Pueden pasar muchas cosas en una universidad 2

Las hermanas de Junior convierten a todos en adolescentes, ¿cómo eran todos de jóvenes? Sexo en el gimnasio, al aire libre, Arnela aprende a hacer mamadas... y mucho más.

-Nelita… - la voz del Rompebragas chorreaba deseo cuando se acercó a la joven por detrás. Arnela, la ayudante del bibliotecario y sobrinísima del Decano botó en el aire y ahogó un grito cuando sintió las manos cálidas de Rino en su cintura.

-¡Rino…! ¿Qué haces aquí? No deberías haber venido, pueden descubrirnos… - la joven intentaba protestar, pero, bajo las enormes y redondas gafas, sus ojos despedían chispas alegres y no apartaba las manos de su amante secreto, sino que se acercó más a él, y echando antes una cautelosa mirada a derecha e izquierda, le besó. El día de la orientación profesional había sido intenso. Todo el santo día, un sinnúmero de jóvenes se había acercado por los stands. La mayoría sólo a curiosear, felices por perder un día de clase y ansiosos por divertirse; sólo los de último curso habían estado realmente interesados en preguntar por tal o cual profesión, pero aún así, había que atender a todos y contestar las preguntas de todos, se notase a la legua que estuvieran interesados o no. Había habido muchísimo jaleo, muchísimo ruido y muchísimo cansancio. Arnela había pasado todo el día de pie, igual que su jefe, el señor Oliverio. Su señora, la señorita Irina, desde el stand de profesores había hecho lo propio, por más que su esposo le hubiese acercado una silla. Hasta el tío de Arnela, el Decano, se había pasado por allí, para ver qué tal iba todo y también para hacer publicidad de su Universidad, que colindaba con el Instituto. La mayoría de los estudiantes irían allí, estaba más que claro, pero al día de la orientación profesional solían ir chicos de otros institutos, amigos de estudiantes… nunca estaba de más promocionarse un poco.

A eso de las tres, las visitas empezaron a flojear, la comida del cáterin se estaba terminando, sólo quedaban los canapés que no gustaban a nadie y muy pocas bebidas, los chicos querían irse a comenzar su fin de semana y el horario lectivo ya había terminado, no era obligatorio quedarse más, aunque técnicamente el día acabase a las cinco. Poco a poco, el gimnasio donde se celebraba la feria de empleo empezó a vaciarse, y cada vez menos a menudo tenía Arnela que contestar a preguntas porque su jefe estuviera ocupado con otro chico. Paulatinamente el ruido comenzó a decrecer y sólo aquéllos que no habían querido preguntar en presencia de tanta gente o directamente en presencia de sus amigos, se acercó a los stands que realmente les atraían. Así, uno de los que Arnela llamaba "los supermazas", que pertenecía al equipo de kárate del Instituto y que, como todos sus amigos, se había acercado al stand de los guardaespaldas, se había hecho el remolón a la hora de irse para preguntarla a ella si sabía dónde dirigirse para estudiar "poesía clásica española y a los autores existencialistas franceses del siglo XIX".

Ahora, apenas quedaba gente ya. El señor Oliverio se había ido con su señora y su primo, y casi la totalidad de los stands estaban ya vacíos, sólo quedaban los de contabilidad, ya recogiendo, muy lejos de ella, y más lejos aún, otro par de profesores del Instituto terminaban de rellenar la ficha de la tabla informática que habían preparado con los nombres de alumnos que habían preguntado y sobre qué se habían interesado… Nadie podía verles, y aún si pudieran verles, no les interesaba ver a la ayudante del bibliotecario con un chico. La pareja de profesores quizá la conocieran, pero no era probable que le fuesen a ir con el cuento a su tío, así que simplemente se dejó llevar y devolvió el beso.

-¿Puedo pasarme por tu cuarto esta noche? – Arnela contestó con un mohín de preocupación, y Rino insistió, adorablemente enfurruñado - ¡me lo prometiste… dijiste que querías aprender! ¿No irás a echarte atrás?

-…No. No voy a echarme atrás. – una sonrisa de ilusión y vicio iluminó la cara del Rompebragas. A Arnela le costaba creer aún que ese chico tan burro, el motero, el gamberro institucional del centro, pudiera a veces, sin dejar de ser un bestiaparda, tener toques tan tiernos como los que tenía. Es cierto que le gustaba el sexo de una manera que a veces todavía asustaba Arnela, a pesar de llevar de "encuentros a escondidas" desde Enero, casi tres meses atrás. Es cierto que era un irresponsable juerguero para el que valdría la pena cruzar medio mundo para ir a una fiesta, pero sería demasiado trabajo cruzar la calle para ir a un examen. Es cierto que si la familia de la joven se enteraba, y tarde o temprano se tendrían que enterar, los mataban a los dos… todo eso y más era cierto. Pero Arnela no podía resistirse a él. En un principio había creído que lo que la atraía era el morbo de lo prohibido, el saber que estaba con alguien que los suyos no aprobarían, que era su absoluto opuesto. Pero conforme pasaba el tiempo, había descubierto lo que el Rompebragas llevaba toda la vida esforzándose por ocultar: que tenía un corazón y un cerebro más allá de la chupa de cuero. – Es sólo que… que a veces, todavía me sigue dando un poco de miedo recibirte en mi cuarto. Tengo la impresión de que en cualquier momento, alguien nos va a descubrir.

