abajo muy lentamente antes de comerlo. Y cada vez que le daba un bocado al plátano lo atrapaba entre mis labios y lo saboreaba con lentitud.

Quinn faltó a clase de matemáticas, así que no tuve que lidiar con él allí, aunque, no puede cerrar mis piernas como había pasado durante todo el resto del día. Por fortuna no le di a nadie más semejante show como el que monté en la primera hora. Pero por supuesto tuve que ir al casillero de Quinn al terminar las clases, aunque por lo menos esta vez sí llevé mi mochila. A él no parecía importarle que yo tuviera práctica de basquetbol, solo quería arreglar la falla en el control mental de su nueva esclava.

—Así que, eh, ¿cómo estuvo tu día? —preguntó cuando subimos a su auto.

Por suerte nada me obligaba a contestarle eso.

—Responde con honestidad cuando tu amo te pregunte.

Mierda

—Tuve algo de frio al ir hoy a la escuela, Amo.

—¿Frio? No hacía tanto frío

Por alguna razón no estaba conduciendo hacia su casa.

—Bueno, Amo, en caso de que no lo haya notado, no tengo mucha cobertura en las piernas.

—Oh, cierto. ¿cómo te fue con eso?

—No quisiera hacerlo nunca más. Solo digamos que muchos me dieron una buena mirada.

—Oh —dijo sonriendo—. ¿Sabes? Quisiera conocer un poco más de ti. ¿Cuáles son tus fetiches?

Las palabras abandonaron mi garganta como una avalancha.

—Hacerlo en la ducha. Hacerlo con las manos atadas a la cama o vendada. Hacerlo por el frente y por detrás a la vez. Que un montón de tipos me follen uno detrás del otro. Ser secuestrada. Desnudarme en público…

—Bien, para. Esos son suficientes por ahora.

¡Mierda! No podía creer que hubiera dicho todo eso. Mi cara ardía de lo roja que estaba y para más inri estaba un poco húmeda. Ni siquiera sabía que tenía tantos fetiches. Me hundí contra el asiento. Se azotada era humillante, pero decirle que me iba el bukkake era mucho peor. Y ¿ A dónde carajos estábamos yendo?

Nos detuvimos en una casa que no reconocí.

—Quiero que te muestres de acuerdo con todo lo que diga y actúes como si pensaras que todo lo que digo es una buena idea. Haz como si estuvieras enamorada de mí y no hagas ni digas nada que haga sospechar sobre el control que tengo sobre ti. En general sígueme el juego. Oh y mientras estamos allí no me llames Amo.

—De acuerdo. Y puedo preguntar…

—Oh, no hace falta que hables si no es necesario.

Mi boca quedó sellada al instante. Pero que idiota era mandándome a callar así.

Caminamos hasta la casa y tocamos el timbre. Un tipo alrededor de sus veinte con un largo cabello marrón y una barba mal cuidada abrió la puerta.

—Oh, ¡ey, Quinn! ¿Esta es tu novia?

—Sip, ella es. ¿Tienes todo listo?

—Sehh, vengan adentro, —dijo guiándonos por la casa hasta un cuarto pequeño con un sillón y dos sillas—. Así que, repíteme, ¿qué era lo que ella quería? —preguntó.

Piercings en los pezones y un tatuaje en el trasero que diga: “esclava sexual”. Ya sabes, lo usual.

¡¿Qué?!

Quinn regresó a verme pidiéndome que confirmara lo que acababa de decir. En lugar de golpearlo en la cara solo pude sonreír y asentir.

—Jeje, a ustedes dos les gustan las cosas extremas, ¿no?

—Jaja, sí, sí. Venga, hagamos los piercings primero.

Me hicieron sentarme en una de las sillas y Quinn me quitó mi blusa y mi brasier desde atrás. Por suerte al hacerlo así, facilitó que deslizara el teléfono que traía entre mis senos hasta el elástico de mi falda sin que se diera cuenta.

Era extraño tener los pechos al aire enfrente de un tipo cualquiera sin que este se quedara mirando como bobo, pero el tipo de la barba parecía bastante profesional. Aunque claro, eso no aligeraba el hecho de que… ¡estaba a punto de recibir un par de malditos piercings en los pezones! Fue allí cuando decidí que la muerte sería una venganza demasiado misericordiosa para Quinn.

El sujeto de la barba tomó un cubo de hielo y me dijo que lo presionara sobre mi pezón izquierdo por 10 segundo para que se pusiera duro. Lo hice con una sonrisa en el rostro, pero en el interior suplicaba a gritos hacer cualquier otra cosa menos eso.

La perforación tomó dos dolorosos segundos, pero fue sorpresivamente sencillo. Me retorcí ya que dolía bastante. Pero una vez que el anillo estuvo asegurado no estaban tan mal. En lo que se refiere al dolor al menos. Todavía eran un par de malditos piercings en los pezones. ¿Cómo demonios iba a explicarle esto a mis padres? Repetimos el mismo proceso para el otro pezón y estuvo listo.

—Okey, ahora vamos con el tatuaje, —indicó Quinn

—¿Estás segura de que lo quieres jovencita? Los piercings se pueden quitar, pero este sí es permanente. —me advirtió el tipo.

Intenté decir: “No, por supuesto que no quiero, ni siquiera soy lo suficientemente mayor para tener un tatuaje de forma legal en nuestro estado”, pero en lugar de eso solté una risita y dije:

—Cien por ciento segura.

Y para hacerlo más creíble le di una buen vista al tipo de la barba de mi sexo levantando mi falda como chica metida en esas cosas haría. Pareció algo sorprendido de mi atrevimiento, pero aparte de una mirada descarada al inicio lo manejó de manera profesional. Me hizo hincarme de rodillas sobre la silla volteada hacia el espaldar, de modo que tuviera acceso a mi trasero, y me pidió que me bajara la falda por completo lo cual hice de forma obediente.

Quinn dejó la habitación porque las agujas lo ponían nervioso y yo aproveché para regresar el teléfono a mi brasier. El tipo hizo toda una demostración de su experticia cambiando las agujas de  la pistola de tatuajes y ajustando la luz que enfocaba a mi trasero antes de ponerse a trabajar. Al inicio resultó a menos doloroso que los piercings , pero era un dolor continuo así que se volvió mucho peor luego de un rato.

El tipo terminó con prontitud ya que al parecer el tatuaje era de estilo ‘ outline’ es decir solodibujando el borde de las letras. Cuando acabó me llevó frente a unos espejos donde pude ver (invertidas) las palabras ‘esclava sexual’ escritas en tinta roja brillante en un estilo de cursiva.

Volví a ponerme mi falda y Quinn y yo abandonamos la casa. Condujo en silencio por un rato.

—¿Te duele?

—Un poco, sí.

—Vuelve a llamarme Amo. ¿En qué estás pensando?

—En que no tengo idea de cómo le voy a explicar esto a mi padres o cualquiera que conozca, Amo. Ni siquiera podré usar un bikini sin que sea visible, Amo.

—Lo sé, eso es parte de la diversión.

—También me preocupa que haya adquirido algún tipo de enfermedad o algo, Amo.

—No, Clark sabe lo que hace. Él es el sujeto al que llamas para estas cosas.

Mientras el dolor del tatuaje iba mejorando poco a poco recordé que una vez leí que no has pensado detenidamente en un problema hasta que no cierras y los ojos pasas 5 minutos por reloj enfocado en él. Yo no podía cerrar los ojos sin verme sospechosa, pero sí me di cuenta de que hasta ahora solo había fantaseado con tirarle acido a la cara a Quinn en lugar de realmente tratar de resolver el problema. Aunque claro, parecía bastante irresoluble. Si intentaba atacarlo iba a soltar lo que llevara en las manos y a ponerlas detrás de mi espalda y si intentaba escapar iba a ir corriendo con él a decirle. No parecía haber manera de saltarme esas restricciones.