-Si es por eso, tengo una idea… ¿qué te parece si no lo hacemos en tu cuarto…? – Arnela se sorprendió y notó que se ponía colorada al adivinar qué pretendía Rino. Agachó la cabeza, muerta de vergüenza al imaginárselo, pero de todos modos, asintió. "Dios mío, al aire libre…" pensó "igual que las parejas que a veces se tiran en el césped… yo, la sobrinísima, haciendo algo así, ¡y con él!... me va a enseñar a hacerle sexo oral, ¡al aire libre!". Aceptó, y eso fue lo que les salvó a ellos.


Frente al ordenador, Viola se frotó los ojos cansados, que le escocían. Estaba cansada y no le gustaba trabajar con la tabla informática, era muy poco práctica, el tabulador no funcionaba para cambiar de casilla y era preciso estar cambiando con el ratón todo el rato, y cuando quería borrar algo, era preciso hacerlo letra por letra, no se podía seleccionar y borrar de golpe, porque se borraba toda la fila de celdas. "Han hecho esta ficha con el culo, no puede ser más ortopédica, joer", pensó de mala gana. A su espalda, Cristóbal terminaba de recoger papelotes, y no podía dejar de pensar en lo sucedido la noche anterior. De madrugada, a medio sueño, ella le había despertado con caricias en la polla y habían hecho el amor en mitad de la noche. Ella se había despertado con ganas y… a Tóbal le parecía un sueño disfrutar de algo semejante, y la verdad que se sentía juguetón recordándolo. Agrupó los folletos que habían sobrado en un montón y miró a los lados. Por ahí estaba la chica de la biblioteca con su novio, se marchaban. Sólo quedaba la pareja de Contabilidad, muy alejados y totalmente a su bola. Riesgo, pero no peligro… no podía ser más perfecto.

Se acerco a Viola y se sentó en una silla, junto a ella, observando lo que hacía. Empezó a acercarse hasta estar pegado a ella. La joven maestra le sonrió, a pesar de que se notaba su malhumor con la desgraciada ficha. Nazario, el jefe de estudios, sería un fiera en Lengua y Literatura, pero para programar, no valía nada. Tóbal se acercó más aún y pasó su brazo sobre el respaldo de la silla de Viola, casi le rozaba la mejilla con la punta de su gran nariz, y la joven le miró de nuevo. Le sonreía con los ojos entornados, una sonrisa muy distinta a la de hacía sólo unos segundos. Cristóbal la miró por un segundo a los labios y luego a los ojos, y la joven se inclinó muy decidida hacia él, dispuesta a besarle, pero el profesor de Química apartó la cara con una risa baja.

Viola, sin dejar de sonreír, gimió en tono de protesta, y Tóbal señaló la pantalla, para que ella continuase trabajando. La maestra obedeció, y Cristóbal se arrimó más aún, y el brazo que tenía en el respaldo de la silla, lo dejó caer sobre los hombros de Viola, la mano pícaramente cerca del pecho. Viola, tecleando en el ordenador y moviendo el ratón, vigilaba de soslayo la mano de su amante. Y como estaba mirando esa, no reparó en la otra, que reptaba con disimulo por la mesa, hacia su otro pecho, hasta que dio un travieso pellizco al pezón.

-¡Mmmh! – Viola dio un pequeño brinco de sorpresa y gustito, y miró de nuevo a Tóbal, mordiéndose los labios de deseo. Su amante tenía idéntica expresión, pero de nuevo le señaló la pantalla para que continuase. La maestra casi jadeaba y sus ojos se desviaban hacia las manos de Cristóbal, intentando adivinar cuál sería la próxima en atacarla. La misma mano que reposaba sobre la mesa, se dirigió de nuevo al indefenso pecho. Viola, tecleando y manejando el ratón, no podía cubrirse ni aunque lo hubiera querido, y los dedos de su compañero acariciaron, haciendo casi cosquillas, el pecho de la maestra. Llevaba una blusa blanca muy fina, la tela era un roce delicioso sobre su piel, y el calor de los dedos de Tóbal la electrizaba. Quería dejar de escribir y salir con él, meterse en el coche y largarse a casa para poder disfrutar el uno del otro… pero sabía que a su compañero le encantaban ese tipo de juegos, el morbo… y a ella también.

Cristóbal alzó un momento la vista. Nadie les miraba. Agarró la tela del sostén sobre la camisa, y lo bajó, sólo lo justo para dejar el pezón sin cubrir, sólo la fina tela de la blusita se interponía entre él y sus dedos. Viola no pudo reprimir una pequeña exhalación y sus piernas dieron un temblor, ¡qué ganas tenía…! El pezón le picaba, podía sentir cómo se ponía erecto bajo la tela, la blusa se tensaba contra él, y cuando Tóbal lo tocó y por fin lo pellizcó, ella se dobló de gusto, saboreando el placer que la mordía desde el pezón hasta las orejas en un latigazo que la hacía derretirse de gozo

-Más… - susurró tan bajito como pudo. La risita de Cristóbal le quemó los oídos. La otra mano bajó por fin a su otro pecho, de nuevo retiró la tela del sostén y empezó a acariciar el pezón, y la izquierda desapareció bajo la mesa, acarició el vientre de la maestra y comenzó a sacar la blusa de la falda, para meterse debajo de la tela. Viola asentía, apenas se daba cuenta ya de qué escribía… la mano de Cristóbal, cuando tocó su piel, la hizo estremecerse por entero y se mordió los labios para evitar gritar, ¡quemaba! Sus ojos se pusieron en blanco y sintió perfectamente que sus bragas se empapaban, y sus tetas parecían gritar con ansia. Tóbal respiraba con la boca entreabierta y cuando su mano tocó el pecho desnudo de Viola, él mismo emitió un gemidito que partía el corazón. El pezón de su amante estaba erecto, deseoso, parecía meterse él mismo entre sus dedos, ansioso por recibir caricias. El pecho de Viola era cálido, suave, blandito, tan apetecible como toda ella… cuando respiraba, lo sentía moverse en su mano, sentía los golpes acelerados de su corazón… Le picaban los labios de lo mucho que deseaba besarla, y sus pantalones se habían quedado definitivamente pequeños.

-Viola… te deseo… - musitó, con la boca casi rozando la de ella – pero antes, quiero hacer que te corras… aquí y ahora. – La profesora sonrió y se recostó un poco en la silla, para dejarle paso a lo que iba a hacer. Tóbal sonrió más aún, feliz por lo bien que ella le entendía y lo mucho que le gustaba el sexo. A veces aún pensaba en su ex mujer, una persona para quien el sexo era algo sucio y obsceno y se comportaba como si el concedérselo, fuera hacerle una especie de favor, alguien que le obligaba a suplicar por querer estar con ella… y le parecía un sueño tener ahora una verdadera compañera. Bajó la mano izquierda y la metió por la cinturilla de la falda, las bragas de encaje de la maestra le acariciaban la mano, y ella temblaba de deseo. Cosquilleó su pubis y Viola se estremeció, sonriente, asintiendo con la cabeza. Los dedos de Tóbal jugueteaban con las bragas, jugando a acariciar ora por dentro, ora por fuera, haciendo cosquillas, dando apretones, jugueteando con el cortito vello púbico. "Podría hacer esto durante horas", pensó el profesor, y en realidad iba a hacerlo, iban a quedarse allí acariciándose durante horas… y eso fue lo que les salvó a ellos.


En el exterior, en el bosquecillo que separaba la residencia universitaria masculina de la femenina, todo era quietud y silencio. Aún anochecía pronto y estaba empezando a refrescar. Coral y Alan depositaron en el suelo la cesta de mimbre y la destaparon. Dos serpientes corales salieron de ella, silbando, oliendo el aire fresco. Alan miró a su mujer, y esta, sin ocultar que no estaba muy conforme, habló:

-Fuisteis condenadas por soberbia y estupidez. Degradasteis vuestra raza. Quisisteis tener sexo con inferiores y os castigamos a ser por siempre animales, ya que ello parecía gustaros tanto. Sin embargo, hoy tenéis ocasión de compensar lo que hicisteis prestando un servicio a la familia. Cumplid con vuestro deber, y vuestro castigo será rescindido. Negaos, y será doblado. – Los reptiles intentaron escapar a gran velocidad, pero Alan las apresó bajo su pesada bota. Coral miró las serpientes que se agitaban, silbando feroz, pero inútilmente bajo el pie de su esposo, y escupió en ellas casi sin mirarlas. Alan levantó el pie, y de inmediato ambas empezaron a transformarse, crecieron y sus piel escamosa desapareció, aparecieron melenas, pechos, y finalmente dos jóvenes desnudas, de cabello negro verdoso, brillante, estaban ante ellos.

-Betsabé… Jétsabel… - las jóvenes eran exactamente iguales, pero Coral miró a los ojos a cada una de sus hijas al llamarlas, sin equivocarse. En ocasiones, el propio Alan se había confundido, pero ella no se equivocaba jamás en eso. – Hoy tenéis una oportunidad de ver levantado vuestro castigo. – En los ojos de las jóvenes se leía un rencor infinito. Quizá de no haber estado su padre delante, se hubieran abalanzado contra su madre. Tal vez no pudieran vencerla, tal vez Coral fuera más fuerte que ellas dos juntas, pero el sólo placer de causarle un poco de dolor, ya era suficiente satisfacción moral… pero no podían hacer algo semejante con Alan delante para protegerla. A modo de simple advertencia, su padre emitió un rugido bajo y la mirada de las jóvenes no se calmó, pero sí se controló en buena medida. – Se trata de un encargo fácil y que os gustará llevar a cabo. Ojalá pudiera decir lo contrario.