Llegamos a su casa y entramos. Dejé mi mochila en el mesón de la cocina y el sacó mi teléfono de allí. El de mi hermano todavía estaba seguro en mi brasier. Quinn me hizo un gesto para que los siquiera escaleras arriba y mis piernas obedecieron. Cuando llegamos a su habitación me dijo que cubriéra mis ojos y que comenzara a hacer un strptease cuando la música comenzara a sonar. Oh dios.

Unos minutos más tarde escuché una guitarra tocando y las palabras: “Kelly won’t kiss my friend Cassandra, Jessica won’t play ball…” La musica continuó mientras Quinn sonreía.

Comencé a tirar de mi falda muy lentamente, pero solo la bajé un poquito. Luego recorrí mi cuerpo con los dedos hasta llegar al borde de mi blusa el cuál levanté hasta llegar al borde superior de la prenda, exponiendo mi estómago. Todavía sujetando el borde a desabotonar los botones con una mano. Mientras tanto mi otra mano acariciaba mi cabello en una pose confiada y seductora. Cuando terminé de desabrochar los botones de la blusa dejé caer el borde que sostenía y mi estómago volvió a estar cubierto. Luego metí ambas manos por debajo de la blusa desde la parte de arriba que acababa de desabrochar hasta que mis pechos quedaron apretados entre sí en lo que esperaba que pareciera por un movimiento sexy, pero que realmente era una estrategia para dejar caer el teléfono por mi brasier y asegurarlo en la banda elástica de mi falda.

Cuando el teléfono estuvo oculto por completo retiré mis brazos y aproveché el movimiento para finalmente quitarme la blusa por completo. Comencé a recorrer con mis manos mi estómago expuesto y mis pechos por encima del brasier en un gesto lascivo. Luego me alterné entre tirar de mi brasier hacia arriba y de mi falda hacia abajo, jugando con ambas prendas sin llegar a quitarme ninguna. Finalmente empecé a quitarme el brasier de verdad para lo cual lo regresé a su posición original y mientras con una mano desabrochaba el seguro en mi espalda con la otra lo sostenía por delante impidiendo que se cayera de inmediato. Me moví de izquierda a derecha siguiendo el ritmo de la música y dejé que mi brasier suelto se balanceara con el movimiento de mis pechos aflojándose poco a poco hasta que finalmente lo solté para dejarlo caer por completo.

Me puse a jugar con mis senos expuestos (y sus nuevos piercings) con mi mano derecha, mientras que la izquierda continuaba bajando la falda lentamente. Dejé que el teléfono resbalara de la banda elástica hasta caer justo por debajo de mis rodillas y lo sostuve juntando las piernas en un gesto en el que simulaba inclinarme para presentarle mejor mis pechos a Quinn. Conseguí que no notara mi artimaña. Luego dejé que la falda también resbalara hasta las rodillas y la sostuve allí con ambas manos. Ahora con mi vagina expuesta decidí dar media vuelta (todavía con la piernas juntas sosteniendo el teléfono) para presentarle mi trasero y su nuevo tatuaje a mi Amo. Finalmente contoneé mi trasero un poco como insinuándome y con el movimiento la falda y el teléfono oculto entre sus pliegues terminaron de caer al piso Saqué mis pies fuera de la falda tirada y volví a dar la vuelta para terminar el baile viendo a Quinn de frente.

En fin, no soy una experta en striptease , pero Quinn pareció disfrutarlo así que no debí estar tan mal.

—No te muevas, quiero verte.

Me que allí de pie mientras él me inspeccionaba de arriba abajo. Se acercó a tomar mis pechos e instintivamente me incliné hacia atrás.

—Congélate —me gritó a mitad del movimiento

Me fue imposible mover un musculo por lo que perdí el balance en medio del aire y me desplomé como un maniquí hasta el suelo aterrizando sobre mi costado. Auch.

—¡Ponte de pie y acuéstate sobre la cama! —ordenó. Y luego en un tono más suave añadió—: Y quédate ahí.

Me levanté y mientras caminaba hacia la cama ‘casualmente’ arrastré mi falda con el pie. En el camino trastabillé con su set de pesas y pude notar que estaban algo cubiertas de polvo. Claramente Quinn no era tan activo como quería hacer ver. Me acosté sobre la cama y él hizo lo mismo detrás de mí. Agarró mis nuevos piercings y jugó con ellos un rato. Mis pezones todavía estaban algo doloridos, pero la sensación no estaba tan mal, las perforaciones los mantenían duros y mucho más sensibles; aunque todavía no podía superar el hecho de que tenía malditos piercings en los pezones. Quinn continuó apretando mis senos y comenzó a frotar mi clítoris. Eso me mojó, por supuesto, así que hice mi mejor esfuerzo por no gemir.

Él pausó por un momento y dijo:

—Eso es todo. Ya he tenido suficiente de intentar parafrasear las cosas en oraciones sin usar la palabra ‘no’. Voy a actualizar la canción.

Mierda. Esto era malo. Una vez que lo hiciera sería su esclava para siempre. Pero todavía tenía una posibilidad de escapar. Él se bajó de la cama e intenté protestar, pero con un azote en el trasero me ordenó quedarme callada. Se sentó en frente a su computadora, digitó su contraseña y comenzó a cliquear varios iconos en la pantalla. Me arrastré al borde de la cama para intentar ver lo que hacía. El monitor mostraba varias cajas de texto, gráficos que cambiaban cuando movía un deslizador y listas de ítems con recuadros de “ check ” a su lado, algunas con marcas y otras no.

Quinn conectó mi teléfono a uno de los puertos USB y pareció enfocarse en lo que fuera que estuviera haciendo. Mientras se entretenía con el programa extendí mi brazo por el borde de la cama hacia el suelo tan silenciosamente como pude y tomé el teléfono de mi hermano de entre los pliegues de la falda. Comencé a escribirle un mensaje a mi amiga Ashley, la que me había visto salir del baño de hombres en el pasillo:

Soy Adri, Quinn de mi clase de matemáticas me está haciendo hacer cosas con una canción rara. Tienes que venir a verme, pero no confíes en lo que él te diga…

S in embargo, cuando apenas iba por la mitad Quinn comenzó a hablarme mientras se volteaba en mi dirección:

—¿Sabes? Mientras esperas puedes tocart… ¡DAME ESE TELÉFONO!

Mierda.

Le pasé el aparato y comencé a frotar mi clítoris con la otra mano.

—No, deja de tocarte.

Se veía furioso y frío.

Mi plan era solo pedirle a Ashley que viniera, lo que técnicamente no contaba como intentar escapar así que no me sentía obligada a decírselo. Obviamente él no pensaba igual.

—Ponte en cuatro, esclava. Y asegúrate de que disfrute esto.

Di media vuelta sobre la cama, asumí la posición que me ordenó y arqueé mi espalda. Quedé mirado a la pared, lo cual no era muy cómodo, pero lo que venía a continuación seguro sería mucho peor.

—¿Estás usando la píldora?

—S-sí, Amo, —gimoteé.

Escuché como desabrochaba su cinturón, se sacaba su pantalón y unos momentos más tarde sentí su pene presionando contra mi sexo.

No, No, No.

No así.

Empujó su miembro adentró y me sorprendió lo grande que era, aunque no es que tuviera algún marco de referencia dado que el único otro pene que había visto en la vida real era el de más temprano en la mañana. Me penetro lentamente y mis puños se cerraron sobre las sabanas. Dejé escapar un gemido.

Se movió de adentro hacia afuera y como me había ordenado que me asegurase de que lo disfrutara comencé a acompañar sus movimientos con mi pelvis. También hice sonidos ‘sexuales’ y lo animé con palabras de aliento tratando de hacerlo sentir como una estrella porno. Y para ser honesta, me agradó la sensación de sentirme penetrada, solo hubiera deseado que no fuera con Quinn. Luego de unos minutos de esto puede notar que sus gemidos y gruñidos cambiaron y me di cuenta de que estaba por correrse. En cuanto lo hizo gritó.

—¡Córrete ahora!