-¿Qué? – dijo una de ellas.

-Se trata de destrozar la vida de vuestra hermana menor. – resumió Alan. Y ambas chicas sonrieron como gatos frente a sendos platos de nata.


Por regla general, los licántropos no tienen dominio sobre la magia, pero todos ellos adoptan las características de los animales con quienes comparten su identidad, y no sólo características biológicas, sino también las ideológicas. Así, los hombres lobo pueden en ocasiones tener que usar collares antipulgas y sufrir una extraña fijación erótico-gastronómica por las chicas con abrigos rojos con capucha. Las serpientes siempre han sido vinculadas a la hechicería y el ocultismo, y por ello, tanto Coral como sus hijas sierpes tenían cierto control sobrenatural sobre las circunstancias que las rodeaban. Y el ejercicio de ese control, descontrolaba las mismas circunstancias en igual medida.

Cuando se practica la magia, el universo se da cuenta de ello, y se trata de un simple ejercicio de acción-reacción. Cuando empujas de un lado, la palanca se mueve del otro. No puedes evitarlo. Cuando modulas el mundo a tu antojo, éste se "remodela" por otro lado a su propio antojo para conservar la lógica. Cuando cuelgas un cuadro, adaptas el mundo, y el mundo se adapta solo impidiéndote ver la pared. En la magia es lo mismo, pero a niveles algo mayores. De esto, no tenían idea Oli, ni Irina, ni Beto, ni Dulce, ni en realidad nadie de los que se habían acercado a la Universidad ese día. Por eso, cuando Coral devolvió su forma primitiva a sus hijas, generó tal intensidad de energía por la fricción de la magia contra la ciencia universitaria, que el propio calor de la estación primaveral fue consumido por ella, como una bolsa de gas al contacto de una llama, y el tiempo cambió radicalmente.

-¿Esto es… nieve? – Preguntó un muy asombrado Oli, al que le cayeron copitos diminutos en la nariz.

-¡Qué bonito, se pone a nevar! – Sonrió Beto. Pero los suaves copitos de nieve, de inmediato crecieron en intensidad, y casi enseguida comenzaron a caer con violencia e intensidad, y apenas un minuto más tarde, el suelo de cemento estaba casi blanco por completo.

-Irina, no cojas frío, métete al coche. – sugirió Oli, estaban ya dispuestos a irse a casa… pero las inclemencias del tiempo le desengañaron prácticamente enseguida. Era imposible meterse en carretera, aunque fuera el poco trayecto que tenían, con la que estaba cayendo.

-¿Qué está pasando aquí….? – Irina no se explicaba el cambio de tiempo, hasta ese momento había hecho un agradable solete primaveral, y de golpe, parecían estar en Moscú, en apenas unos minutos todo había quedado cubierto, el cielo estaba totalmente negro y la nieve caía casi con ferocidad, sin visos de detenerse en muchas horas. No eran los únicos que estaban extrañados, y disuadidos de volver a casa, pero, ¿qué podrían hacer, dónde pasarían la noche….?

-Aquí, naturalmente. Pero cada quien en su residencia, claro. Esta es una universidad seria, no un hotel, lo siento mucho. – El Decano se ofreció enseguida a dar alojamiento a todo el mundo cuando fueron a verle, pero con unas condiciones: Aún los matrimonios, no dormirían juntos. Los hombres, dormirían en su residencia, las mujeres en la residencia femenina. Beto y Dulce protestaron, Irina y Oli protestaron, a Imbécil le hubiera gustado protestar también, pero hubo de morderse la lengua, mientras su ama sonreía maliciosamente, y Thais casi se carcajeó de alivio, ¡esa noche, estaba a salvo de su salido jefe…! Carvallo y Gema intercambiaron una mirada de desencanto, lo mismo que el matrimonio Salieri, ¡vaya un plan! Atrapados en una universidad y sin poder ni estar juntos. No era justo, realmente. Pero no sabían que eso, no sería lo peor.


-¿Un humano…..?

-¿Nuestra querida hermanita…?

-¿….Con un humano?

-Ya lo habéis oído. – corroboró Coral a su hijas. – Ella dice que puede pasar las pruebas fuerza, fidelidad y valor, y vosotras debéis demostrarle que no puede, porque en su naturaleza no entra la fidelidad, ni la fortaleza, ni la valentía.

Bet y Jet intercambiaron una mirada cómplice y después miraron a su padre.

-Se diría que Alan

-…Apostó por el caballo equivocado, ¿verdad? – Las gemelas, en muchas ocasiones, pensaban como una sola mente, como si en lugar de personas distintas, fuesen una sola dividida en dos, y por eso a veces se acababan las frases mutuamente o hablaban al mismo tiempo. A Alan le molestaba que sus hijas le llamasen por el nombre de pila, pero hoy estaba dispuesto a soportarlo.

-Sólo debéis hacer que fracase. No creo que os sea difícil.

-No puede haber gran diferencia entre seducir a un humano y a un perro, así que está a vuestro alcance. – Comentó Alan. No era propio de él hacer frases venenosas, pero en ésta ocasión lo hizo para acortar la charla y atraer el odio de sus hijas. No se puede decir que alguien como él tuviera miedo por su mujer, sabía que ella podía contra sus hijas… pero aún así, el odio proyectado de forma constante le ponía nervioso. Agarró a su esposa de los hombros y se dieron media vuelta para alejarse de allí. Las gemelas casi esperaban que Alan se volviera y les dedicara una mirada de advertencia, pero no lo hizo. No lo necesitaba. Si se les ocurría escapar sin cumplir el encargo, no recorrían ni cien metros antes de su padre las encontrara, y esta vez, quizá no se contentase con encerrarlas en una forma animal dentro de un terrario.

-No es difícil. –dijo Jet.

-Pero nadie nos asegura que Alan cumpla su palabra.

-Madre sí lo hará.

-Pero Alan la manipula. Él quiso desterrarnos cuando madre nos delató y le contó qué hacíamos con los perros. – le recordó Betsabé. – Fue madre quien obtuvo gracia para nosotras, pero Alan consiguió que nos obligase a quedar en forma animal. No podemos confiar en él.

-Podemos confiar en que será divertido hacerlo… Alan siempre ha querido más a Junior. Ahora que ella se ha enchochado de un humano, es nuestra oportunidad para recuperar la primogenitura que nos pertenece por derecho. Humillémosla. No será difícil hacer que un humano actúe a nuestro antojo

-Los humanos… los humanos no tienen voluntad realmente. Sólo se guían por apetitos, su corazón piensa por ellos demasiadas veces. – Convino Bet.

-En realidad, se portan como cachorros grandes. – Asintió Jet. Las hermanas juntaron sus manos y una luz verde violácea empezó a surgir de ellas.

-Como adolescentes.

-Como adolescentes. – Empezaron a hablar a un tiempo – Humano que nos oyes, humano que tienes una pizca de fe, humano que estás a nuestro alcance, durante toda esta noche, te vas a comportar como lo que eres realmente: cobarde, inmaduro, débil,…. Vuelve a ser un adolescente.

Una ola de energía se expandió por el bosque y alcanzó las residencias universitarias que lo limitaban. Nadie lo notó. Nadie sintió nada, pero todos los pájaros de los árboles echaron a volar en confuso pánico, varios perros rompieron a aullar, con el rabo entre las piernas y el frío pareció intensificarse.


Lo suficientemente lejos de allí para estar a salvo, Viola sufrió un subidón de placer que la hizo gritar sin poder contenerse. Cristóbal se rió, ya no importaba, ya estaban solos, pero la profesora no lo sabía y se tapó la boca, colorada como un tomate, mientras su amante tenía el dedo corazón enterrado entre los labios de su chorreante sexo y acariciaba su perlita sin cesar, produciendo deliciosos escalofríos a cada presión. La joven no podía parar quieta, y de repente le pareció que no podía aguantar más. Cristóbal quería hacer que ella se corriese primero, pero Viola ya no quería esperar, necesitaba tenerle dentro, las ganas le gritaban en las entrañas como si tuviera un volcán en ellas. Tóbal vio el cambio en los ojos de ella, intentó negar con la cabeza, pero ya era tarde.

-¡Te deseo, Tóbal! ¡Que nos oigan o que nos vean, me da IGUAL! ¡Quiero dentro tu polla, tu semen en mi cara, Y LO QUIERO AHORA! – le empujó y le hizo caer de la silla, dejándose caer sobre él, se pegaron un buen golpe contra el suelo, pero el dolor caliente que recorrió las costillas del profesor, no le pareció importante comparado con lo que acaba de oír, Viola era divertida, apasionada, pero no solía decir cosas así…. Le gustó, y se dejó abrazar en el frío suelo del gimnasio, mientras la profesora le desabrochaba el pantalón y tiraba de él para dejar accesible su erección y se montaba ansiosamente sobre ella, incapaz de saborearlo con lentitud, deseosa de que "el momento" llegase cuanto antes.


Oli supo que algo iba mal, muy mal. No se explicaba qué era, pero de pronto, a solas en el cuarto que le habían prestado, sintió miedo. Un miedo extraño y frío, no sabía muy bien a qué, y de pronto lo supo: ¡Estaba casado! ¡Su esposa iba a tener un hijo de él! ¿¡Cómo había podido hacerle a una chica algo semejante?! ¿¡Qué clase de loco era él, por Dios, pero si ni siquiera había terminado el instituto….?! Eeeh… ¿cómo que no? Pero si… pero si era bibliotecario. No, no podía ser, él no era bibliotecario, sólo era un chico, y… y el niño no podía ser de él, él no había hecho nunca el amor con nadie… ¿O sí lo había hecho?