El orgasmo creció dentro de mí volviéndose cada vez más fuerte a lo largo de un par de segundos hasta que la necesidad de venirme era insoportable, como si fuera todo lo que hubiera en el mundo, y después, finalmente me corrí. Me aparté de él me incorporé del otro lado y caí de espaldas en la cama.

—Quieta, no te muevas. Quiero hacer algo en caso de que de alguna manera consigas liberarte.

Sacó su teléfono, lo apuntó hacia mí y escuché el chasquido indicando que una foto acababa de ser tomada

—Ahora sostén tus tetas y sonríe.

Hice lo que me pidió y él tomo otra foto. Pude sentir su semen resbalando de mi vagina y supe que eso también lo captaría la cámara. Tomo un par de planos cercanos de mi rostro, mis pechos y luego me hizo levantar las piernas de modo que se viera el tatuaje en mi trasero. Genial, ahora tenía más problemas que resolver. Si esas fotos alguna vez se filtraban iba a ser la cosa más embarazosa de mi vida. Lo escuché volver a ponerse sus pantalones, pero todavía no podía moverme.

Quinn olfateó el aire un par de veces y dijo:

—Huele a sexo. Intenta limpiarlo. Sé que solo estamos nosotros dos, pero no quiero tener que olerlo todo el día.

Mientras caminaba en dirección a la puerta (con mi ropa en sus manos) tomó el teléfono de mi hermano, pero dejó el mío conectado a su computadora. Abrí los ojos como platos y le eche una mirada al ordenador, todavía estaba encendido, solo había apagado la pantalla.

Pero él, sin ni siquiera darse la vuelta, añadió:

—Si intentas hacer algo con mi computadora en su lugar azótate a ti misma y ven a contarme como se sintió.

Hasta allí llegó mi plan. Quinn finalmente salió de la habitación mencionando en donde guardaba las sabanas y me ordenó que cambiara las que acabábamos de ensuciar.

Luego de hacer lo que me ordenó, (todo el tiempo con semen goteando de mi vagina), intenté limpiar el olor a sexo de su habitación respirando muy fuerte un par de veces. Después de todo él solo había dicho que intentara limpiarlo no importaba realmente si lo conseguía, ¿verdad?

Tomé el riesgo de encender su monitor y leer lo que ponía. Pude hacerlo ya que técnicamente no afectaba en nada a la computadora, pero no me atreví a tocar el teclado o el mouse.

Había una pequeña ventana que ponía: “obedecerás en todo a la otra persona en la casa” y una barra de carga con la palabra ‘codificando’ que estaba al 76%. Arriba de todo el programa se leía; “ScottB’s mental reprogram tool”

Cuando terminó de cargarse desconecté mi teléfono (lo que técnicamente tampoco afectaba a la computadora) y traté de hacer una llamada. Pero Quinn debió haber tomado mi tarjeta SIM porque no tenía servicio. Tampoco estaba conectado a una red wifi. Entonces tuve una idea.

Tomé un par de audífonos inalambricos que había en una esquina del escritorio, los conecté al teléfono y bajé las escaleras. Caminé por la casa sosteniendo los audífonos y el teléfono por detrás de la espalda esperando que pareciera una posición sumisa vista desde el frente. Encontré a Quinn en la cocina leyendo en su Tablet. Sin levantar la vista me dijo:

—Acaso viniste para contarme como se sintió azotarte a ti misma?

Tenía que decirle la verdad, pero eso no implicaba que tenía que decir toda la verdad.

—No, —contesté.

El empezó a mover la cabeza para regresar a verme, confundido, pero yo ya tenía mi dedo sobre el botón de ‘ play ’ y lo presioné mientras saltaba hacia él, intentando ponerle los audífonos sobre la cabeza, pero sin intentar herirlo para que no tuviera que soltarlos.

Quinn me esquivó con facilidad, pero conseguí que los audífonos quedaran colgando de su cabeza, el izquierdo cubría su oído un poco. Mientras que el derecho había terminado en la mitad de su pelo. Se levantó con una mirada furiosa e intentó quitárselos, mientras tanto el teléfono había caído sobre el piso.