Durante unos terribles segundos, descubrió que no sabía nada de sí mismo, y corrió al baño, abrió la puerta de un empujón y se miró en el espejo. Un jovencito de cara redonda y cutis delicado como el de una chica le devolvió la mirada desde unos redondos ojos verdes muy grandes, llenos de desamparo. Y entonces sintió ganas de gritar. Y no fue el único.

Imbécil se estaba masturbando sentado en la taza del váter, desahogando su nostalgia por su ama, lenta y plácidamente, cuando su mano aceleró sin que él pudiera contenerse. Quiso ir más despacio, pero su propio cuerpo tiró de él con furia, haciéndole acabar en un segundo. De repente, se sintió sucio y culpable. Tuvo miedo de que su madre abriese la puerta del lavabo, de que alguien le pescase, se medio limpió e intentó ponerse de pie precipitadamente y se tropezó con los pantalones de chándal que llevaba, y al subírselos, descubrió que le apretaban mucho, ¿cómo se había comprado unos pantalones tan estrechos….? Pero antes de poder pensar con claridad, su cuerpo pensó por él… mmmh… esos pantalones tan estrechos le apretaban mucho "ahí", y daba gusto. Sintió que su cara se encendía, pero no pudo evitarlo, se tiró de la cinturilla para apretarse más y gozó del dulce calor apretado que le recorría desde las bolitas hasta la punta, qué rico… "Mariposa, me tienes que ver así", pensó confusamente, y sin pararse a reflexionar más, sin acordarse siquiera que afuera estaba nevando, tomó la bolsa de ropa que había traído, y se colocó rápidamente las ropas con las que sabía que su ama no podría decirle que no, y salió del cuarto, dispuesto a llegar a la residencia femenina y como fuera, al cuarto de su ama, a pesar de que ni sabía cuál era. Salió tan precipitadamente, que no vio en el espejo del recibidor a un chico de barba cerrada, pelo largo hasta los hombros y tripa prominente. Salió tan deprisa, que ni siquiera oyó el grito de Jean.

-¡NOOOOOOOOOOOOO, otra vez no, no quiero ser Jeanny Hierros otra vez, no quiero volver a ser Jeanny Hierrooos….!

Carvallo sí oyó el grito, pero no lo escuchó. Un golpe de tristeza le había dado en el pecho. Él había pensado en esperar a que todo el mundo estuviera dormido para escaparse a ver a Gema, pero ya no pudo. De repente, no le interesaba tener sexo, ni con ella, ni con nadie; le parecía algo tonto y vacío el tener sexo sólo por tenerlo, y echó de menos su Carlota. La buscó por la habitación, pero no estaba, ni tampoco en el armario, y supo que no estaría en el coche, porque él no la habría dejado allí, siempre la llevaba consigo… le vino un recuerdo. Un salón, donde estaba colgada. Qué tontería, ¿qué iba a hacer su Carlota colgada de una pared? Su sitio era en su cama, donde estaba siempre para que él la cogiera en sus brazos y le contara sus penas y alegrías, y solía haber más de lo primero que de lo segundo… fuera como fuese, Carlota no estaba allí, pero sin duda, debería haber alguna de sus hermanas por allí. Aquello era una Universidad, ALGUIEN tenía que tener una guitarra para que él pudiera expresar su tristeza… En realidad no quería salir de allí, quería quedarse en aquél cuarto y llorar, pero por lo menos, tenía que intentar encontrar una guitarra antes de que la inspiración se fuera, de modo que salió al pasillo, dispuesto a preguntar a alguien si había algún aula de música abierta donde pudiera conseguir una prestada.

Beto estaba leyendo y no notó nada especial. Para él, todo seguía igual que siempre.


-Estoy empezando a pensar que siempre que tenemos una "primera vez" de algo, nieva. – Susurró, algo nervioso, Rino Rompebragas, mientras llevaba la mano de Arnela a su bragueta entreabierta. Estaban en el portal de la Biblioteca, medio protegidos de la nieve y con la puerta del edificio entreabierta para refugiarse allí si venía alguien o el frío se hacía demasiado insoportable. Habían querido hacerlo al aire libre, pero con aquél tiempo, era imposible tenderse en el parque sin quedarse tieso al minuto, por eso se habían acodado allí. Nela estaba también nerviosa, nunca había hecho sexo oral a nadie… - Es muy fácil, imagina que estás lamiendo un polo… anda, venga, empieza

A Rino le temblaban las piernas de lo excitado que estaba. Aún le molestaba reconocérselo a sí mismo, pero lo cierto es Arnela, "el ratón de biblioteca", la sobrinísima del Decano… le gustaba mucho más de lo que era normal en él. Le fastidiaba admitirlo, pero la quería, la quería mucho. No sabía si estaba lo que se dice enamorado de ella, porque no estaba seguro de haberse enamorado en realidad nunca y no tenía con qué comparar… pero sabía que quería estar con ella después de cada polvo, quería hacer más cosas con ella aparte de follar, y eso, en él, era ya mucho decir… y las ganas que tenía, lo tontón que se ponía cuando ella accedía a hacerle algo, aunque sólo fuera meterle la lengua en la boca, no lo había sentido nunca con ninguna chica. De hecho, le asustaba un poco la idea de que apenas ella se la metiera en la boca, zas

-Uf… parece… parece muy grande así… - musitó la joven, en cuclillas frente a él. Le acariciaba el bulto del pantalón y lo miraba, besando de vez en cuando la tela. A la altura de sus ojos, su miembro parecía distinto. Rino no podía aguantar más y se la sacó de la bragueta. Nela ahogó un grito y sonrió con apuro. Instintivamente, temió que él cogiera frío y la abrigó entre sus manos cálidas. Rino se dobló de gusto, el placer le hizo reír y temblar, un escalofrío maravilloso le hizo estremecer las nalgas y le convirtió la columna en mantequilla tibia. A Arnela le gustó su reacción, y sin soltarla de sus manos, acercó su cara a ella. Su mejilla estaba suave, blandita, más caliente aún que sus manos. Frotó el miembro de Rino contra ella, el motero no podía dejar de jadear, luchaba por no agarrar a Nela de la cara y violarle la boca.

La joven leyó en los ojos de su compañero su terrible deseo. No quería hacerle esperar, pero aún le daba un poco de miedo. "¿Qué pasa si me da asco, si no puedo soportarlo, y eso le hace daño…? ¿Y si sabe mal? ¿Y si no sé hacerlo y se enfada conmigo…?", pensaba mientras empezaba a dar besitos tibios por el tronco. Olía muy fuerte, pero no era desagradable. La punta estaba húmeda, soltaba el líquido transparente que ella había visto ya alguna vez, pero nunca había tocado, así que aprovechó la ocasión, y rozó el glande con los dedos, para recoger una gota. Rino gimió como si se le escapara el alma, pero cuando vio que ella se llevaba a los labios su líquido preseminal para probarlo, le pareció que le salía humo de las orejas.

-Nela… porfa… - suplicó. Contrariamente a lo que siempre había creído, rogarle a una chica, no era humillante, sino excitante. Nela le sonrió, aún más colorada, y sacó ligeramente la lengua. Cerró los ojos y lamió suavemente la punta. En ese momento, pasaron muchas cosas juntas. Rino gimió en voz alta, ¡era demasiado dulce! Y Arnela sintió un extraño sabor, entre salado y amargo, en la punta de su lengua, y una extraña textura… gomosa. Como chicle. Y el gemido de su compañero, taladró sus oídos y pareció destrozar su corazón. Le pareció el sonido más hermoso del mundo. Y quiso oírlo de nuevo. Su lengua tomó el control, y empezó a pasearse lentamente, en amplios círculos, por el glande de Rino. A cada roce húmedo, cálido, de su lengua, el joven gemía sin poderse contener. Rino se mordió el puño, intentando acallarse, pero era superior a todas sus fuerzas, qué bien lo hacía la jodía, era como si literalmente chupase un gran caramelo… como si quisiera saborearle.

"Es raro, pero… me gusta. Sabe a… sabe a placer", se dijo, incapaz de comparar el sabor con nada en concreto. Su boca se abrió para apresar en su interior la polla de su compañero, que empezó a llamar a Dios, derrotado de placer. Nela le besaba el miembro gimiendo bajito, lo metía en su boca, subía y bajaba, acariciándolo con su lengua… cuando llegaba al glande, lamía cuidadosamente, en círculos, presionando el frenillo… la sacaba y lamía el tronco, acariciándolo con los labios, sacando la lengua para intentar rodearlo, perfilándolo con los dientes, jugando a darle mordisquitos, para volver de nuevo a la punta, y comenzar otra vez a darle tiernos lametones y meterla otra vez en su boca

Rino creía estar en el Cielo. Se la habían chupado muchas veces, pero nunca se había sentido tan indefiniblemente bien como en ese momento, no iba a aguantar más, era sencillamente delicioso, perfecto… cada lengüetazo, cada beso, cada bajada, le volvían loco. Las dulcísimas olas de calor le picaban en las pelotas, le derretían el culo, le encogían los hombros y le hacían temblar las rodillas. Las maravillosas cosquillas le torturaban, le parecía que no tocaba el suelo y estaba sudando como un caballo, ¡qué placer! Le venía, le venía, no podía evitarlo, quería retenerse más, pero lo que acariciaba su polla era de un calor húmedo tan irresistible, las sensaciones eran tan ricas

-Nela… me…. ¡quitaquitaquita! – la apremió para que se apartase, pero la inexperta joven no fue lo bastante rápida, el placer fue demasiado para Rino, y en medio de un jadeo dulcemente derrotado, se derramó sobre ella; la joven se rió al sentir el borbotón de esperma, parte en su boca, en su cara, en sus manos y un poco en sus gafas, espeso y caliente. Cuando Rino abrió los ojos, la vio poco menos que bañada en semen, y sonriendo con un adorable aire de apuro.