Sin embargo, a medio camino Quinn se congeló en el aire, su mano a tan solo a unos centímetros de los auriculares. Cuando vi que todo era seguro me puse en pie, todavía completamente desnuda y ajusté bien los audífonos a su cabeza para evitar se cayeran

Tan pronto como vi que la canción terminó dije:

—¡Quédate callado! —Hablé tan alto como pude

Temí que no hubiera funcionado y pensé que Quinn me haría follarme a la escuela entera como venganza. ¿Qué tal si esos botones y configuraciones que tenía el programa en su computadora servían para ajustarlo a cada persona e que impedían que funcionara en él?

Pero Quinn solo se me quedó mirando con rabia en sus ojos. Abrió y cerró la boca un par de veces y no salió ningún sonido.

¡Jaque mate! ¡Gane!

Quinn saltó de la silla y me puso una mano sobre la boca. Intenté gritar, pero él fue demasiado rápido y para cuando quise decir ‘¡detente!’ ya era demasiado tarde, su mano amortiguaba el sonido e impedía descifrar mis palabras. Me sometió con facilidad hasta dejarme en el piso. No es que le fuera muy difícil ya que pesaba al menos 30 libras más que yo y al tratar de defenderme intentado herirlo mis manos se abrieron y se congelaron detrás de mi espalda. Luego él Intentó hablar y yo me impulse contra suelo aprovechando la posición de mis manos mientras trataba de mover mi cabeza hacia un lado. No necesitaba vencerlo, solo quitarme su mano de la boca por un segundo. Y por breves momentos lo conseguí.

Le grité que se detuviera y él se congeló como una estatua. Me lo quité de encima y decidí que iba a darle algunas órdenes.

—Sígueme a donde quiera que vaya y no trates de atacarme ¡y mantén tus manos detrás de la espalda! Habla solo si te pregunto algo y dime solo la respuesta. Y solo por si acaso, quítate tu ropa.

Tengo que admitir que fue divertido verlo desnudarse a la vez que intentaba desesperadamente mantener sus manos quietas. Cuando su ropa estuvo tirada en una pila sobre el piso decidí molestarlo un poco mencionándole que su pene estaba duro como él había hecho cuando yo me mojaba

—Así que estás duro. Imagino que te gusta ver mis pezones recién perforados. Que lástima que no puedas tocarlos. —Me acerqué hasta dejarlos cerca de su rostro.

Él solo desvió la mirada con los labios apretados.

—Oh, será mejor que les des un buen vistazo ahora porque quizá serán los últimos pechos que veas en tu vida.

Su cabeza volvió a girar y fijó la mirada en mis senos. ¡Ups! No pretendía que eso fuera una orden. Oh bueno, disfrutaba ser dominante con él como él lo fue conmigo. Me acerqué un paso, le ordené arrodillarse y dejé mi vagina justo frente a su rostro

—¿Ese semen que ves allí es tuyo, sabes? Va a estar chorreando por horas

Él estaba alejando la cabeza lejos de mi sexo.

Consideré ordenarle que limpiara mi sexo, pero como dije antes, no encontraba a Quinn atractivo. A pesar de que me había mojado por las situaciones en las que me había puesto seguía pensando que él como persona era repulsivo. No iba a darle el privilegio de causarme más placer, ya no más.

Comencé a caminar escaleras arriba, recogiendo mi teléfono al salir de la cocina, y Quinn me siguió obedientemente con las manos detrás de la espalda un par de pasos atrás. Sabía que estaba apreciando mi trasero recién tatuado, pero ya no me importaba. Ahora yo estaba en control y era el momento de la venganza.

Entré a su habitación y le indiqué que se sentara en la silla, mientras, dejé mi teléfono en el suelo junto a su set de pesas y me senté en la cama con las piernas abiertas, simplemente porque quería tentarlo con lo que no podía tener.

—Muy bien, ¿cómo programo tu computadora para liberarme de tu control?

—No puedes usar el mismo software tienes que descargar la herramienta de desprogramación del sitio de ScottB’s

Sonaba complicado.

—¿No hay otra forma?

Lo vi sonreír.

—Podrías hacer eso, o podrías hacer lo que en mi opinión que es mejor y mantenertubocacerradamientraspellizcastuspezonessinparar —exclamó quedándose si aire.

Mis labios se sellaron de golpe. Ahora ninguno de los dos podía hablar o herir al otro. Él tenía que mantener sus manos detrás de la espalda y yo tenía que mantenerlas pellizcando mis pezones. Los cuáles estaban tan sensibles con sus nuevos piercings y que el ligero dolor que me provocaba se sentía muy bien. Quinn solo se me quedó sonriendo.

Un momento. Dijo que tenía que pellizcar mis pezones (en plural) pero nunca dijo que tenía que usar ambas manos. Intenté pellizcar ambos pezones con una sola mano y descubrí que podía hacerlo siempre que intercambiara en una rápida sucesión de modo que ninguno dejara de doler del todo.

De pronto Quinn se levantó y corrió hacia la puerta. Por lo visto se dio cuenta de que cuando dije que me siguiera a donde fuera no dije que no podía irse después de que llegáramos a nuestro destino. Tenía que resolver esto antes de que encontrara más tecnicismos en las ordenes que le había dado.

Rápidamente improvisé un plan: tiré mi teléfono sobre la cama y agarré una de las pesas de 10 kilos de su set con la mano que estaba pellizcando mis pezones y corrí a cazarlo. Estoy segura de que la escena le hubiera parecido hilarante a cualquier persona que pudiera verla, una chica desnuda pellizcando alternadamente sus pezones y cargando una pesa persiguiendo a un chico también desnudo con las manos congeladas en la espalda.

Lo encontré rápido gracias a mis piernas agiles y a que él no podía correr bien con las manos así. Tan pronto como Quinn me tuvo a la vista lo miré significantemente y me di la vuelta. La orden de seguirme ‘a donde quiera que fuera’ lo obligó a venir tras mis pasos. Lo llevé de vuelta a su habitación y cerré la puerta (no podía abrirla con las manos en la espalda). Era el momento de aplicar la segunda parte de mi plan.

Nos quedamos mirando por unos instantes con la tensión en el aire y de repente corrí hacia él. Enrollé el brazo con el que sostenía la pesa alrededor de su cuello teniendo cuidado de no lastimarlo y lo empujé poco a poco en dirección a la cama. Fue fácil porque tenía que seguirme a donde quiera que fuera y fui hacia la cama. Ahora tenía que hacer que se echara. Pero para conseguirlo sin soltar el brazo que mantenía enrollado sobre su cuello tuve que tirarme sobre él y aprisionarlo con mi peso, de modo que terminamos muy cerca.

Aunque mis pechos no llegaban a tocarlo porque tenía que dejar espacio para mantenerme pellizcando mis pezones, lo que era (literalmente) una agonía; había otra parte que si había llegado a tocar. Su pene apuntaba directamente a la entrada de mi vagina y no tenía una mano libre para reacomodarlo.

La siguiente parte de mi plan requería que desenrollara mi brazo de su cuello y sostuviera la pesa sobre su rostro. Como no podía cambiar de posición sin apoyarme en algún lado y no podía usar mis manos ya que una estaba pellizcando mis pezones y la otra sostenía la pesa solo quedaba una opción. Hice lo que tenía que hacer y me apoyé sobre su pelvis, dejando que su miembro me penetrara. ¡Oh! Se sentía tan bien tener un pene llenándome, sobre todo ahora que lo hacía voluntariamente. Que lastima que se tratara del pene de Quinn.

Cuando estuvo adentro casi por completo era tiempo de continuar con mi plan. Deslicé mi brazo por detrás de su cuello y antes de elevarlo por sobre su rostro agarré mi teléfono sin soltar la pesa, no fue nada sencillo, pero lo sostuve con la yema de mis dedos que sobresalían del mango.