-He… he tragado un poco. – confesó, como si estuviera diciendo que había robado un caramelo. Rino la acarició la cara, importándole un pimiento el grueso goterón de esperma que le bajaba por la barbilla.

-Vamos adentro, anda… y te lo devuelvo, te voy a comer el coño hasta que la pipa te pida socorro. – Arnela se rió, vergonzosa. No podía explicarse por qué, pero le encantaba que Rino le soltase burradas así. Tal vez, porque nadie lo había hecho nunca antes.


-¡Aaah…. Viola…. Viola…. Violaaa….! – A Cristóbal le gustaría decir algo más inteligente, pero sencillamente no podía, su miembro pensaba por él, y sólo le permitía coordinar los movimientos de sus caderas y saborear el inmenso placer en que estaba hundido. Viola se reía entre sus brazos, jadeando y dando chilliditos de placer. Estaban de rodillas en el suelo del gimnasio, desnudos sólo a medias, y haciéndolo desde atrás, "a lo perro", pensó Tóbal en medio de su placer, le parecía tan increíble que ella no sólo estuviera dispuesta a hacer cosas así, sino que directamente se lo sugiriera… ¡ah, qué gusto! Cada vez que gritaba su nombre, le parecía gozar más aún, Viola temblaba de placer cada vez que le oía, sus manos se crispaban sobre el suelo de tarima y sus caderas se movían al ritmo de las suyas, produciendo un gracioso sonido de palmoteo a cada embestida.

-Tóbal… mmmmh… ¡más! – la joven tartamudeaba sus gemidos, incapaz de controlarse, estaba casi a punto por segunda vez, y los apretujones de su amante sobre sus pechos, sus brutales envites, su ardiente peso sobre su espalda… sólo la ponían más y más cachonda. Agarró una de las manos que Cristóbal tenía en sus pechos y la llevó a su boca, chupando y mordisqueando sus dedos, el profesor sonrió sin darse cuenta de que lo hacía, perdido en un mar de sensaciones infinitas, mientras su miembro tiraba de él y el calor de Viola le vencía con su voluptuosidad.

-Viola… ¡Violaaaaaaaaaaaah….! – gritó por fin, sintiendo la dulce explosión liberarle y expandirse de forma gloriosa por todo su cuerpo, el semen inundando el sexo de su compañera

-¡No te pares ahora! – le exigió esta, casi había miedo en su voz, y Tóbal obedeció, saboreando su placer de forma increíblemente intensa al continuar bombeando, sus gemidos quemaban la nuca de Viola, y ésta titiló, volviendo la cara para mirarle mientras se corría… abrió la boca en un gemido de sorpresa y placer, toda ella tembló, las contracciones de su coñito tórrido apresaron a Tóbal y empujaron hacia dentro el semen, tirando suavemente de la polla de él, mientras la maestra sonreía y ponía los ojos en blanco, gimiendo a golpes, temblando de pies a cabeza y su sexo goteaba… Tóbal no paró de golpe, continuó embistiendo, profundamente, pero con menos velocidad cada vez, intentando prolongar el orgasmo de ella lo más posible. – Ooh… oooh…. Haaaaaaaaaaaah…. Mmmmh… mi vidaaa… - susurró la joven, colorada y sonriente, tomando aire.

Tóbal, aún dentro de ella, se dejó deslizar, hasta caer ambos en el suelo. Sudorosos, exhaustos, pero increíblemente satisfechos. Qué delicioso había sido…. Y si conocía un poco a Viola, aquello había sido "el primer asalto".


A solas en su diminuta casita, Roy se sentía inquieto esperando unas pruebas de las que no sabía nada, ni siquiera si habían empezado ya y él no lo sabía. Había notado una gran sensación de miedo e inseguridad, y al ir a coger una bebida de la nevera, vio su rostro reflejado en la puerta plateada y casi se cayó del susto. Tenía el pelo más largo, y parte le caía sobre los ojos, como lo llevaba cuando era más joven y quiso ir de heavy por la vida, a ver si así molaba un poco. También sus piernas parecían más largas y sus pies más grandes, a pesar de saber que eran exactamente iguales, porque para entonces, ya había terminado de crecer, pero en esa época le parecía que le sobraba cuerpo por todas partes. Ahora estaba nervioso, el mechón sobre los ojos le molestaba y le estaban dando ganas de meterle un tijeretazo o cogérselo con una pinza de tender la ropa, y no podía dejar de dar vueltas en su pequeño salón. Y entonces, oyó los gritos. Se asomó a la ventana y vio a dos chicas, una de ellas tenía un pie atrapado bajo una pesada rama caída, y su compañera pugnaba por levantarla sin conseguirlo. Instintivamente, salió de su casita y corrió hacia ellas.

-¿Puedo ayudaros? – preguntó, aunque la respuesta pareciese obvia. La chica libre se volvió y clavó en él unos ojos de color azul-verdoso que recordaban al agua estancada. Y supo que las pruebas, acababan de empezar.