Cuando tuve el brazo sobre su rostro, encendí mi teléfono presionando el botón de desbloqueo contra mi frente. Pude ver confusión en el rostro de Quinn, era claro que no comprendía lo que estaba haciendo. Se preguntaba porque sostenía estas cosas encima de él en una posición tan rara, con ambos parcialmente recostados en la cama y él penetrándome.

Entonces pude ver como lo comprendía todo.

Me había ordenado que si intentaba atacarlo que soltara lo que sea que estuviera sosteniendo con mis manos y las pusiera en mi espalda. Ahora mismo sostenía una pesa de 10 kilos sobre su cabeza.

Si la soltaba probablemente no moriría, pero seguro que rompería algún hueso importante.

Fue increíblemente difícil concentrarme en la siguiente fase del plan mientras sostenía 10 kilos con una mano, me pellizcaba los pezones con la otra y recibía un pene entre mi sexo. Mi cuerpo me suplicaba que me pusiera a follar ahí mismo en lugar de sostener una postura tan incomoda, pero tras dos minutos de mucho dolor conseguí abrir la aplicación de notas del teléfono tocando la pantalla con mi nariz y escribir un mensaje. El mensaje decía:

“Dii lo qu3 tengaas q7e dexcir 0para que p8uedda bolver a habññlar y nada maas”

Estaba escrito como la mierda porque era imposible tocar el teclado justo donde quería usando mi nariz, pero esperaba que mientras fuera legible él obedeciera.

Giré la mano para que la pantalla apuntara a su cara y tras unos minutos lo oí decir:

—Puedes hablar.

—Quédate donde estás y no te muevas, —le ordené de inmediato.

Comencé a deslizar su miembro fuera de mí, pero la estimulación de haberme tenido arriba tanto tiempo debió ser demasiado para Quinn (lo fue para mí al menos) porque volvió a correrse. Genial otra vez estaba goteando de mi vagina, pero en este punto ya nada me importaba. Tenía cosas más importantes que hacer.

Le ordené ordenarme que ya no me pellizcara los pezones. Luego le dije que me guiara para descargar la herramienta de desprogramación. Me puse los audífonos y encedí el programa, presioné ‘ start’ y mi cuerpo volvió a congelarse.

Formas cambiantes y bonitos colores inundaron mi visión mientras sentía una sensación cálida a pesar de estar completamente desnuda. Luego de casi un minuto de relajación el programa terminó y me levante. Sentía algo distinto que me hacía saber que estaba fuera de su control.

Para probarlo le jalé de oreja hasta verlo retorcerse de dolor. Dulce venganza.

Le dije que no podía decirle a nadie nada de lo que había pasado, acerca del control que tuvo sobre mí o el control que actualmente tenía sobre él y por supuesto no podía mencionar el programa ni volver a usarlo con nadie jamás. Lo liberé de la orden de seguirme a todas partes, pero mantuve la restricción de que no podía atacarme. Lo obligué a llevarme a casa luego de que ambos nos vistiéramos y disfruté el sabor de la victoria. Había ganado a pesar de las probabilidades en mi contra.

Dos días más tarde vi que publicó un link en Facebook a una página donde había filtrado las fotos que me tomó desnuda.

Bueno…

¡Quinn podía irse a la mierda!

FIN.

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Nota del traductor:

Personalmente adoro los relatos eróticos de control mental porque las tramas que postulan ofrecen la situación perfecta para que germinen toda clase de estratégias ingeniosas con el objetivo de arrebatar el poder sobre la mente. Es eso lo que me llama la atención, lo que me fascina, la lucha ingeniosa por el poder. Sin embargo no se debe dejar de lado el componente erótico de estas historias. Existen pocos relatos que consiguen un buen balance entre el ingenio de las artimañas de control mental y el erotismo que acompaña estas situaciones. Creo que la historia de ScottB cumple con ambos lados de la narrativa y por eso decidí compartirla en nuestro idioma. Si hablan inglés les invito a visitar la pagina del autor original y revisar otros de sus trabajos en el sitio web de habla inglesa de mcstories. Agradezco todos los comentarios que tengan sobre esta traducción.